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La Ciudad de los Muertos por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Holaaaa n.n

Espero que hayan tenido una feliz navidad! :D

Lamento no haber actualizado antes, de verdad que lo intenté pero las compras y la locura navideña me consumieron, sin contar que me resfrié justo el 24 (menuda suerte la mía) y eso me mantuvo con fiebre por un par de días…entenderán que en ese tiempo no tenía ni ánimos de levantarme a escribir y solo ayer he podido terminar el cap y tenerlo listo para subirlo…

Espero que no me odien u.u Lo he hecho suave (Creo) ya saben lo que le espera a Aiden…

Ojala les guste (?)

Como siempre, cualquier error ortográfico háganmelo saber para corregirlo n.n

NOTAS DEL CAPÍTULO:

El otro dia, AkiraTetsuya comentó que quería un dibujo de Ethan, por que no podía imaginárselo de otra forma que no fuera RAMBO xDDD yo me espanté, odio esa película, juro que he intentado verla un millón de veces pero me es imposible ._. Así que he dibujado a Ethan (Durmiendo por cierto, aprovechando que en el dibujo anterior Aiden también dormía) No puedo asegurar que haya quedado bueno xD ya que lo terminé mientras iba en el transporte público y allí mi pulso está lejos de ser bueno… para remediar eso, también agarre una base por ahí en devianart e hice magia con paint xD Aquí les dejo los dos dibujillos (Dedicado a todos, pero especialmente  a Akira QQ)  :3


Dibujillo 1

Dibujillo2


OBVIAMENTE el 2 quedó mucho mejor que el 1 xDD


Y chica/os contengan sus orgasmos, porque aquí les dejo una imagen del ya tan rápidamente popular Jack Walker :3 (O lo más parecido que encontré a la imagen que se había armado en mi cabeza)


Jack 


Eso! Espero que les guste n.n

Un abrazo :D

Capítulo 11: “Todo lo que tienes”



Mi nombre es Aiden Rossvet. Tengo diecisiete años.

Nací en el seno de una familia acomodada, en una casa grande y llena de lujos ubicada  en una ciudad poco céntrica, pero bastante poblada. Mis padres eran científicos, reconocidos por sus grandes investigaciones en ADN humano, virología e inmunología, las cuales los llevaron a la cumbre de la ciencia y también del poder económico. Toda mi vida la viví sin ellos, no recuerdo a mi madre cuidándome durante un resfriado, no recuerdo sus besos de buenas noches, ni siquiera tengo el recuerdo de ellos en algunos de mis cumpleaños. Me crie entre nodrizas estrictas y la servidumbre.

Pero nunca me sentí mal por la ausencia de mis padres. Vivía feliz junto a mi hermano. De él aprendí todo lo que a afecto se refiere, a él abrazaba cuando estaba triste, nos protegíamos el uno al otro cuando ambos teníamos miedo, hacíamos travesuras juntos,  nos comportábamos como niños normales.

Aunque yo estaba muy lejos de esa normalidad.

Desde los cinco años comencé a desarrollar una terrible enoclofobia, o miedo a las multitudes. La cocinera de la casa se dio cuenta de ello la primera vez que intentó llevarme al mercado, trató muchas veces, pero siempre acababa desmayado. No podía ver a más de quince personas reunidas en un mismo espacio porque simplemente no lo soportaba. Por esa misma razón empecé a recibir educación a través de profesores particulares, nunca asistí a una escuela, nunca me enamoré de la chica más popular, nunca tuve una pelea a las afueras del aula de clases, jamás me regañó un profesor. Esto sólo hizo convertirme en un chico antisocial que poco sabía cómo tratar con la gente. Mi hermano Ethan, en cambio, sí asistió a una buena escuela y allí desarrolló una personalidad fría y algo brusca, se hizo amante de la música fuerte y ésta era la máscara que usó para desenvolverse allá fuera. Todos hacemos eso, usar una máscara, máscara que sólo cuando estaba conmigo se quitaba. No, él nunca fue alguien duro en realidad, él era tierno, frágil. Sólo yo veía eso.

