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El momento exacto

Día De Compras

7.- Día de Compras


 


El camino de regreso a casa fue menos silencioso que el viaje de ida. Sakuragi le iba aclarando al pelinegro algunos puntos de su nueva convivencia.


-Ahora que estarás en casa tenemos que hacer un par de cambios. Para empezar anoche dormiste en mi pieza. Tú te quedaras con la habitación que tiene vista hacia el patio, solo que hay que ordenar y hacer unas modificaciones, actualmente es algo así como un despacho.-


-No es necesario hacer cambios... no me molestaría compartir habitación contigo.- respondió coqueto.


-Sabes que no podemos.- le cortó el pelirrojo.


-Si.-


Estaba algo decepcionado. Sakuragi no le estaba haciendo las cosas fáciles.


-Otra cosa... no es que me moleste, pero tendríamos serios problemas si se sabe en la Universidad que estamos viviendo juntos. Para todos los hechos vivimos cerca, por eso te llevo en auto.- dijo el pelirrojo.


-¿Por qué vamos a tener problemas si no somos pareja, ni nada?- dijo algo molesto.


-Pero ellos no lo saben.-


-Entiendo.-


Exhaló. La verdad es que no entendía nada, pero prefirió callarlo. En ese momento estaban entrando a la propiedad. El pelirrojo decidió hablar de algo que cambiara el semblante del pelinegro, se veía decepcionado.


-De momento dejaremos las cajas y el bolso en mi dormitorio. Ven. Quiero que veas el tuyo.-


Y entró a la casa en dirección a las escaleras, sabiendo que era seguido de cerca por su niño.


Rukawa lo vio esperándolo frente a la puerta al final del pasillo del segundo piso. Y recordó algo de la noche anterior «yo estaré durmiendo en la pieza al final del pasillo». En ese lugar había dormido su pelirrojo cuando le cedió su dormitorio para descansar.


Al entrar, el muchacho se sorprendió. Un cuarto de iguales dimensiones al del pelirrojo ante sus ojos. En el centro un elegante escritorio con un respectiva silla, a su derecha la pared estaba totalmente cubierta con una repisa llena de libros de los más variados títulos. La pared izquierda tenía un hermoso sillón de cuero negro de dos cuerpos junto a un ventanal que daba a una terraza.


Como toda la casa, tenía solo las cosas necesarias. Aún así era un lugar agradable. Hizo una mueca al notar que la habitación era de color verde musgo y las cortinas cafés a cuadros.


-¿Qué es lo que no te gusta?- el pelirrojo atento, había notado el cambio en su semblante.


-Nada, es solo que...-


-¿Si?- lo alentó a continuar.


-El color. Es todo muy oscuro. Es algo... deprimente.-


El pelirrojo se largó a reír.


-¡Jajajajaja! Tienes algo de razón. Coge tu abrigo, nos vamos de compras.-


El pelinegro no entendió muy bien y no se movió de su lugar.


-El color no es el único cambio necesario aquí. Faltan algunas cosas para que este lugar sea digno de llamarse un dormitorio.- aclaró ante la mirada interrogante del pelinegro.


Rukawa asintió. Pero antes de salir completamente, fue interrumpido por el pelirrojo de nuevo.


-¡Ah! Olvidaba mostrarte algo. Te gustará, lo sé.- le dijo con una sonrisa.


Se aproximó hasta el ventanal y lo llamó para que se acercara. Tendió una mano indicándole lo que quería que viera.


Si creía que lo había visto todo, pues se equivocaba. Intentó aclarar sus ideas para preguntar.


-Tú... ¿tienes una... cancha de basquetball... en tu casa?- logró articular.


-Si.- respondió el pelirrojo con una sonrisa.


-¿Por qué?-


-Bueno, estudie Educación Física, pero soy entrenador de basquetball por una razón: ese deporte es mi pasión.- le aclaró.


El muchachito asintió. Su hermoso pelirrojo era una caja de sorpresas.


«No me conoces ¿cómo puedo gustarte?»


Recordó lo que le había dicho esa mañana y pensó que tenía algo de razón. No lo conocía. Pero eso no quitaba que le gustara.


Fue sacado abruptamente de sus recuerdos.


-¡Ey! Vamos a comprar.- llamó su atención, lo veía algo distraído.


