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Turisteando

3.- Turisteando


 


Era sábado, un día que normalmente usaría para dormir hasta tarde. Pero no aquí. Los grandes ventanales llenaban la habitación de luz y eso le impedía volverse a dormir ahora que había despertado. A pesar de haber estado pensando hasta muy tarde no tenía pizca de sueño. Y ni siquiera quería pensar en la respuesta, ya la sabía.


Se dirigió hasta el balcón de la habitación y al mirar hacia afuera no pudo menos que sorprenderse. Hanamichi se encontraba nadando despreocupadamente en la piscina. Solo lucía unos pantaloncillos cortos y cada vez que emergía, movía su cabeza con fuerza para librarse del exceso de agua. Aún así, su cuerpo permanecía mojado.


No iba a negar que su bien formado cuerpo y sus sensuales movimientos lo hacían ver terriblemente sexy. Pero esa no era su principal preocupación, no ahora por lo menos. Al verlo así, su corazón latía apresurado e irregular, se le iban las ideas y los pocos pensamientos coherentes que podía tener eran par él. Sentía unas ansias increíbles por estar a su lado, así no hicieran nada, su simple presencia le sería suficiente.


Recordaba su último pensamiento de anoche: Hanamichi era mucho más que un simple chico por el cual se sintió atraído en su juventud. Ahora, al verlo así, fue que descubrió lo que la noche anterior no pudo. Se encontraba con la boca abierta de la sorpresa que se llevó al saberse enamorado de ese Torpe.


Fue un grito el que lo sacó de sus pensamientos.


-¡Hey, Zorrito! Ven a bañarte.


-Yo… yo no sé nadar, Torpe -dijo ruborizado por su nuevo descubrimiento.


-Bueno, no importa, algún día te enseñaré -dijo saliendo del agua-. Vamos a tomar desayuno ¿sí? Te estaba esperando.


-Sí, ya bajo.


Rukawa se bañó rápidamente y luego se vistió de manera informal, pero con la intención de llamar la atención de Hanamichi. Ahora que tenía claro lo que sentía quería jugarse todas sus cartas para conquistarlo.


 


˜*˜


 


Luego del desayuno, Hanamichi le indicó a Rukawa cuáles eran los planes para el fin de semana antes de entrar a la Universidad.


 -¿Zorrito?


-Dime.


-Prepara un bolso con un poco de ropa. Te llevare a conocer algunos lugares y volveremos mañana en la noche.


-Está bien… -dijo sorprendido de que el pelirrojo lo incluyera en sus planes.


Media hora después, ambos guardaban lo necesario en el maletero del auto. Hanamichi no comentó nada respecto del viaje a su compañero, quería que todo fuera una sorpresa. Y esperaba que le gustara.


Durante aproximadamente media hora, el pelirrojo condujo hasta que llegaron a un estacionamiento cercano a la playa. Rápidamente se bajó para dar la vuelta por atrás del vehículo y abrirle la puerta a su compañero que miraba asombrado el paisaje que se presentaba ante sus ojos. Al parecer había sido una verdadera sorpresa.


-Zorrito, bienvenido a Santa Mónica -dijo extendiendo la mano para mostrar alrededor.


Hanamichi tenía todo calculado, ignoró olímpicamente lo que más llamaba la atención de aquel lugar, ya habría tiempo para eso más adelante. Guió a Rukawa hasta una tienda cercana a la costanera donde arrendaban bicicletas y pidió dos.


-Vamos, Zorrito -dijo una vez que tuvieron las bicicletas-. Es imposible que no te vaya a gustar.


-¿No nos quedaremos? -preguntó sorprendido.


-¡Jajajajajaja! No, Zorrito. Tenemos solo dos días y quiero que los aprovechemos -le dijo con una hermosa sonrisa.


-¿A dónde iremos entonces?


-Es una sorpresa. Vamos -dijo yéndose, sabiendo que su compañero lo seguiría.


Recorrieron lo que Rukawa calculó unos 5Km de la costanera que era prácticamente todo parque. Todo alrededor era de color verde, lleno de palmeras y jóvenes en bicicletas, patines y skates.


Luego de asegurar las bicicletas se compraron unos helados para sentarse en el parque de la playa.


-Ahora, Zorrito, estamos en Venice. Te darás cuenta de que es un lugar muy colorido, familiar y más bien peatonal, el auto hubiera sido una molestia -explicó.


-Venice me suena a… Venecia -dijo.


-Ya lo verás, Zorrito -dijo mientras se reía.


-No entiendo a lo que te refieres.


-Ya lo harás. Paciencia.


Por unas horas se encargaron de recorrer las tiendas, canchas de voleibol y hándbol, la pista de skate y una playa llena de fisicoculturistas que el pelirrojo denominó “Muscle Beach”.


