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El vínculo por -Raiden-

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Notas del fanfic:

Esta basado en algunos hechos reales, y muchas de las conversaciones pasaron. 

Esta historia esta dedicada a una amiga muy querida, por favor les pido respeto.

Espero volver a verte algún día.

Notas del capitulo:

Este fic pude causar: perturbación, sensaciones extrañas, insomnio, confusión y ligero daño mental.

Jejeje.

La pagina no se hace responsable de resultados dañinos. Se recomienda discreción.

 

Los personajes de One Piece le pertenecen a Oda-sensei.

 

El personaje que hace el vínculo no tiene relación conmigo es mas bien la escencia de una vieja amiga que le encataba One Piece, gracias a ella soy lo que soy.

El mundo sigue siendo el mismo, sólo que más deteriorado y sumiso en su propio infierno. Esta divido en dos: los buenos y los malos, aunque eso depende de la perspectiva de cada uno.

 

Los bajos fondos son controlado por 3 poderosos "Jefes Mafiosos", aparentemente están en un mutuo acuerdo de digamos "Paz" porque realmente no es así, sólo se limitan a no entrar en territorio ajeno y crear un conflicto que terminaría llamando la atención del Ejército.

Es un enemigo que tienen en común, y como dice el dicho: "El enemigo de mi enemigo es mi amigo" A nadie le conviene caer presa de tal organización gubernamental.

Pero no significa que se queden de brazos cruzados precisamente, ya que uno de estos "Jefes Mafiosos" esta a punto que cambiar el equilibrio de los bajos fondos y eliminar a una de las columnas más fuertes del Ejército Mundial.

 

Es verdad lo que dicen del poder... Te corrompe hasta el núcleo por el precio correcto, y el fin siempre justifica los medios.

...-...-...-...

En un lugar apartado por las olas del mar azul, la isla recibía el viento salado en una fábrica aparentemente abandonada, oxidando más su desgastada fachada, esta tenía una placa con letras rojo cobrizo: "Punk Hazard"

Dentro de ese maltrecho lugar se escuchaba una voz.

 

-Hazlo de nuevo. - decía con seriedad.

-¡Ahhh! no... no... puedo. - respondía otra voz casi sin aliento.

El niño que apenas podía mantenerse en pie, cayo desmayado.

 

-Tks... Tráeme al siguiente. - dijo de nuevo.

La puerta de la habitación se abrió, un hombre de traje negro con gafas oscuras tomo el cuerpo del pequeño arrastrando lo hacia afuera.

No tardo nada en regresar pero ahora con otro pequeño tomado de su mano.

 

-Entra. - le ordeno el hombre de las gafas al niño, soltándolo.

El pequeño miro la habitación con algo de desconfianza.

Entro con pasos lentos, tenía un techo alto, desgastado, que permitía ver la estructura metálica. Había un cristal enorme en la parte central de este revelando un cuarto detrás, en el que había tres hombres, dos sentados en unas hermosas sillas hechas de madera mirando aburridos y el tercero parado junto al vidrio con una libreta en mano escribiendo desesperado, el piso era firme y había tres espadas de diferentes tamaños en este. Las paredes eran blancas con pequeñas manchas rojizas, dando a entender que una vez algo vivo estaba ahí, las luces eran tenues pero se veía perfectamente.

Su atención se desvió de los hombres que estaban tras el vidrio, y se encontró con una mirada penetrante.

El hombre que estaba en la habitación le miraba con atención.

De pronto la puerta por donde había entrado se cerró, dejándolo sólo con esa persona.

 

-Empecemos. -la voz profunda y fría lo hipnotizo.

Mientras sus pasos alcanzaban al niño esté sólo lo miro. El intimidante hombre ya se encontraba frente a este, cuando alzó su mano con el puño cerrado.

Le lanzo el primer golpe.

El hombre volteó hacía atrás para encontrarse con el pequeño niño, había fallado.

 

-Vaya eso si es divertido, Fufufufufufu. - comento uno de los hombres sentados detrás del vidrio que tenía unas extrañas gafas.

