Ese día lunes, al abrir los ojos, Hanamichi se levantó con ánimos renovados. Recordó todo lo que había vivido ese último fin de semana y llegó a la conclusión, una vez más, de que todo había sido demasiado. Demasiados pensamientos, demasiados recuerdos, pero por sobre todo… demasiados sentimientos.
Entonces pensó en Kaede. Lo que había sucedido el día anterior aún no podía considerarlo en el pasado. Pero definitivamente era capaz de reconocer que el hecho ya no lo alteraba de esa forma excesivamente peligrosa que él tan bien conocía.
Con pereza se levantó para darse una rápida ducha y terminar de despertarse de una vez. Al volver a su habitación miró el reloj y cayó en cuenta de que ya se había atrasado… otra vez. Se vistió rápidamente con el uniforme de la preparatoria y del refrigerador cogió una fruta que, para cuando se despidió del conserje, ya no existía.
A mitad del trayecto se encontró con su Gundum. El pelirrojo había madurado, y con él lo habían hecho el resto de los chicos. Como su líder ya no estaba en una constante búsqueda de peleas callejeras, ellos tampoco. Por esa misma razón Noma estaba de novio con la hermana de Ookus, quien a su vez había encontrado novia, cuya hermana menor era a su vez pretendida por Takamiya. Yohei por su parte estaba cortejando a una chica, no había querido decir quién, la cual al parecer, también demostraba cierto interés en el chico.
Todas esas razones, sumado al poco tiempo libre que Sakuragi tenía como capitán del equipo de basquetbol, hacían que el tiempo que pasaban juntos se redujera considerablemente. Aun así, cada vez que tenían la oportunidad de reunirse lo hacían, sacando el máximo de provecho a esos escasos momentos.
El resto del camino hasta la preparatoria lo hicieron en medio de bromas, mientras cada uno de los muchachos contaba cómo iba el avance con cada una de las muchachas.
—Tú también deberías buscarte una chica, Hana —dijo el rubio ante los escasos comentarios que su amigo estaba haciendo.
—No tengo tiempo para chicas… —dijo con cierto tono de indiferencia.
—¿Ocurrió algo? —preguntó Yohei siempre más perceptivo.
—Problemas familiares… —contestó sin ánimos de explicar la situación ni mucho menos todo lo que pasaba por su cabeza.
Sakuragi sabía que si empezaba a hablar, pronto estaría contándoles lo que pasó con Kaede… y no tenía ganas de dar ese tipo de explicaciones. El resto de los muchachos solo se miró sin decir nada, sabían que cuando él quisiera hablar, lo haría. No era necesario que lo presionaran, a fin de cuentas, lo único que conseguirían con eso sería hacerlo enfadar.
Cuando llegaron al tercer piso, Ookus, Noma y Takamiya se despidieron doblando hacia la derecha, mientras que Hana y Yohei lo hacían hacia la izquierda. Ellos tenían clases juntos.
~*~
Sakuragi entró al salón y se dejó caer pesadamente en su lugar. Una vez más, su asiento era el último al lado de la ventana. Miró hacia afuera y vio que, en ese preciso instante, Rukawa entraba a la preparatoria montado en su bicicleta. Como no, iba dormido. Por eso los estudiantes se hacían rápidamente a un lado al verlo llegar. Sonrió. Ya nadie gastaba tiempo ni palabras en reclamarle su actitud. Después de tres años, ya todo el mundo se había acostumbrado a esa rutina. Incluso él.
Mientras seguía mirando a través de la ventana, perdido en sus pensamientos, no fue consciente de que Yohei, preocupado, no le quitaba la vista de encima. Lamentó que precisamente ese día le tocara cuidar a sus hermanos menores luego de clases, le hubiera gustado hablar tranquilamente con Hanamichi, que no dijo nada durante toda la clase. Por eso mismo, el pelinegro no pudo hacer nada más que dedicarse a observar atentamente a su pelirrojo amigo que se pasó la totalidad del día perdido en sus pensamientos.
~*~
Hanamichi llegó el primero al gimnasio. No se sorprendió. Siempre había sido así… siempre desde que se había convertido en el capitán del equipo. La mayoría de las veces, Rukawa llegaba un poco después que él, pero estaba seguro de que hoy no sería así. Y no se equivocó. Al verse solo, tuvo que preparar los materiales para el entrenamiento él mismo.
Poco a poco fueron llegando los enérgicos jugadores. Una sonrisa maliciosa asomó en los labios de Sakuragi. Él tenía tanta o más energía que ellos y pretendía exprimirlos al máximo ese día.
