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Volverte a ver por LizzieVidal

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Notas del fanfic:

Ni Yu-Gi-Oh! Ni ninguno de sus personajes me pertenecen, estos pertenecen al gran maestro Kazuki Takahashi.

¡Konnichiwa minna! Soy Lizzie Vidal una vez más trayéndoles un nuevo fanfic, bueno a decir verdad tenía unas ganas inmensas de escribir una historia Puzzleshipping que involucrara el antiguo Egipto *-* y aquí está, yo sé que ya había hecho mi final alternativo que se llama “El secreto de la luna oscura” (Para los que ya lo leyeron ya saben de qué hablo, los que aún no lo leen por favor los invito a leerlo, puse mi alma en ese final alternativo y lloré de emoción al terminarlo :´)’) en el que los dioses dejan quedarse a Yami en el presente, ya lo sé, pero este nuevo fic sería como otro final alternativo a lo que si pasó que fue que Yami volvió a su tiempo y todo eso,  entonces esto es lo que también me hubiera gustado que pasara en todo caso, pero bueno, espero les guste y así, no será tan largo, aún no sé cuántos capítulos tendrá eso lo veré con los días, sin más disfruten este nuevo invento de mi loca mente. :3

Notas del capitulo:

Ni Yu-Gi-Oh! Ni ninguno de sus personajes me pertenecen, estos pertenecen al gran maestro Kazuki Takahashi.

¡Konnichiwa minna! Liz Vidal de nuevo aquí, trayéndoles más de esos locos fanfics que ama escribir con locura, bueno esta es otra de mis creaciones y espero les guste y así :3 realmente quería hacer algo sobre el antiguo Egipto *u*

Yami: ¡Seré un gran faraón de nuevo! –Dice emocionado.

Yugi: ¿Prefieres ser faraón a estar conmigo? –Pregunta cabizbajo.

Yami: Jamás hikari, dejaría el trono mil y un veces si es necesario con tal de estar a tu lado –Dice tomando al pequeño oji-amatista entre sus brazos con dulzura, plantándole un candente beso que deja al tricolor menor más rojo que un jitomate.

Yo: ¡Kyaaaaaaaa! ♥.♥ ¡Chicos ya! –Dice sacando un pañuelo de papel –Vamos a lo que nos concierne, dejen de ser lindos, harán que me sangre excesivamente la nariz x’D

Bueno espero les guste está loca historia, disfrútenla y nos leemos en las notas finales.♥

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“Ten en cuenta que el gran amor y los grandes logros requieren grandes riesgos.”.

Había pasado un año desde que el alma del faraón se había marchado al pasado para cumplir su destino, Yugi seguía su vida normal, salía con sus amigos, iba como habitualmente lo hacía a la escuela y todo estaba “bien”, las grandes aventuras del pasado junto a su Yami eran recuerdos que atesoraría por siempre, el pequeño oji-amatista era feliz y mantenía su sonrisa  en el día mientras estaba acompañado de sus amigos, pero cada noche en la soledad de su habitación se encontraba a él mismo decaído y muy triste, anhelando volver a ver a su Yami sentado en el borde de su cama, añoraba tanto volver a verlo, tantos días y noches compartidas con Yami, las muchas cosas que se ponían a recordar juntos antes de que el pequeño tricolor se quedara profundamente dormido con una sonrisa en sus labios mientras su oscuridad acunaba y vigilaba dulcemente sus sueños, tantos momentos en los que se apoyaron mutuamente cuando alguno de los dos estaba a punto de caer, el corazón del oji-amatista se sentía pesado y sabía que a pesar de todo nada podría volver a ser igual, Yami era su mejor amigo, la única persona que lo conocía completamente y en la única en la que podía confiar con los ojos cerrados, el oji-rubí se había convertido en su persona especial, pero Yugi no había tenido el valor de decírselo, no quiso que su oscuridad lo tomara a mal, aunque sin saberlo éste también había desarrollado un cariño especial por el pequeño tricolor que nunca le confesó por miedo a que su amistad se viera arruinada.

En su honda soledad y tristeza cada día escribía una carta en la que escribía todo lo que había pasado en el día cómo si se lo estuviera relatando a su Yami, por ende nunca las enviaba ya que no podía mandarlas al pasado para que el faraón Atem las leyera.

El pequeño trataba de estar la mayor parte del tiempo acompañado para no deprimirse, pero ya no sabía que más hacer, se culpaba por no haber sido valiente y confesársele, pensaba que tal vez las cosas habrían cambiado, él hubiera dado todo por acompañar a su oscuridad, era capaz de acompañarlo así fuera hasta el fin del mundo, pero sabía que eso no estaba bien.

