Hanamichi abrió la puerta de su departamento y se hizo a un lado. Yohei entró como si aquella fuera su casa, así se lo había hecho sentir siempre el pelirrojo, además, no era esta la primera vez que iba y estaba seguro de que tampoco sería la última.
—Me prepararé un café, ¿quieres?
—Por favor… —aceptó, luego agregó—. Creo que lo necesitaremos.
—¡Jajajaja! Sí, creo que sí.
Yohei se sentó en uno de los sillones y vio a su amigo trastear en la cocina. Siguió atentamente cada uno de sus movimientos, hasta que finalmente se sentó frente a él en otro de los sillones.
—Parece que no tienes prisa —comentó, dándole a entender que había notado que alargaba ese momento todo lo posible.
—Sí, bueno… —no supo cómo justificarse.
—Sabes que en otras circunstancias no me molestaría, pero mañana tenemos clases —dijo tomando uno de los sándwiches que el pelirrojo había preparado.
—… —momentáneamente se hizo un tenso silencio—. Es complicado.
—Déjame recordarte que somos amigos desde hace mucho tiempo y hemos sobrevivido a varias situaciones “complicadas” como tú las llamas.
—Creo que esto es diferente.
—Solo dilo y ya —le apremió mientras le daba un sorbo a su café.
—Rukawa y yo somos primos —soltó como si nada.
Yohei, que no se esperaba esa noticia, no pudo evitar trapicarse con el café que tenía en la boca.
—Bueno… eso no me lo esperaba, pero tampoco es tan complicado —dijo luego de limpiarse con una servilleta que Hanamichi le entregó—. ¿Por qué no nos lo dijiste?
—Porque no lo sabía.
—… —el pelinegro mantuvo silencio, esperando que Hanamichi se explayara un poco más en su historia.
—Me enteré este fin de semana —dijo encogiendo los hombros—. Apenas si recordaba que tenía un primo, dejé de verlo cuando tenía 5 años y nunca supe el por qué. De hecho aún no lo sé… nadie en la familia parece dispuesto a hablar de ese tema —agregó casi para sí.
—Tu cara de desconcierto debe haber sido memorable… imagino que quisieron matarse en el mismo momento en que se encontraron —dijo con una leve sonrisa en su rostro.
—No —dijo simplemente.
—¿Cómo que no? —preguntó confundido.
—Te digo que es complicado —suspiró.
Entonces, le contó todo lo que había sucedido, omitiendo “cierto detalle”. También le narró de sus historias con su pequeño primo, por supuesto, sin mencionar de sus “jugarretas”.
Después de haber terminado, Yohei entendía más o menos a qué se refería su amigo con que era “complicado”. Se imaginaba que después de odiarse a muerte por tanto tiempo, enterarse que Rukawa era su querido primo no era precisamente la mejor noticia. Aun así, no le parecía tan terrible. Sentía que había algo más, eran amigos desde hace demasiado como para no conocerlo y saber que había algo que se callaba.
—Entonces… ¿desde ahora son amigos? —preguntó Yohei, tratando de comprender.
—Mmm… más o menos.
—… —Yohei solo lo miró.
—Si —dijo seguro, pero luego se arrepintió—. Bueno, no precisamente.
—… —el pelinegro levantó una de sus cejas.
—Es complicado —repitió.
—Hana… —dijo como si lo regañara—. Reconozco que la situación es algo extraña y que seguramente quieres hablarlo con alguien, pero también sé que no es eso lo que te tiene tan complicado. ¿Qué es lo que sucedió en realidad?
El pelirrojo suspiró, debatiéndose entre qué decir y cómo decirlo, porque realmente quería contárselo. Solo esperaba que su amigo no lo juzgara, porque necesitaba su consejo. Sabía que Yohei era más centrado y frío que él y podría ayudarlo a ver toda esta situación de una forma más… objetiva.
—Cuando éramos pequeños… —comenzó— solíamos jugar.
—Eso es normal —comentó levantando los hombros, sin entender el verdadero significado de la frase de Hanamichi.
—Y aunque era un juego muy inusual, era entretenido —continuó como si nada—. Pero hay un problema, era un juego inapropiado.
—¿Por qué? —preguntó temiendo que ahí empezaba el verdadero problema de su amigo.
—Porque a los 5 años no se supone que sepas lo que es la masturbación, mucho menos que juegues a masturbarte con tu primo de 4 años.
—… —la sorpresa se reflejó en el rostro del pelinegro, no supo qué decir.
