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FUYU NO KAZE por desire nemesis

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Notas del fanfic:

 

YO NO SOY LA CREADORA DE ESTOS PERSONAJES. ELLOS SALEN DE LOS CREADORES DE YUGIOH , SAKURA CARD CAPTOR Y TSUBASA RESERVOIR CHRONICLE.

 

 

 

1-Dos samurais, un siervo y un sacerdote

S XIX

EPOCA TOKUGAWA

 

Nihon enfrenta grandes cambios. Su sociedad se ha dividido entre los leales al emperador Tokugawa Ieiasu quien a sumido al país en la desolación del absolutismo y el aislamiento y los leales al príncipe Meiji, quienes creen que su país debe modernizarse para sobrevivir y tener una sociedad más justa y pacífica.

 

Ieiasu para asegurarse la lealtad de varios samurais les dio shogunatos al decir, les hizo señores feudales otorgándoles gran poder sobre otros samurais y sobre la población que les tocara en suerte.

 

Muchos de estos shogunes utilizaron su poder solo para enriquecerse a costa de sus servidores y aldeanos. Otros intentaron gobernar con justicia a pesar de las demandas del emperador y otros defeccionaron a favor de Meiji. Esa fue la revolución que marcó un quiebre en la historia japonesa.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Quién eres tú?—preguntó el joven de ojos azules y porte regio.

 

¿Yo?—preguntó el joven de ojos mieles que sostenía una escoba en las manos, sonriendo—Soy el encargado de la casa. Mi nombre es Jounichi Katsuya pero puede llamarme Jouno. ¿Y usted?—Era joven y alegre por lo que no cayó mucho en la gracia del otro.

 

Mi nombre no tiene porque importarle a un empleado—dijo mirándolo con algo de desdén el que portaba bajo la capa una katana.

 

¡Lo siento señor pero sería descortés que le dejara entrar sin saber su nombre! Su dueño podría enfadarse conmigo—explicó el rubio.

 

¿Qué sucede?—entró un tercero, era pelinegro y más portentoso que el anterior visitante--¿Haciendo amigos de nuevo, desu ne?  ¿Kaiba-san?—

 

Kaiba sama no deseaba decirme su nombre para que le dejara pasar. Es que mi jefe me ha dado órdenes de no dejar pasar más que a ciertas personas—dijo Jouno—Es un gusto, mi nombre es Katsuya Jounichi para lo que pueda serviros. Me adelantaron que vendrían. ¡Pasen! Traeré el té en seguida—añadió.

 

Está bien eso de que intentes cuidar la casa hijo pero dudo que pudieras parar a Kaiba san aunque lo intentaras. Es uno de los samurais más respetados—contestó el tercero.

 

Me alegro que nuestra lucha no fuera necesaria entonces—dijo Katsuya e hizo una inclinación para desaparecer tras una puerta mientras ellos cambiaban sus zapatos en el genkan.

 

Me agrada el chico—aludió el de ojos negros cuando estuvieron solos mientras sentados esperaban a ser servidos.

 

¡A mí no!—respondió Seto.

 

Era de esperar. A ti solo te agradan las personas serias y eficientes. Deberías relajarte. Aún eres joven y actúas peor que yo que te llevo varios años—dijo el otro samurai.

 

¿Piensas que ese es un pensamiento adecuado para los días que estamos viviendo, Kinomoto senpai?—preguntó el castaño con viva curiosidad.

 

Jouno entró y con ademanes suaves sirvió los tés mientras lo hacía el otro respondió—Creo que es más que apropiado pues uno no sabe cuando su vida ha de terminar en esta época tan violenta. Así que cuando se puede debe disfrutar de las pequeñas cosas como una compañía alegre—dijo Touya.

 

¡Muy cierto señor!—apoyó el joven rubio.

 

¡No escuché que nadie pidiera tu opinión! ¡Sirve y vete!—exclamó el ojos azules.

