10.- Problemas
El entrenamiento de ese día salió de lo común: Sendoh miraba con odio a Akita, Mitsui miraba con culpa a Koshino, Miyagi miraba con lastima a Mitsui, Takashi miraba a Sendoh como acusándolo de algo, Rukawa había vuelto después de "estar enfermo" pero estaba en su mundo donde reinaba la ira y el entrenador parecía descargar la frustración de algo que le había pasado con sus muchachos.
Por muy preocupado de sus problemas que estuviera el pelirrojo podía notar que algo pasaba. El ambiente estaba tenso. Decidió que hablaría con ellos y los primeros serían el capitán y sub-capitán. Aunque luego de meditarlo un rato decidió que conversaría con cada uno de los muchachos por separado, había más posibilidades de que le hablaran con la verdad.
-¡20 vueltas a la cancha!-
El pelirrojo pensó que si quería que le alcanzara el tiempo debería empezar ya. Iba a llamar al capitán por ser la mayor autoridad después de él. Pero consideró que el sub-capitán tenía una lengua más suelta.
-¡Michi! Quedas a cargo de todo. Puercoespín necesito hablar contigo... ven a mi oficina.
El pelopincho llegó a la oficina algo más blanco de lo habitual. ¿Qué demonios pasaba con su equipo?
-¿Qué pasó?- fue directo al grano.
-¿Con qué-
-No te salgas por la tangente ¿si? ¿Qué hiciste?-
Sendoh se puso blanco, el pelirrojo pensó que se iba a desmayar, por lo menos había dado en el clavo. Algo había hecho ese muchacho.
-Yo... bueno, es algo... personal.- logró decir Sendoh.
-Y vergonzoso... sabes que de aquí no va a salir, pero necesito saberlo porque sea lo que sea, está afectando al equipo.-
-Prométame que no se enojará.-
-Puedo prometerte que intentare no enojarme.-
-Está bien...-
El Puercoespín suspiró derrotado.
-Yo estaba saliendo con Koshino, llevábamos 2 meses. Este fin de semana salimos a la disco. Allá nos encontramos con Mitsui y Miyagi. Más tarde se nos unieron Akita y Takashi. En un momento Mitsui fue al baño y yo lo seguí, a la salida lo besé y él me respondió. Al parecer Koshino nos vio, cuando volvimos se estaba besando con Akita. Empezamos a discutir, así se enteraron de lo ocurrido Miyagi y Takashi. Eso es lo que pasó.-
Sakuragi quería golpear al muchacho... era obvio quien era el culpable de todo esto. Decidió intentar arreglar las cosas.
-¿Alguien más sabia de la relación de ustedes?-
-No.-
-Y no querían que nadie más lo supiera.- fue una afirmación.
-No, Hiro-kun no quería.
-Bien, eso es todo. No le digas nada a los demás de esta conversación.
-Si, entrenador.
Y salió rápidamente de la oficina antes de que el pelirrojo se arrepintiera de haber sido tan blando con él.
Sakuragi se quedó un momento más en el despacho. De 11 jugadores que actualmente tenía el equipo, 7 tenían problemas. Suspiró. Uno de ellos era su culpa y el Puercoespín era el culpable del resto.
˜*˜
El entrenamiento continuó en un tenso silencio. Todos sabían que algo pasaba, pero nadie se atrevía a preguntar. El pelirrojo decidió dar por finalizado el entrenamiento antes de lo habitual. La situación no daba para más.
-Eso es todo, a las duchas... Koshino, Takashi, Miyagi, Mitsui, Akita y Sendoh, cuando estén listos los quiero en mi oficina.
˜*˜
-Claramente la culpa es de Sendoh.- dijo Takashi.
-Pues creo que Koshino es tan culpable como él.- agregó Miyagi.
-No tengo nada que hacer aquí.- dijo molesto Mitsui.
-¡Besaste a mi pareja, idiota! Por supuesto que tienes que estar aquí.- gritó sulfurado Koshino.
-Me dijiste que habías terminado con él.- saltó Akita.
-Pues te mintió, lo hizo porque estaba despechado.- habló Sendoh.
-Hablando de mentirosos...- se burló Takashi
-¿Qué quieres decir?- dijo Sendoh.
-Es obvio... los únicos culpables son tú y Koshino. Akita y Mitsui son las victimas de toda esta situación y Takashi y yo ni siquiera deberíamos estar aquí.- explicó Miyagi.
El pelirrojo estaba a cada momento más enojado. Pendejos. Él debería estar arreglando ese otro problema que él tenía: Rukawa Kaede. Había salido en la bicicleta luego del incidente de la habitación y solo lo había visto durante el entrenamiento donde no le dedicó ni siquiera una mirada.
Volvió al presente con toda la intención de acabar con este enredo.
-Silencio. Me importan bien poco sus escándalos amorosos. Lo que pasó en esa discoteca se queda ahí y lo que pasó en esta oficina, también. Arreglen el problema como mejor les parezca, pero lejos de mi gimnasio. Repito por si no quedó claro: no comenten esto con nadie. Ahora salgan de aquí.
