Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El momento exacto

Confesiones

6.- Confesiones.


 


La verdad es que el joven pelinegro nunca había dado un beso y temía decepcionar a un hombre como el que tenía en frente, que estaba seguro que experiencia le sobraba en el tema. Cuando bajo un poco la intensidad del beso pudo darse cuenta que no estaba siendo correspondido. Se alejó temeroso de haber hecho algo incorrecto... otra vez.


-Yo... lo siento, no debí... perdón.- el pelinegro bajó la vista avergonzado.


Sakuragi tomó su mentón y lo obligó a mirarlo.


-Tranquilo. Vamos a arreglar esto hablando con la verdad ¿Por qué me besaste?-


Rukawa respiró un par de veces para calmarse. El pelirrojo era un hombre maduro, si decía que podrían arreglar las cosas es porque así era. Así que decidió confiar en lo que le pedía.


-Me gustas.-


-¿Desde cuándo?-


-Desde la primera vez que conversamos en tu oficina. Aunque físicamente me gustaste en cuanto te vi.-


-No me conoces ¿cómo puedo gustarte?-


-No lo sé. Me atraías desde el primer momento, como un imán, como si me llamaras. Me gustó la forma en cómo me hablabas, como me tratabas, lo que me decías y lo que sabías de mi... es extraño, pero me conocías. Sabias perfectamente quien era yo.-


El pelirrojo sonrió. Pero esa sonrisa no llegó a reflejarse en su mirada.


-¿No has pensado que quizás puedas estar confundido?-


-No.-


-¿Sabes lo que yo creo?


El pelinegro negó con la cabeza y el pelirrojo decidió continuar con lo que decía.


-Creo que me ves como una persona que te puede cuidar. Especialmente después de lo que pasó anoche. Te aferras a mí porque te sientes seguro.-


-¡No!- fue un grito.


-No tires por la borda tu carrera deportiva por una confusión.-


-No es una confusión ¡tú me gustas!-


Avergonzado bajó la mirada, estaba seguro de lo que sentía. Pero ¿y que había del pelirrojo?


-¿Acaso yo no te gusto?- preguntó el pelinegro.


-¡Por supuesto que me gustas! ¿Alguna vez te has mirado al espejo? Podrías tener a la persona que quisieras junto a ti, no pienses en mí.-


-Si te gusto ¿por qué no me dejas intentarlo?-


-Porque creo que estas confundido y no me voy a aprovechar de ti. No soy de esas personas.-


-Es tu última palabra ¿cierto?-


-Por ahora, si.-


Rukawa bufó molesto. Ahora se había quedado sin basquetball y sin pelirrojo. Se sentía un estúpido, últimamente nada le estaba resultando como esperaba. Comenzó a sentirse incomodo en ese lugar sabiendo que el pelirrojo no pensaba como él.


-Debería irme a mi casa.- dijo.


-Está lloviendo, te llevaré en el auto.


-No es necesario.-


Rukawa sintió pánico. Su casa estaba en el otro extremo de la ciudad, pero ese no era el problema, el barrio donde vivía era quizás el más pobre de toda la prefectura. No quería que el pelirrojo supiera cómo vivía o peor aún, que pensara que intentaba aprovecharse de él y de su dinero. Las pocas posibilidades de tener algo con él se irían a la basura en dos segundos.


Sakuragi notó el cambio en el timbre de voz del moreno y pensó que algo grave le ocultaba.


-Te llevaré a tu casa. No está en discusión. Vamos.-


Subió a su habitación y tomó dos abrigos. Una vez de vuelta en el living le pasó uno al pelinegro. Cuando estuvieron listos se dirigieron al auto, dentro de éste, el pelirrojo miró fijamente a su acompañante.


-Ponte el cinturón... por favor- fue todo lo que dijo.


Rukawa le hizo caso con una pequeña sonrisa. El pelirrojo se preocupaba por él.


-¿Cuál es la dirección?-


A regañadientes le respondió y Sakuragi creyó entender el por qué no quería que lo acompañara hasta su casa, aún así no hizo comentario alguno. Durante todo el trayecto se mantuvieron en silencio. De vez en cuando se miraban de reojo, pero sus miradas no llegaron a cruzarse entre ellas.


Cuando llegaron, el pelirrojo bajó del vehículo antes que su acompañante pudiera decir "adiós". Se acercó al asiento del copiloto y abrió la puerta. Rukawa se bajó gruñendo.