 

El otro sonrió de oreja a oreja con los ojos bien cerrados cosa que pareció al pelinegro una indicación de falsedad en el otro lo que correspondía al trato recibido.

 

Cuando el otro salió Touya le dijo a su compañero—Deberías ser más gentil con la gente. Después de todo podría enfadarse e ir a denunciarnos con el shogunato—

 

Si lo hace no le durará mucho el gusto—dijo el castaño.

 

¿En que nos diferenciamos de ellos si usamos las amenazas para que los demás permanezcan de nuestro lado?—preguntó Kinomoto.

 

¡Yo no lo amenazo a él! ¡Te lo digo a ti!—le dijo Kaiba sin mostrar reacción alguna antes de beber de su taza.

 

El “Dragón de ojos azules” saca a relucir su terrible temperamento de nuevo. Tal vez si tu abuela no hubiera sido una gaishin te sentirías mejor con tu situación… ¡Oh! Tal vez es por eso que ese chico no te está cayendo tan bien. Evidentemente el tiene también cierta sangre gaishin, sino no se explica su pelo y sus ojos y eso te incomoda—dijo Touya con aire meditativo mientras sorbía su bebida.

 

Sin levantar su vista de su taza, el ojos azules contestó tranquilamente—No sé a que se refiere, Kinomoto senpai. Lo que me molesta de ese sujeto es su actitud hacia un superior. ¡Nada más!—

 

El ojos negros sonrió y siguió bebiendo mientras cerca de una de las paredes externas de la casa el rubio sonreía antes de dirigirse dentro, luego de haber oído su conversación.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Kiseki Ataro era un listo comerciante que ofrecía su casa en Kebokuro como alojamiento para los insurrectos. No hacía esto por tener un gran corazón o sentido de la justicia, sino porque era un negociante astuto y sabía que si Meiji habría Nihon al mundo el se beneficiaría con sus preciados cargamentos que los shogunes estafaban de vez en cuando basados en sus necesidades.

 

De igual manera el se beneficiaba pues oficialmente era un hombre leal al emperador y nadie le molestaba.

 

La casa donde Kaiba y Kinomoto se asilaban era de su propiedad por lo tanto ellos eran sus huéspedes. Los dos tenían que mantenerse un tiempo fuera de las miradas de la gente pues el ejército había atacado a su grupo.

 

En ella había un viejo cocinero al que no se le veía parte de la cara por un sombrero de agricultor que llevaba, de los que parecen una sombrilla de paja y por una barba.

 

Los huéspedes solían verlo sentado al lado de la estufa, con su gordo abdomen sobre sus piernas cruzadas todo el tiempo y se preguntaban a veces si podía caminar. Por una semana permanecieron encerrados con los empleados y la ira del terrible “Dragón” por tanto encierro no hizo más que aumentar, volviéndolo más sensible a cualquier pequeño estímulo y convirtiéndolo en una excusa para demostrar su cólera.

 

Dándose cuenta de ello, el joven Katsuya no hizo más que darle excusas para su enfado. Una vez le dijo que la tina estaba preparada y cuando el ojos azules se metió el agua estaba helada. Otra vez colocó wasabi, que es extremadamente picante, en su agua de miso, una sopa.

 

Touya se divertía viendo al castaño enfurecido crisparse con el otro y al otro disculparse. Porque se dio cuenta que el rubio lo hacía intencionalmente para vengarse del trato que recibía del otro, pues a él nunca le pasaban esos “accidentes”.

 

¡No sé como tu amo aún te conserva! ¡De ser yo te hubiera vendido hacía mucho!—le dijo Seto ese día.

 

¡Entonces yo también me alegro, Kaiba sama!—le respondió sonriente el ojos mieles. Después de volverse y cuando ya el otro no podía oirle el joven rubio dijo bajito—Si fueras mi amo yo mismo me escaparía, engreiducho—

 

Jounichi siempre estaba barriendo por aquí y por allá acompañado por una escoba de paja común por eso no llamó la atención que el joven recibiera la carta que les llegó.

