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Una musa para mi suicidio por Nazuki

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Notas del capitulo:

Emmh... bueno, la idea de este fic surgió porque me anoté en un desafío y... luego de escribirlo y ser feliz... descubrí que había hecho una realidad fantástica y el fic pide ambientación fantástica... Epic winin lo mío... -se aplaude a sí misma- 

Así que me calenté y aquí está esto. 

Espero que lo disfruten!! 

Una musa para mi suicidio

 

  «¿Quién quiere ser millonario?», programa estúpido con un título estúpido, a veces se preguntaba a quién se le había ocurrido. Encima el conductor siempre era algún idiota que se creía chistoso y los participantes eran unos insulsos. Todos quieren ser millonarios. Él quería ser millonario… Corrección: Él creía que sería millonario.   

  Escribió su primera novela a los veinticinco años y fue un boom en ventas. Todos lo amaban. Se compró una casa muy bonita y con la que siempre había soñado, una mezcla entre lo tradicional japonés y el modernismo. Si había algo que amaba, era su sala con el sofá frente a una ventana desde donde podía ver el jardín. Era sencillamente hermosa. Se fue a vivir allí con su pareja de años (dos) y la vida le sonreía… hasta que al siguiente año, con su nueva novela terminada, descubrió que nada más había tenido un golpe de suerte o vaya a saber qué con su primera novela. Publicaron su segunda novela, pero recibió las peores críticas de la temporada. Ni hablar de la siguiente, directamente no quisieron publicarlo.  

  «Los tiempos han cambiado, Sakito-kun» le dijo uno de los pocos editores que se atrevió a decirle algo honesto. «Te falta dramatismo, sangre, oscuridad… Ya sabes. Pero sigues siendo muy bueno, vuelve a intentarlo y se seguro algo sale».  

  Sí, seguro algo salía… Haber dejado su trabajo de verdad para dedicarse a lo que realmente amaba, no había sido la idea más inteligente. Pero pensar en regresarse a la maldita mediocridad de la oficina lo ponía verde. Podía irse manteniendo con el dinero de su primera novela hasta que volviera a anotarse otro tanto en el marcador de la literatura moderna. Claro, el dinero no era eterno, debía agradecer que su pareja lo apoyara mientras «algo sale».  

  «Esto no está funcionando, Saki» fueron las severas palabras de Kamijo cuando dejó de apoyarlo.  

  Claro que no funcionaba, el tipo se mataba trabajando para que él larveara frustrado en la casa. ¡Era obvio! No funcionaba, y pensó hasta en ir a recuperar su antiguo trabajo y dejar la escritura de lado cosa que así Kamijo regresaba, hasta que descubrió que el motivo por el cual no estaban funcionando era un atorrante bastante más joven que él y con cara de niñito tierno. Bravo, y él que casi se cagaba la vida y se arrastraba por nada.  

  Ya que los tiempos modernos eran tan mágicos, deberían hacer un programa titulado «¿Quién quiere vivir de lo que ama?» en lugar de «¿Quién quiere ser millonario?» O tal vez la mejor opción era «¿Quién quiere ser millonario para vivir de lo que ama y no le sale?» Él igual tenía su propio show en casa llamado: «¿Quién paga las cuentas ahora?»

  En el último año se transmitía todos los primeros días del mes. Sus muebles iban ganando el concurso y la escenografía del show iba vaciándose. Todo por un poco de comida, impuestos, agua, gas y luz. Obviamente los impuestos fueron el primer premio en borrarse de la lista a lo que los participantes iban reduciéndose en número.  

  Necesitaba escribir, sacar una historia dramática, repleta de sangre y oscuridad, macabra y apocalíptica, con personajes drogadictos y traumas varios. Necesitaba pagar las cuentas y comer.  

  «¿Quién quiere ser millonario?» dejó de aparecer en la televisión a lo que la luz se cortó. Pues sí, tenía una televisión de tubo de catorce pulgadas gracias a que, debido al consumismo de los tiempos modernos, no había podido venderla para pagar la factura de la luz de ese mes. Igual no le alteró en lo más mínimo el corte, estaba listo para ello, había comprado velas y una máquina de escribir, y justamente estaba disfrutando de los últimos momentos de luz frente a la caja boba.  

  Qué irónico, no iba siquiera a poder ver el final de «¿Quién quiere ser millonario?» porque él estaba sumido en la absoluta pobreza. No necesitó ir a encender velas, la luna estaba casi llena e iluminaba la sala a través del enorme ventanal.  

  Ya había disfrutado de sus últimos minutos de luz, ahora necesitaba escribir, ahora que estaba embarrado bien hasta el fondo, realmente necesitaba una idea y no quedar mirándose estúpidamente el papel en blanco en la máquina de escribir.  

  Mejor se mataba, tal vez en la próxima vida le fuera mejor, tal vez iría a concursar a «¿Quién quiere ser millonario?» y se ganaba una vida cómoda sin necesidad de absolutamente nada, ni pensar en sueños siquiera. Esa vida no era para él. Los tiempos modernos con su necesidad de morbo no estaban hechos a su medida.  

  Se levantó del sofá (tenía sofá todavía porque en algo tenía que dormir) y le dio la vuelta al desayunador que separaba la sala de la cocina. Abrió un cajón y rebuscó entre todo lo que había, sacó un blíster de pastillas y lo miró. No era ése el que buscaba, no iba a suicidarse con aspirinas. Igual las dejó fuera, tal vez sumaban. Encontró finalmente lo que buscaba, una caja completa de un potente relajante muscular que una vez le habían recetado. En lugar de empastillarse en aquel entonces había optado por hacer yoga. Gran decisión, especialmente para ese momento que necesitaba de aquello. Tres blísteres completos. Los dejó sobre el desayunador y fue en busca de un vaso con agua. Colocó el vaso bajo la canilla y la abrió. No salió nada. Las costumbres automáticas demoraban demasiado en irse, si le habían cortado el agua por no pagarla era imposible que pudiera llenar un vaso con agua.  

  Ni siquiera para ir a morirse podría hacerlo teniendo un sueño agradable.  

  Acabó riéndose. No iba a rendirse, Kamijo había tenido la decencia de dejarle alcoholes varios que él prácticamente ni tocaba salvo que estuviese demasiado desesperado. Bueno, sí estaba desesperado, pero el alcohol que había dejado Kamijo no le gustaba, fin. Se fue a escarbar entre las botellas hasta que encontró una de ron. Ahora sí estaba hecho. Sacó una copa, si iba a hacerlo con ron, sería con estilo, no en un vaso.  

  Llenó de ron la copa y empezó a sacar las pastillas del primer blíster, dejándolas encima del desayunador. Iba a seguir por el segundo blíster cuando escuchó un sonido fuerte que no supo identificar, y al levantar la vista alcanzó a ver a una persona cayendo abruptamente del techo de su sala hasta quedar sentada en su sofá.  

  —Lo siento….  

  Pestañeó varias veces mirando al hombre joven que se disculpaba mientras rápidamente se ponía en pie e intentaba estabilizarse. No era el vecino de arriba, y no era como que su techo se hubiera derrumbado. Miró el techo y vio que no había hueco alguno en él. ¿De dónde diablos había caído entonces? Volvió a mirarlo y pestañear, estaba alucinando.  

  —¿Eres Yomi? —preguntó el joven pelinegro, sonriéndole y provocando la aparición de unos hoyuelos en sus mejillas.  

  Negó con la cabeza. Por suerte no era «Yomi», tenía un nombre de persona.  

  —¿Ah? —Perdió la sonrisa y lo miró desconcertado—. ¿No eres Yomi?  

  —Nop —contestó mientras volvía a mirar el techo, efectivamente no había un hueco en él.  

  —Oh… Discúlpame un momentito —pidió nervioso y avergonzado mientras buscaba en sus bolsillos.  

  Lo vio sacar un celular y llamar por él. Resopló, estaba quedándose loco o… Miró el desayunador y las pastillas que había sacado. Las contó y luego contó los espacios vacíos del primer blíster. Pues no, aún no estaba teniendo alucinaciones ni delirios, así que nada más estaba loco.  

  —Disculpe la molestia —escuchó decir al caído del techo—, pero creo que me han dado la dirección equivocada.  

  Bien, era pobre y loco. Salud. Agarró la copa y bebió un buen trago de ron, lo iba a necesitar.  

  —Oh… Ya veo… ¿Podría entonces mandarme el expediente?  

  Sintió el fuerte ardor en su garganta, era un buen ron. Bastante pasable además.  

  —Le agradezco. No lo decepcionaré. —Colgó y se volvió hacia él—. ¿Podrías darme unos segundos más? —preguntó con una sonrisa muy avergonzada.  

  Hizo una seña con la mano de que estaba bien mientras se apoyaba en la mesada con la copa en mano a seguir bebiendo. Estaba delirando, podía tomarse todo el tiempo del mundo. Y su alucinación tenía un Smartphone, y él pudo suponer que estaba sentándose a leer el «expediente».  

  —Sakito, ¿no? Escritor, desempleado, treinta años… Oh, ¿no habías tenido ninguna crisis de los treinta hasta que se te murió tu conejo hace un mes? Ah… qué lindo, ¿tenías un conejo?  

  —Umh… —asintió con pesar.  