-Quiero pasar.- dijo el pelirrojo.


-¡No!- Rukawa gritó pálido.


-¿Está tu padre, tu madre, tu pareja, tu amante, tu hijo...?-


-Vivo solo, ya te lo dije.- le cortó.


-¿Entonces?-


Esperó una respuesta que no llegó. Así que decidió continuar.


-Íbamos a hablar con la verdad ¿lo recuerdas?-


-Si...-


-Entonces ¿por qué no quieres que entre en tu casa?-


-Me da vergüenza... que veas... como vivo...-


Sakuragi sonrió. Se acercó para abrazarlo por la cintura mientras besaba su frente.


-Mi niño... no tienes de que avergonzarte. Entremos.-


Rukawa caminó por un callejón que los llevó hasta un gris edificio que quedaba oculto tras otros edificios más altos y un poco menos destartalados que ese que tenían frente a ellos. Empujó una puerta que no se cerraba para dirigirse a unas escaleras y subir hasta el segundo piso. Una vez ahí caminó hasta el final del pasillo sacó una llave de su bolsillo y temeroso de la reacción de su acompañante, abrió la puerta.


Sakuragi no pudo evitar sorprenderse al entrar. El lugar estaba lo más limpio que podía estar, eso no lo ponía en duda, pero incluso así dejaba bastante que desear y estaba seguro que aunque se contratara una empresa de aseo, no había nada que pudieran hacer para dejarla en mejor estado.


Se veía que la cocina tenía lo mínimo para sobrevivir, un pequeño refrigerador y una cocinilla, un mueble algo destartalado donde supuso que debía estar la loza y los alimentos que no iban a parar al refrigerador. El comedor tenía una mesita con una silla que daba la impresión de cojear si tenías suerte, o de romperse si no la tenías. El living poseía solo un sillón individual y una repisa con algunos libros y revistas amarillas por el paso del tiempo.


Las conexiones eléctricas se apreciaban por el techo mal terminadas. Cables de la luz a simple vista lo hicieron pensar en la posibilidad que tenía esa casa te terminar incendiada o los habitantes de electrocutarse al tocarlos. Tembló ante esa idea.


Todo estaba limpio, las mesas y superficies no tenían muestras de suciedad o polvo, pero las paredes estaban decoloradas y amarillentas y en el techo se apreciaba la aparición de hongos. Las cortinas roídas y desteñidas dejaban ver los cristales que aunque en buenas condiciones permitían el paso del viento y del frío. No se veía en todo el lugar una fuente de calor y pensó cómo sería de difícil estar durante el invierno en un lugar como ese.


El pelirrojo solo volvió a la realidad cuando escuchó un sollozo. Rukawa había entrado antes que él a la casa y en ningún momento se había girado para verlo a la cara. Estaba seguro que cuando lo hiciera iba a estar solo, nadie querría quedarse en un lugar así.


Sakuragi se acercó cauteloso a su espalda y lo abrazó. El pelinegro estaba tan angustiado que se giró rápidamente y colocándose de puntillas lo abrazó por el cuello como un naufrago a su tabla de salvación.


Sin ser consciente de cómo ni cuándo, el pelirrojo lo fue arrastrando hasta el sillón donde se sentó con el pelinegro en sus piernas. Lo acunó con cariño, acariciando su cabello y su espalda y depositando de vez en cuando tiernos y castos besos en su frente.


Estuvo llorando por varios minutos, cuando se calmó, el pelirrojo pensó que era un buen momento para conversar.


-¿Qué pasó?-


El pelinegro comprendió perfectamente la pregunta. Qué le pasó a él para tener que vivir en esas condiciones.


-Mi madre murió cuando yo tenía 5 años. Me crié con mi padre, lamentablemente fue adquiriendo deudas a lo largo de su vida, deudas que yo no sabía que existían. Cuando murió, hace dos años embargaron los bienes e hipotecaron la casa. Las deudas quedaron saldadas, pero el dinero que recibí a cambio fue mínimo. Arrendar no me saldría a cuenta y compré este lugar que fue para lo único que me alcanzó. Me quedó un poco de dinero con el que me mantengo, pero apenas me alcanza... no sé si pueda terminar la carrera. Quizás deba congelar a mitad de año. Siempre confié en mis capacidades como basquetbolista para conseguir un contrato en la NBA antes de salir de la preparatoria, pero parece que me equivoqué.-


Rukawa nuevamente se lanzó a llorar como un condenado a muerte. El pelirrojo solo le acariciaba el cabello mientras lo abrazaba con fuerza.


