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Un cuento Vikingo. por Natrium

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Notas del capitulo:

“Hay quienes opinan que la prostitución no es el oficio más antiguo del mundo, sino la forma de esclavitud más antigua”.

Los hombres llamaron a gritos a Skardl, el jefe de la nave vikinga y de todos ellos. Él acudió a cubierta enseguida, y se encontró con sus guerreros alborotados y formando un círculo en cuyo centro se encontraban  un joven de unos 20 años y un chicuelo que tendría 12 o 13. Se aferraban el uno al otro tiritando y chorreando agua, ya que acababan de atravesar a nado el trecho de mar que separaba el barco de la costa.

—Piden que los llevemos con nosotros, Skardl. —Le explicó uno de los guerreros— Y eso—señaló una bolsa de cuero que colgaba del cinturón del mayor de los muchachos—nos pareció un argumento convincente para dejarlos subir.

—¡Ah! Ya veo —Respondió Skardl, y abriéndose paso entre sus hombres que reían a carcajadas, se acercó hasta los muchachos y los miró de arriba  abajo, evaluándolos.

  —¡Ustedes, ladrones—exclamó—,pretenden escapar de los suyos escondiéndose entre mi tripulación? —Arrancó de un manotazo el saco de cuero que colgaba de la cintura del chico mayor y lo sopesó con un gesto de desprecio.

—N..no somos ladrones , señor—balbuceó el muchacho—,mi nombre es Gryff  y este  es mi hermano Ulic. Y lo que hay en esa bolsa es todo lo que tenemos…que por supuesto es vuestro si  permite que sigamos viaje con ustedes…

—Esto ahora es, de hecho, nuestro. —Skardl lo miró fijamente a los ojos mientras movía la bolsa de cuero en el aire y todos los hombres festejaban  su frase ocurrente—al igual que ustedes —agregó. Y tomando la túnica empapada de  Gryff, lo atrajo hacia si con un tirón. Los hombres aullaron, gritaron y rieron todavía más. Gryff sintió que su hermanito se aferraba a él desde atrás, aterrorizado.

—Explícame, antes de que determine qué haremos con ustedes dos, —le dijo Skardl con su rostro  muy cerca— ¿Por qué  quieren abandonar su tierra?… ¿Han cometido algún crimen, o huyen de alguien?

—Nada de eso, es solamente que allá en el poblado se vive un clima de opresión intolerable. Trabajamos de sol a sol para que el gobernante se quede con todo. Eso no es vida para nosotros, queremos viajar—respondió Gryff con voz firme y resuelta, estaba asustadísimo, pero no iba a permitir que el barbudo jefe lo supiera.

—Mmmm…—Skardl le acarició el rostro y el cuello con el pulgar, mientras parecía estar  pensando seriamente en lo que haría. Al muchacho, un escalofrío le recorrió   las piernas, pero tragó saliva, juntó valor y continuó explicando:

—No hemos nacido para ser labriegos, señor. Si se fija en el color de nuestros ojos y nuestro cabello, sabrá que corre por nuestras venas sangre de navegantes como la de ustedes…

—Sí, lo he notado—respondió Skardl ,que se había fijado además en su cuello, en sus hombros y en sus largas piernas. —Pero veamos que tienes aquí, —se apartó de  Gryff y centró su atención en el saco de viaje que le había arrebatado. Desparramó el contenido en el suelo, había en la bolsa, monedas de diferentes procedencias y algunas joyas que en realidad parecían tener algún valor. No era un mal botín, pero el papel de “hombre justo”, a Skardl no le iba.

El jefe vikingo revolvió  con la punta del pie los pequeños tesoros y se volvió hacia Gryff, mirándolo con sorna. — ¿De verdad piensas que tu vida vale esto? —le preguntó. —¿Y la del mocoso que traes contigo, además?

—No. No creo que mi vida valga tan poco, pero es todo lo que tenemos, señor. —Gryff tragó saliva y los ojos se le agrandaron por el temor.

—Concuerdo contigo, —agregó Skardl dirigiéndole una sonrisa malévola—pero creo que eres un muchacho con suerte, ya que tienes algo más que puedes  agregar al precio de sus vidas y pasaje ¿Cierto?