-¿No será que ya está cansado? -contradijo el otro sentado a su lado encendiendo un puro.

-Fufufufu, si te escuchara ahora tendrías otra cicatriz en ese hermoso rostro. - una sonrisa se dibujó en su rostro.

-¡Cállate maldita ave! - respondió molesto exhalando el humo, aunque tenía un ligero sonrojo en sus mejillas. - ¿Cuantos van con este? - pregunto al hombre junto al vidrio que llevaba una bata blanca, para cambiar de tema.

-Es el número trece, el último de los sujetos de prueba, pero no es precisamente un ni-

-Fufufufufufu, ¡Mira eso! - interrumpió con su risa al ver la escena que estaba delante.

El hombre que estaba con el niño, lo persiguió a paso lento pero se detuvo cuando el pequeño tomó una espada mediana que estaba en el suelo.

Nadie tomaba una de sus espadas. Nadie...

Fulmino al niño con su mirada penetrante para que la soltase. Este sólo empezó a respirar pesadamente pero no la soltaba al contrario más la esturgaba en sus pequeñas manitas.

 

-Suéltala, no sabes cómo utilizarla. - sentenció el hombre sin moverse, observándolo.

-...- No dijo nada el pequeño.

-Tú lo pediste. - Exhalo y saco un pequeño cuchillo de la cruz que tenía colgada en su pecho.

Camino nuevamente hacia el niño, este se tensó y colocó la punta de la espada en el suelo.

Se miraron fijamente, los ojos amarillos del hombre y los ojos violetas del pequeño no se apartaban uno del otro.

Entonces en un movimiento, el de ojos amarillos estaba de espaldas atrás del niño.

Unas gotas de sangre cayeron al suelo, el sonido del metal rebotando se escucho y el pequeño arrodillado tomando su brazo herido pero con una sonrisa en su rostro.

-¡¿Como mierda... - dijo soltando el puro que tenía en la boca.

-¡Impresionante! - continuo el científico mientras escribía en su libreta.

-¡Oh! Es realmente divertido Fufufufu. - río encantado.

 

El de ojos amarillos, medito un momento exhalando nuevamente.

Sin voltearse guardo su pequeño cuchillo en su colgante.

 

-Te lo advertí, no sabes cómo utilizar una espada y menos si no es tuya. - nadie tocaba su propiedad.

-Yo no estaría tan seguro.... - susurró el pequeño.

El espadachín confundido volteó a verlo pero una pequeña humedad en su rostro hizo que llevara una mano a su pálida mejilla, pasó sus dedos por esta y frunció el ceño viendo el color rojizo en ellos.

Nadie jamás le había herido y menos un maldito niño.

Observo al pequeño y este seguía de espaldas sosteniendo su brazo.

Camino a donde estaba y lo tomo por el hombro, obligándolo a parase.

¿Como mierda pasó eso? El intimidar a las personas con una sola de sus miradas, era algo natural en el pero ese maldito mocoso parecía diferente y no sólo por sus violetas ojos, sino porque pudo tocarlo sin darse cuenta.

Lo encaro para ver su rostro aterrado y se llevo una sorpresa al ver su sonrisa. Aunque su rostro serio no lo aparentaba.

Luego vio la herida que le hizo, tomó un pañuelo blanco que tenía en su bolsillo y lo colocó en esta haciendo un poco de presión.

El pequeño borro su sonrisa con este gesto quedando más que sorprendido y dudando de las verdaderas intenciones del de ojos amarillos.

 

-Parece que la búsqueda dio sus "frutos" Fufufufufufu. - empezó levantándose de la cómoda silla caminando hacia el vidrio.

-La droga experimental conocida como "Fruta del diablo" se puede usar en seres humanos, efectos secundarios aún en fase de observación. - hablo con una gran sonrisa en su cara el científico y aún escribiendo en su libreta.

-Ya era hora. - dijo el de la cicatriz, se paró y apagó su puro de un pisotón. - Le daré una nueva memoria y empezara el entrenamiento mañana. - y este finalizo caminando hacia la puerta para salir del cuarto.

