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Cuando dejo de buscar, encuentro por Paz

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Cuando dejo de buscar, encuentro


Basado en Slam Dunk de Inoue Takehiko


Hana X Ru


By Paz


 


Un nuevo rechazo. Una desilusión más que deja su corazón destrozado.


Hacia ya tiempo que no llevaba la cuenta de sus fracasos amorosos. En qué se equivocaba? Se preguntaba por enésima vez mientras contemplaba con gesto triste el ir y venir de las olas que rompían contra las rocas de la costa.


Desde el roquedal, siempre se ubicaba en el mismo lugar, podía observar la magnitud del mar embravecido, era como un pequeño escenario desde donde le gustaba ver como llegaban las grandes olas que se alzaban por encima de los peñascos que coronaban aquella zona, el dominio del agua sobre las rocas que con paciencia iban horadando la firmeza de la piedra hasta formar las más caprichosas formas.


Cuando el mar se encontraba en calma se veían a los pescadores en sus pequeñas barcas faenando, como barquichuelos que llevados por la marea se mecían por encima de las aguas.


El azul oscuro del mar formaba miles de gotas espumosas que saltaban al chocar en las rocas y la espuma que dejaban las olas al final de su recorrido en la arena tardaban algunos minutos en ser absorbida por la misma.


En aquel instante, su corazón estaba como ese mar embravecido, tumultuoso, invadido por mil sentimientos, todos ellos fácilmente reconocibles, angustia, dolor, desolación, tristeza, soledad, añoranza, desazón y por encima de todo desdicha.


Solo quiere amar y sentirse amado. Tan difícil de conseguir es que alguien le ame tal como es? Con sus virtudes y sus defectos. …l sabe que tiene  más de unos que de otras, esta convencido que sus valores morales pesan más que sus faltas. Porque, entonces, los demás no lo ven así? –cavilaba mientras sus ojos se pierden en ese inconmensurable mar.


Era aquel su segundo año universitario y atrás habían quedado sus amigos y sus compañeros de equipo, ahora tenía otros, su carácter abierto le permitió conseguir enseguida nuevos amigos, pero no era lo mismo, extrañaba a Yohei y el Gundam. Cosa extraña, hasta sentía nostalgia de las peleas que mantenía con Rukawa, que estaba estudiando en la Universidad de Kanagawa, si bien el último año transcurrió con relativa calma, ahora se preguntaba porque él eligió la de Tokio y la respuesta vino enseguida, porque era donde iba a estudiar Haruko y porque él obtuvo lo que tanto deseo, la joven le dio el tan preciado si cuando le contó que por ella dejaba su ciudad, porque aún tenía la esperanza de conquistarla. Fueron novios durante seis meses.


Ahora ya nada quedaba de esa relación, solo bellos recuerdos que desaparecerían con el tiempo. Le costó comprenderlo, finalmente el entendimiento se abrió ante él. Ella solo le aceptó por miedo a lo desconocido, a sentirse sola en una gran ciudad, sus padres quedaban en Kanagawa y su hermano Akagi Takenori, estudiaba en la Universidad de Kyoto, pues era esa la adecuada para sus expectativas de futuro. Haruko pasado ese tiempo, se integró por completo a la vida universitaria y él quedo a un lado, seguían siendo buenos amigos, porque ninguno de los dos quiso romper la amistad que les había unido en el pasado.


…l comenzó a salir con cuanta chica conocía, buscando desesperadamente alguien a quien amar, tarea inútil. Estaba seguro de haber batido su propio récord de la preparatoria, arrastraba tras de sí tantos fracasos que ya no tenía ánimos para intentar una nueva relación. Se olvidaría de las chicas, dejaría atrás esa etapa de su vida. Sus pensamientos se centrarían exclusivamente en el basquetball y en sus estudios. Se olvidaría del amor, lo apartaría totalmente de su vida. No más búsquedas. Se acabó y con esa decisión se levantó dispuesto a marchar.


Al hacerlo, se fijo que no excesivamente lejos de donde él estaba se encontraba un hombre joven, envuelto en abrigo y bufanda, al igual que él observaba el mar con idéntico interés. Abstraído, perdido acaso también en sus pensamientos. La distancia que les separaba no era excesiva, apenas cincuenta metros, más se le veía tan absortó que no le interrumpió acercándosele como era su costumbre cuando veía a posibles solitarios. Seguramente que era alguien tan perdido como él, y que la soledad era su habitual compañera. Decidió mientras se alejaba que si volvía a verle en otra ocasión se le acercaría para entablar conversación, cuando llegó al paseo marítimo, tras sacudir sus zapatillas de arena, volvió la mirada hacia el desconocido, sorprendido vió que ya no estaba, miró alrededor, no se le distinguía por ningún lado. Quedo perplejo, preguntándose si realmente le había visto o fue una alucinación de sus sentidos.


çèçèçèçèçè


Ocupaba un apartamento próximo a la universidad que compartía con otros estudiantes, eran cuatro chicos, de ese modo se ayudaban con los gastos cotidianos y el alquiler.


Chiba, con quien tenía mayor amistad, se le queda mirando no ya sorprendido cuando le vió aparecer, debido a que una vez más llegaba con los cabellos chorreando agua, así como su vestimenta, no comprendía esa fascinación por el mar, al mismo tiempo que se preguntaba porque siempre hacia lo mismo.


-Vino un chico preguntando por ti. –le arrojó su toalla.


-Por mí? –Su rostro expresó sorpresa- Te dijo quien era? –Hana la tomó sin dificultad y comenzó a secarse el cabello.