Gryff asintió y los otros hombres comenzaron a gritar y a reír otra vez, haciendo todo tipo de observaciones groseras. Gryff se sonrojó y miró al suelo para recobrar el valor.—Lo que puedo agregar es un tesoro, puedo guiarte hasta una ciudad construida completamente con oro—explicó levantando la voz por encima del tumulto.

Todos hicieron silencio y se quedaron mirándolo expectantes. Sin duda, la palabra “oro” causaba un efecto inmediato entre estas gentes, pensó Gryff. —Eso es lo que puedo añadir al precio de mi pasaje.

Skardl golpeó las palmas tres veces —¡Bravo chico!¡ Muy bien! lograste que estas bestias se queden calladas, eso es un gran mérito en si mismo, pero…—Volvió a sujetar a Gryff, ahora de la cintura, ubicándose muy cerca de él. —¿Sabes cuántas veces me han hablado de “ciudades de oro”, desde que estoy recorriendo estas costas extrañas y cálidas? —Apretó el abrazo y notó que efectivamente, los ojos de Gryff eran tan azules como los suyos. Sintió lo aterrorizado que estaba el muchacho y le gustó lo bien que lo disimulaba. Le sonrió y lo liberó.

—¡Cientos de veces! —gritó—¡Y  llevamos kilómetros navegados sin haber encontrado jamás algo mejor que un caserío de barro con gente morena que se adorna con plumas… ¡De oro, ni rastros!

—Pero yo no te estoy mintiendo, ni hablo por hablar, señor. He visto con mis propios ojos las ofrendas que hacen estos pueblos a sus dioses, he visto collares con esmeraldas del tamaño de mi puño…Yo…

—Nada, basta de historias, ven conmigo a la bodega y negociemos con cosas reales, tangibles…—Skardl le pasó el brazo alrededor de la cintura, nuevamente. —Sabes a qué me refiero, ¿No? —Gryff Volvió a sonrojarse y a bajar los ojos al suelo. Claro que comprendía bien de qué le estaba hablando.

Asintió con un gesto casi imperceptible.

Skardl sonrió y lo guio hacia una escalerita descendente. A Gryff se le secó la boca, mudo, dirigió una mirada preocupada hacia su hermano que se quedaba solo en la cubierta.

—No te preocupes por él, estará bien. —Le dijo Skardl al oido—¡¡¡Valder!!! —gritó a continuación— ¡Valder! ¡¡cuida de ese niño!! —Un vikingo de pelo oscuro y mirada inteligente le hizo señas con la mano, indicándole que fuera a hacer lo suyo y no se preocupara.

El jefe vikingo empujó a Gryff hasta un cuartito en un rincón la bodega, ya en la entrada, se acercó más a él y le revolvió el cabello con la punta de su nariz, jugando. —¿Tenemos un trato, entonces?

Gryff asintió. Le parecía que había un pulpo bailando en su estómago, pero ya estaba decidido. Quería marcharse lejos y haría cualquier cosa para lograrlo. —Siempre que respetes a mi hermano, sí. —Susurró.

—¡Ah!¿ Y todavía me pones condiciones? —le respondió Skardl con voz de trueno. Sin embargo sus ojos brillaban, divertidos. —Ya veremos si las acepto —sujetó a Gryff de la nuca y lo besó en la boca.

Un lecho improvisado, construido con tablones y tiras de cuero, ocupaba casi  todo el espacio en el cuartito. Skardl le dio un empujón a Gryff haciéndolo caer sentado sobre él.  —Bueno, desvístete—ordenó.

Gryff se quedó mirándolo, como petrificado. — ¡Estás empapado! —justificó Skardl con una sonrisa maliciosa. —Quítate esos trapos de campesino que traes,  vas a mojar todo… ¿No? …Bueno, lo haré yo.

