Fué cuando comenzó a fumar cigarrillos. Fué ahí cuando me dí cuenta que Matsukawa era realmente sexy.
Bueno, él siempre lo había sido. Tenía esa aura de chico-super-genial, y los cigarrillos solo ayudaron a su imagen.
Se veía perfecto haciéndolo. Pacifico, tranquilo. Como si aquello fuera lo correcto para él.
Daba caladas largas, con el cigarrillo entre la punta de sus dos dedos, y miraba hacia un punto perdido, cerrando levemente los ojos mientras el humo ingresaba a sus pulmones.
Luego regresaba a la realidad. Sonreía, hacía un comentario torpe o contestaba a algo, con normalidad, como si nada. Y un momento después, entre frase y frase, dejaba salir el humo. Lento, tranquilo, hacia arriba y de a poco, un humo con un olor que al principio me desagradaba.
..
Fué un día que nevaba.
Habíamos ido a ver un partido de voley de nuestra antigüa escuela.
Estabamos esperando el bus que nos llevaría cerca de nuestras casas, cuando Mattsun encendió un cigarro.
A esa altura yo ya estaba acostumbrado a que él fumara en cualquier momento, y ya casi no me quedaba parado a observarlo como idiota igual que lo hacía al principio.
El olor del tabaco había comenzado a gustarme, vaya a saber uno si porque realmente me gustaba o porque era un olor que ya era parte de Matsukawa.
-Es bueno para el frío -me dijo de la nada-. El humo te calienta la garganta; aunque apenas un poco, es reconfortante.
Y continuó fumando mientras observaba un punto perdido.
Iba fumando más de medio cigarrillo cuando se me ocurrió.
-¿Me das un poco? -le pregunté.
Me miró con los ojos levemente más abiertos de lo normal. Pero aún así no dijo nada.
Le dió otra calada más y se acercó a mi.
-Abre la boca -me dijo.
Y yo me estaba preguntando qué demonios tenía que ver abrir la boca con compartirme de su cigarro, cuando lo hizo.
Apoyó sus labios en los mios, ambos con la boca abierta, y me pasó todo el humo que había en sus pulmones.
Lo comprendí. Mi garganta ardió, tal vez demasiado al ser la primera vez.
Se separó de mí y se quedó observandome.
-Dime algo -me dijo.
-Es verdad que pica la garganta -le dije con los ojos un tanto llorosos.
-Lo has aspirado bien -me sonrió.
Un momento después, solté el humo.
El continuó fumando, y yo quedé mirando un punto indefinido a lo lejos.
-¿Me das un poco más? -le dije cuando ya no quedaba casi nada.
Me observó durante un instante incrédulo, y luego sonrió tan abiertamente como pocas veces hacía. Fumó el resto del cigarrillo, arrojó la colilla y se acercó a mí.
Puso sus manos en mi nuca, y apoyó su boca contra la mía.
Sentí el humo ingresar directo a mis pulmones, y luego una lengua en mi boca.
Me aferré a su pecho, y correspondí el beso.
Mi garganta ardía, me estaba quedando sin aire, y el beso de Mattsun era lento, húmedo y con sabor a tabaco.
Nos separamos un momento después y yo dejé salir el humo.
Lo miré y él me estaba mirando también, esperando mi reacción.
-Ya no tengo tabaco -me dijo-, pero te puedo ofrecer algunos besos y todo mi amor.
No supe si reír o llorar. Mattsun era una sexy caja de sorpresas.
No recuerdo si ya me gustaba desde antes de que empezara a fumar cigarrillos. Tampoco él recuerda si yo le gustaba desde antes que yo me la pasara observándolo como bobo mientras fumaba.
Pero si recuerdo que luego me lancé a abrazarlo por el cuello, y que acepté ambos, su amor y sus besos.