¿Qué haces?—preguntó el rubio cuando su cuerpo fue aventado a la pared del salón por el ricachón engreído y este sin más metió su mano dentro de su pantalón tocando su parte más sensible. Todo él estaba paralizado por las acciones del otro que lo tomaban desprevenido. Como de costumbre cuando quedaban de últimos en el salón se habían comenzado a pelear y al ser empujado pensó que lo que seguía era ser golpeado por el castaño. Es por eso que lo que sucedió a continuación lo dejó asombrado.
Lo que siguió lo dejó aún peor.
¿Qué piensas que hago?—le pregunto el otro. –Quiero hacerte mío. Quiero que seas mi esclavo en la cama—añadió.
¿QUEEE?—gritó Joseph. No se lo podía creer y sus músculos aun no le respondían a la vez que su cara se teñía de rojo.
Kaiba comenzó a succionar y morder su cuello como si fuera un vampiro. Desde esa posición habló cercano a su oído.
Lo que oíste Wheeler—dijo el de ojos azules. –Me gustas y yo sé que yo también a ti—añadió remarcando lo que decía con un toque lascivo en el bajo vientre del rubio.
El ojos mieles sentía su piel ardiendo mientras una mano del castaño se dedicaba a su miembro y la otra acariciaba su costado bajo su uniforme.
¡No, no es cierto!—aseguró el acalorado Joey que estaba entre el cuerpo del más alto y la pared.
Los ojos azules se alzaron y lo miraron desde milímetros de distancia con superioridad. Una sonrisa cuasi malévola se apoderó de los labios de Seto.
¡Eso no es cierto y tu y yo lo sabemos bien!—dijo Kaiba y el otro se sintió descubierto. –Si no… ¿Por qué no me estas empujando y golpeando perro?—preguntó después.
Luego los ardientes labios que preguntaran eso se apoderaron de los del ojos mieles mientras los brazos de este se apoyaban en sus hombros con intención de empujarlo pero sin fuerzas para hacerlo.
¡Quiero hacerte mío ahora perro!—dijo el empresario.
¡Que no me digas perro! ¡Agh!—dijo el rubio para de pronto encontrarse alzado y abierto de piernas para que estas rodearan la cintura del castaño que comenzó a refregarse contra él de manera enloquecedora.
¡Me gustan los perros como me gustas tú!—dijo el CEO haciendo que el otro se turbara mas si cabe.
Sin saber como el rubio fue deslizado al piso mientras la mano del ojos azules estaba por llevarlo a la gloria.
Quedo boca abajo y de pronto descubrió que la mano libre del otro estaba bajando por detrás su pantalón.
¡No! ¡Eso no!—dijo el que estaba en cuatro. –¡Alguien puede llegar y vernos! ¡Para ya!—gritó Wheeler con pánico mientras el otro introducía un dedo de su mano libre en su entrada haciendo que se arqueara.
¿Eso es lo que te preocupa?—pregunto Kaiba divertido moviendo más ambas manos, estaba de rodillas a un lado del cuerpo excitado pues no quería perderse sus expresiones de placer. –Pues no te preocupes perro. Cerré con llave el salón—dijo para que este se relajara y le dejara hacer.
Las embestidas del dedo eran brutales puntazos pero aun así hacían que el otro disfrutara, la mano que cobijaba su miembro desnudo eran enloquecedoramente placenteras. La boca de Joey estaba abierta al máximo buscando más aire que aspirar mientras al dedo primero se unió un segundo y después un tercero.
El solo gemía.
¡Agh, agh, agh, aagh, aaagh, AAAAGGGGHHH!
Esto agradó a Kaiba que le dijo al oído—Quiero que seas mi esclavo en la cama--.
¡¿Qué?! Agh… no… ¿Por… agh… que… aghhh… yo?—preguntó el ojos mieles en medio de jadeos de lujuria.
Porque es lo que quiero. ¿Serás mi esclavo?—le preguntó el otro ansioso.
Wheeler estaba enloquecido por el placer que las manos de Seto le estaban proporcionando pero en esa locura algo de perversión salio a flote.
Si… agh… pero quiero… quiero estar arriba—dijo el ojos melados.
¡Eso ni lo sueñes!—dijo Kaiba furioso ante la idea de que el otro quisiera dominarlo.
Joseph con una mano lo atrajo hacia sí y volteándolo con el peso de su cuerpo se puso arriba. –Yo te daré todo el placer que quieras pero quiero estar arriba—dijo el otro caprichoso pero con ánimos de ruego.
¿Todo el que yo quiera?—preguntó cauteloso el castaño.
Seré tu esclavo pero necesito estar arriba—dijo enredando sus piernas en su cintura mientras se frotaba en su entrepierna.
El castaño no pudo más y jaló sus propios pantalones hacia abajo dejando expuesto su erecto falo. Joey en señal de rendición colocó su entrada ahora expuesta sobre este auto penetrándose con éste. Un grito salió de la boca de ambos y el rubio rodeó con sus brazos el cuello del otro para besarlo intensamente.
El ritmo de sus caderas se hizo mas intenso hasta que el clímax le llegó a ambos.
THE END