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Error Genético por NeblinaLlameante

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Notas del fanfic:

Hola :D

Bien, este es un proyecto personal que estoy tomando muy en serio ya que algún día pienso publicar un libro de ficción.

La primera persona no se me da mucho, pero es algo que pienso mejorar a lo largo del fic.

Es NaruSasu y SasuNaru, no esperen encontrar solo uno. También es mi idea aprender a apreciar ambos en vez de atorarme con el NS toda mi vida.

Si quieren actualizaciones en tiempo y forma... No es el fic que buscan. Amo escribir, pero llegan a pasar semanas sin que tenga una pizca de inspiración y no me gusta escribir a la fuerza, así que me disculpo de antemano por ello.

Sin más, disfruta, querido lector.

 

~~Los personajes no me pertenecen, son de Masashi Kishimoto~~

Notas del capitulo:

~

Sasuke.

 

Fue entonces, cuando vi las luces de los rascacielos de la ciudad fuera de mi alcance y escuché el sonido de la puerta del edificio contiguo abrirse, que supe que estaba perdido.

Demasiado lejos para saltar, muy alto como para lanzarme y salir vivo. Ni con mis uñas perfectamente afiladas conseguiría agarrarme a tiempo de los cristales de las ventanas y mucho menos de un salto llegaría al siguiente edificio.

Estaba muerto.

¿Mi nombre? Sasuke Uchiha.

¿De qué estoy escapando? Irónicamente, de la persona que amo.

¿Por qué? Esa es una pregunta muy difícil de responder, aunque realmente es posible dejarlo en apenas unas palabras: soy un Error Genético.

— Uchiha.

Él me llama, ¿tiene algún caso ignorarlo? Haría lo que fuera para escuchar su voz de nuevo, aún si implica su total desprecio.

Sonreí de lado y mis ojos se volvieron inexpresivos, me di la vuelta para ver a quien pronto sería el responsable de mi muerte.

— Así que al fin te animaste, usuratonkachi.

Lo dije lo suficientemente alto como para que me escuchara desde esa distancia y vi su rostro crisparse de ira. Sostenía en la mano su arma de siempre, esta vez con el líquido azul que los policías usan para matar.

Sus ojos se tornaron rojos y el viento agitaba su cabello; aún con todo el odio de su mirada, la sombra de lo que fuimos estaba en cada parte de su expresión. Si alguien me preguntara, contestaría que definitivamente era una buena imagen para llevarme al infierno.

Mátame ahora

Luego, se quedó tan inexpresivo como yo. Escuché el sonido del arma al ser cargada y un shock eléctrico me recorrió entero.

— Recuerda que tú me obligaste a esto, Sasuke.-- Dijo con voz de ultratumba, a la vez que dirigía el arma hacia mi pecho y me miraba fijamente a los ojos.

Apretó el gatillo.

Por favor, no culpen a Naruto de esto. Como él lo dijo, fui yo quien lo orilló a hacerlo. Y mientras el sonido de la bala se perdía a la distancia, miles de imágenes cruzaron mi mente.

Desde el comienzo de todo.

.

.

.

ERROR GENÉTICO

.

.

.

Capítulo 1: Destino sellado.

OoOoOoO

 

—Tu nombre.

—Sasuke.

—Di tu nombre completo, acércate a la grabadora.

—Sasuke, Sasuke Uchiha — repetí.

— ¿Sabes cuál es tu edad?

— Diecinueve.

— ¿Sabes tu fecha de nacimiento?

—Veintitrés de julio, según mi madre.

—Ella…

—Está muerta—. Cierto— Mi hermano también, si es lo que iba a preguntar —. Mentira.

— ¿Cuál era el nombre de tu hermano?

—Itachi Uchiha.

El rasgueo de la pluma sobre el papel llenó la sala por tortuosos segundos. No aparté la vista de la superficie de la mesa, por mucho que mi instinto me gritara que debía encontrar una forma de salir de ahí.

