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X-Milagros. por samuesselmo

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Notas del fanfic:

POR QUÉ ME PASAN ÉSTAS COSAS?! TERCERA VEZ LO SUBO! LLORO DE LA FRUSTRACIÓN!

 Bueno, hola a todos de vuelta! No sé qué pasa! Amor Yaoi me odia, no sé!

 Voy a volver a escribir la presentación de fanfic por 214324 VEZ! 

 Es dificil, porque de verdad quiero empezar y presentar ésta fanfic y NO PUEDO. La primera vez que lo subí estaba re feliz, había contado 7 lindos RW! Cuando subi el segundo capítulo no sé qué pasó...! D:

 La verdad es que quiero que lo lean y sé que es tedioso, pero me gustaría, al menos saber, si alguien va a leer esto, porque ya me estoy cansanda de resubirlo. Obviamente no voy a volver a tener los comentarios de antes... pero bueno, eso es lo que me motiva, y no estoy motivada para nada. Y estoy super frustrada, había preparado esto para NADA. 

 En fin...

 Espero que alguien lo lea, le guste, ALGO.

 Nada, lo de siempre.

 Saludos! 

 Perdón por joder tanto.

 

                Akashi Seijuro, desde que tenía memoria, había vivido en un orfanato toda su infancia. Vivía en una pequeña ciudad en Rusia, una ciudad que siempre estaba envuelta en largas tormentas y nevadas. El orfanato no estaba en buenas condiciones y las noches solían ser frías. No se relacionaba con los demás niños y la mayoría lo marginaban por su apariencia, era muy raro ver a un chico pelirrojo y ojos heterocromáticos todos los días. Pero por sobre todas las cosas, Akashi era especial y él en ese momento no lo sabía. No fue hasta que alguien se acercó hasta él. Un adulto con ojos oscuros y amables deseaba adoptarlo. Ni siquiera había preguntado por otra persona, era como si hubiese sabido de la existencia del niño toda la vida. Pero, ¿cómo iba a dudar en un momento como ese? Lo iban a llevar a un hogar cálido y lleno de amor, y Akashi no se negó.

 El viaje hacia su nuevo hogar era largo, pero Akashi era ingenuo y solamente tenía ocho años. Ni siquiera le molestó subir a un avión, porque ese hombre no soltaba su mano por nada y lo hacía sentir seguro. Nijimura Shuuzou era su nueva familia. Durante todo el viaje descansó su cabeza sobre el brazo ajeno, inhalando la dulce colonia del adulto para recordarlo por siempre. Y eso era importante, para bien o para mal, pues su verdadera vida iba a empezar allí mismo, junto a ese hombre. Sin dejar de abrazarlo Akashi comenzaba a adormilarse, y al mismo tiempo tenía inmensas ganas de llorar de lo feliz que estaba. La inocencia de Seijuro resplandecía para los ojos ajenos, porque Nijimura lo mira con esos ojos, aquella mirada que Akashi confundía con amabilidad, con amor. No se sentía intimidado ni incomodo cuando sintió las manos del mayor rodearle la cintura, acercándolo aún más a su cuerpo. Ni siquiera le pareció extraño sentir un cosquilleo un poco molesto en el vientre bajo, Akashi simplemente sonreía.

—Eres más lindo de lo que pensé, Seijuro –Había comentado el adulto acariciando una de las blancas mejillas del pelirrojo, arrancándole un suspiro. Fue en ese momento que las cosas se habían vuelto diferentes. Porque Akashi aprendía rápido, y no creía correcto que un padre dijera esas cosas. Los ojos del adulto habían cambiado, eran diferentes, daban miedo –Eres el primer Milagro que adopto.

 Milagro, Akashi era un milagro, era especial, era diferente. Porque un Milagro se destacaba de entre muchas personas, poseían una habilidad, algo que los hacía notar –Enséñame qué tienes –Murmuró Nijimura, sin quitarle el ojo de encima, sin dejar de lado su sonrisa amable.

—No entiendo qué…- Guardó silencio y sus ojos se llenaron de lágrimas, porque Akashi había recibido una fuerte bofetada. Un golpe tan fuerte que lo hizo temblar y paralizar del miedo.

—No llores, lo siento tanto –Se disculpó abrazando el cuerpo del niño contra su pecho –Pero no puedo permitir que hables sin que yo te lo ordene ¿Está claro?

 El golpe fue lo de menos, porque la verdadera pesadilla comenzó cuando llegaron a destino. La casa y la familia cálida que tanto deseaba Akashi no estaban ahí, solamente una fría prisión donde existía la tortura. Porque Seijuro desconocía todo acerca de los Milagros y porque Nijimura quería saber cuál era su extraño poder. Lo desvistieron, lo tocaron y humillaron. Lo expusieron a diferentes situaciones pero en ninguna demostraba habilidad alguna, simplemente se ponía a llorar y rogar. Pasaron unos años hasta que Akashi se convirtió en un adolescente, y aún no descubrían su potencial.