El pelirrojo miró su reloj. Estaba a punto de gritar para reunir a los muchachos cuando apareció Kaede. Como siempre… con su perfecta cara de “nada me importa y nada me afecta”. Como el Rey del Hielo que se supone que era. Hana sabía que no era así.
—Llegas tarde, Zorro —dijo como si nada.
—… —le dedicó una gélida mirada.
—¡Muchachos!
El fuerte grito que diera Sakuragi los tuvo a todos reunidos en un instante. Dio las instrucciones para ese día. Después de correr alrededor de la duela y calentar unos minutos, harían un exigente entrenamiento. Ese día finalizarían con un partido conformado por grupos al azar.
Todo el entrenamiento se realizó sin problemas. Hasta que llegó el momento del partido. Por una cuestión práctica, Hanamichi y Kaede nunca jugaban juntos. Hacerlo era darle automáticamente la victoria a su equipo y esa no era la idea.
Cada vez que el pelirrojo se acercaba a Rukawa para marcarlo, éste cometía un error. Algo que rara vez se veía en el pelinegro, ese día se había observado en ya más de una ocasión. El último gran error que había cometido fue una falta, sin intención por supuesto, pero que acabó con él dándole un fuerte codazo en las costillas a Sakuragi.
—¡¿Se puede saber qué diablos te pasa, Rukawa?! —dijo repitiendo inconscientemente la pregunta que le había hecho junto al río el día anterior.
—… —no contestó porque no pudo. La sorpresa fue demasiada.
—Rukawa, ¿te encuentras bien? —dijo Haruko acercándose rauda—. Estás pálido.
—Si… —dijo casi en automático—. Estoy bien.
—No, Rukawa, no lo estás —dijo el pelirrojo preocupándose un poco. Ahora que la castaña lo decía se percataba que en realidad estaba más pálido que lo habitual—. Vete a la banca.
—Estoy bien —repitió lo más calmadamente que pudo.
—No fue una pregunta, fue una orden —dijo tranquilamente, luego se acercó al pelinegro para que solo él pudiera oírle—. Me preocupo por ti.
—… —sus mejillas tomaron nuevamente un poco de color, sorprendido por las palabras de Sakuragi, su primo. Suspiró.
—Pon atención al partido, porque necesitaré tu opinión —agregó mientras volvía al juego.
Después de esas últimas palabras, Rukawa se dio la vuelta como si nada y se sentó en la banca.
~*~
Kaede miraba atentamente el juego mientras su mente vagaba por sus pensamientos… que no eran pocos.
Quería hablar con Hanamichi. Tenía que hacerlo. Sentía que le debía una explicación y que en cierta medida se la debía a sí mismo. Lo único que esperaba es que su primo estuviera dispuesto a escuchar todo lo que tenía que decir, que lo comprendiera y que lo perdonara, porque solo así, él podría también perdonarse.
Sabía que había cometido muchos errores en el juego, pero es que simplemente no había podido evitarlo. Cuando el pelirrojo se le acercaba, él se ponía extremadamente nervioso. Suficiente tenía con intentar mantener su cara de póker y su fría mirada. A punta de esfuerzo se había ganado el apodo del Rey del Hielo, no iba a perderlo por algo tan simple.
Suspiró. Decir que estaba mirando atentamente el juego era precisamente eso, una forma de decir. Porque lo que en realidad estaba mirando era a Sakuragi. El estúpido pelirrojo tenía una manera muy sensual de jugar y recién ahora lo estaba notando. Quizás era porque antes no le interesaba, o quizás porque no le interesaban los hombres. ¡Bah! A quién quería engañar. No le interesaba nadie.
Pero ese fin de semana todo había cambiado para él. Creyó que iba a reencontrarse con su familia, pero de sus recuerdos estaba totalmente borrado el hecho de que tenía un primo tan… “juguetón”. Pero ese no hubiera sido un gran problema si él no se hubiera dejado hacer. Debió de haberlo detenido inmediatamente, cuando lo masturbó en la noche… o cuando lo besó en la mañana… o cuando llegaron al río y casi…
Inconscientemente llevó ambas manos hasta su cabeza para sostenerla y detuvo ahí sus pensamientos.
No podía decir que todo lo que había sucedido era culpa del pelirrojo. Porque él era tanto o más culpable por haberle permitido todo “eso”. Tembló ante sus pensamientos. Esos que tanto intentaba reprimir, pero que por alguna extraña razón, volvían a atorméntalo una y otra vez.