— ¿Tienes un lugar de residencia fijo? — Una sonrisa socarrona se posó en mis labios ante esa pregunta.

—Entrada al tercer acueducto, a mano derecha.

—No juegues con nosotros.

—No lo hago —. Dije cortante, su mutismo me dijo que no se lo esperaba. Patético.

— ¿Tienes una idea de dónde estás?— Esa sí era una buena pregunta.

—He escuchado que llaman a este lugar “Distrito de Defensa”, pero no sé más.

—Bien.

La mano del joven castaño frente a mí se acercó al aparato que grababa mi voz, la colocó sobre una luz roja y esta se apagó. La ausencia del leve pitido que señalaba que estaba encendida, sumió la sala en un silencio total.

Shikamaru Nara, nombre que conocí al leer la credencial que colgaba de la bolsa de su traje, se recargó lentamente en el respaldo de su silla y cruzó los brazos sobre su pecho. Por el rabillo del ojo noté que me miró fijamente, evaluándome, pero mi expresión burlona no se quitaría por mucho que tratara de intimidarme; hace mucho que dejé de funcionar así.

—Tengo una última pregunta para ti —. Dijo con la intención de que alzara la vista, pero no me interesaba hacerlo. Respiró profundamente, tan harto de esto como yo, y colocó una hoja nueva a su alcance para hacer anotaciones. —¿Qué es lo que sabes de tu condición?

— ¿Mi condición?

—Tu historia, que eres un híbrido.

“Híbrido”

Esa palabra significaba tantas cosas.

Durante la Tercera Guerra Mundial, la Bioquímica se volvió la mejor aliada del ser humano para matar a sus semejantes. Cuando se dieron cuenta, tres cuartas partes de la población habían muerto y menos de la mitad del mundo era habitable. Los híbridos aparecieron después de eso, pero los motivos eran desconocidos. Siempre tuve la sospecha de que fuimos armas que al final no fueron necesarias, pero eso no explicaba por qué seguíamos vivos.

—Solo sé que los químicos mataron a toda mi familia porque no los resistieron, pero mi hermano y yo nacimos con ellos —. Hice un gesto indiferente. —Parece que les servíamos.

—Bien, eso confirma que las primeras dos generaciones resultaron inútiles —. Murmuró para sí mientras anotaba en la hoja. — ¿Tienes una idea de con qué animal fueron mezclados?

En respuesta, mis uñas rasgaron toda la extensión de la mesa y se emitió un sonido agudo que le hizo  arrugar el entrecejo. Esta vez sí lo vi; le sonreí tranquilamente al volver a esconder mis manos bajo la mesa.

—Gato, mi hermano tenía ojos de ese tipo.

—Te habías portado bien hasta ahora —. Dijo cansinamente mientras pasaba un dedo por sobre las marcas que dejé en la superficie de metal.

—Usted dijo que solo una pregunta más, no estoy para complacer todas las dudas que se le antojen.

—Eres demasiado insolente, Uchiha, no deberías olvidar los motivos por los que estás aquí.

— ¿Ser un ladrón? Es un pretexto bajo para cualquiera de ustedes —. Pasé mis manos a mi nuca y me incliné en la silla; dirigí mi mirada al techo. — Me habían dejado en paz hasta ahora.

— Eso es porque no conseguíamos atraparte.

— Ah, supongo que tiene razón, pero es que todos sus miembros son demasiado estúpidos.

—No tanto — Contestó. —,si logramos atraparte.

Arrugué el entrecejo ante su afirmación.

—Fue un descuido de mi parte, y solo uno de sus miembros, el mismo chico rubio que me ha perseguido por cinco meses. Quisiera volver a ver esa estúpida cara para rompérsela de una vez.

—Bueno, estás de suerte —. Contestó y se levantó del asiento. Le dirigí una mirada confundida. — Él vendrá contigo ahora.

Oh no…

— ¿No pueden simplemente matarme y ya? No van a sacar de mí más de lo que ya les di.

