14.- Nueva Vida
Habían hecho todos los trámites que tenían que hacer. Papeles y documentos estaban listos. Ni el director de la Universidad ni los integrantes del equipo de basquetball sabían, ni sospechaban, que la renuncia del entrenador y la contratación de Rukawa por los Lakers estaban relacionadas.
Esa noche tenían en su casa una cena con los amigos del pelirrojo. Ni Sakuragi, ni Rukawa tenían familiares vivos y los muchachos y sus esposas se habían comportado siempre comprensivos con ellos. Aparecían de vez en cuando y los acompañaban.
Sakuragi siempre los consideró como su familia. En especial a Yohei y Haruko, eran sus mejores amigos, como sus hermanos. Agradecía a la vida que hubieran terminado casándose.
Por su parte el pelinegro se había acostumbrado a la presencia de esos revoltosos muchachos en la casa. Se daba cuenta de lo que significaban para su pelirrojo y de la mutua confianza y respeto que se tenían. Les sabia capaces de cualquier cosa con tal de ayudarse unos a otros.
Durante la cena todo fue alegría, risas y bromas. Recuerdos del pasado y comentarios amenos. Pero la noche había acabado y ahora se encontraban en la puerta de la casa despidiéndose. El pelirrojo les había prohibido que fueran al aeropuerto al otro día.
-Buen viaje Sakuragi, Rukawa, se lo merecen.- dijo Matsui, esposa de Ookus.
-Gracias.- respondieron al unísono.
-Sakuragi, Rukawa, sé que tendrán una vida plena allá. Harán lo que les gusta y lo harán juntos.- dijo Fujii, esposa de Noma, cerrándoles un ojo.
Los aludidos solo pudieron sonrojarse y asentir mientras veían como ambas muchachas salían para esperar afuera.
-Chicos, no sé por qué nos despedimos si volverán seguido, yo lo sé.- dijo Ookus mientras les estrechaba la mano y luego salía.
-Yo creo lo mismo, pasaran todas sus vacaciones acá. Además hablaremos tanto por teléfono que será como tenerlos aquí.- dijo Noma mientras salía haciendo un gesto con la mano que indicaba algo así como "nos vemos".
-¡Hanamichi! Yo si te extrañaré... no como esos dos desconsiderados. Ya nadie irá a comer a mi restaurant... ¡me iré a la quiebra!- dijo Takamiya burlón.
-¡Gordo!- Sakuragi se sonrojó.
-¡Jajajajaja! Es en serio Hanamichi... te extrañaré.- Lo abrazó y con un movimiento de cabeza se despidió de Rukawa.
-Gordo...- murmuró Sakuragi.
Ahora solo quedaban Yohei y Haruko.
-Hana, hermano... no será lo mismo sin ti. Pero sé que es lo que quieres. Los muchachos tienen razón. Las vacaciones serán lo suficientemente largas como para aburrirnos de ustedes. Y hablaremos por teléfono todas las semanas para contarnos las noticias.- dijo Yohei.
-¿Como que Haru-chan está embarazada?- dijo el pelirrojo burlón.
-¿Qué?- Yohei se sorprendió.
-Yo no le dije nada.- Haruko también se sorprendió.
-¡Oh, por Kami! Eres mi mejor amiga, te conozco...-
Haruko bajó la mirada avergonzada por no haberle contado esa noticia a su mejor amigo. Rukawa miraba la panza de la castaña: no existía ¿cómo se dio cuenta? Realmente debía conocerla muy bien.
-¡Jajajajajaja! No te preocupes Haru-chan, los entiendo. Solo prométanme que me llamarán cuando este pronto a ser tío y aquí estaré.- dijo Hana.
-Por supuesto amigo. No vemos pronto.- Yohei abrazó a su amigo mientras le daba un fuerte apretón de manos al pelinegro, muestra del cariño que le había cogido en tan poco tiempo. Luego salió.
Haruko miró a Hanamichi y se lanzó a sus brazos.
-Prométeme que serás feliz.- dijo Haruko con lágrimas en los ojos.
-Mi pequeña Haru-chan... ya lo soy. Pero puedo prometerte que lo seré mucho más. A cambio tú prométeme que cuidaras a mi pequeño sobrinito.- dijo con una sonrisa
-Por supuesto, Hana-kun.- lo besó en la mejilla.
Luego de respirar un par de veces para calmarse y secarse las lágrimas se dirigió a Rukawa.
