Hanamichi estaba furioso. Se sentía totalmente frustrado con toda esta situación. No entendía qué demonios le había pasado al pelinegro por la cabeza. Si no quería nada con él, pues debió decírselo de inmediato. Pero no, el muy tarado tenía que esperar a dejarlo así para detenerlo.
Tanto era su enojo, que después de mandar al Rukawa a buena parte había cogido rápidamente sus ropas y desaparecido del lugar. Había dejado su época de pandillero cuando entró al equipo de básquetbol, pero se conocía. Sabía que si se hubiese quedado un minuto más junto al pelinegro, con toda la rabia que sentía, hubiera terminado golpeándolo… con todas sus fuerzas. Y eso no era algo bueno, porque “todas sus fuerzas” era realmente fuerte. Cierto que había discutido y peleado con Kaede durante bastante tiempo, cada vez que tenían oportunidad y cada vez que no. Pero jamás le había golpeado demasiado fuerte.
Sentía que un increíble fuego corría por todas sus venas, pero nada tenía que ver con el fuego de la pasión que sintiera hasta hace unos minutos atrás. Este fuego era peligroso… cuando se encontraba así, se volvía realmente violento.
Se detuvo y miró hacia atrás. Sí, se había alejado bastantes metros de donde se encontraba Rukawa. Soltó la ropa que llevaba en las manos, dejándola caer por cualquier lugar y entonces, sin pensarlo demasiado, se subió a una roca y se arrojó un piquero al río.
Lo había hecho con un único objetivo: que se le bajara la calentura. Lamentablemente para él, eso no sucedió, lo que lo frustró mucho más. Por eso, entre maldiciones por montón, terminó en medio del rio masturbándose para darse la tan ansiada liberación. Aquella que debió llegar placenteramente de la mano de Rukawa, ahora tenía que alcanzarla patéticamente por su propia mano… literalmente.
Gruñendo más maldiciones para el pelinegro, terminó por deshacerse de todos los rastros de semen que podía tener, dejando que el río se los llevara lejos… muy lejos. Miró hacia el cielo. Ojalá pudiera también llevárselos de su memoria. Pero a pesar de que ya había pasado un buen rato, seguía tan furioso como cuando llegó.
Salió del río, pues comenzaba a darle frío. Respiró una, dos, tres veces, con la esperanza de que eso lograra calmarlo aunque fuera un poco, creyó haberlo conseguido… aunque muy, muy poco.
Comenzó a vestirse, y una vez que estuvo listo se recostó sobre el pasto. En un intento de despejar su mente para que esta dejara de pensar en lo sucedido, comenzó a mirar las nubes con atención. Pasaban con calma, una tras otra. Algunas más grandes, otras más pequeñas. Y sus favoritas, aquellas que parecían hechas de algodón. Así, sin darse cuenta, se quedó dormido.
~*~
Volvió a mirar el cielo. Definitivamente habían pasado un par de horas y el pelirrojo aún no volvía por él. Estaba seguro de que a pesar de todo, Hana no lo dejaría abandonado a su suerte. Sin quererlo, su vista se posó en Akai, que seguía andando por los alrededores de una manera inquieta. Suspiró. Si Hana volvía, no tenía la certeza de que fuera precisamente por él.
~*~
Un poco desorientado, abrió los ojos. Sacudió la cabeza, le dolía bastante y sabía perfectamente por qué. Suspiró profundamente. No podía evitar sentirse enojado, pero podía evitar explotar y eso era lo que tenía que hacer.
Se levantó y automáticamente se llevó una mano a la cabeza. Sintió como si le hubieran dando un fuerte golpe. Genial, eso era lo único que le faltaba. Suspiró. Y tratando de buscar un poco de paciencia en su interior, volvió por sobre sus pasos para ir en busca de Kaede.
Lo vio al pie de un árbol, con la cabeza cacha y abrazándose a sí mismo. Pensó que tal vez debería de darle un poco de pena, pero eso no pasó. Akai relinchó fuertemente al verlo acercarse y eso hizo que el pelinegro levantara la cabeza, lo vio ponerse rápidamente de pie. Él ya estaba llegando a su lado.