A la hora de almuerzo, tomaron nuevamente las bicicletas para llegar a un lugar en especial que el pelirrojo tenía en mente. Cuando llegaron el pelinegro se sorprendió, no había estado tan equivocado al pensar que Venice se parecía a Venecia. Frente a sus ojos una serie de canales semejantes a los de la ciudad nombrada. Esta vez no se sorprendió cuando Hanamichi le explicó que de ahí el nombre.


Sakuragi lo guió hasta un restaurant que tenía vista hacia uno de los canales. Almorzaron tranquilamente, sin apuros y disfrutando de la compañía del otro, conversaban poco o nada, no lo necesitaban. Ambos pensaban que se estaba bien simplemente observando al otro comer.


Luego de comer y de reposar durante un momento, volvieron a Santa Mónica por la costanera, con calma, disfrutando del buen tiempo, del paisaje y de su compañero de viaje.


Eran las cinco de la tarde y Sakuragi pensaba que realmente estaba aprovechando el tiempo. Aún tenían cosas que hacer ahí antes de partir. Llevó al pelinegro hasta el acuario para luego pasearlo por el muelle de Santa Mónica y cuanta tienda se encontrara a su paso.


Estaba anocheciendo cuando consideró que era un buen momento para acercarse al Pacific Park, aquel parque de entretenciones que era lo que claramente más llamaba la atención del lugar.


Jugó e insistió a Kaede para que también jugara. Así, ambos terminaron divirtiéndose con los juegos de feria como el tiro al blanco, encestar en una canasta de basquetbol o pescar. Parecían un par de niños con juguete nuevo.


Se acercaba la hora de irse, así que decidió que era el momento de disfrutar de los juegos mecánicos. Se subieron a todos los juegos que consideraron necesarios, especialmente los de velocidad. Solo faltaban dos, los que Hanamichi había decidido dejar para el final.


Primero la montaña rusa. Era la única de la costa oeste con vista al mar. Y el pelirrojo sabía que la vista desde lo alto era genial, ni hablar de lo maravillosa que era de noche. Esperaba que el Zorrito lo disfrutara.


Kaede no podía creer que sentir algo así fuera posible. La brisa del viento en su rostro era de por sí una sensación que le agradaba bastante y más aún si era una brisa marina. A eso había que sumar el hecho de que era de noche y la vista que se tenía del mar producía un sinfín de agradables sensaciones difíciles de explicar. Por otro lado estaba la ciudad, se apreciaban claramente las luces de colores que hacían de la vista algo genial. Creía que el pelirrojo realmente se había lucido con su elección.


Hanamichi estaba complacido con la vista de Rukawa. No era un chico muy expresivo, eso lo sabía. Pero quizás nadie se había dedicado nunca a observarlo por tanto tiempo como él, así había aprendido a leer sus emociones y expresiones. Y apostaba su vida a que lo estaba disfrutando… y mucho. Ahora era el turno del último juego de la noche: la rueda de la fortuna.


Una vez adentro, Rukawa no pudo evitar hablar y expresar con palabras todo lo que sentía.


-Gracias, Sakuragi. Ha sido un día realmente maravilloso. Bueno, desde ayer lo ha sido. Gracias por haberme aceptado en tu casa y permitir que nos diéramos una nueva oportunidad. Gracias también por intentar hacer de mi estadía algo agradable.


-No tienes nada que agradecer, Rukawa. Puedo asegurarte que dentro de un año me darás las gracias por muchas cosas más -dijo sin intención de alardear- y que tu estadía será cada vez más agradable. Esto está recién empezando, Zorrito -dijo con una sonrisa coqueta.


Kaede no pudo menos que sonrojarse y desviar la mirada, realmente esperaba que el pelirrojo tuviera razón en lo que decía, porque la única forma de que su estadía fuera más agradable era con él. Un año con él. Suspiró, sería como un año en el paraíso si las cosas se seguían dando como hasta ahora.


Observó el paisaje nocturno, de verdad era hermoso. La noche, la luna, las estrellas, el mar, las coloridas luces de la ciudad. Miró a su compañero, era un escenario bastante romántico, ojala llegase a sentir algo por él. Tenía que esforzarse por eso, aunque tenía un poco de miedo.


Intentó sacar esa idea de su mente. Si estaba ahí, en Estados Unidos, como estudiante de intercambio, es porque era una persona que se la jugaba hasta el final por lo que quería, estar en la NBA en este caso. Tenía que aplicar lo mismo a ese Torpe pelirrojo que miraba pensativo por la ventana.


 


˜*˜


 


-Deberías colocarte un chaleco -dijo el pelirrojo yendo hasta el maletero del auto.


-No traje -levantó los hombros en señal de no saber que sería necesario.


Ni siquiera se lo pensó mucho, sacó un chaleco de su bolso y se lo pasó a Rukawa.


