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Sueños húmedos por Yunalesca

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Notas del capitulo:

Disclaimer: La última vez que lo consulté, Reborn seguía siendo propiedad de Akira Amano... pero en algún momento acabaré secuestrando a Gokudera, a Hibari, y a una larga lista más.

Pairing: 69x27. Empieza con todo el grupo en general, pero que no os engañe, es un MukuroxTsuna. Un muy leve 18x59 porque son mi pareja preferida y no lo he podido evitar, hehe.

 

Notas: La idea de este fic salió cuando estaba escribiendo el último capi de mi fic largo (un 1859 y RxL, si a alguien le interesa). El título del capítulo es similar a este, y aunque lo que pasa allí no se parece en nada, me dio que pensar y surgió este one shot. Espero que os guste, es mi primera incursión escribiendo de estos dos ^^

Sueños húmedos

 

-Deja, Décimo, yo llevaré tus maletas- ofreció Gokudera cuando vio a su jefe intentando sacarlas del maletero del autobús escolar.

 

-Le mimas demasiado- rió Yamamoto, cogiendo sus cosas y mirando el hostal que había ante ellos.

 

Tenía un aspecto bastante tradicional. La fachada era de madera de un tono rojizo y los enormes ventanales que se veían en las dos plantas tenían puertas correderas. Un pasillo de piedras oscuras llegaba desde el aparcamiento hasta la recepción, y justo en el centro pudieron distinguir una conocida silueta femenina.

 

-¿Chrome-chan?- preguntó Tsuna cuando la chica se acercó- ¿Qué haces aquí?- se sorprendió.

 

-Yo la he invitado. Aprovecharemos el nuevo entorno para un entrenamiento espartano- anunció Reborn, que acababa de aparecer en el maletero vestido con un yukata tradicional.

 

-¿Qué? Estamos en un viaje de instituto, nadie va a entrenar, Reborn, ¡maldita sea!- protestó.

 

-Sawada Tsunayoshi- se escuchó una voz a sus espaldas, y el hecho de que utilizara su nombre en vez de un simple “herbívoro” le indicó que nada bueno venía después-, perturbas el orden escolar- sentenció Hibari- Te morderé hasta la muerte.

 

-¡Ooooh, sí, manteniendo el orden AL EXTREMO, Hibari!- gritó Ryohei- ¡Esa es la actitud!

 

-No le animes, onii-san- lloriqueó Tsuna.

 

Demasiado tarde. Hibari se lanzó a por él arma en mano, y lo único que impidió que se llevara un buen golpe fue Hayato, que como de costumbre acudió presto a su rescate y se interpuso en su camino.

 

-Oe, bastardo, deja tranquilo al Décimo. Ve a desamontonarte por ahí- pidió, con un exigente movimiento de mano para indicarle que se alejara.

 

Hibari le miró con los ojos entrecerrados durante unos instantes y Tsuna pensó que era el principio de una masacre ante toda la escuela. Para su sorpresa, el líder del comité disciplinario optó por darse media vuelta.

 

-Hn. Si los herbívoros arman escándalo te morderé hasta la muerte- advirtió a Gokudera antes de desaparecer en el interior del edificio.

 

Los profesores les hicieron ponerse en grupos por clases y les indicaron la distribución del hotel, las actividades previstas y otra serie de cuestiones prácticas. El viaje desde Namimori había sido largo y ya había anochecido, así que en lo que quedaba de día simplemente cenaron y los mandaron a dormir. Tsuna estaba colocando las cosas en su dormitorio- por alguna clase de extraño golpe de suerte le había tocado uno de los pocos cuartos individuales- cuando alguien llamó a la puerta.

 

-Tsuna, hemos pensado que estaría bien bajar a la terma natural antes de ir a dormir- le sonrió Yamamoto, que tenía a Reborn sentado sobre su hombro.