-No. Solo murmuró tú nombre. En realidad no me dio tiempo a preguntarle el suyo. En cuanto supo que no estabas se volvió y bajo las escaleras apresuradamente. Solo sé que era tan alto como tú, cabello moreno y ojos azules. –le describió.


Esas características solo se correspondían con una persona que él conocía bien, pero era imposible porque estaba en Kanagawa. Allí en Tokio no recordaba a nadie con esas señas.


-Si vuelve y no estoy, dile que me espere. –sentía curiosidad por saber quien le buscaba.


-No soy tu secretario… -bufó Chiba.


-Por favor… -puso una expresión desolada, en realidad le costó poco ponerla, era así como se sentía.


-De acuerdo… de acuerdo… -accedió.


-Gracias. –le devolvió su toalla húmeda.


-Podías hacerme el favor de ponerla a secar. –Nuevo bufido- Por cierto, tienes unos amigos bastante extraños –le dijo Chiba antes que se fuera definitivamente del salón.


Hana le miró sorprendido por sus palabras.


-Por qué lo dices?


-Iba con abrigo y bufanda, aunque el tiempo ha refrescado no es para tanto.


Esas palabras le hicieron recordar al hombre que vió en la playa, abrigo y bufanda, sería el mismo? Si así era, había estado muy cerca de él.


Se metió en su dormitorio, cerrando la puerta tras de sí, con intención de desvestirse para ponerse ropa seca, más pensándolo mejor, se recostó en su cama solo con su bóxer puesto, inexplicablemente había perdido el apetito, intentaría dormir, ni siquiera dirigió otro pensamiento al chico que había ido preguntando por él.


Allí no tenía nada que le atara, podía pedir el traslado para su ciudad, al menos estaría con sus amigos. Yohei se alegraría de verle, los muchachos festejarían su regreso y él al menos dejaría de sentirse tan solo.


Empezaba a comprender que sus desesperados intentos por encontrar a la persona de sus sueños, eran debidos al temor que sentía por sentirse solo, sin nadie a quien amar, la soledad le aterraba. 


Recordaba con nostalgia los años pasados junto a sus padres, por aquel entonces la vida le sonreía y todo era risas y amor. Extrañaba esa infancia feliz, esos años donde nunca le faltó el amor de sus padres, donde se sabía querido y cuidado y cuando hizo su entrada en la adolescencia, todo se quebró, fue como si lo perdiera todo en un segundo, primero su padre, con ese sentimiento de culpa por no poder ayudarle, luego su madre, un súbito infarto le dejo huérfano cuando solo tenía catorce años, desde entonces tuvo que aprender a golpes a salir adelante, luchar para sobrevivir y también por diversión, la compañía de Yohei y de los chicos le fueron de gran ayuda. Le constaba que de vivir sus padres no hubiera acabado siendo un pandillero al que su mala fama alejaba a todas las chicas que le rechazaron antes de llegar a la preparatoria.


Consiguió dormir algunas horas, pero su sueño era intranquilo, desasosegado. Despertando una y otra vez para volver a dormirse, hasta que la claridad del nuevo día le sorprendió despierto y con profundas ojeras. Se metió bajo la ducha y permaneció allí unos quince minutos, luego tras un frugal desayuno recogió sus libros y salió del piso, tomando el camino hacia la universidad.


çèçèçèçèçè


No le habló a nadie de su decisión, era algo que solo a él interesaba, a partir de entonces, sus profesores advirtieron un gran cambio en el joven, no solo participaba en los debates durante las clases, sino que también llegó al extremo de mejorar notablemente sus notas, no sabían que cualquier momento que tuviera libre siempre se le veía con un libro en las manos, concentrado en su lectura.


Durante los entrenamientos sus compañeros de equipo le notaron más serio, centrando todas sus energías en el juego y mejorando su calidad. Con ello no querían decir que antes fuera malo, al contrario, siempre, desde que llegó al equipo fue un jugador extraordinario, se adaptaba fácilmente a cualquier puesto, desconcertando a sus rivales, porque nunca estaban seguros si jugaba en ataque, en defensa o ambas cosas en un mismo partido.


Pronto, unos y otros comprendieron que habían salido perdiendo con el cambio, Hanamichi había perdido su natural alegría, ya no bromeaba continuamente, sus estentóreas carcajadas habían dejado de escucharse y comprendieron que el joven estaba atravesando un mal momento, aún cuando al principio creyeron lo contrario. Más nadie se atrevía a preguntárselo, ni siquiera Chiba.


-Hola, Hanamichi…


Al sonido de su voz levantó la mirada del libro que tenía entre las manos. La vió parada frente a él. Ni siquiera la había sentido llegar.


-Hola, Haruko –saludo levantándose del césped donde estaba sentado.


-Quiero disculparme… -dijo en tono tenue.


-¡¡¡Nani!!!??? –la miró con expresión desconcertada.


-Lamento que por mi culpa estés así.


-No comprendo.


-He oído hablar de ti, tus amigos están preocupados. –se explicó- Todos te notan cambiado, dicen que estas tan serio que asustas.


-Dicen eso…, no lo sabía…


-Lamento que mi decisión te afectará así. Nunca pretendí lastimarte.


-No te des tanta importancia. Después de ti, ha estado con muchas chicas. –Había transcurrido más de un año desde su rompimiento. Su disculpa estaba fuera de lugar. No era presunción, solo constataba una realidad, no se fijó en la expresión desolada de la joven al escucharle- He tenido tantos rechazos que él tuyo es uno más –dijo con indiferencia volviendo el rostro hacia otro lugar, no queriendo ver sus ojos humedecidos- Disculpa, he visto a alguien con quien deseo hablar. –y sin esperar su respuesta la dejo parada en mitad del prado.


