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Somos Fuertes por Javmay

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Notas del capitulo:

Y aquí he vuelto. Taaarde. Muuuuy tarde. Pero he vuelto.

Antes, POR FAVOR LEER ESTO:

"Las palabras que estén en comillas de esta manera" - Son DIALÓGOS

Las palabras o frases escrita de esta manera - Son pensamientos

"Las palabras o frases cursivas ENTRE comillas" - Son DIÁLOGOS en Inglés

Las palabras subrayadas - Son palabras, justamente, importantes o destacables

[Los números entre estas casillas] - Son aclaraciones y/o explicaciones que pondré en Notas Finales

Además de lo anterior, necesario es destacar que SLAM DUNK, los personajes, locaciones y personas nombradas en esta historia NO ME PERTENECEN.

Ahora, este cap va dedicado a Cata-chan, Riku, Olga, Shinodita y SxJ. De verdad MUCHAS GRACIAS!! Las adoroooo. Sin sus palabras nunca habría dejado la flojera y vuelto!! :D. Y de verdad lo he hecho con las pilas totalmente recargadas. Tengo ahora todo friamente calculado. A este fic le quedan CUATRO CAPS!!!! asiq... a trabajar!! Hice además, ojala no les moleste... un Soundtrack n.n: (Obvio, no es obligatorio escucharlo)


1. Dive in - Let go (NO la versión remix)

2. Phosphorescent - Song for Zula

3. Ha Hyun Gon Factory - 그녀를 지켜주세요 (Feat.리치,MC K)

4.Houses - The Beauty Surronds

5. Sam Tsui - Clarity (NO el video original)

6. SolarSolar - I can't find you

7. Morgan Page - Addicted

8. Nelly Furtado y Juanes - Fotografías

9. Foy Vance - Midnight Starlet

10. OneRepublic - Au Revoir

Eso!! Ojla les guste el cap... Oh! y antes... Alguien de estos lares ha visto o ve "Kuroko no Basket"???... O no que es muyyy bueno!!??? De verdad para aquellos que aun lo ven... lo recomiendo 100%... Tanto manga como anime, son geniales :=)

Ahora si... ya no molesto.. Tengan un gran día/noche!

  1. IV. Mujeres, Hombres y Monos Pelirrojos

 

-

 

-

 

Jav

 

El pocillo de cereales entre sus pálidas manos era, por el momento, lo más interesante que había observado durante esta tranquila mañana de jueves. Su único pensamiento ahora, era que debía terminar rápido su desayuno para partir hacia clases.

 

Y luego al entrenamiento… Donde sólo se fijaría y concentraría en el balón y en sus compañeros de equipo. Nada más. Nadie más. Nada de mirar a idiotas pelirrojos con risas estúpidamente altas y desagradables. Nada de voltear la mirada y buscar la suya.

 

No necesito la aprobación de nadie, se dijo con firmeza bebiendo rápidamente la leche sobrante.

 

Se despidió con un gesto de su madre antes de partir rumbo la entrada tomando su bolso en el camino. Por suerte ese mono imbécil había salido, como todas las mañanas, a su trote matutino, porque o sino…

 

¿Sino que, Kaede?, se preguntó montando su bici y partiendo hacia el campus universitario.

 

Baloncesto… Baloncesto… ser el mejor… superarme… ganar… balón y canasta… Repetía mientras pedaleaba con prisa, a penas y sintiendo la brisa cálida golpear su piel, remover sus ropas y revolver sus negros cabellos.

 

La noche anterior, cuando había llegado a la más traumante y horrorosa conclusión de su vida, se había negado a morar en ello. Al contrario, se había tirado contra el colchón y cubierto con las frazadas esperando el sueño (…que tardó en venir). No había querido pensar en aquella situación. No quería razonar. No quería analizar. Solo lo ignoró. Pretendió olvidarlo. Dejarlo de lado. Colocarlo en un sótano o ático y olvidarlo hasta que se empolvara. Porque no podía ser… ¡Maldita sea!... Que aquello no podía ser cierto…

 

A la mañana siguiente de aquella molesta velada, se cuidó para no encontrárselo en los pasillos, baño y cocina. Por lo anterior, además, ingresó a la ducha pensando en las cosas más insulsas y poco atractivas que había en su vida para evitar incómodas reacciones.

 

Tengo que hacerme tiempo para estudiar;… tengo exámenes pronto…. Iré a la biblioteca… Dan comentó que vendría mañana después del juego... Mañana, cuando ganemos nuevamente...

 

De vuelta al presente, desmontó con elegancia y pretendida tranquilidad su medio de transporte, lo aparcó y encadenó con cuidado en el respectivo estacionamiento. Afirmó el bolso en su espalda y se encaminó a su salón. Subiendo las escaleras, una chica menuda y rubia pasó a su lado, no sin antes darle una descarada ojeada y sonreírle coqueta.

 

¿Por qué no ella…? se preguntó distraídamente al tiempo que se volvía un poco para mirarla partir por los pasillos. ¿Por qué no cualquier otra? …Continuó mientras observaba discretamente a las jóvenes que pasaban o se detenían a su alrededor. Al llegar a su correspondiente sala, lo primero que hizo fue sentarse en los últimos asientos esperando dormir lo que restase de clase, pero no pudo ni cerrar los ojos tranquilamente por sentir ese cúmulo de sensaciones y pensamientos revolviendo y destruyendo todo a su paso. Parecía que una infinidad de ideas se acumulaban y querían evaporarse de su cerebro y piel, mas Kaede se negó a razonar o analizar ninguna.

 

Inquieto se movió en su asiento decidiendo poner atención a la ignorada y aburrida lección.

 

Sólo unas solitarias y pocas líneas se encontraban en su cuaderno cuando, de nuevo, esa burbuja de ansiedad y desesperación se anidó en su pecho. Gruñendo interiormente, miró distraídamente alrededor de la inmensa habitación. En su burda búsqueda vio a unas cuantas chicas, algunas de ellas claramente bellas y atractivas a la vista.

 

Rukawa frunció el ceño cuando observó a una muchacha pelirroja.

 

¿---Y si…?

 

Su loco pensamiento, su desesperado intento, no alcanzó ni a agarrar coherencia cuando ya comenzó a mirar lo más sutilmente que podía a las mujeres del lugar (no quería después ser llamado pervertido). Sin entender y saber muy bien por qué lo hacía, se abocó a observar a las jóvenes del gran cuarto.

 

Sintiéndose de repente estúpido, se acarició y peinó innecesariamente los cabellos negros que le caían por la frente.

 

Pero no se detuvo…

 

Sacudió la cabeza y continuó mirando los blancos o morenos cuellos de algunas chicas. Kaede no pudo evitar pensar que eran mucho más delgados y suaves a la vista que los de un hombre. Observó, además, los estrechos y curvados hombros. Un poco avergonzado, pero no menos decidido, bajó los ojos a las curvas de sus pechos y piernas…

 

Pero…

 

Mirase lo que mirase, su cuerpo no sentía… nada.

 

Nada de nada.

 

No había calorcito ni cosquilleo en áreas sensibles. No había deseo de acercarse o ver mejor. No sentía las ansias de acaparar la atención de ninguna de ellas.

 

Rukawa bajó los ojos a su limpio cuaderno  y apretó los puños, casi con furia y frustración.

 

¿Por qué…?

 

¿Es acaso …porque no las conozco…?

 

Quizás… su cuerpo era demasiado educado como para emocionarse con desconocidas.

 

Saku- ese estúpido, ha estado en mi vida como por tres años, se dijo; quizás por ello sus hormonas, sintiendo la familiaridad, la cercanía, y (le dolió admitirlo, pero…) la amistad, habían agarrado un especial…apego con el susodicho.

 

El pelinegro, volviendo la mirada hacia una de las ventanas, se quedó fijo en el cielo celeste y sin nubes que proyectaba el día. Entonces… se dijo con cuidado y precaución… ¿Tiene que ser alguien… que… conozca…? ¿Acaso esa era la única manera de sentir algo?

 

¿Pero a qué chica conozco…? se preguntó ahora frunciendo los labios... Suspiró y volteó los ojos a la pizarra manchada con varias fórmulas y conceptos, mas el joven deportista ni prestó atención a ello al revolver los recuerdos y archivos clasificados de su mente...

 

…¡Ayako!

 

¡Sí!

 

¿Cómo olvidar a la ex manager del equipo? Esa chica alegre, de carácter fuerte y que nunca dejó de apoyarlos en cada partido y encuentro durante la preparatoria, y que incluso iba a gritar por ellos cuando ella misma se graduó. Con aquella joven había logrado lo más cercano que alguien podría catalogar como amistad.

 

Yosh, piensa en Ayako-sempai.

 

Algunos podrán decir (acertadamente) que lo que hacía el nervioso pelinegro no era lo más adecuado para una maldita aula de clases. Pero, a decir verdad, estaba desesperado; no, más que eso: estaba agitado, perturbado y alterado. El pelinegro no podía aceptar aun que él, Kaede Rukawa, estaba experimentando primerizas y extrañas sensaciones con el ser más tarado que conocía.

 

Todo debe ser un error, se había repetido desde que abrió los ojos en la mañana. Ese tonto es un mono sin modales y estúpido, que no sabe cuando cerrar la boca… pero que se ve  increíblemente guap-… ¡Ayako!

 

Piensa en sus rulos…

 

Nada pasó en su cuerpo; sus nervios ni reconocieron movimientos en su cabeza. Piensa en… su cara. Nada, nada, nuevamente. Rukawa comenzó a impacientarse.

 

Piensa en… su torso, en sus p-pe-pe… en esas cosas que tiene ahí.

