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El Club de Acción Fujoshi por Miny Nazareni

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Notas del fanfic:

La historia está dividida en tres partes, de acuerdo a sus fujoshis protagonistas. La primera historia a abordar será la de Morina Kanojo, llamada "Fujoshi Pervert", la segunda es la de Hana Mizugu, conocida como "Fujoshi Inocent" y la tercera será la de Kobashi Kotori, la cual se puede identificar como una "Fujoshi Stalker". 

Aclaración: Es una historia yaoi con protagonistas femeninas, pero sin dejar de lado el yaoi, de hecho, las historias giran en torno a las parejas y no a sus protagonistas mujeres.

Notas del capitulo:

He aquí el resumen de la primera historia que se abordará, la de Fujoshi Pervert:

Fujoshi Pervert-La historia de Morina Kanojo.

Morina Kanojo es una alumna ejemplar. Es popular en la escuela, saca las mejores calificaciones y por si fuera poco, es la presidenta del consejo estudiantil. Su mejor amigo es Shouta, a quien conoce desde la infancia y le cuenta todo. Pero hay un secreto que ha ocultado a todos, es una fujoshi, de mente muy ociosa e inventiva.

Kanojo sabe que teniendo la posición que tiene en la escuela su secreto no debe ser descubierto, pero con la llegada del nuevo estudiante Kaori Satou, ella corre peligro. Sin embargo, eso no evita que no note ciertas 
cosas que pasan a su alrededor. El chico nuevo también oculta algo. ¿Qué ocurre con su mejor amigo? ¿Por qué Satou-Kun y Shouta se miran de esa forma? ¿Cuál es el secreto que guardan? La pervertida mente de Morina no puede evitar decir a gritos "yaoi, yaoi", a pesar de saber que es imposible. Pero... tal vez, solo tal vez, Morina no esté del todo equivocada.

 

Disfrutenla por favor y cualquier duda no teman preguntar, ojala les agrade y me regalen un hermoso review ;)

Una breve introducción…

Cuando Morina Kanojo tenía cinco años, su padre murió de un infarto al corazón. Ya se encontraba muy enfermo y era cuestión de tiempo para que el hombre empeorara. La madre de Kanojo amaba a su padre con todo su corazón y le dolía demasiado haberlo perdido. Sin embargo, la pequeña nunca olvidará la última vez que estuvo en el hospital. Su padre llamó a su madre antes de morir y le dijo ciertas cosas. Nunca supo de qué se trató aquella conversación, pero supo que después de ella, su mamá comenzó a actuar extraño. Ocultaba cosas, leía en secreto y evitaba a toda costa que la niña entrara a su habitación. Era un secreto, su mamá tenía un secreto.

No fue hasta tres años después que la niña descubrió ese secreto.

Se trataba de un armario gigante lleno de mangas… pero no cualquier tipo de mangas…

Eran mangas yaoi…

Y ella sin saberlo, acababa de tomar el pase sin salida hacia el mundo del boys love.

 

Capítulo 1: El secreto de Morina-Parte 1

 

No era fácil.

Nadie dijo que iba a ser fácil. Mira que guardar un secreto tan impresionante como ese. Tenía todas las cosas que cualquier chica de su edad podría desear. Era inteligente, sus elevadas calificaciones eran prueba de aquello, era popular, por algo ocupaba ese cargo tan importante en el consejo de su escuela, la presidenta del consejo. No estaba mal económicamente, la mejor forma de demostrar eso era el hecho de poderse permitir ciertos lujos. Tenía muchos amigos, pero muy pocos verdaderos, de aquellos que se cuentan con las manos, pero al menos existían.

No había nada malo en ella, nunca lo hubo. Su madre era maravillosa, un ser al cual amaba con toda su alma. Su padre, cuidándola desde el cielo, y sus parientes, aquellos que siempre ofrecían una mano amiga cuando llegara a necesitarlo.

Ella era Morina Kanojo, la estudiante estrella. La Kaichou, la mejor de todas las adolescentes de 16 años que cursaban en esa escuela; bondadosa, llena de virtudes, llena de fortalezas y todo un modelo a seguir.

Ah… casi se me olvida… ella también era una fujoshi.

Fujoshi puede definirse como una mujer que gusta de leer, dibujar, ver o cualquier otra cosa relacionada con el amor entre hombres. Ese término, era designado solamente para las mujeres, para los hombres hay otro.

Ese era su desvergonzado secreto. Nadie lo sabía y nadie lo sabría nunca.

