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Besito de azúcar. por Koko_Cone

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Notas del capitulo:

Algo simple que se me ocurrió en la mañana...

Una mañana fresca, el primer día de escuela de Abel, los colores estaban en su mochila junto a su nuevo cuaderno de raya y su libro para colorear; de lonche llevaba un emparedado y un juguito de manzana.

Ese día desayunó un huevo tibio y se cepilló bien los dientes, su mamá lo peinó con un poco de gel porque él ya era un niño grande, usó un poco de perfume de un pequeño frasco que se parecía mucho al de su papá, es hora de que vaya a la escuela.

 

Una mañana fresca para Leo, mas que fresca, fría.

No quería levantarse pero tenía hambre, aun medio dormido se sentó en la cama y miró a su alrededor fue cuestión de tiempo para que se quedara dormido y se dejara caer de lado sobre la cama.

Maxi, el perro de la familia de curiosa apariencia pues era una cruza de pastor alemán con algún otro perro entró al cuarto de Leo para quitarle la cobija y darle lengüetazos en la cara para terminar de despertarlo, inmediatamente entró una mujer mayor corriendo con un uniforme en las manos para cambiar al niño. No lo peinó y le dio para desayunar una dona rellena y en una botella de jugo limpia le sirvió leche fría; el pequeño apenas y metió todo lo que necesitaba ese día en la mochila y llevaba los zapatos mal… ahora a la escuela.

 

El jardín de niños era enorme, lleno de colores y de juegos en el patio, los salones eran grandes también, llenos de dibujos en las paredes y mucho material para trabajar y jugar.

Todos los alumnos fueron llegando poco a poco y ocupando el lugar que les gustara, las pequeñas butacas estaba situadas una de frente a la otra, así que los niños tendrían un compañerito con el que trabajarían todos los días, la pizarra tenía abejas y conejitos que adornaban las esquinas y cada cosa del lugar tenía su respectivo nombre: Mesa, silla, pizarrón.

Hasta había un calendario al cual se le podía cambiar el día y poner unas  nubes o un sol si este estaba nublado o soleado.

Los pequeños corrían de un lado a otro menos Abel y Leo, el primero por ser muy tranquilo y el segundo porque estaba terminando de desayunar, ambos habían escogido el asiento en frente del otro.

Abel miró desaprobatoriamente a Leo por lo poco presentable que iba y Leo no lo pasó inadvertido molestándose un poco.

—Muy bien niños, como primera actividad del día de hoy quiero que dibujen a su familia y luego pasarán al frente para que se presenten y nos la presenten a todos—La educadora era joven, morena de cabello largo  lacio y pesado muy oscuro.

Todos los niños emocionados sacaron sus lápices de colores y sus cuadernos nuevos para comenzar la actividad.

Abel sacó su caja de colores nuevos que todos llevaban su nombre por si extraviaba uno pudieran devolvérselo, su cuaderno tenía una imagen de carritos de carreras en la portada y su nombre bien colocado.

Leo llevaba un bote de colores usados, eran demasiados colores, ninguno tenía nombre y su cuaderno estaba maltratado de las esquinas, estaba forrado con papel de regalo de flores y su nombre… lo tenía atrás de cuaderno y al revés, eso si, estaba escrito con una hermosa letra.

—¿Todos esos son tu colores?—El pequeño Abel le preguntó a Leo emocionado por ver tantos en un bote.

Leo solo asintió.

—Son muchos— Abel ya  no desaprobaba a su compañero como antes, estaba perdido en aquellos bellos lápices de colores usados, había incluso colores que no tenía él, en especial los brillantes —¿Te gusta dibujar?—Leo volvió a asentir sin decir nada.—Tu cuaderno es muy colorido, pero algo maltratado—Abel era pequeño pero hablaba muy bien, sin duda sería un niño aun más brillante en el futuro; pero de nuevo estaba el silencio, Leo seguía sin contestarle con palabras y Abel se sintió mal, el niño que estaba frente a él no quería ser su amigo, en silencio se pusieron a dibujar.

