Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La maldición de Caín por InfernalxAikyo

[Reviews - 12]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Hola, bienvenidos.


Esta historia la subí hace algunos años atrás (2011, creo) pero decidí reescribirla y corregir muchos errores y agregarle algunas cosas. El argumento cambió ligeramente pero la esencia sigue siendo la misma. Si eres una de las que la leyó la primera vez, te agradezco el hacerlo de nuevo.

*En la historia existen dos narradores, que posiblemente se mezclen dentro de un mismo capítulo. Uno narra con letra normal y el otro en negrita. Es importante que tengan esto en cuenta, si no, no entenderán nada.

*Puede que la historia tenga lenguaje florido, pero no será mucho.

*No tendrá más de 20 caps (espero)

Gracias por leer : )

Abrazos.

Notas del capitulo:

Holaa, querubines :D

Estoy re-subiendo esta historia (es una versión 2.0 xd) la primera vez fue el 2011 (si no me equivoco) pero en esos tiempos yo era MUY inexperta (y ahora…también, solo que menos (?)) y se me pasaron muchos errores que descubrí tiempo después xD. El argumento de la historia cambia ligeramente, le agregué algunos caps para que el hilo argumental no se perdiera y en fin ¡Está renovada!

 
Esta historia es muy importante para mí, y ahora la comparto con ustedes. Espero que les guste ;)

Como siempre, si encuentran un error háganmelo saber.


PD: Deben tener en cuenta la nota del fanfic que habla sobre los dos puntos de vista. Existen dos narradores en la historia, uno narra con letra normal y el otro en negrita. Es probable que ambos se mezclen dentro de un mismo capítulo y si no tienen esto en cuenta no entenderán absolutamente nada.


Gracias por leer!

Un abrazo :3

Capítulo 1: “Ojos carmesí”



Mantengo el recuerdo de aquella ciudad sureña a la que llegué un diez de enero guardado en lo más profundo de mí, fresco. Recuerdo el leve oleaje del río sacudiendo el bote en el que estaba y mantengo la imagen de las nubes oscurecidas imponentes sobre mí el día en el que llegué al convento; aún sostengo el olor húmedo de la brisa que corría aquella mañana.

Había llegado mi momento, por fin podría convertirme en sacerdote. Llevaba este sueño desde niño y ahora, a los dieciséis años ya tenía la edad suficiente para hacerlo, para entregarme a Dios y a sus enseñanzas. He recibido una educación católica desde muy pequeño y he amado y respetado sus leyes todos estos años. A muy corta edad me di cuenta que este era mi camino a seguir. Muchos jóvenes sueñan con ser mercaderes, señores de tierras o aventureros encargados de descubrir las maravillas del mundo. Yo siempre quise convertirme en sacerdote. Era el plan trazado para mí, estaba seguro.

Una mano firme se posó sobre mi hombro y me encontré con unos ojos azules mirándome orgullosos.

- ¿Estás seguro que esto es lo que quieres, hijo?- la mandíbula fuerte de mi padre titubeó un poco al hablarme. Sonreí.

- Seguro, papá-

- Está bien, estoy orgulloso de ello-
sabía que mi padre, a pesar de ser estrictamente religioso creía que lo mío era convertirme en un hombre de negocios y aumentar aún más la fortuna de la familia, pero también sabía que al verme tan ensimismado en lo que quería, terminaría respetando mi decisión y estaba feliz con ella.

- Hijo…- mi madre me abrazó repentinamente y acarició mis cabellos, alborotándolos – Cuídate ¿Si? Aliméntate bien, bebe mucha agua y no desobedezcas a tus superiores. Tu tío que se educó aquí decía que aquí eran muy estrictos qué…-

-Está bien, mamá-
me aparté con suavidad y la interrumpí – Prometo portarme bien ¿Cuándo les he dado problemas? Además nos veremos en las vacaciones, puedo vivir solo algunos meses ¿No crees?-

- Por supuesto pero…-
mi madre volvió a estrujarme en un abrazo y sus largos cabellos rubios se me metieron en la boca – Voy a extrañarte, Abel- solté una pequeña carcajada y profesé algunas palabras de cariño para ambos. La balsa se sacudió cuando tocamos puerto.

