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SEXY NAUGHTY BITCHY por sherry29

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Notas del fanfic:

 
Fan fic de Okane Ga Nai. Todos los personajes pertenecen a Hitoyo Shinozaki.Yo sólo los uso para divertirme. 
 
 

 

SEXY NAUGHTY BITCHY

 

   

   Se mecía con una gracia que no dejaba de sorprenderle. Era increíble lo duro que lo tenía. Tantas veces viéndolo en la oficina de su presidente y nunca había notado lo sensual y misterioso que resultaba.

   ¿Sería esa noche la que tenía algo de especial? ¿O sería ese licor Alemán que Kanou- san había mandado a traer directo de Hamburgo, sabiendo lo mucho que a Ayase- san le gustaba embriagarse? Misao Kuba no sabía la respuesta a esas inquietudes, sin embargo, lo que sí sabía y lo sabía muy bien era que existía un motivo, y uno muy fuerte, por el cual no podía quitar sus ojos de ese okama al que hasta esa noche no había visto como otra cosa que como un desviado que no le originaba ningún sentimiento ni atracción.

   Pero ahí estaba ahora ese “desviado”, seduciéndolo con cada movimiento, con cada mirada, con cada roce sutil cada vez que pasaba por su lado. Allí estaba, enloqueciéndolo hasta la extenuación con ese vestido negro largo, abierto a media pierna, resaltando ese trasero imposible para un hombre de verdad.

   Justo por eso, Misao no se sentía tan culpable de deleitarse con su vista. Someya Kaoruku no era un hombre; era una mujer atrapada en un cuerpo que no le correspondía, pero que había reformado a la perfección hasta lograr dar la sensación, a los que lo veían, de estar ante una mujer nacida en ese género y con una flor entre las piernas.

   La luna, que se alzaba sobre la azotea de la torre donde se hallaban, robaba destellos de la cabellera negra risada en las puntas, cubriendo a medias la espalda descubierta por ese escandaloso escote que terminaba prácticamente sobre el nacimiento de los glúteos.

   Someya se recostó contra el balcón de la azotea y respingo el trasero provocando un murmullo entre otros asistentes y un respingo excitado en el guardaespaldas que no había dejado de observarlo en toda la noche.

   Sonrió para sus adentros sintiéndose gratamente complacido y se inclinó un poco más, virando ahora su rostro para encontrarse con el par de ojos negrísimos que lo escrutaban si reparos.

   Misao tomó un poco más de su trago y sin pensárselo más se acercó, recostándose también a pocos centímetros del cuerpo que le estaba robando el aliento.

   —¿Te gusta lo que ves? —preguntó Someya con total desparpajo y sin saber aún con qué gemelo estaba tratando.

   —Me encanta lo que veo… y lo que no veo también —contestó Misao acercándose un poco más.

   —Por eso siempre me has caído mejor tú, Misao —replicó el travesti con una sonrisa coqueta, descubriendo ahora sí cual de los dos era. Misao le colocó la mano diestra justo en el límite donde terminaba su escote y se acercó por completo.

   —¿Cómo supiste que soy Misao? —preguntó curioso, prácticamente ronroneando sobre el oído de Someya.

   —Porque eres más interesante y osado que tu hermano… y porque también la tienes un poquito más grande—. Someya bajó despacio por el abdomen de Misao y sin reparos le sobó el paquete mientras ambos hacían como que contemplaban las estrellas en el amplio mirador—. ¿O me equivoco? —inquirió después mirándolo nuevamente, esta vez con un enloquecedor batir de pestañas.

   —No, no te equivocas —aseguró Misao, y lo tomó de la cintura para acomodarse tras él y rosar su erección contra ese delicioso trasero—¿Quieres comprobarlo?

   —Me encantaría —respondió Someya frotándose lascivo—. Pero para poder comprobar mi teoría necesito que tu hermano también esté.

