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Missing You por Mellark

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Notas del fanfic:

"Realmente espero no me olvides. Sé feliz incluso ya después y recordemos lo que fue, hasta que el tiempo nos apague."

BACKGROUND (Canción, si quieren oírla, para que sientan la "emoción".)

 

Notas del capitulo:

¿Qué puedo decir más que lo mismo de cada fic?

"Enjoy it~". 

Todo es mío, menos la música y la cita de las notas del fanfic. Las lágrimas son mías, el dolor no es mío, los personajes tampoco, pero la historia la saqué de mi recóndita imaginación.

So, enjoy it.

Los ojos pequeños, llenos de vida hasta entonces, lo miraron aguadados, tristes, con la felicidad muerta. Ésos labios rosas, siempre colorados, en ése momento estaban pálidos, temblorosos y secos. Y ésa bonita sonrisa curvada y pequeña, no estaba, en su lugar, la boca se estremecía mientras las lágrimas luchaban por no caer de su prisión.

Minho le regresó la mirada desde arriba, sin alguna expresión, sin el amor que él había conocido antes, sin ésa calidez que emanaba con cada gesto. Estaba vacío, era una cáscara sin relleno. Sus mejillas aniñadas no estaban estiradas por una risa. La mandíbula, tensa. Y sus ojos no brillaban.

Kibum se acercó a paso de tortuga hacia el moreno, sus manos se agitaban a sus costados y las rodillas las tenía de gelatina. Una vez estuvo frente al imponente hombre, levantó la diestra y le recorrió el rostro con los dedos. Choi cerró los ojos, frustrado, molesto, cualquier cosa menos complacido. El mayor le buscó la mirada con ése par de orbes tan profundas que poseía, Minho la evitó y se alejó del cuerpo del otro.

—Me estás mintiendo—afirmó Kim con la voz recién recobrada—¡Estás jugando!—los ojos se aguaron más y gordas lágrimas salieron de ellos, mojando su pálida piel—Es una broma, ¿verdad?—su voz se quebró y su voluntad también.

Minho aún mantenía su postura, con el pecho levantado y sin mirar a los ojos al otro. Kibum temblaba como una flor ante una ráfaga implacable de viento, se deshacía ante sus propios ojos y él se odiaba por no hacer nada para evitarlo.

Hizo acopio del poco esfuerzo que poseía y le levantó el mentón con la mano, lo miró a los ojos, aunque no lo miró en realidad. Lo fingió mientras concentraba toda su atención en el lagrimal y no en la pupila.

—No te engañes, princesita—su mirada no estaba en la ajena y Kibum podía notarlo—Has estado haciéndolo desde la fiesta de hace dos meses. Supéralo.

El rubio lo apartó de un empujón y lo encaró, con las mejillas tan rojas como un tomate y los dientes apretados con la fuerza fúrica de quien se sabe furioso.

—¡Mientes! ¡Mientes!—se agarró la cabeza y la sacudió, como si así pudiera alejar cualquier mal momento, como el que estaba pasando—¡No puede ser verdad!—se quitó las manos de la cabeza y miró al alto a través de sus vidriosos ojos felinos—¿Es un broma de Jonghyun?—corrió hacia una esquina de la habitación, esperanzado—¡Ya puede salir, Jjong! ¡Me has hecho llorar! ¡Ya llegaste muy lejos!

Al no oír ni recibir ninguna respuesta que confirmara su hipótesis, volvió su vista al cuerpo del muchacho que lo había enamorado. Recorrió su anatomía de piez a cabeza y soltó un gemido ahogado, como un golpe sordo. Las lágrimas cayeron cual cascadas en un bosque y de su garganta brotó otro gimoteo.

Vencido al fin, se dejó caer en el piso y recogió las rodillas hacia el pecho, ocultó la cabeza entre las manos y sollozó fuerte. Importándole muy poco que ahí hubiera alguien más, precisamente la persona que le había lastimado.

Minho, desde su propia esquina, observó con el corazón a un palmo de desmoronarse como el ser más hermoso de su existencia se despedazaba con cada lágrima. Por su culpa. Por ser un idiota. Porque tuvo que mantener una estúpida promesa familiar. Porque iba a casarse. Porque tenía que fingir que todo su amor por el menudo rubio había sido una desviación de su camino de vida. Del que le habían formado sus padres y el cual había seguido al pie de la letra hasta que le conoció.

Apretó los puños, dejando los nudillos blancos y exhaló, pidiéndole perdón a Kibum y a Dios por ser un absoluto imbécil, cobarde y sin los cojones suficientes para hablar con la verdad. Caminó hasta el guiñapo emocional que era el chico que amaba y lo levantó bruscamente del brazo, disculpándose internamente con él.