 

-Vamos a saltarnos la vigilancia de los profesores y a tomar un baño. Acción extrema- indicó Ryohei alzando cada vez más la voz.

 

-Calla, cabeza de césped - gruñó Gokudera tapándole la boca-. Vas a conseguir que nos descubran.

 

-No sé si deberíamos...- empezó a decir Tsuna, pero en ese momento vio a Chrome y a Kyoko acercándose por el pasillo.

 

-Jefe...- le saludó su guardiana con un leve sonrojo.

 

-Chrome-chan y yo vamos a tomar un baño y a ponernos al día en cosas de chicas. No se lo digáis a los profesores- susurró Kyoko. Les guiñó un ojo y prosiguió su camino.

 

Tsuna suspiró. Si Kyoko era capaz de arriesgarse, él parecería muy cobarde si no se atrevía. Así que a regañadientes siguió al resto del grupo hasta la planta baja. Entraron en un pequeño vestidor, donde dejaron su ropa y se dieron una ducha rápida antes de enrollarse las toallas a la cintura y salir a la terma exterior.

 

Mientras entraba en las cálidas aguas escuchó las risas de las chicas al otro lado de la valla, en la zona reservada para mujeres, y sonrió. Era maravilloso escucharlas reír tan alegres después de todo lo que había pasado en el futuro, así que pensó que quizás había sido buena idea ir a las aguas y relajarse un poco. Cerró los ojos y se dispuso a disfrutar de unos minutos de paz.

 

-¡Vooooi!

 

Aquella simple palabra le provocó un escalofrío y consiguió que sintiera ganas de llorar.

 

-¡Los mocosos Vongola! ¿Qué hacéis aquí, escoria?- preguntó Squalo, que acababa de entrar en las termas seguido de la mayoría de Varia.

 

-Shishishishi... han venido para que el príncipe les mate- decidió Bel.

 

Los tres guardianes se pusieron al instante en guardia y cerraron filas en torno a su líder con actitud amenazadora.

 

-Oh, Reborn, estabas ahí- dijo Squalo, saludando enérgicamente al hitman.

 

-Reborn... ¿sabías que Varia estaría aquí, verdad?- la pregunta de Tsuna sonó casi como una acusación.

 

-Quien sabe...- fue la esquiva respuesta.

 

Del vestuario surgió la imponente figura que todos habían estado temiendo. Xanxus, que a diferencia del resto llevaba la toalla echada sobre el hombro, se les quedó mirando con el enojo claramente dibujado en la cara.

 

-Basura... ¿qué hacen en mi presencia?

 

-¿A quién llamas basura, bastardo?- replicó Gokudera.

 

-Por una vez estoy de acuerdo contigo, cabeza de pulpo- afirmó Ryohei-. Pateémosles el culo ¡AL EXTREMO!- bramó.

 

Y entonces todo se volvió terrorífico. Antes de que Tsuna tuviera tiempo de siquiera de llorar, el lugar se llenó de rayos, cuchillos voladores, explosiones y disparos. En algún momento indeterminado su toalla desapareció de su cintura y tuvo que correr tras ella como si le fuera la vida.

 

-Jefe...

 

La preocupada vocecita de Chrome consiguió que todos se parasen un momento y dirigieran su atención hacia la entrada. La chica había escuchado los sonidos de la pelea desde el otro lado de la terma y había corrido presurosa a ayudar. No se había parado a pensar que sólo llevaba una toalla alrededor del cuerpo. No hasta que vio a los hombres en la misma situación. De hecho, Xanxus, Ryohei, Yamamoto y Squalo estaban completamente desnudos, sus toallas desaparecidas en el fragor de la batalla. Abrió los ojos como platos y sintió el calor estallándole en el rostro.

 

-¡Chrome-chan!- se alarmó Reborn al ver como la pobre caía desmayada al suelo, incapaz de soportar el shock.

 

-Tsk, es una cría- masculló Squalo.