Mientras Ethan estaba fuera del hogar, yo comencé a leer en mis ratos libres. Leí sobre ciencia, historia, filosofía y tenía una especial afición por el terror lovercraftiano. A la edad de diez años ya me había leído toda la biblioteca, y fue así como comencé a acercarme más a los trabajadores, a la gente de la servidumbre. Ellos fueron mis mentores, de ellos y bajo su relato aprendí lo que era la vida de verdad. Escuchaba de fiestas desvirtuadas y peleas de borrachos, de ellos aprendí cada grosería existente en esta tierra. Ellos me enseñaron cómo debía comportarme si algún día me veía enfrentado al mundo frío y cruel que se encontraba allí afuera, debía hacerlo justo de esa forma o ese mundo iba a consumirme. Ellos solían decir que mi fobia a las masas de gente era una bendición para mí, que un chico como yo no duraría una semana fuera del hogar sin que lo mataran. Quizás tenían razón.

   —Lo que eres es todo lo que tienes allá fuera… —era una de las frases que solía repetirme Beatrice, la mujer que descubrió mi fobia. Jamás logré entenderla del todo, pero cada vez que la oía decir eso acudía a mí una pregunta a la que jamás me atreví a pedir respuesta.

«Si todo lo que soy es lo que tengo ¿Qué pasará cuando me lo quiten todo?»

Por fin lo había comprendido.

   —¿Qué vas a hacer? —tuve la inocencia de preguntar mientras luchaba contra las fuertes manos de los cazadores que habían entrado luego de mi negativa a quitarme la ropa. Me resistí, aun sabiendo que no podía evitarlo. Terminaron desvistiéndome, golpeándome y esposándome en cosa de minutos y me dejaron a la deriva, a manos de mi verdugo, Scorpion.

   —Desataré el caos —había dicho, con una sonrisa torcida en sus labios.

Una nueva punzada de dolor me llenó por completo, apartándome de mis pensamientos. Arqueé la espalda e intenté gritar, pero una mano grande me cubrió la boca mientras que la otra me sujetó tan fuerte que sus dedos se enterraron en mi piel. Él seguía embistiéndome con fuerza, había entrado sin previo aviso y se podía decir que me estaba, literalmente, partiendo por dentro. Habían pasado unos minutos y ya podía sentir el contacto cálido de la sangre que se escurría entre mis piernas, de alguna forma eso apaciguó un poco el dolor. Me tomó por las caderas y las levantó para darme estocadas más bruscas y con más fuerza. Sus ojos azules estaban clavados en los míos, los tenía frente a mí, parecían sonreír, orgullosos. Él había logrado lo que había dicho.

Había desatado el caos.

Acercó su rostro al mío e intentó besarme. No respondí, pero pude sentirle en mi labio inferior, jugando y mordisqueándole como si fuera un dulce. Me mordió y un pequeño riachuelo de sangre salió de mi boca, pasó su lengua por ella y la bebió toda.

Sentí náuseas.

Cerré los ojos y sin poder contenerlo más, las lágrimas comenzaron a escapar de mis ojos. Me lo había quitado todo, cada parte de mí, todo lo que fui, todo lo que era había desaparecido en tan sólo unos minutos. Me estaba humillando de la peor forma ¿Cómo podría describir lo que sentía? Sus manos dolía, su cuerpo y su boca quemaban, su voz entraba en mis oídos como el ruido de la explosión que me destruía y me quebraba en mil pedazos.

Caos, esto era el caos.

   —Vamos niño ¿Por qué estás llorando? —se burló, fingiendo un falso tono paternal, separándose de mí. No respondí.

Sentí que se detuvo y quitó su falo de mi interior, fue un alivio que no duró demasiado. Tiró de los grilletes que tenía en las muñecas y me obligó a arrodillarme frente a él, mostrando su miembro erguido frente a mí. Le miré confundido.