 


˜*˜


 


La ferretería fue el primer lugar que visitaron. Se dirigieron de inmediato a elegir un nuevo color para la habitación del pelinegro.


-No tengo mucho que elegir... siempre quise una habitación verde pistacho.- dijo algo avergonzado.


-¿Si? ¿Por qué?- curioseo.


-Me da la sensación de frescura, relajación, libertad. Me gusta la naturaleza y el verde es representativo de ella. Además me da la idea de un futuro esperanzador... no lo sé.- dijo algo inquieto por no poder explicarse.


-Entiendo.- intentó tranquilizarlo.


Compraron dos galones de pintura, uno blanco para el techo y uno verde limón para las paredes, dos brochas y dos rodillos. Una vez listos se dirigieron al auto a guardar las cosas. Partieron al mall.


El pelinegro sentía que se estaba aprovechando de un dinero que no era suyo y no quería comprar nada, pero Sakuragi insistió hasta hacerle elegir un par de cosas.


-Vamos, mi niño... elige una alfombra. ¿Qué color te gusta?-


Luego de mirar varios colores, diseños, texturas y tamaños, se decidió por una de color blanco invierno de pelos de 2 x 2 metros.


Después de eso fue arrastrado hasta donde estaban los escritorios. Ante el entusiasmo de su benefactor no pudo menos que contagiarse y luego de pensar en sus libros, sus cuadernos, guías de trabajo y otras cosas, se decidió por un mueble escritorio de madera con varios cajones al costado derecho y con varios compartimentos en la parte superior para ubicar libros y cosas por el estilo.


Sakuragi sonrió complacido. Su niño se estaba involucrando cada vez más con las compras. Lo llevó hasta los armarios aprovechando que hora estaba de mejor humor.


No lo dejó pensar mucho, le dio un par de opciones. El pelinegro no entendía cual era el fin de comprar un armario tan grande cuando él no tenía ropa suficiente como para llenarlo. Bufó algo molesto gruñendo cosas ininteligibles, pero el pelirrojo lo ignoró olímpicamente hablándole de otra cosa.


-Creo que solo una cosa más nos interesa de este lugar.-


Ruwaka tembló ante ese brillo divertido de la mirada de su pelirrojo. No se le ocurría que podría causarle tanta gracia. Quizás la reacción que tuviera cuando se enterara de adonde lo llevaba... comenzó a seguirlo.


Lo vio llamar a un vendedor de la sección de electrónica y computación. Estuvo un rato bastante largo dando indicaciones de las cuales el pelinegro solo entendió cosas como "lo último en tecnología" y "mucha memoria y gran velocidad". Se espantó.


El pelirrojo no le permitió decir una palabra. Ni siquiera vio cual era la compra que había hecho en esa sección ya que el pelirrojo solo dio indicaciones de todo lo que quería y luego pagó. No pudo evitar preguntarle.


-No sabes que estás comprando ¿cómo puedes pagar así como si nada?-


-Claro que sé que estoy comprando. Estoy comprando lo que tú necesitas.-


Y lo miró para sonreírle, sabia cual sería la reacción del pelinegro ¡Cuánto le gustaba hacerlo sonrojar! Por supuesto no se equivocó. Un tenue, pero notorio sonrojo en las mejillas del pelinegro lo hicieron ver encantador. Siguió hablando para no colocarlo más nervioso.


-¿Hay algo más que quieras comprar en esta tienda? ¿Televisor, radio, más muebles, alfombras? ¿Algo?- preguntó el curioso.


-Creo que falta... la cama.-


A Rukawa le pareció extraño que luego de comprar todo lo que habían comprado, el pelirrojo pasara por alto ese pequeño detalle. Se sorprendió con la respuesta.


-¡Jajajaja! Tranquilo. Ya nos encargaremos de eso. Aún no es momento.-


Y salieron. Rukawa seguía al pelirrojo sin ser consciente de a donde era arrastrado.


 


˜*˜


 


Era pasado del medio día, así que se dirigieron a un local de comida. Mientras almorzaban, Rukawa observaba atento a su pelirrojo preguntándose qué pensaba.  Recordó que había dado en el clavo con todo lo que le había dicho de él, pero de sí mismo no hablaba. No pudo evitar la duda... ¿le estaría ocultando algo? Sacudió la cabeza. No, su pelirrojo no era un mentiroso.