Haruko quedo en shock, la actitud de Hanamichi la dejó más que preocupada. Ese no era su amigo.  …l nunca le hablaría en esos términos, desconcertada le siguió con la mirada. Vió que se paraba a hablar con un chico, le reconoció como su compañero de piso y quedó convencida como muchos otros que su amigo estaba pasando un mal momento, si no se trataba de ella seguramente que cuando lo resolviera todo volvería a la normalidad.


Fueron dos meses de relativa calma. En la que todos extrañaban la jovialidad de Hanamichi, que seguía inmerso en su propio mundo, en el que imperaba su auto impuesta soledad y en el que cada día que pasaba el joven se sentía peor que al principio, porque era consciente que estaba perdiendo los pocos amigos que tenía, que se le apartaban temerosos de su temperamento inestable e irascible cuando se enojaba y esa soledad que tanto temía, estaba cada día más arraigada en él.


Pasaron los días, finalmente se acercaba la fiesta nacional y con ella la posibilidad de unos días libres, lo que animaba bastante a los jóvenes universitarios que parecían mucho más alegres y dispuestos a cumplir con sus obligaciones estudiantiles.


-Tienes intención de ir a tu casa? –preguntó Chiba cuando terminó de hacer sus ejercicios de tai-chi.


-Posiblemente… -estaba sentado en la baranda de la galería que compartían con otros inquilinos  de ese mismo piso, dejando que los últimos rayos de sol calentaran su cuerpo.


-Parece que no lo tienes muy claro…, yo los aprovecharé al máximo, me esperan impacientes en casa.


-Vives con alguien en especial? –preguntó curioso, cerrando el libro que leía, marcando la página con uno de sus dedos.


-Mis padres, dos hermanitas, cinco gatos, dos perros y tres canarios.


-¡Vaya, eso si que es especial! –rió al decirlo.


Chiba le miró sorprendido, era aquella su primera risa desde hacia más de dos meses.


-Si te divierte, ven conmigo y luego me darás tu opinión.


-No, gracias. Prefiero mi soledad. –sus palabras sonaron apagadas porque cada vez que las pronunciaba sabía que no era verdad.


Criba al escucharle se dio cuenta, que Hanamichi llevaba mucho tiempo sin salir con chicas, ni tampoco hablaba de su nueva novia, acaso era ese su problema? Nunca antes le había visto así por un rechazo, tan enamorado estaba de la última chica con la que iba que ha quedado desilusionado. Decidió que cuando regresara de sus cortas vacaciones, se pondría en campaña para buscarle una novia adecuada para ese carácter melancólico que tenía últimamente, una chica alegre y divertida. No podía saber el joven, que para ese entonces, ya era tarde para el pelirrojo.


Porque en esos días, Hanamichi sin buscarlo encontró el amor por el que tanto anhelaba su roto corazón.


çèçèçèçèçè


Hanamichi no estuvo seguro de lo que iba a hacer hasta que llego el momento de decidir. Al final se quedo en Tokio. Aunque tenía muchas ganas de ver a Yohei, era consciente que a él no podía engañarle y se vería atosigado con sus preguntas, así que no se desplazó a Kanagawa.


Aprovechó para dar largos paseos por la orilla del mar y fue allí donde se fijo en la lejana figura que parecía seguir sus pasos. Tuvo esa certeza cuando se dirigió a su lugar preferido,  trepando por las rocas hasta llegar a la cima y desde allí dejo pasar las horas, viendo como las olas lamían la base rocosa. Si seguía más tiempo allí la pleamar lo dejaría aislado, más aún resistió algunos minutos más. Apartó la mirada del infinito mar paseándola por la larga playa hasta fijarla en una figura solitaria que estaba parada como a doscientos metros de distancia. El viento sacudía su abrigo o gabardina, más quien fuera permanecía inmutable con el rostro vuelto hacia donde él estaba. Ya no le cabía ninguna duda, quien fuera estaba allí por él. Quién era? Si le buscaba por qué no se acercaba a hablarle? Si agudizaba la mirada, creía que esa figura le resultaba familiar, más la distancia era excesiva para ver su rostro e identificarlo. Probó a ir a su encuentro, más cuando comprendió sus intenciones, le vió darse vuelta y alejarse con paso rápido, cuando él llega abajo, una ola más alta que otras se estrella con fuerza contra la roca y una lluvia de agua cayó encima de él, mojándole por completo. Así empapado ya no podía hacer nada, por lo que dirigió sus pasos hacia su piso, mirando por última vez la lejana figura, que a su vez se detuvo mirando hacia él. A pesar de la distancia creyó ver una sonrisa en su rostro.


Estaba helado cuando finalmente consiguió llegar a su piso, metiéndose bajo el agua caliente de la ducha para entrar en calor. Se vistió y nuevamente salió, sus pasos le llevaron otra vez a la playa, deseando encontrar a ese que parecía estar tan interesado en él. Era allí en la playa donde creyó verle por primera vez, con seguridad que sería allí donde volvieran a encontrarse.


Se sentó en la arena y permaneció allí pensativo.  Mirando el mar y preguntándose quien podría ser ese individuo y los motivos que podía tener para seguirle. Sabía que no podía tratarse de algo malo, porque oportunidades las tuvo, claro esta que él sabía defenderse y ambos saldrían malparados de una confrontación.


