4.- El estudiante de intercambio
Escuchó el sonido del despertador y con algo de dificultad se levantó de la cama. Cuando estuvo listo, bajó para desayunar. No vio a Hanamichi y se preocupó un poco, no quería sentirse incomodo en una casa que no era la suya.
-Joven Rukawa ¿qué desea para desayunar? -dijo Emma que salía de la cocina.
-Pues, lo que sea -dijo confundido por la amabilidad de la mujer.
-En diez minutos tendré todo listo, no se preocupe.
-¿Dónde está Sakuragi?
-Fue a buscar a la señorita Isabelle al aeropuerto. Debe estar por llegar.
Rukawa se quedó de piedra. ¿Qué acaso el pelirrojo tenía novia? Ni siquiera supo cómo pasaron los diez minutos que había dicho la mujer, pero ésta ya le estaba indicando que el desayuno estaba servido.
Casi se atora cuando vio entrar a la casa a Sakuragi con una joven pálida de largos y lisos cabellos rubios en su espalda. Ella se sostenía fuertemente de su cuello, pues el pelirrojo llevaba en sus manos un par de maletas que dejó en el suelo en cuanto puso un pie dentro.
En el acto, la chica saltó de su lugar sin que se le despeinara por ello un solo cabello, ni siquiera tambaleo a pesar de estar usando tacos. Se preguntaba cómo podía viajar con esa ajustada ropa que llevaba puesta que resaltaba su estatura y su delgado y bien proporcionado cuerpo.
Si se sorprendió al verlos llegar juntos, casi se cae de su asiento cuando vio como ella se ubicaba frete a Sakuragi para tomar su rostro y besar con cariño una de sus mejillas.
-Isa… -calló al ver a Rukawa-. No estamos solos, ven -la arrastró hasta el comedor-. Isa, él es Rukawa Kaede. Rukawa, ella es Isabelle Dubois.
-Un gusto, Rukawa -dijo la chica posando sus verdes ojos en el chico pelinegro-. Hana ha esperado por mucho al famoso estudiante de intercambio.
-También es un gusto -le hubiera hecho gracia decirle que él no tenía la más mínima idea de quién era, pero tenía que comportarse estando en pelirrojo presente.
-¿Estás listo, Zorrito? Estamos con el tiempo justo.
-Sí, ya terminé -no era necesario explicarle que de solo verlo con ella se le quitó el apetito.
-Bien, vamos. Isa, toma lo que necesites para ir a la Universidad.
-Claro, Hana. Dame un minuto.
La chica desapareció del comedor para volver en el tiempo indicado con un pequeño bolso y una carpeta.
Salieron de la casa y Rukawa rápidamente se subió al asiento del copiloto. La chica miró asombrada la actitud del pelinegro e internamente se rió, podría divertirse un momento con él. Se sentó atrás del asiento del copiloto y cuando Hana ocupó su lugar ella lo abrazó por atrás y besó una de sus mejillas.
-Estoy ansiosa -dijo.
-Me imagino. Ahora, chiquilla malcriada, ponte el cinturón, no quiero que te pase nada.
-Claro, Hana -dijo con una hermosa y perfecta sonrisa.
Al otro lado, Kaede estaba furioso. No sabía con quien, si con el pelirrojo por tener novia y no decírselo, si con ella por ser la novia del chico del que estaba enamorado, o si con él por no poder declarar abiertamente sus sentimientos antes.
-Zorrito ¿estás bien? -notaba algo extraño en su semblante y no sabía qué. Nunca había visto esa expresión en su rostro.
-Si -escueto.
El pelirrojo miró por el espejo retrovisor e Isabelle solo alzó los hombros indicando que no sabía que le pasaba al pelinegro. Decidió partir rumbo a la Universidad, por suerte el trayecto era corto, porque el ambiente estaba algo tenso. Los únicos que hablaban eran él y la chica, pues Rukawa no decía nada y cuando se le hacía una pregunta directa contestaba con monosílabos. Como cuando estaban en la Preparatoria, se dijo.
Una vez en el lugar, el pelirrojo los guió hasta la Oficina de Admisión. Isabelle se matriculaba en el primer año de Derecho y Kaede en el segundo año de Arquitectura. Él lo había hecho hace un mes cuando se enteró de la venida de Rukawa, en el segundo año de Administración de Empresas.
Una vez que estuvieron listos, acompañaron a la chica hasta su primera clase que era a media mañana. Ellos, tendrían su primera clase después de almuerzo. Así que volvieron a la casa.
˜*˜
-¿Qué te pareció Isabelle? -preguntó el pelirrojo.
-No me gusta -la verdad es que creía que era bastante agradable y no era como el común de las chicas que se arrojaban disque enamoradas y babosas a sus pies, pero no le gustaba que fuera su novia y aún ninguno de los dos lo reconocía.
