8.- Fin de Semana
Rukawa se durmió tan pronto como su cabeza tocó la almohada. Estaba exhausto. Luego del agotador día de compras, el pelirrojo había vuelto a cederle su habitación, le agradaba la preocupación que demostraba ese hombre. Sabía que Sakuragi tenía muchas más energías que él y dormiría en un futón en el despacho mientras él descansaba cómodamente en la cama.
˜*˜
Por otro lado un hermoso pelirrojo observaba la luna desde el balcón del despacho de la casa. Pensaba en todo lo que habían sido las últimas 24 horas y hablaba consigo mismo sobre eso. Todas las habitaciones estaban acústicamente aisladas, así que el muchacho de la habitación contigua jamás se enteraría de lo que decía.
-¿En qué momento se me ocurrió mirar a un alumno 7 años menor que yo?-
Era irónico. No tenía ningún problema con que fuera hombre. Había asumido ese asunto a los 15 años. En este momento lo que si consideraba un problema era que aquel chico era su alumno.
Recordó cómo quedó vacante el puesto de entrenador del equipo de basquetball el último año de su carrera: el entrenador fue descubierto teniendo sexo en el vestuario del gimnasio con una alumna. Fue despedido en el acto y a la chica se le canceló la matricula. Las noticias vuelan y lo último que supo el pelirrojo de la pareja es que se habían separado y cada uno partió a un extremo del país para evitar los comentarios que se esparcieron como la pólvora. Arruinaron sus vidas, se quedaron sin estudiar, sin trabajar, con pocos amigos y todo para nada... la relación después de lo ocurrido terminó.
-Es un niño...-
Ese era otro punto incomodo en toda esta situación. Él era un hombre maduro de 25 años que había hecho en su vida muchas cosas que el chico que dormía en la habitación de al lado jamás soñó siquiera hacer. A pesar de haber tenido siempre todo lo que quiso, maduro rápidamente, a diferencia del pelinegro que había tenido una vida difícil, pero aún no crecía.
-Aún así me gusta...-
Lo tenía claro. Pero pensaba que Rukawa no estaba realmente interesado en él. Que no sabía lo que quería.
-Quizás me admira, pero no le gusto.-
Era obvio. Lo había salvado de ser violado, luego lo sacó de ese lugar en el que vivía y finalmente lo arrastro por todas las tiendas comerciales para comprarle lo que quisiera y así consentirlo.
«Me atraías desde el primer momento, como un imán, como si me llamaras. Me gustó la forma en cómo me hablabas, como me tratabas, lo que me decías y lo que sabías de mi... es extraño, pero me conocías. Sabias quien era yo».
Él también se había sentido atraído por el pelinegro desde el primer momento, cuando lo vio entrar al gimnasio. No pudo evitar maravillarse, un guapo chico alto y delgado, pero de cuerpo atlético, brazos y piernas fuertes, sostenía el balón con mano firme mientras miraba el aro con determinación. Su blanca piel como la luna despertaba en él la necesidad de protegerla de cualquier roce, no fuera a quebrarse como la porcelana. Su cabello tan negro como la noche caía despreocupado por su rostro demostrando su sedosidad y cubriendo levemente sus ojos que luego comprobó que eran tan azules y profundos como el mar... al mirar en ellos se perdió en una vorágine de sensaciones y sentimientos.
Y por supuesto que sabía cómo tratarlo. Había aprendido de su padre, un reconocido psicólogo, a analizar a la gente. Era algo natural de él, pero se había inclinado por algo con más esfuerzo físico para estudiar y desempeñarse en el futuro.
Claro que había mucha distancia entre saber cómo tratar y conocer. Si conocía al pelinegro era porque muchas veces se encontraba observándolo sin querer, no cómo alumno, sino como hombre. Al principio fue un análisis sutil, pero con el pasar de las semanas quería saberlo todo de él.
-Y así fue como llegamos a esto...- suspiró.
Por mucho que le gustara el muchachito, no lo amarraría a una relación de la cual estaba seguro él era el único verdaderamente interesado. No quería involucrarse más aún y que luego él solo le dijera que había conocido a otra persona.
Decidió entrar. La noche se estaba volviendo a cada momento más fresca. Ya tenía planes para el día de mañana. Y para eso, debería estar descansado.