   —¿Cómo? —La mueca que se formó en el rostro de Misao hizo que Someya riera bajito y sus facciones tomaran un cariz malvado. Con todo propósito volvió a restregarse contra la pelvis del otro hombre y gimió bajito. Misao reaccionó al cabo de unos instantes y volviendo a tomarlo de la cintura le mordió suavecito en el lóbulo de la oreja sin importarle que algunos invitados se empezaran a percatar de la situación.

   —¿Quieres que tanto mi hermano como yo te follemos? —preguntó con aspereza.

   —¿Nunca has compartido amantes con tu hermano? —devolvió Someya pícaro—. No puedo creer que dos chicos que se dedicaban al crimen y al robo sean tan conservadores para estas cosas —se  burló.

   —Pues lo somos —advirtió Misao—. Pero si me retas como lo estás haciendo entonces puedo plantearme el considerarlo.

   —¿Convencerás a tu hermano de unirse en un encuentro sexual junto a nosotros?

   —Sí, lo haré.

   —No te creo —picó Someya.

   —Pues, ya verás —Misao lo tomó por la cintura y totalmente fuera de sí lo besó con violencia dejándole los labios hinchados y húmedos al soltarlo—. Espérame en la habitación que está frente a los baños. No tardaré.

  —Eso espero —contestó Someya, y dejó a Misao partir mientras él se dirigía con parsimoniosa calma al lugar del encuentro. Estaba convencido de que Misao no lograría convencer a Homare de participar en un trío junto a ellos, sin embargo había retado al menor de los gemelos para ver hasta donde era capaz de llegar con tal de tenerlo. Eso lo excitaba y divertía al mismo tiempo.

   Con malvada diversión entró a la habitación y se tiró sobre la cama esperando con ansiedad a su, o si tenía mucha suerte, a sus acompañantes.

 

 

 

    Esa noche, la mente de Homare también se encontraba distraída aunque por causas muy diferentes a las de su hermano.

   Homare no soportaba la forma como su jefe se pavoneaba, mostrando con orgullo a Ayase- san como si fuera un puto collar de diamantes o un auto. Estaba convencido de que para Kanou- san, Ayase no era más que un accesorio más, un objeto de su propiedad, como un sofá o una lámpara.

   ¡No era justo! ¡No era justo en lo absoluto! Si Ayase fuera suyo, él lo trataría de forma muy diferente. Para él Ayase nunca sería una propiedad ni un contrato. No lo obligaría a estar a su lado por una deuda y mucho menos lo obligaría a estar a su lado sabiendo todos los líos en los que podía verse envuelto por el sólo hecho de que sus enemigos lo reconocieran como su amante.  

   ¡Estúpido Kanou- san! Lo respetaba como su jefe y le guardaba un gran respecto y lealtad pero en momentos como ese sentía la terrible necesidad de saltarle al cuello.

   —Deja de mirar al amante del presidente como si quisieras empotrártelo contra la barra del bar. ¿Acaso quieres que el jefe te vuelva a amenazar de muerte? —La voz de Misao lo sacó de sus cavilaciones, sin embargo, Homare sólo frunció el ceño, volviendo añicos la copa que tenía entre manos—. No deberías estar bebiendo, se supone que serás tú el que conducirá esta noche.

   —Ojalá nos matemos todos —respondió Homare aferrando los vidrios hasta cortarse con varios de ellos.

   —¡Pero! ¿Qué haces? ¿Acaso has enloquecido? —se turbó Misao, tomándolo de un brazo hasta arrastrarlo a los lavabos donde le lavó las heridas de las manos. Por fortuna resultaron ser sólo pequeños cortes que dejaron de sangrar muy pronto.

   —¡Estoy enloqueciendo, Misao! —gimió Homare cuando él y su hermano se encontraron a solas.

   —¿Tanto te has enamorado de Ayase- san? —preguntó el gemelo menor.

   —Si —respondió el mayor—. Lo amo tanto que duele. ¡Duele! —repitió apretando fuerte los ojos.

   —Veo —Pero Misao no pareció afectado en lo absoluto. Con algo que algunos hubiesen podido considerar desalmado, el gemelo menor se sentó en un sofá y luego se empezó a reír a carcajadas.