—Vamos —dijo Hana en cuanto estuvo lo suficientemente cerca, evitando que Rukawa se le adelantara.
—Hana, yo… —pero no pudo terminar.
—En silencio —dijo entre dientes, sabiendo que lo próximo que saliera de su boca iba a ser una sarta de insultos hacia el pelinegro… acompañado de golpes.
Kaede debió de comprenderlo así, pues en silencio, agachó la vista avergonzado. Vio como el pelirrojo se alejaba en dirección a Akai, que seguía inquieto, pero sorprendentemente no le hacía nada a su dueño. Lo vio montarse, entonces se acercó rápidamente hasta él, pero a unos metros del caballo se detuvo.
Akai levantó las patas delanteras mientras relinchaba nervioso. Sakuragi le acarició la cabeza mientras le murmuraba un par de cosas que Rukawa no pudo comprender. Asustado por la reacción del animal, el pelinegro se había quedado plantado en su lugar, por eso fue Hanamichi el que se acercó con el caballo. Cuando llegó a su lado, vio como le estiraba una mano para que se subiera atrás de él. Kaede tomó la mano que se le ofrecía, pero el pelirrojo lo soltó rápidamente una vez que se había montado… como si quemara.
Sakuragi tomó las riendas con seguridad y dio un par de patadas al animal, que comenzó a correr rápidamente en dirección a la casa. Con miedo de la reacción de ambos, Hanamichi y Akai, Rukawa se sujetó firmemente de la cintura del pelirrojo, temiendo que eso lo molestara más. No se equivocó. Podía escuchar claramente cómo su primo murmuraba varias frases inentendibles.
Llegaron a las caballerizas en lo que al pelinegro le pareció un tiempo record. Hanamichi se bajó rápidamente de Akai y esperó impaciente a que Rukawa hiciera lo mismo. Con algo de dificultad, Kaede puso ambos pies en el suelo, para cuando quiso hablarle nuevamente a Sakuragi, solo se encontró con su espalda.
Lo siguió con la vista. Vio cómo se acercaba a uno de los trabajadores y le entregaba al caballo. Luego comenzó a caminar hacia la salida. Rukawa se apresuró a alcanzarlo. Realmente quería hablarle, explicarse y disculparse, pero no sabía cómo. Cuando estaban a medio camino de la casa, tomó una gran bocanada de aire y se armó de valor.
—Hanam… —pero no pudo terminar ni siquiera de decir su nombre.
El pelirrojo, que caminaba delante de él, se detuvo de pronto y se dio una rápida vuelta para enfrentarlo. Su mirada… Rukawa nunca había sentido miedo de una simple mirada. Aunque la verdad es que esta no tenía mucho de simple: era fuego puro, un volcán a punto de explotar. Comprendió su equivocación y bajó la vista. Aun así, escuchó los pasos de Sakuragi al continuar su marcha. Él solamente lo siguió.
Cuando llegaron a la casa, el pelirrojo simplemente desapareció. No volvió a verlo el resto de la tarde.
~*~
—¿Hana? —llamó su abuelo entrando a su despacho.
—Dime, abuelo —contestó como si nada.
—¿Ocurre algo? —preguntó preocupado. Le parecía como si se estuviera escondiendo.
—Nada —mintió descaradamente.
—¿Seguro? —su actitud le parecía extraña.
—Si… solo pensaba en lo extraño de toda esta situación —eso no era del todo mentira.
—Ah… bueno, son problemas del pasado, tú no te preocupes por ellos —dijo de forma tan seria que le dio a entender que tampoco obtendría información de él.
—Mmmm… —murmuró sin sorprenderse en extremo.
—Ah, cierto… a lo que venía. Tú madre dice que ya es hora de irse.
—¿Si? —preguntó sorprendido, a pesar de todo, la tarde se le había ido volando.
—Si… —murmuró con pesar.
—Vendremos el próximo mes, no pongas esa cara —dijo sonriéndole.