 

Mas lo único que lo invadió, fue una horrible culpa y vergüenza por estar imaginándose de esa manera a su superiora. ¿Qué dirían sus ex compañeros de Shohoku si lo viesen en aquella situación? Lo más seguro es que Miyagi y Sakuragi le molerían a palos y golpes. El primero porque, bueno obvio, el tipo estaba desesperadamente enamorado de la morocha y mataría a cualquiera que se atreviera a faltarle el respeto de esa manera; y el segundo, pues, porque el más bajo era su amigo, y además, aprovecharía cualquier excusa para golpear al zorro.

 

Sin más recursos, Rukawa negó con la cabeza, agarró con fuerza un lápiz, alzó el rostro y decidió prestar atención a la olvidada lección, ya no muy lejos de finalizar. Ya estaba lo bastante atrasado y desconectado como para perder el tiempo en tonterías de esa clase. Escuchó, no obstante, como el profesor daba las bases y materia que entraría para el examen de la próxima semana.

 

El pelinegro, enseguida, abrió los ojos un poco más de lo normal.

 

¿Tengo prueba la próxima semana? Mierda…su cuaderno casi parecía nuevo con el poco uso que le había dado este semestre.

 

Ahora si estoy jodido…

 

.

 

.

 

Kaede, lo primero que había hecho después de cruzar la entrada del gimnasio, fue recluirse en una esquina para estirarse y practicar en solitario (se había asegurado de llegar un poco tarde para no toparse con indeseados) Afortunadamente, el pelirrojo estaba demasiado ocupado gritando y luciendo sus habilidades frente a los otros chicos como para prestar atención al silencioso pelinegro.

 

Cuando el entrenador y el resto de los asistentes aparecieron en escena unos pocos minutos después, fue espontáneo y clarísimo el cambio, pues todos los jóvenes miembros del equipo se reunieron alrededor de ellos esperando las instrucciones del día, al tiempo que el bobo pelirrojo desaparecía, para luego volver y recluirse en las bancas con esa condenada libreta negra.

 

El entrenamiento fue duro y fatigoso (como ya todos sabían que sería, la verdad), por lo que Rukawa caminó casi arrastrando los pies hacia su bicicleta al final de la tarde, en donde esperaba un muy contento Sakuragi tarareando una desconocida canción. El pelinegro lentamente la desencadenó y la montó, no sorprendiéndose cuando sintió el peso de su compañero en la espalda.

 

Esto estaba mal.

 

Muuuuy mal.

 

No era bueno que ahora (¡justamente ahora!), tuviese que sufrir sintiendo el ardor y peso del otro sobre su cuerpo. Si se enfocaba en ello, era capaz  hasta de sentir la contracción de los músculos del pelirrojo cuando las ruedas se topaban con un bache; o la curvatura de su pelvis y el calor de su entrepierna…

 

…Baloncesto… Baloncesto… Baloncesto… Quiero ser el mejor… Tengo examen… No he estudiado nada… No tengo nada de materia… Baloncesto… Baloncesto… Como una mantra el denominado zorro fue repitiéndose las palabras, ignorando olímpicamente cada comentario que saliera de los rosados labios del bruto mono tras de él.

 

Y así lo hizo durante la cena y el resto de la noche; sin embargo, cualquier ley de hielo que se autoimpuso, fue violentamente quebrada cuando el pelirrojo llegó a su cuarto con una deslumbrante sonrisa exigiendo que volvieran a jugar en equipos en Mario Kart.

 

Para desgracia y molestia del ex rookie, estuvieron compitiendo contra el aparato hasta las tres de la mañana…. pero qué más da, si total al día siguiente no tenía clases;

 

… Sólo un muy importante juego.

 

A la mañana sucesiva, mientras ambos chicos (después de que Sakuragi llegase de su trote y Rukawa despertase) se encontraban vegetando en la habitación del segundo, el más alto aprovechó para mandar correos, a los que Kaede no pudo evitar espiar con sólo un ojito azul abierto; entre los muchos de email que redactó, se encontraba aquel que siempre dedicaba para Haruko Akagi. Y allí el pelinegro recordó que, a pesar de que con aquella muchacha y manager nunca alcanzó la cercanía que tenía con Ayako, si al menos compartió con ella más de lo que hizo con otras chicas.

 

Fue asistente en Shohoku…

 

Y… como Ayako-sempai… también nos apoyaba…

 

Creo…

 

…Entonces…. La conozco…

 

Todo lo anterior, razonó y se dijo lentamente el alero [38] de los Tar Heels, al tiempo que tragaba y se acomodaba sobre sus mantas desviando los ojos del chico pelirrojo que entusiasmado leía en voz alta todos los correos que había recibido, y que ahora respondía.

 

Rukawa, sintiéndose extrañamente incómodo e irritado, comenzó con el mismo ritual de ayer en su sala de clases.

 

Empezó, predecible y cuidadosamente, pensando en los cabellos de la joven; castaños y cortos (si mal no recordaba). Pensó, también, en sus grandes ojos (para qué mentir, no recordaba el color). Además de lo anterior, proyectó detrás de sus pestañas su pequeño cuerpo; su menuda y proporcionada figura. Incluso llegó a remembrar su voz: calmada, dulce y paciente. En como siempre les animaba a dar lo mejor. Finalmente, recordó la extraña y colorada mirada que siempre le dedicaba la muchacha cuando estaban muy cerca…

 

…Pero nada. Absolutamente nada pasó en su cuerpo, corazón, piel o cerebro. Su corazón se mantenía estable y poderoso. Sus nervios y músculos relajados y listos para una exquisita siesta. Y sus ánimos y parte baja, no podían estar más desmotivados. 

 

Con un poco de frustración, Rukawa se revolvió en las frazadas de la cama quedando de frente con uno de sus posters. En éste, el ex jugador de Chicago Bulls se encontraba con ambos brazos extendidos, sosteniendo en una de sus fuertes manos un balón de baloncesto. [39]

 

Kaede de un momento a otro, mientras miraba fijamente las diversas figuras y cuerpos de los basquetbolistas en sus respectivos posters, llegó a una nueva conclusión.

 

Pestañeó, no obstante, varias veces antes de ordenar los revueltos pensamientos y conclusiones que parecieron llover torrencialmente en su mente. Con su cuerpo rígido y sus manos estáticas a sus costados, miró casi aterrado el techo blanco de su cuarto.

 

Quizás… quizás no era que su cuerpo fuese educado. Posiblemente no era que (estúpidamente) necesitase conocer de cierta manera a las jóvenes, sino… precisamente eso… que eran…

 

Mujeres

 

Mmm…

 

Por bizarro y estúpido que sonase, el pelinegro nunca se había planteado que su falta de interés por las chicas de su club de fans, o en realidad, en cualquier tipo de chica allá de vuelta en la secundaria, preparatoria o en lo que llevaba de universidad, fuese porque en realidad NO le interesaban las… pues…

 

….chicas…

 

¿Pero entonces qué le interesaba?

 

….

 

¿Los chicos?

 

Rukawa, mirando rápidamente a su compañero de cuarto, se aseguró de que éste se encontrase totalmente inmerso en sus asuntos antes de voltear nuevamente al poster anteriormente ojeado.

 

El pelinegro allí (sintiéndose un poco torpe) se enfocó y concentró en los tonificados, musculosos, morenos  y perfectos brazos del ex jugador de la NBA, en como estos se extendían y marcaban cada línea de nervio.

 

Moró en el brillo de la piel, en el sudor que le empararía después de un fatigoso juego; en como los músculos se moverían  y contraerían con cada movimiento. Inconscientemente se mordió los labios mientras estudiaba la marcada clavícula y los poderosos músculos de la espalda que sobresalían. Y esas grandes manos. Tan fuertes. Tan confiables y cálidas. Seguro que podrían agarrar cualquier cosa con poder. Se imaginó además, el duro y plano pecho; con abdominales y pectorales perfectamente marcados, traspasando poleras.

 

Presionándolo y empujándose contra él, contra su espalda, contra su propio duro pecho…

 

Se imaginó su calor y fuerza y humedad y excitación… su-

 

Si, si… suficiente…

 

Estaba claro.

 

Me gustan…

 

…los chicos….

 

Se dijo lentamente en su mente. Lo repitió una y otra y otra y otra y otra vez al tiempo que miraba el techo blanco de su cuarto con los ojos más abiertos de lo normal. Sorprendentemente, aquello no le molestaba (…mucho), irritaba, frustraba o entristecía de sobremanera.

 

Le asombraba, por supuesto, por notarlo así… tan… tan de repente… y le incomodaba e inquietaba, de cierta manera, pues no es algo que se vería muy bien en el mundo en el cual pretendía moverse. Los deportes, no importa lo rápido que el mundo estaba evolucionando y cambiando, parecían un mundo aparte y retardado, que costaba desarraigar de esa mirada machista y prejuiciosa.

 

Rukawa respiró varias veces. Pestañeó muchas más. Se acomodó en su cama y cerró los ojos.

 

Algo, no obstante, que continuaba perturbándole y irritándole a niveles estratosféricos eso sí, era que… está bien… Kaede podía medio aceptar que sentía deseo por los chicos. Podía vivir sabiendo que le excitaba más un cuerpo masculino que uno femenino, pero…

 

¡¿Por qué tenía que ser ese tonto, precisamente, el que causaba que se le parase todas las malditas mañanas?! ¿Era acaso porque lo tenía ahí, en casa a todas horas? Pero si era por eso, entonces porqué nunca sus compañeros de equipo le causaban esas mismas reacciones (considerando que con ellos estaba incluso desnudo en los camarines)

 

Por qué siempre tenía que mirar a ese estúpido.... Por qué siempre quería su atención. Más que ninguna otra. A cada minuto. A cada hora. Por qué le molestó tanto la atención que recibió el pelirrojo en esa fiesta. ¿Por qué se había sentido tan abrumado, tan cegado, tan enrabiado, cuando Sakuragi miró a otras jóvenes con esa cara de estúpido que le ponía siempre a la última manager del equipo?