Esto era asqueroso.

Sin dar explicaciones,  tomó mi rostro y me atrajo con brusquedad hacia su entrepierna. Apreté los labios instintivamente, pero me jaló del cabello tan fuerte que me obligó a abrirlos de nuevo en un quejido y entonces aprovechó de introducir todo eso en mi boca, manteniendo mi cabeza para que no pudiera quitarla de ahí.

   —Sabes lo que tienes que hacer —dijo.

Me retorcí bajo sus manos en una arcada, pero no podía apartarme de ahí, él tenía más fuerza que yo y con esa fuerza me atraía hacia él cada vez que yo intentaba separarme. Me vi obligado, con la respiración entrecortada por el sofoco que producía engullir esa cosa, a mantenerlo en mi boca y soportar su sabor amargo.

Clavó sus uñas en mi espalda.

   —¿En serio tendré que enseñarte? —gruñó, enfadado, sujetando mi cabeza con ambas manos, de todas formas estaba muy cansado para moverme por mí mismo. Comenzó a moverme, a alejarme y acercarme a él, logrando una forzada felación. Mientras él tiraba mi cabello, su miembro entraba y salía de mi boca, ahogándome y desesperándome, cada vez más profundo, tanto que lo sentía chocar contra mi garganta y cortarme la respiración por segundos enteros. Apreté los dientes. Se detuvo y me dio un puñetazo en la cara que me hizo caer al suelo—. No muerdas —murmuró, con la voz casi tranquila y se acercó otra vez a mí. Se posicionó sobre mí y aplastó mis hombros con sus rodillas, obligándome nuevamente a tragar su pene. Estaba caliente y ardía dentro de mi boca.

De pronto, sentí el filo de un cuchillo sobre mi cuello que bajó  lentamente por mi pecho. Lo clavó en mi piel, despacio, sin que doliera demasiado y me pareció que dibujó extrañas figuras en él. Pensé que no podía hacerlo a esas alturas, pero sentí miedo. Todavía quedaba algo dentro de mí que no se había roto y era lo que me estaba forzando a seguir con vida.

Comencé a lamerlo con cuidado, aceptando que si no lo hacía me mataría. Era inexperto en estas cosas, es común que en estos tiempos los chicos de mi edad ya tengan experiencias sexuales, pero yo nada sabía de eso y de hecho, jamás me lo había planteado.

Ahora estaba obligado a hacerlo.

   —Así está mejor… —jadeó mientras detenía el paso del cuchillo. Sus piernas se destensaron un poco y yo continué en lo que estaba, a pesar de las arcadas que volvían cada vez que él me tiraba hacia él un poco más, para que entrara más profundamente. Poco a poco empecé a notar como la saliva, mezclada con el desagradable líquido incoloro que salía de su miembro hacían su trabajo, logrando que esa cosa comenzara a resbalarse dentro de mi boca. Eso pareció gustarle, guardó silencio y metió sus manos en mi cabello, enredando sus dedos en él.

Eso sólo me hizo sentir peor.

El recuerdo de Ethan llegó a mi cabeza. El olor de su cabello, los ojos negros que daban tanto miedo, su mal humor. De alguna forma lo echaba de menos, de alguna forma lo necesitaba ahora mismo.

Dentro de lo más profundo de mí, deseé que él fuese la persona que acariciaba mi cabello, deseé que él estuviera en lugar de Scorpion.

¿Qué estaría haciendo él ahora?

   —Oh ¿Qué tenemos aquí? —La voz de Scorpion me sacó de mis fantasías que por un momento me habían alejado del momento. Sentí su mano sobre mi miembro y un nuevo miedo caló por mis huesos. No me había dado cuenta, pero de pronto se había levantado.

Me retorcí, intentando alejarme de él.