Ese pensamiento le recordó a Rukawa y una sonrisa asomó en su rostro. Nostalgia, ese era el sentimiento que imperaba en ese instante en su mente, sorpresivamente, reconocía ante sí mismo que extrañaba a ese chico de mirada fría, al antisocial, a su rival por el amor de una chica que ahora sabía que nunca mereció ese cariño que creyó sentir. Analizó los sentimientos que realmente sintió por ella y supo que una vez más estuvo equivocado y que ese error le había hecho perder lo único que realmente importaba, la amistad de Rukawa, porque ahora, pensando en su situación, comprendía que eso era lo que pasaba con él, se había encerrado tanto en si mismo, que ya no sabía como salir de ese circulo en el que se había metido. Rukawa y él se parecían en eso, solo se diferenciaban en una cosa, él tenía las suficientes agallas para salir de su depresión. No se dejaría vencer por ella, él era el tensai Hanamichi Sakuragi y nunca se dejaría vencer, ni siquiera por la vida. Con esta nueva decisión, renació de sus cenizas el que siempre fue, unas alegres carcajadas sellaron sus deseos de vivir sin miedos.


-¡¡¡Temblad todos, vuelve Hanamichi Sakuragi!!! –sus risas se las llevo el viento, pero antes llegaron sus palabras a ciertos oídos.


-Me alegra saberlo…. –dijo una voz tras él.


Se levantó sorprendido al reconocer esa voz. Se volvió y allí estaba, apenas a un metro de distancia suyo. Tan ensimismado estaba en sus pensamientos que no le había sentido acercarse.


-¡¡Rukawa!! –El viento despeinaba sus cabellos negros y revoleaba los fondos de su abrigo, con las manos en los bolsillos, el chico permanecía imperturbable- ¡¡Tú!! ¡¡Siempre has sido tú!!!  Que pretendes jugando a las escondidas conmigo?


-¡¡¡Yooo!??!! –Por una vez su rostro mostró algo más que su frialdad, sus ojos tenían un extraño brillo que desmentían su actitud- Pasaba por aquí –giró un poco la cabeza señalando el paseo a su espalda.


-Por supuesto, Kanagawa queda a la vuelta de la esquina –dijo con sorna Hanamichi.


-No lo sabes? –…l, en cambio, lo sabía casi todo de Hanamichi, excepto ese dolor que asomaba en sus ojos y demudaba su semblante- Me mude de ciudad.


-Cuándo? –indagó sorprendido por la revelación.


-Poco más de dos meses… -no le importó decírselo.


-Eso debió de ser cuando fuiste a verme. –ya no tenía dudas, fue él quien le fue a buscar aquella tarde y luego en la playa le vió sin reconocerlo- Por qué no volviste?


Otro encogimiento de hombros.


-Si te digo quien me ha ayudado a cambiar de actitud, me dirás tú porque has venido a Tokio?


Asentimiento de cabeza, tras el brillo curioso de su mirada.


-Me lo dirás con palabras, eh? –le divertía la postura de Rukawa, empezaba a conocerle, tras esa frialdad se ocultaba un chico sensible. Si él se lo diría.


Nuevo encogimiento de hombros.


-Confiaré en que lo harás. –seguía frente a él, mirándose el uno al otro. La distancia se había reducido entre ellos, cualquiera que diera un paso y estarían mucho más que juntos- Pensaba en ti, me vi reflejado en ti. –sabía que no era ningún elogio.


Rukawa ni se inmutó al escucharle. Comprendió lo que quería decir, nadie en su sano juicio querría parecerse a él.


Hanamichi espero un golpe que no llego, ya que podía considerarlo un insulto, en cambio, Rukawa dió ese paso que les separaba e inesperadamente, el chico moreno estaba besándole. Aquella era su respuesta. Una vez más no tuvo necesidad de hablar, en aquel instante las palabras sobraban, su actitud lo decía todo.


-¡¡Ru… Rukawa!! –jadeó falto de aliento cuando se separó de él mirándole desconcertado.


-Te amo, Hanamichi, desde el primer día cuando te conocí, he sido un cobarde, yo también quiero ser diferente, dame una oportunidad para lograrlo, sé que contigo lo conseguiré.


-Rukawa yo… -sintió sus dedos en sus labios acallándole, resistió la tentación de besarlos, en ese instante, mientras le besaba, tuvo la certeza que por fin había encontrado lo que tanto ansiaba, nunca paso por su imaginación que estuviera enamorado de un chico, lo supo en el instante que sintió la presión de sus labios sobre los suyos y esa calidez embriagadora que llenaba sus sentidos. Nunca se había sentido así con una chica. Había disfrutado del beso tanto o más que él y si no respondió fue por el impacto de su propia sorpresa al descubrir sus sentimientos. …l le conocía bien, sabía como era y aun así le amaba. Saberlo sanó su corazón herido.


-Lo sé…, tú nunca podrás amarme. Sólo te pido que seas mi amigo. Me conformaré con eso.                       


-De acuerdo, seamos amigos –vió dolor en su mirada azulina y al mismo tiempo también aceptación o acaso era resignación, no importaba, aprendería a conocerle mejor, tenía tiempo- ¡¡Baka, kitsune!! –su tono de voz parecía enojado, en cambio sus brazos rodeando su cintura, eran acogedores y lo atrajeron contra su pecho,  dejo de ver su mirada asombrada cuando se apoderó golosamente de sus labios. Se apartó apenas unos milímetros para decirle- Yo también te amo, Kaede –unió nuevamente sus labios en un beso apasionado.


Cuando se apartaron la mirada de Rukawa ya no era fría, en ella brillaba una calidez inusitada, todo el amor que sentía por Hanamichi se reflejaba allí, su felicidad embellecía aún más su rostro.


-Estás seguro?  No soportaría tu lastima. –musito.


Tomó su mano llevándola a cierta parte de su cuerpo.


