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HEART ON A CHAIN /CORAZÓN ENCADENADO por Loraine Ishmouth

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Notas del fanfic:

MARCO X ACE

Notas del capitulo:

 Hola, gracias por entrar a esta historia y espero que les agrade.

Aquí básicamente aclarare las cosas más importantes.

1-La historia no me pertenece el libro se llama heart on a chain de la autora Cindy C. Bennett.

2- Solo tomare los capítulos del 1 al 4 de ahí en adelante, si habrán cosas que reúse pero básicamente hare lo que me dé la gana y cambiare casi todo el libro (esa es la gracia de una adaptación que no sea un copy/paste) 

3-Solo subiré otro capítulo una vez que haya terminado de escribir al menos siete (actualmente tengo 4 hechos así que tampoco es mucho tiempo)

4-Si no siento aceptación voy a eliminar esta historia, quiero saber si les gusta o no.

5-Cambio en el estilo de narración: El libro está narrado en primera persona, no me acomode con el uso de este estilo así que después del capítulo 2 está narrado en tercera persona.

Y bueno por ahora eso es todo.

CAPITULO 1

 

SIETE AÑOS ANTES

 

Marco observo a Ace mientras el metía su mano en la escasamente poblada caja de san Valentín. Esta sensación era extraña para él, esta inseguridad.

 

El no daba su vida como garantizada, su padre tenía un buen empleo y siempre había tenido todo lo que necesitaba y un poco más, así que realmente nunca se había planteado la bendición que tenía al poseer una vida tranquila, pero tenía la edad suficiente para entender que no todos tenían lo que el sí.

 

A él le había gustado Ace desde que lo había conocido, cuando su padre adoptivo Edward Newgate lo había llevado al jardín de infantes, no había querido estar ahí, en un lugar que no conocida rodeado de caras extrañas.

Fue un niño pecoso de cabello negro que había caminado hasta él y con una sonrisa lo había guiado a la caja de arena y se habían convertido en amigos de ahí en adelante.

 

Debido a su aprecio y atención a él, era que se había dado cuenta de su cambio en los últimos años. Había pasado de ser el chico dulce que siempre sonreía, que amaba comer carne y odiaba las matemáticas a alguien que estaba en silencio permanente y que casi no sonreía.

 

Le hizo sentir triste porque no sabía el porqué de esa situación y no tenía idea de cómo arreglarlo y encontrar de nuevo a su mejor amigo y de una vez por todas aclarar sus sentimientos.

 

Él era muy joven como para saber lo que sentía, tenía hermanos mayores y un padre muy dispuestos a hablar con él y cuando se habían mudado y un sentimiento mucho más intenso que la nostalgia lo había poseído no sabía que era.

 

Le dolía dejar su vieja ciudad con su casa, sus vecinos, la señora que le daba galletas en la panadería, pero indiferente a todo eso, le dolía mucho el hecho de que no podría ver a Ace todos los días como tenia acostumbrado.

 

Había pasado unos días comiendo escasamente, sin querer salir a jugar, él no era un tipo caprichoso así que entendía que su padre no se había mudado porque quisiera si no porque el trabajo así se lo exigió.

 

Pero la nostalgia por Ace se hacía muy fuerte y pronto se encontró llorando en los brazos de su padre diciéndole lo mucho que quería darle un abrazo a su amigo pecoso y lamentando el hecho que no podía visitarlo porque la ciudad a la que se había mudado quedaba verdaderamente lejos.

 

 

Se tardó uno o tal vez dos años en darse cuenta de sus sentimientos. Y joder que le había dado duro darse cuenta de su sexualidad y su primer amor al mismo tiempo.

 

Y por eso cuando tuvo la oportunidad de volver estaba extasiado por el hecho de que tal vez podría reconstruir su amistad con Ace y tal vez, solo tal vez, confesarle sus sentimientos.

 

Se dio muy duro contra la realidad.

 

Aun así marco no dejo de intentar, pensaba que si solo insistía podría encontrar ese chico otra vez.