—Mírame—dijo con rudeza. Molesto. Molesto consigo mismo y con nadie más.

Kibum no levantó la mirada y Minho lo agarró de los hombros, sacudiéndolo cual saco de provisiones. El mayor lo miró por fin, lagrimoso, humillado, pisoteado y todos sus sinónimos.

—Quiero que me escuches. Y que no digas nada hasta que termine. ¿Puedes hacerlo?—el otro asintió.

Minho invocó de nuevo a Dios, se disculpó silenciosamente y le pidió que no desamparara a su pequeño gatito.

—Las cosas de ésta vida pasan por algo, Kim Kibum—comenzó, tratando por todos los medios de modular su voz y ocultar su temblor—Tal vez, no era el destino que tú y yo estuviéramos juntos. Te mereces algo mucho mejor que yo.—los ojos castaños y curiosos lo miraron por un segundo y parecieron entender—No soy lo que mereces, ni tú lo que yo merezco. Somos gente de diferentes contextos. Nunca habría funcionado. Además, tú estás comprometido con ése muchacho de Daegu y yo me voy a casar.

El recuerdo de su realidad, hizo que Kibum volviera a sollozar, ni siquiera se esforzó por no verse patético. Estaba llorando cual bebé sin chupete y no podía sentirse más idiota.

—Ésto no estaba destinado a suceder. No está bien. Lo que tenemos...—se interrumpió—lo que teníamos era para reírse. Somos completamente opuestos, Kibum. El fuego que habíamos creado, pronto nos iba a quemar. Y así fue como terminó sucediendo.—lo miró a los ojos por primera vez en todo su discurso ensayado—Mejor que tengas una herida hoy y llores por un momento, a que tengas una quemadura de por vida, que va aumentando día a día y te lastima cada vez más.

Acercó su pulgar hacia una de las lágrimas recién salidas y la enjugó. Las pestañas oscuras del mayor temblaban con la misma intensidad que el resto de su cuerpo y fue cuando Minho notó la fragilidad de ése chico de pueblo con aspecto fiero. Su debilidad lo ganó un poco, en un acto de estupidez —que después descubriría era amor—, se acercó la bonita boca de Kibum y le dió un beso chiquito. Como un pellizco de mosquito. Como el corazón de un colibrí. Como debería ser su amor por él. Pero como no era.

Kibum sollozó de nuevo y atrapó de nuevo la boca grande del moreno, que se resistió un segundo y al siguiente, decidió darle un último beso, en toda la extensión del término, a la persona de su vida.

Su mano viajó hasta la cintura marcada del pálido y recargó su peso, junto con el ajeno, contra la pared. Su boca recorrió por última vez a la otra, sus manos pasearon a sus anchas —pero con nostalgia— por la cintura que sentía le pertenecía tanto como los labios que besaba en ése momento y sus ojos, traicioneros como sólo Cupido podía dejarlos ser, soltaron una única lágrima, la que él creía última de ése amor que estaba destinado a ser.

Una vez se hubo embriagado por el aroma del rubio, se separó, sintiéndose incapaz de soportarlo más. Dejó un frío beso en la frente del chico y lo abrazó contra su pecho, sintiéndose dividido al saber que debía dejarlo ir y a la vez no queriendo.

—Espero que algún día me veas y me odies, porque lo merezco.

Kibum levantó la vista y sonrió, melancólico y sin que ésa "felicidad" llegara a sus ojos de gato.

—Aunque hubieras logrado matar todo el amor que hay dentro de mi hacia ti, aún quedaría una chispa que se encendería cuando te viera. Siendo así, ¿por qué habría de odiarte cuando no has podido aniquilar nada de mis sentimientos por ti?—se abrazó a su cintura con mucha fuerza, quería quedarse así para siempre—Voy a seguir extrañándote, a pesar de que sé que te veré, muy a menudo.

Minho sonrió con melancolía también, sus lágrimas ya no eran ocultas y levantó el rostro perfecto del mayor.

—Entonces, ¿primos como siempre?

Kibum hipó a mitad de un sollozo y asintió.


—Como quieras, primo.

Notas finales:

Por muy raro que parezca, no tiene dedicatoria. Salió de mi espontánea —y dolorosamente—. Si a alguien le gusta, agradezco un RW, si no es así, gracias por pasar por aquí, puedes seguir tu camino sin comentar, soy pésima ante las críticas.

Sinceramente, la niña que se cree mujer y escribe todas perversiones que tanto les gustan; Melina aka Mellark.


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