   —¿De qué mierda te ríes? —espetó Homare ardiendo de ira.

   —Me burlo de ti, —respondió Misao sin aspavientos—, de lo patético que eres. Ayase- san nunca será tuyo. No eres más que un pobre guardaespaldas sin futuro. ¿Crees que la puta de nuestro jefe te va a preferir por encima de él?

   —¡No le digas puta a Ayase- san! —se crispó el gemelo mayor.

   —Lo llamo como lo que es —replicó el menor—. El chico paga una deuda vendiendo su cuerpo… ¿Cómo se llama eso?

   —No tiene opción —lo defendió Homare.

   —¿En serio? —Misao elevó una ceja—. Pues yo creo que sí tiene. Pero le conviene más hacerse el digno mientras folla con nuestro jefe y luego lloriquea con eso de que no le gusta. ¿Acaso no lo has escuchado gemir mientras lo hacen? Tu y yo hemos estado varias veces dentro de la oficina mientras follan y qué vemos… ¿acaso no es a un chico perdido en el placer?

   Con un gran pesar surcando su rostro, Homare no tuvo más opción que agachar la cabeza y aceptar que su hermano tenía razón. Varias veces había entrado en la oficina de su jefe mientras éste y Ayase tenían sexo y lo que había visto no podía considerarse en absoluto como una violación. Ayase gemía todo el tiempo y su rostro se enrojecía de placer mientras Kanou-san lo embestía. Era obvio que lo de ese par había dejado de ser un simple contrato desde hacía mucho tiempo, pero él ciego de amor no había querido verlo así.

   —Necesito… necesito olvidarlo —susurró entonces sintiéndose terriblemente infeliz. Misao hizo una mueca de satisfacción y con su brazo derecho señaló la habitación donde lo esperaba Someya.

   No estaba seguro de que eso fuera a sacar a Ayase san del corazón de su tonto hermano, pero sin duda si se lo sacaría de la mente por un rato.

 

 

 

   Someya se estaba quedando dormido cuando la puerta del cuarto se abrió. Sus ojos, resaltados con pestañina y delineador, se abrieron con sorpresa cuando vio que Misao entraba con su fotocopia siguiéndole a pocos pasos. Por un momento temió estar viendo doble a causa del alcohol, pero cuando escucho el inequívoco tono serio de la voz de Homare no tuvo duda de que estaba ante ambos.

   —¿Qué estamos haciendo aquí con éste? —preguntó el gemelo mayor dirigiendo a Someya una mirada de repugnancia.

   —Me vas a ayudar a ganar una apuesta —sonrió Someya sin dejarse amedrentar por el disgusto del otro hombre.

   —¿Qué clase de apuesta? —preguntó Homare alzando una ceja.

   —Someya asegura que yo la tengo más grande que tú —se enorgulleció Misao frotándose lascivamente el paquete.

   —¡¿Qué?! —El rostro de Homare se puso como la grana—. ¿De qué coño están hablando, par de pervertidos?

   —Hablo de que en apariencia tu hermano la tiene más grande que tú —contestó Someya, parándose del lecho para abrir una botella de Champaña que estaba sobre la mesa. No tenía ni idea para quién o quienes habían dispuesto aquella habitación, pero si ya estaban allí, ni modo; utilizaría todo lo que tuviera a la mano sin privarse de nada.  

   —¿Y eso qué más da? —contestó furioso Homare, viendo ahora con más interés la forma como Someya se movía de un lado a otro de la pieza con estudiada sensualidad. A decir verdad, ahora que lo veía con ese vestido ceñido le parecía que el okama era bastante voluptuoso y atractivo. Hasta ahora sólo lo había visto en ropa tradicional y eso había mermado un poco el encanto. Misao sonrió al notar que la atención de su hermano había sido capturada y entonces decidió que no le permitiría escapar de la situación.