-¿Por qué?
-No lo sé -eso era mentira.
-La casa de Malibú es de ella.
-¿Y por qué tenías la llave? -porque era su novia, obvio.
-Porque la estaba cuidando mientras ella estaba en Francia. Me gustaría que te llevaras un poco mejor con ella, Zorrito.
-¿Por qué?
-La veras seguido.
-Porque es tu novia -afirmó.
Un segundo de silencio que el pelirrojo se tardó para procesar lo escuchado.
-¡Jajajajajajajaja! -rió estruendoso-. ¿Estás celoso?
-No -escueto, como cada vez que estaba enojado.
-¡Jajajajajajaja! Mira, Zorrito, ella no es mi novia y nunca lo será.
-¿Por qué? -preguntó sorprendido.
-Porque es mi prima… o algo así.
-¿Algo así?
-Mi abuelo solo tuvo una hija, mi madre. Pero hace unos años nos enteramos que en uno de sus viajes a Francia dejó embarazada a otra mujer que nunca más quiso saber de él, al igual que su hija. Pero su nieta, Isabelle, si quería conocernos.
-¿Buscaba dinero?
-No, eso fue lo primero que dejó claro. Nunca recibió un peso de mi abuelo cuando estuvo vivo, al final le dejó una pequeña parte de la herencia y la casa de Malibú, supongo que se sentía culpable.
-Ya veo.
-Es un año menor que yo y desde que nos conocimos nos llevamos excelente, es mi mejor amiga. Nos veíamos durante las vacaciones de verano y las de invierno, siempre veníamos. Y ambos decidimos hacer la Universidad aquí. Supongo que somos como los hermanos que no tuvimos.
Dejó que Rukawa comprendiera todo lo que acaba de explicarle, creía que estaba celoso. Esperaba que así fuera, eso sería una buena señal. Cuando consideró que había pasado tiempo suficiente volvió a hablar.
-Intentaras llevarte mejor con ella ¿cierto, Zorrito?
-Sí, Torpe -ya no había razón para llevarse mal con ella.
-Que bueno. Tampoco me gustaría que Gerard te golpeara -dijo sonriéndole.
-¿Y quién es Gerard?
-El novio de Isa.
-¿Y dónde está?
-En Francia. Está haciendo su práctica para terminar la carrera de Periodismo, le queda un mes y se vendrá a vivir con Isa.
El pelinegro asintió y Hanamichi entendió que estaba más tranquilo que al comienzo de la mañana. Al parecer si estaba celoso y eso lo alegraba de sobremanera.
˜*˜
Luego del almuerzo volvieron a la Universidad a sus respectivas clases. Hanamichi lo dejó en la puerta de su salón y se despidió. Entre clase y clase tenía un pequeño tiempo de descanso, pero no pudo encontrarlo si no hasta las cinco de la tarde cuando se trasladó a la escuela de arquitectura para buscarlo.
Se sorprendió de encontrarlo rodeado de muchachitas que lo acosaban descaradamente y él con cara de fastidio las ignoraba. Algunas le pedían su número de teléfono, su dirección o una cita. El pelirrojo tenía tentación de risa, pero se aguantó para no fastidiar más a Kaede.
En cuanto vio a Hanamichi fue un alivio. Esas insistentes chiquillas lo tenían cabreado. Sin ninguna sutileza pasó entre las muchachas y llegó hasta el pelirrojo.
-Hasta que llegas a rescatarme -dijo con una media sonrisa Kaede.
-Sí, soy un príncipe azul ¿no te lo había dicho? -le siguió el juego.
-¿Y yo vendría siendo la princesa? -levantó una ceja.
-Fuiste tú el que dijo que había venido a rescatarlo. Y si, te pareces a la bella durmiente por lo dormilón y a Blancanieves por lo pálido.
-En ambos casos necesito el beso de mi príncipe azul para despertar.
-¿Te molestaría mucho si lo hiciera?
-… -se tomó un tiempo para ponerle suspenso a la situación-. No lo creo.
-Quizás algún día y lo intente -dijo con una sonrisa deslumbrante.
Rukawa quedó mudo, prendado de esa enorme y brillante sonrisa que hizo a su corazón latir desbocado. Además de toda la conversación que habían hecho como un juego.
˜*˜
Tenían que esperar una hora a Isabelle, para esperar fueron al casino a comprar algo para beber y mientras el pelirrojo hacía la fila, Rukawa iba al baño.
El pelinegro estaba a punto de salir del baño cuando un muchacho poco más alto y corpulento que él entró ubicándose entre él y la puerta, bloqueándole la salida.
-El estudiante de intercambio que está en casa de Hanamichi ¿cierto?