— Desgraciadamente, tu presencia aquí no está pensada para que mueras —. Mi corazón dio un vuelco en mi pecho. — Pero eso no me corresponde explicártelo.

Avanzó hacia la puerta del fondo y una vez la cerró tras él, todo quedó en silencio.

¿Realmente había esperanza de que no me mataran? Si era así, bien podría intentar salir en algún descuido y volver con Itachi antes de que fuera tarde. Había cometido un error al confiarme y robar el bolso de aquella mujer de élite, pero no era algo que ocurriría una segunda ocasión y sería más precavido a partir de ahora.

Tendría que llegar con las manos vacías a donde mi hermano esperaba, ya que no había conseguido alimento o algo que vender a lo largo de todo el día.

Sería otra noche con hambre, con la vaga esperanza de que las cosas mejoraran al día siguiente. Pero aún esa desdichada existencia en las calles era mejor que lo que me esperaba si me quedaba en ese sitio.

Lo poco que sabíamos mi hermano y yo del destino de los híbridos una vez llegaban a ese lugar, es que eran registrados y luego trasladados a una especie de prisión de alta seguridad cerca a la base general del distrito. Ya se habían tardado en llevarme, pero si lo hacían, tenía que actuar rápido ya que sería una breve oportunidad de estar en el exterior.

Me removí: mis pies estaban amarrados a las patas de la mesa y estas unidas al suelo. Aunque me deshiciera de ese agarre, la puerta tenía seguridad y, durante el traslado, era obvio que más de dos se encargarían de escoltarme; ya les había dado bastantes problemas.

Al saberme tan encerrado, esperaba que las ideas fluyeran en el momento preciso.

De momento, tendría que soportar al rubio idiota que justamente acababa de abrir la puerta.

 

OoOoOoO

 

Naruto

 

— Es demasiado insolente, a pesar de su situación —. Dijo Kiba a mi lado, mientras daba un sorbo a su botella de agua. Veíamos al Uchiha a través del cristal unidireccional que no le permitía saber que estábamos aquí, mientras Shikamaru le hacía las preguntas que marcaba el protocolo.

Removí la taza de café con toda la tranquilidad del mundo, queriendo hacer espirales perfectas en la espuma y esperando hasta que se perdieran de nuevo. Luego de un suspiro, bebí un sorbo; sentí el líquido caliente viajar por mi garganta e hizo que un calorcito se alojara en mi pecho. Amaba el café, pero sólo cuando contiene mucha azúcar; era lo que necesitaba para sobrevivir a las altas horas de la noche en que me quedaba a trabajar en la comisaría; días como hoy, que se consideraban buenos porque finalmente teníamos al objetivo en nuestras manos.

— No creo que puedas culparlo por ello —. Contesté. —Lleva dos años completos en la calle. Ya lo escuchaste, tiene apenas una idea de donde está.

— Bueno, tampoco vas a explicarle todo sobre el Centro, Naruto, no es tu responsabilidad.

— No dije que fuera a hacerlo —. Shikamaru se había levantado ya de la silla. —No quiero saber más de lo necesario para lo que tenemos planeado.

— Eso dices siempre — Giró la tapa de la botella y colocó esta en  el soporte del cristal, para desperezarse estirando sus brazos sobre su cabeza. Eran las tres de la mañana y ambos estábamos agotados. —, pero lo haces de alguna forma, siempre te involucras.

— No con el Uchiha —. Lo corté. —Me ha causado bastantes problemas el traerlo aquí.

Justo entonces se escuchó el sonido de la puerta de nuestro lado derecho: Shikamaru había abandonado la sala de interrogatorios. Se acercó al escritorio tras de mí y depositó ahí su pequeño montón de papeles con anotaciones. Suspiró.

— Todo tuyo.

— ¿No te cansas de usar hojas de papel? —. Kiba se había acercado al montón con curiosidad, aunque casi de inmediato Shikamaru bloqueó su vista. —Es más práctico usar la tableta.