Volvió su vista a la duela en el momento exacto en que se daba por finalizado el encuentro. Suspiró y se volvió a repetir que tenía que hablar con Sakuragi ese mismo día. Tenía la vaga esperanza de que si se lo repetía un montón de veces, inevitablemente, iba a terminar por hacerse a la idea… y quizás hasta le diera un poco de valor.
—Bien, eso es todo por hoy —dijo Sakuragi—. Pueden retirarse.
Todos los muchachos, cansados con el entrenamiento, se retiraron hasta los vestidores. En un descuido del pelirrojo, Rukawa hizo lo mismo. Al llegar, comprobó que ya estaban todas las duchas ocupadas, así que se sentó en una de las bancas a esperar pacientemente su turno. Cuando este llegó, se bañó raudo. Después de darle muchas vueltas al asunto, lo único que quería era solucionar el bendito problema de una vez. Así que cuanto antes estuviera listo, mejor. Se vistió y metió sus cosas en el casillero de cualquier manera.
Vio como salían del vestuario sus últimos compañeros, entonces lo hizo. Llenó sus pulmones de aire y se dirigió a la puerta, tomó la manilla, pero no fue él quien la giró. Desde el otro lado, alguien estaba abriendo para entrar. Era Hanamichi.
Se miraron un segundo sin decir nada.
Ruwaka fue el primero en desviar la mirada, avergonzado, mostrando un leve sonrojo.
—No es normal que no mires a los ojos —dijo tranquilamente el pelirrojo.
—Sí, bueno… tampoco es normal todo lo que pasó el fin de semana —dijo haciendo referencia a que hablaba desde el momento en que llegara a la casa, comprendiendo que mientras antes comenzaran a hablar, mejor.
—Han sido muchas cosas…
Hanamichi entró definitivamente al vestuario y dio un par de pasos, acercándose a una pared para apoyar su espalda en ella.
El pelinegro siguió con la mirada a su compañero mientras se hacía un pequeño silencio. Suspiró y entonces caminó hasta una de las bancas, ubicándose aproximadamente a un metro del pelirrojo. Se sentó apoyando sus brazos en sus piernas y mirando hacia abajo. Aún no se sentía capaz de enfrentarlo del todo. Sabía que si lo miraba se pondría nervioso y cuando eso sucediera no iba a ser capaz de decir nada de todo lo que quería decir.
—¿Cómo lo llevas? —preguntó Hanamichi.
—Bueno… no sabría decirlo. Realmente han sido muchas cosas. No he tenido tiempo de procesar ninguna de ellas —dijo jugueteando con sus manos.
—Supongo que tampoco te lo hace fácil el hecho de que yo sea tu primo.
—No… no lo hace. Si he de ser sincero, hubiera preferido que fuera alguien que no conozco.
—Sé que no sería la opción de nadie —dijo con un leve tono de tristeza.
—No es eso. No es que me moleste el hecho de que mi primo seas precisamente tú. Sé que empezamos llevándonos mal, pero mejoramos al sentir una obligación con el equipo. Sé que si no teníamos ningún tipo de relación fuera de la cancha era porque no queríamos. Sé que no somos las personas que aparentamos ser. Y sé que todo esto tú también lo sabes.
—Pero aun así hubieses preferido a cualquier desconocido como tu primo.
—Si… hubiese preferido encontrarme con cualquier otro. Así no hubiera tenido que cuestionarme cómo pude haber sido tan estúpido. Cómo pude haber pasado tres años con mi primo a mi lado sin saberlo. Me molesta. Me molesta saber que te pude haber encontrado mucho antes de este fin de semana.
El pelinegro tenía las manos empuñadas. El tranquilo tono de voz con que estaba dando toda esa explicación no se condecía con la rabia que sentía en ese momento y la cual, por distintas razones, no había podido liberar. Acababa de decir lo primero que se le pasaba por la cabeza… y por el corazón. No tenía muy claro si es que había sido capaz de expresarse lo suficientemente bien, porque debido al silencio de Hanamichi comenzaba a cuestionarse si sus palabras habían sido las correctas… si habían logrado alcanzarle.
El pelirrojo miraba atentamente a Kaede. Le sorprendía que fuera capaz de hablar tanto, mucho más de decir lo que sentía. Pero por sobre todo, le sorprendía que estuviera pensando lo mismo que él. Si la conversación hubiese comenzado a la inversa, no se hubiese sorprendido en exceso de terminar expresándose igual que Rukawa. Si hubiese tenido que decirlo él, no sabía si hubiera podido hacerlo mejor.
