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Lazos de Sangre

Notas del capitulo:

Hay unas notas al final del capítulo, son un poquito largas, pero creo que igual sería bueno que las lean porque quizás un par de capítulos más tengan que ver con ellas y les ayudará a tener las cosas más claras.


Cariños! Enjoy!

Recuerdos

—¿Quieres recordar viejos tiempos?

La pregunta de Hanamichi aún resonaba en la habitación, y a pesar de estar despierto y haberla escuchado, el pelinegro no supo que responder a eso.

—¿Es que acaso lo recordaba? —pensó, mientras temblaba ligeramente ante la idea.

La verdad es que para Rukawa eso podía significar muchas cosas, Hanamichi era un año mayor que él y seguramente tenía más recuerdos. Pero, de todas las posibles opciones que se barajaban en la mente de Kaede, una precisamente era la que lo tenía nervioso. Aunque no tuvo tiempo de preguntar ni de pensarlo en demasía.

Sintió como su primo pasaba uno de sus brazos por su cintura, y antes de que pudiera comprender del todo el asunto, la mano del pelirrojo se había acomodado rápida y ágil en su entrepierna. Un certero apretón lo hizo estremecer nuevamente, pero ahora de una manera totalmente distinta. Ahora había sido por el placer.

Para Hanamichi, que el pelinegro no se hubiera negado ni hubiese dicho nada hasta el momento, significaba que él también lo recordaba.

 

Flash Back

En casa de su abuelo, un par de meses antes de que sin saberlo se vieran por última vez, un pequeño pelirrojo de 5 años se encontraba disfrutando de las vacaciones de verano junto a su pelinegro primo de 4 años de edad.

Llevaban en ese lugar casi un mes, y a pocos días de su llegada, habían descubierto un nuevo y emocionante juego. Habían estado en ello todos los días desde entonces, jugando a escondida de sus abuelos y los empleados que trabajaban en la casa principal.

En ese momento iban corriendo hasta una de las habitaciones de la gran casa, la última, la que luego de un par de años heredaría Hanamichi. Sabían que por ser ese un lugar apartado no serían encontrados con facilidad.

Hanamichi entró primero, manteniendo la puerta abierta para que su primo entrara después de él. Una vez que ambos estuvieron dentro, y entre inocentes y suaves risas, el pelirrojo cerró la puerta con seguro.

—Ven, ven aquí —llamó Sakuragi junto a un gran closet que los mantenía medianamente escondidos de cualquiera que pasara junto a la ventana.

Sin decir media palabra, emocionado por lo que harían, Rukawa se ubicó donde le indicaba su primo.

Ambos pequeños se miraron por un momento. Tenían bien asignados sus roles, además, era un juego del que llevaban disfrutando ya varios días, por eso es que cada uno sabía lo que tenía que hacer.

Rukawa se desabrochó los pantalones, y junto a su ropa interior, se los bajó hasta los tobillos. Mientras tanto, Sakuragi se había arrodillado en el piso, quedando frente a la cintura de su primo, y por ende, frente a “eso”.

Sin dudarlo, el pequeño pelirrojo tomó entre sus manos el flácido miembro de su primo, comenzando a apretarlo con suavidad, mientras intentaba torpemente masajearlo. De pronto, sin previo aviso, apretó la sonrosada punta de “eso”, lo que hizo gemir levemente a su primo por la sorpresa.

—¿Te gustó? —preguntó solo para estar seguro.

—Si… —contestó sonrojado mientras desviaba la mirada.

Rukawa tenía la impresión de que todo esto, más que un juego, era una travesura y que de ser sorprendidos en “eso”, serían castigados. Algo dentro de él le decía que esto no estaba tan bien como lo parecía. Pero las extrañas y agradables sensaciones que todo este juego con su primo le producían, hacían imposible que él se negara a participar.

Otro leve apretón en ese lugar tan sensible hizo que el pelinegro volviera a gemir. Llevándose rápidamente ambas manos a la boca para cubrírsela, no fuera cosa que alguien lo escuchara y los encontrara en “eso”.

—¿Se siente bien? —volvió a preguntar Hanamichi, solo para saber que lo estaba haciendo bien.

—Si… se sienten cositas en mi guatita —contestó avergonzado, como temiendo haber dicho más de lo que debería.

Sakuragi solo se rio suavemente ante la respuesta de su primo. Entonces, “eso” que estaba haciendo, lo estaba haciendo bien. Siguió jugando un rato más mientras escuchaba algunos suspiros o pequeños e inaudibles gemidos de su primo cada vez que apretaba la punta de “eso”.

—Ahora te toca a ti jugar —dijo Hanamichi mientras se ponía de pie para cambiar de posiciones con su primo.