 

Kaede no entendía. No entendía por qué. No comprendía que era todo esto. Que eran esos malditos retorcijones en su estómago cuando estaba cerca de él. No comprendía ese cosquilleo en su cuerpo cuando estaban muy pegados; o esos locos latidos de su corazón esas largas noches de juego.

 

No entiendo…

 

No entiendo…

 

O mejor dicho… no quería entender.

 

“¡Oye, zorro!... ¡Maldito! ¡No ignores a este genio, idiota!” Pareció gritar de la nada Sakuragi despertando por fin al distraído rey de hielo.

 

“¿Qué?” Gruñó sin mirarlo, aun un poco perturbado por todas las conclusiones a las que había arribado en tan poco tiempo.

 

“¿Ya no deberíamos irnos?” Preguntó el pelirrojo apuntando a uno de los muchos relojes de la habitación. Kaede, con desgana volteó y probó que el inútil mono tenía razón. Con parsimonia se levantó y agarró sus cosas ya previamente preparadas para el partido.

 

Abajo mamá Rukawa les dio unos bentos para que comieran antes del partido (esta vez  los Tar Heels eran locales, afortunadamente), avisándoles además que ambos, ella y papá Rukawa, asistirían, asique que “por favor” dejaran la bicicleta aquí en casa. Kaede, que siempre agradecía la asistencia de sus progenitores a sus partidos, ahora maldijo su mala suerte, pues a causa de ello tendría que ir caminando sus buenos minutos con ese tarado.

 

Efectivamente, minutos después, ambos jóvenes deportistas habían salido de la casa en un tenso silencio. Rukawa no quería seguir pensando, ya no quería concluir más. No quería seguir torturándose de esa manera. ¡Tengo que concentrarme! Se dijo con firmeza al tiempo que agarraba más fuerte una de las cintas de su bolso descansando y rebotando suevamente en su espalda.

 

 Sakuragi, que al comienzo había intentado iniciar una superficial conversación, había decidido luego callarse cuando no recibió nada del otro chico; ni siquiera sus típicos insultos, motes o contraataques. El mono pelirrojo frunció el ceño por la inmutable y fría careta del ojiazul, mas enseguida bufó con molestia y resignación. Total, ese frío zorro siempre se comportaba igual.

 

Además, pensó Hanamichi, lo más probable es que estuviese demasiado concentrado en el juego que ya se venía. No por nada lo había visto más entregado en los entrenamientos y duras prácticas últimamente. El ala-pívot arrugó los labios con irritación, pero tenía que admitir que el otro deportista estaba haciendo un muy buen trabajo. Su crecimiento y evolución desde la preparatoria era tan obvia,  que hasta él mismo no podía negarla con bobas excusas.

 

Sakuragi, moviendo la cabeza distraídamente, atestiguó como el pelinegro cerraba los párpados con fuerza, al igual que sus manos, que casi parecían tensas y listas para estallar. El pelirrojo, sin poder explicarse o entenderse a él mismo, le empujó suavemente el hombro y le habló despacito, sin despegar la vista del camino.

 

“El viejo Roy debería ponerte de titular, zorro” Rukawa, quien había comenzado a distanciarse luego de sentir el empujón de su ex compañero, no pudo evitar ralentizar el paso y abrir más de lo normal sus labios y ojos al escuchar la aseveración del bocón más grande del mundo. Solo llevaban unas cuantas cuadras avanzadas cuando el tonto le sorprendió así, hablando tan seriamente y con la mirada fija en el sendero que seguían.  “¡No porque lo merezcas, maldito bastardo! Pero… a tus padres les hace mucha ilusión cuando juegas…” Aclaró inmediatamente sin aun atreverse a ojearle, pero aumentando considerablemente el tono de voz.

 

El pelinegro, que podría sentirse ofendido por su primera corrección, al contrario, sintió un calorcito en su pecho y un cosquilleo en la piel. Todas esas desagradables tensiones, molestias, pesos y pensamientos que parecían querer comerle la cabeza y quitarle fuerzas, se esfumaron con la brisa que les golpeó en la espalda. Kaede se volvió discretamente hacia el otro japonés, observando un pequeño, pero aun así perceptible sonrojo en las bronceadas mejillas. Rukawa, de repente, tuvo las estúpidas ganas y ansias de acercarse y chocarle tiernamente el hombro, o… (¡Peor!)… de sonreírle.

 

Agh, maldito imbécil… pensó y se lo dijo con brusquedad, a lo que Sakuragi vociferó e insultó alterado.

 

“¡¿Cómo te atreves, zorro apestoso?!--- ¡Retiro lo dicho! ¡Ojala te pudras en la banca, perdedor!” Dijo para irse todo el resto del camino refunfuñando por lo bajo “lo mal jugador que era ese tonto” y que “un genio como él no debería gastar sus energías en un jugador tan mediocre”.  Pero, por dentro, Sakuragi suspiró aliviado; porque al parecer el pelinegro había despertado de cualquier mal sueño que parecía acosarle.

 

Rukawa simplemente negó con la cabeza y le ignoró, aun sintiendo como su corazón martillaba acelerado en la caja de sus costillas.

 

Al arribar al campus universitario, lo primero que hicieron fue entrar a las inmediaciones del gimnasio, encontrándose a ahí a gran parte del equipo, incluido el entrenador e incluso a algunos asistentes. Williams, que molesto miró su reloj, decidió no esperar a los restantes miembros y reunir a los que allí estaban. El entrenador enseguida empezó a hablarles del próximo encuentro; de lo importante que era ganar y demostrar lo mucho que habían crecido, entrenado y mejorado desde la última temporada. De ahí, luego de hablar vigorosamente, fue de a uno preguntándoles a los chicos si querían salir vencedores. Todos terminaron gritando un fuerte YES! Les motivó, entonces, para dar todo de sí y demostrar quiénes eran los mejores del Estado y de esta conferencia.

 

Les dio una hora antes de reunirse en el camarín para la última charla.

 

Ya pronto abrirían el gimnasio para que el público entrase.

 

Los dos japoneses, junto con sus amigos del equipo, fueron a comer y relajarse antes del partido. Rukawa por primera vez en su vida agradeció a la multitud, pues de esa manera podría ignorar y no hablar directamente con Hanamichi.

 

¿Quieres apostar, pelirrojo?” Inquirió crespo cuando Sakuragi le retó a anotar más de treinta puntos en el partido de más tarde. El resto de los chicos miraron entretenidos y cuidadosos la escena (no querían verse involucrados en las tonteras de esos dos)

 

“Nyahahahhaha Ya quiero verte, crespo. ¡Nadie le gana a las predicciones de este genio! Pero si, principiante, apostemos” Con una sonrisa socarrona Sakuragi estiró la mano esperando la del otro chico, que con un gesto similar afirmó la contraria.

 

¿Y qué van a apostar?” Preguntó curioso Tom mientras bebía de su jugo.

 

“Ohh, yo sé exactamente qué quiero” Dijo crespo con una sonrisa maliciosa. Hanamichi no se dejó intimidar. “Si pierdes, tendrás que pararte en una tanga al medio del patio central, gritando que eres el perdedor más grande del mundo” Todos, incluido Rukawa, se miraron asombrados antes de voltear a un muy sonrojado mono.

 

“¡¿Qué?! ¡Como se te ocurre que este talentoso jugador hará semejante cosa! ¡No sólo estaría mintiendo sino que… bueno! Agh… ¡Idiota! ¡Cómo voy a salir en paños menores, pervertido!”

 

“¿Qué? ¿Acaso te da vergüenza? Creí que no le temías a nada, pelirrojo” Provocó el americano mirándose aparentemente indiferente las uñas. Sakuragi, que era muy fácil de manejar, inmediatamente gritó que aceptaba.

 

¡Y tu, crespo...tu…!” Decía el mono mientras pensaba en algo vergonzoso para que el otro hiciera. Miró desesperadamente hacia los lados buscando por algo de inspiración; de la nada, se topó con el inmutable rostro del zorro que continuaba comiendo de su bento. Y allí, algo saltó en su mente “¡Ja! Ya lo tengo. Este genio te reta a besar a cara pálida” Ambos involucrados gritaron horrorizados.

 

“¡Cómo se te ocurre, tarado!” Continuó con la cara descompuesta el miembro de los Tar Heels.

           

“¿Qué, acaso ahora tu tienes miedo? Nyahahah, eres un cobarde, crespo” Usando la misma táctica que el otro chico, el pelirrojo se apoyó en ambas manos tras su espalda y disfrutó del show.

 

“No se trata de miedo, estúpido, pero no sé si te diste cuenta, Chris es un hombre” Con los labios ladeados el americano miró al japonés.

 

¿Y?” Todos se paralizaron cuando Rukawa interrumpió con su tono frío y firme, incluido Sakuragi.

 

No… no lo digo porque soy homofóbico o algo parecido… es solo que…” Intentó explicarse volteándose hacía el denominado cara pálida, quien le miraba interrogante y tenso. “Bueno, ¿a ti no te molesta?” Le preguntó al otro involucrado, que con la cara más blanca  y sudada de lo normal, miró al resto de los chicos y negó con la cabeza antes de darle un mordisco a su emparedado.

 

Ya está, crespo. Más te vale hacer más de treinta puntos o mejor traes lápiz labial Nyahahahhahah” El ambiente estuvo tenso y silencioso por unos minutos, pero afortunadamente logró enfriarse con más bromas y conversaciones sin mayor importancia. Todos terminaron de comer antes de partir hacia el gimnasio para cambiarse.