Un día mientras el pequeño tricolor caminaba por la calle distraído mientras una suave lluvia caía sobre la ciudad se encontró con Ishizu, los egipcios habían decidido mudarse a Domino para administrar el museo de la ciudad, ella se dirigía hacia dicho lugar, a pesar de la llovizna que estaba cayendo decidió ir caminando hacia el museo, hacía mucho tiempo que ella no tenía una visión del futuro, pero tenía una fuerte corazonada que le decía que debía hacerlo.

La egipcia vio al oji-amatista que caminaba sin un paguas haciendo que la llovizna mojara su cabello haciéndolo caer suavemente sobre sus hombros, vio que llevaba su mirada decaída, era notorio que algo le pasaba, la morena camino para encarar al pequeño tricolor.

— ¡Hola pequeño Yugi! –Exclamo haciendo que el pequeño levantara su rostro para verla.

—Ah… Ho…Hola Ishizu-san –Respondió el oji-amatista fingiendo una sonrisa.

— ¿Pasa algo malo? Te noto decaído, eso no es normal en ti –Dijo la mayor mirándolo detenidamente.

—No… no pasa nada –Respondió nerviosamente el pequeño haciendo un ademán de negación con sus manos.

—A mí no necesitas mentirme Yugi, sé perfectamente que nada ha sido lo mismo desde que el faraón se marchó –Al pequeño tricolor se le hizo un nudo en la garganta al escuchar las palabras de la morena y sintió su corazón romperse un poco, la egipcia tenía razón, todo había perdido sentido desde que Yami se había ido –Entiendo que tengo razón –Dijo la morena suspirando –Acompáñame al museo –Sin más tomó la mano del pequeño comenzando a caminar hacia la dirección mencionada.

Al llegar al museo Yugi no dijo nada solo se sentó en silencio en una pequeña banca que estaba a fuera de la oficina del museo viendo el gran repertorio de cosas egipcias haciéndole recordar a su Yami, no pudo evitar que una lágrima amarga bajara hacia sus tersas y blancas mejillas, el pequeño se sentía mal en ese lugar, era como una burla para él, su incomodidad fue creciendo así que decidió preguntarle a la egipcia el motivo de llevarlo ahí.

—Ishizu-san ¿Por qué me has traído aquí? –Preguntó el menor con la cabeza agachada abrazándose a sí mismo debido al frío que le estaba ocasionando el estar mojado mientras un pesado suspiro escapaba de sus labios.

—La verdad…. No lo sé, pero ahora que te veo sé qué debo hacer y te voy a ayudar –Respondió la egipcia en tono decidido.

— ¿Ayudarme? –Cuestionó confundido el oji-amatista levantando su rostro para verla.

—Sí, verás… Yo sé un poco de magia egipcia antigua y te ayudaré a encontrarte de nuevo con el faraón, tendrás que cumplir una misión y después de eso si todo sale bien deberás elegir si deseas continuar tu vida normal sin él o si decides abandonar todo lo que tienes y acompañarlo en el pasado –Sentenció la morena y Yugi abrió sus ojos de la impresión.

— ¿Es eso posible? –Preguntó el tricolor extrañado, aun no podía asimilar que esa oportunidad le estuviera pasando –Si lo es acepto –Respondió con una gran sonrisa sincera en su rostro, sentía su corazón latir como ya no había latido en mucho tiempo.

—Entonces… ¿Decides hacerlo ahora o quieres esperar otro día? –Preguntó la mayor mirando la alegría del oji-amatista.

—Sin duda ahora mismo –Sentenció decidido.

—Sabía que dirías eso… Aguarda aquí –Dijo dejando al pequeño tricolor solo un momento dirigiéndose hacia un pasillo que daba al sótano del museo, el oji-amatista esperaba ansioso.

—*Volverte a ver, después de tanto tiempo, esto es un maravilloso regalo de los Dioses* -Pensaba el pequeño con gran emoción.

Después de 10 minutos que a Yugi se le hicieron eternos apareció la egipcia de nuevo saliendo del sótano trayendo un libro antiguo entre sus manos.

—Listo, esto es todo lo que necesito –Dijo la morena con una gran sonrisa.

— ¿Qué es eso Ishizu-san? –Preguntó curioso el oji-amatista.

—Un libro de viejos hechizos egipcios, más de alguno nos servirá para poder enviarte al pasado –Respondió la mayor inspeccionando cada hechizo del libro.

—*Podre volverte a ver, Yami* -Mientras el pequeño tricolor pensaba sus ojos se pusieron brillosos por unas lágrimas de felicidad que amenazaban con salir –Entonces hagámoslo –Dijo emocionado secando con su chaqueta las lagrimillas que habían brotado, Ishizu solo miraba con ternura la felicidad del oji-amatista.