-Pe... Pero... Señor Crocodile, aún no sabemos los efectos que pueda presentar y si algo sale mal, sería una pérdida significaba. Además del económico. - trataba de explicarle el científico algo nervioso.

-No preocupes yo cubriré cada beri de la investigación. Fufufufufufu. - el hombre de las gafas pagaria por todo.

-Tks... Como sea. - el de la cicatriz salió del cuarto cerrando de un portazo.

-¡Oh! Mira qué actitud tan fría tiene Croco-chan. - el de las extrañas gafas comento sonriendo.

Levanto una mano para tocar el vidrio donde está el pequeño. Había encontrado un diamante en bruto y la droga parecía ser la pulidora perfecta para darle forma como el quisiese.

La voz del científico interrumpió sus pensamientos. -El reinicio de memoria requiere que de le un nombre al sujeto de prueba y... 

-Alexander. - sonrió al mencionar el nombre.

-Pero Señor Donquixote, el sujeto de prueba es... - una mirada dejo mudo al científico.

-¿Acaso es una insubordinación? - pregunto viéndolo a través de las gafas, aunque no veía sus ojos se sentía su mirada fulminante.

-No es eso...sólo que... - el sudor recorría la frente del científico.

Un sonido en el vidrio los interrumpió de esa incómoda conversación. El espadachín estaba golpeando el vidrio con sus dedos y luego miro a Donquixote haciendo un gesto de que se llevaba al niño.

Sonrió nuevamente al entender el mensaje y sólo asintió con la cabeza.

-Dejare que vea los efectos secundarios durante un mes, pero no quiero que vuelva a contradecirme o estará junto a los peces. ¿Entiende? Ceasar-chan - amenazo sonrientemente.

-Perfectamente. - dijo tragando saliva y volviendo a escribir en su libreta.

 

El espadachín le tendió la mano al niño, este dudo un poco pero la tomo mirando al suelo. El hombre se limitó a caminar hacia la puerta y abrirla con sutileza.

 

-Vergo, hay que curar sus heridas y arreglarle un cuarto. - dijo mirando al susodicho.

-Entiendo, vamos a la enfermería. - le dijo serio mientras ahora le extendía su mano al pequeño.

El niño la tomo mientras alzaba su vista mirando al de ojos amarillos.

El hombre de las gafas oscuras empezó a caminar jalándole ligeramente para que empezara a imitarlo.

Las miradas que se lanzaron el pequeño y el espadachín duraron unos segundos hasta que el par desapareció por un pasillo.

"Interesante" concluyo el espadachín mientras tocaba su mejilla.

...-...-...-...-...-

Una peliverde sentada en un elegante escritorio revisaba unos papeles mientras tarareaba una canción. Disfrutaba de esos momentos sola, y recordando canciones de antaño que le cantaba su madre. La puerta se abrió bajándola de su musical nube y miro al par que entraba.

 

-Hay que curar sus heridas. - menciono el hombre de la gafas oscuras.

-Hola a ti también Vergo, y ¿Que tenemos aquí? - respondió la chica con una mueca extraña.

-Monet, no tenemos tiempo para esto, mañana se le dará la reinserción de memoria. - a veces no quería hables con ella por su extraño carácter.

-Dilo como lo es Vergo. un lavado de cerebro. - la mueca de enojo, no paso desapercibida por este.

-Sólo has tu trabajo. - finalizo dejándola con el niño y saliendo de la habitación.

-Idiota sin cerebro... - dijo la peliverde por lo bajó empezando a acercarse al niño. -Vamos a ver esa herida ¿quieres? - sonrió dulcemente.

La chica tomo su silencio como una afirmativa, tomándolo de la mano lo llevo a una mesa de exploración en el rincón de la habitación.

El frío metal de la mesa hizo que le diera un escalofrío al niño ya que sólo llevaba un short, y una camisa de manga corta que parecían más tela maltrecha y sucia que ropa.

La chica tomo una charola que contenía un equipo de curación.

Se acercó al pequeño y le miro extrañada. Su cabello castaño tapaba sus ojos, aunque era corto, de enfrente era largo, cayendo por su frente.