— Shikamaru está loco — Contesté con una pequeña sonrisa, aunque mis ojos no se apartaban de la persona del otro lado del vidrio. —; cree que habrá una conspiración y toda La Red sufrirá de un robo de datos.

— Mejor ser precavido —. Dijo el Nara con suficiencia. —Además, las tabletas son demasiado problemáticas, es difícil manejarlas.

—No, es que eres un flojo de primera; no sé cómo has llegado a jefe —. Kiba trataba de picarlo. Shikamaru solo rodó los ojos con molestia.

— Porque era la persona más inteligente después de-

— Cierren la boca los dos —. Mi voz salió más seria de lo que esperaba y sentí las miradas de ambos sobre mi espalda, pero no me moví. — Los necesito atentos. Sé que no intentará nada, pero cada palabra que salga de su molesta boca es necesaria para esto.

Me giré para observarlos y dejé mi taza de café al lado de la botella de Kiba.

— Es el último de ese laboratorio al que tenemos acceso, si nos llegara a traicionar estamos perdidos.

— Estaremos atentos, Naruto —. Shikamaru arrugó el ceño. — Haremos lo mejor que podamos… Si tú dejas de aplazar esto y entras al interrogatorio de una buena vez.

Abrí y cerré la boca muchas veces, tratando de contestarle eso, pero si hasta él se había dado cuenta de lo incapaz que me sentía de entrar a esa sala, tenía problemas.

— ¿Es la primera vez desde que-?

— Cierra la boca, Kiba —. Le callé. — No tengo ningún problema en entrar ahí.

— Si tú lo dices…— Para cuando ese murmullo llegó a mis oídos yo ya había abierto la puerta para salir.

Pero una vez estuve frente a la manija metálica que me llevaría al Uchiha, me permití un respiro para darme ánimos. Por muchos problemas que me hubiera causado, o la cantidad de insolencia que mostraba, él era una pieza clave para lo que había planeado desde hace tanto.

El chirrido de la puerta al empujarla llenó mis oídos; ahora estaba frente a él.

— Uchiha —. La puerta se cerró tras de mí y caminé hasta la silla donde antes había estado Shikamaru. No llevaba nada conmigo, no era necesario para esto, pero hubiera deseado al menos una pila de papeles en la que escapar de aquellos ojos.

— Ah, así que eres tú —. Su comentario tenía la intención de ser burlón, pero su tono naturalmente frío lo volvía además tétrico, diez veces peor en lo que a mí respecta. — Ahora puedo verte con detenimiento; antes siempre estábamos corriendo.

— Sí, sin duda buenos tiempos —. Comenté con sarcasmo. Como el profesional que se suponía que era, lo mejor que podía hacer en ese momento era verlo a los ojos e intimidarlo, pero no había forma de que mi mirada se dirigiera a su rostro directamente sin desviarse unos segundos después.

Apreté el botón de la grabadora y esta se activó. Escuché un bufido salir de sus labios.

— ¿Vas a preguntar más cosas? Es aburrido, ¿sabes? — Colocó un codo sobre la mesa, observándome.

— Necesitamos más información.

— He dicho que no puedo darles más.

— Sí puedes —. Le corté, alcé la vista por unos segundos de la superficie de la mesa. —Aún nos faltan datos de la fuga masiva de los híbridos en tu laboratorio.

— Si tantas dudas tienes pregúntales a mis compañeros.

— Ten por seguro que lo haríamos, si ellos estuvieran aquí.

Le miré fijamente, porque era necesario que entendiera que no mentía. Era cierto que durante un tiempo la mayoría estuvieron en nuestra custodia, pero eso fue antes de que los secuestros empezaran.

— Sabaku no Gaara está con nosotros, pero desgraciadamente es incapaz de hablar al respecto —. O hacer algo sin la necesidad de que haya guardias a su lado. —Haku… Él falleció hace algunos meses.