—Lo sé —le sonrió de vuelta.
—¡Genial! —exclamó la madre del pelirrojo entrando al despacho—. Papá, te mandé a buscar a Hana y resulta que se quedan conversando.
—Ya, ya, si solo nos estábamos despidiendo —dijo Hiroshi.
Mientras su madre y su abuelo se quedaban “discutiendo” en el despacho, Hanamichi fue rápidamente a su habitación para arreglar sus cosas. Si es que a lo que estaba haciendo se le podía llamar así. No estaba de ánimos, así que simplemente metió todas las cosas en el bolso como fuera. Lo tomó y salió para encontrarse con los demás en la entrada.
—¡Hana! Casi no jugamos —dijo haciendo un berrinche Rika.
—Lo haremos la próxima vez, pequeña —dijo tranquilizándola.
—Falta demasiado —dijo inflando las mejillas.
—Tal vez te vaya a ver alguno de estos días —dijo sabiendo que eso iba a hacer que se serenara.
—¡Eso está mejor! —dijo con una enorme sonrisa.
Después de esa pequeña escena, Rika y su madre subieron a su auto y se fueron. Pero en el exacto momento en que el pelirrojo se despedía de su abuelo, aparecieron en el lugar Kaede y su madre… con sus bolsos. El pelirrojo miró a su madre, cómo preguntándole qué significaba eso.
—Pasaremos a dejarlos —contestó a la muda pregunta de su hijo.
Sakuragi no dijo nada y continuó en lo que estaba. Luego de eso, salió calmadamente de la casa, simulando todo lo que pudo el hecho de que quería ser el primero en llegar al vehículo.
Cuando su padre le quitó la alarma y el seguro al auto, Hanamichi se subió de inmediato al asiento del copiloto. Su padre lo miró sorprendido, sabía que él prefería viajar atrás.
—Estoy cansado y sé que ellas tendrán cosas de las que hablar —dijo levantando los hombros.
No se equivocó del todo. Shizuka y Yumiko hicieron todo el viaje conversando de cosas simples, el resto simplemente se mantenía atento a otras cosas. Mientras Kaito manejaba prudentemente, el pelinegro iba mirando el paisaje exterior. Hanamichi por su parte, simulaba estar descansando mientras se mantenía con la cabeza hacia atrás y los ojos cerrados. Por eso mismo es que no sabía exactamente en qué parte iban, hasta que su madre le habló.
—Cariño… —dijo mientras le movía suavemente el hombro.
—Dime… —abrió los ojos y miró por el espejo retrovisor.
—Tu tía y tu primo se bajan.
—Okey —dijo mientras se volteaba y simulaba una pequeña sonrisa—. Hasta pronto, tía Yumiko. Nos vemos, Kaede.
—Adiós, cielo —dijo su tía suavemente y con una sonrisa sumamente dulce.
—Nos vemos, Hanamichi —murmuró turbado por escuchar su nombre, el cual había tenido un leve tono irónico.
Luego, Rukawa y su madre se bajaron. Solo en ese instante el pelirrojo miró donde estaban, pues realmente no tenía idea. Miró atentamente y comprendió que estaban en una zona de clase media, más baja que alta. Suspiró, podía considerarse que el resto de la familia tenía los ingresos suficientes como para vivir holgadamente y darse no precisamente pequeños lujos… como el apartamento de Sakuragi.
Volvió a mirar. No es que el lugar estuviera descuidado ni mucho menos, solo que esos departamentos se veían bastantes antiguos y pequeños. Además, saltaba a la vista que en ellos vivían muchas personas. Hanamichi se preguntó a qué se debía el hecho de que ellos vivieran allí y si es que eso tendría algo que ver con que su tía y su primo hubieran perdido contacto con el resto de la familia por tanto tiempo.
Sin darse cuenta, el vehículo se puso nuevamente en marcha. Volvió a acomodarse tal como estaba antes, sabía que su madre iba a preguntar y él no tenía ganas de hablar. Lamentablemente, al sentirse ignorada por su hijo, Shizuka sintió aún más curiosidad y no lo pudo evitar.
