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Ninfa por Mellark

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Notas del fanfic:

Sé que ya hay por aquí un fanfic con ésta temática de los seres acuático-humanoides, y mi intención no hacerle la "competencia", fue simplemente algo que nació hoy después de ver un documental y así quedó.

Espero no haya problemas.

Enjoy it~

PORTADA DEL ONESHOT.

Minho refunfuñaba mientras jalaba su cubeta de plástico y bajaba por las dunas de arena. Sus largos cabellos castaños le tapaban los ojos, en parte gracias al viento que soplaba intensamente ése día.

Su madre lo había enviado a recoger caracoles en la orilla de la playa, no le dijo por qué, simplemente lo mandó a hacerlo, y él, como todo niño que no quiere ser reñido, acató la orden de su progenitora.

Su mente divagaba entre la cena de ésa noche y el desayuno de la mañana siguiente, no había mucho que pensar para un niño de quince años que desprecia a las chicas, adora el fútbol, los autos, videojuegos y a la comida. Sobre todo la comida.

Dió cortos pasos hasta llegar a la orilla, donde sus ojos encontraron un camino de conchas blancas y moteadas. Sonrió, parecía ser que no tardaría tanto en encontrarlas. Caminó un poco más y encontró un gran montículo con conchas, de todos los colores que había en el mundo. Grandes, pequeñas, lisas, rugosas, completas y fraccionadas. Era el espectáculo de moluscos más grande que había visto en su corta vida.

Ensanchó su sonrisa y dejó su cubeta en la arena, agachándose para empezar a recolectar las más grandes y bonitas. Sus pequeñas manos apenas y podían con cinco conchas, pero era rápido y las dejaba con cuidado en la cubeta, sin reparar la organización de éstas.
Cuando estuvo satisfecho con su trabajo, se incoporó derecho y volteó a tomar su almacenador, lo agarró de la asa y lo sintió demasiado liviano. Dispuesto a no fallar en la tarea encargada por su madre, echó un vistazo en el contenedor, encontrándolo completamente vacío.

Sus grandes ojos se hicieron aún más grandes, sus mejillas regordetas se colorearon de rojo, su frente dibujó un ceño fruncido y su boca formó un puchero molesto. Sus manos estaban en puños y pateaba el suelo con insistencia. ¿Quién le había jugado una broma de tan mal gusto? ¿Quién se atrevía a querer una confrontación con él? Estaba molesto, muy molesto. Pensó en regresar a casa y simplemente decirle a su madre que no encontró conchas pero, ¿dónde quedaría la recompensa por todo su esfuerzo? No, él no iba a dejar que nadie le dejara su trabajo sin pago.

Comenzó a caminar por la orilla, buscando al culpable, o en su defecto, más moluscos. No encontró ninguno y se sentó en la arena, aún muy molesto y con los ojos rojos por haber llorado de frustración.

De pronto, algo tras una roca en la misma orilla de la playa le llamó la atención : una pequeña agrupación de conchas, había varias de diferentes formas, casi podía jurar que eran las mismas que él había recogido. Sonrió de nuevo y pensó que quizás quien había robado su botín, se hubiera arrepentido. Se levantó de un salto y corrió hasta la roca, al llegar ahí, oyó a alguien hablando en un idioma que desconoció.

Era con un tono humano, pero a la vez, casi primitivo. Tuvo un poco de miedo pero no dejó que éso le detuviera, él era Choi Minho y no tenía miedo de nada. Respiró fuerte antes de rodear la roca y mirar tras ella. Y lo que encontró lo fascinó.

Lo primero que vió fue una preciosa cabellera rubia, larga hasta los hombros, brillaba y refulgía con los escasos rayos de sol que la golpeaban. Lo que vió después fue más hermoso. Pasando ésos divinos cabellos dorados, había una delgada y fina espalda, blanca como la espuma del mar y con algunas pecas trazando un camino en ellas. Algo creció en su estómago al vez como el ser que yacía medio acostado en la arena, abría una de las conchas y extraía su interior con la boca, tragando hasta el menor vestigio de ella.