—Si —contestó casi emocionado.

El pelinegro se sentía realmente bien cuando su primo le hacía “eso”, pero también le gustaba invertir los papeles. Le gustaba cuando Sakuragi se veía levemente sonrojado o suspiraba por todo lo que él le hacía. Algo dentro de él se sentía bien cuando sabía que era él el que provocaba esas reacciones en el pelirrojo.

Con su corazón latiendo apresurado, sin ser capaz de distinguir el por qué, Kaede se arrodilló frente al pelirrojo, que ya estaba medio desnudo. Lo miró solo para recibir su consentimiento, y cuando lo tuvo, comenzó con su tarea de hacer “eso”.

Tomó entre sus pequeñas manos el miembro de Hanamichi, dándole el mismo trato que antes había recibido él de parte de su primo. Sonrojándose un par de veces cuando Sakuragi daba pequeños gemidos y le indicaba que siguiera.

—Jajajajaja —se rio leve e inaudiblemente—. Vuelve a hacer eso que hiciste, me gustó bastante.

Entonces, el pelinegro volvió a apretar la puntita de “eso” con sus diminutos dedos, haciendo que su primo suspirara fuerte y claro, dando por finalizado así, su secreto juego.

Ambos muchachos terminaron de arreglarse sus ropas mientras se calmaban y sentían que ese calor que tenían después de hacer “eso”, desapareciera.

—Jugaremos mañana, ¿cierto? —preguntó ansioso el pelinegro. No se podía imaginar no jugar a “eso”.

—Si… jugaremos por siempre —contestó con una sonrisa.

Como ya se habían acostumbrado a este juego, ya ambos sabían que había solo una forma de terminarlo. Lentamente se fueron acercando para darse un tierno y suave beso, tan inocente, que ni siquiera debería llamase así.

Antes de salir de la habitación, Hanamichi pasó uno de sus brazos sobre los hombros de su primo y le repitió la frase con seguridad.

—Jugaremos por siempre… —dijo antes de abrirle la puerta para permitirle el paso.

Fin del Flash Back

 

Aún sobre el pantalón, Hanamichi se encontraba masajeando la entrepierna de Rukawa de una forma tan precisa, que éste ya comenzaba a reaccionar. Al ver eso, el pelirrojo no pudo evitar el meter la mano dentro de la ropa de su primo para conseguir así mayor contacto.

Envolvió con su mano el miembro de Kaede, comenzando a masajear de arriba debajo de manera constante, aumentando a cada momento un poco más el ritmo que llevaba.

La habitación se encontraba sumida en la más completa oscuridad, más no en el silencio. Si bien el pelinegro no había pronunciado palabra, su agitada respiración se hacía escuchar en cada rincón del cuarto. De vez en cuando un leve y casi inaudible gemido.

Kaede se había masturbado un par de veces, no muchas. Era más que nada por una necesidad fisiológica, porque no es que esa acción le provocara mucho placer. Pero lo que Hanamichi le estaba haciendo ahora era otra historia. El pelirrojo parecía saber dónde y cuándo tocarlo… como si lo conociera.

Un par de minutos después, y con un claro gemido, Rukawa terminaba en la mano de su primo. Estaba avergonzado de que él lo hubiera visto así. Hasta el día de ayer le era completamente indiferente y entre ellos no existía relación alguna. No tuvo el valor suficiente para voltearse y preguntarle qué había sido todo eso. Aunque en el fondo lo sabía bien: Sakuragi también recordaba con claridad todos esos juegos de su niñez.

Sintió como el pelirrojo se levantaba, seguramente para limpiarse el desastre que debía de tener en la mano. Agudizó su oído para escuchar sus sigilosos pasos, pero su primo rápidamente volvió a acostarse, acomodándose en la posición que antes adoptara.

Sintió como Sakuragi pegaba su pecho a su espalda y entonces apretó fuertemente los ojos, nervioso por lo que sentía, pues tenía que ser estúpido para no notar la erección de Hanamichi. Pensó que quizás ahora quería algo más y eso lo estaba empezando a alterar. Pero para su sorpresa, el pelirrojo hizo algo totalmente inesperado.

—Te extrañé, Kaede… realmente te extrañé —le susurró al oído con ternura, luego le dio un suave beso en la cien.

Hanamichi, apoyado un brazo en la cama para alzarse levemente, miraba con cariño a su primo. Lo que había dicho le había salido desde el fondo de su corazón. Volvió a acomodarse. Pasó uno de sus brazos por sobre la cintura de Kaede y buscó una de sus manos. Entonces, como en los viejos tiempos, entrelazó sus dedos con los de su primo.

Así, mientras el corazón de ambos muchachos buscaba una respuesta, se quedaron dormidos.