— Sí, supe que terminaron matándolo —. Escupió las palabras y sus manos golpearon levemente la mesa adrede. Sus ojos eran diferentes ahora.

— Eso no es cierto, Haku estaba demasiado enfermo —. Mi vista vagó hacia el techo como si restara importancia a sus palabras, pero los ojos de aquel chico antes de que se quedaran sin vida estaban muy presentes en mi mente.

— Hasta crees que voy a confiar en tus palabras —. Murmuró con claro desprecio. —Todos en este maldito lugar no son más que unos embusteros.

Ni siquiera gritaba, pero el odio en sus palabras bastaría para corroer el corazón de una persona inocente. Sus ojos se entrecerraron y apretó la quijada,  sus manos se hicieron puños sobre la mesa.

— Supuestamente rescatan a los híbridos de las calles, luego los encierran, matan al que les de problemas y dejan que los demás se pudran. ¿Qué clase de salvadores se creen? Me dan asco.

— ¡Deja de hablar como si lo supieras todo! — Espeté inclinando mi cuerpo hacia la mesa. Esta vez la ira corría por mis venas, líquida y demasiado caliente como para quedarme quieto. Habría tomado su solapa si un toque en el vidrio no me hubiera distraído.

Seguro era el idiota de Kiba, y pedía que me controlara como si él lo hiciera; no por nada le habían quitado el derecho de hacer interrogatorios.

Inhalé y exhalé repetidas veces en silencio, fingiendo por un momento que estaba solo. Regresé a una posición cómoda y crucé los brazos sobre mi pecho. Sólo entonces lo vi.

— Me creas o no, no es mi problema, no cambiará nada.

— Qué felicidad — Contestó con una sonrisa torcida. —, ahora sigamos fingiendo que no aborrezco tu estúpida voz.

Mi paciencia se agotaba.

— Necesito que me digas todo lo que recuerdes sobre aquella noche.

— Seguramente tengo lujo de detalles de esa vez que trataba de no mirar atrás mientras corría como loco por las calles del distrito —. Puso los ojos en blanco. —Seguro me fascina rememorar el dolor de mis pies al correr tanto para escapar.

— Te estás colocando solo la soga al cuello, Uchiha —. Advertí.

— ¿En verdad? Vaya, creí que sería más difícil, pensé que no podías siquiera entender mis palabras — Uno de mis puños se apretó bajo la mesa y lo fulminé con la mirada. De solo pensar en golpear su estúpida cara algo se removía en mi pecho con triunfo.

— Limítate a contestar.

—Ya te dije que puedes preguntarle a cualquiera de los míos que tienes en esa prisión, yo no lo haré —. Seguramente era capaz de soportar esas palabras, no así la sonrisa burlona que se colocó en sus labios.

Cuando me enteré, me había levantado y rodeado la mesa. Trató de levantarse, pero sabía que sus pies estaban atados. Alzó una mano para defenderse, pero las mías se movieron en su punto ciego y colocaron las suyas en su espalda.

El sonido de su frente al golpear la superficie de metal  viajó hasta mis oídos con lentitud. Escuché su maldición y le sentí removerse, pero yo ya había perdido la poca paciencia que tenía.

— Kiba — Sabía que me escuchaba. —, trae tu tableta.

Los mechones de cabello taparon parte de su rostro cuando lo ladeo para intentar observarme, pero solo afirmé mi agarre y dejé mi vista en la puerta hasta que vi a Kiba entrar por ella.

— Muéstrame la foto de Tenten —. Rápidamente buscó entre sus archivos y apenas colocó la pantalla en mi dirección, tomé a Sasuke de los cabellos para obligarlo a alzar la mirada. — ¿Puedes verla?

No contestó, sus ojos quedaron un momento fijos a la imagen antes de apartar la vista. Hice que la regresara con un fuerte tirón.

— ¡¿Puedes verla?!

— ¡Claro que puedo, imbécil!

