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Halloween por Nero Sparda

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Notas del fanfic:

jojojo, aun me acuerdo de la vez que lo estaba escribiendo, me costo bastante...pero bueno, también fue un regalo de hanuka para el senpai (?)

Notas del capitulo:

El señorito (Dudo que aun lo sea pero bueno) Metternich Audrey no me pertenece, es de mi senpai, así que a quejarse con el (?)

Coff...solo lo tome prestado para hacerle un regalo de día de muertos que espero que le haya gustado. 

El viento acaricio sus cabellos, despeinando los mechones rubios y revolviéndolos con aquellos verdes, rojos y violetas. El rostro impasible siguió avanzando en la neblina de otoño, observando las hojas caer lentamente, una a una hasta alcanzar su destino, hasta morir.

Una lechuza surco el cielo con elegancia y su chillido rompió el silencio. Aquella sombra que se movía en el frio no hacia sonido alguno, se mantenía elegante y al margen del mundo, ocultaba su rostro en la roja bufanda que contrastaba con el negro de las ropas.

Siguió avanzando por el cementerio, entre las miles de tumbas y los espíritus que lo saludaban, entre aquel silencio sepulcral y la neblina cada vez más densa.

Se escucho una risa queda, y sus labios se entreabrieron pero no detuvo el paso, se encontraba cerca, tan solo debía cruzar el puente, debía verse, observar el plata de sus ojos en el espejo del rio.

Las ramas desnudas de los arboles se agitaron nuevamente, el viento seguía soplando y amenazaba con enmarañarle el cabello dorado. Unos ojos amenazaban con devorarlo desde la profundidad de las tinieblas donde se ocultaban y reían.

Zillah continuo caminando, escucho el crujir de la madera bajo las negras botas cuando cruzo el puente. Exhalo con suavidad al notar como la casona empezaba a saludarlo, el aire tétrico, la presencia fantasmal, oh, dulce hogar.

Aquella mirada hambrienta lo siguió en la oscuridad, oculto en la neblina y en su propia maldad, riendo a carcajadas y disimulando el sonido en el viento, en los grillos que hoy se ocultaban y huían despavoridos.

La noche solo se encendía con una luna llena y oculta, preciosa y plateada iluminaba los cabellos del ángel mientras andaba por el empedrado que parecía azúcar granulado. Una luna que volvía las sombras demonios y de marfil su rostro.

Zillah se detuvo en la puerta de roble, observando el semblante de las gárgolas burlonas, alegres de volver a verle. Sintiendo el frio colarse hasta sus huesos y el placer recorrer desde su estomago a su vientre, y más abajo.

Una fría y delgada mano se había colado por sus ropas con rapidez, acariciaba la blanca piel de seda y la arañaba, rebelando el carmín oculto tras la delicadeza. Su otra mano se apresuro a un cuello delicado y blanco, bajo la bufanda, sujetando su mentón para poder recorrer con su lengua cálida la piel bajo la mandíbula, mordiendo y succionando hasta dejar una marca visible.

– ¿Truco o trato, Zillah?

La voz se perdió en el viento, una lechuza chillo en la penumbra y los sapos huyeron a ocultarse junto a los grillos.

Aquella sombra fue iluminada y sus cabellos azules, despeinados y maltrechos, brillaron con resplandor oscuro ante la luna. Sus labios rojos continuaron besando mientras el ángel abría la puerta y esta rechinaba por la falta de uso.

De repente la temperatura subió, ya no era otoño y sus prendas ya no eran necesarias. La chamarra quedo sobre una gárgola, ocultando sus ojos de aquellas caricias expertas, de aquellos labios sedientos y del fuego que se encendía entre sus pieles.

Ni siquiera hubo tiempo de llegar a la recamara, no era necesario, formalidades tontas de mundanos.

Ellos podían besarse sobre la mesa, entre el polvo y las telarañas, a luz de la luna y de los arboles desnudos, ante las brillantes estrellas de la noche final de Octubre.

Al canto de las bestias nocturnas y de los demonios con insomnio.

Zillah le mordió el labio inferior cuando sintió que tironeaban de su pantalón, cuando unas manos frías y delgadas apresaron algo caliente y le hicieron estremecer con ganas.

–que rebelde te has vuelto

Audrey lamio la sangre en la comisura y volvió a arremeter contra su fino cuello, buscando el éxtasis en un sabor profundo de canela y manzana, el perfume de los robles y la niebla, entre las caricias del demonio para destruir al ángel.

Zillah no resistió, araño la piel a su alcance y le despojo de las prendas, derribándolo contra el sofá y subiéndose a horcajadas sobre su vientre mientras las partículas se esparcían, simulando ser polvo mágico de hada.

El viento soplo con mayor fuerza, las ramas arañaban los vitrales multicolor, buscando la manera de advertirles, que no eran los únicos sentidos esa noche contemplando.

Ojos grises se encontraron con azules, y la batalla empezó nuevamente donde se habían quedado noches infinitas atrás. Cuerpos chocando con el calor del momento y la pasión encendida, palabrotas y juramentos se escucharon y se unieron al ruido de la noche.

Manos blancas perdiéndose en mechones azulados, jadeos contenidos en labios que besaban demandantes, buscando el último aliento, degustando el sabor dulce y salado de la sangre en sus bocas.

Zillah gruño con fuerza, Audrey soltó una carcajada sonora que se unió al murmullo del viento y a la espeluznante noche.

Era algo que el ángel odiaba y anhelaba, algo que el demonio sabía cuando sus cuerpos se iban uniendo como imanes.

Miles de segundos contados y cayendo lentamente, como los besos pesados, como las caricias expertas, como la ropa estorbosa. La niebla avanzaba y cubría el secreto de la vieja casona, la ocultaba con sus garras de los ojos del cuervo, que curioso observaba con su mirada escarlata, vigilando, acechando.

—Feliz halloween Metternich

Y una carcajada tenebrosa fue la respuesta, junto a los aleteos de un cuervo que desaparecía en la oscuridad de la noche, perdiéndose en la neblina inescrutable, en el brillo de una luna cada vez más macabro.

 

 

 

A lo lejos las campanas, con el sonido sepulcral que marcaba la hora de ir a vagar, tres y cuarto, la hora en que los ángeles y demonios…juegan en la oscuridad….

 

Notas finales:

Creo que tiene un año que escribí esto, pero, en fin, la cosa es que ya lo tiene a disposición. 


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