 

~*~

 

Hanamichi abrió los ojos en cuanto comenzó a clarear. Sonrió. Durante la noche, sin saber muy bien cómo, ambos se habían ido moviendo, quedando él de espaldas en la cama con Rukawa sobre él, abrazándolo y dándole la espalda al techo.

Puso un poco de atención y sintió como latía tranquilo el corazón de su primo. Lo miró con dulzura. Si, creía que su primo ya era un asunto olvidado, pero ahora descubría que no. Comenzó a acariciar suavemente sus negros y sedosos cabellos mientras pensaba y recordaba.

Reunirse en la casa de su abuelo una vez al mes era una tradición desde siempre. Además, él solía pasar gran parte de sus vacaciones en ese lugar, generalmente solo con su abuelo. Pero hace 13 años atrás también lo acompañaba su primo.

La verdad es que había pasado mucho tiempo, por eso es que sus recuerdos eran confusos. Especialmente aquellos que incluían el día que, sin saberlo, vio a su primo por última vez. Solo recordaba que un día, en una de las tan acostumbradas reuniones familiares, su tía y su primo no se habían presentado.

Cuando le preguntó a su madre, ella solo contestó con un escueto y frío “de eso no se habla”. Esa frase sí que resonaba con claridad en su cabeza. Nunca más se atrevió a preguntar por ellos.

Extrañaba a su primo en cada una de las reuniones y, a pesar de su edad, sufría su ausencia. Había sido su primer y mejor amigo. ¡Juntos habían hecho tantos descubrimientos! Y quizás por ser Hanamichi el mayor, gustaba de enseñarle las pocas cosas que a esa edad sabía. Se sentía importante cada vez que su primo le pedía que le escribiera su nombre.

—Kaede —susurró.

Por supuesto. ¿Cómo había podido olvidarlo? Lo primero que aprendió a escribir fue su propio nombre… y luego el de su primo. Hasta ese momento no había recordado cómo sus padres, celosos de que el pelirrojo prefiriera a su primo antes que a sus progenitores, insistieron innumerables veces en que aprendiera a escribir el nombre de ellos a pesar de la falta de interés de Hanamichi en hacerlo.

Sonrió. ¡Había estado tan equivocado el día anterior! Ahora, pensándolo con más calma y luego de lo de anoche, se daba cuenta de que en realidad tenía muchos recuerdos de su primo.

Miró la ventana. La verdad es que se le había ido el tiempo pensando. Definitivamente había amanecido hacía ya un rato. No era común que él, estando en casa de su abuelo, no se hubiera levantado ya.

Pensó que debía despertar a Kaede, pero por su atrevimiento quizás recibiera un golpe. Se lo pensó un poco y llegó a la conclusión de que no le importaba. Si el pelinegro intentaba algo él podría calmarlo con un beso. Sonrío ante esa idea.

—Hey, Kaede… despierta —dijo con suavidad.

—… —nada.

—Kaede —lo llamó con seguridad.

—Ahmmm… —murmuró sin llegar a abrir los ojos.

—Kaede, ya despiértate —dijo con una sonrisa por respuesta recibida.

El pelinegro solo abrió los ojos con evidente enojo, algo perdido en el tiempo y el espacio. Estaba dispuesto a golpear a quienquiera que fuera el que lo había despertado. Pero para su sorpresa, se encontró peligrosamente cerca del pelirrojo, cayendo en cuenta rápidamente de la situación.

—Lo siento, yo… —dijo sonrojado mientras intentaba separarse, comprendiendo que había estado durmiendo abrazado al pelirrojo.

—No te preocupes —contestó mirándolo fijamente y apretando un poco más fuerte su abrazo sobre la cintura de su primo.

—Yo… —más sonrojado aún, comprendió que no se podía mover porque Hana lo estaba abrazando.

—Chicos, a levantarse —interrumpió Shizuka con un golpe en la puerta.

Preocupado por ser descubierto en tan comprometedora situación, Kaede intentó nuevamente alejarse del pelirrojo, pero éste lo sostuvo firme, sin permitirle alejarse.

—Ya vamos, mamá —contestó Hana con tranquilidad.

—Está bien… y no se demoren tanto.

—No, no te preocupes.

El silencio se hizo nuevamente y Kaede miró a su primo.

—¿Por qué lo hiciste? ¿Qué hubiera pasado si entraba? —preguntó pálido.

—Mi mamá respeta mi privacidad, nunca lo haría.

—… —Rukawa solo lo miró un momento, evaluando la veracidad de esta afirmación.

—Deberíamos levantarnos o volverá para insistir —dijo haciendo referencia a su madre.