— Muy bien, hemos progresado. Ahora, ¿ves que esté lastimada? ¿Qué esté llorando o se encuentre amordazada? — Dejé pasar unos segundos. —No, ¿verdad? Porque aquí no golpeamos y amordazamos híbridos, solo pequeños imbéciles como tú.

— Es suficiente, Naruto —. La voz de Shikamaru se hizo oír desde la puerta, lo que provocó un vuelco en mi pecho. Él no intervenía a menos que fuera necesario. Ya había soltado a Sasuke para cuando entró a la sala. — Creo que lo ha entendido.

— Bien.

— ¿Quieres que continúe desde aquí?

— No, estoy bien —. Contesté de inmediato.

— No tengo problemas en-

—Te dije que no es necesario, Shikamaru —. No me gustaba que me hiciera ver como un idiota frente al Uchiha, aunque por el rabillo del ojo percibí que no tenía su atención en nosotros.

Hubo una corta pausa antes de que me contestara.

— De acuerdo —. Concluyó con desgana. —Solo acaba rápido con esto —. Hizo una seña a Kiba y sin más ambos salieron de la sala. Sabía que me esperaba una regañiza apenas terminará el interrogatorio.

La puerta se cerró con fuerza tras ellos y esperé el tiempo suficiente para saber que habían vuelto a su lugar tras el vidrio.

Mi vista viajó al Uchiha y sus manos en puños contra la mesa. Lo que estuviera pensando no debería importarme, pero esa postura evocaba otras memorias muy difíciles de ignorar.

— Bien —. Me senté de nuevo frente a él. —Espero que ya que comprobaste que no somos asesinos, puedas decirme algo más sobre lo que ocurrió esa noche.

El silencio que siguió luego de mis palabras se extendió hasta casi dos minutos. Fue difícil para mí quedarme quieto, no voltear con nerviosismo al cristal para preguntar mudamente si podía darle un golpe para hacerlo reaccionar.

Sus puños se apretaron; pude ver que el brillo en sus ojos había cambiado, más bien se encontraba ausente; su boca entreabierta dejaba ver unos dientes muy blancos, a pesar de las condiciones en las que vivió dos años. De hecho, su piel lucía realmente bien una vez que con la imaginación conseguías apartar la suciedad y la mugre de sus garras. Estas últimas eran largas, gruesas y muy afiladas; entendí entonces su admirable habilidad para escalar edificios aferrándose a los pequeños huecos en el concreto.

Cuando alcé la vista, él lo hizo también. Fue un extraño momento de sincronía que se rompió en cuanto empezó a hablar.

— Era muy tarde, las cuatro de la mañana, tal vez. Dos días antes habían llegado dos híbridos de serpiente.

— Kabuto y Orochimaru.

— Sí, ellos —. Hubo una corta pausa. — ¿Están aquí? — La intriga se hizo presente en su rostro.

— No, a ellos no los hemos visto jamás, ni siquiera tienen un registro; supongo que no les dio tiempo de hacerlos antes de que todos escaparan.

— Da igual, no me caían bien —. Pasó una mano por su cabello para apartar mechones de su rostro, luego se inclinó en la silla como si de repente se sintiera cómodo. — Pero, fueron ellos los que nos sacaron de ahí.

— ¿Cómo fue eso?

— Estoy a punto de decirlo — Exclamó con fastidio. —, aunque realmente no sé. Simplemente desperté porque mi hermano me llamaba; la puerta de mi celda estaba abierta. Ayudé a mi hermano a salir de la suya, luego corrimos por los pasillos hasta dar con un ventanal y salimos por él.

— ¿Es todo? ¿Qué te hace pensar entonces que ellos los sacaron?

— Los vi brevemente, Orochimaru tenía las tarjetas llave en su mano. Itachi me dijo que no me distrajera, luego él mismo me comentó que Kabuto había abierto su celda.

— ¿A dónde fueron después de eso?

— Corrimos sin detenernos hasta dar con la Avenida Dos.

Abrí los ojos de par en par.

