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Intercambio

¿Año nuevo, vida nueva?

9. ¿Año nuevo, vida nueva?


 


No podían creer que esto estuviera pasando. Lo habían deseado tanto, pero por el miedo al rechazo lo fueron aplazando. Ahora Hanamichi había tomado la iniciativa y ambos sabían que eran correspondidos.


Era un beso tímido, suave, delicado. Un leve roce de sus labios que pretendía más que nada dar a conocer sus sentimientos. Una vez que se les acabó el aire y aún abrazados, juntaron sus frentes. Se quedaron así un minuto. Luego Sakuragi tomó distancia para hablar.


—Zorrito. Te amo tanto —dijo con una radiante sonrisa y sus ojos brillando de la emoción.


—Yo también te amo, Torpe —sus labios se atrevieron a pronunciar aquello que sus ojos llevaban días gritando.


—Supongo que sabes lo que dicen —lo miró fijamente.


—¿De qué? —preguntó confuso.


—Año nuevo, vida nueva —aclaró.


—Creo haberlo escuchado —confirmó.


—¿Y qué piensas?


—Puede que sea así —le dio la razón.


—¿Quieres que lo sea?


—Definitivamente —era un hecho, quería una nueva vida con él.


—Entonces —sacó de su bolsillo una pequeña cajita— ¿quieres ser mi novio? —agregó mientras la abría y dejaba ver un delicado anillo de compromiso.


—Yo… —no se lo esperaba, su mirada pasó del anillo a Hanamichi y entonces lo supo, era lo único que en realidad quería—. Sí, quiero ser tu novio.


Hanamichi sacó el anillo de su lugar y lo colocó casi con devoción en uno de los dedos de Rukawa. Luego besó su mano y levantó la vista para posarla en esos azules ojos zorrunos que lo hacían perder la noción de la realidad.


Con una de sus manos cogió su cintura y con la otra su nuca y le dio un beso totalmente distinto del primero que le diera. Éste de tierno no tenía mucho, era más bien puro fuego y pasión. Su lengua salió de su escondite para buscar la de su compañero e instarla a seguirle en ese delicioso baile que se desarrollaba en aquella húmeda cavidad. No tuvo que esperar demasiado, el pelinegro estaba tan ansioso como él.


Rukawa se preguntaba cómo demonios era posible que no se hubiese dado cuenta antes de cuánto le gustaba ese pelirrojo, si con el beso que estaba dándole sentía que la sangre le hervía y que a su alrededor todo desaparecía. El aire se le acababa y empezaba a molestarle, su compañero fue cortando el beso con calma. Unas simples palabras lo sacaron de su ensueño.


—Feliz cumpleaños, amor.


—¿Qué? —preguntó sorprendido.


—Hoy es tu cumpleaños ¿no?


—Sí, pero ¿cómo lo supiste?


—Zorrito —dijo con tono de reproche— tú no me escuchas cuando te hablo.


—Si lo hago —le contradijo.


—Te dije que hace un año había terminado mi noviazgo con Catherine porque estaba y siempre había estado enamorado de otra persona. Eras tú. Intenté arreglar las cosas contigo en segundo porque te amaba, pero nunca supe hacerlo y perdí mi oportunidad. Un mes antes de tu viaje por curiosidad vi en la Universidad una carpeta de la secretaria y supe que venías, me ofrecí de inmediato a acogerte. Siento haberte mentido, sabía que tú eras el estudiante de intercambio y pensé que era mi oportunidad para volver a intentarlo.


—Está bien, gracias a eso estamos juntos —lo abrazó.


—Así es, Zorrito.


—Aún no me dices cómo supiste que es mi cumpleaños.


—Lo leí en la carpeta. Estaban todos tus datos personales.


—Ya veo.


Abrazados terminaron de contemplar el espectáculo de los fuegos artificiales. De vez en cuando un casto beso, a veces solo una mirada. Lo importante para ellos era que estaban juntos.