  Si iba al caso, la llevaba bien, trataba de no seguir estresándose y ser un frustrado de la vida, ingeniándoselas con la pobreza y la falta de imaginación, pero que su conejo se muriera lo había deprimido bastante, más porque no era que simplemente se hubiera muerto. Muy a duras penas se costeaba su comida y la del animalillo, por ello decidió dejarlo en libertad en un parque verde y arbolado, un lugar muy bonito donde podría andar a sus anchas… y comer hierba venenosa.  

  —Lo siento —se lamentó el caído y volvió a leer de la pantalla—. Sangre tipo O, cáncer, homosexual… vaya, tienes una lista larga pese a haber pasado siete años en una relación formal.  

  Se encogió de hombros mientras bebió otro sorbo de ron. Había sido un poco puto de joven. Volvió a contar las pastillas y la cantidad que entraban en el blíster, en verdad no se había tomado ninguna. ¿Una fuga de gas? Imposible, le habían cortado el gas.  

  —Llevas un año soltero —continuó leyendo el otro—, e intentando escribir una historia que puedas publicar. Y ahora justo estabas por… ¡¿EH?! ¡¿Estabas por suicidarte?!  

  El caído del techo levantó la vista sorprendido para mirarlo. Él seguía apoyado en el desayunador, bebiéndose muy tranquilo la copa mientras asentía con la cabeza.  

  —Si eres el Espíritu de la Navidad lo haré ya mismo —contestó esbozando una sonrisa burlona.  

  —¿Ah? No, no, ellos sólo trabajan una vez al año y me gusta ser un poco más dinámico. Disculpa, ni me he presentado —se puso en pie e hizo una reverencia—. Soy Kai, y seré tu musa inspiradora.  

  —Oh… Justo a tiempo, ¿no? —ironizó divertido.  

  Confirmado: estaba chalado. Pero se lo tomaba con calma, no era necesario alterarse por tan poco.  

  —Tal parece —repuso Kai, asintiendo solemne sin tomar en cuenta su sarcasmo—. En realidad me habían enviado con otro escritor, pero el gato tuvo una confusión con el papeleo —explicó mientras fue hasta él y pasó la mano sobre el desayunador para llevarse las pastillas, guardándoselas en un bolsillo—. Me quedaré con esto, ¿sí? Al menos por ahora. —Sonrió amable—. Tenemos una obra por escribir, Sakito.  

  —Mh… Suerte con eso. —Terminó el ron de su copa y se sirvió más—. ¿Bebes?  

  —No mientras trabajo —contestó en tanto volvió a levantar su teléfono para leer de él—. Veamos… Tus obras anteriores eran fantasía romántica. Mmh… Tienes buena escritura y lindas ideas…  

  —Todos dicen lo mismo. —Revoleó los ojos—. Oye, ¿ahí no dice por qué enloquecí? —preguntó mientras agarraba su copa, la botella y se iba al sofá.  

  —¿Eh? No, no dice nada de que estés loco. Lo siento… —Leyó un momento en silencio mientras asentía con la cabeza—. Bien, creo que estoy listo. —Guardó su teléfono y le sonrió muy amplio, de nuevo los hoyuelos se le marcaron en las mejillas, lo desconcertaba un poco—. Empecemos. Primero que nada, necesitarás un personaje.  

  —Necesito una idea —murmuró.  

  —Sí, sí, también. Pero arranquemos con el personaje. ¿Cómo te gustan?  

  —Umh… Un metro ochenta, musculosos, treinta centímetros, aunque siempre me desilusiono bastante en este punto… pero es lindo fantasear con algo así de grande.  

  —¿Ah? —Ladeó extrañado la cabeza y acabó por reír al comprender, quedando algo rojo de vergüenza—. No estás tomándotelo en serio, Sakito.  

  —Lo siento, nunca tuve una musa… —El cinismo se le escapó por sí solo mientras dejaba la copa a un lado, estaba hartándose del ron y le daban ganas de fumar.  

  —No es difícil, ¿sabes? —Intentó animarlo, obviando de nuevo el sarcasmo—. Dejemos el personaje para ahora después y hablemos de género. Te gusta la fantasía, ¿no?  

  —Pff… —se rió divertido—. Sí, siempre con tipos grandes… aunque a veces también me gustaría ponerlo de vez en cuando, ¿sabes?  

  Kai resopló, recién estaba dándose cuenta que no sería fácil. Él, por su lado, se echó hacia atrás en el sofá, estaba dándose cuenta de un pequeño detalle.  

  —Necesito sexo —sentenció, un año sin hacerlo era todo un récord para él, debería ser eso lo que estaba haciéndole mal y provocándole alucinaciones.  

  —Yo necesitaré alcohol —repuso Kai mientras agarró la copa para beber un par de tragos.  

  —¿Dices que después del alcohol podemos…? —dejó la frase en el aire, haciéndole cejitas con una mirada seductora lo que hizo que Kai acabara escupiendo ron.  

  —¡Estás loco, Sakito!  

  Asintió con la cabeza, sonriéndole con una mirada que decía: ¿acaso no es obvio? Ahora sí Kai no se pasó el sarcasmo por arriba y lo miró algo serio.  

  —No estás loco, soy una musa y vine a ayudarte…  

  —Mejor salimos —acabó proponiéndole a su musa antes que siguiera hablando.  

  —¿Eh? —Lo vio levantarse e ir hasta su chaqueta. Miró la máquina de escribir con la hoja en blanco y luego volvió a mirarlo—. Mmh… Está bien, vamos en busca del personaje, ¿te parece?  

  Se rió divertido. Sí, claro, irían en busca del personaje. Tal vez hasta mataba dos pájaros de un tiro: conseguía sexo y un cigarrillo.  

  Apenas pisó la acera se detuvo y miró a Kai de pie al lado de él, era un tipo normal y corriente, una camisa blanca, una chaqueta y pantalones negros, botas, una melena despareja (le había tocado la musa rockstar al parecer), pero su problema no era cómo lucía. Ya podía hacerse a la idea de un asunto bastante obvio.  

  —Supongo que nadie te ve…  

  —Tú me ves y eso es lo importante.  

  Sí, sí, claro, no era ésa su preocupación. Regresó al interior de la casa y volvió a salir, venía enganchándose el manos libres de su viejo celular al oído. Una forma moderna de ser loco y pasar disimulado. Los tiempos modernos no eran completamente malos.  

  —Estaba pensando —empezó a decir Kai mientras se encaminaban al centro—. ¿Qué tal si escribes en primera persona y te conviertes en tu propio personaje?  

  —No me gusta la primera persona. Me limita.  

  —Siempre es bueno probar cosas nuevas.  

  —Mmh…

  

  Y ahí estoy yo, con un frío de mierda, caminando al lado de mi musa de la inspiración en busca de una fantasía morbosa y vendible. ¿Desde cuándo un escritor debe prostituirse de ese modo? Pregunta tan estúpida como ¿Quién quiere ser millonario? Desde que hay cuentas para pagar y nadie en casa que las pague, tanto un escritor como cualquier persona en el mundo debe hacer lo que se deba hacer.  

  —También pensaba en el género, escribes fantasía y, teniendo en cuenta tus anteriores alusiones al sexo, podría ser una fantasía adulta con contenido sexual, ¿no crees?  

  Lo miré algo incrédulo, parecía avergonzarse y se me hizo divertido, qué musa más tonta había ido a tocarme cuando yo estaba tan lejos de sentir vergüenza en ese aspecto. Y sí, tal vez hayan sido los diez minutos que ya llevo con él, pero empiezo a pensar que es muy naif como para ser una simple alucinación mía, yo realmente lo hubiera hecho de un metro ochenta y musculoso.  

  —Algo me dice que necesitarás alcohol para inspirarme a escribir una fantasía erótica y sólo tengo esa media botella de ron.  

  Se rió divertido y acabé riendo yo también.

  —Me esforzaré. Siempre es bueno experimentar.  

  Una fantasía erótica… Bueno, tal vez servía para ir a venderle a alguna revista de ese estilo. Tenía que salir del paso. Me sentí como un actor frustrado a punto de actuar en una película porno al no conseguir mejores papeles.  

  —Dime al menos que tienes los treinta centímetros —murmuré y lo miré con una sonrisa burlona.  

  Por suerte ahora no estaba tomando nada como para ir a escupir, pero se atragantó con su propia saliva y me zapeó la cabeza con lo que acabamos riendo los dos. Me detuve entonces al darme cuenta de algo, él se detuvo y me quedó mirando. Di un paso rápido hasta él y le toqué un brazo para verificar lo que acababa de pensar. No, no eran sus músculos lo que estaba palpando, era que podía tocarlo y se sentía real… tan real como yo.  

  —¿Sakito?  

  —Vaya… Puedo tocarte…  

  —Te dije que no soy el Espíritu de la Navidad —murmuró y me hizo a un lado la mano para que continuáramos camino—. Bien, tenemos al personaje y una leve idea. Ahora necesitamos el escenario.  

  —Umh… —Iba a pensármelo, pero ver el cartel del bar frente a la calle me hizo reír—. ¿Qué te parece allí? —Se lo señalé—. Fantasy Midnight.  

  —¿Uh? ¿No debería ser Midnight Fantasy?  

  —Yo qué sé… Olerá mal. —Me encogí de hombros, él no había entendido el doble sentido al referirme a una fragancia con ese nombre, pero no iba a andarle explicando, ya estaba encaminándome al bar. Parecía concurrido, así que podía pasar desapercibido sin la necesidad de consumir algo—. Dejaré de hablarte en cuanto tenga al héroe a la vista.  

  —Recuerda que estamos haciendo una historia, no estás de ligue —masculló algo ofendido.  