Se abalanzó sobre él y lo caer sobre el catre, abrazándolo  fuerte. Comenzó a besarle el cuello, sintió a Gryff tensarse un segundo y luego entregarse, relajándose contra su cuerpo. Recién entonces, Skardl comenzó a tantear por todas partes intentando quitar la túnica mojada. Claro que era mucho más lo que acariciaba que lo que desvestía. Su mano se topó con un cordelito amarrado, hizo un par de intentos de desatarlo y como no pudo, se deslizó hacia abajo y recorrió la cintura, la curva del trasero y los muslos de Gryff, que apenas respiraba. — ¿Estás asustado? —le preguntó Skardl, que luego de su breve exploración se acostó al lado del muchacho. Los ojos de Gryff brillaban de miedo, pero dijo que “no” con la cabeza. Skardl rio y  lo besó otra vez en la boca. Rodó encima del muchacho y sintió su sangre alborotándose  en el estómago, ¿O tal vez era la suya propia? Bueno, la de él no era difícil de revolucionar.

—Vamos, desvístete—pidió otra vez, con voz ronca mientras él desprendía su propio pantalón.

Gryff se incorporó, quedando de rodillas sobre el inestable camastro y comenzó a desatarse el cordón que le ceñía la túnica. Mantenía los ojos clavados en el colchón para no ruborizarse, jamás le había costado quitarse la ropa delante de otro hombre, es que claro, nunca se había desvestido para acostarse con uno .Ahora la mirada ansiosa de Skardl lo hacía percibir su cuerpo de otra manera, ahora era un objeto deseable.

Una tetilla rosa como un capullo, asomó entre la tela que se negaba a caer, y Skardl perdió la paciencia. Se lanzó de nuevo sobre Gryff. Él Intentó cubrir su  pecho plano y menudo, que hasta ahora jamás había considerado atractivo, pero Skardl le apartó las manos y sus labios se prendieron al pequeño manjar, que lamió y mordisqueó hasta robarle un gemidito de dolor a su dueño.

—Perdona, pero son tan bonitas…—murmuró el vikingo y todavía jugó un poco más allí. Luego Fue acomodándose sobre Gryff mientras lo besaba y le acariciaba el costado. Una de sus piernas luchaba por hacerse un lugar entre las de Gryff, pero este había juntado las rodillas y no había beso ni caricia que lo convenciera de separarlas.

Skardl bajó, besándole otra vez el pecho y cuando llegó al estómago, se dedicó a lamer con dedicación el huequito del ombligo y todo alrededor, situación que a Gryff pareció gustarle un poco más porque comenzó a ondularse y a suspirar con gusto, si bien sus rodillas seguían juntas. Skardl, impaciente, le propinó un buen pellizco y Gryff, sorprendido, separó, apenas las piernas. Ese resquicio era todo lo que la lengua de Skardl necesitaba, convincente cuando hablaba tanto como cuando amaba, ese argumento caliente y húmedo convenció enseguida a Gryff de hacer lo que le pedía.

Perdido en sensaciones que eran nuevas para él, lo siguiente de lo fue conciente, fue el jefe  vikingo acomodándose sobre él y esa sensación tan incómoda de algo que empujaba ahí abajo. Se revolvió un poco para evitarla pero Skardl lo sostuvo firmemente y cuando por fin logró su cometido, Gryff le clavó las uñas en los hombros de tal manera, que Skardl aulló como si hubiera sido él el atravesado.  Y no era que Gryff tuviera las uñas largas, no. Las llevaba cortas como todo varón de su tierra, pero vaya que en algunas circunstancias sabía usarlas bien.

A partir de ese día los dos hermanos pasaron a formar parte de la tripulación del barco. Eran respetados y nadie se metía con ellos. Ulic, al cuidado de los guerreros, se convertía cada día más en un auténtico hombre del mar. Gryff no hacía mucho más que reposar al sol como un gato, por lo menos durante el día. Al jefe Vikingo, sus hombres comenzaron a llamarlo Skardl el cuadriculado...

-Fin.-

Notas finales:

Este pequeño episodio está inspirado en una novela que me gustó muchísimo llamada "Viracocha el Vikingo" de Antonio Paleari. Me apoyé un poco en sus personajes, y esta es una escena que no está en el libro, pero debería haber estado. :P

Favor de comentarme si se entiende, porque la corregí en estado de demencia y cambié muchas cosas. 

Saludotes!!


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