-… -no dijo nada, pero su mirada fue lo suficientemente clara. Era él.
-¿Cómo conseguiste entrar a su casa?
-…
-Porque no lleva a nadie a ese lugar.
-…
-Aléjate de él.
-… -no le gustó para nada el tonito.
-No lo harás. Por supuesto que no. Intentas aprovecharte de él y de su dinero.
-…
-No me sorprendería que ya hubieras intentado meterte en su cama como un vil puto y…
El chico no pudo seguir hablando porque un puño se había estrellado en su rostro. Y no fue el de Rukawa.
-Si te vuelvo a ver cerca de él, Erik, la próxima vez terminaras en el hospital con algo más que un par de huesos rotos -el pelirrojo fue claro, luego miró a Kaede-. Vamos, Zorrito -dijo abriéndole la puerta para que saliera.
Rukawa estaba realmente sorprendido por la reacción del pelirrojo. Creía que había dejado su pasado de pandillero, pero tal vez era solo que con él se comportaba distinto.
-¿Por qué lo hiciste? -le preguntó.
-Te estaba molestando -a él le parecía obvio-. ¿Qué más te dijo?
-No importa. Solo quiero saber algo.
-¿Qué cosa?
-Me dijo que intentaba aprovecharme de ti y tu dinero, sabes que no es cierto ¿verdad? -preguntó algo desesperado.
-Me sorprendes, Zorrito. ¿Por qué crees que le pegué? Te estaba insultando. Por supuesto que sé que lo que dijo no es verdad. Te conozco y confío en ti.
-Gracias -dijo aliviado.
-No te preocupes, Zorrito.
Se dirigieron a la facultad de leyes para encontrarse con la chica, aún les quedaba algo de tiempo y Rukawa no había podido dejar de hacerse una pregunta. Necesitaba tener una respuesta.
-¿Torpe? -lo llamó.
-¿Si?
-¿Por qué el tal Erik me estaba molestando? Ni siquiera nos conocemos.
-Pero me conoce a mí. Lo rechacé hace unos meses, pero ha seguido insistiendo. Supongo que intenta alejarte de mí.
-¿Lo rechazaste porque era hombre?
-No, lo hice porque no me gustaba.
-Ah -eso lo aliviaba un poco.
-¿Zorrito? -llamó temeroso.
-Dime, Torpe.
-Soy gay -esperó su reacción.
Fue un acto reflejo. En cuanto oyó la confesión del pelirrojo se detuvo en seco. No es que no se lo esperara, pero no esperaba que lo dijera tan así en un lugar tan público.
-Te molestaste -volvió a hablar el pelirrojo-. ¿Te da asco?
-¡No! -gritó por la sorpresa-. No me molesta y no me da asco. Solo no esperaba que lo dijeras tan de repente. Yo también soy gay -confesó con un lindo sonrojo.
-Ah, bueno. Supongo que entonces nos entenderemos bien.
-Eso espero -contestó pensando en la forma en que él quería entenderse con Sakuragi.
Justo en ese instante apareció Isabelle que dando un salto se abrazó al cuello del pelirrojo con los brazos y a su cintura con las piernas. Ambos estaban acostumbrados a esas muestras de cariño, pero no el pelinegro. Hasta ahora, nunca había salido de Japón, donde incluso besarse con tu pareja era mal visto si era demasiado apasionado. Tenía que habituarse al contacto y a escuchar de cualquiera su nombre de pila como si fuera cualquier cosa.
Ahora que estaban los tres, se dirigieron a casa. Ahora que Rukawa sabía que la chica y el pelirrojo eran algo así como primos ya no sentía molestia por ella y participaba activamente de la conversación que se llevaba a cabo.
Al llegar se encontraron con Meiko que había estado de viaje, por eso no la había visto desde que llegara el viernes por la noche. Emma ya tenía la cena preparada y la mesa lista para comer en cuanto llegaran. Se sentaron a la mesa los cuatro y comieron tranquilamente. Le sorprendió lo bien que trataba Meiko a Isabelle, casi como si fuera su hija y le parecía que intentaba hacer lo mismo con él. Realmente le agradaba la mujer y creía que podía agradarle Isabelle en un tiempo más.
Cuando hubieron terminado la cena, Meiko se disculpó diciendo que tenía trabajo y se retiró a la biblioteca. Por tanto, solo quedaban los tres chicos.
-Zorro, iré a dejar a Isa a su casa en Malibú -le dijo el pelirrojo.
-Oh, está bien -respondió algo triste, estaría fácilmente dos horas fuera de casa y él se aburriría sin su presencia.
-¿No me digas que piensas quedarte aquí, aburrido?
-¿Eh?