  No le contesté, entré al bar masticándome la sonrisa burlona que hubiera querido dedicarle. Era un lugar repleto de extrañas criaturas, todas conjugadas en un mismo sitio. Punks, rockstars, hippies, lolitas, todo un circo con grunge ochentero de fondo. Divisé una mesa vacía y hacia allí me dirigí. Kai no tomó asiento frente a mí, sino que se quedó de pie a un lado, apreciando el ambiente. Una mesera se me acercó, maldije en silencio, pero le sonreí y le dije que esperaba a alguien, así que no tomaría nada por ahora.  

  —Ser pobre está del asco —murmuré cuando la joven se fue. Necesitaba cuanto antes esa estúpida historia o ir a casa a terminar de suicidarme. Podría tener una musa, pero seguía siendo pobre y Kai no iba a cubrir mis facturas—. ¿Qué se necesita para ser una musa? —pregunté mientras apreciaba el panorama en el bar, deteniéndome en algunos de los especímenes.  

  —Lo mismo que se necesita para ser humano: nacer.  

  —Oh… ¿O sea que no eras un humano que cuando murió fue especialmente seleccionado por un comité especial?  

  —No. Cuando un humano se muere, se muere, fin.  

  —Eso fue cruel… —murmuré, lo había dicho con tanta soltura que hasta me sentía algo ofendido. La vida humana era muy efímera e insignificante, pero no para que lo dijera con tanta soltura—. Igual sigo pensando en hacerlo si no consigo pagar al menos la electricidad.  

  —Ou… —Cerró los ojos y se encogió sobre sí mismo, recién se daba cuenta que había metido la pata con lo que había dicho. Definitivamente yo no lo estaba imaginando—. Lo siento, estaba distraído… Hace mucho tiempo que no salía.  

  —¿Mmh?  

  —Normalmente la gente se asusta bastante cundo me ven, gritan, me tiran cosas, ya luego se calman y puedo empezar mi trabajo. Generalmente es exhaustivo o en las noches es cuando más actividad tengo.  

  —La vida de musa es un asco entonces… —comenté, descartando la idea de que seguramente sería un trabajo cool.  

  —La de humano no es mucho mejor —dijo de manera inconsciente.  

  —¿Follas al menos?  

  —¡Sakito! —Y ahí estaba escandalizado de nuevo, pero acabó suspirando y yendo a sentarse frente a mí—. A veces con mi jefe…  

  —Oh… Tienes el fetiche del jefe.  

  —¡Nh…! ¡Claro que no!  

  Reí divertido, perturbarlo era tan sencillo y divertido. Me puse algo serio cuando la moza volvió a acercarse, me disculpé al micrófono del manos libres como si estuviera hablando con alguien. Me dejó una cerveza y me señaló a un tipo ubicado a unas mesas de nosotros.  

  —Le mencioné que aguardabas por alguien, pero dijo que era para mientras esperas.  

  ¿Había salido con un cartel de: soy un puto, pobre y en busca de cigarrillos? Debería al menos haber agarrado también el cartel de: No me gusta la cerveza. Pero bueno, cuando hay hambre no hay pan duro, así que le agradecí a Cerveza Gratis con un movimiento de cabeza y le pedí sorbitos a la moza. Me miró descolocada, pero fue a buscármelos.  

  —¿Tenemos al héroe? —pregunté a mi musa que estaba fijándose detenidamente en el tipejo aquel, yo preferí jugar el papel de tímido por dos minutos.  

  —No tiene metro ochenta y… no sé, no me gusta su energía.  

  —¿Treinta centímetros al menos?  

  —No creo… —contestó, demasiado concentrado en analizar a Cerveza Gratis como para darse cuenta de lo que decía, cuando lo hizo fue a quejarse, pero la moza llegaba con los sorbitos, así que por mera educación, no porque ella pudiera escucharlo, se calló—. Eres imposible, Sakito —murmuró cuando ella se marchó.  

  —Te dije que necesitaba sexo.  

  Resopló y miró extrañado los sorbitos que le coloqué a la jarra con cerveza. La mesa era de las pequeñas y coloqué el vaso en la mitad, haciendo que quedara entre los dos sin que me quedara lejos.  

  —No me gusta la cerveza, así puedes beber tú.  

  Me miró entre sorprendido y… ¿maravillado? Me dieron ganas de zapearlo, pero me contuve.  

  —¿Qué? ¿Tu «iphone» no decía también que puedo ser considerado? —ironicé divertido.  

  Se avergonzó por su torpeza y se inclinó un poco para acercarse al sorbito y beberse algunos tragos.  

  —La cerveza con sorbito sabe rara…  

  Me incliné yo también y agarré el sorbito para hacer que bebía, si el contenido del vaso bajaba, pero yo no lo tocaba, sería tan o igual de extraño como si el vaso se levantaba solo en el aire. Sin querer tomé un trago, sabía rara, era cierto, pero seguía sin gustarme. Miré al que tan gentilmente me había regalado la cerveza y le sonreí apenas. No estaba mal, no llegaba al metro ochenta, pero estaba fumando. Se me hizo agua la boca.  

  —Mi reino por un cigarro, así se llamará la obra —murmuré, volviendo la vista hacia Kai que prácticamente se llevaba bajando medio vaso—. Oye… disimula al menos.  

  —¿Mmh? —Me miró y miró el vaso—. Oh, lo siento, es que estaba rica… y fría.  

  —Sí, como afuera, donde te irás si haces que me encierren en un laboratorio por bajarme la cerveza sin necesidad de tomármela.  

  —No creo que vayan a encerrarte en un laboratorio sólo por eso.  

  —No, el psiquiátrico supongo que me estará quedando más al pelo igual.  

  —¿Sigues creyendo que estás loco?  

  Kai agarró de nuevo el sorbito para beber y yo coloqué las manos en torno al vaso, como si nada más estuviera agarrándolo, pero así tapaba el contenido.  

  —No, qué va… —Sentía que me miraban fijo y… ¿la verdad? Empezaba a incomodarme—. Oye, Kai, estoy a punto de prostituirme por un cigarrillo. ¿Te molesta si nos vamos? Te prometo que antes que te marches, volvemos a salir.  

  —Oh… —Miró a la mesa donde estaba Cerveza Gratis y luego volvió a verme, sonriéndome y haciendo que esos hoyuelos se le marcaran—. Sí, vamos.  

  —¿Por qué tanta sonrisa? —murmuré mientras me ponía en pie y me encaminaba a la salida, pasando lejitos del idiota que se creía que por invitarme una cerveza, ya era acreedor a violarme con la mirada.  

  Ahora que había probado el calor del interior, afuera estaba jodidamente más frío. Tirité, y para colmo en casa no podía encender la calefacción. Necesitaba escribir…  

  —Volvamos sobre la historia —dije mientras me encaminaba de regreso, por suerte no nos habíamos ido al otro lado de la ciudad—. Ya que no habrá un héroe, seré mi propio héroe… o podría ser el villano… ¡Oye! Eso estaría bien, redactar desde el punto de vista del villano… ya que la maldad vende tanto últimamente.  

  —Un antihéroe.  

  Iba a asentir, pero alguien me tocó el hombro y salté de la sorpresa, girándome de una y retrocediendo. Cerveza Gratis estaba allí, no tenía que sorprenderme a fin de cuentas, pero casi me había matado. Menos mal que llevaba el manos libres para disimular la locura.  

  —Ahora te llamo —dije y apreté el botón del manos libres como si estuviese cortando la inexistente llamada—. Disculpa, no pude agradecerte por la cerveza. Al final me han plantado.  

  —¿Y por qué no te quedas igual? —preguntó él, pude sentir el aliento a alcohol de alguien que ya lleva rato bebiendo.  

  —No, es algo tarde, tú ya estás pasado y a mí me falta rato y ganas.  

  —¿Cómo te llamas? —preguntó sin importarle la negativa—. Vamos, la noche aún da para mucho…  

  Típico… Tan típico que por poco hice una mueca de asco. Momento, sí la hice y, por suerte, con un borracho pesado uno podía perder los códigos de educación.  

  —He dicho que no. Bye.  

  Me iba a dar la vuelta para irme, pero me agarró de la muñeca. Quise quitarla rápido, pero me tironeó de ella. Grandioso, lo que me faltaba.  

  —Al menos dime tu nombre…  

  —¡Que no! —Me llevaba al diablo la gente así. Quise patearlo, grave error el mío, me bloqueó y sólo lo molesté como para que empezara a tironear de mí hacia las callejuelas. Era broma, ¿verdad? Debía serlo—. ¡Oye! —le grité a mi musa mientras trataba de zafarme sin éxito—. ¡Esto es una pésima historia y muy poco original, ¿sabes?!  

  —Lo siento, no puedo hacer nada… —me respondió muy nervioso mientras iba tras nosotros.  

  —¿De qué hablas? —me preguntó el tipo riéndose—. Lo podemos hacer muy original si quieres…  

  —No quiero hacer nada contigo, ¡idiota!  

  Y ahí yo de nuevo queriendo patearlo, un poco más de éxito, pero solamente volvía a molestarlo, tanto que esta vez me remachó contra la pared y, sin más ciencias, me abrió las piernas. ¿Tan fácil era abrirme de piernas? Qué triste lo mío. Le vi intenciones de besarme e hice la cara a un lado, eso sólo le facilitó la tarea para atacar mi cuello con lamidas y mordidas. Aún tenía una mano libre e intenté golpearlo. No iba a dejarme, no, pero él definitivamente tenía más fuerza que yo.  

