Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Lo que quieras por Carito_d

[Reviews - 2111]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Es uno de los fanfics que más hemos planeado y el que más nos ha tomado tiempo para pensar. Esperamos que tenga una buena acogida y ¡a leer!<3

¿Preguntas?

http://ask.fm/NapoleonyMermelada

Un like a nuestra hermosa pagina:

https://www.facebook.com/NapoleonYMermelada

Se rasca los ojos y suspira.

Pasan cinco minutos y vuelve a hacer lo mismo.

No se creía capaz de nada más. Ni de respirar con calma, ni de pensar las cosas con la cabeza fría, porque eso solo le había funcionado para tomar una sola decisión en el día. La más dolorosa y la que más se negaba a hacer,

Pero hiciste bien, MinHo. Hiciste bien.

Estira las piernas, mirándose fijo sus rodillas fuera de lugar y estirando las arrugas de su pantalón, cuando siente un peso a su lado, ocupando la otra mitad de la banca. Era un cuerpo delgado y pequeño, probablemente de un niño, pero uno que le hizo llamar mucho la atención por la forma en que se sacudía.

No le gustaba mirar a la gente cuando lloraba, pero la forma en que lo hacía ese menor, era catastrófica como para simplemente ignorarle.

Era un llanto desgarrador y que intentaba ocultar, a través de sus manos que le limpiaban rápido, mientras miraba hacia el otro lado del parque con tal de no mirarle, casi como si se estuviera escondiendo de un desconocido.

MinHo busca en el bolsillo trasero de su pantalón un paquete de pañuelos desechables y se acerca, estirando la mano para que los viera.

(A pesar de que todos dijeran que no tenía corazón. A veces sí lo tenía. Sorprendiéndose incluso a si mismo).

-       ¿Quieres uno? –le susurra suave-.

El menor le mira de medio lado, por sobre su hombro, estirando una mano y sacando uno rápido, para luego entregarle el envase y susurrar un leve “gracias”.

Pero eso no lo dejó demasiado tranquilo.

-       ¿Estás bien? –vuelve a insistir-.

Y el chico solo le ignora. Se suena mirando hacia otro lado, juntando sus rodillas y tapándose con ambas manos para que no le mirara.

No debía tener más de doce. Trece como mucho.

-       Oye, te pregunté si estás bien.

-       Mi mamá no me deja hablar con extraños.

-       Ah.

Primera vez que le decían eso.

Realmente era un menor.

Mueve los pies incómodo y le mira cada ciertos segundos, notando como parecía tranquilizarse luego de un rato. Tenía la contextura parecida a MinKi, quizás hasta podían tener la misma edad.

-       Recién la compré –le dice luego de varios minutos, entregándole una botella de agua-. No he tomado.

Y nuevamente le mira asustado, dudando si aceptar o no.

Al parecer no tenía cara de psicópata porque la toma y le quita la tapa, dándole un largo trago, para luego suspirar y mirarle porque eso le había ayudado a deshacer el nudo que se había formado en su garganta.

-       Gracias –murmura-.

-       Yo tampoco tuve un buen día.

(No supo porqué, pero inevitablemente tuvo la necesidad de decírselo. A pesar de que odiaba hablar con mucha gente y de que odia a las personas que se acercan repentinamente a conversar. A pesar de tantas cosas, que solo le habla. Sin pensarlo, sin analizar que parecía un verdadero tonto).

El menor le mira con las mejillas sonrojadas y un montón de lágrimas atrapadas en sus pestañas, como si le costara entender lo que le había escuchado decir.

-       ¿Por qué? –le susurra aún con miedo a hablarle-.

Un miedo que a él le enternecía, inevitablemente.

MinHo se encoge de hombros y suelta sus brazos, apoyándose en el respaldo de la banca, sin saber exactamente qué decir.

-       Renuncié a mi trabajo.

-       Oh –le oye decir-. ¿En qué trabajaba?

“Trabajaba”.

¿Tan viejo se veía? ¿tan mal le estaban pasando los años?

-       Soy profesor –le mira y el menor voltea el rostro porque justo le pilló mirándolo-. No me trates de usted, no soy tan viejo.

-       ¿Profesor de qué eres?

Se limpia con la manga de su polerón y MinHo inevitablemente sonríe.

(No sabe porqué).

-       Atletismo.