 

Y el ataque volvió a empezar. Tsuna parecía el único preocupado con toda aquella situación. Sólo quería acercarse a Chrome, comprobar que estaba bien, y aprovechar para huir bien lejos de allí. Por desgracia parecía que era el blanco preferido de los disparos de Xanxus así que corría de un lado a otro intentándolos esquivar. De pronto una explosión- o quizás había sido un rayo, o un disparo, o un simple espadazo de Squalo, era difícil estar seguro en medio de semejante caos- fue a parar contra la pared que separaba la zona de hombres y mujeres y la hizo estallar. Reborn sonrió para sí mismo y decidió tomar el mando de la situación.

 

-¡Yamamoto, ve a comprobar que Kyoko está bien! Ryohei, despierta a Chrome. Todos, conmigo. Hay que alejar la pelea de los civiles- ordenó mientras se dirigía a la salida.

 

Tsuna tuvo el tiempo justo de arrojarle una toalla a Yamamoto para que se tapara antes de ser arrastrado por Gokudera hacia los vestuarios. Segundos después, todos corrían hacia el pasillo, y Tsuna parecía el único alarmado por que estuvieran a punto de pasar corriendo casi desnudos por delante de la recepción. Yamamoto les alcanzó antes de llegar, arrastrando a una coloradísima Kyoko de la mano.

 

-Bien, hora de separarse- murmuró Reborn-. Ryohei, lleva a tu hermana a salvo a su habitación- pidió.

 

La muchacha suspiró de alivio ante la perspectiva y nada más salir a la antesala, los dos Sasagawa desaparecieron por las escaleras laterales. El resto se encaminó hacia la puerta de salida, pero una figura conocida les cortó el paso.

 

-Malditos herbívoros... formando manadas y perturbando el orden- siseó enojado Hibari.

 

-Gokudera, hazte cargo- exigió Reborn, sin aminorar el paso.

 

-¿Eh? ¿Por qué yo?- protestó.

 

-Eres el único que puede entretenerlo en estos momentos... Sacrifícate por la causa- gritó, y al pasar corriendo junto a Hibari, arrojó a un desprevenido Gokudera a sus brazos.

 

-Maldita sea Reborn, yo también necesito dormir- protestó Hayato.

 

Pero era demasiado tarde. La atención de Hibari había recaído sobre él.

 

-Oh... el herbívoro rebelde quiere que le vuelva a morder- sonrió el líder disciplinario de manera macabra.

 

-Tsk.

 

Con una maldición, Gokudera torció por el pasillo de la derecha, mientras todo el resto del grupo llegaba finalmente al exterior. Reborn dio un salto y se colocó sobre el hombro de Squalo, que le dirigió una mirada interrogante.

 

-Yamamoto, el basebol es un deporte de mierda- gritó Reborn, en una pésima imitación de la voz del capitán.

 

Squalo pensó que nadie sería tan idiota para tragarse que lo había dicho él. Hasta que vio que el guardián de la lluvia se giraba hacia él con una expresión funesta.

 

-Haré que te tragues tus palabras, Squalo- afirmó con seriedad.

 

Y al tiburón no le quedó más remedio que quedarse atrás.

 

-Bien... Creo que ya he hecho suficiente por hoy- decidió Reborn, y sin más se tumbó en una de los bancos que había por allí y se quedó dormido al instante.

 

Tsuna corría como si le fuera la vida en ello- cosa que probablemente era cierta- con Chrome pegada a sus talones. Xanxus, Belphegor y Levi todavía les perseguían, sin contenerse ni un ápice en sus furiosos ataques. El castaño empezaba a pensar que moriría de agotamiento cuando para su horror llegaron hasta una pared montañosa que les cerraba el paso. Pálido como el papel, se dio la vuelta para encarar a sus atacantes. Parecía que no le quedaría más remedio que pelear. Formaba bastante buen equipo con su guardiana de la niebla, así que tal vez tuvieran una oportunidad...