  Miré a Kai, estaba tan desesperado como yo.  

  —¡Haz algo, maldición! —le pedí, y Cerveza Gratis se lo tomó como si estuviera diciéndoselo a él, así que embistió con sus caderas contra las mías.  

  Confirmado: no habían treinta centímetros. Más triste lo mío.  

  —Qué travieso resultaste —me susurró al oído.  

  Revoleé los ojos fastidiado, pero terminé viendo a Kai, suplicándole con la mirada que me sacara de ésa.  

  —¡Me matarán por esto! —exclamó mientras se daba la vuelta para buscar entre las cosas tiradas en la callejuela.  

  Acabó corriendo al contenedor de la basura. Mientras, yo la pasaba bomba con Cerveza Gratis, aún la peleaba, intentaba liberarme por mí mismo, pero el muy idiota ya estaba convencido que lo mío era jueguito y me gustaba rudo.  

  Algo voló por detrás y se estrelló contra la cabeza de él que, desconcertado, se dio la vuelta buscando su atacante. Aproveché su distracción para hacerme a un lado, trastabillando y medio cayéndome. Desde el contenedor voló otra bolsa de basura y Cerveza Gratis la trató de hacer a un lado antes que se diera de nuevo contra él.  

  —¡¿Qué demonios?! —gritó, viendo como loco en todas direcciones.  

  Me reí divertido y me gané una mirada de odio. Vi a Kai que levantaba otra bolsa de basura y levanté mi mano como si con algún súper poder estuviera haciéndolo yo, moví la mano justo cuando Kai le tiraba la basura. Por estarme viendo, no la esquivó, y al parecer tenía algo bastante pesado porque a lo que se le dio contra la cabeza, se quejó y se tambaleó.  

  —¡Lárgate! —exclamé poseso, a ver si me dejaba tranquilo.  

  Funcionó, el tipo se dio la vuelta y salió casi que disparado. Miré a Kai, estaba agitado y nervioso. Aquello había sido de otro mundo y dejaba bien en claro que no era una mera alucinación mía. Acabé riéndome y, supongo que de los nervios, él también lo hizo. Nos destornillamos de risa como dos idiotas, ¡y es que la cara de aquel tipo no tuvo precio!  

  Kai se me acercó, aun riéndose, y me tendió una mano para que me pusiera en pie.  

  —Es la primera vez que yo le arrojo cosas a alguien —comentó mientras intentábamos componernos.  

  —Deberíamos ir a hacer travesuras —dije, sacudiéndome la ropa, no me había ensuciado demasiado, pero me había hecho transpirar, en la mañana tendría una visita obligatoria a los baños públicos.  

  —Oye… —Se puso serio—. No, eso no, vayamos a escribir esa historia, donde mi jefe se entere estaré jodido.  

  —¿Y entonces para qué follas con tu jefe si no puedes hacer travesuras de vez en cuando? —lo molesté a sabiendas que se avergonzaría.  

  Dicho y hecho, se quejó y me hizo reír un poco más mientras me volvía a encaminar a la calle principal. Todas las risotadas se nos cortaron en cuanto volvimos al camino.  

  —¡Allí está ese fenómeno!  

  Oh, sí, Cerveza Gratis estaba yendo hacia la callejuela con algunos amigotes. Me miré con Kai, una cosa era arrojarle cosas a un tipejo, otra era pelearse contra cuatro.  

  —Es broma, ¿no? —mascullé.  

  —C-corre —susurró, siendo la única opción que podía ocurrírsele.  

  Y a mí también, por ello piqué de inmediato. Escuché el clásico «tras él», pero no iba a voltearme para ver si efectivamente iban a salir detrás de mí, me bastaba con sentir las corridas. Creo que en mi entera vida he corrido tan rápido, en parte hasta agradezco llevar tanto tiempo sin fumar. Kai corría a mi lado, y cuando vio que empezaba a cansarme, me agarró de un brazo para que apurara.  

  —¡Ahí! —exclamó de repente, empujándome a una callejuela.  

  Casi me estampé contra la pared, pero recuperé pronto para seguir corriendo. Giré por mí mismo en la siguiente callejuela, y luego en otra más. Estaba perdiéndolos, pero los escuchaba aún y no iba a detenerme. Otro giro más, otro y otro, y entonces lo esperable: un muro terminaba con el camino más adelante.  

  —¡Salta, salta, salta! —exclamó Kai, aun agarrándome de un brazo para que siguiera corriendo.  

  Tal vez fue la insistencia, la adrenalina o la desesperación de pensar en que donde cuatro imbéciles me agarraran, estaría más que jodido, pero en lugar de frenarme, aumenté la carrera, Kai me soltó, pisé en el muro y me impulsé hacia arriba. Me agarré de la parte alta y, con el mismo impulso que llevaba, hice fuerza con los brazos y trepé, pasando hacia el otro lado de una. En una situación normal, pero ni mal de la cabeza hacía aquello. Y por más que mi cuerpo estuviera muy en caliente, repleto de adrenalina, mis tobillos dolieron cuando caí al otro lado. Kai cayó prácticamente de inmediato a mi lado, me cubrió la boca con una mano y me llevó contra el muro, haciendo que me cayera de culo al pasto. Sí, pasto, estábamos en el patio de una casa, un patio oscuro y abandonadísimo. Escuchamos del otro lado del muro el corretaje y rogué mentalmente que no nos hubieran visto pasar el muro. Tal parecía que no porque siguieron de largo, mientras no fueran súper inteligentes y quisieran fijarse al otro lado del muro. Miré hacia arriba y descarté esa idea, el muro era jodidamente alto, ni al más instintivo se le ocurriría pensar que yo lo había saltado. ¿Yo había saltado eso en verdad? ¿Y de una? ¿Por qué nunca me dediqué al deporte olímpico? Me ponían cuatro perros rabiosos como aquellos e indudablemente batiría todos los récords.  

  Kai tragó saliva y me descubrió la boca mientras resoplaba, sentándose a mí lado.  

  —Esperemos aquí —susurró.  

  Pft, como si yo pudiese irme a alguna parte, estaba como loco por recuperar algo de aire ahora que podía respirar tranquilo. Y ni siquiera hablar podía, así que nada más asentí. Eché la cabeza hacia atrás, apoyándola en el muro y cerrando los ojos en tanto intentaba aspirar profundo por la nariz y expulsarlo por la boca. Los ejercicios de respiración que aprendí en yoga nunca me habían resultado tan útiles como ahora. Bueno, en realidad cuando tenía de los buenos follones también me resultaban útiles, esos que me habían hecho gemir sin control de tanto placer y que ya hacía tanto, más de un año incluso, que no tenía.  

  —Necesito sexo —acabé susurrando y aunque tuviera aún los ojos cerrados, podía suponer que estaría mirándome incrédulo y hasta horrorizado.  

  —¿Cómo puedes pensar en eso ahora?  

  Definitivamente estaba horrorizado y me hizo reír.  

  —Justamente por eso mismo, si no necesitase, no estaría pensando en eso. Hasta me siento un adolescente destilando hormonas… —Olisqueé un poco el aire y acabé olisqueándome a mí mismo—. Bueno, que destilo testosterona en este momento, eso seguro.  

  —Ay, Sakito, no tienes caso… ¿Extrañas a tu ex?  

  —Umh… —Me lo pensé un poco—. Extraño tener alguien que pague las cuentas, así que supongo que eso será un no.  

  —Ya sacaremos esa historia, no te preocupes —dijo en un intento de consuelo al que acabé riéndome.  

  —¿Deseando volver cuando antes con tu jefe?  

  —¿Eh? ¡No, claro que no! —exclamó desconcertado y acabó negando con la cabeza—. Mi jefe es mi jefe, nada más.  

  —Es tu jefe con el que follas —lo corregí sólo para molestarlo.  

  —Es mi jefe el que con todos folla.  

  —¿En serio? ¿Y qué se necesita para ser jefe de las musas?  

  —Ni lo pienses, Sakito. Ya te dije que así no funciona. Volvamos con tu historia mejor.  

  —Aah… Mi historia, treinta años, soltero, sin hijos, sin agua, sin gas, sin luz, sin cigarrillos, sin sexo, sin ideas y con una musa que folla con el jefe de las musas… ¿Él te gusta?  

  —¡Agh! ¡Dame un respiro! —exclamó y me zapeó de nuevo, no lo hacía con fuerza, pero evidentemente conseguía sacarlo de quicio, lo cual me divertía bastante—. Vamos, ya deben haberse ido.  

  —¿Me harás piecito? —pregunté mientras nos poníamos en pie—. Porque ni en un millón de años paso de nuevo ese muro del modo que lo pasé… ¿Sabes? Con la suerte que venimos teniendo, me extraña que no saliesen perros asesinos a nuestro encuentro.  

  —Puedes reservártelo como idea para tu historia. —Unió sus manos para que apoyara un pie en ellas—. Seres malignos correteándote, perros asesinos esperándote al otro lado…  

  —Suena maravilloso, pero ya vi demasiadas veces Resident Evil —dije mientras me impulsaba y así trepaba el muro.  