 

Sakuragi, que había comido más rápido que los otros chicos, se había dedicado al final de la conversación a observar a los jóvenes que le rodeaban; y en eso estaba cuando se topó con su silencioso ex compañero de equipo; éste, que también había dejado de comer, simplemente miraba el césped delante de su piernas cruzadas. A Hanamichi le había sorprendido no encontrarle durmiendo o medio encogido por el sueño, sino así…. Tan…. tan…

 

El pelirrojo no supo decirlo, pero el zorro no parecía él. Y le molestó, le irritó y frustró que en un momento tan importante como éste, se dejase distraer por quizás qué estupideces.

 

Por ello, y porque algo no le dejaba en paz en su estómago y garganta, acompañó a los jugadores hasta la entrada del gimnasio, donde agarró sin mucha fuerza uno de los brazos de su ex compañero de equipo.

 

“Oye, zorro….” Rukawa se volvió hacia él impasible e indiferente, cuando en realidad por dentro no podía sacudirse o dejar de enfocarse en el calor que le dejó la mano del pelirrojo sobre su piel a través de la maldita ropa. Hanamichi se mordió la cara interna de su cara antes de armarse de valor y mirar con determinación los ojos azules sesgados del otro. “…Da lo mejor” Kaede casi dejó caer su bolso producto del asombro... S-Sakuragi… “… ¡N-no puedes dejar el nombre de Japón por el suelo, bastardo!... Así que, ya sabes… juega bien y eso...” Rascándose su cuello, el pelirrojo miró hacia el suelo antes de salir casi corriendo de allí.

 

Sakuragi…

 

Sakuragi….

 

Sakuragi….

 

Su corazón parecía querer salir de su pecho por los bruscos latidos. Pareció crecer tanto, que Kaede temió que su pecho ya no fuese suficiente para albergarlo y cuidarlo. Su cuerpo se sentía en llamas y vibrante. Sus rodillas temblaban como gelatina. Sus palmas sudaban frío.

 

Sakuragi…

 

Sakuragi…

 

Maldito….

 

Maldito… mono pelirrojo…

 

.

 

.

 

El partido contra Maryland Terrapins fue la victoria más abrumadora de Tar Heels de la no temporada. Todos los espectadores estaban impresionados y desconcertados con las habilidades del japonés Kaede Rukawa y el norteamericano Kevin Sharp (más conocido como Crespo).

 

Ambos habían barrido y humillado (sin querer, por supuesto) al otro equipo, asistiendo, robando pases y encestado como si el balón tuviera un secreto imán con el tablero contrario. Los Terrapins nunca tuvieron una oportunidad, en realidad. La determinación y garra de ambos jugadores estaba fija desde antes del partido. Kevin, porque si o si quería ganar la apuesta (sorprendentemente, su motivación no era no perder) y Rukawa, pues, porque tuvo el mejor discurso motivacional que alguien podría recibir (…da lo mejor) de parte de esa persona especial para ti.

 

Si, se dijo el pelinegro mientras se duchaba y cambiaba en los camarines casi con un halo rodeándole.

 

Al carajo con todo…

 

Decidió saliendo de los terrenos deportivos hacia el estacionamiento donde esperaba su familia: su madre, padre y el idiota ese…

 

Ese estúpido me gusta…

 

…. ¿y qué?

 

El pensamiento (aun un poco perturbador y punzante) se vio interrumpido cuando sus padres se acercaron casi exudando orgullo y felicidad. Su madre, especialmente, parecía a punto de explotar de alegría. Kaede, si estuviesen solos, quizás se hubiese dejado abrazar. Los dos progenitores les llevaron a un elegante restaurante para celebrar.

 

Sakuragi, no obstante, estuvo durante todo el viaje más silencioso de lo normal, haciendo los justos y presumidos comentarios que exigía su personalidad. Mas Rukawa le ojeaba ansioso, expectante. Sabía que no tenía por qué, pero aun así esperaba una palabra, al menos un insulto o algo. Qué no vez, idiota, que lo hice por ti. Rukawa  entendía que, por un lado, el mono sentado a su lado estaba celoso y enojado. Pero, por el otro, aun así ansiaba una respuesta… alguna clase de reacción:

 

Si estás tan molesto, tonto, entonces acúsame, insúltame por lucirme o alguna estupidez como esa… ¡Háblame, tarado!

 

El pelirrojo, sin embargo, en el viaje dentro del auto y en el restaurante, estaba lejos de escuchar los pensamientos (desesperados) del zorro sentado rígidamente a su lado. Estaba demasiado confundido y disperso. Era tonto, pero el ala-pívot quería sentir sólo ira y envidia, mas muy poco de eso viajaba ahora por sus venas y cuerpo. Extrañamente, mientras observó el extraordinario juego que hizo el pelinegro, experimentó además de los siempre presentes celos… algo parecido al… ¿orgullo? ¿Admiración?... cada canasta y asistencia del ex Shohoku amenazaron el control de su cuerpo para no saltar de alegría y gritar en aprobación, o levantar el puño en triunfo.

 

¡Sh!...Estúpido zorro…

 

Después de una tranquila y exquisita velada y cena, la familia Rukawa atravesó las puertas de la residencia. Los padres subieron a descansar (después de ordenar) al tiempo que los chicos se quedaron abajo esperando por el viejo Dan.

 

“¿Cuándo le exigirás la apuesta a Kevin?” Inquirió sin verdadera curiosidad Rukawa, sólo esperando que Sakuragi por fin le dijese algo respecto al partido.

 

“¿Eh?” Hanamichi, que miraba distraído al televisor, se volvió hacía su ex compañero encontrándose con su mirada fija. Aaaa, cierto, se dijo recordando los 28 puntos que hizo el crespo en el juego. “Nyahahahah ¡Cierto! Ese tonto nunca debió dudar de las predicciones de este genio Nyahahahahah… ¡Se lo exigiré a penas lo vea!” Continuó con una sonrisa astuta.

 

“…No dejé mal a Japón” Casi murmuró después de unos minutos de silencio rellanados sólo por el susurro de la ridícula caricatura que proyectaba el televisor. El pelirrojo al comienzo le observó confundido sin haber captado la referencia, pero sólo segundos después le sonrió.

 

“No, zorro… No lo hiciste” Quizás ahora si me esté dando un ataque cardiaco, pensó Kaede al escuchar los estruendosos latidos de su corazón por sus oídos. No te sonrojes, no te sonrojes, no te sonrojes, se repitió sin mirar al chico sentado demasiado cerca de él en el sillón familiar. “¡Pero no fuiste tan bueno como este talentoso jugador pudo haber sido! Nyahahahahah ¡Tus pobres habilidades ni se acercan a las de este genio!”

 

“Sueña, torpe” Le respondió más por costumbre que por otra cosa cuando se sintió capacitado para hablar.

 

“¡¿Qué dices, zorro apestoso?! Puedo probarte mi obvia superioridad cualquier día en la duela, bastardo. ¡Ya verás! ¡Mañana iremos a la cancha y te patearé el trasero, maldito!” Kaede le miró y le sonrió socarronamente, Sakuragi inmediatamente le correspondió el gesto (ya acostumbrado a esa expresión)

 

“Yo patearé el tuyo, tarado”

 

“¡Ja! No te ilusiones, perdedor. Quizás este talentoso deportista sea un poco indulgente contigo mañana, como felicitaciones por el juego de hoy, pero eso es todo. ¡Este genio te ganará aun sin dar su 100%!”

 

Rukawa, que ya había aceptado y admitido el impactante hecho de que este torpe le gustaba (no sin cierta molestia y ganas de sacarse bruscamente alguna extremidad), podía ahora apreciar y disfrutar de todas las emociones y sensaciones que experimentaba cuando estaba junto al pelirrojo; sensaciones que, en realidad, todo este tiempo estuvieron lindando en su mente y cuerpo, mas él no se atrevió a reconocer.

 

Pero la verdad…

 

Es que es obvio…

 

Cómo no había notado antes que sólo con él el mundo parecía temblar y cobrar sentido al mismo tiempo. Cómo no había visto antes las obvias reacciones que él mismo tenía frente al mono; como su cuerpo siempre se inclinaba al contrario; como siempre quería estar en su campo de visión; como deseaba ser su centro de atención; como quería que le notara. Soy como una patética chica… pensó sin verdadero lamento mientras reía por el golpe que se dio el tonto al echar la cabeza hacia atrás con sus carcajadas, pero sin calcular la cercanía que tenía con la lámpara a sus espaldas.

 

Kaede, por supuesto, no esperaba nada de este sentimiento; recién estaba asimilándolo él mismo, asique… ni siquiera se preguntó, imaginó o intentó adivinar los sentimientos del otro chico para con él.

 

Ahora mismo, sólo quería disfrutar de sentir esto por primera vez. De este deseo, de esta emoción, de esta tonta y casi infantil felicidad. Era estúpido, pero se sentía más completo sabiendo que había alguien más en su mente a quien dirigir sus pensamientos. Era placentero experimentar esos retorcijones, esos cosquilleos, esa ansiedad.

 

Es… extraño… Pero…

 

Se siente bien…

 

Después de horas de ver mala televisión y hablar y retarse entre los comerciales entre risas y mansos insultos, escucharon por fin el toque de la puerta principal. El pelinegro, que estaba de apoco cayendo dormido con su nuca apoyada en el respaldo del diván, dejó que el pelirrojo se parara para atender a un muy atrasado manager, quien inmediatamente se disculpó y tomó asiento frente a ellos.