-       No me gusta el atletismo, lo siento.

Eso le ofende. Le hace fruncir el ceño y retroceder el cuerpo para mirarle de lejos, casi como si le costara enfocarlo. Sus cejas se juntan un poco y sus labios abultados se aprietan, estirándose hacia delante como un verdadero pato.

-       ¿Y qué te gusta?

-       Literatura.

Bufa, sin esconderlo.

-       Aburrido.

-       Mi profesor solo me pone cinco en atletismo –le explica con una sonrisa triste.

-       Debo suponer porqué.

-       No me gusta correr.

-       No me gusta leer.

Ambos ríen bajo, estirando las piernas de forma casi sincronizada. El menor dejando las rodillas pegadas, mientras MinHo las abría, de forma más cómoda.

(Y casi exagerada).

Aún habían lágrimas en el borde de sus pestañas, sacudiéndolas con cada parpadeo nuevo que daba. MinHo le mira sin esconderlo, mientras el menor fijaba la vista en el piso, notando lo que parecía obvio.

-       ¿Cuántos años tienes? –le pregunta en un susurro-.

-       Tengo trece, pero ya voy a cumplir catorce.

No había andado tan lejos de lo que creía. Tenía la misma edad que MinKi, pero aún así parecía algo más menor. Quizás era por su cuerpo, era más pequeño y casi frágil.

-       ¿Tú cuántos años tienes? –le interrumpe, mirándolo de repente-.

-       Cien.

Frunce un poco el ceño y se voltea, mirándolo casi enojado.

-       Estás muy viejo –murmura-.

-       Me han dicho que no se me nota.

Y en el mismo momento en que niega sonriendo, apoyándole a lo que decía, una voz de una mujer les interrumpió, llamando la atención de ambos. MinHo observa a alguien a un par de metros más allá y el menor se levanta, sacudiéndose las piernas y mirándole con una pequeña sonrisa.

-       Ya me tengo que ir –estira la mano y le entrega la botella a la que solo le faltaba un poco de agua-.

-       Quédatela.

-       Espero que encuentres trabajo.

-       Yo también.

Una pequeña reverencia y el menor camina rápido hacia la mujer, dejándose abrazar y desordenar del cabello, apretando fuerte la botella de agua que le había regalado.

MinHo se fija en su pequeño cuerpo hasta que se desaparece, dándose cuenta que ni siquiera había sido capaz de preguntarle su nombre.

Aunque quizás, era mejor así.

**

Treinta y dos minutos atrasado y no le importaba. No caminaba más rápido porque le preocupaba, ni tampoco tendría la intención de hacerlo si sabía que de todas formas le esperaría. Cinco minutos, dos horas o las que fuesen.

No, quizás no las que fuesen. Una vez le hizo esperar tres horas y cuando llegó ya no estaba.

Chasquea la lengua cuando recuerda el sermón que le dio sobre la puntualidad y los modales que según él parecían inexistentes en su persona, cuando una mujer choca con su cuerpo, salpicándole un poco de café y dejando un par de palabrotas atascadas en la punta de su lengua, advirtiéndole que serían expulsadas en cualquier minuto.

Pero por suerte nada había pasado. Revisa su camiseta blanca y se mueve hacia un lado para que pueda salir, sosteniendo la puerta con una mano por sobre su cabeza hasta que entra a la cafetería. La misma de siempre, la misma con una cantidad excesiva de personas al pertenecer a un barrio que era el favorito del chico rubio.

MinHo alza la vista por sobre las cabezas, estirando el cuello, mientras llevaba una mano hasta su sien, sobándose con cuidado porque las punzadas de la resaca aún parecían palpitar en su cráneo. Doce o quince latas de cerveza y la cuenta ya había sido olvidada.

Pasa entre un par de mesas, estirando su cuerpo y pidiendo disculpas solo cuando era extremadamente necesario hacerlo, sin dejar de mirar a la persona que le miraba con odio desde lejos y que parecía balancear con más fuerza su pie a medida que avanzaba.

-       ¿Qué parte de “llega a la hora” no entiendes?

Se deja caer en la silla frente a él, rodando los ojos y bostezando sin taparse la boca, mientras Key le miraba con mucho odio.

-       Te pediría disculpas, pero no sería sincero así que prefiero no hacerlo.