   —Someya quiere comprobarlo con sus propios ojos y en su propio cuerpo que soy más grande que tú—dijo acercándose a tomar la copa de vino que el travesti le brindaba. Homare abrió mucho sus ojos oscuros, iguales a los de su hermano y sintió que la sangre se le helaba en las venas… ¿El y Someya? ¿El, Someya y… Misao?

   —¿Te has vuelto loco? —gruñó.

   —¿Te parece demasiado osado? —inquirió Misao colocándose tras Someya para besarle el cuello y levantarle lentamente el vestido hasta dejar a la vista de su hermano los ligueros negros que contrastaban hermosamente con la blanquísima piel del okama.

   Homare tragó saliva pesadamente y su mirada se extravió en el par de muslos que vestían aquellos ligueros. Los imaginó sobre la piel de Ayase y tembló de deseo. Misao soltó su copa y giró a Someya para besarlo en los labios. Su mano grande recorrió el muslo terso y se detuvo sobre el liguero, levantándolo ligeramente hasta soltarlo de su amarre y hacer que la media velada se enroscara sobre sí misma, dejando el resto del muslo desnudo.

   —¿No quieres sentir la tersura de esta piel, hermano? —jadeó contra los labios de la “mujer”, terminando de quitarle la media y el zapato de tacón.

   Homare no contestó pero lentamente se acercó hasta ellos y luego se ubicó al otro lado de Someya. Con lentitud dejó su mano perderse tras el vestido negro y con increíble agilidad desató el liguero de la otra pierna, agachándose para quitarle la media con la boca.

    Someya suspiró al ver al mayor de los gemelos a sus pies. Con delicadeza estiró su pierna y se dejó sacar la media y el otro zapato, permitiendo luego que las manos de Homare recorrieran su extremidad de arriba abajo mientras el hombre comenzaba a depositar besos sobre sus pantorrillas.

   Por su parte, Misao le besaba el cuello, abrazándolo por la cintura con su mano surda y con la diestra delineando sus labios teñidos de rojo. En ese momento, Someya dejó caer su copa y la Champaña se regó sobre el tapete, dejando el cuarto con un intenso olor a uvas.

   Homare se deshizo de los ligueros y acarició los pies finos como de muñeca de ese hombre que parecía todo menos eso. Dulcemente deslizó suaves besos por el contorno de esas delicadas y lampiñas piernas y entonces se levantó del todo, encontrándose de frente con su hermano, quien se había apoderado del cuello de Someya.

   —¿Por qué nunca habíamos hecho algo como esto, hermano? —se quejó el menor.

   —Porque estábamos tontos —respondió Homare. Y entonces entre los dos tomaron a Someya y la empotraron sobre una mesa redonda que estaba en el centro de la habitación. Someya gimió pero se dejó hacer por completo. Estaba supremamente excitado y aquello le parecía un sueño. Siempre había soñado hacerlo con un par de gemelos y su fantasía se hacía realidad con ese par de guapos guardaespaldas.

   De espaldas contra la mesa separó sus muslos y dejó descansar cada pierna sobre los hombros de Misao, quien se perdió entre su entrepierna tomando el miembro de medianas dimensiones que ya se hallaba despierto y dispuesto en medio de su cuerpo. Homare sintió un estremecimiento de placer al ver a su hermano devorando ese miembro pequeño en comparación al de ellos. Era extraño pero sumamente excitante verlo entre ese par de muslos dando placer.

   Sin pensárselo más entonces bajó sus pantalones y su miembro necesitado quedó expuesto. Lo tomó con una mano y con la otra tomó la carita como de muñeca del hombre que estaba sobre la mesa y lo hizo abrir esos labios rojos de cereza para obligarlo a recibirlo en su interior.  

   —Chúpalo —ordenó con voz ronca, tomando el menudo cuerpo del okama hasta que la cabeza de éste quedó fuera de la mesa, logrando la flexión necesaria para realizar la felación sin problemas. Misao tuvo entonces que pegarse más a la mesa pero no le importó. Los gemidos que empezó a dejar salir su hermano lo compensaban todo; eran excitantes y deliciosos. Estaban disfrutando aquello como nunca.