—¿Hanamichi? —lo llamó con calma, pero con cierto tono de seriedad que no permitía ser ignorado.
—Dime… —dijo moverse ni un ápice.
—¿Pasó algo?
—Tuvimos una pequeña discusión —su madre lo conocía, así que mejor se ahorraba saliva y le decía la verdad… o parte de ella.
—¿Fue muy grave? —preguntó preocupada.
—No, no te preocupes. Lo vamos a arreglar… pero no hoy —dijo sabiendo que él necesitaba calmarse antes de hablar.
—Bien —dijo conociendo a su hijo y sabiendo que solo necesitaba tiempo.
El resto del camino hasta el departamento del pelirrojo lo hicieron en silencio. Cuando éste se bajó, se despidió cariñosamente de sus padres, sabiendo que su madre lo llamaría todos los días solo para saludarlo y que volverían a encontrarse el próximo fin de semana para ponerse al día.
~*~
—¿Qué le hiciste a Hana? —preguntó Yumiko molesta mientras entraban al departamento.
—Nada —dijo simplemente mientras caminaba a su habitación.
—Más te vale —dijo amenazante.
—… —en silencio se volteó a verla.
—Es el favorito de tu abuelo, no quiero que por el simple hecho de que se te ocurra molestarlo él se vaya a enojar. No quiero perder a mi familia de nuevo por tu culpa —dijo seriamente.
—Ya… —dijo bajando la cabeza, no estaba acostumbrado a sus largos sermones.
—Voy a salir con mis amigas —dijo mientras caminaba hasta su habitación—. Busca algo en el refrigerador y cómelo.
—Veré que hay… —contestó sabiendo que las opciones no eran muchas.
Encontró una fuente con un poco de arroz del viernes. La destapó y cuando comprobó que se podía comer, se dispuso a calentarla. En eso estaba cuando vio a su madre pasar, definitivamente iba vestida para la ocasión, pensó. Sabía que salía con sus amigas con un solo propósito: todas ellas buscaban novio.
—Nos vemos —dijo mientras salía y daba un leve portazo.
—Nos vemos… —contestó a la nada.
El pelinegro suspiró. No podía evitar pensar el por qué de su actitud cada vez que hacía eso. Aunque hoy no tenía muchas ganas de pensar. Así que simplemente acalló su mente y se dirigió con su plato de comida hasta el living. Prendió la televisión para ver si eso lo distraía un poco. En cierta medida lo logró, porque luego de comer y bañarse, simplemente se quedó dormido sin más dilación.
~*~
En cuanto Hanamichi llegó al departamento abrió el refrigerador y sacó una pera que se comió en un par de mordiscos. Tenía hambre, pero antes quería bañarse.
Después de disfrutar de un relajante baño tibio, se puso su pijama y caminó hasta la cocina. Abrió la despensa y se decidió por unos fideos. Tampoco tenía ganas de cocinar algo muy elaborado. Estaba mentalmente cansado.
Mientras esperaba que su cena estuviera lista, preparó la mesa, encendió la televisión y colocó un partido de la NBA. Tanto se abstrajo que casi se le quema su comida, algo que rara vez le pasaba.
Llevó sus fideos hasta la mesa y luego volvió por un vaso de jugo. Solo se levantó cuando el partido que estaba viendo hubo terminado. Miró el reloj y vio que se le había pasado la hora. Se levantó de la mesa, llevando todo hasta el fregadero, ya mañana la lavaría. Apagó la televisión, las luces y se fue a acostar.
Suspiró. Sabía que mañana no había nada que pudiera hacer. Inevitablemente se iba a encontrar con Rukawa en el entrenamiento… y tendrían que hablar. Volvió a suspirar una vez más. Tal vez era mejor así, hablar lo más pronto posible. Si no lo hacían, sabía que irremediablemente iban a comenzar a separarse. Y estaba la opción de perder a su primo nuevamente… y esta vez para siempre.