   —¿En qué estás pensando, Aiden? —se burló mientras hacía presión sobre mi boca a la par que comenzaba a masturbarme—. ¿Estás pensando en la pelirroja a la que defendiste? ¿Es tu novia? No me molesta si piensas en ella y disfrutas un poco…

   —N-No… —jadeé al hablar e intenté apartarme otra vez, pero él empujo mi cabeza  y un nuevo sofoco me quitó la respiración.  

No, no podía ser. Me sentí culpable.

   —¡Estás sonrojado! —rió y sentí como su miembro creció y se endureció aún más dentro de mi boca y esto sólo me asustó. Presentí que cosas peores vendrían ahora. Me apartó de él y me tomó con brusquedad para girar mi cuerpo y obligarme a arrodillarme sobre la alfombra, dándole la espalda. Cerré los ojos con fuerza, tenía razón. Lo peor estaba por venir.

Intenté gritar cuando le sentí abriéndose paso entre mis muslos. Me retorcí y quise apartarme inútilmente cuando sentí la punta de su miembro intentando entrar otra vez. Ardía mucho más que antes, el dolor era insondable. Me tomó de la cintura y me embistió tan fuerte que la sangre comenzó a escapar de nuevo. Iba a matarme, iba a morir. No iba resistirlo. No podía resistirlo más.

Grité, grité tan alto que sentí como la garganta se me desgarraba en ello y llevé una de mis manos a mi boca para morderla con fuerza, intentando encontrar alguna forma de desahogar el dolor que estaba sintiendo. Sin previo aviso y con toda crueldad, empezó a moverse dentro de mí y con cada embestida sentía cómo comenzaba a derrumbarme nuevamente, cómo moría un poco más. Mis piernas ardían, mi estómago se revolvía, las arcadas subían y bajaban por mi garganta ¿Me mataría más rápido si vomitaba en ese mismo momento?

   —Detente… —balbuceé con torpeza. Tenía las mejillas hinchadas y me había mordido la lengua que ya comenzaba a sangrar. Él no hizo caso, sino todo lo contrario. Me tomó con más brusquedad aún, sin importar las lágrimas, sin importar los gritos. Era como si el dolor que sentía le gustara. Quizás era así.

Me tomó del cabello y me obligó a golpear la cara contra el piso, dándole un mejor ángulo para aumentar su ritmo y penetrarme con más fuerza. Nunca creí que el dolor podría aumentar, pero así lo hizo. Sus dedos se enterraban en mis caderas y ahora me embestía con tanta brutalidad que dejé de llorar y gritar, concentrando mis últimos esfuerzos en no desmayarme o en no morir mientras lo hacía. Sólo sollozos suaves salían de mi boca, era lo único que podía salir de allí, ya no podía respirar y sentía mi corazón a punto de estallar en mi pecho. Mi cuerpo temblaba y por cada estocada sentía que estaba más cerca de romperme ¿Así se sentía morir?

Clavó sus uñas en mi piel y gimió en voz alta, arrastrando sus manos por mi espalda y arañándola hasta hacerla sangrar también. Eso pareció excitarlo aún más. Dio unas punzadas más y sentí algo cálido llenándome por dentro. No debía adivinarlo. Se había corrido dentro de mí.

Me sentí el ser más sucio que pisaba esta maldita tierra.

   —Joder, eres delicioso —susurró en mi oído, con voz cansada.

Las lágrimas volvieron a escapar de mis ojos.

Había terminado.

Se mantuvo unos segundos más dentro de mí, jadeando sobre mi espalda, procurando que hasta la última gota de su asqueroso líquido quedara en mi interior, aplastando mi ego aún más. Quitó su miembro y se puso de pie para marcharse. El resto de mi cuerpo cayó sobre la alfombra y me quedé allí, en silencio, muriendo. Llamó a alguien y un cazador llegó hasta la habitación, me quitó los grilletes e intentó hacerme caminar, pero no lo logró. Finalmente optó por tomarme y cargarme sobre su hombro, sacándome de la habitación. Yo seguía en silencio.