Me despedí de ellos y bajé de la barca con una extraña sensación mezcla de alegría y nervios desbordándose por mis poros. Caminé hacia el convento. El cielo estaba nublado y el frio parecía querer penetrar la piel, pero nada podía arruinar el estupendo día que significaba ese diez de enero. Había recibido muy buenas recomendaciones de este convento, mi tío sacerdote había estudiado aquí y era el hombre más bueno que había conocido, aún lamentaba el accidente que sufrió el año pasado, quizás una carta de recomendación de su parte habría hecho mi ingreso aún más fácil.

Divisé una enorme reja blanca y me acerqué a ella sintiéndome como lo hace un alma que llega al paraíso luego de un largo viaje. La puerta era resguardada por un sacerdote que sostenía un libro que parecía pesado en sus manos. Siguiendo el comportamiento de los demás chicos que estaban ahí y notablemente nervioso, formé una fila y esperé ansiosamente a que llegara mi turno.

- ¿Nombre?- preguntó cuando llegué.

- A-Abel Hight- obedecí rápido. Los ojos castaños del hombre parecieron sonreír al oírme. Buscó algo con el dedo índice en el libro y luego me observó unos segundos con un gesto amable en el rostro.

- Tienes un lindo nombre, Abel. Puedes pasar, pero tu clase empezó hace ya diez minutos…déjame ver…salón AC-66…-


Le di las gracias al hombre antes de que terminara de hablar y me apresuré a comenzar a correr entre los pasillos del viejo edificio. En mi primera visita no pude pasear lo suficiente como para tener idea de dónde iba, así que se me hacía difícil ubicarme. Me fijé en los carteles pegados en las murallas de cada intersección y busqué desesperadamente el que tuviera la inscripción de mi salón, que irónicamente me era imposible de hallar. Observé que todos los pasillos eran iluminados por ventanales con grandes y hermosos vitrales de colores que daban un toque especial y alegre al lugar, los marcos de acero brillando sobre los cuadros y las escaleras de mármol viejo retocado daban esa sensación de hospitalidad que tanto me gustaba de esta zona del país. Justo cuando empezaba a distraerme con todos estos detalles, me detuve abrupto.

Ahí estaba, pegado sobre una muralla.

“A la izquierda:

 AC-55 – AC-77”


Mis ojos se dirigieron a la dirección que indicaba el cartel. Solté un bufido molesto cuando noté que era un pasillo interior sin ventanas y que los candelabros que colgaban del techo estaban a punto de extinguirse.

- Así nunca encontraré mi salón- mascullé entre dientes y me adentré en el corredor caminando rápido y con los puños apretados, armándome de valor. Le temía a la oscuridad y la luz de las insignificantes velas que colgaban del techo no me permitía ver más que siluetas, algunas inventadas por mi propia imaginación, que lograron atemorizarme.

Comencé a avanzar más rápido y en pocos minutos me encontraba corriendo, buscando mi salón. 

No tuve tiempo de reaccionar cuando sentí el tirón al pisar mi propia sotana y como el impulso me jalaba hacia el suelo. Cerré los ojos y me cubrí el rostro para no darme de lleno contra la cerámica, pero nada paso. Volví a abrirlos y noté unas manos sujetándome y luego, el tacto de unos brazos fuertes.

Un escalofrío me recorrió la espalda cuando a mi mente llegó la imagen de verme a mí mismo a punto de caer a un abismo para ser rescatado por los brazos de mi padre, quizás fue una sensación exagerada, pero fue eso lo que me trasmitieron esos dedos cálidos que me sujetaban con fuerza. Tuve ganas de quedarme allí, quizás porque de alguna forma esas manos me hacían sentir seguro. Me quedé unos segundos apoyando mi cabeza contra el pecho de un desconocido.

- ¿Estás bien?- fue su voz grave y calmada la que me despertó del sueño en el que estaba. Me aparté con brusquedad.