Ambos comenzaron a leer el viejo libro encontrando un par de hechizos, al final decidieron utilizar el segundo, el hechizo era un antiguo cántico que recitaba así:

Luz y oscuridad, almas entrelazadas
Lleven al pasado al aquí mencionado
Una prueba deberá cumplir
Deberá elegir qué camino seguir
Entre el pasado y el presente tomará una elección
Dejen que cumpla su ferviente misión.
Mutou Yugi.

 

Cuando la egipcia mencionó el nombre del oji-amatista una luz blanca y cegadora rodeo al pequeño, éste por inercia llevó sus brazos hacia su rostro para cubrirlo.

Yugi: Agghh –Dijo en un alarido ya que la luz había lastimado un poco sus ojos.

A los segundos Yugi sintió que estaba cayendo, abrió pesadamente sus ojos y vio un gran desierto a un lado, al otro lado estaba una aldea egipcia y un gran palacio real, también vio el majestuoso Rio Nilo que adornaba con canales la ciudad egipcia.

Cuando se detuvo cayó de rodillas en el suelo, al levantarse se di cuenta que sus vestiduras habían cambiado, ya no era su típico uniforme escolar azul, ahora era una vestimenta típica de un aldeano egipcio, vestía un blusón blanco que cubría su torso, éste lo mantenía fajado en un faldón del mismo color que le llegaba arriba de las rodillas, tenía puesto un pequeño cinturón café y calzaba una sandalias del mismo color, su piel también había cambiado, había pasado de ser blanca como la nieve a ser apiñonada, de un momento a otro escucho la voz de Ishizu dentro de su cabeza diciéndole que tenía que hacer.

Ishizu: *Yugi, debes ayudar al faraón en el siguiente combate que tendrá contra uno de los pueblos vecinos ya que saldrá herido aunque su pueblo saldrá victorioso, su primo Anum al ver que el faraón no regresa lo hará pasar por muerto y usurpará el trono, así que juntos deben armar una estrategia para que el faraón recupere lo que es suyo, si él sale victorioso de ese combate tú habrás cumplido tu misión, solo hay una regla para ti, no debes decirle al Faraón que eres tú, de eso él se tendrá que dar cuenta solo, por eso has sido enviado con la vestimenta de un poblador común, a ti no se te está permitido contarle nada, tu aspecto no cambió mucho así que no tardará en darse cuenta, aunque él bien sabe que sería imposible que viajarás a esa época, de igual manera cuando todo haya finalizado será momento de decirle la verdad, por mientras no.* –Yugiescuchaba atento las palabras de Ishizu y cuando ella finalizó éste solo asintió –*Buena suerte Yugi y que los Dioses te acompañen* -Fue lo último que le dijo al oji-amatista.

Yugi caminó a través de la ciudad pensando en que haría, él no sabía nada de guerra o de armar una estrategia militar, mucho menos lo que se debía hacer cuando alguien usurpaba el trono real, pero sabía que por su Yami debía pensar en algo, para poder volver a estar con él.

Se dio cuenta de que algunos soldados venían entrando por las puertas de la ciudad en una gran caravana, esperaba ver con ellos a Yami, pero recordó que Ishizu le dijo que de saldría herido del combate con la ciudad vecina, su corazón tembló de miedo, se apresuró al ver que todos los habitantes se dirigían hacia un lugar específico.

—*Tal vez allá esté Yami, tal vez aún no salen a ese combate* -Pensaba el oji-amatista queriendo que esa fuera la verdad con todo su corazón.

Al llegar al lugar vio que era una gran plaza, tras ella estaba una gran estructura con dos pilares adornados con jeroglíficos antiguos, en ellos también estaban las imágenes de Isis y Osiris, uno en cada pilar.

—Pueblo de Tebas, es un gusto anunciarles que la guerra contra el pueblo vecino ha sido ganada, ya no tendrán que preocuparse más, la ciudad puede descansar sin preocupaciones esta noche –Dijo el que presumía ser el general de los soldados, todo el pueblo comenzó a regocijarse con la noticia de la victoria, el pequeño tricolor se sintió terriblemente mal, tenía que salir a buscar a Yami, pero no sabía dónde encontrarlo.