  Me di cuenta de cuán alto estaba cuando estuve arriba de todo. Realmente la desesperación era algo mágico en los seres humanos, porque ahora que estaba de lo más tranquilo, ni loco me tiraba de una al piso. Me habría quebrado una pierna, que vaya a saber por qué no me había quebrado ya. Si iba al caso, estaba por suicidarme en casa, ¿no era ésa la muestra máxima de la desesperación? Entonces mi musa… ésa que estaba saltando el muro conmigo y me ayudaba a bajar, ¿no sería un intento desesperado de mi cabeza por la supervivencia de mi ser? Se suponía que lo había comprobado en el momento que había arrojado cosas contra Cerveza Gratis, pero… ¿y si todo fuese un gran invento? Uno muy grande.  

  —¿Eres real? —acabé preguntando cuando emprendimos el regreso.  

  —¿Ah? ¿Por qué preguntas eso tan de repente?  

  —Para confirmar mi locura supongo…  

  —Pues aunque yo te diga que sí, igual seguirías pensando que estás loco y no soy real, así que ¿qué tal si me aprovechas y dejas de pensar en eso? Locura o no, sacaremos una novela.  

  —Tienes un punto.  

  Me costó un poco encontrar el camino a casa, no es como que conociese absolutamente todas las callejuelas del barrio, haber corrido como loco me había desnorteado bastante. Para cuando finalmente llegamos a casa, ya estaba cansado de andar.  

  —Iré a bañarme —anuncié.  

  —¿Ah? ¿Con qué agua?  

  —Con el agua de mi pobre imaginación que junto en baldes cada vez que llueve. Gracias, Kai… —mascullé molesto mientras me iba al baño.  

  —Oye… Sakito… ¿Puedo…?  

  Me detuve y lo miré, lucía nervioso de lo que iba a pedirme.  

  —¿Puedes…? —lo apuré.  

  Tragó saliva, me miró, miró a otro lado, volvió a mirarme, se mojó los labios, abrió la boca, volvió a cerrarla y terminó resoplando rendido. Todo en menos de un segundo, casi lo aplaudo, pero ya no tenía tanta energía.  

  —Nada, no importa.  

  Tampoco era como que tuviera energía para descifrar qué quería mi musa, así que marché al baño. Por suerte había llovido bastante hacía algunos días atrás, tenía muchos baldes, ollas y cacerolas con agua, no sólo por un tema del baño personal, cosa que bien podía hacer en los baños públicos en horarios normales, sino que también por la cadena del inodoro. No tenía gas como para calentar agua, por lo que no iba a llenar la bañera de agua fría para sumergirme. Encendí algunas velas, en el baño sí las necesitaba, tomé un banquito, me desvestí y me senté frente al espejo con una esponja, el gel de ducha que me iba quedando y un balde repleto de agua fría y de lluvia delante de mí. Sólo quería sacarme el mal olor para acostarme tranquilo, al día siguiente iría a ducharme de verdad.  

  ¿Quién quiere ser millonario? Por favor…  

  —Ser pobre apesta…  

  Pero yo no, así que a aguantar el frío. No había ni terminado de enjabonar la esponja cuando Kai se metió al baño. Lo hizo con prisa y cubriéndose los ojos para no mirarme, cerró la puerta y se apoyó en ella.  

  —Justo estaba pensando, lo del antihéroe también está muy gastado ya, ¿no crees?  

  Alcé una ceja, mirándolo a través del espejo. No me molestaba su irrupción, sería raro que mi musa de la inspiración no apareciera mientras estaba en el baño, pero… ¿por qué estarse tapando de ese modo? Terminé riéndome.  

  —Todo está muy gastado —dije—. Y deja de cubrirte, somos hombres.  

  —Tú eres hombre, yo soy musa —repuso.  

  —¿Ah? ¿Acaso no tienes tilingo?  

  —¡¿Eh?! —Me miró sorprendido y horrorizado sin importarle ya que estuviese desnudo—. ¡Claro que tengo!  

  Me reí de él, era demasiado fácil desquiciarlo. Mojé un poco la esponja para empezar a darme mi tan ansiado baño antes de morirme congelado allí mismo. Kai ya no se tapó, pero a través del espejo pude ver que desviaba la vista y movía un pie con impaciencia, como nervioso.  

  —Hablemos de la historia, ¿quieres? —murmuró y pude ver que se fijaba en mí de reojo, desviando de inmediato la vista—. Sigues sin fijar el escenario.  

  —Sigo sin fijar nada —dije, restregándome un poco detrás del cuello.  

  Se me frunció el ceño de la extrañeza al ver que sus nervios aumentaban, ¿estaría poniéndolo duro? Era una pregunta algo estúpida, pero… no me estaban cerrando sus reacciones, y cuando iba a preguntar qué le pasaba, se me adelantó.  

  —¡Me lleva! —Dio unos rápidos pasos hacia mí y me quitó la esponja de las manos—. Permiso —murmuró, rojo hasta las orejas y se arrodilló detrás de mí. Agarró pronto el balde con agua y se lo llevó para su lado, cosa de así mojar de nuevo la esponja y empezar a pasármela en los hombros—. Déjame hacerlo —susurró, y aunque tenía el ceño fruncido y parecía molesto, pronto pareció más en paz.  

  Honestamente, creo que nunca he marcado más ocupado en mi vida. Acabé riéndome fuerte y con ganas. ¿Y yo estaba loco? Noooo… ¡mi alucinación lo estaba mucho más!  

  —Además del fetiche del jefe, ¡¿tienes el fetiche del baño?! —exclamé sin dejar de reírme.  

  —¡No tengo fetiches! —Como si fuese posible, Kai quedaba más rojo—. Sólo soy obsesivo… —musitó e hizo que me riera más aún.  

  Recordé que, dudoso y avergonzado, había querido preguntarme algo cuando le dije que iría a bañarme. ¿Sería…? ¡Ja! ¡Claro que era eso! Mi musa quería preguntar si podía bañarme.  

  —¿Era por eso que estabas tapándote? —pregunté, intentando componerme al menos un poco dado que él ya estaba muy concentrado pasando la esponja debajo de uno de mis brazos—. ¿Para no despertar tu obsesión?  

  —Y estás desnudo, no es correcto que una musa esté viendo a un hombre desnudo.  

  —¿Ah? ¿No irás a decirme entonces que las musas no pueden ver hombres desnudos?  

  —No es lo usual… —contestó casi como automático, abstrayéndose con el baño que me daba—. De hecho, suele pasar más al revés.  

  —¿Los hombres son los que ven a sus musas desnudas?  

  —Pues… sí, cuando el trabajo es con pintores o escultores… ¡Pero no vine a hablar de esas cosas, Sakito!  

  Mojó rápidamente la esponja y la pasó por debajo de mi otro brazo, haciéndome saltar por el agua fría que me escurrió por el costado.  

  —No, no, espera, me interesó… —Sonreí, aunque estuviera intentando castigarme—. Eso significa que puedo verte desnudo, ¿no?  

  —¿Ah? —Se rió nervioso—. Eres escritor, no necesitas verme desnudo.  

  Me rasqué la cabeza. ¿Hasta dónde podía molestarlo?  

  —Pero planeamos que sería una fantasía con contenido erótico. Necesito inspirarme y… —Lo miré de arriba abajo a través del espejo—. No estás nada mal como para inspirarme.  

  —¡Sakito! —se quejó y casi me río, pero me aguanté serio, dándole a entender que en verdad quería que lo hiciera—. Ni siquiera tienes una idea lograda, aún no llegas a lo erótico…  

  —-¿Y? Podría empezar con eso si me inspiraras… —medio canturreé.  

  Me sorprendió cuando lo vi levantarse para quitarse casi que de golpe la camiseta negra que llevaba puesta. La arrojó a un lado, se desprendió los pantalones sin ceremonias y se los bajó de una, no había ropa interior en el medio. No pude evitar reírme, así como tampoco pude evitar fijarme en su entrepierna cuando se enderezó para terminar de quitarse los pantalones tironeándolos al pisarlos, lo cual cortó con todas mis risitas. Pensé que el espejo estaba curvado y me estaba jugando una ilusión óptica. Me di vuelta más que rápido para verlo directamente.  

  —¡Sakito! —gritó cuando vio en qué me fijaba, tapándose la entrepierna de inmediato y haciendo que volviera a darme la vuelta.  

  De repente el mundo tuvo sentido para mí. ¡Con razón las esculturas tenían todo eso que tenían! Bueno, las modernas, las grecolatinas de antaño eran puro huevo con un grano de arroz arriba. Se ve que no a todos les tocaban musas tan bien dotadas. Y yo jurando que así no existían, porque para tener la lista larga que tenía, nunca me había tocado uno de esos. Además… ¿acaso no pasaba frío? Yo prácticamente me había vuelto asexuado del frío, pero él no, como si hubieran treinta grados en la habitación estaba lo más campante.  

  —Desde que apareciste yo vengo hablándote de los treinta centímetros —comenté con maldad—, ¿y tú recién ahora vienes a mostrarme eso?  

  —Basta. —Volvió a arrodillarse y a tomar la esponja para seguir en lo que estaba. No era que estuviera duro, pero… estaba semidespierto, apostaba a que si continuaba enjabonándome se empalmaría, y no precisamente por mí sino porque en verdad era un fetichista—. Hablemos de la historia.  

  —Ooh… sí, sí, hablemos de la historia. Ya tengo a mi personaje, yo no estaba sintiéndome cómodo en ese papel. Contaré la historia de una musa de la inspiración que tenía el fetiche del jefe y del baño, algo vergonzosa y naif, con treinta centímetros —dije y me dio un golpe en un hombro—. Todos hablan siempre del artista, pero ¿cómo se siente la musa inspiradora? ¿Qué sientes tú en este momento?  

  —Ya hay historias que hablan de la musa, algunas muy conocidas.  