 

“Felicidades, Kaede…. Tu actuación de esta noche ha hecho ruido en todas las redes sociales. Algunos hasta están postulándote como el mejor posible jugador para la próxima temporada... Hablaremos de eso otro día eso sí, porque tenemos que calendarizar entrevistas, sesiones de fotografías,  y asistencias a shows…” El zorro se limitó a gruñir mientras inclinaba nuevamente la cabeza en el respaldo del sillón, aunque por dentro no podía evitar sentirse extremadamente pleno y satisfecho por su buen trabajo y esfuerzo bien recompensado. “…La verdad es que quise venir esta noche para hablar contigo Sakuragi”

 

Ambos jóvenes japoneses se quedaron viendo al mayor con insistencia, a lo que éste rió antes de seguir.

 

“Te lo dije el otro día, chico, y te lo vuelvo a decir… Ya has estado aquí con los Tar Heels por dos semanas ya; y sólo te quedan dos más antes de tener que volver a casa, ¿verdad?” Hanamichi simplemente asintió. “Bueno, pues Duke tiene su último partido de exhibición el próximo viernes, mientras que Kentucky comienza la temporada en dos semanas más. Podrías quedarte una semana en cada equipo antes de irte…. Como allá no tendrás a nadie, hice un tiempo en mi agenda para estar contigo y acercarte a los entrenadores y al resto del plantel… Pero debes irte a más tardar el lunes en la mañana… Hablé con Anzai y yo me encargaré del transporte y gastos tanto para Kentucky  como para los Blue Devils, que en realidad no están muy lejos; tú sólo ocúpate de empacar y estar listo ese día en la mañana… Lo más seguro es que te llame antes para confirmar y…”

 

El viejo Dan continuó hablando, pero ambos jóvenes estaban en la luna con sus pensamientos.

 

Cierto… ya debo irme… Caía en cuenta el pelirrojo asintiendo de vez en cuando a lo qué sea que salía de la boca del mayor. Sakuragi, por dentro, sabía y entendía que lo que decía Dan era completamente cierto; ya había visto todo lo que necesitaba y lo que el gordito le había sugerido respecto a los Tar Heels, sin embargo… a pesar de estar muy consciente de ello, no podía sacudirse ese malestar e incomodidad en el pecho con sólo pensar que debía marcharse...

 

En sólo estos 14 días se había ajustado tan bien a la rutina de la familia Rukawa, que no sabía cómo volvería a crear una nueva.

 

No quiero irme, pensó de repente.

 

Pero en seguida se censuró. Ya se lo dijo una vez antes; bien podía ser que ahora se sentía apegado al equipo, pero ello se debía en gran parte porque no conocía a los demás.

 

Inconscientemente, volteó hacia su ex compañero de equipo y pestañeó. Ya no habría más duelos y prácticas en la mañana; ni almuerzos en George’s con esas grasientas y para nada saludables hamburguesas. No podrían crecer juntos como jugadores; criticarse y competir; ya no podría vencerlo en Mario Kart. Ya no lo vería diariamente….

 

Ya no lo veré, punto. Y ese pensamiento simplemente le hizo sentir peor.

 

Sakuragi deseó poder levantarse y salir de la habitación. Deseó, infantilmente, crear una barricada en su cuarto y no salir nunca de allí.  El zorro entraría en algún momento, por supuesto, y juntos jugarían baloncesto en la play y comerían pizza todos los días. Terminarían tan gordos como el gordito.

 

Ja…. No seas estúpido…

 

Idiota, se llamó antes de concentrarse nueva y totalmente en el viejo manager.

 

“¿Ya tienes todo listo, viejo?” Le interrumpió.

 

“No. Aun no. Quería consultar contigo primero dónde ir. Estaba pensando que por la cercanía, podríamos ir a Duke, que queda como a 20 ó 24 minutos y quedarnos en un hotel, y después ir a Kentucky... Asique… ¿estás de acuerdo? ¿Irnos el lunes, me refiero?” Hanamichi asintió firmemente. El representante le sonrió antes de continuar señalándole los últimos detalles.

 

Al finalizar, se levantó y apretó la bronceada mano del pelirrojo que le miró con determinación. Cuando el viejo volteó al pelinegro, sin embargo, casi deseó no haber entrado a la casa en lo absoluto; no porque el joven le estuviese matando o torturando con la mirada, al contrario, los ojos azules permanecían fijos en el suelo, entrecerrados y brillantes.

 

Lo siento, chico, se dijo Dan con una mueca triste y culpable, pues le fue imposible no sentir las olas de dolor que corrían por la habitación. Y el experimentado hombre dudaba que sólo perteneciesen a Kaede.

 

Ya sabía yo que estos dos estaban juntos, pensó mientras salía de la residencia.  

 

Se va… se va… se va este lunes… se va en tres días… pensaba y se repetía el alero de Tar Heels ignorando la conversación que se dio entre los dos presentes y la salida del mayor. Era estúpido, pero en todo este tiempo, en ningún momento se había planteado y recordado que, efectivamente, el pelirrojo no estaba aquí por un largo período de tiempo. El chico había sólo venido a conocer, a ver a los equipos para luego decidir a cual integrarse; quizás hasta escoja a Kentucky… se lamentó con los ojos pegados en una mancha de la alfombra.

 

“¡Oye, zorro! ¡Vamos a jugar con la Xbox!” Le interrumpió el susodicho muy cerca de su oído. El pelinegro inmediatamente volteó con el ceño fruncido.

 

“No tienes que gritar, tarado” Contestó parándose y caminando hacia su habitación. El mono pelirrojo le siguió de cerca gritándole improperios y los típicos insultos (despertando, de seguro, a los pobres padres de Kaede)

 

Pocos minutos después, los dos jóvenes deportistas se encontraban tirados en la cama compitiendo en un violento juego de carreras. Gracias a la abundante cena de más temprano, ninguno de los dos sintió la necesidad de bajar a buscar algún bocadillo.

 

“¡Eso fue trampa, bastardo!” Se quejó cuando sintió el frío brazo de Rukawa contra sus costillas, lo que logró que el siempre escandaloso basquetbolista se encogiera y por consiguiente, descuidara por valiosos segundos a su comando, que le llevó a perder la primera carrera. 

 

“Es la tuya por distraerte, torpe” Respondió sin mirarle, demasiado concentrado en el ardiente calor que se impregnó en su codo y el resto de la piel de su brazo. De cierta manera, al pelinegro le encantaba el contraste de temperatura de sus cuerpos, pero también provocaba que cualquier roce fuera ultra sensible para ambos.

 

La segunda carrera dio comienzo enseguida; esta vez, sin embargo, Sakuragi, aun protestando por el anterior engaño, tiró descaradamente su pierna derecha sobre las dos del pálido chico; éste, demasiado  perdido en el peso y tibieza que se traspasaba por ambas telas de ropa, dejó sin control su propio comando, lo cual le llevó a perder vergonzosamente contra el destellante pelirrojo.

 

“¡Ja! ¡Te lo mereces, maldito! Ahora ya sabes quién es el amo de los juegos Nyahahahahah” Rukawa, despertando lentamente de su sueño de pieles sudadas y adheridas como dos lapas, se volvió hacia la pantalla viendo que había quedado 7mo de 8 jugadores.

 

Aahh nooo; eso sí que no; una cosa era que el tonto le gustara, pero otra muuuuyy distinta era dejarse ganar tan burda y deshonrosamente.

 

Desde ahí comenzó una batalla de cuerpos en el inocente juego de carreras; lo anterior, no obstante, no porque estuvieran cumpliendo algunas de las bajas e indecorosas fantasías del zorro, sino porque el juego se volvió tramposo y sucio (no en el sentido sexual); Sakuragi y Kaede cada vez que podían, o golpeaban al otro o tiraban extremidades que dificultaran la vista de la pantalla; todo esto especialmente cuando uno de ellos se encontrase cerca de la meta. 

 

Un golpe especialmente duro fue cuando Hanamichi alargó su mano libre sobre los ojos del ojiazul, usando tanta fuerza en su palma, que terminó lanzando al otro fuera de la cama y sobre su trasero al piso, causando, además, que el pelirrojo dejase abandonado el comando sobre las frazadas para enseguida partirse de la risa. Rukawa, con el ceño y los labios fruncidos, hizo lo primero que se ocurrió: tirar con fuerza las mantas. Ello por supuesto provocó que el mono cayese al piso de espaldas con un fuerte golpe que retumbó en la habitación (y posiblemente en la casa)

 

“¡Hay, pero qué te pasa! ¡Cómo se te ocurre hacer daño a este talentoso deportista! ¡Ya verás, zorro!” Gritó Hanamichi antes de agarrar el balón de básquetbol cerca de la cómoda a sus espaldas. Con puntería (y no mucha fuerza) le tiró la pelota en pleno rostro al chico aun sentado en el piso del cuarto (o ahora campo de batalla). El rey de hielo a penas y alcanzó a esquivar el balón direccionado hacia su nariz, que aun así le golpeó en plena frente.

 

“Eso me dolió, imbécil” Exageró sobándose el posible chichón que le saldría la mañana siguiente, no obstante, antes de que el sonriente pelirrojo pudiese reaccionar, Rukawa agarró sus dos almohadas y golpeó a su contrincante en dos lugares estratégicos (rostro y entrepierna). Sakuragi se encogió y aulló cuando vio la cara  satisfecha del pálido joven. Con un calorcito esparciéndose por su pecho, el pelirrojo tomó uno de los cojines y se acercó al otro dispuesto a devolver el golpe, pero Kaede fue más rápido al tomar el olvidado balón y tirárselo en pleno estómago.

 

Ugh, olvidé que este torpe tiene piel de acero, pensó al ver que Sakuragi no se quejaba de nada al recibir el fuerte impacto, al contrario, rió y comenzó su propio ataque.