Está lo despejo con una tierna caricia y se sorprendió por el color violeta claro de sus ojos.

-¡Woo! Qué hermosos ojos tienes. - la sorpresa apareció en el rostro de la chica. Nunca pensó ver ese color en los ojos de una persona.

-...- El niño estaba en silencio observando su cabello verde en verdad era raro, pero los ojos de este no tenían nada de especial siempre habían sido así.

-Ok déjame ver tu brazo... - retomo su tarea.

Destapo la herida quitando con delicadeza el pañuelo ahora lleno de sangre, estaba a punto de tirarlo pero el niño se lo arrebato guardándolo en la bolsa de su short.

Ella se quedo desconcertada pero luego sonrió, entendió que podía significar algo muy especial para el pequeño.

Prosiguió con su labor, lavo la herida de su brazo, y término vendando la para que no se infectara.

-Ya está, no te ha dolido nada. Eres un buen niño. - sonrió la chica.

Alzó su mano para acariciar su cabeza pero el sonido de la puerta ceso su inocente movimiento.

 

-¿Como esta mi pequeña adquisición? Fufufufu. - entro riendo.

-Todo está listo Joven Maestro, ya puedes llevártelo. - la chica se apartó sutilmente.

-¡Oh! Monet, mi querida Monet, no estés celosa, tu sabes que un objeto es sólo eso. - por alguna extraña razón sabía que la chica sintio unos extraños celos.

-Como sea, debo volver al trabajo. - y regreso a su escritorio algo molesta.

-Fufufufu. - su risa volvió a el.

El hombre tomo al niño de la mano y este se zafo del agarre del rubio.

Este le miro molesto y no entendía porque no quería tomarle de la mano.

"¿Acaso piensa oponerse a mí? ¿Qué mierda pasa con este crió? Si con Vergo no opuso resistencia" pensaba Donquixote.

-Así que será del modo difícil. - menciono y su sonrisa se volvió torcida.

Tomo nuevamente al niño pero esta vez donde estaba la herida, lo saco de la habitación de un jalón e hizo que el niño cayera en el pasillo golpeando su rostro con la pared.

La chica no dijo nada sólo miro con enojo la escena y volvió a su trabajo.

-Fufufufu, esto te pasa por no obedecerme. - su tono amenazante heló la sangre del pequeño que se quedo en el suelo, viéndolo con terror.

"Esa cara me gusta más" pensó Donquixote al ver su expresión, ni siquiera Mihawk pudo hacerle temblar como lo hacia él.

La tentación de seguir torturando al pequeño era inmensa, sus ojos violetas se encontraban tan asustados que se traslucidaban por las lágrimas contenidas haciéndolos tomar un tono rosa pálido.

El color favorito del Donquixote.

Su sonrisa creció aún más, no debía estar permitido que una persona tuviera esos ojos tan hermosos.

 

-Vamos es hora de dormir. - dijo Vergo interrumpiendo los pensamientos insanos de su jefe.

-Fufufufu aún nos estamos divirtiendo no es así, Alex-chan. - en realidad apenas empezaba a divertirse.

-¿Alex-chan? - pregunto confundido el moreno de las gafas oscuras.

-Sí, se llama Alexander. ¿No es tierno? - sonrió, acercando su cara a la del niño que aún estaba asustado.

-Joven Maestro. Debe dejarlo descansar, mañana haremos las presentaciones formales, no tiene casó que lo intimide si no lo recordara. - expreso serio ofreciendo una mano al niño para que la tomara.

Ahí estaba esa malvada sonrisa en el rostro de Donquixote.

-En ese caso deja que me divierta un rato más. - dijo relamiéndose los labios.

El niño tomo rápidamente la mano de Vergo y enterró su cara en su saco, escapando de la mirada oscura de Donquixote a través de las gafas.

-Me gusta este niño, creo que será muy divertido entrenarlo. - su sonrisa no abandonaba su rostro pero su mano voló hasta la cabellera del pequeño despeinando lo ligeramente.

-Vámonos es hora de dormir. - repitió Vergo, caminando con el niño hacia su nuevo cuarto.