 Todas las noches dormía en una jaula, incómodo y con frío. Pero una noche fue diferente, porque Nijimura lo mandó a llamar a su cuarto. En el camino por el pasillo aprovechó a mirar por las ventanas, pero lo único que se veía era nieve, estaban en el medio de la nada e intentar escapar sería suicidio para él. Akashi había crecido y aprendido mucho esos años. Ya no tenía lágrimas para soltar, aunque quiso retractarse de eso cuando ingresó a esa habitación. El adulto que lo había adoptado lo observaba prepotente y confiado, relamiéndose los labios y acercándose a él.

—Mi pequeño Seijuro –Le susurró al oído obligándolo a tensar todos sus músculos –Desde que te adopté desee hacerte mío. Tal vez en una situación como ésta me muestres tu verdadero potencial.

 Y Akashi deseaba morir. Cuando creía que se le habían acabado las lágrimas éstas aparecían para correr por sus mejillas, mientras se dejaba hacer en la cama ajena. ¿Por qué intentar luchar cuando sabía que no podía contra Nijimura? Estaba perdiendo la poca dignidad que le quedaba, y el orgullo se hundía junto con sus penas. ¿De verdad Akashi era un Milagro? ¿De verdad servía para algo además de ser un juguete, un conejilla de indias? –Deja de morderte los labios, cariño –Le volvió a susurrar sin dejar de envestirlo con fuerza.

 ¿Cariño? Por alguna razón Akashi empezó a reír en silencio con los ojos cerrando. Ya había tenido demasiado, y su cuerpo, su mente lo sabía. Seijuro tomó aire, y por un segundo dejó de sentir dolor, no se sentía débil e indefenso. Se sentía más vivo que nunca, fuerte y su dignidad había vuelto. Abrió los ojos de improviso y como si la gravedad estuviese de su lado logró empujar el cuerpo de Nijimura sin siquiera mover un solo músculo. El adulto estaba aturdido, mirando con sorpresa al menor que se ponía de pie.

 Akashi tenía el ceño fruncido y la mandíbula la apretaba con fuerza. Su cerebro pensaba más rápido, su cuerpo parecía más liviano y lo que lo rodeaba estaba a su favor. La gravedad, el espacio, podía vengarse de todos ahora. Era inevitable que no sonriera, observando cómo el mayor se ponía de pie acariciando su cabeza debido al golpe que sufrió contra la pared y acercándose a la cama para tomar su bata –Manipulación gravitacional ¿quién lo diría? –Comentó bastante relajado.

 —Voy a matarte –Sentenció con una gran sonrisa Akashi. En pocos segundos la gravedad de la habitación comenzó a volverse más fuerte. La mayoría de las botellas que había en el pequeño bar de Nijimura empezaron a romperte, incluso la cama empezó a rechinar. El suelo de madera se quebraba, las lámparas caían o se quebraban. Sin embargo, Shuuzou ni siquiera se movía y no dejaba de lado su sonrisa.

—No te preocupes –Murmuró alzando una mano frente a Akashi. De repente algunas cosas empezaron a flotar, la gravedad había desaparecido allí –Ya podrás jugar con la gravedad y el espacio todo lo que quieras –Agregó dejando desconcertado al menor, sin palabras.

Sabía que podía, estaba sudando y haciéndolo con todas sus fuerzas pero nada sucedía. Nijimura inclusivo lo cubrió con una sábana –Es inútil que sigas con eso –Le comentó acompañándolo hasta una nueva jaula –Porque yo también soy un Milagro, mi pequeño Seijuro.

 Cuando una pesada puerta se cerró detrás de Akashi, éste salió del shock, girándose sobre sus talones para gritar con fuerza contra la puerta. En el momento en el que iba a usar toda su fuerza para quitar de en medio la puerta una extraña presión invadió su cabeza. No supo cuándo ni cómo pero se había dormido. Era como si hubiesen golpeado con fuerza su cabeza hasta hacerle perder la conciencia.

 Los siguientes días fueron la misma rutina, lo estudiaban y anotaban todo acerca de Akashi. Pero éste no se quedaba de brazos cruzados, siempre que veía a Nijimura  corría hasta él ejerciendo toda la presión que podía, pero éste ni siquiera se mosqueaba y le regalaba la sonrisa que tanto odiaba el pelirrojo. Seijuro no tenía oportunidad alguna, porque el Milagro que escondía Shuuzou era la Inmunidad y Negación sobre los demás Milagros.