- S-Si, si…gracias-
mis mejillas se tornaron completamente rojas ¿Qué había sido eso? ¿Qué había sido esa sensación tan extraña?

Le oí alejarse un poco y una vela iluminó el pasillo en el que minutos atrás no podía dilucidar casi nada. La figura de un joven que parecía un poco mayor y más alto que yo apareció frente a mis ojos. Su cabello era marrón claro y bajaba alborotado hasta los hombros y una extensión de él era sujeta en una coleta que caía hasta la mitad de su espalda. Solté un ruido de asombro cuando mi mirada se encontró con sus ojos que mostraban una curiosa mezcla de profundidad e infantil viveza que me dejó helado, pero lo que me hizo estremecer fue la tonalidad de ellos ¿Era el efecto de la luz de las velas sobre su rostro? ¿Rojo? ¿Existía tales ojos así? Jamás había visto ojos tan extraños, rojos como la sangre, mi color favorito. Me perdí unos segundos en esa mirada. Me pareció perfecta, divina, sublime.

Estaba ahogándome en estos pensamientos cuando su voz me volvió a despertar.

- ¿A qué clase perteneces, chico?- tuve que sacudir la cabeza varias veces para poder volver en mí y me sentí un poco avergonzado. A pesar de que no parecía mucho mayor que yo, me hacía sentir terriblemente inferior.

- AC-66- respondí con timidez.

- Muy bien…- sonrió inesperadamente – Yo te guiaré hasta ella…tomamos la misma clase- y me hizo un gesto para que le siguiera y yo obedecí mecánicamente. Empezamos a caminar en silencio y mientras avanzábamos a paso lento yo no podía evitar mirar hacia el lado de vez en cuando y observarle un poco fascinado, la forma en la que se erguía y su caminar arrogante parecían los de un adulto, a pesar de que asistíamos a la misma clase y aparentemente nuestra edad era semejante. El parecía tan maduro y sin embargo sus ojos tenían ese toque infantil que los hacía ver tan vivos. Toda esta contradicción entre él y lo que proyectaba le daba un aire misterioso y distinto…casi atemporal.  

- ¿Cómo te llamas?- preguntó cuándo sus ojos se encontraron con los míos al descubrir que le había estado observando. Era le segunda vez que oía esta pregunta, esta vez la respondí más tranquilo.

- Abel Hight- sonreí.

Iba a preguntar lo mismo cuando él se detuvo de golpe. Me tomó por los hombros y me azotó contra la pared, fue tan rápido que solo el estrepitoso sonido de mi espalda chocando contra la muralla fría fue lo que me hizo darme cuenta de lo que estaba pasando. Su tranquilidad se había ido y a cambio su cuerpo se había tensado contra el mío, tanto que pude sentir su calor invadiéndome. Tomó mi rostro con ambas manos y plantó su mirada, ahora afilada sobre mis ojos. Sentí miedo y quise gritar, pero las palabras no lograron salir de mi boca, no entendía lo que estaba pasando y no lograba articular movimiento alguno. Ese chico me tenía encadenado contra esa muralla.

- Repite tu nombre…- ordenó en un tono más autoritario y agrio. Acercó tanto su rostro al mío que pude sentir su respiración embriagante mezclándose con mi aliento.

- A…Abel…H…Hight- Obedecí tartamudeando.

Abrió los ojos sorprendido y dio una bocanada de aire como si despertase de algún mal sueño. De pronto, esa agresividad con la que me mantenía sujeto pareció cambiar tan rápido como llegó. Deslizó sus dedos suaves por mi mejilla, acariciándola, como pidiéndome disculpas. Su otra mano tomó mi mentón y acercó mi rostro al suyo. Me paralicé sin saber qué hacer, sin saber cómo reaccionar. Sus labios estaban muy cerca de los míos y por un momento creí que nos besaríamos. Me estremecí en un escalofrío de miedo, no era tenerlo tan cerca lo que me asustaba, era el hecho de que la idea de hacerlo no me repulsaba en absoluto. Sentí sus labios sobre mi frente.