 

Pasó un buen rato y todos los niños convivían bien unos con otros hasta que uno de ellos, el más grande e intimidante se levantó de su asiento comenzando a arrebatar los colores de sus compañeros, en ese momento Abel se encontraba dibujando pasto verde debajo de los pies de sus padres y él en la hoja de su cuaderno cuando el gran niño le arrebató el lápiz.

—Oye, devuélvemelo— Abel se intimidó por el tamaño de su compañerito pero no se echó para atrás.

—Quítenes—El mas alto rompió el color y se lo arrojó a Abel.

—Mi color favorito—Unas lágrimas amenazaban con escapar de sus ojos cuando se escuchó un golpe hueco; Leo se había levantado y arrojó su bote de colores a la cara de su compañero, se armó un gran alboroto.

 

Al final del día allí estaban los 3 niños sentados fuera del salón esperando a que sus madres salieran, Julio, el niño más alto e intimidante tenía un tapón de papel en la nariz que había sangrado por el golpe del bote y unos cuantos rasguños en la cara, Leo tenía un chipote en la frente que sobresalía notablemente y Abel… solo estaba despeinado y el uniforme descolocado.

Todos tenían sus cuadernos en las manos y solo escuchaban a sus madres discutir dentro con la maestra, pero ellos ya estaba aburridos de esperar y echaron un vistazo a sus dibujos.

Abel había dibujado a sus padres y a él

—¿Son tu mamá y tu papá?—Julio trató de no asustar al otro niño que lo miró con rencor.

—Si, son mis papás, ellos trabajan todos los días, pero mamá siempre tiene tiempo para mi—

—Eta es mi familia—Julio mostró su dibujo, había dos mujeres que tomaban de la mano a Julio y un loro de muchos colores.

—Aaaa… Aaaaa…—Leo levantó su cuaderno donde se podía ver a una mujer de lentes desaliñada y un perro enorme junto a él.

—Leo aun no puede hablar—Abel se había dado cuenta de eso por la pelea que habían tenido. Julio lo alzó entre la riña y lo único que hizo Leo fue gritar y patalear, pero no decía ni una palabra —Y tu no hablas muy bien—Le dijo a Julio que efectivamente cortaba algunas palabras, pero aun así era entendible.

—mamá Ita dijo que… que ontoodréhablal bien *Mamá Ita dijo que  pronto podré hablar bien*—

—¿Y crees que Leo pueda hablar pronto?—Los niños miraron al pequeño que se recostaba en el suelo y señalaba todas las nubes en el cielo y reía.

Los otros dos se abrieron campo en el suelo fuera del salón y comenzaron a ver las nubes diciendo cada uno de ellos las formas que tenían.

—Esa palece una totuga—Julio señaló la primera.

—Esa parece un conejo— Abel señaló la segunda.

—asdaaaa la taadaa— Dijo Leo.

—Si Leo, esa parece un corazón—Abel interpretó a Leo o podía ver en las nubes lo mismo que él, pero algo si estaba muy presente en ese momento y era la atención de Leo a Abel.

—¿Qué pasa?—El observado se dio cuenta de la insistente mirada del otro niño mientras que Julio comenzaba a quedarse dormido en el suelo junto a ellos.

La mirada de Leo era penetrante e incomoda hasta que se acercó y le robó un beso.

Abel no se movió, ni supo como reaccionar, el beso fue no largo, pero tampoco tan corto y fue húmedamente cálido; como si nada Leo se colocó de nuevo en su lugar y cerró felizmente los ojos para dormir junto a Julio, se dio cuenta que en sus labios quedó un sabor dulce… también se quedó dormido.

Al día siguiente fue la misma rutina para llegar a la escuela y allí estaba Leo sentando en su lugar escuchando lo que le decía Julio que se encontraba sentado en el piso, Leo alzó la mirada y lo vio, Abel sintió que el corazón le saltó del mismo modo que ambos niños se levantaron para ir con hacia él.

—¡Mida! Paticamos un lato, pedo salió— Dijo Julio a Abel quien no sabía a que lo que se refería, pero al parecer ambos niños estaban emocionados—Vamos—Julio tomó a Leo y lo empujó frente a Abel y se quedaron viendo un rato, Julio se dio cuenta de que Abel se encontraba incomodo a pesar de que Leo se encontraba con una entusiasta sonrisa frente a él.