-Crees que esto es lástima? –preguntó, al instante rió al ver las mejillas arreboladas y el brillo de deseo que brillaba en sus ojos.


-Vamos, tú piso es el más cercano –de pronto a él también le entró esa misma urgencia.


Hanamichi rió aún más alto, mientras le rodeaba la cintura atrayéndole contra su costado, Kaede con gesto amoroso, apoyó su mejilla en su hombro, también él pasa su brazo por su espalda, dejando su mano junto a su cadera.


La noche cubrió de sombras las calles, las farolas comenzaron a encenderse automáticamente y ellos caminaban indiferentes a las miradas de los transeúntes con los que se cruzaban.


çèçèçèçèçè


Fueron dos días increíbles, paseos por la playa, noches de amor, largos momentos de silencio, en los que sus ojos hablaban por ellos, manos entrelazadas, caricias, besos cálidos y profundos, en los que ambos comenzaron a conocerse mejor, a apreciar las cualidades del otro, a reconocer que habían sido unos bakas durante la preparatoria. Al final del último día comenzaron a hacer planes para vivir juntos.


-Estas seguro que no seré un estorbo? –preguntó sintiendo sus dedos acariciantes en su nuca.


-Ninguno, puedes quedarte aquí. Al principio, estaremos un poco estrechos, solo serán dos meses. Cuando nos reincorporemos el siguiente año, buscaremos un apartamento solo para nosotros –dijo Hana entretenido en acariciar su rostro, primero su frente, despejándola de esas hebras negras, delineando sus cejas oscuras, besando con suavidad primero un parpado cerrado, luego el otro, siguiendo la línea de su nariz y rozando sus labios con las yemas de su dedo índice.


-Por que no vienes tú al mío, tú y yo solos.


-Esperaba que me lo propusieras –sonrió al ver el gesto resignado de Kaede- Entonces todo resuelto. Mañana por la tarde, luego del entrenamiento hacemos la mudanza.


-Qué le dirás a tus compañeros?


-Nada. Solo que dejo el apartamento.


-Y si te preguntan?


-Les diré que tengo un novio celoso que me quiere para él solo. –rió sobre sus labios, besándole entre risas- ¡¡¡Ouch!!! –se quejo cuando recibió un pequeño mordiscó en el labio- Estaba bromeando… -se paso la lengua por el labio.


-Yo no…


-¡¡Ay, Kaede!!


-¡¡Qué!!?? –se sobresaltó al escuchar su gemido, apartándose con temor.


-Realmente eres celoso… -rió al ver su rostro sobresaltado.


-¡¡¡Baka!!! –al segundo le acompañaba con sus risas.


Hana le miraba feliz, aun se sorprendía cuando le escuchaba reír, sus risas era algo tan sorprendente en Kaede que conseguía dejarlo embobado.


-¡¡Do’aho!!


Su tono de voz alarmada le hizo volver a la realidad, le miró interrogante.


-Se ha escuchado la puerta…


-Será Chiba…, siempre regresa antes de lo previsto. –ni se inmutó, siguió sosteniendo en sus brazos, tenía media cuerpo encima suyo, con los brazos sobre su pecho, y su barbilla apoyada en sus manos- Te preocupa que nos vea juntos?


Kaede negó con la cabeza.


-Volvemos otra vez a las señas? –preguntó riendo.


Asintió con una sonrisa.


El idílico momento fue interrumpido por unos golpecitos a la puerta, Chiba sin esperar respuesta abrió y se asomó.


-Hana te traigo una sorpresa…. –se detuvo al recibirla él. Su rostro durante unos segundos queda como congelado en el tiempo.


-Me encantan las sorpresas, me que has traído? –preguntó Hana como el niño que espera ansioso un regalo.


-Será mejor que me la lleve –la voz de Hanamichi le devolvió el habla y el movimiento, cerrando apresuradamente la puerta tras él.


-Puedo verle? –preguntó una voz de chica.


-Ahora esta ocupado, te llevo a tomar un refresco –la agarró del brazo sacándola del apartamento, la encontró en la estación y le habló de su amigo, iba a presentársela a Hanamichi, estaba visto que ya no era necesario. Mientras bajaban las escaleras se preguntaba si era real lo que había visto, Hana medio tumbado en su cama con un chico recostado encima de él. Debía ser una alucinación, un efecto secundario del sake que había bebido durante la comida.


Hana y Kaede desde el interior de la habitación escucharon las voces, no así el sentido de las frases.


-Le hemos asustado…


-Posiblemente, debía tratarse de algo importante, porque nunca antes había entrado así. –Murmuró Hanamichi- Luego le preguntaré que quería.


-Creo que intentaba hacer de Cupido… -Kaede había reconocido la voz fina de una mujer.


-Tú crees? –se acercó para besarle.


Algunos minutos después, Hana se quejo.


-Estoy hambriento…


-Te preparare algo rápido. –se levantó presuroso- Qué tenéis?


-Vayamos a ver –le tomó de la mano y le llevó a la cocina.


Con total confianza, Kaede comenzó a abrir y cerrar puertas hasta conseguir encontrar todos los ingredientes necesarios para prepararle una rica cena a su hambriento novio.


-¿Quién te enseño a cocinar? –preguntó, estaba recargado sobre su espalda, con sus manos en su pecho, y la barbilla apoyada en su hombro, mirando por encima de él, mientras se afanaba delante del fuego.


-La necesidad…, voy a tenerte sobre mi todo el tiempo? –Inquirió- Lo digo porque eres bastante pesado, además si me entretienes no lo terminaré más.


Riendo le soltó.


-Dame un beso y te dejaré tranquilo.


-Me lo prometes? –dudo viendo la expresión de su rostro.