 Akashi, por más que deseara aniquilar a Nijimura no podía. Sólo le quedaba desquitarse con otros, con los empleados y siervos de su “padre adoptivo”. También buscaba alguna salida, pero la seguridad era fuerte y cuando estaba por lograrlo aparecía el mayor. Hasta que un día, una noche, logró saborear la libertad. Burló las cámaras y al personas gracias a su milagro y escapó. Sentía la nieve caer en su rostro, el frío recorrer su espalda, pero no se detuvo y continuó el camino. Simplemente lo abrigaba una larga chaqueta que le servía de abrigo, pero el dolor que sentía bajos sus desnudos pies no lo frenó, pues había una ciudad cerca. Se alegró al sentir asfalto entre sus dedos, escuchar la gente y verla pasar caminar. Caminó por las calles mirando todo a su alrededor, las tiendas y las luces parecían un sueño. Estaba distraído hasta que escuchó unas voces fuertes cerca de él. Lo estaban buscando, cómo no…

 Tenía suerte el ser tan bajo, pues se escabullía entre las personas hasta llegar a un local abandonado, y como si fuese una pequeña rata se adentró. Allí era cálido, y observando detalladamente se podía decir que alguien había ocupado ese lugar. Había mucha comida alrededor y en el centro del lugar una montaña. Alguien estaba durmiendo, y lo cubrían muchas mantas, extrañamente de allí mismo procedía el calor. Con cuidado se acercó más, hasta escuchar con claridad un leve ronquido. Apoyó su mano lentamente, haciendo temblar la gran montaña.

—¡¿Un- un oso?! –Exclamó alejándose y tropezando en el intento. Pero al ver mejor la escena, comprobó que no se trataba de un oso, sino de una persona. Nunca había visto a alguien tan alto y grande como él. Los cabellos largos cubrían la mitad de su rostro y con un gesto de disgusto se limpió los ojos que estaban pegados por lagañas.

—¿Ya salió el Sol? –Bostezó sin molestarse mucho en tapar su boca. Levantó más la cabeza hasta sentarse junto a Akashi. Algo desorientado, el grandote olisqueó el aire y observó luego que aún era de noche, y era inviernos -¿Por qué me despertaste? –Preguntó con algo de molestia.

—Lo siento, no quería despertaste, aquí hay un calor muy agradable –Contestó inseguro. Akashi no solía ser así, porque él ahora era seguro de sí mismo y fuerte, pero algo lo intimidaba y de alguna forma le gustaba.

—¿Tú también vas a hibernar? –Preguntó con un deje de desinterés, pero tomando de las manos a Akashi para acostarlo sobre él. Era cálido, el cuerpo de ese titán era caliente y suave.

—¿Estás hibernando? –Extrañado, Seijuro observó cómo tomaba un paquete de frituras cualquiera para abrirlo y empezar a comer.

—No me gusta el frío – Habló con la boca llena –Me llamo Murasakibara Atsushi ¿tu?

—Akashi Seijuro –

—Me gustas Aka-chin ¿quieres hibernar conmigo? –Preguntó terminando con la bolsa de papas fritas para después lamerse los dedos que se hallaban salados.

 Un simple asentimiento fue suficiente respuesta para hacer reaccionar a Murasakibara. Con fuerza sostuvo las caderas de Akashi y volvió a acomodarse para seguir durmiendo. Seijuro gimiteó al sentirse tan pequeño junto a él, pero le daba seguridad y aquel calor le agradaba mucho. Incluso empezaba a sentir que la ropa sobraba, que el calor ese era suficientemente acogedor. Atsushi lo miraba atento entre la oscuridad del lugar, observando cada movimiento y el cómo la ropa iba desapareciendo. Éste tampoco se quedó atrás -¿Eres un gato? –Preguntó haciendo a un lado su camiseta.

—No –Respondió confundido, acurrucándose entre los brazos ajenos.

—Soy un oso, un Milagro –Le susurró al mismo tiempo que olfateaba su cuello, arrancándole un par de suspiros -¿Qué eres?

—Un Milagro, puedo controlar la gravedad y el espacio.

—Suena aburrido, Aka-chin –Bostezó por segunda vez, pero ésta vez tapándose la boca –Voy a hacerte mío para que no perdamos calor.

 Akashi iba a protestar, pero al sentir un par de dos largos en su interior suspiró y echó la cabeza hacia atrás. ¿Por qué se sentía de esa forma? ¿Quién era ese hombre? El calor era delicioso, totalmente diferente que cuando Nijimura lo tomó a él -¿Nos conocemos, Atsushi? –preguntó antes de gemir con fuerza.