Después de un rato se decidieron a entrar,  hacía demasiado frío como para estar afuera por mucho tiempo. Se acomodaron en el sofá durante un rato y se dedicaron a conversar y regalonear. A mitad de la noche, Hanamichi se levantó y avisó a su compañero para que hiciera lo mismo.


—Kaede, abrígate. Vamos a salir.


—¿A dónde?


—Ya lo verás. Te espero abajo —tomó un abrigo y salió de la habitación.


Sorprendido, Rukawa hizo lo que el pelirrojo le indicada. Pasó por su habitación y cogió un abrigo, bufanda y guantes. Lo encontró al pie de la escalera esperando por él. No pudo evitar la tentación y se dejó caer en sus brazos.


Sakuragi se asombró de comprobar que tan poco pesaba el Zorrito. Lo sostuvo sin problemas y luego de besarlo lo dejó con cuidado en el suelo. Tomó su mano y lo guió hasta la cochera donde descansaba una elegante camioneta, claramente más cómoda para esas fechas que el usual descapotable del pelirrojo.


El pelinegro no hacía preguntas, porque sabía que no las obtendría. Podía reconocer el recorrido hasta cierto punto. Habían llegado hasta el muelle de Santa Mónica y luego tomaron la autopista que los llevaba a Malibú. Creyó que irían a ese lugar, pero el pelirrojo se desvió a lo que él calculó medio camino entre el muelle y la casa de Isabelle. Luego de unos minutos estuvo seguro, iban subiendo una montaña. Creyó entender la idea de Hanamichi. Casi una hora después de que salieran de casa, se detenían en la cima de una montaña.


—Esperaremos aquí hasta que sea momento de salir —dijo.


—Me parece lo más prudente —le dio la razón.


—¿Tienes frío? —se preocupó.


—Un poco —no iba a mentirle.


Sakuragi subió la calefacción del auto y luego se giró hacia los asientos traseros desde donde sacó una manta que tendió a su compañero y luego un termo del cual le sirvió un humeante café.


—¿En qué momento preparaste esto? —preguntó sorprendido de que hubiese contemplado todos los detalles.


—Por la tarde, esperaba que me correspondieras y pudiésemos ver el primer amanecer juntos. Pero no iba a permitir que te enfermeras —le tendió la mano—. Por eso dejé frazadas y el termo preparado, solo le eché agua caliente mientras esperaba que estuvieses listo.


—Te amo —se dio cuenta de que todo lo había hecho por él. Hanamichi parecía no tener frío.


—Yo también, Zorrito —besó sus labios y luego pasó a los asientos de atrás—. Ven, acá estaremos más cómodos.


—Si —no le cabía duda, por eso siguió los pasos de su compañero.


Kaede se sentía protegido en aquellos brazos que lo albergaban, protegido no solo del frío que sentía, sino de todo lo que viniera. Sabía que si el pelirrojo estaba a su lado nada podría afectarlo tanto como para negarse a continuar. Tan cómodo estaba que comenzó a quedarse dormido. Hanamichi lo dejó, ya lo despertaría cuando fuese el momento.


 


˜*˜


 


—Kaede, amor —lo llamó suavemente.


—¿Mmm? —contestó adormilado.


—Son las 6.30 y está amaneciendo.


—Está bien, vamos —contesto luego de abrir los ojos y comprobar por la ventana que estaba algo más claro.


Después de 15 minutos, vieron aparecer los primeros rayos de sol. No se cansaban de abrazarse, besarse, mirarse y acariciarse. Así se pasaron un buen rato, disfrutando de la compañía del otro, de su amor.


Hanamichi estaba haciendo lo que había soñado por tres años. Compartir con el Zorrito aquellos momentos tan importantes: navidad, año nuevo, cumpleaños, el primer amanecer del año… y pensaba que le quedaban tantas otras fechas por venir.


Por otro lado, Kaede estaba en las nubes de haber encontrado a aquel pelirrojo que amó tan en secreto que ni siquiera él lo supo hasta que fue tarde. Y de que él le diera aquellos momentos de felicidad que nadie en su vida le diera de corazón. Con él se sentía amado, importante, sabía que Hanamichi vio en él aquello que durante sus años de Preparatoria nadie más vio. Y por eso lo amaba mucho más.