Minho se enfureció. ¡Ésa chica se estaba comiendo lo que él había recogido! ¡Y se lo había robado! Por más bonita que fuera, no iba a permitir que abusara así de él, apenas y la conocía. Se armó de valor y caminó hacia ella, pisando fuerte para hacerse notar, pero ella jamás lo hizo, estaba ensimismada comiéndose los moluscos.

—¡Hey tú! ¿Quién te crees para comerte mis conchas?

Y entonces, la chica volteó. Pero no era una chica, no era un ser humano y aún así, era la criatura más hermosa que Minho había visto.

Sus ojos eran rasgados y absolutamente profundos, como si los hubieran delineado con varias capas de kohl. Su nariz y rasgos eran perfectos y delicados, finos como si hubieran sido tallados por manos angelicales. Su boca, con restos de moluscos, era pequeña, rosada y a la vez voluptuosa, gracias a ésos labios divinos que masticaban su alimentos.

Minho notó la diferencia de especies en el momento que ella llevó la mano hasta su boca y lo miró con ojos llenos de miedo y sorpresa. Sus dedos estaban unidos por plegaduras, y sus manos eran de un tono blanco azulado, distinto al de su espalda. Al observarla detalladamente, notó que en su cabeza habían un par de aberturas a la altura de cada una de sus orejas, y se contraían y expandían como dos aletas nasales. O branquias.

—¿Qué eres?

La pregunta salió de los labios del castaño antes de poder detenerla. La chica lo miró con ojos llenos de confusión y dejó la mano en su boca, sin dejar que el niño la viera. Recogió algunas conchas con su otra mano y justo cuando Minho creyó que iba a ponerse en pie y salir huyendo hacia alguna cueva de la playa, giró sobre sí misma y se sumergió en las profundidades del agua.

Lo último que Minho vió de ella fue una aleta azulada, moviéndose rápidamente entre las olas marinas.

Cuando regresó a casa, su madre preguntó por las conchas, él no respondió nada y fue a encerrarse a su habitación. Se quedó pensando en lo que había visto. ¿Qué era? ¿Una alucinación? ¿Una criatura marina jamás antes vista? ¿Un mutante? Estuvo en su cama todo el día, dándole vueltas a la situación en su cabeza. Y la pregunta final siempre era : ¿volvería a verla algún día?

Los siguientes días de la vida de Minho fueron rutinarios, aburridos y monótonos. Entre la escuela y las prácticas de fútbol, había tenido muy poco tiempo para pensar en posibles teorías para volver a ver a la criatura, a quien había nombrado como Ninfa. Ése día en la escuela, su compañero Jinki, había llevado un libro de historias de cuentos de hadas. Todos los demás niños le habían hecho burla, argumentando que ya estaba muy grande para creer en ésas cosas. Sólo Minho permaneció con él e incluso leyó un apartado especial que hablaba sobre criaturas mitológicas. Ahí fue donde encontró la descripción de las ninfas.

Ninfas : A pesar de vivir en el agua, no tienen cola de pez. En apariencia, se asemejan a los humanos, sin embargo, poseen una belleza exquisita y tienen una fuerte atracción erótica. Las ninfas se distinguen en base a su hábitat.

Minho no sabía si la aleta que avistó en la huida de la criatura era de ella o no. Pero al leer la descripción de ése ser fantástico, lo asoció de inmediato con la chica, ganándole el apodo de Ninfa.