O al menos, eso creía.

****

Su nombre era Kaori Satou.

Era la primera hora, lo que significa que tenía física. Y estaba sola, porque el desvergonzado de Shouta, su mejor amigo, se había ausentado de nuevo. Bien sabía las razones. Ese mujeriego seguramente había pasado la noche con alguna chica de la escuela. Idiota, pensó Morina. A ese paso, el estúpido terminaría reprobando física. Siempre se ausentaba las primeras horas y aparecía como a eso de las doce, ya casi en las últimas. No era de extrañar, que fuese terrible en esas materias perdidas.

No le disgustaba la física, de hecho era buena en ello, no tanto como un genio, pero se defendía bastante bien, sin embargo, no amaba la materia como tal. Todavía no conocía a una persona que amara física con toda su alma, pero estaba segura de que existía. Locos hay en el mundo y muchísimos.

El profesor había dejado una serie de ejercicios para resolver en clase que representaban el 50% de la calificación parcial y ella, estúpidamente, había hecho equipo con Shouta. Debió entender en ese entonces, que estaría sola siempre. Pero bueno, eran amigos de infancia, incluso se habían mudado al mismo tiempo a esa ciudad hace dos años. Definitivamente no le abandonaría ahora que el chico hacía de las suyas, solo esperaba que el profesor le tuviese la misma paciencia.

El hombre inició la clase presentándolo a todos. Kaori Satou, un estudiante nuevo.

Parecía un chico dulce a simple vista. Su cabello era castaño, sus ojos cafés, su piel era blanca, casi como la de una chica, su estatura era considerable. Más alto que Kanojo, pero sin duda más bajo que el promedio. Vestía un pantalón de mezclilla, zapatos, una camisa blanca oculta en una chaqueta de color negro. Pudo haber pasado como un galán si no fuese por un solo detalle: ese rostro denotaba cualquier cosa menos seducción. Casi como lo dije al principio, había algo en su aura, que lo hacía parecer frágil, como una chica.

Un uke…

Sacudió la cabeza ante aquel pensamiento. No, definitivamente no. No era posible. La primera vez que veía al chico y ya imaginaba cosas. Estaba realmente enferma, su cerebro estaba realmente mal. Sabía de lo grave que estaba, ese fujoshismo suyo la estaba llevando a límites insospechados, pero no creía que fuese tanto y tan fuerte. Morina imaginaba toda clase de cosas yaoi cuando veía a un par de chicos juntos, cuando veía a un apuesto chico jugar un deporte, lo imaginaba como un seme sensible, de aquellos que ocultan su verdadero yo. Y al ver a chicos como el nuevo, su cerebro no dejaba de gritar “Uke… uke”. Aquello era muy malo.

                —Muy bien Satou, toma asiento en algún lugar, necesitas un equipo para realizar tus ejercicios—indicó el profesor y Morina rogó con el alma que no fuese ella. Su mente jamás estaría tranquila teniendo al chico uke como compañero.

Dios no la escuchó.

                —Siéntate ahí, junto a Kanojo. Debido al desenfrenado ausentismo de su compañero, trabajarás con ella—miró a la petrificada muchacha—Kanojo, por favor trata de controlar ese mal hábito de tu amigo o de lo contrario me veré en la penosa necesidad de reprobarlo.

                —Claro que sí profesor.

Kaori Satou se dirigió al pupitre con ella y se sentó. Por alguna razón, Morina sintió que era el inicio de algo muy malo.

****

Y no se equivocó.

Kaori Satou era todo, menos dulce. Su actitud era la más parecida a un chico amargado y mezquino, sarcástico y un poco grosero. Satou-kun, como ella había empezado a llamarlo, no sonreía, no hacía chistes para agradar, es más, casi ni hablaba. La miraba como inspeccionándola y se sintió intimidada ante tal escrutinio. Eso sí, el chico nuevo era sumamente inteligente, casi un genio, al menos lo era en la física. Resolvió esos ejercicios como si fuese un juego de niños de tres años y después se dedicó a mirarla aún más. Todo un entrometido, pensó ella mientras resolvía su parte de ejercicios. Fue ese momento que él eligió para hablar.

                —He escuchado que eres la presidenta del consejo. ¿No es así?

                —Lo soy, si necesitas ayuda con algo, no dudes en pedírmela—Morina ofreció sus servicios sin imaginar que sellaría su tumba.

                —No lo dudaré. Es más, necesito tu ayuda. Pero no es algo que te diré ahora, continua trabajando, parece que te falta mucho.

