—¡¡Sakuragi!!
El fuerte grito hizo saltar a toda la sala, excepto al aludido, que continuaba durmiendo como si nada. Cansado, el profesor caminó hasta el lugar donde el pelirrojo dormía plácidamente, ajeno a lo que sucedía a su alrededor, y con un libro que tenía en las manos lo golpeó en la cabeza.
—¡Ay! —se quejó.
Hanamichi se sobaba la cabeza mientras abría lentamente los ojos. Vio la mirada furiosa del profesor a su lado y supo lo que venía, así que cuando el profesor lo invitó a salir de la sala, él ni siquiera chistó. Era lo mejor, así podría descansar un poco más antes del entrenamiento, no podía darse el lujo de flaquear siendo el capitán.
~*~
Estaban en medio del entrenamiento y Hanamichi no podía dejar de bostezar. Todos miraban la escena sorprendidos, pero la única que se atrevió a preguntar fue Haruko.
—¿Por qué estás tan cansado? —preguntó a mitad del entrenamiento, cuando hicieron una pequeña pausa.
—Pasé la noche conversando con Yohei —dijo, mirando de reojo para ver cuál era su reacción.
—Ya veo… —dijo como si nada—. ¿Y de qué… estuvieron hablando?
—De todo y de nada —dijo restándole importancia—. Ya sabes, cosas de chicos.
—¿Cosas de chicos? —preguntó.
—Mujeres —lanzó.
—¡Oh! —se le escapó, mientras miraba rápida y fijamente al pelirrojo.
—¡Jajajaja! Por Dios, no pongas esa cara. Ya me contó lo de ustedes.
—No me asustes así —dijo aliviada mientras le daba un suave manotazo.
Ambos se rieron y Hanamichi le dio un sorpresivo y sincero abrazo a su amiga. Se alegraba por ellos. Desde el principio de los tiempos supo de los sentimientos del pelinegro, que solo por la lealtad que le tenía como amigo se mantuvo en silencio. Y como Haruko no veía un interés amoroso en Yohei, tampoco dijo nada. Ahora, sus amigos eran felices y él esperaba serlo también en un futuro no muy lejano.
~*~
Hanamichi y Kaede caminaban silenciosamente luego del entrenamiento y como el pelinegro iba al instituto en bicicleta, ahora tenía que volver con ella en la mano. Pero por alguna extraña razón, la bicicleta se interponía entre ambos muchachos.
—¿Qué ocurre?
El pelirrojo había notado el extraño comportamiento de Rukawa desde hacía ya bastante, pero no había dicho nada, esperando que éste le diera alguna señal del porqué de su comportamiento, pero nada había ocurrido. Por eso, ahora que ya no podía aguantarse las dudas, lo preguntaba.
Pero Kaede simplemente lo había mirado, sin rastro de ninguna emoción en sus ojos. Y eso desconcertaba a Sakuragi. No se veía triste, no se veía molesto, no se veía sorprendido… no se veía nada.
—Kaede… —lo llamó mientras se detenía.
—¿Qué? —dijo inocentemente.
—¿Qué te pasa? —volvió a preguntar.
—Nada —contestó rápidamente.
—… —entornó los ojos, se imaginaba que una situación como esta se daría menudo con una mujer.
—…
—¿Recuerdas?
—¿Qué cosa?
—Tenemos una relación.
—Ah, eso —dijo mirando hacia otro lado, como si no fuera a él a quien le hablaban.
—Sí, eso —dijo suspirando—. ¿Sabes lo que es tener una relación?
—… —solo lo miró, sin decir nada.
—Es sobre todo el cariño, el respeto y la confianza. Así que necesito que respetes esta relación que tenemos y por el cariño que sé que me tienes, confíes en mí y me digas qué sucede.
—¿Y tú? —dijo con un leve tono de fastidio en su voz.
—¿Yo? —preguntó confundido—. ¿Yo qué?
—¿Respetas esta relación? ¿Me quieres? ¿Confías en mí? —preguntó, ahora evidentemente molesto.