—Me gusta tu calor y tu piel sabe deliciosa, aunque no para comerte de verdad –Respondió lamiendo cada rincón, reemplazando sus dedos por su miembro. Ambos deseaban estar así toda la vida, se lo prometían pero, no todo era perfecto…

Sin embargo, al otro día los despertó una asquerosa voz, una que Akashi conocía muy bien.

—Resultaste ser una zorra –Masculló Nijimura, y cuando Akashi estaba por enfrentarlo ni siquiera le permitió hablar, pues un gran dardo fue disparado directo a su cuello. Eso bastó para dormirlo un par de horas.

—¿Qué le hacen a Aka-chin? –Habló con una voz ronca y enojada al ver al pelirrojo siendo cargado por unos extraños.

—¿Otro Milagro? –Sonrió Nijimura mirando al más grande, quien se puso de pie, revelando una altura de más de dos metros. Y Atsushi, sin saber qué estaba pasando, sin saber quiénes eran esas personas levantó su gran mano, sentía deseos de aplastar a aquel hombre. Estaban lastimando a Aka-chin y no lo iba a permitir. Sin embargo, su mano se paró a centímetros de la cabeza de Nijimura, dejando al pelimorado paralizado y sin saber qué hacer –Tu milagro está relacionado con un animal ¿me equivoco?

 Murasakibara se paralizó al sentir un dulce aroma en el aire, algo que lo sedujo hasta obligarlo a seguir una enorme olla de tibia y espesa miel. Shuuzou era muy listo, nada se le escapaba y siempre estaba preparado –Los milagros con rasgos animales suelen ser fáciles de domesticar –Susurró divertido empezando a caminar para tomar el liderazgo del grupo para regresar al laboratorio. Mientras tanto, Akashi continuaba durmiendo y Atsushi ni siquiera estaba en sus cabales, saboreaba con ganas aquella deliciosa y dulce miel.

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Años después…

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¿Dónde estaba? ¿Cómo había llegado hasta ese lugar? Ah, claro, ahora lo recordaba. Su querido padre, el hombre que lo había adoptado para darle amor lo había traicionado. Desde el primer momento en que vio aquellos ojos azabaches tuvo que haberse negado a salir del orfanato. Pero no, era un niño inocente que iba a transformarse en un maldito experimento. ¡Vaya asco de padre! Sólo era un traidor, probablemente el Milagro más jodido de todos, pero Akashi no iba a quedarse cruzados, iba a vengarse de él y de todos los que le pusieron la mano encima. Un segundo le bastó para apartar a las dos personas que ahora lo sostenían contra una camilla, con abrir los ojos fue suficiente. Pero decepción fue el ver que no estaba en el mismo edificio que su padre, y también dudaba que se encontraran en la misma ciudad.

 Con pereza estiró los brazos, ignorando los cuerpos sin vida que yacían en el suelo sobre grandes charcos de sangre. Akashi Soujiroou había aprendido muy rápido a usar su “milagro”. El atraer y alejar objetos a su merced era algo muy útil. Y era impresionante la fragilidad del cuerpo humano, que con un poco de presión podía reventar y ensuciar el suelo como lo estaba en ese momento. Tomó el par de llaves que descansaban sobre la sangre, sin importarle mucho ensuciarse, y salió por la única puerta que tenía enfrente. No había nadie más alrededor, por lo que caminó con tranquilidad hasta llegar frente a una gran puerta de acero, que sólo se encontraba a la vuelta. Abrió todas las cerraduras con el juego de llaves y sonrió al verlo dormido –Aquí estás…

 Akashi caminaba con elegancia y gracia con las piernas desnudas. Lo único que cubría su cuerpo era una camisa de fuerza, desatada por supuesto. Lo observó divertido, Murasakibara Atsushi dormía boca arriba, con la boca abierta, a pata suelta. El pelirrojo se subió encima de él, apoyando descaradamente su blanco y redondo trasero sobre el más grande –Atsushi… es hora de despertar –Susurró suavemente contra el oído del peli morado. Éste empezó a removerse entre sueños, levantando el gran par de manos que tenía para posarlas sobre las nalgas ajenas, acariciándolas con delicadeza -¿me extrañaste?

—Aka-chin, estás muy delgado, tienes que comer más… -Masculló entre un bostezo, pero sin abrir los ojos, casi entre sueños.

—Vamos Atsushi, vamos a salir a buscar a Nijimura Shuuzou-Sonrió Akashi, recordando a su padre. Esta vez no iba a salirse con la ayuda. Y no sólo él, había más Milagros allá afuera, había más personas que lo habían traicionado.

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Notas finales:

¿Notas finales? No sé, que me atropelle alguien, por favor.


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