—Si… —hizo una pausa, tampoco es que tuviera muchas ganas de hacerlo, pero bueno—. Creo que me iré a bañar primero.

—Está bien —dijo mientras soltaba su abrazo para dejarlo libre.

Al ver que Sakuragi no se levantaba, Rukawa pensó que la única forma de salir de la cama sin pasar por sobre el pelirrojo, y que él se aprovechara de ello, era salir por los pies de la cama. Y eso hizo. Revolvió su bolso con sus cosas y se dispuso a ir al baño con sus útiles de aseo… pero no pudo.

Hanamichi se había levantado sin que el pelinegro lo notara y se había ido acercado poco a poco y cautelosamente a él. Y cuando estaba a punto de abrir la puerta, lo tomó fuertemente del brazo y lo giró, dejándolo atrapado entre la puerta y su cuerpo.

Eso fue algo que Kaede no se esperaba, por eso no fue capaz de reaccionar cuando Hana se le acercó lentamente para besarlo. Fue un beso tierno, dulce, lleno de recuerdos y sentimientos, pero sin que ninguno de los dos lo pretendiera comenzó poco a poco a hacerse cada vez más apasionado, hasta que la falta de aire los separó.

Ambos muchachos se separaron levemente para apreciar el leve sonrojo de su compañero. Solo fueron capaces de mirarse sin decir nada.

—Creo que… deberías ir a bañarte —dijo el pelirrojo reaccionando primero.

—Si… —contestó casi por inercia.

Hanamichi le sonrió con cariño y le abrió la puerta para que pudiera salir. Ante eso, Kaede no pudo menos que volver a sonrojarse y murmurar un casi inaudible “gracias”.

Una vez más, el pelirrojo volvió a sonreír, pero esta vez para sí. Ya no pensaba darle más vueltas al asunto. Había recuperado a su primo… con todo lo que eso significaba. Y eso era más que suficiente para él. 

Notas finales:

La masturbación es muy común entre los niños. Los niños, a menudo, comienzan a masturbarse a los 18 meses de edad. Esta práctica se estabiliza cuando los niños llegan a los 3 o 5 años y luego disminuye en frecuencia hasta la pubertad. Los niños se masturban por placer, para tranquilizarse o simplemente para explorarse. Se masturban como parte de la curiosidad natural que sienten por su cuerpo.

 

Además de tener una presencia muy viva dentro de la mitología popular, el incesto es un tema muy interesante de dos disciplinas divergentes: la antropología y el psicoanálisis. Pasando de un lado a otro en estos contextos diferentes, no es de extrañar que el término exacto y su significado se encuentren más borrosos que claros.

Una ambigüedad en este término existe respecto al tipo de actividad sexual que implica [...] En cuanto a lo que nosotros nos atañe, utilizaremos el incesto para significar el contacto sexual entre miembros de la misma familia, incluyendo no solo el coito, sino también la masturbación mutua, el contacto manual-genital u oral-genital, la manipulación sexual, la exhibición y hasta las proposiciones sexuales. La lógica detrás de esta definición está basada en la siguiente consideración: el tabú del incesto de nuestra cultura se aplica a todo contacto sexual entre dos personas para quienes está prohibido, no solamente se refiere al coito.

Otra fuente de confusión es el precisar a las parejas que entran dentro de este tipo de situación. Existe socialmente un acuerdo general, dentro de una ley codificada de que la madre, el padre, hermanas, hermanos, abuelos, tíos y tías, estarían transgrediendo esta ley, pero no es tan claro en el caso de los primos, las relaciones de orden político o las relaciones de adopción. Hace algunas generaciones, los matrimonios entre primos hermanos eran relativamente comunes y aún existen varios Estados hoy en día donde se permite este tipo de enlace. Aún en lugares donde no es permitido, mucha gente siente que dado el relajamiento de los lazos familiares que se extienden dentro de nuestra sociedad contemporánea, el sexo entre primos no se “siente” como incestuoso. Sin embargo, debido a que se debe a un tabú del que casi todo el mundo está consciente, será incluido dentro de nuestra definición de incesto.

El incesto con frecuencia es llamado el “tabú último” o el “tabú universal” o algo similar que lo clasifica como una de las violaciones más graves de las reglas de la sociedad humana. Generalmente es descrito con términos como “horror”, “repulsión”, o algún otro adjetivo fuerte. Sin embargo, es un hecho que el incesto es visto de manera ambivalente. Por una parte, es tratado como una seria amenaza al orden social, lo que en nuestros días significa estar relacionado con una anormalidad psicológica o una degeneración social. Por otra parte, el incesto, a diferencia del abuso sexual del que nunca se hacen burlas, con frecuencia está sujeto a un humor obsceno e indirecto.


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