A eso de las 7.30 se decidieron a bajar. Ambos estaban cansados y hambrientos. Una hora después se acostaban juntos en la cama del pelirrojo.


 


˜*˜


 


Un tenue y agradable olor a comida lo sacó de su ensueño. Su estómago le decía que ya era hora de comer. Con pereza abrió los ojos para encontrarse a Hanamichi a un lado de la cama acariciando sus cabellos e intentando despertarlo.


—Hasta que te despiertas, Zorrito dormilón.


—Tenía sueño —se justificó.


—Lo sé —besó sus dulces labios—. Te traje el almuerzo.


—Gracias —dijo besando de nuevo a su compañero.


Sakuragi esperó a que el pelinegro se sentara en la cama y luego acomodó la bandeja con comida entre ambos. Comieron todo lo que había, se entretenían dando de comer a su compañero, o robándose de la boca lo que se estaban comiendo.


A media tarde se decidieron por salir a pasear, recorrer los alrededores cogidos de la mano o abrazados y mostrar a quien quisiera verlo cuánto se amaban. A pesar de lo helado que estaba en esa época del año, no les importó, tenían la compañía del otro que era suficiente como para hacerlos entrar en calor.


Solo volvieron a casa cuando el hambre empezó a pasarles la cuenta. Ya era hora de la cena y ellos no siquiera lo habían notado.


 


˜*˜


 


Habían terminado de comer hacia un rato y ahora estaban viendo una repetición de la NBA en la habitación del pelirrojo. Pero Kaede tenía algo que decir y no sabía cómo.


—¿Hana? —lo llamó aún no muy seguro.


—Dime —lo miró a los ojos, por el tono de su voz supo que era importante.


—Hoy es mi cumpleaños —dijo desviando la vista.


—Lo sé, Zorrito. Te saludé anoche ¿recuerdas? —no entendía a qué iba todo eso.


—Sí, lo sé. Yo quería…  —no sabía cómo continuar.


—¿Un regalo?


—Si —el nerviosismo no le permitía decir más.


—El pedirte que fueras mi novio y el anillo ¿no fue suficiente? —preguntó divertido.


—Yo… lo siento, no quise ofenderte. Olvida lo que…


—Tranquilo, amor. Dime qué quieres —lo miró con amor. Si le pedía el cielo, pues el cielo le daría.


Por toda respuesta obtuvo de Kaede un beso, un beso apasionado, de esos que revolvían todo su ser, que lo dejaban en las nubes y que le impedían pensar. Hasta ahí todo era normal, pero de pronto las manos de Rukawa comenzaron a bajar por su espalda hasta llegar a sus nalgas y presionarlas suavemente. En ese instante comprendió qué era lo que el pelinegro quería como regalo de cumpleaños.


Rukawa nunca había estado en una situación así, por lo que no sabía cómo darle a entender al pelirrojo qué era lo que quería. Pensó que claramente las palabras no se le daban y podía intentarlo con un beso y un par de caricias. Así lo hizo, pero se asustó cuando Sakuragi lo tomó de los hombros para separarlo de él.


—Lo siento —avergonzado por lo que había hecho, bajó la vista.


—Zorrito, mírame —le pidió—. Dime ¿en verdad quieres hacer esto?


—Te amo, Torpe. No quiero ser de otro que no seas tú y mientras antes, mejor.


Hanamichi acarició suavemente con su pulgar el rostro de Rukawa, pero cuando llegó a sus labios, lo hizo con su boca. Un beso lento, pero que era fuego puro, estaba haciendo perder la razón al pelinegro. Era como una tortura, él quería más, pero era Sakuragi quien llevaba el control del beso, no le quedó más que abandonarse a él.