Hana respondió con un gesto.


-Confío en ti –repitió sus palabras cuando estaban en la playa días atrás.


Se volvió hacia él


-Si no te importa, deja ese cuchillo sobre la mesada… -lo miró aprensivo.


Kaede se dio cuenta que no había soltado el cuchillo que empuñaba para picar los ingredientes. Lo posó.


-Satisfecho?


-Totalmente. Nunca me han gustado las armas blancas, por eso nunca cocino si puedo evitarlo.


Kaede lo abrazó comprensivo. Ya sabía algo más de su pelirrojo. Eran pequeñas cosas que iba guardando en su corazón para satisfacer sus pequeños deseos. Costaba tan poco hacerle feliz.


Se besaron, y solo cuando quedo satisfecho con la caricia, Hana se apartó lentamente, acariciando sus mejillas pálidas.


-No te demores, eh? –y para confirmar su estado, su estomago comenzó a crujir. Sus risas invadieron la cocina, luego Hana salió dejándole solo.


Junto a la mesilla del teléfono Hanamichi reconoció uno de sus libros de estudio, allí lo había dejado olvidado durante esos días. Lo tomó y se sentó a leer mientras esperaba a Kaede y su cena.


Veinte minutos después se abrió la puerta del apartamento y regresó Chiba.


-Hola... –se sentó frente a él- Estás solo? -miró alrededor sorprendido. Al instante, unos ruidos provenientes de la cocina le avisaron donde estaba el chico que le acompañaba.


-No. Te llevaste mi sorpresa? –preguntó al ver su sonrojo, no pudo evitar una risilla.


-¡¡Eeeeeeerrrr!! Sí… -bajo la mirada hacia sus pies.


-Te agradezco tu preocupación…  -se puso serio.


Chiba levantó la mirada.


-Tú y ese chico…, no estoy muy seguro de lo que creí ver.


-Somos novios.


-Eso me pareció…, como ha sido?


-Es que soy un tensai –rió alborozado- Y es que cuando dejo de buscar, encuentro.  Yo soy así. –siguió riendo ante el desconcierto de su amigo.


-Te refieres al amor? –inquirió cuando comprendió el sentido de su frase- Con un chico? Disculpa, no soy homofóbico, pero tú…,  siempre has estado con chicas.


-Ese soy yo…, un…


-Do’aho… -susurró Kaede que llevaba un rato escuchando.


-Exactamente. -no se molestó, ya no- Ese soy yo.


Chiba se volvió al escuchar la voz a su espalda y al verle de frente reconoció al chico que había estado allí, meses atrás. Supo entonces que no fue tan repentino como creía, indudablemente se conocían de mucho antes.


-Tienes mi cena? –pidió impaciente el pelirrojo casi colgándose de su hombro.


Rukawa asintió.


-Os dejaré solos –se levantó Chiba.


-Quédate, nos iremos nosotros –dijo con una amplia sonrisa Hanamichi.


Hana le siguió para ayudarle, entretanto Kaede llevaba al dormitorio la bandeja con la cena de ambos, él se ocupó del postre y las bebidas, algunos minutos después se encerraban en la habitación.


Chiba se dirigía a su habitación cuando al pasar por delante del dormitorio de Hanamichi, escuchó su risa, no tenía ninguna duda que ese extraño muchacho había conseguido devolver la alegría al pelirrojo, si era capaz de eso, por él esa relación era conveniente, no iba a ponerse a analizar si era amoral, consideraba que el amor era eso, querer a una persona sin condiciones. Además, quien era él para juzgar a nadie? Eso quedaba para el Dios Supremo.


Con estos pensamientos se recostó en su cama, el cansancio del viaje pudo más que su voluntad de repasar unas lecciones, en minutos dormía placidamente, con un libro abierto sobre su pecho.


çèçèçèçèçè


Entretanto, pared por medio del cuarto de Chiba, Hanamichi se entretenía dando de comer a Kaede, tenía que reconocer que cocinaba muy bien, todo estaba delicioso, su mirada amorosa se detuvo en él admirando la perfección de sus facciones y preguntándose como había estado tan ciego que no había caído rendido ante él cuando su primera mirada, aquel día en la terraza de la preparataria, se posó en su persona.


-En qué piensas? –susurró Kaede.


-En ti. En lo hermoso que sos y en lo idiota de mí por no verlo antes.


-No eres idiota, solo un… do’aho, mi do’aho. –se inclinó hacia él besándole suavemente en los labios.


-Tú eres mi precioso Kitsune –susurró apenas sus labios abandonaron los suyos.


Los dos disfrutaban dándose a comer el uno al otro, Hanamichi le pasaba a Kaede las porciones más exquisitas y entre bocado y bocado, degustaban un manjar mucho más rico para el paladar, dulces y apasionados besos.


Se excitaban con besos y caricias, por encima de la bandeja amenazando con tirar el contenido. Finalmente Hanamichi riendo la retiró de encima de la cama y se lanzó hacia el chico moreno tumbándole en el lecho sobre el que estaban.


Kaede le rodeó con sus brazos, sus dedos se enredaron en los cabellos pelirrojos, respondiendo con ardor a su caricia, dejándose arrastrar por la pasión de su pareja, gimiendo suavemente al sentir, tras ser desposeído de su remera, sus labios descendiendo hacia su pecho, dejando un rastro húmedo…


-Qué ocurre? –preguntó perdió el contacto de sus labios en su piel ardiente de deseo.


-Chiba esta en su dormitorio –susurró bajo, señalando la fina mampara que separaba los cuartos. Había escuchado un ruido sordo. No podía saber que el libro que el chico tenía para estudiar se había deslizado al suelo.