— Eso es a diez kilómetros de distancia de tu laboratorio.

— ¿De verdad? Bien, supongo que con miedo todo se puede —. Su voz sin emoción era perfectamente audible, y aún así sentía que no llegaba a mis oídos correctamente.

Esperé con escasa paciencia a que agregara algo más, y cuando no lo hizo, apagué la grabadora y recargué mis codos sobre la mesa, más cerca.

“Colocar los codos sobre la mesa es un gesto intimidante y seguro. No olvides hacerlo si es que alguna vez necesitas cooperación a toda costa

Aquellas palabras retumbaron en mi mente y cerré los ojos un momento para asimilarlas.

— Hay otra cosa de la que tenemos que hablar, Uchiha, y no es precisamente otra ronda de preguntas.

— No sé por qué das tantas vueltas; ve al grano —. Espetó de inmediato.

Tan impaciente…

— Los híbridos están desapareciendo.

Y yo tan escaso de tacto.

— ¿A qué te refieres? — Preguntó después de alzar una ceja con confusión.

— Donde tú estabas no era el único laboratorio de híbridos en el distrito. Hubo y aún hay demasiados.

— Eso ya lo sabía, pero sigo sin entender de qué va esto.

Debía haber otra manera de hacerlo.

Abandonando aquella posición supuestamente intimidante, me enderecé en el asiento y dejé las manos sobre la mesa.

— Por si las eternas persecuciones no te han dicho nada, Uchiha, las personas de este edificio estamos encargadas de buscar personas como tú, híbridos. Nuestro trabajo es investigar y descubrir los laboratorios en los que los tienen, extraerlos y llevarlos a un lugar seguro.

— ¿Y ese lugar seguro es casualmente otro laboratorio? — Preguntó y no entendí el porqué de su sonrisa. Decidí ignorar su pregunta luego de dirigirle una mirada de advertencia.

— El problema de los híbridos tiene muchos años. Hay personas experimentando con ellos y en consecuencia la Élite creó nuestro departamento, para buscarlos a todos.

Parecía a punto de hablar, pero no dijo nada. Por el ligero movimiento de sus brazos, supe que sus manos se retorcían  bajo la mesa. Aún me observaba, pero su mente estaba muy lejos.

— Desde que entramos en operación de forma oficial, nos ha ido bien. Pensamos que quien esté detrás de estas actividades tenía las de perder, pero hasta hace unos meses nos percatamos de que nos llevan una gran ventaja.

— ¿Qué parte de que fueras al grano no entendiste? — Dijo cuando hice una pausa. — Lo que ustedes hagan no me interesa, tampoco quienes son los buenos o los malos.

Ahora fue su mirada la que se volvió intensa y pesada. Éramos casi de la misma altura, pero pareció mucho más grande al imitar mi posición anterior y colocar los codos sobre la mesa. Sus garras brillaron, así como sus ojos cargados de desprecio.

— Tu compañero me dijo que no estoy aquí para morir y es ese motivo lo único que me importa. Explica eso, si no, no intentes seguir.

A mi mente vinieron muchas maneras de contestarle al hijo de puta que tenía enfrente, pero desgraciadamente ninguna me permitía mantener completamente mi lugar como policía, o al menos una parte de mi dignidad.

“No hables, es lo que busca

— No estoy aquí para complacer tus caprichos, imbécil —. Oh, mi necedad. Agradecí que la experiencia me permitiera, por lo menos, fingir esa frialdad que escondía mis ganas de patearlo. —Lo que te digo es lo que necesitas saber, quieras o no escucharlo.

 Ahora, ¿cómo seguir? Lo que planeaba no había sido mi idea más brillante, pero realmente valía la pena intentarlo. Mis manos se juntaron de nuevo sobre la mesa y cerré los ojos un momento antes de hablar.

— Hemos notado que tienen especial interés en los miembros de tu laboratorio; quieren recuperarlos cuanto antes.