Minho no dejó de pensar en su Ninfa hasta el día en que pudo volver a ir a la playa, con la excusa de querer nadar un poco. No mentía, iba a entrar a nadar, pero no simplemente por querer hacerlo, pensaba tener un encuentro con su criatura. Se despojó de su camisa y se sumergió hasta la cintura en el agua clara. No tardó mucho en desesperarse y aburrirse, así que echó la cabeza hacia atrás, acostándose de lleno en la orilla y puso en sus oídos unos audífonos conectados a su MP3. Tampoco es que pensara aburrirse tanto por esperar a una chica, aunque fuera una ninfa.

En poco tiempo, el sueño quiso vencerlo y casi logró hacerlo, si no hubiera sido porque algo húmedo y suave se posó sobre su pecho, a altura de su latente corazón. Como un rayo, se giró de golpe, terminando boca abajo, pero no directamente sobre la arena húmeda. Había algo, o mejor dicho, alguien bajo él.
Abrió los ojos y observó el rostro asustado de Ninfa. Ella lo miraba con sus pequeños y bonitos ojos abiertos al máximo, mientras trataba de zafarse de debajo de su cuerpo.

—¡Déjame salir, por favor!—pronunció en un coreano extraño—Prometo que no te molestaré, ¡pero por favor, no me hagas daño!

Minho no salía de su sorpresa. Bajó la mirada por el cuerpo de la chica, buscando encontrar un par de pechos desnudos, y hallando un simple tórax plano y dos pezones muy rosados.

—¿No eres una mujer?

Ninfa cerró repentinamente la boca y pareció procesar la pregunta, después respondió.

—Soy de sexo masculino.

Engañado. Decepcionado. Corazón roto. ¡Se había embelesado y obsesionado con un muchacho! ¡Un muchacho con una cola! Estaba muy molesto consigo mismo y aún más con el chico.

Se levantó en sus propios brazos y se sentó en el agua, mientras el rubio se sentaba sobre su cola. Ahí fue donde notó que no tenía escamas como un pez, sino que su piel en ésa zona era más bien como la de una ballena o un delfín, lisa, suave y brillante.

—Siento haberme comido tus moluscos.—dijo.—Tenía mucho hambre y si no comía algo, me hubiera desmayado antes de llegar casa. Yo no suelo robar la comida de nadie.

—¿Cómo te llamas?—cortó Minho, seco y atravesándolo con la mirada.

El muchacho respingó, algo descolocado por la actitud nada amigable del humano junto a él. Pero tras procesar la pregunta, respondió con un sonido gutural, parecido al que Minho había oído el día que lo encontró tras la roca.

—¿Cómo dices?

Volvió a repetir el ruido pero Minho sólo frunció el ceño.

—No te entiendo.

Él lo notó y tomó una varita que tenía colgada del cuello, junto a la pierna de Minho, escribió en caracteres coreanos.

김기범

—Kibum.—leyó Minho—No me gusta, es muy común. Te llamaré Key.

El niño frunció el ceño y borró el escritó en la arena.

—No soy algo a lo que puedes cambiarle el nombre, Minho.—gruñó mientras se recostaba.

El castaño arqueó la ceja.

—¿Cómo sabes mi nombre?

Kibum sonrió.

—Lo supe en cuanto te toqué y conocí tu idioma, es algo complicado, ¿sabes? Me gusta más el de los delfines. Nunca había oído el lenguaje de un humanoide.—soltó.

—¡No soy un humanoide! ¡Soy un humano!

—Oh, mil disculpas. Humanoide es el equivalente en tu idioma para la palabra que usamos en mi lengua al describirlos a ustedes.—sonrió tímido, mostrando dos hileras de dientes blancos como perlas.

Minho quedó flasheado por la fluidez con la que acababa de hablar Kibum.

—Y, ¿qué se supone que eres?—preguntó cuando se recuperó—¿Una ninfa? ¿Una nereida? ¿Una oceánida?

Key frunció el ceño al oír tantas palabras desconocidas, pero después de encontrar su definición en la información que consiguió a través de Minho, rió.

—Las ninfas y todas ésas cosas que dijiste no tienen cola, Minho. Yo sí la tengo.