-Sé que es una pregunta indebida, pero... ¿qué deudas pudo adquirir tu padre si no te dejó nada?-


Ruwaka suspiro. Este pelirrojo era demasiado perspicaz para su gusto. Aún así decidió contestarle.


-Tenía una mujer. No vivía con ella, porque vivía conmigo y hasta donde sé aún no es posible estar en dos sitios al mismo tiempo. Supongo que solo era su novia. Pero eso no fue impedimento para que le comprara una casa. Lamentablemente dejó la casa a nombre de ella y las deudas a nombre mío.-


El pelirrojo tomó una decisión, pero antes de decir nada, el pelinegro se le adelantó.


-Ahora que sabes la verdad ya no querrás saber nada de mí, ni siquiera como alumno...- dijo mientras sollozaba.


¡Por Kami! Ese muchachito era terriblemente tierno y despertaba en él todas sus ansias de protegerlo. Le gustaba, claro que sí. Pero sabía que lo mejor era dejarlo estar. Tal vez en un tiempo no muy lejano el pelinegro se olvidaría de él.


-Cálmate y mírame. Hagamos un trato. Sabes que no puedo ofrecerte una relación, porque sería algo así como aprovecharme de ti. A pesar de eso puedo ofrecerte que nos conozcamos, sin presiones... lo que pase después de eso vendría siendo decisión de ambos. La única condición es que te vengas a vivir conmigo.-


-¡No! Tú no quieres aprovecharte de mí y quieres que yo me aproveche de ti yendo a vivir a tu casa. No me parece justo.-


-Este lugar está demasiado lejos de la Universidad, no hay transporte cerca y ahora que no tienes tu bicicleta te demorarías demasiado. Sin considerar lo peligroso que es que andes de noche por este barrio. Solo mira lo que te pasó anoche y eso que no estabas ni cerca de llegar aquí. Si te vas a vivir conmigo tendrás un lugar tranquilo para vivir además de que te llevaría en auto a cualquier lado.-


Rukawa bajó la mirada. Sabía que no era la intención del pelirrojo y que lo más probable es que no se diera cuenta, pero se sentía humillado.


Por otro lado Sakuragi no sabía que más decirle. No lo quería viviendo ahí un solo día más. Recordó sus propias palabras «Vamos a arreglar esto hablando con la verdad». Decidió hacerse caso.


-Kaede... por favor. Me preocupo por ti... no te quedes en este lugar expuesto a que te pase cualquier cosa.-


El pelinegro levantó la mirada sorprendido. Lo había llamado por su nombre. En realidad si miraba hacia atrás y lo pensaba un poco, el pelirrojo había dado claras muestras de que le importaba y lo tenía presente. Tal vez debía hacerle caso... además le estaba ofreciendo la oportunidad conocerse y después, que pasara lo que tenía que pasar. Era mucho más de lo que había pensado conseguir luego de la conversación de hace unas horas atrás.


Por supuesto que él lo quería conquistar y si pensaba en lo que le había dicho y lo que le estaba ofreciendo no debería de tenerlo tan difícil. Solo tenía que jugar bien sus cartas. Así tomó su decisión.


-Está bien.-


El pelirrojo sonrió y lo volvió a abrazar con fuerzas. Besó su frente y se dispuso a sacarlo de ese lugar antes de que se arrepintiera.


-Mi niño... es la mejor decisión que pudiste haber tomado. ¿Hay algo que te quieras llevar? Nos vamos de inmediato.-


-Si... voy a empacar, tengo un par de cajas y bolsos.-


Guardaron en una caja los libros que probablemente ya no les eran útiles, pero que eran parte de la herencia que le había dejado su madre a Rukawa. La ropa fue a parar de cualquier manera a un bolso sobre la cama mientras que las fotografías y pequeños recuerdos del pelinegro terminaron en otra caja mientras eran guardadas tranquilamente y con mesura. Tardaron alrededor de una hora en esta tarea.


Decidieron que cualquier otra cosa que quedara ahí no estaba en condiciones de llevarse a ningún lado.


Una vez que estuvo seguro que no se dejaba nada atrás, el pelinegro cerró la puerta de la casa, tomó una caja y siguió a su acompañante que se le había adelantado en dirección al auto.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).