Me besó.

Aquel beso fue doloroso. Sentí como si de alguna forma esos labios me estuviesen condenando a algo, algo así como una muerte súbita, o esa fue la impresión de mi cuerpo al sentir su tacto sobre mi piel. No podría explicarlo aunque me esmerase en hacerlo, pero su piel se sintió como fatalidad sobre la mía y una corriente eléctrica me recorrió de pies a cabeza. Se apartó lentamente de mí y sin decir nada dio media vuelta y se marchó. Me quedé paralizado en mi lugar, sin mover ni decir nada. Solo atiné a quedarme allí, de pie, confundido. Nuevamente a oscuras.

Pasaron más de diez minutos para que pudiera volver a reaccionar y moverme del lugar donde había ocurrido tan engorrosa escena. Casi como si mi cuerpo se moviera solo, de una manera mecánica volví a la búsqueda de mi salón, el que logré encontrar al cabo de unos minutos. Entré y pedí disculpas al sacerdote que estaba dando la clase, justificando haber sufrido un retraso por haberme perdido en mi primer día, lo que no era completamente falso. Me senté en mi lugar aun sintiendo el temblor en mis rodillas e inmediatamente comencé a buscarle, al chico de ojos rojos. Pero no le encontré por ningún lado.


¿Acaso había mentido sobre eso de asistir a la misma clase?

El sermón del maestro se tornó frío y aburrido. El sacerdote habló de la ya tan famosa historia del Jardín del Edén, el fruto prohibido y el primer pecado y la perdición del hombre. Recuerdo que cuando era más pequeño le pedía a mi padre que me leyera esta historia de la biblia, era una de mis favoritas, pero por algún motivo hoy no tenía ganas de oírla en absoluto. Me sentí cansado y casi sin darme cuenta caí en sueño profundo, solo para ser despertado por la campana que anunciaba la hora de almorzar.

Salí al jardín principal y las nubes oscuras ya se habían despejado, dejando en lo alto un cielo limpio y azul, iluminado por los leves rayos del sol que recién aparecía. Aspiré con toda la fuerza de mis pulmones la brisa que comenzaba a soplar suave y agradable, el tiempo había cambiado significativamente en tan solo un par de horas. Los pájaros susurraban deleitables canciones al oído y el perfecto día casi me hace olvidar lo que había pasado antes de entrar al salón. Me senté bajo la sombre de un viejo roble junto a dos rosales y comencé a leer mi libro. Como siempre, las horas volaban mientras yo me perdía entre las páginas y las letras que esparcían ese delicioso polvillo viejo con olor a biblioteca que tanto me gustaba.

 Pero algo me obligó a apartarme de mi lectura.

Abrí los ojos asustados ante la falta de concentración y miré hacia todos lados, sintiendo esa inexplicable sensación que se siente cuando te observan constantemente. Oí una voz decir mi nombre y con cierto temor miré hacia atrás, pero no había nadie y todos los que estaban ahí estaban en completo silencio ¿De dónde venía entonces? Alcé la vista y me quedé petrificado, lejano pero frente a mí se encontraba el chico de esta mañana, con los ojos fuego mirándome atentamente. Sentí un escalofrío recorrer cada hueso y músculo de mi cuerpo; mis ojos corrieron solos a ocultarse tras el libro e intenté volver a concentrarme en mi lectura y no tomarle atención, pero me fue imposible. Sus ojos penetraban en mí con tal magnitud que parecían atravesarme con ellos y atraerme hacia él, me vi obligado e devolverle la mirada, la cual a ratos lograba sostener por más de unos segundos para luego volver a apartarla.  

¿Qué se supone que era esto? Había algo en él que inevitablemente llamaba toda mi atención ¿Eran sus ojos? ¿Era la forma en la que me miraban? Algo, algo en él se me hacía inmensamente familiar ¿Nos conocíamos de alguna parte acaso? No tuve el valor para acercarme a él, lo que había ocurrido hace un par de horas aún mantenía mis nervios de punta, pero inexplicablemente lo sentí cerca de mí. Como un hilo que nos conectaba a ambos.