 

La ilusión le duró poco, pues pronto se dio cuenta de que Xanxus y Bel eran una combinación terrible. Y Levi... Levi en seguida quedó fuera de juego porque no hacía más que cruzarse y su jefe le disparó sin más. La pelea continuó durante varios minutos y al final Tsuna se vio obligado a decidir entre apartarse de un disparo y dejar que este le diera de lleno a Chrome, que peleaba a su espalda contra Bel, o ser valiente por una vez y aguantar. En contra de lo que le decía la cabeza, apretó los dientes y no se movió. El arma restalló y Tsuna cerró los ojos de forma instintiva.

 

-Kufufufu- se escuchó, y dio la impresión de que la suave risa provenía de todas partes y de ninguna a la vez. Cuando el humo del disparo se disipó, Mukuro se encontraba delante de Tsuna y había detenido la llama de la ira con su tridente.-. Este cuerpo es mío, Xanxus, agradecería que te abstengas de dañarlo- anunció. La respuesta del jefe de Varia fue un despectivo resoplido-. Lo has hecho muy bien, Chrome-chan, ahora descansa- pidió, y al acto su pupila se desvaneció como si nunca hubiera estado allí.

 

Tsuna pensó dos cosas en ese instante. La primera fue que no entendía porque también Mukuro aparecía cubierto sólo con una toalla, pero teniendo en cuenta que era un reflejo de Chrome, y Chrome había estado corriendo sin ropa por todo el lugar, decidió no darle demasiadas vueltas. La segunda fue que se sentía tremendamente aliviado de que él estuviera allí. Tomó aire en profundidad y se preparó para pelear.

 

La lucha estaba bastante igualada. Quizás hasta tenían algo de ventaja. Sonrió levemente al ver lo bien que se coordinaba con Mukuro. Entre los dos cerraban perfectamente las defensas y no encajaban ni un golpe. Incluso estaba empezando a disfrutar de la pelea cuando les interrumpió la voz de Mammon.

 

-Jefe por favor, absténgase de seguir destrozando el lugar- pidió airado el arcobaleno-. Le va a costar muy caro que mantenga tantas ilusiones para que nadie se dé cuenta- amenazó.

 

Xanxus se giró de inmediato hasta él.

 

-¿Te atreves a interrumpir mi pelea, escoria? Bien, serás el primero en morir. ¡Bel!- gritó. Al momento estaban los dos lanzándose sobre el bebé.

 

-Si quieres escapar, ahora es el momento, Tsuna-kun- hizo notar Mukuro.

 

El castaño asintió y se escabulleron por un lateral. Casi habían llegado al hotel cuando por fin se atrevió a hablar.

 

-Gracias por ayudarme, Mukuro. Reborn tiene razón... eres un buen guardián- le sonrió.

 

El ilusionista dejó escapar una risita.

 

-Esto no tiene nada que ver con ser guardián, Tsuna... Sólo protejo el cuerpo que deseo poseer- corrigió con un ronroneo.

 

Antes de que pudiera contestarle nada, la silueta de Mukuro se desvaneció y en su lugar apareció Chrome, sonrojada y sosteniendo el tridente contra su pecho.

 

-Jefe... siento no haber sido de más ayuda- se disculpó avergonzada.

 

Tsuna negó con la cabeza y le dio un suave apretón en el brazo.

 

-Lo has hecho muy bien, Chrome-chan- aseguró, entrando por fin en la seguridad del hostal-. Ahora deberíamos descansar.

 

La chica asintió y cada uno se encaminó a su habitación. Tsuna cerró la puerta y suspiró con cansancio. Al final no se había podido relajar en la terma, pensó con fastidio, así que optó por prepararse un baño caliente en la pequeña bañera que había en su cuarto de baño. Cuando el agua estuvo lista se metió dentro y dejó que toda la frustración y el cansancio salieran de él.