Estira un brazo, alcanzando la taza del chico, para darle un largo trago a su café amargo, sintiendo como su cuerpo parecía reaccionar al fin ante el líquido caliente.

-       Ni siquiera te bañaste, eres un sucio de mierda.

-       ¿Y para qué tendría que hacerlo? –le pregunta ofendido-.

Por dignidad. Solo que prefiere no hacerlo.

MinHo termina su café en un solo trago, limpiándose bruscamente los labios con su mano, mientras Key no dejaba de mirar su movimientos, casi con asco.

Si no fuera su mejor amigo, probablemente ni siquiera sería capaz de acercarse a él. Ni a un kilómetro a la redonda.

-       ¿Has encontrado trabajo? –bufa y se acomoda en la silla, rodando los ojos-. No, ¿has buscado trabajo?

-       ¿Qué encontraste para mi, querido Bummie? –le sonríe irónico-. No hagas preguntas que sobran.

Antipático de mierda. Bestia subnormal. Troglodita hediondo. Y más frases de odio eran capaces de pasar por su mente en ese momento.

Era su maldita estupidez la que le seguía aguantando, a pesar de decirse a si mismo hace años, que no tenía que permitirse eso, seguía ayudándole y soportándole su bestialidad con las cosas y su subnormalidad con evadir la realidad.

“Mierda, me oigo como mi madre”.

Minho levanta una ceja, esperando que le responda, mientras él parecía luchar contra si mismo porque creía que cada vez que el alto se acercaba, parte de su esquizofrenia se le contagiaba a él.

Suspira.

-       En el colegio donde trabajo hay una vacante. El profesor ya está por jubilar, creí que te interesaría. Tres meses de cesante no es poco, MinHo.

-       ¿Qué edad tienen? –pregunta rápido-.

-       ¿Los niños? –MinHo asiente y él alcanza a comer un trozo de pastel antes de responderle-. Son de secundaria.

Desde donde está puede ver como su lengua choca contra su paladar, chasqueándose. Dándole una respuesta que esperaba conseguir porque MinHo se había vuelto un reacio a cualquier cosa desde el problema en su último trabajo.

O renuncia o lo que fuese. Nunca le había querido decir cien por ciento la verdad.

-       No –niega, colocando cara de asco.

-       ¿¡Por qué!? Te estás perdiendo un buen puesto de trabajo. Es un buen sueldo, MinHo –se acerca sobre la mesa y el alto se aleja lo que él alcanza a avanzar-. Sabes que no trabajo en cualquier colegio, y si te digo que este es bueno, es porque lo es.

-       Tendré que verte –le explica lento, como si tuviera problemas de compresión-. Y todos los días. Me odiarás más de lo normal. Y odio a los adolescentes, son molestos.

(Lo decía el mismo que en ese momento parecía uno).

Key no alcanza a atrapar lo que le quedaba de pastel, antes de que MinHo estirara el brazo, arrastrando el plato hacia él y echándose de una sola vez a la boca, lo que él se hubiese comido en al menos cinco bocados.

No era una bestia, era un troglodita con problemas de desarrollo mental.

-       ¿Crees que los niños de primaria podrían llegar a estar interesados en atletismo? –ríe sarcástico-. Que idiota eres.

-       ¿Qué te hace creer que no?

-       A nadie le interesa, MinHo. ¿Qué hay de tu antiguo trabajo? ¿no era de secundaria también?

Solo había que nombrarlo para notar como su rostro cambiaba, haciéndole mascar más lento los restos de pastel, mientras se recostaba más en la silla, pasando una mano por su cabello sucio y rebelde.

-       Y por eso odio los adolescentes –bufa-.

-       Oh god.

No había remedio con él.

Y si algún día llegara a haber, él no tendría el privilegio para presenciarlo porque ya estaría muerto.

MinHo se pasa una servilleta por los labios, sin quitarle la vista de encima, notando que no estaba en un buen momento porque por mucho que Key se esforzara en ayudarlo, él siempre terminaría rechazándolo. Era su naturaleza ser así.

Ir en contra a todo lo que pudiera decir Kim KiBum.

(Lo tuvo claro desde el primer día que se le ocurrió ser amigo de él).

-       Está bien –bufa, suspirando-. Necesito dinero.