Acto seguido, movió una de sus aletas y le hizo cosquillas en pie al muchacho.

—Ya va, ya va. ¿Qué eres entonces? ¿Un mutante?—dijo en tono de burla.

Kibum volvió a fruncir el ceño y sus ojos se volvieron negros, ocupando toda la cuencia, sin un atisbo de color blanco. Minho se asustó.

—No soy un monstruo, humano.—respondió, contrayendo los labios y mostrando de nuevo sus dientes, ésta vez, Minho los vió extremadamente peligrosos.
El castaño se hizo hacia atrás y volvió a quedar de espaldas en el agua.

—Tranquilo.—le apaciguó—No quise decir éso, Key. Sólo bromeaba. En verdad, quiero saber qué eres.

Los ojos del chico volvieron a la normalidad y sus mejillas se sonrojaron.

—Lo siento, no comprendo el humor humanoide. Éso no se transmite con un simple toque.—suspiró—Bueno, en tu idioma, nos describen con una palabra especial.

Minho se inclinó hacia Key, deseoso de oír la especie de la que ése hermoso muchacho provenía.

—Sirena.—soltó.

Los ojos del castaño se desorbitaron.

—¿Sirena?

—Sirena.—dijo Kibum—Mermaid. Sirène. Syreni. Ningyo. In-eo. Como quieras llamarnos.

Minho se alejó del chico y parpadeó repentinamente. ¿Sirenas? ¿Key era una sirena? ¿Estaba hablando con una sirena? ¿Estaba drogado o soñando?

—Hey, Minho.—llamó al notar que no le respondía.—Minho.

Pero el chico seguía sin reaccionar, así que Key le pellizcó el hombro, haciéndolo dar un saltito y mirar con molestia al chico sirena.

—¡Hey, dolió!—gruñó.

—Lo siento, pero no respondías, creí que se te había acabado el oxígeno o algo, no sé mucho de tu especie.

Minho miró sus ojos sin importar lo que él le acababa de decir. Eran color ámbar, con la pupila oscura y brillante, absolutamente contrastante con el tono de su iris. Inconscientemente, se acercó hacia él, casi apresándolo contra su cuerpo.

—¡Hey, humano!—chilló Key—¿Es que acaso quieres conocer mi lengua? No lo conseguirías con un simple toque, tendríamos que interconectar cavidades bucales.

Minho se pasmó.

—¿Interconectar cavidades bucales?—repitió confundido.

—Ustedes le llaman besar.

Las mejillas del humano se sonrojaron. Tal vez sí estaba pensando en besar a ésa sirena de bonitas facciones.

—Como sea.—se levantó Minho, más nervioso que nunca.—Me tengo que volver a mi casa.

—¡Espera!—lo llamó Kibum desde el agua—¿Volverás mañana?

Un espasmo frío recorrió el cuerpo de Minho, no sabía si le incomodaba o le gustaba.

—¿Para qué?—preguntó.

Kibum enredó uno de sus dedos en sus cabellos claros.

—Quiero charlar con alguien, me aburro mucho yo solo. Por favor, ¿volverías por mí?

Minho miró hacia sus pies húmedos, ocultando su sonrojada y feliz cara tras su cabello oscuro.

—Tal vez.

Y Minho volvió, todas las tardes.

Desde que terminaba de comer, hasta que pardeaba la tarde. Hablaba con Key de mil cosas, más de una vez, le llevó muchos moluscos y le hizo preguntas sobre su vida y su especie, que el acuático respondía gustoso. Kibum tampoco se quedaba con las dudas y le preguntaba a Minho sobre la vida humana, sus amigos, sus padres, sus costumbre y qué tanto sabían de su especie.

Minho estableció una hermosa conexión con ése bonito chico sirena. O tal vez, fue que empezó a desarrollar un sentimiento más fuerte que una amistad hacia él.