-Nos vemos, Alex-chan. Fufufufu. - sentenció Donquixote haciendo un gesto de despedida con su mano.

El niño lo miro de reojo viendo como se despedía. ¿Que mierda pasaba con ese hombre? Primero lo intimida y luego se despide amigablemente, eso no era normal.

Caminaron por varios pasillos hasta llegar a una puerta color violeta, Vergo la abrió y le cedió el paso para que el pequeño entrara voluntariamente.

Su cara de sorpresa fue tal cuando vio el hermoso color de la puerta y paso corriendo al cuarto. Todo el interior era de color morado, con tonos más claros de este.

La cama tenía el mismo color pero con blanco en combinación y era enorme para el pequeño, tenía muchas almohadas y parecía ser hecha por las nubes más esponjosas del anochecer de un invierno.

Había muebles hecho de madera de pino el olor de este inundaba el cuarto, el perchero pegado a la pared, una mesa rectangular en la parte central del cuarto junto con dos bancos de madera haciendo juego, y la mesita de noche al lado de la cama.

El piso estaba alfombrado y era realmente suave parecía blanca nieve, sus pies sentías las fibras recorrer cada terminación nerviosa y su sensitiva piel clara gozaba por el calor de la habitación.

Había una pequeña ventana cerrada, sus finas cortinas cubrían los barrotes que estaban fuera de esta y finalmente una puerta entre abierta mostraba un pequeño baño.

Feliz por el hermoso cuarto, se volvió hacia Vergo y le dedicó una hermosa sonrisa, tan tierna e inocente. El de las gafas abrió un poco la boca por la escena tan jodidamente tierna.

"¿Como puede ser feliz con algo tan simple?" ese pensamiento se coló en la mente de Vergo.

Sin saber cómo es que ese maldito niño hacia para joderle la vida y su trabajo, se acercó hasta a él. Lo miro con ternura aunque el pequeño no podía notarlo por la gafas. Acercó su mano a su mejilla que tenía una marca azul-verdosa, prediciendo que dejaría un hematoma bastante grande en su clara piel.

El pequeño vio como acariciaba su mejilla pero no borró su sonrisa. De hecho le agradaba ese hombre a pesar de la actitud tan sería que tenía.

-Descansa... Mañana vendré por ti. - dijo un poco nervioso, se aparto apresuradamente del niño y cerró la puerta dejándolo sólo en su nuevo cuarto.

"Ya veo, porque el Joven Maestro esta tan interesado" reconoció Vergo al meter llave al cuarto del pequeño y caminar hacia su propio dormitorio.

El pequeño no podía creer lo que sus ojos veían, esa habitación era suya.

Corrió tiernamente a la cama y se lanzó sintiendo la suavidad de esta, hundiendo su cara en las blancas almohadas; inhalaba su olor a nuevo. Era simplemente embriagador, nunca antes había tenido una cama y menos una habitación, tal vez el ser llevado por esos hombres no era tan malo.

Se quedo así unos momentos y luego recordó la pelea con el hombre de los penetrantes ojos.

Se sentó lentamente en la cama, saco el pañuelo con sangre de su bolsillo y lo miro detenidamente.

Era blanco con un bordado en una esquina, tenía unas letras color dorado en una forma extraña "D. M.", pasó sus dedos por el bordado sintiendo su rugosa textura. Luego vio la sangre seca en este y recordó la herida que le hizo.

Tomo su brazo instintivamente, no sentía dolor, a pesar de que el vendaje tenía nuevamente sangre.

Cansado de pensar en lo que había pasado en ese tan largo día, se dejó caer nuevamente en la cama, se acurrucó en las esponjosas almohadas y abrazo con fuerza el pequeño pañuelo.

Sin darse cuenta ya se encontraba profundamente dormido, no había conciliado el sueño en casi dos días, después de que lo sacaran de las calles para "ayudarlo" a ganarse unas cuantas monedas, según le dijeron los hombres que se lo llevaron.

 

Notas finales:

Gracias por leer.

Cualquier cosa estoy para servirles.


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