 

Estuvieron corriendo como dos niños tontos por la habitación sabrá alguna divinidad cuánto tiempo. Algunas veces era Sakuragi quien terminaba medio apaleado y el zorro riendo a viva voz, y otras era éste que se quejaba de lo bruto que era el idiota al levantar la mirada mientras escuchaba la estruendosa risa del mono.

 

Al final, todos moreteados (recordemos que son chicos con mucha fuerza y energía) se tiraron a la desecha cama y cerraron los ojos durmiéndose al instante.

 

Mamá Rukawa, que se había acercado al cuarto con una furia que hace meses no sentía por esos ruidosos niños, se quedó por más de media hora detrás de la puerta escuchando las voces y risas.

 

Risas… Kaede está riendo… pensó con una mano sobre sus labios. Cuando se había acercado a la puerta dispuesta a entrar para callar a los dos, se había quedado paralizada al oír la inconfundible voz de su hijo antes de escucharlo romper en una risa tan fresca y despreocupada, que le aligeró el corazón a la joven madre. Sakuragi, quien parecía acostumbrado al asombroso hecho, le gruñó y respondió algo (muy parecido a “maldito zorro”)

 

Recién en ese momento, mamá Rukawa estuvo segura de su decisión.

 

Cuando la mujer había notado lo anormal que se comportaba su hijo cerca del pelirrojo desde la preparatoria, al principio había concluido que se trataba de simples riñas infantiles (tomando en cuenta lo especialmente competitivo que era su retoño). Pero luego, a medida que el otro chico más alto iba más y más casa, la madre comenzó a pensar que no se trataba de una simple pelea; sino algo que incluso sobrepasaba las barreras de la amistad. Aquellos inquietantes pensamientos, sin embargo, quedaron olvidados una vez que la familia partió a Norteamérica.

 

Mas ahora que el joven Sakuragi había vuelto a sus vidas, Meitatsu [40] lo vio más claro que nunca.

 

Al comienzo se convenció de que era solo una etapa, que su hijo pronto conocería a una tierna y educada chiquilla que le haría olvidar jóvenes deseos. Pero… ello nunca pasó. Y ahora, con una mente y alma tranquila, había comenzado a hacer las paces con lo que estaba pasando; con lo que era obvio, su hijo sentía: Si él estaba feliz, quién era ella para interponerse. Además, no podía negar que Hanamichi, no importa lo escandaloso y presumido que pudiese ser, tenía una manera sigilosa y tierna de internarse en los corazones ajenos; como apostaba lo había hecho en el frío de su querido hijo.

 

Y no podía negar que escucharlo así de feliz y relajado, era un gran plus para aceptar al pelirrojo como nuero.

 

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“¡Nunca lograrás pasar a este talentoso jugador, perdedor! Nyahahah” Gritó Sakuragi con ambos brazos extendidos e imponiendo su cuerpo sobre el otro chico que boteaba concentradamente el balón. Kaede dribló la pelota rápidamente avanzando con ímpetu hacia el cuerpo contrario, que soportó y empujó al suyo. No lograré pasar usando mi fuerza, pensó astutamente el pelinegro; algo que era obvio de concluir cuando se jugaba contra un deportista como lo era Hanamichi Sakuragi, el arrebatado basquetbolista.

 

Ambas ya llevaban varias horas en este juego luego del exquisito almuerzo que mamá Rukawa les había preparado. Toda la mañana el zorro lo había perdido durmiendo por el agotador partido de la noche anterior, más el trabajo físico que gastó por la riña infantil que compartió con su ex compañero de equipo. Hanamichi, en cambio, que salió para su sagrado trote, apenas llegó entró al cuarto del pelinegro y le sacudió hasta despertarlo.

 

Después de ello es que llegaron a la cancha pública tan vacía como siempre que iban. Algunos niños, no obstante, ahora estaban observando fascinados el juego/entrenamiento de los japoneses.

 

Rukawa, girando sobre su eje, avanzó rápidamente sobre sus pies y pasó ágilmente bajó uno de los musculosos brazos del pelirrojo. Sakuragi, recuperándose velozmente de la bronca, se limitó a correr bajo la canasta para lanzar lejos cualquier intento de canasta; efectivamente, Kaede corrió y con una bandeja saltó elegantemente y tiró suavemente la pelota. El mono, atento y poderoso, ni siquiera pensó antes de saltar y extender todo lo largo de su brazo logrando golpear con fuerza el balón fuera. Ambos aterrizaron jadeantes y sudorosos.

 

Se miraron fijamente antes de voltear confundidos cuando escucharon los ahogos y sofocos sorprendidos de los chiquillos que no habían notado sentados en la banca.

 

Cuando volvieron a encontrar los ojos, Rukawa levantó los hombros. El juego continuó (a favor de Sakuragi) hasta que el pelirrojo, riendo, les hizo señas a los niños para que se acercasen. El zorro le miró confundido por unos momentos, hasta que presenció como el mono, presumiendo de sus habilidades y genialidad, comenzaba a mostrarles unas maniobras a los chicos que resultaron ser más buenos de lo que lucían.

 

Compartieron con ellos hasta que el sol pareció desaparecer. Antes de partir a casa, sin embargo, fueron a George’s para pedir cuatro hamburguesas para llevar.

 

En casa Rukawa, la familia disfrutó (sorpresivamente) de la grasienta comida.

 

“¿Mañana quieres que te ayude a empacar, Sakuragi-kun?” Inquirió Mei después de dar un nada femenino mordisco a la gigante hamburguesa. Kaede enseguida detuvo sus movimientos para observar al pelirrojo que fulguró felicidad mientras asentía.

 

Hoy en la mañana el joven invitado les había informado a los dueños de casa que el lunes en la mañana partiría para ver ahora el equipo de Duke. Mamá Rukawa se había paralizado por unos momentos, enseguida pensando en su hijo; mas inmediatamente se había reconfortado diciéndose que lo más probable es que Sakuragi volvería a EE.UU para la próxima temporada; quizás no exactamente a los Tar Heels, pero no era como si los Blue Devils quedaran muy lejos. Si tomaban las rutas adecuadas, ambas escuelas quedaban a unos 20 ó 25 minutos como mucho.

 

Cosa distinta era la Universidad de Kentucky, que quedaba a unas siete horas (en auto).

 

Pero bueno, la decisión recaía en Sakuragi, en realidad.  

 

“Estaba pensando que podríamos salir todo el domingo. Salir desde temprano en la mañana y después pasear por la ciudad…Podemos ir a Raleigh y Durham” Al tiempo que mamá Rukawa proponía el panorama, Hanamichi se golpeaba fuertemente el pecho para bajar la comida estancada.

 

“Idiota, eso te pasa por comer como desesperado” Dijo Kaede frunciendo el ceño y golpeando también la espalda del tonto. Ambos padres solo rieron con la escena.

 

“C-cállate, zorro ¡No tiene nada que ver con la comida! ¡Lo que pasa es que al fin podré conocer la ciudad como se debe! ¡Tu, bastardo, ni siquiera te molestaste en mostrarme la esquina!” Pudo al fin hablar Sakuragi cuando se salvó (nuevamente) de morir ahogado.

 

“Ni que fuera tu guía turística, tarado” Alcanzó a decir antes de recibir un misil de lechuga en pleno rostro; cuando estaba a punto de devolver el ataque, su madre carraspeó y le mandó una mirada de horror a su hijo. Rukawa tragó discretamente y bajó rápidamente al plato su misil/zanahoria.

 

“¿Y? ¿Qué les parece la idea?” El pelirrojo asintió con entusiasmo mientras Kaede levantaba los hombros en señal de indiferencia.

 

Luego de la cena, todos partieron a sus cuartos (y con ello me refiero a Hanamichi al de Rukawa). Sin embargo, cuando el pelinegro se disponía a instalar la Xbox para continuar con la batalla interrumpida de ayer, vio de soslayo como el mono curioseaba entre sus cuadernos sobre el escritorio y estante.

 

“¿Y tu no tienes que estudiar, zorro?” Preguntó sin calor el más alto, observando una libreta en especial. Rukawa, demasiado atento al cuerpo duro y expuesto a su ávida mirada, no escuchó en realidad lo que sea que salió de aquellos rosados y rellenos labios. “…Porque la última vez que hablé con cuatro ojos 2, me dijo que la próxima semana empieza el periodo de exámenes” Terminó para voltear y mirar de frente al zorro que se vio descubierto mirándolo.

 

“Si” Respondió volviendo a su labor con el aparato.

 

“¿Si, qué…? ¡Oye, bastardo! ¡No deberías tomar tan a ligera tus estudios!” Regañó acercándose a la cama y sentándose en la orilla, justo al frente del otro chico.

 

“Mira quién lo dice” Se burló con una sonrisa socarrona que no fue para nada correspondida.

 

“¡¿Y qué sabes tu, maldito?! ¿Cómo crees sino que me ofrecieron becas completas? ¡Todo fue porque soy el mejor de la clase! Nyahhahah…. ¿acaso creías que sólo era un talentoso deportista? ¡Pues no! También soy un genio en las aulas Nyahahahah…” Rebatió frunciendo los labios y riendo cuando lo ameritaba. Rukawa levantó una ceja ante ello.

 

“Sí, claro, tarado” Se mofó nuevamente para bajar la mirada hacia la poca distancia que les separaba. Quizás durante las noches dormían prácticamente pegados, pero en esos momentos él ni lo apreciaba, y cuando al fin despertaba, el pelirrojo nunca estaba allí; ahora en cambio, el mono estaba a centímetros de su mano, de su muslo. 