-       Que bueno que el alcohol bajó de tu cerebro –saca una tarjeta de su escandalosa y llamativa billetera y la desliza por la mesa hasta que choca con sus dedos-. Tienes una entrevista el lunes a las diez. Ahí está la dirección.

-       Tendré que madrugar –se queja bajito-.

Y más le valía no volver a hacerlo porque lo mataría.

-       Y bañarte, por favor –le mira con odio-. Trata de no ir con resaca o me dejarás mal.

-       ¿Qué imagen tienes de mi?

Una que no le convenía oír.

KiBum revisa su taza con la (vaga) esperanza de encontrar algo de café, llevándose una mala respuesta cuando MinHo le mira con una sonrisa y con los labios aún con restos de crema de su pastel.

Puto.

-       Te conozco desde que estabas en el vientre de tu madre, MinHo.

-       No empieces con la charla de “soy tu amigo y te digo esto porque me preocupo por ti”.

-       Solo trato de llevarte por el camino del bien.

-       Sé que no estás en ese camino hace años. Yo no caigo en tu imagen, KiBum, te conozco –levanta una ceja con un dejo burlón y sonríe de medio lado-. Desde que estás en el vientre de tu madre.

Mueve el flequillo de su frente, dejándolo a un lado, mientras cruzaba las piernas y miraba a MinHo con aires de diva malcriada.

(Porque así le llamaba el alto y lo tenía claro).

-       ¿Vas a ir o no?

-       Te dije que sí.

-       Más te vale no defraudarme.

-       No, mamá.

KiBum se remueve de su silla, estirando su camiseta al levantarse y tomando su bolso que colgaba de un gancho, para luego avanzar y tomar del mentón a MinHo, inspeccionándolo desde demasiado cerca, pero aún con un guiño de asco.

-       Sabes que te cuido más que ella –el alto rueda los ojos y él no le suelta-. Y ah, por favor, aféitate.

Una sonrisa que no logra esconder y que hace que el rubio se aleje con asco, ignorando el beso que le lanza en el aire ni los gritos que suelta cuando está lejos de él solo para avergonzarlo.

MinHo era su mejor amigo desde hace muchos años como para ahora no ser capaz de aguantarlo un poco más. Un poco más de su crisis y un poco más de sus problemas que siempre parecía querer esconder.

**

Charlas, conversaciones aburridas, reglas que no le antojaban oír.

La boca del director se mueve como una verdadera máquina y él se pregunta mentalmente cuanto tiempo más hará falta para que esa estúpida reunión termine. Pensaba en la lata de cerveza que había dejado en la contrapuerta de su refrigerador y sentía como su garganta comenzaba a secarse solo de ansiedad. Imagina el sonido que haría al abrirse y su saliva se vuelve espesa, siendo difícil de tragar.

Un poco más, Choi, aguanta un poco más o KiBum te matará.

-       Como verá, señor Choi, en nuestro colegio tratamos de implementar la mejor educación para nuestros alumnos; también es bueno que aprendan valores y buenos ejemplos.

Aburrido.

Se levanta luego de que el director lo haga, metiendo las manos en sus bolsillos y rodando los ojos cuando el hombre le mira y le indica que camino seguir.

Ahora le mostraría el colegio, lo que significaba: más aburrimiento aún. Más niños, más paciencia, más ganas de pegarles a todos.

Choi Minho paciencia cero.

Pasean por un pasillo desocupado, notando por las ventanas que todos los alumnos se encontraban en clases.

(A simple vista era mejor colegio del que había estado antes. KiBum por primera vez parecía no haber exagerado en algo).

-       ¿Tendría que hacer clases a todos los niveles?

El hombre mayor asiente y él se queja bajito.

-       Todos los niveles, cada uno de ellos es importante para nosotros –desvían el camino por el que iban y el director empuja una puerta de vaivén, ingresando al gimnasio del establecimiento-. Esta es la clase 1-A.

Y ya sentía que la odiaba.

La mitad de los hombres (adolescentes) estaban jugando a la pelota, otros estaban acostados en el piso y un par estaba acosando a unas chicas que sonreían coquetas. Y las mujeres… las mujeres siempre eran lo más terrible para él. Y estas no serían la excepción. El 99% de ellas estaba en las gradas, algunas pintándose las uñas, otras peinándose y otras viendo videos en sus celulares, probablemente sobre algún idol que le hacía gritar desenfrenadas.