Entre besos y caricias, lentamente fueron desprendiéndose de sus ropas hasta quedar solo con bóxer. Hanamichi tomó a su compañero en brazos y sin esfuerzo alguno lo alzó para llevarlo a la cama. Con sumo cuidado lo depositó en ese lugar. Gateó hasta quedar a la altura de la cintura de Rukawa, donde se sentó sin cargar todo su peso. Un pequeño gemido le hizo saber que al presionar el miembro del pelinegro consiguió hacerlo sentir algo de placer.


Se inclinó y nuevamente lo besó, esta vez de forma casi desesperada, pero sin llegar a lastimarlo. Sus manos se dedicaban a rozar apenas sus tetillas hasta conseguir dejarlas sensibles. Su boca comenzó a bajar, dejando suaves y húmedos besos en su cuello y hombros. Sentía moverse a Kaede bajo él, era claro que lo estaba gozando y quería más, pero esos no eran sus planes. No aún.


Su boca se dirigió a uno de sus pezones, lamiendo, mordiendo y chupando hasta dejarlo enrojecido, logrando que después de eso el pelinegro se estremeciera al menor contacto en aquel lugar. Hizo lo mismo con su hermana y cuando ambas estuvieron listas comenzó a descender por el centro de su blanco, duro y perfecto abdomen trabajado por el deporte.


Se entretuvo jugando con su ombligo, descubriendo que era una zona sumamente sensible para su Zorrito. Jugó con su lengua que entraba y salía una y otra vez, logrando que su compañero comenzara a arquearse levemente. También se dedicó a hacer movimientos giratorios en el interior y cuando consideró que era suficiente tortura en ese lugar siguió su camino.


Su miembro aún se encontraba prisionero en el interior de su bóxer. Aún así comenzó a morderlo por sobre la tela. Veía a Rukawa retorcerse bajo él intentando soportar aquellas múltiples sensaciones que tenía. Se entretuvo un buen rato así y quizás hubiese seguido si su propio miembro no hubiese empezado a dolerle.


Lo despojó de su única prenda y observó embobado su pene que se alzaba orgulloso ante sus ojos. Cuando salió de su estupor se acercó lentamente y antes de llegar a tocarlo, sopló. Una corriente eléctrica recorrió el cuerpo del pelinegro desde ese lugar en dirección ascendente hasta su cabeza y en dirección descendente hasta la punta de sus pies, nunca había sentido algo así.


Hanamichi dirigió la punta de su lengua hasta la cabeza de su miembro y apenas y lo tocó, lo vio moverse algo desesperado en busca de más contacto. Lo ignoró y se entretuvo variando el trato de su miembro con suaves soplos, toques apenas dados y lengüetazos en la punta. No pasaba de ahí.


—Hana, hazlo ya. No aguanto más.


—Tranquilo, Zorrito.


—Por favor —suplicó.


No se lo hizo repetir. Su lengua paseó desde la base hasta la cabeza de su miembro impregnándolo de saliva. Volvió a hacerlo una y otra vez hasta que de pronto se engulló su miembro de un rápido movimiento. Rukawa sentía que eso era lo que necesitaba en parte.


Sakuragi comenzó a mover su boca simulando movimientos de penetración, mientras en el interior, su lengua se dedicaba a presionar su miembro o a acariciarlo con movimientos giratorios. El pelinegro sentía perder la razón, pero lo hizo definitivamente cuando Hanamichi comenzó a succionar con fruición. No tuvo tiempo de avisar a su compañero para que se retirase, estaba tan excitando que la liberación llegó de inmediato.


Tomó hasta la última gota de ese delicioso elixir, ahora vital para él. Succionó hasta que ya no salió más. Luego besó suavemente la punta de su pene que descansaba luego de aquella serie de sensaciones que él le causara. Volvió a gatear hasta quedar al alcance de los labios de Rukawa, los cuales besó con pasión dándole a probar lo que era su propio semen.


—Eres delicioso, Zorrito —dijo pasando su lengua por sus labios.


Rukawa no pudo contestar a eso ¿qué decirle ante un comentario como ese? Aún así el pelirrojo no lo necesitó. Suficiente era para él ver el sonrojo de sus mejillas, su Zorrito era hermoso.