  —Sí, pero ninguna de treinta centímetros. No lo usas, ¿verdad? Tu jefe es el activo, lo sé, la gente con tanto ahí es más avasallante, pero tú no…  

  Kai se puso en pie de golpe, estaba rojo, pero lo había quedado más de repente, agarró el balde y me arrojó toda el agua sobre la cabeza. Tuve una reacción bastante tardía pues no me esperaba algo así, y aunque el frío del agua me hizo saltar, me quedé unos segundos congelados, tiempo en que él se dio media vuelta y salió del baño dando un portazo.  

  —¡Qué idiota! —exclamé, yendo rápido hasta la toalla para envolverme en ella.  

  ¡Moriría congelado! Y quien ahora estaba furioso era yo. Vi su ropa en el piso, la agarré y la sumergí de inmediato en otro de los baldes de agua que tenía allí, no moriría congelado solo. Volvió rápido por su ropa, estaba tan molesto que ni cuenta se había dado que estaba saliendo en cueros.  

  —¡¿Qué hiciste?! —exclamó, viendo incrédulo su ropa toda empapada mientras yo intentaba secarme pronto, frotándome lo suficiente para entrar en calor.  

  —Idiota —murmuré, yendo por una toalla para el cabello que me escurría agua fría—. Tú no tendrás receptores térmicos, ¡pero yo sí!  

  —¡Pues necesitabas enfriarte! ¡No estás concentrándote en lo que debes!  

  —¡Problema mío, ¿no?!  

  Rabiando como pocas veces rabeo, salí del baño a meterme bajo las mantas en el sofá. No podía parar de temblar. Por un momento hasta sentí deseos de llorar, si tuviese corriente eléctrica podría encender el calentador, pero no… debía agradecer que al menos todavía tenía casa y no estaba durmiendo bajo un puente.  

  Salió del baño indignadísimo y fue a sentarse frente a mí. Lo miré con odio y él me miró del mismo modo.  

  —¿Podemos ahora sí empezar?  

  —No, tengo frío…  

  —No es para tanto…  

  —No tengo idea qué clase de sangre tenga una musa, pero yo soy humano, ¡y tengo frío, Kai!  

  Me incliné hacia adelante, abrazándome a mis rodillas e intentando pegar más las mantas a mí, las habría fundido conmigo de haber podido, lo peor era mi pelo mojado, eso era lo que estaba congelándome el resto.  

  —Lo lamento… —susurró, no estaba viéndolo, pero sonaba arrepentido en serio, se sentiría culpable.  

  Tal vez sería un personaje típico, pero tal vez podía resultar un personaje agradable, pese a que me hubiera puesto furioso, tenía personalidad. Eso me gustaba.  

  

  Nunca le había tocado un trabajo tan difícil, una vez que las personas se hacían a la idea de su presencia, se emocionaban y de inmediato perdían el bloqueo, pero Sakito no, él estaba molesto con todo, frustrado y deprimido, por ello se las agarraba para tontear con él. Lo había enojado, pero eso igual no justificaba que él terminase provocándole una congestión.  

  Sin contar que así no se trataba a un artista, al menos no era lo que le habían enseñado. Si quería inspirarle, estaba haciendo todo lo contrario al frustrarlo más, y encima le hacía pasar más frío. Se puso en pie y lo agarró de un brazo para hacer que se enderezara rápido, no le gustó nada tener que despegar la espalda desnuda del colchón que iba calentándose, pero acabó mirándolo sorprendido cuando él se le puso por detrás, rodeándolo con los brazos y acomodándole bien las mantas. Su calor corporal era diferente al humano, él era bastante más caliente, podía subirle la temperatura.  

  —Tan poco original hasta para esto, Kai…—susurró, pero igual se acomodó rápido contra él.  

  Intentó no molestarse y abrazarlo más fuerte, sentirlo temblar le hacía sentir peor.  

  —Este sería como el momento dramático, ¿no?  

  —Ssh… Quédate quieto —lo regañó.  

  Le hubiese gustado decirle que él no era enteramente pasivo y que entraba muy rápido en calor, pero eso sólo hubiera provocado que Sakito se le riera en la cara por estar empalmándose.  

  —Oye, Kai… ¿acabará convirtiéndose en nuestro momento erótico?  

  —Mmh… —se quejó, mugiendo un poco molesto—. No. Las musas no tenemos momentos eróticos con los artistas… Está prohibido, así que deja de moverte.  

  —Pero no me estoy moviendo…  

  Eso era cierto, pero es que… olía bien, su piel era muy suave y tersa, su cuerpo era delicado, aunque estaba demasiado delgado y podía sentirle los huesos, le gustaba ese hueso donde había apoyado una de sus manos.  

  —A ti se te está moviendo… —se rió Sakito de él.  

  

  Nunca hice mucho caso de lo «prohibido», habría sido un gay frustrado si me hubiese dejado llevar, y Kai estaba haciéndome entrar en calor, más cuando podía sentir que en mi espalda algo grande iba poniéndose tan duro. Tal vez sería mi falta de sexo, tal vez el momento tan cliché me había emocionado en algún punto, pero lo que sí era seguro era el cosquilleo creciente en mi bajo vientre que crecía junto al calor que me transmitía. Ni me lo pensé dos veces, me moví, sí, pero para sentarme sobre él en busca de que él también mandara al diablo lo prohibido. Sorpresa, sorpresa…  

   

  Lo agarró desprevenido, pero nada más sentir su erección en los genitales de Sakito hizo que reaccionara pronto y, contrario a cualquier otro pronóstico, lo agarró de ambas caderas con firmeza para que se le apegara más y así poder restregarse contra él. Fue una reacción inmediata en cadena y de escasos segundos en los que Sakito más que pronto ladeó la cabeza para verlo, y en menos de lo imaginado estaban comiéndose la boca mutuamente, moviéndose el uno contra el otro. El sillón fue el escenario, y ellos dos los protagonistas de la historia más pornográfica de la historia, al menos eso le pareció a Kai. Los humanos podían ser friolentos, pero no cabía duda que tenían sangre caliente cuando querían, y Sakito destiló calentura y pasión, tanto que él mismo acabó siendo un salvaje por momentos. Tal vez él también estaba necesitando sexo, las musas siempre estaban más entretenidas contando los logros de sus artistas, vanagloriándose y enalteciéndose, como para tener demasiado contacto entre ellas, él lo haría con su jefe de vez en cuando, y Sakito tenía razón respecto a él y la forma de hacerlo con su jefe, por lo tanto se había olvidado lo bien que se sentía que fuera su entrepierna la atendida, más cuando Sakito lo hacía al tiempo que jugueteaba con los dedos en cada rincón de él. Fue ello lo que le despertó de un modo que nunca había despertado, fue ello lo que le incentivó a follarle la boca antes de follárselo a él.  

  Dos cerdos fornicando sin descanso, pero también dos apasionados amantes que exploraron mutuamente todo de sí mismos.  

  

  No sé si era porque luego de años de estar con la misma persona, mi cuerpo se había acostumbrado a él o que yo no estaba tan preparado como creía para tal tamaño, pero cuando Kai se adentró en mí, me sentí abierto al mundo. Di gracias al lubricante, pero también di gracias por no haber llegado a suicidarme, vi estrellas mientras me aferraba al sofá, en verdad vi las estrellas.  

  ¿Lo mejor de todo? Además de que él sabía cómo usar todo su potencial y tenerme gimiendo como puta, que no tenía vergüenza ninguna y no era ningún tonto cuando se le llamaba a la acción, la luz de la luna que nos iluminaba desnudos en mi sofá hacía del momento increíblemente especial. Sería la cosa más estúpida y ordinaria del mundo, un digno motivo para que alguien quisiese vomitarse al escuchar: lo hicimos bajo la luz de la luna, pero a mí en ese momento me tenía embotado. ¿Quién quiere ser millonario? Je… ¿Para qué si uno puede tener esos breves lapsus que valen más que millones?  

  Me sentí adolescente nuevamente, que podía hacerlo una y otra y otra vez más, en ningún momento tuve problemas para quedar duro como roca. Y obviamente quise corresponder a todas sus atenciones, no estaría tan bien dotado como él, y pese a que llevaba mucho tiempo sin desempeñar tareas que no fuese de pasivo, aún conservaba mi encanto y mis tácticas para abrir sus piernas y meterme entre ellas, haciéndole pedir por más cuando me detenía.  

  Pero soy humano a fin de cuentas, uno de treinta años, y tengo un límite; sin embargo, cuando llegué a él no fue que cayera inmediatamente rendido a dormir, sus besos eran deliciosos, y tal parecía que los mío también le gustaban porque nada más quedamos tirados en el sofá, besándonos, acariciándonos, hasta que sí, al final acabé completamente dormido.  

   

  Se dio cuenta de lo que había hecho recién cuando apreció su rostro dormido. Del sindicato iban a matarlo. Las musas no debían involucrarse más allá del trabajo con los artistas. La musa y el artista no existían en la misma realidad. El artista podría sentir cariño y admiración por su musa, pero ésta no debía corresponderle nunca, la musa no debía alejar al artista de su propia realidad o el sindicato se encargaría de deshacer pronto la unión. A veces se corría la voz de que alguna musa tonta se había involucrado más de la cuenta con su artista, nadie volvía entonces a ver a esa musa. Todos decían que los del sindicato no tenían compasión por nadie, el artista estaba para embellecer al mundo, no debía ser gente eternamente feliz, cuantos más períodos de sufrimiento y oscuridad hubiese en la vida del artista, más bello su arte. Él jamás había roto las reglas. Las musas no existían para amar sino para ser amadas, inalcanzables amores platónicos. Él ya llevaba demasiado tiempo haciendo su trabajo siempre perfecto, sin fallas. Pero correr por las callejuelas con Sakito, arrojarle cosas a la gente, reírse verdaderamente y hacerlo como si no hubiese más mañana se había sentido muy bien, así como también se sentía mal al enojarse, al no ser un idílico de perfección inalcanzable.  