 

Aunque siendo sincero… no había estado tan mal. Habían hecho un poco de ejercicio y se habían desentumecido del largo viaje en autobús. Ryohei había sacado a Kyoko del peligro de inmediato, Yamamoto siempre se lo pasaba en grande jugando con Squalo, y Hayato… últimamente se peleaba casi a diario con Hibari, pero al día siguiente ambos parecían estar bien así que supuso que no habría problema.

 

Sonrió para sí mismo, escurriéndose por el borde de la bañera hasta que solo quedó fuera por encima de su nariz. Y como olvidarse de Mukuro. A él no le podía engañar. Había visto sus recuerdos, había estado en el interior del tanque en el que estaba prisionero y había conectado con él. Sabía que se arriesgaría sin dudarlo por Ken y Chikusa, que sentía el cariño de un hermano mayor por Chrome y, sobre todo, que siempre aparecería para protegerle. No importaba cuanta indiferencia fingiera, sabía que le importaba a Mukuro más de lo que el ilusionista jamás estaría dispuesto a admitir. Aunque sus palabras siempre estuvieran relacionadas con poseer su cuerpo, pensó avergonzado.

 

Por algún motivo incomprensible, su entrepierna palpitó ante esa idea. Se sonrojó de inmediato, consciente de que Mukuro no podía referirse a eso. Pero solía acercarse a su oído cuando lo decía y su tono de voz siempre sonaban tan... sugerente. Ante ese pensamiento, sintió una nueva palpitación y un agradable calambre en la parte baja del vientre. Cuando le escuchaba hablar así, a veces pensaba que no le importaría...

 

Se sonrojó ante sus propios pensamientos, pero lo cierto era que su guardián de la niebla tenía un efecto de lo más confuso sobre él. Antes de darse cuenta de lo que hacía, había llevado sus manos hasta su entrepierna, que a esas alturas estaba bastante despierta y, cerrando los ojos, empezó a tocar la zona con algo de timidez. No podía apartar la imagen de Mukuro de su cabeza. Su sonrisa juguetona y su mirada incitante. Su voz, ronroneando de manera seductora que era suyo... Se le escapó un gemido bajito mientras sus manos subían y bajaban por su erección.

 

De pronto el sonido de un chapoteo le hizo abrir los ojos, muerto del susto y la vergüenza, para encontrarse cara a cara con su guardián de la niebla. Estaba sentado en el borde de la bañera y le contemplaba con una sonrisa ladeada bailando en los labios y una mirada indescifrable.

 

-¿Mu... Mukuro?- preguntó abochornado- ¿Qué haces aquí?

 

Intentó apartarse pero no había demasiado espacio en la pequeña bañera y el ilusionista se había metido dentro con él, haciendo que se sintiera completamente vulnerable y avergonzado.

 

-Chrome está durmiendo, y yo he venido a reclamar lo que es mío- contestó, acercándosele peligrosamente- No pares, Tsuna-kun- indicó. Y cogiendo las manos del castaño, las acompañó de nuevo hasta su erección.

 

Ya veo, es un sueño, pensó Tsuna. Era imposible que el Mukuro real hiciera eso. Por un momento pensó que él tampoco debería hacerlo y estuvo tentado a apartarlo, pero sabía que, de alguna manera, aquello era algo que siempre había deseado. Entregarse por completo a él. Estaba bien si soñaba aunque sólo fuese una vez, ¿verdad? Cualquier clase de pensamiento coherente desapareció por completo de su mente cuando las manos de Mukuro sustituyeron a las suyas y empezó a acariciarle. Abrió la boca y dejó escapar un jadeo ahogado mientras notaba el calor acumularse a su alrededor, concentrándose cada vez más en su erección. El ilusionista siguió tocándole sin piedad, cada vez más rápido hasta que finalmente le sobrevino una oleada de placer y el orgasmo se apoderó de cada célula de su ser.