 

“¡Bah! ¡Eres un tonto, zorro! ¡¿Acaso crees que me vine a Norteamérica porque sí; porque simplemente  me desperté una mañana y decidí faltar todo un mes a clases, a mitad de los exámenes?!” Continuó Hanamichi con frustración e irritación. Está bien que no le creyeran sobre sus asombrosas habilidades académicas cuando iba a la preparatoria (donde llegó al colmo de reprobar 7 materias), pero en la universidad, cuando se dio cuenta que sin esforzarse en sus estudios nunca llegaría a una escuela americana, se abocó a dar todo de sí. Y ya conocen a Hanamichi Sakuragi. Cuando el pelirrojo se compromete con algo, lo cumple. Los estudios y el equipo de baloncesto eran sus únicas prioridades. Por lo anterior es que la panda de amigos del mono también aumentó su racha académica, pues ahora las legendarias y divertidas noches de pachinko o arcade se convirtieron en escandalosas y alegres noches de estudio. “Tuve que hablar con todos mis profesores. ¡Pero como soy un genio no me hicieron problemas! ¡No se le puede negar nada a la próxima estrella de Japón, después de todo! Nyahahahah”

 

Kaede recién ahí comenzó a creerle al estúpido, puesto que Sakuragi podía ser el ser humano más vanidoso y presumido del planeta, pero era demasiado honesto para su propio bien; el pelirrojo llegaba al colmo de no tener filtro y vomitar las primeras palabras que se le viniesen a la mente. Por ello es que el pelinegro se encontró creyendo las palabras del otro chico, pues era imposible que inventara una mentira de esa clase.

 

“Mi primer examen es el miércoles” Confesó alzando la mirada hacia el mono pelirrojo.

 

“¿Y que estás esperando para estudiar, bastardo? Es sábado, zorro, deberías aprovechar que no tienes clases y entrenamientos” Aconsejó sabiamente mirando de manera severa al pelinegro. “Si no rindes, te sacarán de la carrera… y eso significa no más equipo de baloncesto” Rukawa estuvo por unos segundos paralizado por el golpe de madurez que pareció proyectar el torpe frente de él, pero enseguida se recuperó pensando en la verdad de sus palabras. Si fallaba en los estudios, fallaba también al equipo; y sinceramente, antes sería capaz de lanzarse de un puente que perder la oportunidad de llegar al baloncesto profesional. Suspiró antes de negar con la cabeza. “Si… si quieres… puedo ayudarte…” Murmuró Sakuragi sorprendiéndose a él y a Kaede “¡Pero sólo por esta vez, maldito! ¡No creas que podrás aprovecharte de las proezas de este genio otra vez! ¡Esto lo haré sólo por el equipo de Tar Heels! …. Sh… bastardo” terminó levantándose para tomar la ruma de cuadernos y tirarlos sobre la cama.

 

Esa noche, entonces, en vez de jugar en la play 3 o en la Xbox, ambos japoneses se dedicaron a mirar el cuaderno de la materia correspondiente. Rukawa leía por unos momentos, y luego Sakuragi le preguntaba por lo recién visto. Sin embargo, durante la madrugada, llegaron a un punto en que al zorro se le acabó la materia, cuando las bases del examen señalaban al menos dos puntos más. Por ello tuvieron que meterse a internet e ingresar al aula de la escuela para descargar apuntes, o de profesores o de otros alumnos. [41]

 

Se durmieron alrededor de las cuatro de la mañana rodeados de papeles, cuadernos y libros. Rukawa se durmió sobre la cama boca abajo, mientras que Hanamichi se fue al mundo de los sueños sentado en el piso, con el cuerpo apoyado en el colchón, la cabeza sobre la cama y una de sus manos sobre de la su ex compañero de equipo.

 

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Rukawa Kaede gruñó por la que pareció la centésima vez en lo que llevaba del día. A penas eran las 12 del día, y él aun no lograba aprenderse por completo todos los ítems del próximo examen. Y para empeorar la situación, sus padres y Sakuragi habían salido temprano para pasear por la ciudad… ¡sin él!… puesto que cuando el zorro se dirigía todo campante (siendo el rey de hielo) a la entrada de la casa, el estúpido mono le detuvo y empujó a su cuarto para que volviera a estudiar. Mamá Rukawa, cuando escuchó sobre la importante prueba que tenía su hijo en pocos días, también le instó para que se quedara a repasar.

 

El pelinegro quiso por unos momentos gritar de frustración.

 

¿Acaso nadie notaba que Hanamichi se iba mañana? ¿Qué hoy era la última oportunidad de pasar el día juntos? Pero por supuesto ni bajo tortura admitiría tamaña cursilería, asique, controlando cualquier expresión facial, se limitó a insultar al mono idiota y partir hacia su habitación aun desordenada por la noche anterior.

 

Maldito tarado, pensó al tiempo que se paraba para buscar algo para almorzar. Cuando no encontró nada apetitoso en la cocina, decidió agarrar el dinero que le había dejado su madre para emergencias, más algo del dinero que él tenía ahorrado para comprarse algo afuera.

 

El pelinegro pedaleaba medio dormido por las tranquilas calles; era domingo y la hora del almuerzo, asique pudo permitir que sus ojos se cerrasen por unos momentos. Se preguntó distraídamente que estarían haciendo los otros en estos momentos.

 

Pobres papás; ese torpe les dejará en la bancarrota no importa el lugar donde vayan a comer, se dijo riendo.

 

Cuando recordó nuevamente a Sakuragi, se preguntó quedamente si seguirían comunicándose cuando el tonto dejase el continente. Pues, si algo había aprendido del pelirrojo en estas dos semanas (si es que ya no lo sabía antes) era que el mono era un amigo fiel y siempre presente; muestra clara es que prácticamente todos los días le sacaba la laptop para mandar correos a la multitud de amigos que le aguardaban en Japón. Quizás podamos hacer eso… para ello, no obstante, tendría que primero crearse una cuenta.

 

En ello pensaba cuando de un momento a otro, un escaparate le llamó la atención. Sin estar seguro de que hacía o por qué, se quedó mirando fijamente lo que guardaban detrás los limpios e impecables vidrios.

 

¿Cuánto dinero traigo…?¸se preguntó antes de estacionar su bicicleta y entrar a la tienda decidido.

 

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Los tres otros integrantes de la familia habían comenzado la expedición visitando algunos museos de historia y de arte, sin embargo, cuando mamá Rukawa volteó a ver el rostro del menor del grupo, se topó con su cara descompuesta por el aburrimiento; por ello decidieron ir a almorzar a “Sparians” un restaurante y centro de bolos que pretendía tener todo en uno: mientras los miembros de la familia o amigos esperaban por los alimentos o ya terminasen, podían jugar a los bolos o ver televisión y deportes en las pantallas gigantes del fondo. Papá Rukawa pateó el trasero del autoproclamado genio que se quejó del callejón que escogieron. A pesar de su alegato, el pelirrojo estaba emocionadísimo con el lugar, y en cuanto pudo, fotografió cada esquina para luego mostrarla en Japón.

 

Luego de ello, los padres de Rukawa lo llevaron a “PNC Arena”, estadio que en invierno lo equipaban para ser una pista de patinaje, pero ahora en verano era casa de variados partidos de baloncesto, la mayoría de North Carolina State Wolfpack. (Recordando que los padres llevaron al pelirrojo primero a Raleigh, pues en el pueblo de Chapel Hill no había mucho que mostrar)

 

Después de fotografiar y pasearse por el lugar, se dirigieron a “Carter Finley Stadium”, estadio de fútbol americano de State Wolfpack; al cual pudieron entrar para mirar y sacar más fotos. Hanamichi miró con la boca abierta el inmenso terreno, para nada acostumbrado a ese tipo de canchas, pues ese deporte y el rugby no eran muy populares en Japón.

 

Cuando la tarde ya estaba cayendo, fueron a “Frankie's Fun Park”, donde comieron, jugaron mini golf (y ganó Mei para sorpresa de los dos hombres) y se encerraron por varios minutos en los juegos de sala.

 

El día vio su final cuando se dirigieron a Durham, donde Sakuragi exploró en las tiendas por regalos para su madre y amigos. [42]

 

Llegaron a casa tarde y agotados, pero felices. Lo primero que hicieron fue saludar al pelinegro que permanecía en su cuarto estudiando (para asombro de todos)

 

Los tres se lavaron y dirigieron a acostar; Sakuragi,  no obstante, caminó directamente donde el pelinegro para mostrarle todas las cosas que había comprado y las fotografías que había tomado.

 

Kaede, que al principio se mostró renuente y molesto por la intervención (aun irritado con el pelirrojo por haberle alejado en la mañana), terminó inclinándose más cerca del otro chico para ver mejor las porquerías y recuerditos que había elegido para los chicos y su mamá.

 

Terminaron la noche con Hanamichi agarrando los cuadernos y haciendo preguntas al zorro, quien respondía 7 de 10 correctamente.

 

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El último día lunes de su estadía, Hanamichi Sakuragi se negó a su sagrado trote matutino, decidiendo en cambio, permanecer entre las mantas un poco más de tiempo. El pelirrojo suspiró mientras disfrutaba del calorcito que le brindaban las mantas a esa hora de la mañana. Subió la mirada hacia el reloj encontrándose con que eran las 9:19.

 

Dan le había llamado ayer en la tarde (durante su salida) para avisarle que estaría llegando alrededor del medio día. Aun ni he empacado, pensó arrugando los labios y volteando el rostro; allí, dormido y ajeno al mundo, se encontró al zorro. Rió cuando notó la baba que le corría por la barbilla hasta la almohada.

 

Rukawa… se dijo observando la recta nariz contraria, su alargado, pero elegante rostro, su pálida y lisa piel. Aunque a Sakuragi le doliera físicamente admitirlo, la verdad es que extrañaría a ese bastardo.