Se dió cuenta de éso, el día que Kibum le preguntó si quería conocer su lengua.

—¿Estás de broma?—gruñó—No pienso besarte.

En el fondo, brincaba de alegría por tener la oportunidad de hacerlo, pero había una minúscula y maldita parte en su mente que se negaba a besar a un chico, por más que fuera de otra especie.

—Vamos, yo conozco tu idioma. Quiero que tú conozcas el mío, creí que te interesaba.—un puchero adornó sus labios de fresa.

Minho no podía resistirse a semejante tentación.

—Está bien, pero sólo un rato y si no funciona, me debes una cubeta de conchas.

—Trato hecho.—respondió Key sonriendo.

El castaño se acercó más a la roca en la que Kibum estaba recargado, puso una de sus manos en la cintura casi femenina del sireno, justo donde empezaba su cola. Pasó su piernas a cada lado del cuerpo de Key y suspiró.

—Sólo es para conocer tu lengua.—dijo—No es por nada más.

Los ojos del rubio ya estaba cerrados y sus párpados eran de un tono azulado. A ésa distancia, Minho pudo apreciar las pestañas infinitas que poseía, se preguntó cómo era que no se enredaban. Sus labios estaban entreabiertos y sus manos estaban a los lados de su cuerpo, cerca de las piernas de Minho.

Finalmente, el humano cerró también los ojos y ladeó la cabeza, atrapando en su boca los labios color rosa del sireno. Fue algo instantáneo, en su cuerpo sintió un calor recorriéndolo de pies a cabeza. Algo poderoso y fuerte lo obligó a besar con más intensidad y fiereza a Kibum. Sus manos pronto comenzaron a pasearse por el torso siempre descubierto del rubio. Sus labios se abrían y cerraban decididos a obtener más de los ajenos.

En un momento, Key había pasados su manos con dedos conectados hacia la cabeza de Minho, y los aferraba a su cabello. Cada vez que Choi se alejaba un poco, tratando de aflojar un poco la intensidad, Kibum seguía a su boca y lo atrapaba de nuevo.

No supieron en qué momento se hizo de noche, hasta que el celular de Minho, que permaneció en la orilla, sonó.

—¡Minho!—chilló Kibum, volviendo en sí y separándose de golpe del terrestre.—¡Tú! ¡Yo!

El castaño tardó un poco más en asimilar la situación.

—¡Tengo que irme!—volvió a hablar Key antes de sumergirse en el agua y nadar a la velocidad de la luz.

Minho reaccionó y salió del agua, sin saber si volvería a ver al acuático al día siguiente. Con ése pensamiento en mente, no se apareció por ahí. Tal vez Kibum pensara que había sido un error besar a alguien de otra especie y condición física. No volvió a la playa hasta unas semanas después.

Un chapoteo en el agua llamó su atención cuando pensaba subir a su casa.

Volteó hacia la orilla y ahí, junto a la roca de siempre, pudo apreciar la figura menuda de Kibum, en una posición que sería un ovillo si tuviera piernas. Se acercó y oyó el desgarrador y deprimente llanto de su sireno.

Key hablaba entre sollozos y Minho entendió todo lo que decía. Se preguntaba qué había hecho mal, porqué Minho no regresa, si había besado tan mal o si había sido un estúpido por creer que un humano podría quererlo, siendo tan diferentes.

Los ojos de Minho se humedecieron y no resistió el impulso de abrazar por la espalda el cuerpo húmedo y brilloso de Kibum.

—Lo siento, Key.—dijo contra su oído ligeramente puntiagudo—Lo siento, yo no quise que creyeras que me arrepiento de lo que pasó. Te quiero, te quiero demasiado. Yo pensé que tú te habías arrepentido. No soy nada comparado con lo que te mereces, yo...

Kibum se volteó y atrapó entre sus brazos a Minho, sollozó contra su pecho fornido y acarició con sus dedos el rostro lagrimeado del humano.