—Gírate —le dijo suavemente.


Se asustó. Sabía lo que venía ahora y aunque nunca lo hubiera hecho, sabía que le dolería demasiado. Pero era el precio que debía de pagar por el placer que antes sintiera gracias a Hanamichi, además, él mismo fue quien se había buscado esta situación tan pronto. Rápidamente, antes de que Sakuragi viese en su rostro el temor que le daba esta nueva situación, se giró, dándole la espalda a su compañero y quedando apoyado en manos y rodillas.


Hanamichi no era tonto y a pesar de que el pelinegro lo evitara, notó que aquello le daba miedo. Lo entendía, él también lo sentiría. Si su compañero no estaba preparado, él no lo obligaría.


—Zorrito, si quieres que me detenga, solo tienes que decirlo.


—No quiero —se apresuró a contestar.


—Prométeme que si no quieres continuar me lo dirás.


—Yo… —no podía hacer eso.


—Prométemelo o me detendré ahora.


—Está bien, te lo prometo.


—Te amo, Zorrito —comenzó a besar su cuello.


—También te amo, Torpe.


Hanamichi terminó de besar su cuello para continuar con sus hombros y finalmente con su espalda, a la cual besara todas y cada una de las vertebras que ahí estaban marcadas. Sentía la respiración de su compañero agitarse poco a poco.


Llegó a sus nalgas, las cuales masajeó, besó, lamió y mordió con delicadeza para luego dirigirse a ese lugar tan preciado que lo llamaba a gritos. Desde hacía ya bastante rato que su miembro le dolía demasiado, pero no por eso apresuraría las cosas.


No tenía muy claro cuál sería la mejor manera de prepararlo y mientras lo pensaba y casi sin ser consciente de ello, su lengua llegó a su entrada para pasar tímida por encima de ella. Vio a Rukawa arquearse del placer que le hizo sentir y supo que ahí estaba su respuesta. Así estuvo el tiempo suficiente, hasta que su entrada se abría al menor contacto de su lengua con ella. Entonces lo consideró listo.


Lo giró para que quedaran de frente y lo besó tan apasionadamente que el pelinegro no fue consciente de que eran ahora dos dedos los que dilataban su entrada, hasta que el aire se les acabó y tuvieron que terminar el contacto de sus bocas. Esos dedos lo estaban provocando hasta límites insospechados, con todo el juego previo, su miembro había despertado de su letargo y ahora comenzaba a doler. Antes de que su mano llegara hasta su pene para darse satisfacción él mismo, la mano libre del pelirrojo lo sostuvo, entrelazando sus dedos.


En toda esa distracción, Hanamichi había metido un tercer dedo y él ni se enteró. Por eso cuando el pelinegro llevó su mano a su miembro, supo que estaba listo. Sacó sus dedos de su interior y tomó su miembro para ubicarlo en su entrada. Comenzó a presionar y sin esfuerzo alguno consiguió entrar por completo. Miró el rostro de Rukawa y se enamoró aún más.


El pelinegro con los ojos cerrados, los labios húmedos y levemente abiertos y las mejillas sonrojadas tenía un gesto de placer increíble. Sakuragi salió casi por completo para volver a entrar, un gemido de su compañero le indicó que definitivamente lo estaba disfrutando. Así lo hizo durante varios minutos, a veces rápido, a veces lento, a veces suave y otras más fuerte. Una de sus manos se había mantenido durante todo el rito enlazada a la del pelinegro y cuando estaba por terminar llevó su mano libre a su miembro para ayudarlo a alcanzar la liberación.


Terminaron al mismo tiempo. Estaban tan cansados que el pelirrojo se derrumbó sobre Kaede, que ni siquiera se quejó. Sin salir de su interior y con sus manos aún unidas, se quedaron dormidos.

Notas finales:

Siento haber tardado tanto en actualizar, pero alguien se comió mis horas libres D: 

Espero que les haya gustado el capítulo :D Porfiin juntos ^^


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