˜*˜
Estaba en el limbo. No estaba soñando, pero tampoco estaba despierto. Sintió una tenue presión a su costado, que si bien no cambió su posición si provocó un movimiento bajo su cuerpo. Su cabello era acariciado con suavidad, casi imperceptiblemente, sintió deseos de prolongar la unión cuando esta se rompió, pero su cuerpo no le respondía. Finalmente sintió el contacto de algo suave y cálido en su frente y como una corriente eléctrica le recorría el cuerpo desde la cabeza hasta los pies.
Abrió los ojos lentamente para encontrarse con la más bella imagen que jamás había tenido al despertar: su hermoso pelirrojo iluminado por tenues rayos de sol lo miraba con un leve sonrojo en sus mejillas y sus ojos brillantes de algo que parecía ser... ¿emoción?
-Buenos días, mi niño...-
Lo saludó Sakuragi con un beso en la frente y una sonrisa.
-El desayuno está listo. Te espero abajo en 10 minutos.-
Y salió de la habitación dejando pasmado al pelinegro. ¡Por Kami! Si iba a despertar así todas las mañanas sería el chico más feliz del universo. Sonrió bobamente y se levantó para ir al baño y luego dirigirse a desayunar junto a su pelirrojo.
˜*˜
Sakuragi se despertó ese sábado pensando en el chico que estaba en el dormitorio contiguo. Suspiró. Aún tenían muchas cosas por hacer en ese despacho. Se levantó y se dirigió a la ducha para asearse. Se vistió y bajó a la cocina donde se entretuvo preparando el desayuno. Cuando tuvo todo listo y viendo que el pelinegro aún dormía se decidió a subir para despertarlo.
-¿Rukawa?- dijo tras la puerta de la habitación
Nada.
-Mi niño... ¿estás despierto?-
Como tampoco obtuvo respuesta se decidió a entrar. La visión que tuvo fue maravillosa. El pálido chico dormía ajeno a cualquier cosa que pasara en el mundo. Sus mejillas estaban levemente coloradas por el sol que le llegaba de lleno, aunque eso no impedía que siguiera durmiendo. Ese mismo sol se encargaba de provocar en su cabello hermosos reflejos.
Se veía adorable. Tranquilo, como si en su vida hubiese tenido un problema. Como si lo tuviera todo para ser feliz. No pudo evitar la tentación de sentarse en la cama a un lado de él y acariciar su cabello. Varios minutos después se reprendió por haberse desviado de su propósito inicial. Besó su frente antes de hablarle para despertarlo. Pero luego de besarlo, el muchacho abrió lentamente sus ojos.
Lo miraba algo confundido, así que decidió aclararle que hacia ahí. No fuera cosa que se molestara por entrar así sin más al dormitorio y para peor, despertarlo.
-Buenos días, mi niño...-
No pudo evitar llamarlo así y luego besarlo castamente en la frente. Volvió a recordar el por qué estaba ahí.
-El desayuno está listo. Te espero abajo en 10 minutos.-
Y salió antes de que el pelinegro procesara siquiera lo ocurrido. Después de 15 minutos de espera, Rukawa hizo acto de presencia en el comedor.
-Espero que anoche hayas descansado lo suficiente, hoy vamos a pintar tu habitación.- dijo Sakuragi con una sonrisa.
-Si... fue una agradable noche.- bajó la vista.
-Solo dilo...- lo apremió al ver que algo se callaba.
-Es solo que... me hace ilusión esto de tener un dormitorio decente y... compartir la casa contigo.-
No se sintió capaz de levantar la vista para ver la reacción del pelirrojo. Se sabía abochornado por lo que había dicho. De pronto sintió una mano en su mentón. El pelirrojo se había levantado de su silla para ubicarse junto a él y obligarlo a mirarlo.
-No vuelvas a hacer eso.-
Rukawa pensando que se refería a las indirectas de que le gustaba se sintió apenado y bajó la vista de nuevo.
-A eso me refiero. No bajes la vista. No tienes nada que ocultar, nada de que avergonzarte y nada de lo que arrepentirte. Escúchame bien... siéntete orgulloso de ti, no dejes nunca que nadie te haga sentir lo contrario.
El pelirrojo le dijo todo con una sonrisa en sus labios. Se había dado cuenta perfectamente que había sido mal interpretado luego de su primera frase, por eso decidió aclararlo.
-Ahora sigamos comiendo.-
Volvió a besar su frente y se sentó para terminar el desayuno. Desde ese momento la conversación versó sobre temas más triviales.