-       ¿Y quiere que a todos estos…? -carraspea y contiene sus palabras-. ¿Quiere que a todos les haga el taller de atletismo?

El director cruza sus manos, acercándose y él frunce el ceño, dándose cuenta que esto sería más difícil de lo que creyó.

-       Más que un taller de atletismo, lo que buscamos es implementar el deporte con nuestros alumnos.

-       Es difícil si la mitad de ellos están haciendo nada.

-       Su trabajo será motivarlos.

-       Si es que lo acepto –le corrige-.

-       ¡Señor Lee!

El grito le hace sobresaltarse, sintiendo una punzada en su sien y recordando la terrible voz de KiBum en su cabeza, diciéndole: “más te vale que no vayas con resaca o te mataré”.

Porque tendría que hacerlo.

(No podía dejar de beber alcohol si justo el día anterior era el día del partido más importante de toda la temporada. Era como si le pidiera que se afeitara todos los días. Algo imposible).

El menor que es llamado a lo lejos, parece bufar (y escucharle desde ahí), pasándole una pierna por encima del cuerpo a su compañero, metiéndose la camiseta dentro de los pantalones y acercándose a paso lento y casi aburrido.

Por donde se mirara, MinHo podía deducir (e intentar recordar) que él estaba rompiendo muchas reglas en ese momento.

-       ¿No recuerda lo que hablamos ayer?

El menor parece pensar, aún con la cabeza gacha, levantándola justo en el momento en que Minho le miró, regalándole una sonrisa irónica.

-       Eh… no.

-       ¿Quiere que le diga a sus padres sobre sus problemas de conducta? Es la tercera vez que le advierto que tiene que cambiar esos pantalones porque no son parte del uniforme del colegio.

Aunque quizás lo fueron hace treinta años atrás, cuando los shorts masculinos no alcanzaban más de veinticinco centímetros, dejando demasiada piel a la vista.

MinHo los miró con el ceño fruncido y el menor se balancea en una pierna, luciéndolos orgulloso.

-       No tengo otros –le dice serio-.

-       ¿Y tampoco puede ir a la peluquería?

Otra vez esa sonrisa irónica y a MinHo le empieza a caer mejor.

El menor suspira y saca un elástico que tenía en la muñeca, amarrándose el cabello en una simple cola pequeña.

-       Espero que su madre no lo olvide cuando la llame para hablar sobre su comportamiento.

-       Lo olvidará, siempre se le olvida todo.

-       Pero a su profesor nuevo de atletismo no le pasará eso, ¿cierto?

¿Por qué tenían que acordarse de él?

MinHo voltea la cabeza hacia el director, casi como si le pesara, sonriendo igual de irónico que el alumno y susurrando un suave “no”, que parecía más un “no me importa una mierda lo que haga él con su vida, yo solo quiero que me paguen”.

(Porque solo por eso estaba a punto de aceptar. Solo por eso).

-       Soy TaeMin.

El menor estira la mano y MinHo le mira sus dedos, casi con asco. Si no hubiese estado el director presente, probablemente hubiese levantado una ceja y hubiese ignorado su acto de cortesía, pero ahora que el hombre estaba ahí, no le quedó otra de demostrar que sí tenía modales.

(KiBum probablemente hasta hubiese soltado un par de lágrimas).

-       Espero que respete a su profesor y que no olvide lo que le he dicho durante todos los días.

-       ¿Ya me puedo ir? –gruñe-.

-       Sí, y espero que cuando vuelva a verlo no sea en esta situación.

Una reverencia nueva (y más irónica que la anterior) y el menor vuelve a donde estaba antes, volviendo a colocarse tras su amigo, para seguir jugando con su cabello y seguir riéndose como si nada hubiese pasado.

El único con los pantalones así de cortos, el único que parecía ser el más odiado por el director que no le quitaba la vista de encima.

MinHo le mira fijo por largos segundos, enfocándose en sus manos pequeñas que pasaban por el cabello de su amigo, peinándolo, recordando cierta escena que había pasado hace un tiempo atrás.

-       Está bien –le dice después de un rato en silencio, al director-. ¿Cuándo tengo que empezar? Acepto el trabajo.

Le conocía de algún lado. Estaba seguro de eso.

 

 

Notas finales:

¿Comentarios? ¿críticas? ¿amor?<3


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).