—¡Abel!—Gritó el niño que el día anterior no podía pronunciar ni una palabra.—Abel, Abel, Abel— decía una y otra vez mientras comenzaba a bailar junto a Julio que repetía lo mismo junto a él.

Una vez llegado el recreo los niños se fueron detrás de unos salones para comer su almuerzo.

—Yo tengo una mazana*Manzana*—Julio tomó la roja manzana y se la dio a Leo, el niño a cambio de ella le entregó tres galletas.

—Yo tengo un jugo—Abel tomó su jugo y se lo dio a julio, julio le dio una de sus galletas.

—En e sadónengo gomitas…—Dijo Julio a su compañero porque se sintió mal de solo darle una galleta.

—¡Abel!—Gritó Leo molesto extendiendo una bolsa de kilo de azúcar dándosela al mencionado.

—Gracias Leo—El niño se sorprendió que Leo llevara algo como eso a la escuela, al parecer ese era su lonche.

Julio les indicó que dentro de poco regresaría con las gomitas  y se fue corriendo al salón, Abel lo siguió con la mirada e inmediatamente sintió como le tomaban la mano, al girar se topó con Leo que se acomodaba a un lado de él con su saco de azúcar que degustaba con la otra mano.

—Abel—Le daba un puño de azúcar con la mano a lo que el niño se negó.

—Lo siento, no me gusta mucho comer azúcar así—

Leo se entristeció y comió el azúcar que había en su mano.

Abel no retiró su mano de la de Leo pero se encontraba perdido mirando las nubes hasta que recordó lo sucedido el día de ayer.

—Abel—Le llamó Leo y al girar se volvió a encontrar con esos húmedos labios, el beso fue corto, un pequeño besito con sabor a azúcar.

 

Abel miraba el cielo recordando esos pequeños encuentros.

—Abel llegaremos tarde al ensayo—Un chico alto lo llamó.

—Lo siento Julio, estaba recordando como nos conocimos— Abel ahora era un chico alto que usaba lentes haciéndolo ver como alguien culto y muy inteligente, aunque así era había adquirido el gusto por beber de más después de las presentaciones con su banda de rock.

—Vaya que tienes memoria, yo solo recuerdo que Leo casi me rompió la nariz—Julio seguía siendo muy alto y la adolescencia le sentó bien a su cuerpo fornido.

—Vámonos—Ambos caminaban por las calles de su ciudad platicando y riendo de tonterías, Julio agitaba las batacas de la batería de un lado a otro presumiéndose a cuanta chica pasara.

En un tramo más adelante se encontraron con otro chico, bajo de estatura y con una guitarra al hombro.

—Los estuve esperando un buen rato, Abel ¿seguro que ya puedes cantar?—El chico se mostraba rebelde e imponente.

—Claro que sí Leo, ya me recuperé al 100%— le sonrió.

En cuanto llegaron al lugar del ensayo comenzaron a instalarse, Abel comenzó a vocalizar para no lastimarse al cantar.

—¿Estas seguro que estas recuperado?— Leo se acercó a él enfrentándolo con la mirada.

—Te dije que si—Abel contestó molesto.

Leo se acercó tanto hasta que tocó los labios de Abel, ambos intercambiaron un apasionado beso.

—Es que tenía  ganas de hacer pero te enfermaste—Leo ni cuando comenzó a hablar, ni en la primaria había dejado de hacer eso, realmente no había cambiado mucho y con el tiempo Abel comenzó a contestar sus besos también, a tomarlo de la mano, a salir con él.

—A mi también me hacía falta uno de estos—Le volvió a besar y luego se alejó rápidamente de él— ¿Por qué tus labios siempre tienen un sabor dulces?—Dijo molesto.

—Vamos déjame darte otro besito de azúcar —Leo rio antes de besar a Abel de nuevo.

Julio derrapó un poco en el suelo del lugar.

—¿Qué rayos?— había un camino de azúcar que terminaba en la funda de la guitarra —Maldita sea Leo… ahora tendremos que limpiar—dijo mientras sacaba una bolsa llena de azúcar.

Notas finales:

Muchas gracias por leer <3 


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