   Durante un momento, Homare  acarició el cuello de Someya viendo con complacencia la forma como su miembro salía y entraba en esa boquita suculenta; sus ojos se desviaron por un momento hacia su hermano y fue jodidamente gozoso verlo haciendo lo mismo entre las piernas del okama. Aquello lo hizo sentir el cosquilleó del orgasmo y de inmediato se retiró de la dulce boca para dejar correr su orgasmo sobre el rostro lascivo de la hermosa muñeca que lo había felado.

   El rostro delicado de Someya quedó lleno de espeso y caliente semen. Con su lengua se relamió y probó un poco del fluido, pero el resto fue devorado por el propio Homare mientras Misao recibía su orgasmo por completo en su boca.  

   —Joder, esto es el cielo —suspiró el gemelo mayor, haciéndose del amante compartido. Lo tomó del cabelló revuelto y con cuidado terminó de soltar su peinado, provocando que el montón de risos negros cayera como cascada sobre la piel del pecho lampiño y plano. Misao gruñó y tiró del vestido de Someya destrozándolo por completo.

   —Son un par de salvajes —se quejó falsamente Someya con un guiño.

   —¿Acaso no era esta lo que querías, pequeña viciosa? —le devolvió Misao tirándolo con él sobre la cama. Al cabo de un rato los tres hombres estaban completamente desnudos, compartiendo suaves caricias. Someya se besaba con Misao mientras Homare le bañaba la espalda con Champañe y bebía de ella. Cuando los gemelos pusieron al otro hombre en cuatro, Someya se sintió en el paraíso. Con su boca tomó el miembro de Misao, que en efecto sí era un poco, pero sólo un poco, más grande que el de su hermano y empezó a lamerlo con mucha destreza; de vez en cuando, el gemelo le pedía que alzara el rostro, pues le gustaba ver esa carita de cabello revuelto y labial corrido lamiéndole la polla. Era un espectáculo sin precedentes.

   Cuando Misao se corrió por primera vez, Homare estaba entre las nalgas de Someya, lamiéndole la entrada. El jodido okama tenía un agujerito tan cerrado que parecía una doncella, aunque estaba claro que ni por genética ni por historial sexual lo era. Sin embargo, Homare se complacía observándoselo y lamiéndoselo; metiéndole los dedos para lubricarlo con su saliva y dilatarlo poco a poco.

   —Será mejor que relajes bien este culo, porque te voy a dar una sorpresa —dijo mirando a su hermano. Misao supo de inmediato a qué se refería su gemelo y sonrió. Someya se dejó preparar y cuando sintió que Misao la acomodaba sobre sus muslos, frente a él, jadeó con anticipación.

   —¿Me follarán los dos a la vez, verdad? —gimió goloso. Homare y Misao sonrieron asintiendo.

   —Joder, queríamos sorprenderte —dijo el mayor de los gemelos con un pucherito—. ¿Ya lo has hecho antes con dos tipos a la vez?

   —Pero nunca con gemelos —confesó Someya con otra sonrisa.

   —En ese caso somos los primeros —sonrió Misao.

   Y entonces, Homare se colocó a sus espaldas y escupió sobre su mano usando la saliva de lubricante. Como hermano mayor hizo los honores de entrar primero, abriéndose paso en ese canal tan estrecho que parecía virgen. Someya jadeo pesadamente al sentirse así de lleno, pero se relajó por completo, con la destreza que le permitía su amplia experiencia, sabiendo que tenía que hacer espacio para otro más.

   —Tranquila —le calmó Homare, besándole uno de los hombros desnudos. Misao negó con la cabeza ante la dulzura de su hermano e hizo lo propio tomando los labios de Someya con un beso rudo y voraz.

   —Lo siento, pero no puedo esperar más —confesó, y entonces levantó un poco a Someya dejándolo en la posición justa para meterle su miembro. Fue bastante difícil pero lo lograron; dos minutos después, ambos estaban dentro de un mismo cuerpo, compartiendo el mismo calor y sintiéndose tan ceñidos que tenían que respirar a bocanadas para no correrse al instante.