—¡Por supuesto que sí! ¡A todo! —no entendía el porqué de sus preguntas o su reacción.
—No te creo… —dijo entre dientes.
—Por favor, Kaede —pidió con un largo suspiro—. Dime qué pasa.
—Creí que ella ya no te gustaba —dijo tratando de ocultar el hecho de que lo que le dolía de esa frase es que no fuera él quien le gustara.
—¿Quién? —preguntó confundido, porque realmente no entendía de qué demonios estaba hablando el pelinegro.
—La asistente del equipo… —dijo entre dientes, le molestaba que además hiciera como si no lo comprendiera.
—¡¿Haruko?! —seguía sin entender de dónde sacaba la idea.
—Si… —gruñó.
—Ella solo es mi amiga. ¿De dónde sacas que me gusta?
—Siempre te ha gustado y hoy haces una escena con ella —dijo con fastidio.
—¿Estás celoso? —preguntó divertido.
—¿Y qué si lo estoy? ¡Ese no es el punto!
—¿Y cuál es entonces el punto? —preguntó, comprendiendo que no era momento de bromas para el pelinegro.
—El punto es que si te gusta otra persona no le veo sentido a mantener una relación —su molestia era cada vez más grande.
—¿Sabes, Kaede? Te caes en detalles —dijo suspirando.
—¿Acaso te burlas de mí? —preguntó al sentir que lo trataba de tonto.
—Para nada —dijo negando con la cabeza—. Te lo volveré a repetir, porque parece que no te quedó claro. Una relación está basada en el respeto, la confianza y el cariño. ¿Sabes lo que significa eso? No puedes enojarte por algo que simplemente imaginas, tienes que confiar en mí y si algo te incomoda, tenemos que hablarlo. Jamás te voy a mentir, así que si quieres saber algo, este es el momento de que hagas las cosas bien y lo preguntes.
—… —se mordió los labios y desvió la vista hacia otro lado, sonrojado. Seguía preguntándose cuándo había madurado tanto Hanamichi y de dónde salía toda esa confianza que se tenía y que lo dejaba vulnerable.
—¿Y…? —le instó a preguntar.
—¿Te gusta? —murmuró.
—… —suspiró, ahora era el momento de explicárselo claramente—. Me gustaba… o al menos eso es lo que creí. A tiempo pude comprender que lo que sentía por ella era solo un capricho, una necesidad de llenar un vacío que sentía en mi interior. Ayer Yohei me contó que estaba de novio con Haruko y eso me hizo feliz. Él es mi mejor amigo, casi un hermano y ella es la persona que me enseñó lo maravilloso del basquetbol. Siempre supe de sus sentimientos, sentimientos que ellos se callaron por mí, pensando que lo que sentía por Haruko era algo real. Cuando Yohei me contó que estaban saliendo se veía contento y hoy comprendí que Haruko también lo está. Sé que ambos pueden hacerse feliz el uno al otro.
Kaede no supo qué hacer o qué decir. Porque nunca había sentido algo como esto por nadie, mucho menos había mantenido una relación. Creía que era normal que no supiera cómo reaccionar, pero Hanamichi se había tomado su escena de celos con mucha calma. Cada vez se sentía más cautivado por ese pelirrojo y, al mismo tiempo, temía perderlo con sus estupideces.
Sumergido en sus pensamientos, el pelinegro no fue consciente de que su compañero se le había acercado. Sakuragi había mirado en ambas direcciones, luego de comprobar que no había nadie que los pudiera ver, había acorralado al pelinegro contra una de las paredes. Ahora lo besaba con una mezcla de sentimientos difícil de identificar para Kaede. En ese beso había cariño, ternura, pasión, deseo y algo que él quería creer que era amor. Porque el pelirrojo no podía saber cuánto lo necesitaba.
—Te quiero, que no se te olvide —le susurró el pelirrojo al oído, una vez que hubo terminado el beso.