Salió de la ciudad, caminó y caminó, no sabía a donde ir o que hacer, la tarde se estaba llegando y el pequeño había caminado tanto que sus pies dolían, se detuvo a descansar un poco, se sentó a la orilla de un canal del rio Nilo mirando su reflejo, una lágrima oscura bajo por su mejilla, se sentía impotente, no conocía nada de esa ciudad, no sabía dónde buscar a Yami, su corazón le dolía solo de pensar que algo terrible había podido pasarle, se sentía irritado, no sabía cómo superar la prueba que se le había puesto, se levantó de nuevo y caminó un poco más, a lo lejos vio una pequeña choza algo descuidada, se acercó sigilosamente y vio por la ventana si había alguien dentro, al no ver a nadie decidió entrar, en esta había libros viejos y algunos arcos acomodados en la pared, a su lado había un contenedor lleno de flechas, en una mesita del centro había un pergamino desenrollado que tenía un mapa de los poblados que estaban alrededor de la ciudad de Tebas y encima de este fichas con el ojo de Horus dibujado, Yugi se extrañó un poco, no creía que cualquiera persona pudiera tener ese tipo de cosas, eso parecía pertenecer a algún militar, siguió revisando, las cosas estaban llenas de polvo, parecía que nadie había estado en ese lugar por años, abrió un pergamino que estaba a un lado de los libros, todo estaba escrito con antiguos jeroglíficos egipcios, se dio cuenta de que en la parte superior había unos que él reconocía muy bien, exactamente en el orden necesario para que se formara el nombre “ATEM”, Yugi reaccionó y se dio cuenta de que ese lugar pertenecía a su oscuridad, el pequeño abrazó el pergamino a su cuerpo y se sintió feliz de dar con ese lugar, ahí podría pasar la noche ya que no tenía donde quedarse y seguramente no había muchos que conocieran el lugar por las condiciones en las que estaba.

El pequeño oji-amatista salió a buscar un poco de agua al canal, tenía sed, había llevado con él un pequeño cántaro que se había encontrado en la pequeña choza del oji-rubí, tomó un poco y llevó lo demás adentro, volvió a salir para buscar algo de comida, se sorprendió mucho de encontrar un sembradío de melones, también cerca de ahí había algunas palmeras datileras y había algunas higueras, el pequeño recolectó un poco de cada uno, recordó algunas de las lecciones de su abuelo sobre el antiguo Egipto sobre los alimentos que se consumían en esos tiempos.

Cuando regresó a la choza con la bandeja de la cosecha vio que la puerta estaba abierta, se extrañó un poco ya que él no la había dejado así, así que dejó las cosas a un lado y se asomó por la ventana encontrando a quien tanto quería encontrar sentado en el suelo recargado en la pared con una mano en su costado, antes de que le ganara la emoción y la preocupación puso sus pensamientos claros y entró para ayudarlo en lo que pudiera, ese era el comienzo de la misión.

— ¿Te puedo ayudar en algo? –Dijo el pequeño tricolor llegando al costado de su Yami mirándolo con preocupación.

—*Aibou* -Pensó el oji-rubí al ver al oji-amatista, pero al ver su color de piel pensó que no podía ser él -*No, estoy delirando, este chico no es mi Yugi* Emm… si, gracias, disculpa ¿quién eres tú? –Preguntó extrañado.

—Siento ser tan maleducado –Dijo con una sonrisa nerviosa –*Ahora qué le digo, piensa rápido Yugi, piensa rápido, ahh… Ya sé* -Después de pensarlo unos segundos respondió –Soy Heba, mucho gusto ¿y tú quién eres? -Preguntó haciéndose el desinteresado.

—Mi nombre es Atem –Dijo sin más mirándolo detenidamente, ese chico le recordaba mucho a su luz.

 

~~~~~~Continuará~~~~~~

Notas finales:

¡Konnochiwa minna! Lizzie Vidal reportándose, bien, espero que el capítulo uno de esta historia les haya agradado y así, siempre yo con mis locuras y así jaja x’D

Espero que todos estén muy bien, nos leemos en el próximo capítulo de esta historia, cuídense mucho, ja ne! :*

Yo: Despídanse chicos y dejen de estar con sus arrumacos –Dice sacando más pañuelos de papel mirando a Yami acorralando al pequeño Yugi en el sillón mientras lo besa apasionadamente.

Yugi: Etto…. Si –Dice el oji-amatista librándose de las garras del dragón Yami y este da un resoplido decepcionado –Ja ne minna! –Dice dando una sonrisa tratando de ocultar el carmín de sus mejillas que le provoco el oji-rubí.

Yo: Yami… Despídete –Dice mirándolo con desdén.

Yami: Ja ne minna –Dice sentado en el sillón recargando sus codos en sus piernas y su rostro entre sus manos sin ánimo.

Bueno ahora si, ja ne minna! Nos leemos pronto, sayonara. ♥


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