  Igual no diría que aquello había sido un error, era algo hermoso simplemente, nunca se imaginó que hacerlo con un hombre pudiese ser incluso muchísimo mejor que hacerlo con otra musa. Miraba a Sakito dormir y sonreía, sentía que su bajo vientre volvía a cosquillear de emoción. Pero tenía un trabajo que terminar, y sería tan perfecto como siempre. El expediente que le habían enviado de Sakito traía una nota especial que no leyó en voz alta: «una vez finalizada la obra, el suicidio del artista deberá ser inminente para provocar un impacto mayor, para ello la musa deberá volver a incentivarlo». No era la primera vez que enviaba a morir a alguien, podía hacerlo sin problemas… eso pensó en cuanto vio a Sakito, aunque le molestaba no haber podido planificar previamente, podía improvisar sobre la marcha. Tendría que cambiar los métodos de «no felicidad absoluta para el artista» si quería que su escritor se inspirara. Tal vez haciéndole vibrar con pasión y mucha intensidad, conseguirían su obra magna, la que todo artista debía tener. Haría su trabajo, y no sólo eso, sino que lo disfrutaría y aprovecharía para conocer nuevas experiencias.  

  Sakito se removió y se apretó más contra él, temblando un poco. Era demasiado friolento y perdía muy rápido la temperatura, tomó las mantas y los cubrió a ambos, aprovechando entonces para acariciarle el cuerpo suave. Fue cuando pasó una mano por sus muslos que sintió algo pegajoso. Al final el baño no había servido de nada porque había terminado durmiendo sucio igual. No podía limpiarlo cuando el agua en la casa era tan fría, pero quería hacerlo, dejarlo limpio para que durmiera más tranquilo, era bueno que descansara bien. Ni lo pensó dos veces, tenía que limpiarlo.  

  

  Estaba teniendo unos sueños demasiado bizarros, un mundo colorido donde crecían penes en los árboles —ninguno era de treinta—, yo y Kai desnudos, y Kai tenía una lengua en su pene, era la gloria, al menos yo me sentía en la gloria. Me medio desperté por un gemido propio, me sentí algo estúpido, pero más estúpido me sentí al notar que Kai estaba lamiendo mi trasero y yo medio inconsciente estaba moviendo las caderas en busca de más de ese glorioso beso negro, como lo llamaban por ahí.  

  —¿Qué haces? —susurré sin intenciones de quitarme o quitarlo.  

  —Te limpio…  

  Eso podía sonar al extremo de la obsesión, así como fetichista por demás, pero que no se detuviera… no tendría fuerzas para más nada, pero no importaba, que siguiera limpiándome todo lo que quisiera.  

   

  Lo limpió de los restos de semen y lubricante mientras siguió medio dormido, pero al final volvió a ensuciarlo, no se resistió a tenerlo tan a disposición sólo para goce de su lengua.  

  Al final no lo dejó descansar mucho, motivo por el que cuando el sol salió, Sakito no daba ni señales de vida. Kai se levantó para preparar el desayuno, a ver si de ese modo podía motivarlo a levantarse y también le podía hacer ganar algo de peso en los días que estarían juntos. La heladera estaba prácticamente vacía, no había nada que sirviera como para desayunar, y sin luz no era como que lo poco que quedaba en el freezer fuera comestible. Pensó rápido qué podía hacer para solucionar aquello y sólo se le ocurrió una posibilidad.  

  

  Me desperté inundado por el olor a comida, olía delicioso. Me medio enderecé mientras me desperezaba y estiraba para ver a Kai en la cocina. No pude menos que mirarlo extrañado, lo que estuviera haciendo, no era con algo de mi heladera. Y de todos modos, ¿por qué olía a algo tan rico? Tampoco tenía gas como para cocinar.  

  Mi estómago hizo tanto ruido que hasta Kai se dio vuelta para mirarme.  

  —Buenos días… —me sonrió y fue hasta mí con una bandeja que tenía huevos revueltos, arroz, pescado, y verduras preparadas y fruta ya cortada junto con un delicioso jugo.  

  ¿En algún momento yo había creído que no estaba alucinando? ¡Alucinaba, era obvio!  

   

  Nadie en el mundo lo veía salvo otras musas o su artista, podía robar tranquilamente todo lo que quisiera, si ya había ido contra las reglas dos veces, ir una vez más contra ellas no iba a matar a nadie, menos cuando lo que debía hacer era alimentar a su artista. Robar alimento igual no debería ser considerado un crimen. Para cocinarlo tuvo que ingeniárselas de manera muy sencilla: una fogata en el patio y listo. Ahí estaba el desayuno más delicioso que Sakito necesitaba. Sonrió cuando lo vio intentando ser mesurado al comer, hacerlo suave y disfrutar de cada bocado como si fuese la última cena, pero se le notaba desesperadamente hambriento.  

  

  Empecé una historia sin tener en claro a dónde llegaríamos con mi musa. Por ello, mi querido lector, antes que empieces a leer quiero que sepas mi historia dentro de esta historia, quiero que sepas que hace seis meses que no me baño solo, me ha tocado una musa fetichista. Y ahí estamos, mi musa y yo, escribiendo una historia que se convertirá en mi obra maestra.  

  Escribo día y noche, y de vez en cuando salimos a distraernos, siempre terminamos metidos en algún problema, pero volvemos repletos de adrenalina a descargarnos en el sofá, luego en la máquina de escribir. Es una historia demencial, repleta de sexo y risas, una locura enmascarada en fantasía. Y nunca me he sentido mejor en mi vida escribiendo. Tal vez sea el hecho de que ya no piense en el dinero lo que hace que pueda escribir con tanta soltura, tal vez efectivamente sea mi musa inspiradora… Me inclino a pensar que es él, algo de dinero igual me gustaría tener, quisiera que no tuviera que andar robando para que yo pueda comer. Hasta le comenté que me buscaría un trabajo de medio tiempo para que él estuviese más tranquilo, pero me ha pedido que no, que continúe escribiendo y ya luego veremos cómo solucionamos. Seis meses a tiempo completo es tiempo suficiente para conocer a alguien, sé que lo nuestro se convirtió en mucho más que sólo sexo, pero también sé que está ocultándome algo. Puede que en un principio no lo hubiese notado, pero ahora lo veo, a veces me pregunto qué será, me pregunto si extrañará a su jefe, si en realidad sentía algo por él, o será que tiene miedo, las musas no deben involucrarse con los artistas, es una regla de ellos. Me gustaría preguntarle, pero prefiero reír, hacerlo enojar y destartalar el sofá. Prefiero la felicidad.  

  Ojalá durara para siempre. A seis meses de haber empezado, cuando estoy a un paso de terminar mi obra maestra y debería estar feliz, me doy cuenta que cuando acabe, él se irá, él habrá terminado su trabajo conmigo. Tal vez tú, mi querido lector, alguna vez experimentaste algo parecido a la inspiración, en ese caso sabrás que así como viene se va, también sabrás que su partida sólo es satisfactoria si la obra está terminada. Y ahí estamos, mi musa y yo, debatiéndonos sobre el final de mi obra maestra.  

  Ya no tengo deseos de seguir escribiendo, no quiero llegar al final. Y él se ha puesto extraño también luego de que, de tonto que puedo ser, le preguntara si se quedaría cuando terminase.  

  —Estaré contigo hasta el final.  

  Esa fue su respuesta, pero no dijo nada más en el resto del día.  

  Lo escuché hablar por teléfono hace unos días, ya me había olvidado que tenía ese aparato con él. Discutió con su jefe, tanto y tan rudo que terminó muy alterado. Le gritaba que le dejara hacer su trabajo tranquilo, que él sabía lo que hacía.  

  Me ha visto de pie en el umbral, le ha murmurado a su jefe que lo deje en paz y ha ido de inmediato conmigo para abrazarme y abrazarse a mí. Le he sentido temblar y algo en mi pecho ha temblado también. No sé qué es, pero tengo la sensación de que algo no va bien, algo que acabará muy mal.  

  —Quiero un final feliz… —he susurrado, cerrando los ojos, intentando sobreponerme al malestar.  

  —Y lo tendrás…  

  Está ahogado, me abraza con más fuerza y acaba besándome con desesperación. Hemos terminado haciendo el amor en el sofá, quiero creer que tendré un final feliz. Quiero creerle.  

  No puedo y por eso me aferro desesperado a él esa noche. Algo me oculta, algo que también a él está dañándolo.  

  Me he decidido a terminar la historia. Una semana extraña, no estoy feliz. Él tampoco. De todos modos estoy seguro que tú, mi querido lector, estás ansiando algo más de dramatismo. Finalmente las tan deseadas palabras han aparecido y he perdido la cuenta de cuántas veces nos hemos dicho que nos amamos mientras nos hacemos el amor como si no fuéramos a vivir otro día más. Y ahí estamos, mi musa y yo…  

  El punto final ha sido tecleado en la vieja máquina de escribir. Me siento emocionado por ello, sonrío, quito la hoja y la aprecio por un momento antes de ponerla sobre la pila que conforma lo que será indudablemente mi mejor novela. Lo miro, está sonriéndome, pero veo lágrimas corriéndole por las mejillas. De repente yo también estoy llorando.  