Kaede bufó exasperado. 


Tomó por los hombros a Hanamichi, antes que pudiera reaccionar, estaba debajo de Kaede y con sus muñecas inmovilizadas por encima de su cabeza.


Hanamichi se estremeció al ver la fría mirada, comprendía bien que Kaede estuviera enojado. No hizo nada cuando le soltó, ni tampoco cuando el muchacho, le quitó la remera y le despojó de su pantalón, le vió quitarse el suyo de un modo muy sensual y la boca se le hizo agua. En ningún momento se le ocurrió pensar que Kaede le obligaría a hacerlo, aunque su mirada no era nada tranquilizadora.


-Mañana me compensarás por esto –sus labios se curvaron en una sonrisa, inclinándose para besarle suavemente en los labios, y se dejo caer contra su costado, cubriéndose con las ropas de cama.


-Lo haré, Kitsune. –murmuró estrechándole contra su pecho.


Al cabo de unos minutos de silencio entre ambos, cuando ya creía que dormía, escuchó su voz.


-Hanamichi, duermes?


-Aún no. Por qué? –extrañado que él siguiera despierto.


-Quería preguntarte…


-Lo que sea… -le animó, besando la punta de su cabeza.


-Sentirías mucho si tuvieras que dejar Tokio?


-Qué pregunta es esa? Acaso tú no te has trasladado aquí? –inquirió perplejo.


-No…, solo pedí una licencia para venir a buscarte.


-Venir a buscarme?


-Si… -dejo un suave beso junto a su tetilla, bordeándola con la yema de su dedo. Sonrió al escuchar el gemido de Hanamichi- Escuche a tu amigo Yohei hablar de ti, al parecer se enteró por alguien de aquí que estabas mal. …l quería venir a hablarte, saber que te ocurría, yo me adelante y le dije que te llevaría de regreso a casa.


-Hiciste eso? Hablaste con Yohei? –inquirió sorprendido del hecho- Y tú carrera? El basquetball es lo más importante en tu vida.


-Eso podía esperar otro año más, tú me necesitabas, y el basquetball dejó de ser mi prioridad, tú eres más importante para mí.


-Kitsune!! –se apoderó de sus labios emocionado.


Kaede sintió el sabor de las lágrimas en su beso.


-No llores, por favor. Si quieres quedarte lo haremos. –secó sus ojos con sus besos.


-No, llévame a casa, Kaede. Es en el único sitio donde quiero estar contigo. –murmuró con intensa emoción en el seguro refugio de sus brazos.


-Lo haré. –su mejilla se frotó suavemente contra la de él, en una caricia lenta y enervante, al instante, sus labios van dejando suaves besos por su rostro hasta alcanzar su boca. Deja escapar un gemido al sentir la ardiente caricia, responde con igual ardor- Hana!!! Mi Hana –repite estremecido cuando siente su cadera restregándose excitante, haciéndole ver en que estado estaba él. Su mente tuvo un instante de lucidez- Tú amigo…


-¡¡Qué rabie de envidia!! –Hanamichi ríe alegre sobre sus labios.


Sus manos en su espalda se mueven acariciantes, sus labios se deleitan moviéndose por todo su cuerpo, la incandescencia de sus sentimientos encendió una llama que como un voraz incendio pasó arrasando con ambos y que solo consiguieron extinguir con las primeras claridades del amanecer. A partir de ese instante se dejaron llevar por el agotamiento que invadía sus miembros, un profundo silencio llenó la pequeña habitación cuando los dos jóvenes se quedaron dormidos.


çèçèçèçèçè


-Ahora podré dormir. –Pensó Chiba dejando escapar un suspiro de alivio cuando el silencio se hizo al otro lado del tabique.


çèçèçèçèçè


Una hermosa tarde soleada, Kaede y Hanamichi descendieron del tren que les había llevado hasta Kanagawa, tras un apresurado descenso, le costó despertar a Kaede, Hanamichi sintió una opresión en el pecho, hasta ese momento no se dio cuenta de lo mucho que extrañaba su ciudad.


-Gracias, Kaede… -susurró junto a su oído abrazándole  agradecido.


-Vas a llorar otra vez? –preguntó con ternura, acariciando suavemente sus tersas mejillas, lo hizo poco después de montarse en el tren.


-No estoy seguro… -consiguió disolver el nudo que se le había formado en la garganta. Nunca creyó posible que ese sentimiento de nostalgia fuera tan fuerte.


-No querrás que el Gundam vea llorar a su líder –dijo con calidez.


-No saben que he regre… –dijo sin molestarse por ese hecho, él podría haberles llamado, más no lo hizo. No había terminado de hablar cuando se escuchó una algarabía y cuatro jóvenes irrumpieron el andén donde se habían detenido Hana y Kaede en espera de su equipaje y en cuanto le vieron fueron a su encuentro saludándole efusivamente- …sado


-Bienvenido, Hanamichi –gritaron a coro, haciendo sonar, silbatos, cornetas de juguete, matasuegras y echándole por encima serpentinas. Tras abrazos y parabienes por su regreso, todos intentaron guardar un poco la compostura, aunque de tanto en tanto se dejaban oír el silbato o de la corneta escapaba una nota aguda.


Yohei se colocó delante de Rukawa, mirándole con expresión seria.


-Has cumplido. Gracias. –se inclinó saludándole.


-No lo hice por ti. –su mirada fría queda fija en el chico moreno.


-Que ocurre con vosotros?  -preguntó el pelirrojo acercándose a los dos muchachos que se miraban como dos contendientes dispuestos a pelear.