Ella no pudo evitar sentir esas últimas palabras como un insulto. Sí, el parecía ser muy listo, pero no tenía derecho a comportarse de esa forma con los que no lo eran tanto. Pero tú eres muy lista chica, por algo eres la presidenta. Sí, pero para este tipo, no debo ser más que un chiste.

A la hora del almuerzo, entendió porque estaba mal ofrecer sus servicios como Kaichou. El chico nuevo no dejó de perseguirla por todas partes, sin dejar de mirarla –juzgarla- y sin dejarla sola ni un solo momento. Se sentó a su lado, comió lo mismo que ella y cuando se dirigía al baño, ahí tuvo que ponerle el freno.

                —No pensarás ir al mismo baño que yo… ¿O sí?

Él miró a los lados entendiendo por primera vez su acoso.

                —No claro que no, pero te espero aquí afuera.

Los ojos de Morina se abrieron sin entender muy bien y, sabiendo que podría despertar ese horrible sarcasmo dentro de él, se atrevió a preguntar el motivo de tanto acoso.

                —¿Te pasa algo? ¿En qué necesitas ayuda? No sé si lo entiendas, pero ahora mismo no te puedo ayudar.

                —Dijiste que acudiera a ti cuando tuviera algún problema.

                —¿Lo tienes ahora?

                —No, pero como la Kaichou tienes la obligación de orientarme y acompañarme en todo momento, ya que soy el nuevo—Satou-kun dijo esto con tanta naturalidad que ella no pudo evitar ahogarse con su propio aire. Bromeaba… ¿Verdad?

                —Sé que es así, pero… no parece que te esté orientando… más bien parece que me estuvieras persiguiendo y no pude evitar notarlo.

                —Eso es lo que estoy haciendo.

¿Hay un límite para ser tan cínico?

                —¿Y por qué? Si es que puedo preguntar.

                —Me agradas.

¿Es… en serio?

****

                —Las personas suelen ser muy molestas. Tienen complejos, miedos y estupideces en el cerebro. No me agrada mucha gente, solía ser como ellos y eso no me gusta recordarlo, por ello me esfuerzo en mejorar cada día en las cosas que soy bueno. Me gusta mucho la física y leer e investigar, sin duda alguna soy una especie de ermitaño. Por alguna razón los números no se me dificultan, pero eso no me vuelve engreído. No nací con suerte, pero tampoco soy un chico cualquiera. Todos los demás son así, juzgones a morir, pero no ven sus defectos. Tú pareces una buena persona.

Soy una buena persona, pensó indignada Morina. Este chico tenía de todo, menos amabilidad, era como si odiara al mundo entero y éste le odiara a él.

                —Tampoco me gusta que me toquen, ni que me abracen siquiera, me pone los pelos de punta. Tu eres una gran chica porque respetas mi espacio—asintió mientras sonreía ligeramente—Eres muy lista también.

Aquello la descolocó. ¿En serio le parecía lista a este chico egocéntrico? Eso… era extraño.

                —Pero tampoco te lo vayas a tomar tan en serio. Me agradas, pero no creas que de forma romántica, claro que no, no eres mi tipo—arrugó la nariz desechando pensamientos y Morina bufó.

Pues tú tampoco eres mi tipo, de hecho estoy segura que no eres el tipo de ninguna chica. Se dijo en la cabeza y el pensamiento “uke, uke” volvió a atacar. No, era imposible, este chico no podría ser el tipo de nadie, ni siquiera de otro chico. ¿Quién estaría tan enfermo para enamorarse de semejante ser?

                —Lo entiendo, no tienes de qué preocuparte, pero sigo sin comprender por qué te agrado—dijo al aire y Satou-kun la miró.

                —No eres como las demás personas. Hay algo en ti que es diferente. Juraría por mi alma que tienes un secreto.

Volvió a ahogarse con su propio aire. Ya no le gustaba para nada esa habilidad para intuir cosas. ¿Y si este tipo descubría su secreto? ¿Qué haría una persona como Kaori Satou con un secreto como ese en manos? No se lo diría a todo el mundo, mi estimada, según su discurso, no le agrada congeniar con ese tipo de personas que aprovecha la debilidad de uno para hacer su riqueza. Dudaba que él lo hiciera, con ese carácter, pero sin duda, sí se burlaría y muchísimo. No, debía olvidar aquellas locas ideas. Kaori Satou jamás sabría su secreto, estaba segura.