  Estoy solo. Se ha ido. Ni un beso de despedida, ni un adiós. Nada. No importa cuántas veces le pida a la nada que regrese, no vendrá. Miro el manuscrito sobre la mesa y me dan ganas de quemarlo, pero sería quemar nuestro tiempo juntos. Alguien tiene que leerlo algún día al menos.  

  Sólo sé que duele, está matándome y mi pobreza nunca me ha parecido tan pobre. Es hora de ponerle un fin y por ello he escrito esta carta de presentación a mi novela.  

  Quiero que sepas, mi querido lector, cuánto amé a mi musa. Cuánto le extraño, cuánta falta me hace y cuán incompleto me siento pese a tener esta novela en mis manos. Quiero que sepas, que no es un final feliz, pero sí fue un desarrollo feliz. Todo empezó conmigo viendo «¿Quién quiere ser millonario?», ahora el show se llama «¿Quién será millonario luego de morir hoy?». Ese soy yo, porque no hay nada peor que sentirse vacío y frío.  

  Adiós, mi querido lector, me gustaría decir que algún día nos volveremos a ver, pero él ha dejado en claro que cuando un hombre muere, se termina. Fin.  

   

  Una copa con un shochu que Kai había robado días atrás para él. La misma búsqueda inicial en el cajón. Allí están. Hay un blíster menos, pero los otros dos están íntegros. Ahora sí las aspirinas también iban a tener que hacer lo suyo por las dudas.  

  Fue dejando pastilla a pastilla sobre el desayunador y, al terminar de vaciar el primer blíster, levantó la vista esperando ver que se apareciera.  

  Tonto.  

  Se limpió las lágrimas y continuó aumentando las pastillas sobre la mesada. Perdió nociones de tiempo al quedarse viéndolas, bebió algunos tragos de shochu y, finalmente, se decidió por empezar con su suicidio.  

  Las aspirinas primero. Le temblaban las manos.  

  Entonces lo vio aparecer de repente delante de él, lo sorprendió, más cuando lo que hizo fue arrastrar con todo el pastillerío sobre el desayunador, arrojándolas lejos. Terminó medio cayéndose y él perdió toda sorpresa para dar la vuelta corriendo y agarrarlo. Kai llegaba herido, a duras penas conseguía mantenerse en pie, pero ahí estaba. Eso o él ya estaba alucinando con un par de aspirinas.  

  —¿Cuánto más pensabas hacerme esper…? —Hubiera terminado la broma si no fuera porque se ahogó en llanto, abrazándose con desesperación a él.  

  —Lo siento, pero… —Le agarró una mano y se la besó, tenía sangre en sus manos, sangre en su rostro, pero no estaba herido mortalmente según puedo ver rápidamente—. Esta historia no tendrá final, Sakito. No voy a permitir que lo tenga… A partir de ahora, escribiremos nuestra propia historia.  

  —¿Y será una historia de amor? —preguntó, riéndose entre lágrimas al ver la sonrisa que Kai le dedicaba mientras le acariciaba una mejilla.  

  —Será lo que tenga que ser… —Se enderezó para besarle a los labios, mordiendo levemente el inferior—. Pero no será una historia sencilla, nuestra historia está prohibida… Ni siquiera sé si podría terminar bien. Tú querías sangre, tal vez lo haya, querrán separarnos, tal vez ni siquiera podamos vivir para contar el final…

  —¿Lucharemos? —lo interrumpió, ayudándolo a levantarse.  

  Kai caminó hasta la mesita, agarró el manuscrito y lo arrojó al aire haciendo que todas sus hojas volaran en diferentes direcciones y se esparcieran por la sala.  

  —Hasta que no nos queden fuerzas —contestó finalmente, mirándolo fijo.  

  —¿Y si caemos? —preguntó, limpiándose las lágrimas y devolviéndole una mirada segura y llena de vida.  

  —Será juntos. —Sonrió amplio y sus hoyuelos se marcaron, haciéndolo sonreír a él también— Ahora prepárate porque vienen por nosotros.  

  —Que vengan… —Se acomodó el cabello y se hizo sonar el cuello—. Yo igual me tomé las aspirinas por adelantado.  

  

Notas finales:

Shochu: bebida alcohólica destilada de cebada, camote o arroz. Más débil que el whisky, pero más fuerte que el sake o el vino.

 

Ruki: -asoma la cabeza desde su valija- 

IGH! NO!! -se tira encima de la valija- Hola, soy Nazuki y no tengo un Ruki imaginario dispuesto a aparecer en todas mis notas finales. 

Ruki: -sale como muñeco de resorte en caja y la tira al diablo-. Verdad que soy el jefe? Verdad que sí? Verdad que soy yo el que se los folla a todos y en mi oficina tengo una pecera gigante con una iguana de forma humana llamada Reita a la cual también me follo? -se mimosea contra la pared como si estuviera mimoseándose contra el vidrio de la “pecera”-.

-____- -lo patea- 

 

Buenas!! ¿Cómo están? Yo estaba... feliz hasta hace unas horas, que creía haber terminado el desafío para el cual me anoté y blablablá... hasta que no sé por qué fui a leer los lineamientos y... bleeeh... 

¿Saben? Arranqué en julio, escribí una historia, me desvié completamente de los lineamientos del desafío y me di cuenta que 13000 palabras no me serían suficientes para todo lo que quería abarcar. La descarté. Arranqué con otra que iba por el mismo lado que la idea anterior, pero desde un punto de vista más… brillante… Me terminó pasando lo mismo .-. así que principio de agosto y yo estaba a cero. Yey! Y estaba molesta, era el colmo que no pudiese limitarme. No sólo en palabras sino que encima me desviara tanto de una idea base!! 

Ruki: Tú siempre te desvías… mírame, aquí, sin un Reita para un Reituki…

.-. -lo zapea-

Entonces me asumí nuevamente, si mis shots son siempre puro porno, escribiría porno con un fondo de realismo fantástico que debía ser para reírse un rato, algo divertido. Listo, necesitaba personajes, y paseé por toooodo el fuckin’ visual .-. Y al final? Pues si pienso en porno y diversión, sólo tengo una persona en la cabeza… Sep, sep, porque aún no tengo suficientes fics de Sakito… Y como desde hace aaaaaños que vengo envenenadísima con un Kai x Saki, pues nada, pateé a Kai de musa… Entonces arranqué. Extrañamente el título fue lo primero que me salió o.o y pensé en cambiárselo un par de veces porque sonaba a drama, pero… ¿qué sería de mí si no me desviara de mis ideas bases? Si no estuviese camino a escribir unas notas finales más largas que el fic en sí mismo, pues… no sería yo!

Debo asumirme también… ¿Porno? Sí, hay, en versión tan leve comparado a lo que acostumbro a escribir que puf… ¿Divertido? Sí, me divertí hasta que terminé llorando como idiota al escribir el final, y llorando de nuevo como idiota al corregirlo… Bravo yo! No sé, parece que me inyectara drama todas las mañanas antes de levantarme… Pero bueh… respecto al fic estoy conforme igual porque me di el gusto de experimentar algunas cosas, una de ellas fue la primera persona. Es la primera vez que escribo tanto en primera persona. Yo ODIO la primera persona, realmente la detesto, leer en primera persona me sulfura de sobremanera (salvo raras excepciones en que me gusta mucho), pero de ahí a poder escribir mucho en primera persona… imposible, no estoy capacitada. Pues quise aprovechar esto para experimentar conmigo misma haciendo algo que no me gusta hacer. Y me costó un triunfo .-. Iba feliz escribiendo en primera persona y de repente descubría que estaba haciéndolo en tercera, y yo: -falcepalm- -___- y ta, a corregir… Y cuando quise regresarme a la tercera persona pues… me salía escribir en primera de repente .-. Así que me resultó caótico xD pero lo medio logré y… nunca más lo hago!! Yey yey!! Si la tercera persona es gloriosa!! -se mimosea con la tercera persona-  

Ruki: -.- Y después soy yo el que está mal…

-.- -envía a la tercera persona a patearlo-

Y luego de esta sección de: síiii!! Otro fic de Sakito!! Me iré a escribir porno con ambientación fantástica para el desafío!! En verdad espero que les gustara esto y…

Ruki: Espera, espera!! Este no puede ser el final de esto…

Es un oneshot o.o un único capi…

Ruki: Pero no tiene final!! T.T Esto más bien es como un prólogo!!

Tiene final y se llama final abierto… y todo el mundo los odia, incluso yo…

Ruki: Entonces?

Entonces qué? También odio escribir en primera persona, y ahí está… Y no, no lo continuaré… Cómo termina queda al gusto del consumidor.

Ruki: Pero nunca sabrán mi historia como jefe!! El momento donde voy detrás de ellos y los hago pagar por sus crímenes de conejear cuando yo no conejeo en ningún fic tuyo!!

-___- Pues… el jefe no eres tú o.o…

Ruki: … -se le rompe el corazón-

Je… ^.^ -huye-

 

Muchísimas gracias por leer!! Realmente espero que hayan disfrutado, ahora tengo un fuckin' desafío para escribir, el cual ya empiezo a detestar. 

Espero sus coments!! 

Nos leemos pronto!! Se me cuidan!! 

 


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