Kaede no pudo contestar, avergonzado y confundido, solo pudo asentir con la cabeza. Hanamichi supo que esa era su forma de decirle “yo también”, comprendiendo que el pelinegro aún no se encontraba preparado para expresar sus sentimientos en voz alta.
Luego de eso, y una vez que hubieron aclarado el mal entendido, continuaron su camino. Un par de cuadras más allá se separaron, pues no vivían precisamente cerca y la noche ya caía.
~*~
En la soledad de su hogar, cada uno analizaba sus sentimientos. Las ideas y pensamientos se les venían a la mente a la velocidad de la luz y era difícil para ellos analizarlos. Lo que sentían el uno por el otro crecía a una velocidad vertiginosa. Tanto así que los asustaba. Si esto seguía así, les aterraba pensar qué tan fuerte sería el sentimiento por su compañero en un par de semanas.
~*~
Había pasado una semana desde esa única y pequeña discusión y las cosas entre ellos iban excelente. Se estaban tomando las cosas con toda la calma que les era posible, quizás por eso es que habían logrado abrirse aún más entre ellos. Estaban conociendo una parte del otro que hasta ese momento les era desconocida, y eso, hacía crecer aún más sus sentimientos.
En ese preciso momento estaban en medio de un partido de práctica con otro instituto. Estaban a solo unos segundos de terminar y Kaede iba a hacer la jugada final. Aun así, a pesar de que iban ganando con una amplia diferencia, un jugador del otro equipo, quizás debido a la desesperación, cometió una falta contra el pelinegro. Generalmente eso no hubiera sido problema, pero esta vez Rukawa no logró estabilizarse bien. Como consecuencia, sufrió una caída que le provocó un leve esguince.
El partido se detuvo y se dio por finalizado cuando el pelirrojo se negó a seguir jugando cuando uno de sus jugadores, que también era su pareja, estaba lesionado. Por suerte estaban en Shohoku, así que le encargó a Haruko que por favor ordenara y cerrara el gimnasio cuando los jugadores terminaran de bañarse y cambiarse. Él por su parte, tomó sus cosas y las del pelinegro y se fue hasta su departamento. Una vez allí llamó a un médico para que lo revisara, quedando mucho más tranquilo cuando le confirmó que era una lesión leve y que solo necesitaba descanso.
—Te dije que no era necesario llamar a un doctor —dijo el pelinegro una vez que estuvieron solos.
—Sí, bueno… estaba preocupado por ti. Solo quería estar seguro.
—Gracias… —murmuró.
—No tienes nada que agradecerme —dijo mientras le daba un suave beso en los labios—. Me alegro que mañana sea feriado, además después viene el fin de semana, tendrás más tiempo para descansar.
—Si… —contestó, aún con el sabor del pelirrojo entre sus labios.
—¿Quieres quedarte aquí?
—¿Qué? —preguntó confundido, creyendo haber oído mal.
—Eso. Es normal que me preocupe por ti y quiera cuidarte, después de todo estamos juntos, ¿no?
—No es necesario que…
—No, no —le interrumpió, colocando uno de sus dedos en los labios de Rukawa para impedirle continuar—. Déjame cuidarte, ¿sí?
—… —asintió, debido a que el pelirrojo aún le impedía hablar.
—Llamaré a tu madre —dijo con una sonrisa.
Kaede lo siguió con la vista hasta que se detuvo en el teléfono, lo vio marcar un número y hablar. Estaba atento a sus movimientos mientras su mente vagaba por lugares inimaginables. Tan absorto estaba en sus pensamientos que apenas fue consciente de que Hanamichi había terminado de hablar y ahora se le acercaba con una gran sonrisa
—¿Y? —preguntó Kaede, sabiendo de antemano la respuesta.
—Dijo que no había problemas…
—Me alegro —esbozó una leve sonrisa.
—Y dijo que una amiga la invitó de paseo este fin de semana, así que le pregunté si podías quedarte hasta el domingo y dijo que si —terminó su idea interrumpida con una gran sonrisa.