   —Joder —gruñó Someya, sintiendo una presión inaudita.

   —Respira profundo —dijo Misao, conteniendo un suspiro. Someya asintió y una pequeña lágrima asomó a su rostro. Misao se la limpió con la lengua y entonces se besaron. Fue un beso lento y sensual, diferentes a los de antes. Homare se sintió celoso y los apartó, tomando el rostro de Someya para darle un beso similar.

   —Eres precioso —dijo el mayor de los gemelos.

   —Muy hermoso —convino Misao—. Eres más bello que muchas mujeres de verdad.

   —Y ustedes son muy guapos —halagó Someya—. No saben cuantas veces los he deseado mientras visitaba al idiota de Kanou.

   —¿Entonces, era por nosotros que ibas? —preguntó Homeya comenzando a moverse.

   —Sí, algunas veces sí —admitió Someya, echándose sobre el pecho de Misao, sintiendo ya el movimiento de ambos miembros dentro de su cuerpo. Los hermanos gimieron al unísono; nunca como en ese instante habían estado tan unidos, ni siquiera en el vientre. Compartir un amante a un nivel tan íntimo era jodidamente delicioso. De cierta manera estaban haciéndolo entre ellos, pues sus pollas se rozaban dentro de aquel pasaje aumentado el placer de sus cuerpos de forma gloriosa.

   —Oh, chicos —gimió Someya y los gemelos se apoderaron de su boca al mismo tiempo, besándose los tres y mezclando sus alientos sin importarles donde empezaba uno y terminaba el otro. Era tan prohibido, era medio incestuoso pero no importaba, se sentían de maravilla.

   Cuando el orgasmo finalmente los sacudió a todos. Homare fue el primero en abandonar el cuerpo laxo y extenuado de Someya, dejando a un jadeante Misao dentro de él.

   —¿Y entonces, la tengo más pequeña que mi hermano? —preguntó con una risita.

   —Sólo un poco —respondió Someya, riendo también—. Pero no importa mucho pues la usas de maravilla —concedió.

   —¿Me dejarás usarla de nuevo contigo?

   —Sólo si estoy yo también —intervino Misao abandonando por fin el cálido cuerpo del que le costó trabajo salir, pues se sentía maravilla ahí dentro.

   —Entonces encontrémonos otra vez —pidió Someya—. Por cierto… ¿de quién sería esta habitación?

   Y justo preguntaba esto cuando la figura de un furibundo Kanou y un totalmente colorado Ayase se posó frente a la cama, haciendo que los gemelos pusieran cara de espanto y Someya de malvada complacencia.

   —¿Vinieron a unirse a nosotros? — preguntó la “mujer” provocando que el rostro de Kanou se frunciera de forma terrorífica.

   —¡¿QUE HACES EN MI CAMA CON MIS GUARDAESPALDAS, MALDITO OKAMA?! ¡¿ACASO QUIERES QUE TE MATE?!

   —Pero que egoísta eres Kanou- san —ronroneó Someya—. En vez de agradecernos por calentarles el lecho. Además, no respondas por Ayase- san, posiblemente él si quiera unirse a nosotros.

   —¡No quiero unirme a ustedes de ninguna manera! —exclamó Ayase mortificado, rojo como un tomate.

   —¡Lo sentimos mucho, presidente! —se excusaron los gemelos con una inclinación de noventa grados.

   Someya comenzó a reír, Ayase se quedó tieso frente a la cama y Kanou san empezó a perseguir a sus subalternos por toda la recámara.  En medio de toda esa locura, Homare miró de reojo a Ayase y sonrió. No sólo se había echado el polvo de su vida, sino que además había estropeado la noche romántica del presidente. Era definitivo: dejarse llevar por sus instintos traía cosas buenas. Lo siguiente que haría era lo que el corazón llevaba meses dictándole: tratar de conquistar a Ayase.

 

Fin.

Julxen 2013.

    


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