—¿Tú qué opinas? —preguntó, esperando que su amigo no se molestara, para poder así seguir con la segunda parte de la confesión.
—Bueno, es… algo que no me esperaba, pero supongo que es algo normal a esa edad, digo… descubres tu cuerpo y todo eso. Además, si tenían casi la misma edad, me imagino que tampoco es tan extraño que lo hicieran juntos —dijo levantando sus hombros.
—Supongo que tienes razón —comentó como si nada—. ¿Qué pensarías si te digo que estuvimos “jugando” este fin de semana?
—¡¿Qué…?! —ahora si la sorpresa fue evidente, sentía que eran demasiadas novedades para una noche.
—Eso, estuvimos masturbándonos… bueno, quizás debería decir que yo lo masturbé.
—Ahora entiendo a qué te refieres con que es complicado.
—Sí, bueno, aún hay más.
—¿Más? —creía que solo había una cosa que podía ser—. ¿Ustedes tuvieron…?
—Déjame contarte lo que me callé —le interrumpió, pues sabía que la frase de su amigo terminaba con la palabra “sexo”.
—Está bien —dijo algo confundido.
Entonces Sakuragi le contó todo lo que antes no le había contado. Y aunque el pelirrojo no lo dijo de forma literal, Yohei entendió, finalmente comprendió, por qué la situación era complicada.
—¿Por qué le pediste que mantuvieran una relación? —preguntó para hacerlo hablar.
—Para ayudarlo —dijo desviando su mirada.
—¡Ah! ¿Y estás dispuesto a acostarte con él solo por ayudarlo? —dijo claramente sin creerle.
—Sí, bueno… —se tomó un segundo para luego agregar—. También porque me gusta.
—Por favor, Hanamichi —le pidió—. Llevamos horas hablando, te has dado vueltas y vueltas para contarme solo un par de cosas cuando fuiste tú quien me pidió hablar y ahora ni siquiera estás siendo sincero.
—… —no dijo nada, pues sabía que su amigo tenía razón. El que él se enojara era algo que no estaba totalmente fuera de sus planes.
—Estás enamorado, ¿cierto?
—Siempre lo estuve.
—Eras un niño.
—Puede ser, pero lo estaba… y lo estoy.
—Sigo sin entender.
—Dejando de lado nuestros juegos, nunca estuve realmente interesado por otra persona, ni hombre ni mujer…
—Sin embargo te le declaraste a 50 chicas —le interrumpió.
—Sentía una especie de vacío en mi interior y no podía comprender el por qué. Si buscaba a una chica, es porque buscaba una forma de llenar ese vacío. Cuando vi a Rukawa de la forma en que lo vi este fin de semana, como aquel primo que tanto había querido y que había dejado de ver, lo recordé. Recordé que él era el único que me hacía sentir especial de una forma romántica, claro, dentro de lo que eso puede significar para un niño de 5 años.
—… —Yohei solo lo miró, intentando seguir el hilo de sus pensamientos y sentimientos.
—Te lo voy a decir de una forma más simple. Tenía 5 años y cuando iba a la casa de mi abuelo, noche tras noche, no podía evitar pensar que quería pasar el resto de mi vida así, durmiendo con Rukawa. Quería que al llegar a casa luego de trabajar y que él me recibiera con un beso, como veía que lo hacían mi madre y mi padre. Tampoco podía dejar de imaginar que, cuando nos hiciéramos viejitos, íbamos a vivir en una casa en el campo e íbamos a cuidarnos uno al otro mientras nuestros nietos iban a pasar las vacaciones con nosotros, tal como lo hacíamos con mis abuelos —la sinceridad y la emoción se veían en su rostro—. Tal vez sabía que no todo eso era tan normal debido a que éramos hombres, pero aun así no podía dejar de imaginarlo.
—… —Yohei lo miró, comprendiendo la verdadera magnitud de los sentimientos de su amigo—. ¿Él lo sabe?
—No, nunca se lo dije… tampoco lo hice ahora.
—¿Por qué?
—¿Me has estado escuchando? —preguntó algo confundido—. Él apenas puede aceptar el hecho de mantener una “relación”, ¡me puso condiciones! Si se me ocurre decirle que en realidad estoy enamorado de él, que siempre lo estuve, va a salir corriendo.
—Entonces solo tienes que darle tiempo.
—¿Por qué lo dices?