Sus ojos, que segundos antes despedían llamas imaginarias, se apagaron para dar paso a lo que gracias a la experiencia supe reconocer como miedo. Era tan leve que podía tratarse de mi imaginación.

— Debido a esto, lo que el departamento tiene pensado es tenderles una trampa.

— Usándome como cebo —. Terminó por mí. Era bastante listo. Pude decir algo, contradecirlo o hacer más suave esa dura verdad, pero no lo hice. — Bien, esperaba algo parecido.

Iba a hablar cuando alzó una mano, pidiendo una pausa. Arquee mis cejas contrariado, pero no dije nada; sus ojos entrecerrados se dirigieron a los míos y por un momento parecieron consumirme.

— Utilizar a un híbrido como carnada, vaya grupo de rescatistas.

— No es algo pensado a la ligera —. Espeté al momento. — Estarás bajo toda nuestra protección, no hay manera de que te perdamos de vista.

— Ni forma de que me aseguren que seguiré vivo —. Contestó.

— Será una operación inmediata — Aseguré. —, no estarás en sus manos más de unas pocas horas.

— Eso no es garantía —. Dijo como reproche a la vez que cruzaba los brazos. Desvió su mirada unos momentos y luego dio de nuevo con la mía; me evaluaba en silencio. — Pero, en este caso, supongo que no tengo otra opción.

Tenía una respuesta preparada para ello.

— Cada híbrido que coopera con nosotros recibe beneficios. Tú no serás la excepción.

— Suena como una oferta interesante —. Percibí sarcasmo en su tono. — Cuéntame más.

Aunque no fuera una propuesta interesante para él, ambos sabíamos que no estaba en posición de negarse. De lo que él no estaba enterado era que si no hubiéramos tomado el control de su caso, la dependencia del distrito destinada a los delitos lo hubiera condenado a una verdadera prisión. Tal vez podría usar eso como un chantaje más adelante. De momento, la casi completa certeza de que aceptaría la propuesta me hizo sonreír internamente.

Curioso era que tantas cosas pudieran resumirse en una palabra.

— Ciudadanía —. Abrió los ojos. — La ciudadanía es-

— Sé lo que significa —Me interrumpió. —, pero es difícil creer que hablas en serio.

— Pues créelo, estoy hablando en serio —. Una pequeña sonrisa se coló en mis labios ante su casi perfectamente oculta estupefacción. — La ciudadanía te ofrece una vivienda propia, trabajo y atención médica. Claro que si hubieras ido alguna vez a un hospital te habrías enterado de que la atención es gratuita para cualquier híbrido.

— Tienes razón, es una lástima que no lo haya hecho —. Mi comentario no le cayó muy bien. — ¿Cómo me aseguras que no son más que palabras lo que prometes?

— Firmarás un contrato, todas las especificaciones vienen en él.

— ¿Y si me niego?

— Irás directamente al Centro de Híbridos, ese lugar al que conoces como prisión.

— No, gracias, no estaré encerrado de nuevo.

— Eso es lo que quería oír.

Mi postura se relajó y mis piernas se cruzaron bajo la mesa sin apartar mi mirada de la suya. Él tampoco lo hizo, como un mudo reto que nos autoimponíamos. Dejé pasar casi un minuto y ya más tranquilo, me levanté de mi lugar y estiré mi mano hacia enfrente.

— Firmaremos el contrato después; de momento, ¿tenemos un trato?

Su mirada desconfiada dejó la mía para observar mi mano. Arrugó el entrecejo y a pesar del trabajo que le costaba, se levantó de la silla.

Se tambaleó levemente, pero era evidente que quería estar a mi altura. Pasaron unos segundos antes de que volviera sus ojos a los míos. A la vez, su mano se levantó para estrechar la mía entre nuestros cuerpos y aunque su expresión seguía tan vacía como siempre, la determinación se dejó oír en su voz.

— Tenemos un trato.

.

.

.

.

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Continuará.

 

Notas finales:

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