-Te estaba invitando a venir, Zorrito. Ni creas que te dejare solo. Y después dices que el Torpe soy yo.
-Sí, quiero ir… -dijo-. Torpe -agregó con una sonrisa.
El viaje de ida lo hicieron tal como había sido durante el fin de semana. Primero a Santa Mónica y luego a Malibú por la costanera. Conversaron durante la hora que duró el viaje, a cada momento que pasaba el pelinegro se sentía más en confianza con la rubia. Y ella sin necesidad de palabras supo que Hanamichi le había contado la verdad.
En cuanto llegaron, ayudaron a la chica con sus maletas y a arreglar un poco la casa. Lugares como la biblioteca estaban cubiertos con sabanas y si el resto del lugar no lo estaba era porque el pelirrojo había ido unos días atrás a arreglar la casa para dormir ahí con Kaede durante el fin de semana.
La chica lo sabía, Sakuragi no hubiera hecho algo así sin pedirle permiso de ir con alguien a su casa. La respuesta de ella fue simple: confío en ti, si tú confías en él, para mí es suficiente.
Luego de un rato consideraron prudente volver a la casa. El viaje de vuelta sería otra hora más y al otro día tenían clases. Durante todo el trayecto Hanamichi se dedicó a interrogarlo en todos los aspectos posibles sobre su primer día de clases en la nueva universidad. Sabía que la UCLA se había ganado su prestigio a base de esfuerzo y no era un lugar donde cualquiera sobreviviera.
Rukawa contestaba a todo lo que el pelirrojo le preguntaba. Sorprendido, descubrió que le agradaba hablar con el chico y le gustaba que se preocupara y quisiera saber de él. Por eso no se guardaba nada, tanto así que el viaje se les hizo corto y continuaron la conversación en el salón de la habitación del pelirrojo.
Luego de un rato de conversar, decidieron que era hora de dormir. Casi de mala gana se despidieron con un cariñoso “Buenas noches, descansa”.
˜*˜
Al otro día se alistaron para ir a la Universidad tal como el día anterior. Solo que esta vez tendrían clases toda la mañana y una a última hora de la tarde. En los estacionamientos estaba Isabelle esperando por ellos.
-¡Hana! -gritó lanzándose a su cuello para luego besar una de sus mejillas.
-Buenos días, Isa -saludó con una sonrisa.
-Buenos días, Rukawa -saludó amable la chica.
-Buenos días, Isabelle -saludó de igual manera.
Caminaron juntos y un poco más allá se separaron para ir cada uno a su facultad. No tenían mucho tiempo como para acompañarse, pero los chicos quedaron de comer ahí para acompañar a Isabelle que debía pasar todo el día en aquel lugar.
A la hora de almuerzo se encontraron en la entrada del casino. Luego de comer acompañaron a la muchacha hasta su próxima clase y luego de despedirse partieron al auto para volver a casa.
Mientras Rukawa dormía una siesta, el pelirrojo se dedicaba a estudiar. Ya les habían dado un par de textos para leer y estaban recién empezando. Leyó un poco del que le pareció menos tedioso. Hasta que se le ocurrió mirar el reloj.
-¡Demonios!
Se había atrasado, al parecer el libro no era tan aburrido como pensó. Se dirigió a la habitación del pelinegro y luego de golpear la puerta entró para sacudirlo un poco y decirle que despertara, que estaban atrasados.
Cuando Rukawa logró abrir los ojos, rápidamente se lavó la cara para tomar su bolso y alcanzar a Sakuragi que lo esperaba en el auto. Llegaron con el tiempo justo para correr cada uno a su salón. Fue por eso que no se enteraron de lo que se hablaba en los pasillos.
Cuando terminó su clase, el pelirrojo tomó sus cosas para salir. Tenía la impresión de que muchos a su alrededor murmuraban, seguramente había un nuevo chisme corriendo por la Universidad, no lo tomó en cuenta, debía ir a buscar a Rukawa. Seguramente Isa iría a verlos a la casa, porque salía antes que ellos. Se sorprendió de verla afuera del salón esperándolo con cara de espanto.
-¿Isa? ¿Qué pasó?
-No lo sabes -dijo espantada.
-Por eso te lo estoy preguntando.
-Están hablando, Hana.
-Bah, siempre hablan ¿qué dicen ahora? -preguntó mientras caminaban hasta la facultad de Arquitectura.
-Dicen que tú y Rukawa… bueno. No dicen que sean pareja, pero dicen que él se acuesta contigo para que lo tengas en tu casa y que es un… prostituto… que vendió su cuerpo -tomó aire-. Y no lo dicen precisamente con palabras decentes como estas. Han usado un lenguaje soez para decir lo que han hecho… en la cama… relatan sus supuestos encuentros sexuales.