Hablaron poco. Sin saberlo, ambos pensaban de la misma manera: la comida era un momento para disfrutar y compartir. Es por eso que evitaban temas que pudieran llevarlos a tener diferencias.


Una vez terminados sus respectivos almuerzos y luego de unos minutos de descanso y reposo, el pelinegro fue obligado a continuar con la maratón de compras.


 


˜*˜


 


-¡Me niego!-


El pelinegro había repetido esa frase tantas veces en tan poco tiempo que se estaba empezando a incomodar.


-Como quieras... yo elegiré por ti.-


Sakuragi se había cansado y recorría los pasillos de una pequeña tienda de lujo tomando cuanta cosa le gustara y pensara que podría quedarle al moreno. Ropas por montón. Poleras de manga larga, manga corta y sin mangas. Camisas de diversos colores manga corta y manga larga. Pantalones de tela de varios colores y jeans de diversos modelos. Zapatos varios. Unas cuantas corbatas y chaquetas para combinar.


Se dirigió al fondo de la tienda y tomó puñados y puñados de ropa interior y calcetines con todos los colores y diseños posibles. El pelinegro se avergonzó un poco y se rindió.


Comenzó a ver toda la ropa que pensaba comprar su pelirrojo. Suspiró. Había ahí cosas que él jamás se pondría, así que comenzó a desecharlas. Al final de todo solo quedaban la mitad de las cosas. Algo era algo, pesaba aliviado hasta que escucho a su acompañante.


-No importa, siempre podemos volver después.- dijo mientras cancelaba y daba indicaciones en cuanto al despacho.


Una vez fuera el pelinegro no pudo evitar molestarse.


-¿Se puede saber que haces comprando como si la vida se te fuera en ello? No deberías gastar esas cantidades de dinero para nada...- fue interrumpido.


-No es para "nada", es para ti, mi niño. Te contaré algo. Todo ese dinero no es mío, es de mi padre y de mi abuelo. Son parte de la herencia que me dejaron al morir. Yo no me gané un yen de todo eso, esa es la razón por la que no me molesta gastar el dinero y por la que tampoco debería molestarte a ti. Ya deja de rezongar que aún no terminamos por hoy.-


Y comenzó a caminar ante la atónita mirada de Rukawa. Podía entenderlo en cierta medida, solo un poco. Pero en realidad no era eso lo que estaba pensando. ¡Diablos! A cada momento le gustaba más ese pelirrojo. Y ni siquiera había pasado un día de convivencia con él. Lo siguió.


 


˜*˜


 


De todas las tiendas y secciones que habían visitado durante el día, esta era definitivamente, la favorita de Rukawa: una tienda de deporte.


Sakuragi sonrió contento cuando el pelinegro le habló con un brillo diferente en su mirada.


-¿Qué es lo que tengo que comprar aquí?-


-Lo que tú quieras, mi niño...-


Rukawa le sonrió mientras se dirigía al lugar donde estaban los buzos deportivos. Eligió varios, basados en el material, la resistencia, el diseño y los colores.


Luego se acercó a las zapatillas. Automáticamente su atención se fijó en unas Nike Air Jordan negras, las tomó. Miró otras y eligió unas cuantas, quizás no tan buenas y bonitas como la que había tomado en primer lugar, pero las había tenido peores y no había tenido problemas con ellas.


Compró también dos bolsos deportivos, unos cuantos botellines para el agua, un par de soportes y un balón de basquetball.


No se había percatado, pero durante todo el proceso había sido observado por un atento pelirrojo que sonreía embobado viendo como su niño miraba, tomaba y compraba lo que supo, quiso tener durante años. Mentalmente se felicitó por haber tenido la ocurrencia de llevarlo a ese sitio.


Luego de un rato, un avergonzado pelinegro se le acercó.


-Creo que... me sobrepasé.-


-¿De qué me hablas?- tan pendiente estaba de mirarlo que no entendió el significado de sus palabras.


-Elegí muchas cosas...- bajó la vista.


-¡Jajajajaja! No empieces ¿sí? Ya te dije como son las cosas. Toma todo lo que quieras, no hay problema. No te has sobrepasado con nada.- lo tranquilizó.


El pelinegro asintió. Ese hombre había llegado a su vida como un ángel. 

Notas finales:

Muchas gracias a las personas que se han dado el tiempo de dejar un Review. Sigan haciéndolo y leyendo. Ojalá les este gustando.


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