—Si te hace sentir mejor… yo me siento exactamente igual —dijo Hanamichi, desviando por primera vez la vista del pelinegro.
—No lo sé… la posición en la que estamos es totalmente distinta una de la otra —volvió a apretar fuertemente sus puños.
—No entiendo a qué te refieres —estaba algo confundido ante esa frase a medias del pelinegro.
—No importa. De todos modos es irrelevante en esta conversación —dijo mientras levantaba la cabeza que, desde que se sentara, había mantenido gacha.
—Bien… —decidió pasar por alto su reticencia a hablar de eso, pues tenía otro asunto más importante—. Entonces dime, ¿qué es importante en esta conversación?
—Bueno, es… —no sabía cómo decirlo sin decirlo, pues se avergonzaba solo de pensar en eso—. Es lo que pasó y no debió haber pasado.
—No entiendo a qué te refieres. ¿A que te haya besado? ¿A que te haya masturbado? ¿A que casi lo hayamos hecho en el río? ¿A qué? —preguntó como quién pregunta sobre el clima.
—Me refiero a… —bajó aún más la cabeza para ocultar el evidente sonrojo que le alcanzaba hasta las orejas—. A todo, en realidad.
—Sigo sin entender —dijo con calma.
—Es simple, no debió haber pasado… nada de eso.
—No, no, lo que no entiendo es por qué.
—¿Por qué? —dijo alzando la cabeza sorprendido por la pregunta.
—Si, por qué.
—Porque somos primos —a él le parecía obvio.
—¿Y qué con eso?
—¡Pues que los primos no hacen…! —pero no pudo terminar la idea. Con dos zancadas Hanamichi se había acercado hasta llegar a su lado, se había agachado y había puesto uno de sus dedos en los labios del pelinegro para impedirle continuar.
—No termino de entender muy bien cuál es el problema, así que vamos a ir por partes —dijo tranquilamente. Se había propuesto un objetivo para esa conversación y estaba dispuesto a conseguirlo. Para eso debía ir con calma, haciéndole ver a Rukawa que las cosas no eran blancas o negras como él creía—. ¿Si?
—… —se tomó un segundo para recuperarse de la sorpresa. En verdad que el pelirrojo había cambiado mucho en esos años, realmente había madurado. Asintió con la cabeza, pues Hanamichi aún mantenía su dedo sobre sus labios.
—Bien, empecemos con el beso —consideró que eso era lo de menos importancia y, por tanto, con lo que más fácilmente podrían llegar a un acuerdo—. ¿Cuál es el problema con los besos?
—Que somos primos —dijo simple.
—Hay países en que los padres besan a sus hijos en la boca, incluso besan a otros familiares o a sus amigos cercanos. Te parece extraño porque no es algo que veas aquí, pero eso no significa que esté mal hacerlo —explicó tranquilamente.
—… —no supo cómo rebatirlo. Sabía que tenía razón.
—Entonces lo que sigue. ¿Qué hay de malo con masturbarse? —preguntó a pesar de saber cuál sería la respuesta.
—Que somos primos —repitió bajando la cabeza, avergonzado ante el recuerdo.
—Bueno, masturbarse frente a otra persona de confianza es más común de lo que crees, aunque no sé qué hay del hecho de que esa otra persona te masturbe —dijo con sinceridad—. Lo que sí sé es que no hay nada de malo, no puede haberlo, en el hecho de ser masturbado por otra persona, hombre o mujer, si eso te gusta.
—… —no supo qué decir. Tampoco hubiese podido decirlo de haberlo sabido, la vergüenza no se lo permitía, menos aún si Hanamichi estaba agachado frente a él siendo testigo del furioso rojo que envolvía su rostro.
—¿Y qué hay de lo último? —dijo para no abochornarlo más—. ¿Me vas a decir que los primos no lo hacen?
—¡Es que no lo hacen! —dijo alzando la vista.
—Todo está en tu cabeza, Kaede —dijo mientras se ponía de pie.
—¿Qué? —preguntó confundido—. ¿Me estás diciendo que el hecho de que seamos primos es algo que solo ocurre en mi cabeza?
—No, no es eso lo que digo —suspiró.
—¿Entonces? —preguntó un poco molesto.
—Dame un segundo, te explico en seguida, antes quiero hacerte una propuesta.
—¿Una propuesta? —no entendía cómo es que Hanamichi había saltado del importante tema que estaban tratando a esto.
—Sí, una propuesta —dijo mientras sonreía misterioso.