De nuevo pasamos los tenebrosos pasillos donde la afonía y la oscuridad gobernaban sobre todo. La extrañamente familiar puerta del calabozo apareció frente a mí, se abrió y fui arrojado dentro.

   —¡Dios! ¡Aiden! —Caí al suelo y el primero en recibirme fue Jack, que corrió en mi auxilio mientras se quitaba la chaqueta y la ponía sobre mí, para cubrir mi desnudez. Mi cuerpo seguía temblando y no sabía bien por qué. Detrás de Jack estaba Claire, que lloraba desconsoladamente mientras pedía perdón una y otra vez, balbuceando cosas que no eran capaz de entrar a mi cabeza—. ¿¡Qué te hizo ese imbécil!? —El chico de cabello castaño cobrizo estaba al borde de un colapso de ira. Me cargó en sus brazos y me llevó al rincón más seco de esa oscura habitación. Todos allí guardaban silencio. Debían sentir pena por mí, estaba seguro.

¿Qué tan mal estaba? ¿Qué tan hondo era el agujero donde había caído?

   —Mírame… —Jack cargó mi cabeza sobre sus piernas e intentó buscar mi mirada, pero la tenía perdida, en algún lugar. Tomó mis mejillas y me obligó a mirarle, entonces pude notar el verdadero color de sus ojos, no eran azules, no eran verdes, eran violetas; un lindo violeta que logró apartarme de mi agonía por un momento. Jamás había visto algo como eso en mi vida ¿Génesis de Alexandria? Pensaba que eso era sólo un mito sin base científica. Me atrajo hacia él y me abrazó—. Está bien, ya pasó… —susurró en mi oído mientras acariciaba mi espalda. Sus dedos rozando  mi piel herida dolían, pero se sintió cálido y reconfortante. No pude controlarlo más y las lágrimas comenzaron a escapar de mis ojos otra vez, manchando su camiseta. Intenté apartarme, pero él sólo me abrazó con más fuerza—. Está bien… —repitió—. Ya puedes llorar —dijo y abrió la llave para desatar todo lo que estaba intentando desesperadamente reprimir. Mis sollozos se transformaron en un llanto desconsolado, con gritos y escalofríos que asaltaban mi cuerpo sin poder evitarlo. Temblaba bajo su abrazo como si su cuerpo fuese la única cosa firme en esta tierra, sin poder controlar la vorágine de sentimientos que torturaban mi cabeza que era un caos. Me lo habían quitado todo.

Los únicos que de alguna forma seguían ahí eran ellos. Mi hermano y Ethan.

Mi llanto se hizo más ruidoso cuando les recordé. Me abracé con desesperación al cuerpo de Jack, buscando apoyo y protección. Estaba humillado, sucio, estaba quebrado. Me habían cortado en pedazos y mis cenizas se estaban perdiendo en un vacío del cual no podía salir. Seguía sangrando, por dentro y por fuera, me sentía revuelto, quería morir y quería salir de allí. Quería abandonar mi cuerpo. El dolor en mi pecho no tardó en invadirme en una punzada que me cortó la respiración y el nudo en la garganta sólo lo hizo más insoportable. Estaba demasiado cansado como para soportar un segundo más.

¿Qué pasa cuando te lo quitan casi todo?

Quedas completamente destruido.

Notas finales:


No me odieeeen  :’(  Soy muy mala u.u lo sé, pero incluso a mí me dolió un poquito escribir esa parte QQ (Y eso que quedo bastante suave)  ewe

Haré sufrir a Aiden un poquitito más pero ya tendrá su recompensa, lo juro! >.< 

Cualquier queja, insultos, si les gusto, si no, palabras de apoyo, críticas o preguntas a los personajes pueden dejarlo en un lindo review

Nos leemos el próximo año! :P


Que tengan un feliz año nuevooo! n-n


Un abrazo!


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