 

Mukuro rió con suavidad, consiguiendo que se sonrojara todavía más, si es que aquello era posible.

 

-Déjame poseerte, Tsuna- ronroneó seductor, llevando una de las manos del castaño hasta sus labios y depositando un beso, sin apartar la mirada de él.

 

El décimo Vongola se sorprendió asintiendo con la cabeza y dejando que Mukuro le guiara hasta la cama. Se sintió un poco intimidado cuando le contempló de arriba abajo, haciéndole ser completamente consciente de su desnudez. Le vio gatear sensualmente sobre la cama hasta llegar a su altura. Y entonces Mukuro le besó.

 

Fue un beso algo extraño. Suave y dulce al principio, pero que pronto se volvió agresivo y demandante, con Mukuro obligándole a separar los labios y reclamando con furia cada rincón de su boca. Disfrazando el cariño de pura lujuria como si tuviera miedo de mostrar lo que realmente sentía, comprendió.

 

-Pero a mí no me puedes engañar- susurró el castaño, sonriéndole con calidez cuando sus labios fueron libres al fin.

 

-No me obligues a ser cruel, Tsuna-kun- pidió Mukuro, con un brillo diabólico en la mirada.

 

Ésta vez fue el castaño el que rió con suavidad.

 

-Está bien- concedió. Puede que Mukuro no estuviera preparado aún para aceptar sus sentimientos, pero no le importaba. Podía esperar.

 

Pensó que se moriría de vergüenza cuando el ilusionista le acercó dos dedos a la boca, pero aún así los aceptó y los humedeció lentamente, sintiendo cómo los nervios se acumulaban en el estómago por lo que estaba a punto de pasar. Aguardó expectante mientras Mukuro le acariciaba con una mano el torso, la cadera, mientras deslizaba los dedos por su entrepierna y se perdía más abajo hasta llegar a su trasero. Sintió que le faltaba el aire cuando notó la intrusión en su interior. En un reflejo, se había tapado la boca con ambas manos para no gritar, y dio gracias por ello porque cuando el ilusionista comenzó a mover ágilmente los dedos apenas fue capaz de contener los gemidos de placer. Su entrepierna había vuelto a reaccionar ante las íntimas caricias, y palpitaba de deseo. Pensó que volvería a explotar, pero entonces Mukuro se detuvo y le miró con seriedad. Tragó saliva, consciente de que había llegado el momento. Perdido hacía rato todo resquicio de vergüenza, Tsuna separó las piernas y le dejó entrar.

 

Se le escapó un sollozo lastimero cuando la erección de Mukuro le invadió. Había arqueado la espalda hacia atrás y cerrado los ojos con fuerza, con lo que todo su cuerpo se había puesto en tensión. Notó las manos de Mukuro en sus mejillas, obligándole a encararle con delicadeza.

 

-Mírame, Tsuna... Quiero que me mires a los ojos mientras estoy dentro de ti- ronroneó.

 

El castaño no pudo más que acceder. Era tan sugerente, tan seductor... Sintió como su cuerpo se relajaba y el dolor desapareció casi por completo. Mukuro empezó a moverse y no tardó en volver aquel placer tan intenso que casi parecía irracional. Pronto, los dos habían acompasado los movimientos de sus caderas y la temperatura subió varios grados, haciendo que el aire se volviera tan pesado que casi costaba respirar. Tsuna se aferró con fuerza al ilusionista cuando sintió las contracciones en su interior, anunciando el inminente orgasmo. Y en plena cumbre del placer, mientras se derramaba, dejó escapar el nombre de Mukuro entre los labios. Éste no tardó mucho en seguirle en toda aquella locura y terminar en su interior, dejándose caer pesadamente sobre él.

 

Sentía el aliento de Mukuro acariciarle el rostro mientras luchaba por regular su respiración. Notaba sus brazos enredarse cariñosamente en su cintura mientras se acomodaba junto a él. Sonrió satisfecho, prácticamente vencido por el sueño.