Los seis muchachos salieron del despacho rápidamente. Saltaba a la vista que su entrenador estaba furioso y parecía que como no arreglaran ese asunto luego, tendrían serios problemas. Porque así como estaban ahora, no podrían concentrarse en nada.
˜*˜
Eran las 12 de la noche y el pelinegro no aparecía. Luego de conversar con los seis muchachos en su despacho revisó los vestidores y ya no quedaba nadie, cerró el gimnasio y se dirigió a donde se dejaban las bicicletas, no reconoció la del pelinegro así que buscó su auto y partió a la casa esperando encontrarlo ahí. Pero nada. Habían pasado 4 horas y ni señas de Rukawa. Ni siquiera contestaba el maldito celular que le acababa de regalar. Estaba preocupado.
Una hora después sonó su celular. Miró el número, era el pelinegro. Contestó.
-Moshi moshi...-
-Sakuragi, puedes venir a buscarme.- dijo Rukawa desde el otro lado del teléfono.
-¿Se puede saber dónde demonios estas?- preguntó molesto.
-No lo sé... jh- no pudo evitar que un quejido se le escapara.
El pelirrojo se paralizó.
-Bien, háblame de dónde crees que estas.-
-Salí de la Universidad hacia la derecha y pedalee rápidamente por unos 15 minutos. Me detuve en un parque algo alejado de casas y otras cosas para poder pensar... ahora estoy en un callejón cercano, pero no sé exactamente dónde.
-Bien, intenta llegar a un lugar donde pueda verte con facilidad. Voy de inmediato.
Sakuragi salió como alma que lleva el diablo. Maldiciendo internamente a todo y todos. Llegó a la puerta de la universidad y siguió en la dirección que le indicó Rukawa. Había pasado media hora desde la llamada hasta que encontró el parque. No le gustó nada, muy oscuro, no pasaba nadie por ese lugar que estaba lleno de árboles y arbustos. Supo de inmediato que era un lugar peligroso.
Dio unas vueltas por los alrededores en auto, pero no veía mucho y llamaba demasiado la atención a esa escasa velocidad. Estacionó en una esquina algo más iluminada y comenzó a caminar. 15 minutos después vio en un callejón a una persona abrazándose a sí misma. Se le apresuró el corazón.
-¿Rukawa?
El aludido levantó la cabeza. Reconoció su voz, pero no lo veía, estaba demasiado oscuro.
El pelirrojo se acercó y lo tomó en brazos. Escucho un quejido. Se mordió los labios. Al llegar al lugar donde había dejado su auto se atrevió a mirarlo. Su ropa toda destrozada y su cara golpeada eran claras muestras de lo que había pasado. Lo habían asaltado.
-¿Te hicieron algo?- preguntó lo más calmadamente posible cuando ya estaban dentro del auto.
-Me asaltaron.-
El pelirrojo respiró profundamente una vez para calmarse.
-¿Algo más? ¿Te... te tocaron?-
-¡No!-
-Bien... vamos a la casa.- dijo algo más calmado.
˜*˜
Eran casi las 3 de la mañana y el pelirrojo ayudaba a Rukawa a acostarse en la cama. Había escuchado prácticamente todas las formas de disculpas posibles de parte del pelinegro. Pero él solo le agradecía a Kami que no hubiera tenido que pasar por lo de unas noches atrás. Aún así, les deseaba las penas del infierno a esos infelices que se habían atrevido a tocar a su niño.
Se habían prometido mutuamente que en la mañana hablarían sobre lo ocurrido. Ahora estaban demasiado cansados.
-Buenas noches, mi niño... descansa.-
El pelirrojo se despedía mientras besaba su frente. Pero antes de llegar a la puerta se detuvo ante el murmullo lastimero de su niño.
-Hana... por favor, duerme conmigo.-
-No podemos, lo sabes...-
-No, no va a pasar nada, te lo prometo. Solo... no quiero quedarme solo.-
El pelirrojo meditó unos segundos la petición del pelinegro. Suspiró derrotado. Se preguntaba si en realidad tenía opción. Haría lo que ese muchachito le pidiera, lo sabía.
Lentamente se dirigió al lado contrario al que se encontraba Rukawa y se metió bajo las sabanas. El pelinegro se acercó lentamente para no asustarlo. Pero no esperaba que Sakuragi extendiera sus brazos para abrazarlo y ofrecerle su pecho como almohada.
Durante varios minutos se mantuvieron despiertos. El pelirrojo acariciaba la espalda y cabellos del pelinegro. De vez en cuando besaba su frente o apoyaba la suya en la de él. Era toda una muestra de cariño, él lo sabía y el pelinegro también.
Por su parte, Rukawa se encontraba disfrutando de los mimos de su pelirrojo mientras acariciaba su abdomen plano por el ejercicio, a veces hundía su nariz para apreciar la totalidad de su aroma con mayor facilidad.
Abrazados, esa noche, se durmieron pensando en lo que sentían y en lo que harían. La conversación que habían programado para el día de mañana sería fundamental para el futuro.