-Joven Rukawa... cuídalo.- lo dijo amablemente. Su voz estaba cargada de emoción y de cariño por aquellos dos muchachos. Se acercó a él y se puso de puntillas, afirmándose en sus hombros le besó la mejilla. Luego le sonrió.
-Lo haré, no te preocupes. Cuídate tu también...- le respondió Rukawa mientras la sostenía de la cintura para besar su frente. Luego la dejó en el suelo para sonreírle.
Haruko salió de ese lugar feliz. Sakuragi Hanamichi, ese pelirrojo chico que alguna vez le declaró su amor erróneamente, que ayudó a su hermano a cumplir su sueño de llegar al campeonato nacional cuando estaba en preparatoria, que la apoyó cuando le dijo que estaba enamorada de su mejor amigo y la ayudó a conquistarlo... por fin había encontrado a su alma gemela.
˜*˜
Hanamichi y Kaede estaban en el sillón abrazados. Hace un par de minutos que sus amigos se habían ido. Ahora disfrutaban del silencio de su hogar por última vez en bastante tiempo. Mañana partirían a Estados Unidos a cumplir sus sueños.
-Dame un segundo.-
Con esas palabras el pelirrojo se levantó y fue a su habitación. Cuando volvió traía en sus manos algo que Rukawa no pudo identificar.
-¿Amor?- dijo Sakuragi.
-Dime...-
-Hace unos meses te pedí mantener una relación en secreto. Ahora quiero hacer las cosas bien.-
-¿Qué quieres decir?- Rukawa estaba confundido, no entendía de que hablaba su pelirrojo.
Sakuragi se arrodilló a un lado del sillón y cogió una de las manos del pelinegro. En ella depositó una cajita de terciopelo negro con dos anillos.
-Rukawa Kaede... mi niño. Llegaste a mi vida cuando todo era monotonía, lo tenía todo y no disfrutaba de nada. Apareciste para darme una razón de continuar. Todo lo que hago, desde que te conocí, es por ti. Te amo como nunca amé a nadie... ¿quieres casarte conmigo?-
Rukawa se sorprendió. No esperaba un regalo, menos una propuesta de matrimonio y mucho menos aún todas esas palabras de su pelirrojo. No lo dudó un segundo. Se lo había dejado claro, ya no sería una relación en secreto. En cuanto pusieran un pie en Estados Unidos, se casarían.
-Sí, sí quiero.-
El pelirrojo tomó un anillo y se lo colocó lentamente sin dejar de mirarlo un segundo a los ojos, esos que le demostraban cuanto lo amaban y lo feliz que lo hacían. Luego fue el turno del pelinegro.
-Sakuragi Hanamichi... mi pelirrojo. Llegaste a mi vida cuando no era capaz de soportar más todo lo que vivía. No tenía nada y me lo diste todo. Me diste una razón para ser más, para ser mejor. Me levanto cada mañana porque tú estás en mi vida. Te amo como nunca podré amar a otra persona... ¿te casarías tú conmigo?-
El pelirrojo quedó anonadado ante las palabras que había usado su niño para referirse a él. No permitiría que nadie lo alejara de su lado. No volvería a esconder nunca más sus sentimientos y su relación. Habían comenzado mal, gracias a él, pero en Estados Unidos se encargaría de que todos supieran desde el comienzo que aquel hermoso muchachito era su esposo. Suyo y de nadie más.
-Sí, sí quiero.-
El pelinegro le colocó el otro anillo mientras le sonreía. En el living se sentía el ambiente de felicidad y alegría.
Sin dejar de mirarse a los ojos y de sonreírse como un par de bobos enamorados, se fueron acercando lentamente hasta que sus labios se encontraron. Se besaron con suavidad, con cariño, como temiendo lastimarse, apenas rozándose. El fuego que corría por sus venas llegó a sus labios para demostrarse apasionadamente cuanto se deseaban, con entusiasmo, casi con violencia. Era un torbellino de emociones, de sentimientos, de deseos. Pero de todos ellos, solo uno podían distinguir: el amor que mutuamente se tenían.
Aquellas dos almas se habían encontrado en el momento exacto. Se salvaron una a la otra, se apoyaron, se conocieron y reconocieron. Aprendieron juntos a construir una relación estable, fuerte, firme y resistente. Ahora estaban listos para comenzar una nueva etapa, una nueva vida... al fin juntos.
˜Fin˜