                —¿Qué secreto podría tener la presidenta del consejo?

                —Eso no lo sé. Soy listo, no un adivino, pero estoy seguro que…—se detuvo, no pudo hablar, no continuó hablando y aquello le extraño. Satou-kun parecía predilecto a hablar mucho y ahora no lo hacía.

Lo miró y se sorprendió. El chico temblaba, en verdad temblaba y estaba más pálido que el papel. Un miedo horrible se había dibujado en sus ojos y podría jurar que en cualquier momento lloraría. Nunca imaginó ver a un tipo tan mezquino de una forma tan vulnerable. No… frágil… él se ve tan frágil…

                —¿Te ocurre algo?—preguntó en verdad preocupada. No sabía qué hacer con un Satou-kun asustado. ¿Qué podría asustar a ese chico?

                —Nada—su voz temblaba, aquello era irreal.—¿Podemos… podemos ir por otra parte?

                —Claro.

Pero él no se movía y ella lo obligó a caminar del otro lado del pasillo. ¿Qué viste que te dejó así? Miró en la misma dirección que ahora dejaban y no encontró nada. ¿Qué estaba pasando? Hasta estaba frio del miedo. Lo condujo lejos de ahí y cuando Satou-kun fue consciente de donde estaban suspiró profundamente para después esbozar una brillante sonrisa… brillante, pero no verdadera.

                —¿Qué ocurrió ahí?

La sonrisa se pronunció más, pero no le llegó a los ojos. Incluso ahora parecía un poco siniestra.

                —Kanojo, te pediría amablemente que olvides ese episodio.

                —Lo haré si así lo quieres. Pero no comprendo… yo… tú… te veías… ¿Qué fue lo que…?

                —No preguntes—ya no había sonrisa alguna, sino esa mueca de sarcasmo y frialdad que le había caracterizado desde que lo conoció.

                —De acuerdo.

Pero no podía evitarlo en su cabeza. ¿Qué había en este mundo capaz de aterrar de esa forma a ese engreído muchacho? Destruir su valor, su sarcasmo, su frialdad, su mezquindad… todo de él y volverlo… nada. Debe ser algo realmente terrible.

Lo era.

****

Logró esquivarlo casi en la última hora. Tenía gimnasia y ella no estaba inscrita en tal actividad, así que era libre de él. No es como si le aliviara, ahora tenía una inmensa preocupación por el chico. Sí, parece que a pesar de sus terribles defectos, a ti también te agrada. No había nada por hacer. Sonrió tratando de acabar con esa preocupación y se dirigió al salón 123. Un poco de yaoi la haría olvidar.

El salón 123 era especial por muchas cosas, sus ventanas eran oscuras, casi negras, dentro siempre parecía de noche. Estaba en lo más profundo del edificio, de hecho, parecía un sótano. Lo era, el salón 123 era el sótano de la escuela, pero alguien lo había acondicionado para que pareciera un salón normal en donde algunos estudiantes pudiesen asistir a un club.

Ahora tenía esa función, era la sede de un club, pero no cualquier club.

Se trataba del CAF, el Club de Acción Fujoshi.

                —¡Bienvenida Kanojo-senpai!—saludó con emoción la dulce Hana Mizugu. Su brillante sonrisa, sus ojos hermosos e inocentes y su voz como la de una princesa de cuento.

                —Lamento la tardanza—se disculpó

                —No hay problema alguno Kaichou, estamos felices de verla—le respondió con satisfacción la temeraria Kobashi Kotori.

Estas chicas eran sus amigas, claro que sí. Aunque no se sentaran juntas a la hora del almuerzo, aunque casi no se saludaran al encontrarse, estas chicas eran sus amigas y mucho más. Eran sus hermanas fujoshis.

El Club de Acción Fujoshi había sido creado por Kobashi Kotori, un año mayor que ella y una fujoshi muy experimentada, con ciertas tendencias que no se abordarán en este capítulo, pero con un extraordinario don. La fotografía.

Kobashi era una fotógrafa extraordinaria. Una chica muy inteligente, pero dicha inteligencia no se aplicaba a la escuela, si no a la vida. Más que inteligente, era astuta, perspicaz, intuitiva y certera. Creo el CAF para evitar ser parte de un club escolar, con la excusa de que era un club de yoga. Al parecer, la profesora encargada de asignar los clubes lo creyó. Kobashi era quizá la única fujoshi reconocida en toda la escuela, a ella no le importaba que todos lo supieran, pero respetaba los motivos por los que Kanojo no hacía lo mismo.

