No quería hacerlo. Definitivamente no quería hacerlo, pero le había prometido a Satsuki y a Tetsu que lo haría. Ya era demasiado tarde para arrepentirse.
Demonios, ¿Por qué había accedido!? Ah, claro, lo habían convencido cuando le aseguraron que todo saldría bien, que ellos lo sabían. Y claro que les iba a creer, nadie dudaba de eso. Momoi era demasiado intuitiva y Kuroko era el mejor amigo de Kagami, de seguro el pelirojo le había dicho algo al respecto.
Por ahora, él simplemente se arrepentía como los mil infiernos por haber accedido y encima prometerlo. Si habia algo que no se podía hacer, era mentirle o romperle una promesa a cualquiera de esos dos.
Llego a la casa de Kagami y tocó el timbre. El pelirrojo le abrió momentos después.
-¿Aomine? ¿Qué haces aquí?
Esa era la parte difícil. Como carajo lo diría de una manera no tan ridícula.
-Feliz cumpleaños, Kagami. Vengo a darte tu regalo -le dijo, y su cara comenzaba a ponerse roja. Sentía cómo le sudaban las manos y tenía unas inmensas ganas de salir corriendo, como jamás antes había sentido.
-¿Ah, sí? ¿Y qué es? -le preguntó Taiga mientras lo dejaba entrar.
Tomó aire, y trató de no sonar tan estúpido como sabía que lo haría.
-Yo. Yo soy tu regalo, Kagami. A partir de hoy soy tuyo.
Y se juró a sí mismo que si el pelirrojo no lo mataba, luego él se suicidaba de la vergüenza. Vaya confesión de mierda se había mandado.
Todo por culpa de sus mejores amigos, luego se las pagarían. Contuvo el aliento, esperando por la reacción de Kagami, listo para huir por la puerta cuando el otro lo echara a patadas de su casa.
De pronto, una risa llenó sus oídos. Levantó la vista, y pudo apreciar como Kagami se reía a carcajada limpia.
-¿Se puede saber de qué demonios te ríes, Bakagami!? -le preguntó, totalmente avergonzado y hasta un poco dolido.
-Esa ha sido la confesión más cursi y estúpida de la historia, Aomine -le dijo el otro cuando pudo parar de reír.
Luego se acercó a él, despacio, sonriéndole, y lo abrazó rodeando su cuello con sus manos.
-Acepto el regalo -le dijo mientras lo miraba a los ojos con la mueca de la felicidad aún en su cara-. Llevaba mucho tiempo queriéndolo.
Los ojos de Aomine brillaron por un instante, y una felicidad incontenible lo invadió.
Su confesión había sido cursi y estúpida, pero la respuesta de Kagami no se quedaba atrás. Soltó una risita y lo miró, sonriéndole de vuelta. Le rodeó la cintura con sus brazos, y lo besó.
O Kagami lo besó. O se besaron. Al final, eso es lo que menos importa. Luego les agradecería a Satsuki y a Tetsu por convencerlo de hacer algo tan vergonzoso.
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