-Póntelo, no quiero que te enfermes.


-Gracias -se sorprendió de que se preocupara.


Hanamichi solo se sonrió y lo miró con cariño. Luego le indicó que era hora de partir, aún no le explicaba a su compañero a dónde iban.


Después de poco más de media hora llegaron a su destino. Prácticamente todo el viaje había sido hecho por la carretera que estaba paralela a la costa. En ese instante Rukawa entendió el por qué la necesidad de abrigarse. Como el vehículo era un descapotable, el viento helado y húmedo que provenía desde el mar era ideal para resfriarse. Agradeció la preocupación de Hanamichi.


Luego de maniobrar por el interior de algunas tranquilas calles que le parecían ser residenciales, se detuvieron frente a una amplia, pero simple casa de dos pisos. Se apreciaba claramente que la vista posterior del lugar estaba de cara al mar. No pudo evitar preguntar.


-Esta casa ¿también es tuya?


-¡Jajajajajaja! No, Zorrito. Es de una amiga -no iba a entrar en detalles ahora.


-Ya veo -vio que algo se callaba y no quería pensar en la relación que tendría con su “amiga”-. ¿Dónde estamos?


-Malibú. Deberíamos entrar -dijo luego de sacar los bolsos del auto.


Una vez dentro del lugar, Kaede no pudo evitar sorprenderse, la casa era más amplia de lo pensó en un principio. Estaba decorada de forma sencilla, pero elegante.


-Te mostraré dónde dormirás -dijo subiendo al segundo piso.


-Gracias -dijo evitando un bostezo.


En cuanto llegaron a la habitación, el pelirrojo le abrió la puerta y le indicó donde estaba el baño. Luego decidió dejarlo para que se acostara.


-Buenas noches, Zorrito. Que descanses -le sonrió.


-Buenas noches, Torpe. Que duermas bien -sonrió de vuelta.


Rukawa entró en la habitación que supuso era la de huéspedes por lo impersonal de la decoración. No pudo evitar curiosear un poco, luego se dirigió al baño y cuando estuvo listo para irse a dormir volvió al dormitorio. La duda de cómo sería la vista desde aquel lugar lo llevó a asomarse por la ventana.


Era hermoso, la vista al mar era genial. Además la luna y estrellas del despejado cielo se reflejaban en la superficie marina haciendo parecer que ambos se mezclaban y eran más amplios de lo que se pensaba.


De pronto su atención se vio desviada hacia una mancha roja. Intentó enfocar la vista en la oscuridad hasta que distinguió al pelirrojo cerca del límite del sitio. Allí donde se veía una pequeña reja y después un risco. Estaba sentado en una banca de espaldas a la casa. No pudo evitar pensar que él también quería estar disfrutando de aquello con él. Rápidamente bajó las escaleras hasta dar con la puerta trasera. Lentamente y sin hacer ruido, se dirigió hasta Hanamichi, quería sorprenderlo, pero fue él quien se llevó la sorpresa.


-Zorrito, pensé que estarías durmiendo -dijo sin girarse.


-¿Cómo…?


-¿Cómo supe que estabas aquí? -preguntó divertido.


-Sí -contestó sentándose junto a Hanamichi.


-Por tu olor -le parecía obvio.


-Tienes razón -después de estar todo el día juntos él también podía distinguir perfectamente la fragancia de Sakuragi.


-Te iba a invitar a disfrutar de este lugar, pero me pareció que estabas cansado -explicó.


-Sí, pero el día ha sido demasiado perfecto como para privarme de un último placer -dijo bostezando.


-El fin de semana aún no acaba, Zorrito -sonrió ante su evidente sueño-. Ven, acomódate aquí -indicó su hombro.


Rukawa no se lo hizo repetir. Lentamente se acercó hasta él para depositar su cabeza suavemente en aquel cómodo lugar. Unos minutos después, con el calor del cuerpo del pelirrojo, su olor mezclado con el del mar y el ruido de las olas, estaba durmiendo.


Hanamichi creía que la imagen era terriblemente tierna. Pasó uno de sus brazos por la espalda de su compañero para sostenerlo más firmemente. Se quedó disfrutando de esa sensación durante un par de minutos más. Cuando consideró que era demasiado tarde para él y estaba demasiado frío para su compañero, lo alzó despacio y sin esfuerzo para llevarlo en brazos hasta la habitación que le correspondía.


Comenzó a desvestirlo intentando concentrarse exclusivamente en esta tarea y evitando pensar en el maravilloso cuerpo de su Zorrito. Una vez que solo estaba con bóxer, lo metió bajo las sabanas y lo cubrió. Depositó suave y castamente sus labios en los del pelinegro, ni siquiera podía considerarse un beso, pero no iba a hacer nada contra la voluntad del chico. Por eso ni siquiera pasaba por su mente intentar algo con el Zorro dormido.