—Ya veo… —murmuró.
—Así que durante estos días seré tu enfermero personal y no permitiré que hagas ni un solo esfuerzo, así podrás mejorarte rápidamente y sin problemas.
Kaede tuvo la intención de recordarle que solo tenía un esguince leve y que él mismo podía cuidárselo perfectamente bien, pero el pelirrojo se veía tan entusiasmado que desistió de la idea. Además, siendo sincero consigo mismo, le gustaba ser tratado con tanto cariño por él.
En lo que quedaba del día, el pelirrojo se esmeró en cuidar la lesión de Kaede. Con cuidado había aplicado hielo en la zona afectada y luego de un par de minutos le colocó una venda para hacer presión en la zona, finalmente le acercó la mesa de centro, colocó un par de cojines y puso su extremidad en alto. Sabía que eso era todo lo que podía hacer, así que cuando terminó esa tarea se dedicó a otra igual de importante para él. Esa tarde, como ninguna otra, se esmeró en cocinar algo especialmente delicioso para el pelinegro. Se encargó de acercar todas las cosas hasta el living donde esperaba Kaede y, una vez que hubieron terminado, recogió todo y lo lavó. Había dejado la televisión en un partido de basquetbol, sabiendo que eso entretendría al pelinegro en su ausencia. Una vez que hubo terminado, se acercó hasta el sillón donde estaba Rukawa y se sentó a su lado. Su sorpresa fue grande cuando él dejó caer su cabeza en su hombro y murmuró un dulce y suave “gracias”. No contestó, porque en ese momento las palabras no eran necesarias. Simplemente tomó las manos de Kaede entre las suyas y entrelazó sus dedos. Se quedaron así por largos minutos, hasta que sintió que su compañero mostraba signos de cansancio. Entonces se puso de pie y, sin ningún aviso, tomó entre sus brazos a Rukawa, que debido a la sorpresa lo único que atinó a hacer fue a pasar sus brazos por sobre los hombros del pelirrojo, temiendo caerse a pesar de saber que con él estaba completamente seguro.
—¿Qué… qué haces? —murmuró cuando fue capaz de decir algo.
—Te llevo hasta la habitación, es obvio que estás cansado. Además, mañana no podemos quedarnos en la cama hasta muy tarde.
—… —levantó una ceja.
—Como es feriado, mi mamá y mi papá vendrán a comer acá, así que quedarnos dormidos no es una opción.
Rukawa no supo qué decir a eso, pero su respuesta no fue necesaria, porque justo en ese momento llegaron a la habitación, donde una gran cama de dos plazas los esperaba. Una vez que fue suavemente depositado en el borde por el pelirrojo, siguió atentamente sus movimientos. Se vistió con la ropa que éste le tendió, intentando mirar hacia otro lado cuando Sakuragi comenzó a desvestirse sin ningún pudor frente a sus ojos. Por alguna extraña razón su garganta se estrechaba y tragar saliva le costaba un poco más. Se concentró en su tarea para sacar de su mente el escultural cuerpo del pelirrojo. Una vez que hubo terminado se puso de pie, cargando su peso en el lado no lesionado. Cuando Hanamichi terminó de abrir la cama, él se acostó, lo vio apagar la luz y luego, en la oscuridad, meterse en el lado contrario de la cama. Se acercó hasta él y lo abrazó.
—Lamentablemente solo tengo una cama —murmuró entre suaves risas, luego agregó—. Buenas noches, Kaede… sueña conmigo.
—Buenas noches, Hanamichi… tú también sueña conmigo —contestó.
Rukawa estaba sorprendido de haber dicho eso. Él tenía la idea constante de ser una molestia o una responsabilidad, pero cada vez que sucedía algo así, el pelirrojo le hacía ver que su preocupación y cariño por él eran sinceros. En el poco tiempo que llevaban juntos, Kaede había ido comprendiendo poco a poco lo que significaba mantener una relación.