Hana Mizugu era una dulce y linda jovencita menor que Kanojo. De unos quince años, con cierta inocencia aún, a pesar de ser una fujoshi. Le fascinaba dibujar, era muy buena en ello y pertenecía al club de arte, el cual, cuando Kobashi creó el CAF y le habló de éste, abandonó para formar parte. Respetaba a Kanojo por ser mayor y por ser su presidenta, pero a Kobashi la idolatraba por ser su “sensei” en el fujoshismo. Sí, Kobashi era la responsable de dicha corrupción.

Las tres amaban el yaoi y se reunian en el CAF para hablar de semes, ukes y mangas; historias, fantasías, dibujos, fotografías, ovas, animes, de todo… sus conversaciones giraban en torno a ello. El boys love y nada más.

                —¿Han visto al chico nuevo?—preguntó Kanojo

                —Kaori Satou, de 16 años, signo virgo, estatura de 1:62 y complexión delgada. Estudiaba fuera de la prefectura pero decidió volver repentinamente. Vive con sus tíos, los cuales casi nunca están en casa, de manera que está solo casi todo el tiempo. Me parece conocido, pero no puedo recordar de dónde. En mi opinión, un uke en potencia.

                —Kobashi… ¿Cómo logras hacer eso?—preguntó fascinada Morina. Una de las cosas que le admiraba a esa chica era su capacidad de investigar cualquier cosa.

                —La base de datos de la escuela no es un desafío. Es muy fácil entrar.

                —Cambiaré la contraseña ahora mismo.

Kobashi sonrió. Esa contraseña no duraría mucho.

                —¿Por qué le interesa Kaori Satou, Kanojo-senpai?—preguntó Hana con inocencia.

                —No lo sé a ciencia cierta Hana, pero… hay algo en él… algo extraño y diferente.

                —Un uke en potencia, ya lo dije.

                —Concuerdo contigo Kobashi-san, solo que… hay algo más, aunque aún no sé que es.

                —Tenga cuidado Kanojo-senpai. Investigar tanto a ese chico podría poner en peligro su secreto.

                —¿Tú crees Hana?

                —Claro que no. Investigar a alguien nunca ha sido malo.

Ambas miraron mal a Kobashi. Una cosa era averiguar y otra muy distinta acosar. Kobashi rebasaba esa fina línea constantemente.

                —Descuida Hana, no voy a acosarlo, no tengo las habilidades de Kobashi-san, pero sin duda, él oculta algo.

Las tres se dedicaron a realizar sus actividades del club tratando de olvidar el incidente. Kaori Satou pasó a un segundo plano, pero sin duda, Hana tenía razón. El que busca encuentra y el que encuentra, también puede ser buscado.

****

Llegó a eso de las once.

Morina lo iba a matar. Estaba seguro de ello. La chica siempre se enojaba con él por no asistir a la primera hora de clases. Pero no estaba en sus manos. ¿Cómo decirle que no a esa hermosa señorita? A pesar de sus 16 años, Shouta era un chico muy pro-activo en ciertas cuestiones y con esas cuestiones me refiero a aquello que estás imaginando: el sexo. El chico ya tenía bastante experiencia con chicas. No creía en el amor, claro que no. Por supuesto no era un amargado con respecto a este hecho, pero no creía que existiera la chica que lograra que se quedara quieto.

Y era verdad, tal chica no existía.

Estaba en los vestidores aseándose adecuadamente para entrar por lo menos, a la última clase. No recordaba cuál era, eso de no memorizarse el horario era todo un fastidio, pero no tenía conflictos, el horario era casi el mismo de Morina, podría buscarla y preguntarle. Aunque la chica te asesine en cuanto te vea, se dijo burlón, sí, aunque eso pase.

Ya había terminado de usar la regadera y se estaba vistiendo cuando escuchó entrar a alguien. ¿Acaso la clase de gimnasia ya terminó? Se preguntó preocupado de que ya fuese tarde, pero al notar que nadie más entraba, se relajó. Seguramente se trataba de alguien curioseando por ahí.

La persona que entró suspiró sonoramente y Shouta se asomó ligeramente evitando ser visto. Era un chico, un chico al cuál jamás había visto en su vida, sin duda. Conocía a la mayoría de sus compañeros y sabía que ese rostro no le hubiese pasado desapercibido, así que seguramente era un nuevo. Tiene el rostro de una chica, bromeó en su interior. Sus ojos cafés, sus largas y gruesas pestañas y una boca fina y delgada. El chico con rostro de chica cerró sus ojos y suspiró de nuevo.