—Lo siento más, Minho. No creo que seas poco para mí, eres más de lo que me merezco. Te quiero, te quiero.

Ésa noche, Kibum durmió en la orilla de la playa, con el pecho recargado en el de Minho y la cola en el agua, sintiendo el calor del cuerpo ajeno contra el suyo. Sintiéndolo tan cerca y tan perfecto que le dolía.

Minho y Kibum comenzaron una relación, interracial, interespecial, interelemental. No les importaba nada, de todas formas, nadie se enteró. Los momentos que vivieron juntos, fueron preciosos para ellos dos. El mejor año de la vida de ambos, que se les pasó entre besos, abrazos y momentos compartidos.

Entonces Minho desapareció un día.

Key se sentó a esperarlo por horas, en la orilla, sin poder moverse hacia la arena porque era muy peligroso. Se preguntó mil veces dónde estaba. Al día siguiente, esperó también, y al siguiente, y una semana completa pasó y Minho jamás volvió.

El sireno se internó en el mar, dispuesto a nunca volver a la superficie, y así lo hizo. Lloró amargamente entre las olas y se deprimió horriblemente.

Eventualmente, pasaron los años y Kibum creció, incluso se casó y al poco tiempo tuvo un pequeño bebé, con el cabello rojo como el fuego y unos ojos lindos y juguetones. Taemin fue su nombre.

Un día, cuando el pequeño Taem tenía diez años humanos, lo dejó subir a la superficie junto con una amiga llamada Na Eun. Él se quedó en el mar, hablando con los delfines y otras criaturas.

Taemin llegó nadando y lo jaló de las aletas, alejándolo de los cetáceos.

—¡Umma! ¡Umma! ¡Acabo de conocer a un humano!

La palabra llegó como un rayó al cerebro de Key.

—¿Un humano?—dijo espantado.

—¡Sí! Se llama Kai y es muy lindo.—respondió sonriente—¡Y dijo que su padre conoce a un sireno llamado Kibum! ¿Tú lo conoces, umma?

El rubio comenzó a maquinar en su mente.

—¿Cómo se llama tu amigo, Taem?

—Choi Jong In, pero le dicen Kai.

El nombre resonó en la cabeza de Key y si hubiera podido caer de rodillas, lo hubiera hecho. Sus ojos lagrimearon y su corazón extraño se agitó, como si fuera a salírsele de la caja toráxica. Taemin lo miró con ojos enormes.

—¿Lo conoces umma?

Key miró con ojos anegados en lágrimas a su hijo y sonrió, abrazando al niño contra su pecho y siendo inundado por los recuerdos.

—¿Quieres que te acompañe a ver a Kai?—preguntó.

—¡Sí! ¡Vamos, umma!

—Pero tienes que decirle que lleve a su padre.

Taemin nadó como flecha hacia la superficie y volvió más pronto que nunca.

—¡Vamos, umma, vamos! Ya le dijo a su papá.

Kibum acompañó a su hijo y nadó tranquilamente hasta la superficie. Lo primero que vió fue a un pequeño y moreno niño, sujeto de la mano de un alto y fornido hombre. Sus facciones se habían endurecido y obviamente había crecido, pero seguía siendo el mismo humano que lo enamoró a base de conchas marinas.

Los ojos de Minho se abrieron en cuanto lo vieron y pudo notar como empezaba a lagrimear.

El rubio tomó la mano de Taemin, se acercó lo más posible a los humanos y extendió su mano con dedos palmeados hacia la cara de Minho, acariciándola suavemente.

—Hola, humanoide.—dijo con los ojos húmedos y los labios temblorosos.

Minho sonrió entre lágrimas y acarició la mano mojada del sireno con la propia.

—Hola, Ninfa.

 

 

Notas finales:

Salió muy gay, lo sé, y el final es apresurado por pues, ni modo, es lo que hay.

Besos~

Mellark~


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