-Tu amigo creyó que quería ir a buscarte para resarcirme de nuestras rencillas y hacerte daño…


-Bueno, daño, lo que se dice daño no me hiciste, pero tengo que reconocer que me dolió bastante –largó una carcajada ante la mirada perpleja de sus cuatro amigos que nada comprendían.


-¡Do’aho! –sus mejillas se tiñeron de color comprendiendo su alusión.


-No te enojes, Kitsune, es broma –riendo lo abrazo, rozando sus labios en un rápido beso.


Las trompetas y los silbatos dejaron de sonar, el silencio y la perplejidad asomaron en todos los rostros, dando la impresión que sus barbillas alcanzaban el suelo.


-Sois los primeros en saberlo. Somos novios –les comunicó Hanamichi sin soltarle, sintiendo que él pasaba su brazo alrededor de su cintura.


-¡¡¡¡Novios!!??!!! –Yohei quedo en shock al oírle, los demás estaban mudos de la impresión


-Y comprometidos… -tomó la mano de Kaede donde lucia un precioso anillo, idéntico al que el mismo llevaba en su dedo anular y los mostró feliz.


-Estas seguro? –sabía que esa era una decisión muy importante, Yohei en asuntos amorosos, aún no confiaba en su joven amigo, había tenido tantos rechazos que… , sus pensamientos se detuvieron en ese punto, era cierto, todas las chicas le rechazaban, y si era…, -miró a Rukawa, tal vez él, le dejaría el beneficio de la duda- ¡¡¡Enhorabuena!!!


Salieron de la estación, el Gundam de Hanamichi se encargó de llevar su equipaje, dos bolsos de Hanamichi, bastante abultados con su ropa y un baúl con sus libros de estudio, Rukawa llevaba el suyo al hombro. Tomaron un taxi y tras acomodar todos sus bultos, el Gundam y Yohei decidieron ir a pie tras preguntarles dónde iban a vivir.


-Dejaremos que os acomodéis e iremos a veros más tarde. –dijo Yohei.


-Mejor venir mañana, tendremos muchas cosas que acomodar, así de paso nos ayudáis con la mudanza de Kaede.


-De acuerdo. Hasta mañana. –todos se despidieron.


Habían decidido que el apartamento de Hanamichi era más grande, además quedaba más cerca de la parada del autobús que les trasladaría hasta la universidad.


-¡¡Mi casa!! –exclamó feliz al encontrarse entre aquellas cuatro paredes. Mirando sus objetos queridos.


-Por qué no volviste? –preguntó Kaede.


-No lo sé. Tal vez lo consideraba una derrota.


-Y ahora?


-Ahora… te tengo a ti. –como un niño pequeño se colgó de su cuello, rodeando sus caderas con sus piernas.


Kaede le sujetó para evitar ir los dos al suelo.


-Dónde? –miró las diversas puertas que había en el salón.


-A tu espalda…


Kaede se giró, la puerta estaba entornada, la empujó con el cuerpo de Hanamichi y dio unos pasos hacia dentro. Se dejo caer en el lecho sin soltar al pelirrojo.


çèçèçèçèçè


Al principio no se fijo en los detalles, más ahora más calmados los dos miró alrededor con curiosidad, sorprendido vió la colección de peluches que colgaban de las paredes. Hubiera esperado encontrar posters de basquetball, aunque tampoco debía sorprenderse, en el fondo Hanamichi era como un niño.


-Tienes alguno que te guste más? –preguntó mirándole.


-Sip.


-Cuál de ellos? –volvió la mirada a las paredes.


-No esta ahí.


-¡¡Ah no?!


Hanamichi se inclinó fuera de la cama para sacar algo que guardaba debajo.


-Aquí lo tienes… -lo apoyó en su pecho.


Kaede vió un zorro de ojos azules que parecía mirarle a su vez.


-Tengo en casa el compañero perfecto para este zorrito –dijo con una suave sonrisa.


-Otro zorrito… -aventuró Hanamichi.


-No, -se recostó encima de él apoyando sus manos en su pecho y enredando sus piernas entre las suyas- un monito pelirrojo.


-Kitsune malo, no soy un monito… -dijo poniendo una expresión compungida, mientras fruncía sus labios en un gesto sumamente arrebatador.


-A mí me lo pareces, además de ser mi Do’aho –se inclinó y tomando posesión de sus labios, ahogando su segura airada protesta.


-Mmmmmmm –se volteó dejándole debajo, sin romper la caricia la disfrutó intensamente, sus manos acariciantes se deslizaron por su pecho, entreteniéndose en rozar con la yema de sus dedos, esos suaves botones que a su tacto se estremecían  acelerando los latidos de su corazón.


Kaede más atrevido buscó un contacto más íntimo, la respiración de Hanamichi se volvió más pesada, indicio evidente que estaba disfrutando con sus suaves masajes que encendían sus sentidos hasta límites insospechados, al mismo tiempo que él le arrebataba el ánimo con sus apasionadas caricias, había dejado su boca para concentrarse en sus tetillas, jadeaba, sintiendo que aquel ritmo le estaba cortando la respiración, su boca se abría como si buscaba que el aire llegara a sus pulmones, al tiempo que sus manos se aferraban a los hombros del chico, apremiándole a seguir, incitándole a no detenerse, una idea que no había pasado por la mente del chico de ojos azules.


Aquella su primera noche en Kanagawa, fue el inicio de una larga vida en común.


Fin


 


 


  24 de mayo de 2004


 


Me habéis pedido algo nuevo, y lamento no poder complaceros... de momento... pronto terminaré uno que tengo en proceso e intentaré subirlo. Gracias a todas/os los que me leeis.Paz  


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