 

Touya la leyó mientras Kaiba, ansioso esperaba que decía. El pelinegro cerró la misiva y se quedó muy quieto en actitud contemplativa.

 

¿Y bien?—preguntó el ojos azules.

 

El otro esbozó una sonrisa--¡Debería entrenar vuestra paciencia!—dijo en lenguaje muy formal señal de que en verdad estaba pensando en algo muy serio—Se nos ha ordenado ir a un pueblo vecino. Al parecer un sacerdote ha ofrecido su ayuda a nuestra misión. Es por eso que hay que ir por ese joven y traerle—

 

¿Un monje? ¿Y para que necesitamos un monje? Deberíamos reclutar guerreros, no monjes—dijo Seto.

 

Jouno del otro lado de la pared sonrió y se golpeó la cabeza con pasmo. ¿Cómo podía ser tan idiota ese tipo? Se preguntó.

 

¡A veces no pareces un  samurai de tu calibre, Kaiba san!—le regañó con un poco de enfado el otro samurai—Tanto como hombres versados en las artes marciales (artes de la guerra), necesitamos de aquellos que lo están en ciencias. ¿Quién curará a nuestros enfermos y heridos no os preocupa? Si tomamos esto con seriedad, debemos ocuparnos de mantener lo mejor posible a nuestro joven ejército—

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Katsuya los despidió cuando se alejaron por la callejuela, llevando capas para la nieve y para ocultar sus armas.

 

Si hay algo que me alegra es que esto nos alejará de ese idiota y sus desastres—murmuró el castaño mientras caminaban. Kinomoto sonrió.

 

Desde varios metros atrás Jouno movía la mano despidiéndolos y murmuraba--¡Adiós! ¡Adiós! ¡Y si es posible deja al idiota por allá!—

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Llegaron y encontraron la casa hecha pedazos, había varios cuerpos de personas desperdigados.

 

¿Crees que el sacerdote esté entre ellos?—preguntó Seto.

 

No parece—dijo Touya arrodillado junto a uno—Este cuerpo aún está caliente—

 

Los ojos de Kaiba se achicaron con cierto placer.

 

Tres calles más allá dos hombres arrastraban a un joven con ropas blancas. Evidentemente no era un criminal ya que su apariencia era del todo inofensiva.

 

Pero los hombres que se lo llevaban tironeaban de él como si lo fuera. Tenía el pelo gris y los ojos del mismo color y se sentía mortalmente angustiado por lo que le había sucedido a la familia que había estado cuidando de él. No era que nunca hubiera visto desolación y muerte, sino que no se podía acostumbrar al hecho de que la muerte violenta acabara con una vida que realmente debiera haber seguido y que podía haber beneficiado al mundo. Es por eso que había ofrecido su ayuda al movimiento Meiji, porque sentía que era la forma de acabar con esa época tan violenta.

 

De pronto los 5 samurais que lo arrastraban se detuvieron en seco y empezaron a mirar a los costados nerviosamente.

 

¡Yomo san! ¿Lo sientes?—preguntó uno a otro y el otro solo asintió sin dejar de mirar alrededor.

 

Yukito se puso nervioso. De pronto dos hombres salieron desde ambos lados y de un tajo mataron a dos de los otros, otro se escudó tras él mientras con su brazo rodeaba el cuello del peligris. Al mismo tiempo los otros dos samurais caían bajo los desconocidos que se detuvieron ante el restante.

 

¡Malditos! ¡Me lo llevaré conmigo!—dijo el tipo mientras elevaba su espada para atravesar al sacerdote que cerró los ojos.

 

De pronto sintió que la presión del brazo cedía y cuando miró de nuevo el hombre había caído pero ahora no tenía cabeza.

 

Miró a sus salvadores e iba a decir algo cuando sintió un escozor en su garganta, se puso su mano sobre la garganta y la sacó ensangrentada.

Notas finales:

Espero les guste esta nueva idea

ja ne

^^


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