Salió silenciosamente del dormitorio para ir al suyo. También tenía planes para el día de mañana y tenía que reponer un poco de energías.


 


˜*˜


 


Rukawa sentía una voz a lo lejos. Una voz que se le hacía extrañamente familiar y agradable. Con pereza abrió los ojos para ver que ocurría. Hanamichi estaba sentado en la cama a un lado suyo esperando que despertara completamente.


-Buenos días, Zorrito -le sonrió una vez creyó que estaba consciente de lo que sucedía.


-Buenos días -contestó refregándose los ojos.


-Te traje el desayuno -dijo mostrándole una bandeja sobre el velador-. Podemos comer juntos si no te molesta.


-Por supuesto, acomódate -dijo moviéndose para hacerle más espacio al pelirrojo.


Hanamichi colocó la bandeja entre ambos y comenzaron a comer mientras hablaban de cosas simples, pero que a la vez les permitía conocerse un poco más.


Una vez que terminaron su desayuno y que Rukawa se hubo vestido, fueron caminando hasta la playa. Toda la mañana se dedicaron a apreciar el paisaje rodeado de bosques, montañas, mar y blancas arenas, era una mezcla un tanto singular, pero bastante agradable. Cuando comenzaron a sentir hambre se dirigieron a un restaurant del borde costero.


Rukawa aún se preguntaba cómo es que el pelirrojo podía cancelar todo lo que hacían y además podía darse el lujo de reservar la terraza con vista al mar de aquel lugar. Le agradaba todo lo que hacía para que disfrutara del viaje y empezaba a pensar que tenía razón en lo que le había dicho la noche anterior en la rueda de la fortuna: si esto seguía así, en un año tendría muchas cosas por las cuales darle las gracias, además de que a cada momento le agradaba más todo lo que hacían juntos.


Después de eso volvieron a la casa para recoger las cosas y el auto. Sakuragi aún no decía nada, pero el viaje todavía no terminaba. Tenían un último destino, un último lugar por visitar, un lugar que sin Rukawa no tendría el encanto necesario.


Luego de unos 15 minutos de viaje por la autopista con vista al mar, el pelirrojo dobló por un pequeño camino que los llevó a un desierto estacionamiento ubicado en la cima de un acantilado. Miró el paisaje sorprendido por la belleza y lo desierto del mismo, se preguntó si no sería un lugar privado o algo así.


-Zorrito, te presento El Matador Beach. El lugar más hermoso y desconocido que he tenido el placer de visitar. Supongo que está tan escondido que es por eso que pocas personas lo conocen -explicó.


-Es realmente hermosa -reconoció.


Bajaron por un empinado tramo de escaleras hasta llegar a la arena. En ese instante, Rukawa pudo apreciar el esplendor del lugar. La fuerza con la que las olas rompían, la limpieza de las arenas, grandes rocas e impresionantes acantilados.


Antes de que comenzara a subir la marea, Hanamichi lo llevó hasta un rincón de la playa donde exploraron las cuevas que habían en el lugar, comprobando en las paredes del lugar que tan alto llegaba la marea por las noches.


No les quedaba mucho tiempo, así que pasaron el resto de la tarde sentados en la arena simplemente disfrutando del momento. El lugar y la compañía eran perfectos.


Cuando comenzó a atardecer debieron subir por lo peligroso de las mareas. Pero aún así no se fueron. Desde lo alto del estacionamiento contemplaron el atardecer. Los colores celeste, anaranjado y rojo se mezclaban en el horizonte, dándole a todo un toque mágico.


Rukawa no pudo evitar pensar que el paisaje era bastante romántico. Miro a su compañero que también lo miraba, no pudo evitarlo, le sonrió. Él, el chico más inexpresivo del que tuviera conocimiento acababa de sonreír por nada, como un tonto. Como un tonto enamorado, se dijo. Los dos días que había pasado con Hanamichi habían sido más que suficientes para terminar a cada momento más convencido de eso. El pelirrojo hacía hasta lo imposible para que estuvieran disfrutando en todo momento, pero definitivamente era con sus detalles con los que se había ganado definitivamente su corazón.


Con un viaje de casi una hora y prácticamente en silencio volvieron a la casa. Cada uno estaba sumergido en sus propios pensamientos, aún saboreando lo que había sido ese magnífico fin de semana juntos. Por eso, la conversación más larga que tuvieron fue cuando se desearon las buenas noches para ir a dormir.

Notas finales:

Espero que no hayan tenido grandes expectativas que no se hayan cumplido y que les haya gustado la sorpresa del pelirrojo, les dije que no era la GRAN cosa, pero ya me quisiera yo que alguien me llevara a pasear por todos aquellos lugares de L.A.


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