 

Mucho…

 

Suspiró nuevamente antes de partir hacia su cuarto para empacar y comer algo antes de partir. Al entrar a la pieza, Mei ya estaba allí guardando su ropa en la maleta negra y bolso azul.    

 

“Mamá Rukawa” Susurró agradecido y asombrado. La mujer le miró y sonrió.

 

“Ya me suponía que ayer en la noche no lo habías hecho. Espero que no te importe”

 

“¡No! ¡Claro que no! ¡Este genio le está muy agradecido, mamá Rukawa!” Rió acercándose para ayudar también; la mujer, no obstante, le instó a tomar un baño  y comer algo. Era mejor que le sobrara a que le faltara tiempo, dijo con una mirada de madre.

 

Mientras el pelirrojo, ya acicalado y listo, comía como saco sin fondo en la pequeña mesa de la cocina, apareció en la entrada un medio dormido Rukawa tallándose los ojos con somnolencia.  

 

“Buenos días, zorro” Saludó con una sonrisa antes de volver a su comida. Kaede, que pensaba que Hanamichi estaba corriendo, se sorprendió un poco al encontrarlo ahí. Cierto… Dan viene temprano, pensó acercándose al estante para sacer su siempre fiel y nutritivo cereal. “¿No irás a clases?” Preguntó de repente el mono pelirrojo con confusión al otro chico, pues los dos lunes que había pasado en la residencia Rukawa el ex jugador de Shohoku había salido temprano hacia la universidad.

 

Kaede se paralizó por un momento, para luego tomar asiento con tranquilidad al lado del otro japonés.

 

“Tengo que estudiar”… Si… estudiar como el torpe se va… pensó irónicamente al tiempo que observaba al tonto ese.

 

Hoy era el día.

 

Hoy el mono bullicioso, escandaloso, maleducado, presumido, vanidoso y alterado… se iría.

 

Quién hubiera adivinado que llegado el día, sería el mismísimo Kaede Rukawa quien no querría que se fuese.

 

Una parte de él luchaba y protestaba con unas ansias ardientes de rogarle, suplicarle que se quedase; que eligiese a los Tar Heels ahora mismo. Pero el pelinegro tenía su orgullo; uno tan grande como el mismísimo continente americano, y que le partiese un rayo antes de rebajarse de esa manera; además, ya boté mucho al comprarle esa porquería ayer, pensó recordando la pequeña caja oculta en su habitación; esa caja que le entregaría antes de que se subiera al carro con el viejo Dan.

 

“¡Oh! Kaede, ya estás despierto” Dijo mamá Rukawa como modo de saludó a su hijo, que le miró antes de asentirle. “Sakuragi-kun, tus maletas están listas en la habitación…sólo tienes que bajarlas”

 

“¡Gracias, mamá Rukawa!” Respondió con un grito antes de pararse y darle un sonoro beso a la sonriente mujer. Kaede le frunció el ceño por la acción. “¡Oye, bastardo! ¡No seas tan posesivo con tu madre, así que arrúgale la cara a otro!”

 

“Idiota” Le llamó volviendo a su desayuno.

 

Después de ello Sakuragi subió para revisar por última vez el cuarto, las paredes azules, el techo liso, la blanda cama, la limpia y gran ventana, el velador… quiso grabar todo en su mente. Sonrió y bajó el equipaje hasta la entrada. Volvió a la segunda planta para lavarse los dientes y meterse a la laptop del pelinegro, puesto que no estaba seguro de sí a donde se quedarían con el viejo habría internet o computadores, asique se aseguraría de informarles a sus seres queridos sobre su próximo cambio de residencia.

 

Kaede le encontró cómodamente sentado en la silla de escritorio. Bufando se tiró a la cama deshecha.

 

“¿Y tu no te vas a bañar, zorro apestoso?” Preguntó cuando escuchó el sonido del colchón. Atrás de él se encontró al alero tirado de espaldas con ambos brazos tras nuca y los ojos cerrados.

 

“Más tarde” Se limitó a contestar con flojera. Permanecieron cada uno en sus asuntos por los siguientes minutos, hasta que Hanamichi se paró y le retó al último partido en la Xbox. Jugaron en él hasta que mamá Rukawa avisó que Dan había llegado.

 

Ambos jóvenes detuvieron el aparato con lentitud. En silencio, con el calor de la mañana entrando por la ventana, y el sol pintando cada rincón, se miraron a los ojos por unos eternos segundos. El mar pareció encontrarse con la tierra…

 

Sakuragi se paró, dispuesto a bajar a la primera planta cuando sintió como el otro le agarraba sutilmente el brazo.

 

“…Para que llames a mis padres…o a los chicos del equipo o… a mi” Le dijo el zorro entregándole una pequeña caja con la fotografía de un moderno celular. Sakuragi inmediatamente abrió ojos y boca exageradamente sin poderse creer que el zorro, el bastardo y maldito de Rukawa, le estaba regalando un puto celular.

 

“Yo… N-no tengo el dinero…n-no puedo-”

 

“Es un regalo, estúpido” Kaede, con la vista pegado en el piso, se negó en todo momento a alzar la vista. Podía perfectamente sentir como sus mejillas ardían, asique de seguro ahora mismo lucía como un tomate.  Pero ni loco le demostraría esa debilidad al otro joven. Ni muerto se dejaría en evidencia. Antes muerto. La voz suave y tierna del pelirrojo le hizo apretar dolosamente sus pálidas manos.

 

“Gracias… Gracias, zorro…” El silencio volvió a caer sobre ellos, sólo que esta vez parecía listo para ser roto y llenado de palabras. Ambos sentían como si tuvieran que decir algo, pero al mismo tiempo no tenían ni idea de qué se trataba. Hanamichi intentó encontrar los azules ojos del pelinegro, pero cada vez este último le rehuía la mirada y volteaba hacia cualquier otro punto del cuarto. “…Rukawa” Tanto el susodicho como el que lo pronunció, quedaron estáticos; era la primera vez que decía su nombre de esa manera: tan suave, delicada e interrogante. “… ¡Da lo mejor!... ¡Si te atreves a volverte de nuevo un egoísta, este genio vendrá personalmente a patearte el trasero; me escuchaste, bastardo!” Kaede, levantando al fin los ojos, rió y le asintió lentamente. “Bien, ahora… este talentoso jugador tiene muchas cosas que hacer, asique…” Decía mientras salía de la habitación con pasos titubeantes.

 

“¡Sakuragi!” Le llamó en un bobo impulso. Hanamichi se quedó estático en la puerta sin atreverse a voltear. “Tu también da lo mejor…torpe

 

“¡Pues claro que sí! ¡Soy un genio después de todo, zorro!” Gritó antes de salir finalmente de la silenciosa habitación, que dejó a un chico con el corazón agitado, pero sufriendo; dejó atrás unos ojos brillantes, pero no de felicidad; y dejó atrás a un amigo…

 

que no quería precisamente amistad.

 

.

 

.

 

 

Notas finales:

Y ya estáaa!!! Nuestro Kaede ya ha aceptado todos sus sentimientos e incluso arrasó en un partido por el monito... lamentablemente tuvo un duro camino... pensar tanto.... en chicas, en darse cuenta que le gustan los chicos... y bueno, claramente le gusta Hanamichi... Pero éste se fuuueee... Lo siento, pero ya era hora u.u...

¿Ahora... se dará cuenta Hana de sus propios sentimientos? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Le gustarán los Red Devils? ¿Más que los Tar Heels? ¿Qué hará Rukawa? Estas preguntas serán respondidas en el prox, que esperó subir el jueves o viernes que viene...RECUERDEN, cualqueir comentario, crítica, pregunta, duda, LO QUE SEA, todo es bienvenido... Nos vemos!! n.n

Ahora, como siempre, las aclaraciones:

[38] En el capítulo 4 de la serie de anime, cuando los jugadores se presentan para ingresar al equipo de baloncesto, Rukawa dice que él nunca ha tenido una posición permanente, sin embargo, durante el desarrollo de la serie, creo que termina definiéndose más como “Alero”, que esel “Jugador de baloncesto que se mueve por los laterales de la cancha. La posición de alero se considera que es quizás el más versátil de las posiciones de baloncesto entre las principales cinco, debido a la naturaleza de su papel, que a veces es similar a la de una potencia, y otras veces se parece más a la función de un guardia de disparo. El alero y el escolta suelen ser posiciones intercambiables. Un Alero debe ser capaz de hacer un poco de todo en la cancha, por lo general desempeñan funciones tales como swingmen, también como punto hacia delante y papeles defensivos. Los ejemplos incluyen a LeBron James, Carmelo Anthony, Paul Pierce, Kevin Durant y Rudy Gay. Larry Bird y Scottie Pippen son ejemplos de jugadores anteriores de la historia de la liga para esta posición.”

[39] Este poster es real. Sólo pongan “Poster de Michael Jordan” y les saldrá en seguida.

[40] Meitatsu, leí que significa “Sabiduría”, pero no de inteligencia o algo parecido, sino de vida, templanza. Me pareció un buen nombre para la mujer; especialmente por la personalidad que le he puesto a través del fic.

[41] Esto lo puse, porque, no sé si será lo mismo en sus carreras, pero yo tengo la suerte de que mis compañeros de generación, para los períodos de exámenes o solemnes o controles (o como les llamen) siempre suben sus apuntes de clases, o incluso los mismo profesores nos mandan sus apuntes…

[42] TOOODOOOSS los lugares mencionados, son, según mi búsqueda por internet, verdaderos. Al principio, cuando comencé a escribir la historia, creía que Tar Heels estaba en Raleigh¸mas después me enteré que estaba errada y que en realidad está ubicada en Chapel Hill, pero éste es un pueblo, asique no creo que hayan muuuchas atracciones, por eso decidió que visitasen también las ciudades cercanas.


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