—No creo que él, con todas las trancas que dices que tiene, acepte mantener una relación con su primo hombre, aunque sea sin sexo como tal, si no siente nada. Como mínimo debe de ser capaz de reconocer que algo le haces sentir.
—¿Tú crees? —preguntó inseguro.
—Sí, lo creo.
—¿En serio? —volvió a preguntar, esta vez se notaba un leve tono de emoción en su voz.
—Sí, solo debes darle algo de tiempo. Esperar a que asuma todo esto que está pasando, no lo presiones, simplemente muéstrate como eres, no creo que tengas demasiados problemas para demostrarle que eres una buena persona, que te preocupas por él y que realmente lo quieres. Lo que tenga que pasar después, va a depender de él.
—Gracias.
—¿Por qué? —preguntó algo confundido.
—Pensé que me ibas a juzgar —dijo mientras se llevaba uno de sus dedos hacia su mejilla para rascarse suavemente.
—¿Yo? —preguntó sorprendido.
—Sí, bueno… que tu mejor amigo te diga de pronto que es gay ya es un tema. Pero que también te diga que mantiene una relación con su primo, del cual está enamorado, creo que es algo un poco más grande.
—No te lo creas —le dijo—. Sabía que algo había tras tus múltiples y desmedidos enamoramientos, hasta me había imaginado que eras gay y tratabas de ocultarlo, así que eso no es algo que me sorprenda demasiado. En cuanto a lo otro, bueno, también tenía la impresión de que tus peleas con Rukawa eran debido a cierta “atracción” la cual tal vez, ni siquiera tú, comprendías.
—Gracias, amigo, no sabes cuánto me ayudas —dijo verdaderamente agradecido.
—No me lo agradezcas tanto —dijo desviando lo mirada, como si estuviera avergonzado por sus palabras.
—¿Y bien? —dijo el pelirrojo luego de un pequeño silencio, el cual le indicaba que ahora era su turno de preguntar.
—Bien, ¿qué? —preguntó sin comprender.
—Creo que tú también tienes algo que decirme, ¿o me equivoco? —preguntó, seguro de que no era así.
—Bueno, el que tú me hayas contado todo esto me anima un poco —dijo nervioso.
—Entonces, ¿vas a reconocer que estás saliendo con Haruko? —dijo con una sonrisa en su rostro.
—¡¿Lo sabías?! —preguntó sorprendido.
—Por supuesto que lo sabía, ¡eres mi amigo! Solo esperaba a que te sintieras preparado para decírnoslo.
—Sí, bueno, si no lo había dicho era por ti. Temía que te molestaras.
—¡Me ofendes! ¿Cómo podría molestarme que mi mejor amigo fuera feliz?
—Yo… lo siento —dijo avergonzado por no haber tenido la confianza suficiente como para contarle.
—Ya no importa, solo una pregunta.
—¿Cuál?
—Te hace feliz, ¿cierto?
—… —sintiendo que se sonrojaba hasta las orejas, no pudo contestar.
—¡Jajajaja! ¡Amigo! —su reacción fue suficiente respuesta.
—Muy feliz… —contestó, a pesar de saber que no era necesario.
—¿Pero…? —sentía que había uno.
—No hay pero, no ahora, por lo menos. Nos sentíamos mal por tener que esconderlo de ti, porque aunque nunca se lo dijiste, ella siempre lo supo. Pensamos que el hecho de que ahora parecías verla solo como una amiga era solo una pantalla para ocultar tus verdaderos sentimientos y acercarte a ella.
—Pues ya ves que no, así que dejen de ocultarse y muestren su amor al mundo —dijo con una sonrisa mientras se levantaba.
—¿A dónde vas? —preguntó confundido.
—Mira —dijo apuntando hacia la ventana.
—Debe ser broma, ¿no? —preguntó confundido, a través de las cortinas se podía ver que ya clareaba el alba.
—No lo creo —dijo mientras entraba a la cocina—. ¿Otro café?
—Que esté bien cargado, por favor.
—¡Jajajaja! Ya lo creo.
Ninguno de los dos amigos había sido consciente del paso de las horas. Cierto era que habían llegado tarde a la casa y que, a pesar de su ex-fama de pandilleros y todo eso, odiaban llegar tarde a clases. Por eso, entre vuelta y vuelta y una confesión y otra, se les había ido la noche.
Esta vez, Yohei se levantó del sillón para ayudar a su amigo con el desayuno. Después de eso, se turnaron para bañarse y partir, con una cara que evidenciaba el trasnoche, rumbo a la Preparatoria.