˜*˜
Sakuragi se dirigió a una pieza que estaba en el patio donde guardaba las herramientas y cosas por el estilo. Sacó una escalera metálica y volvió al despacho. Rukawa ya había sacado el escritorio y lo había dejado en la habitación del pelirrojo. Ahí se quedaría a partir de ahora. También había cubierto el sillón y la repisa con los libros.
Se turnaron durante toda la mañana para pintar el techo, decidieron que solo una mano de pintura sería suficiente. Cuando quedaba poco Rukawa se ofreció a cocinar mientras el pelirrojo terminaba. Así que una vez que consideró su quehacer acabado, subió a ver al pelirrojo que se encontraba en ese momento saliendo del despacho.
Comieron algo simple y de manera rápida para volver a lo que se habían propuesto como tarea del día.
Pintar las paredes no fue distinto. Pero ahora ambos trabajaban al mismo tiempo y entre el trabajo y los juegos quedaron tan verdes como los muros. La tarde se les pasó volando, disfrutando de la compañía y las travesuras del otro. Cuando quedaba poco para terminar, Sakuragi se fue a duchar dejando al moreno la labor de terminar.
Mientras pasaba el rodillo por última vez, Rukawa pensaba en los días geniales que estaba pasando junto al pelirrojo. Atrás había quedado el intento de violación que había sufrido. En este momento, en lo único que podía pensar era en todo lo que le hacía sentir ese hombre y que a cada minuto que pasaba se volvía más fuerte.
Cerrando la puerta se dirigió al baño que ya se encontraba desocupado. Una vez que estaba tan blanco como cuando se despertó en la mañana bajó al comedor donde el pelirrojo ya había dispuesto de lo necesario para cenar.
Había sido un día casi tan agotador como el anterior, así que luego de ver un partido de básquetball de la NBA, Rukawa subió a la habitación ya que el pelirrojo dormiría esa noche en el living.
˜*˜
Un agradable y apetitoso aroma lo sacó de su sueño. Lentamente abrió los ojos para desperezarse. Rukawa se movía entre la cocina y el comedor llevando platillos listos para servirse al desayuno. Sonrió. Rápidamente subió las escaleras. 10 minutos después llegaba al comedor recién bañado.
-Buenos días, mi niño...- saludaba con un beso en la frente como se le estaba haciendo costumbre.
Desayunaron tranquilamente y luego de reposar unos minutos, subieron al despacho para dar la segunda mano de pintura a las murallas. Tal como lo habían hecho el día anterior, Rukawa se retiró minutos antes para bañarse y preparar el almuerzo mientras el pelirrojo, por fin, terminaba de pintar.
Media hora después llegaba Sakuragi a la cocina para ayudarlo a preparar la mesa. Almorzaron y entre bromas se felicitaron por la hazaña finalizada. Ahora solo debían esperar las cosas que llegarían el lunes por la mañana para terminar de arreglar la habitación.
˜*˜
Ya era tarde, aún no cenaban, pero no tenían hambre. Ambos preferían estar donde estaban y con la persona que los acompañaba.
Durante la tarde fueron al supermercado a comprar. La alacena de la casa estaba bajando considerablemente en cuanto a alimentos. Al llegar estaba oscureciendo y de común acuerdo decidieron ir a caminar a la playa.
Ahora estaban a una hora de la casa y ninguno tenía intención de volver. Se habían detenido y estaban sentados en un muelle mirando el mar bajo una despejada noche de luna llena y estrellas. No hablaban, no lo necesitaban. Les bastaba saber que el otro estaba ahí.
Luego de un rato, el pelirrojo notó que su compañero tiritaba. Sentado como estaba, se ubicó tras él y lo rodeó con sus brazos para darle calor. No quería que su niño se enfermara.
Rukawa agradeció el abrazo. Tenía frío, si. Pero si debía soportarlo con tal de quedarse junto a él o que éste lo abrazara, pues se aguantaba. Se giró un poco ubicando su cabeza en el hombro del pelirrojo y mirando su cuello. Podía oler esa fragancia de él tan inusual: chocolate, mar y cítricos.
Estuvieron así un par de minutos hasta que el pelirrojo se levantó y tendió la mano a su niño para que hiciera lo mismo. Volvieron en silencio y luego de cenar se durmieron tal como la noche anterior. Rukawa en la habitación del pelirrojo y éste en el sillón del living.