Siento miedo y me tiemblan las rodillas pero aun así me pongo de pie y comienzo a avanzar lentamente hacia él. Parece esperarme, de pie bajo la sombra de un árbol, me espera como si desde un principio supiese que iría por él ¿Qué hago? Estoy frente a él.

¡Detente, Abel!

Mis piernas, mis brazos y todo mi cuerpo no obedecen a mis órdenes, es como si me atrajera con una especie de imán ¿Qué hago ahora? Poso mis manos sobre sus mejillas, están frías como las de un muerto pero eso no me quita el poder acariciarlas, son suaves. Mis dedos se topan con la calidez de una lágrima que cae fugaz por su rostro, la tomo entre ellos y me la llevo a la boca, la saboreo, como un dulce manjar. Siento como su cuerpo se aferra al mío y toma calor en un abrazo.

Te posas cuan mariposa entre mis brazos.

 ¿Estás llorando, hijo de Adán?
 
- Oye…despierta-

Una voz grave y apacible me apartó de mis sueños. Abrí los ojos sobresaltado, al parecer me había quedado dormido bajo ese roble. Ahora despertaba y una figura se alzaba frente a mí y me tapaba el sol, el chico de ojos carmesí me observaba con una mueca divertida en el rostro, causándome un poco de enfado. Parecía estar burlándose de mí. Se apartó.

- Llevas ahí durmiendo más de media hora…- masculló en voz baja, como regañándome.

- ¿Cómo sabes eso?- me senté y me refregué los ojos un par de veces.

- Te desplomaste contra el piso ¿No lo recuerdas? Creí que te habías desmayado y me acerqué para comprobar, observé que solo dormías y decidí quedarme aquí hasta que despertaras, pero tardaste demasiado-
mientras hablaba las imágenes del sueño que había tenido acudieron a mí rápidas como un relámpago y no pude controlar el sonrojo que asomó por mis mejillas, agaché la cabeza para ocultarlas, pero no lo logré.

- ¿Estás bien?- tomó mi mentón con una de sus manos y posó la otro sobre mi frente, clavando los ojos fijos sobre los míos. Me sentí confundido y un poco asustado.

- ¡Estoy bien!- grité y me aparté de él bruscamente, nervioso. No lograba soportar la vergüenza por ese sueño ¡Él me observaba como si lo supiera! ¿¡Lo sabía, verdad!? ¿Acaso era un brujo o algo parecido? ¿Acaso era uno de esos hombres descrito en los libros? ¿De eso que se apropian de la voluntad de los demás? ¿¡Eso era lo que él quería!? ¿¡Apropiarse de mí voluntad!? Me puse de pie aún con las piernas temblando y me dispuse a marcharme, pero su mano tomó la mía y con una fuerza que no alcanzó a dañarme giró mi cuerpo hacia él.

Su cabello marrón claro ocultaba sus extraños ojos, pero pude notar como su mirada estaba sobre el piso. Dejó entre mis manos una nota, perfectamente doblada. Sus labios, algo rosáceos y delicadamente carnosos intentaron articular palabras, como si quisiesen murmurar algo, pero no logró hacerlo. Apartó sus manos de mí y se marchó en silencio, con el viento, lanzándome de nuevo a la soledad, dejándome completamente confundido.





































«Hoy no entré al salón, no pude hacerlo. Es él, el chico de mis pesadillas, él que me produce esta sensación. Hoy no fui yo, de nuevo se apoderan de mí, él, él otro. Este brutal impulso vuelve a invadirme, no puedo evitarlo, esta conducta no es mía ¿Entonces de dónde viene?

Sentí que los quería, esos ojos color cielo, inocentes, puros. Quería esa devoción, quería esa ternura, quería apoderarme de ellos.

De eso y mucho más.»


Notas finales:

Al principio parecerá un poco confuso, luego se aclararán las cosas. 

¿Críticas? ¿Comentarios? ¿Impresiones? Pueden dejarlo todo en un lindo -o no tan lindo- review. 


Abrazos! :3 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).