                —Relájate Kaori, no pudo haberte visto, no hay forma, le has estado evadiendo en todo el día—sacudió la cabeza y se regañó a sí mismo—Si te sigues comportando de esa forma, tarde o temprano todo el mundo lo sabrá o por lo menos, Kanojo lo sabrá.

Shouta levantó las cejas. El chico había mencionado a Morina, su mejor amiga. ¿Qué relación podría tener este chico nuevo con ella? Antes de que pudiese pensarlo o reflexionarlo correctamente, la puerta de los vestidores se abrió y los ojos del chico nuevo se abrieron como platos. No era difícil de adivinar el motivo, quién había entrado era Hitono Susumiya, el abusivo de tercero. La mayoría de los chicos de menor grado le temían por ser predilecto a molestarles, pero parecía que el chico de pestañas largas le tenía pavor, temblaba como si hubiese visto al mismísimo diablo.

                —¡Kaori! ¡Qué alegría!—las palabras de Susumiya estaban cargadas de sarcasmo, como si lo que dijera y lo que sentía fuesen cosas distintas.

                —Hi…Hito—tartamudeó y Susumiya enarcó una ceja

                —Pensé que había sido mi imaginación por un momento, pero ahora me doy cuenta que en verdad estás aquí. ¿Qué te hizo volver?

Los ojos de “Kaori” seguían fijos en Susumiya y por más que trataba de responder no podía. ¿Tanto miedo le tenía? ¿Por qué? Al final el abusivo se acercó a él sigilosamente y escupió como si se tratara de veneno.

                —Estás actuando exactamente igual que hace tres años. Incluso tienes el mismo grado de palidez. ¡Estúpido Kaori! ¡Habla maldita sea!—golpeó la pared en donde le tenía acorralado y el chico obedeció al instante.

                —Yo… yo volví… porque… necesito hablar contigo…

                —¿Y de qué?

Volvió a enmudecer y sus manos comenzaron a temblar. En verdad algo grave pasaba ahí, Shouta lo podía intuir aunque no estuviese seguro. Susumiya sonrió con verdadero desprecio y rencor en la mirada, aunque también con cierta diversión y acarició ese rostro de chica.

                —Ya veo, quieres recordar viejos tiempos… lo haré con gusto.

                —¡No por favor!—gritó al instante el chico y en su bonito rostro se dibujó el horror, verdadero horror. A Susumiya aquello le agradó.

                —Despreocúpate, no será tan malo como la última vez.

Un ruido hueco sonó al fondo del lugar y Susumiya se detuvo de lo que fuera que estuviese a punto de hacerle al chico nuevo. Miró a los lados con verdadera cautela y entrecerró los ojos. No estaban solos, algo se lo dijo y definitivamente no le convenía que nadie lo viera en esos momentos.

Shouta esperaba que Hitono Susumiya comprendiera que cualquier cosa que hiciera tendría testigos y si había algo que caracterizaba al abusivo era eso, la ausencia de testigos que pudiesen acusarlo con el consejo de la escuela.

                —Has tenido suerte Kaori—acarició el blanco rostro del quieto muchacho—Hoy no te haré nada, estoy muy ocupado, pero ya será en otra ocasión.

Dio un golpe más y salió del lugar azotando la puerta. El chico nuevo comenzó a respirar con dificultad mientras dejaba de contenerse y las lágrimas salían de sus enormes ojos. Se derrumbó en el suelo y poco a poco perdió la consciencia. Shouta acudió al instante notando como el miedo había provocado un colapso nervioso en ese chico al cuál acababa de rescatar.

                —¡Hey! ¡Hey! ¡No te desmayes! ¡Tranquilo!

Lo sostuvo en sus brazos y palmeó sus mejillas tratando de hacerlo reaccionar. El chico “Kaori” abrió lentamente sus llorosos ojos y le miró por varios segundos mientras susurraba como si estuviera en un trance.

                —Dios… Dios me ha enviado un ángel guardián—acarició la mejilla del perplejo Shouta y después se  desmayó.

Notas finales:

Como pueden ver, nuestra pareja ya se ha conocido (Satou-kun tiene unos cuantos secretos... ¿Quién es Hitono Susumiya?...¿Qué ocurrió hace tres años?)

Bueno... eso se aclarará más adelante, ojalá les haya gustado :)


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