 

-Buenas noches, mi cielo- susurró Mukuro, justo antes de que morfeo les arrastrara muy lejos de allí.

 

Tsuna despertó cuando el sol empezó a colarse por las ventanas. Abrió los ojos con pereza y al instante recordó todo lo acontecido la noche anterior. Se sentó sobre la cama de golpe, presa del pánico. Hasta que se dio cuenta de que llevaba puesto el pijama.

 

-Ha sido un sueño- murmuró con alivio. Se giró levemente para levantarse... y sintió que se le paraba el corazón- Chrome-chan, ¿que haces aquí?- preguntó aterrado, mientras sacudía a la chica del hombro con demasiada energía.

 

-Mmm... Buenos días jefe- dijo su guardiana, reprimiendo sin demasiado éxito un bostezo. Miró con curiosidad a su alrededor, pero no parecía preocupada-. No sé, a veces Mukuro-sama sale mientras yo duermo... él debió venir hasta aquí- explicó con un encogimiento de hombros.

 

Tsuna sintió que toda la sangre abandonaba sus venas para concentrarse intensamente en sus mejillas. No había sido un sueño, se dio cuenta, entrando de repente en estado de shock.

 

-¿Jefe?- le llamó Chrome, al ver que se había quedado completamente inmóvil- ¡Jefe!- se alarmó al darse cuenta del intenso color que le cubría el rostro- ¿¡Estás bien, jefe?!- preguntó preocupada, llevando una mano a su cara. Estaba ardiendo y no conseguía hacerle reaccionar.

 

Los gritos de la chica consiguieron atraer a sus compañeros. Gokudera fue el primero en entrar, todavía poniéndose la camiseta, seguido de Yamamoto y de Reborn, que se quedó apoyado en el quicio de la puerta. Para horror de Tsuna, sus dos compañeros de clase se acercaron hasta él y le miraron con preocupación.

 

-Creo que tiene fiebre... Está muy caliente- explicó Chrome.

 

-¿Décimo que te ha pasado? ¿Décimo? Maldita sea, dime algo, Tsuna- rogó Gokudera, zarandeándolo de lo más alarmado.

 

Escuchar a Hayato pronunciar su nombre con semejante preocupación consiguió hacerle volver en si.

 

-Nada, no ha pasado nada...- se interrumpió al ver el mordisco que lucía el peliplateado en la clavícula- Por Dios, Hayato, ¿¡que te ha pasado a ti?!

 

Su guardián de la tormenta carraspeó y disimuló el sonrojo lo mejor que pudo.

 

-Nada...

 

Durante unos segundos se miraron el uno al otro, comprendiendo la situación y llegando al tácito acuerdo de no decir absolutamente nada más.

 

-Bueno, si todo está bien deberíamos salir de aquí antes de que nos pille algún profe y nos regañe- dijo Yamamoto, más calmado al ver que todo parecía volver a la normalidad.

 

Desde la puerta, Reborn los observaba con una sonrisa satisfecha. Parecía que los dos guardianes más problemáticos estaban al fin bajo control.

 

-Cierto, deberíamos irnos- coincidió el hitman, y todos salieron de allí.

 

-Maldita sea Mukuro- masculló Tsuna, en cuanto se quedó a solas con su vergüenza y su enfado-. No te voy a perdonar, ¿me oyes? No te voy a perdonar- aseguró.

 

En respuesta se escuchó la conocida risa de su guardián de la niebla.

 

-Kufufu... no te enfades Tsuna, esta noche vendré a verte otra vez. A fin de cuentas, cuando las niñas buenas duermen, los demonios salen a jugar...

 

 

 

 

Notas finales:

Espero que os haya gustado. Yo me lo he pasado bien experimentando con Mukuro y Tsuna, hehe.


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