 

El chico pecoso saco una a una las tarjetitas decoradas que algunas de las chicas le dejaron en la canastilla, marco podría haber jurado que le eran indiferentes si no fuera por la sonrisa pequeña que recorría sus labios rosados.

Fue cuando saco la de él que su corazón casi se para, era mucho más notable que las demás ya que se había encargado de hacerla a mano con muchos pliegues de papel de colores y dibujos de naves espaciales y estrellas.

 

Tal vez no debería haberle dado eso, pensó, no era como si los niños les regalaran cosas a otros niños, pero sus hermanos dijeron que estaba bien así que lo hizo, ahora empezaba a darse cuenta de que tal vez había sido mala idea y un rubor amenazaba con extenderse por su cara.

 

Algo asombroso sucedió entonces, su rostro mostro la sonrisa más grande y hermosa que marco alguna vez hubiera visto, y lo miro fijamente, bellos ojos grises atentos a los azules de marco y el chico rubio se sintió aliviado.

 

Ace le hizo una seña con la mano que acerco a marco a su amigo, el pecoso miro que nadie estuviera prestándoles atención y lo guio dentro del armario de los abrigos.

 

Marco lo siguió con inseguridad frunciendo el ceño, frotándose las manos hasta que vio a Ace. Su rostro se despejo en una sonrisa amable.

 

Marco siguió hasta que estuvo en frente de Ace. El miro hacia el piso y marco estaba a punto de preguntarle que le pasaba cuando el otro lo miro de nuevo y junto sus labios con los de él.

Lo estaba besando.

Marco sintió como si mil ranas (tenía diez, era lo más romántico en lo que podía pensar) saltaran dentro de su barriga y decidió que era un sentimiento agradable cerro los ojos antes de derretirse, inocentemente, devolviendo el gesto amable.

 

Se sonrieron y las cosas volvieron a ser como siempre.

 

Marco  y su familia se mudaron cuatro meses después.

El incidente del beso no fue confesado a sus hermanos y padre hasta tres años más tarde.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

 

¡Wham! El golpe con el dorso de la mano me tira al suelo. Levanto la vista hacia él, determinando en un segundo si debo levantarme o permanecer el en suelo. Me encojo sobre mí mismo anticipando otro ataque que nunca llega.

 

Tome la decisión acertada.

Mi padre se aleja de mí con una mirada asqueada.

 

- limpia el desastre que hiciste, Ace- dice, pateando un plato con los restos de comida que se choca tristemente contra la pared del comedor.

 

- sí, papá- respondo

-¿me estas contestando?- puedo sentir como sube de nuevo la ira.

- no señor, lo siento- odio el tono adulador de mi voz, pero soy impotente contra él, así como en todos los aspectos de mi vida.

 

Recojo los restos de comida con mis manos, poniéndolos de nuevo sobre el plato, limpio un par de botellas de cerveza con la parte delantera de mi camisa y las pongo de nuevo en su lugar. Doy gracias de que no se rompieron, eso solo hubiera acarreado una nueva paliza para mí.

 

Espontáneamente la foto que se oculta debajo de mi colchón llega a mi mente, en ella hay una foto donde estamos yo, mi padre y mi madre sonriendo y ella se ve joven, sonriendo y está embarazada.

 

Tenía ocho años de edad en ese momento y estaba demasiado feliz, ese año empezaba lo que yo imaginaba en ese entonces que era lo más genial de lo genial ser alumno de sexto grado, el mayor de la escuela.

 

El día en que la foto fue tomada se estaba celebrando mi cumpleaños, en año nuevo y mi padre no podía esperar para darme el regalo.

 

Miro por la ventana de la cocina el regalo de cumpleaños sorpresa de aquella vez.

En el patio en un árbol muy viejo y grande hay construida una perfecta casa del árbol, del tamaño perfecto para que yo, incluso con 19 años ya cumplidos pueda tener en ella una cama provisional para cuando las cosas con mi padre se ponen demasiado violentas y sobra espacio para varias cosas más, en fin, es como una habitación normal.

 

Mientras llevo el plato sucio de mi padre al fregadero, recuerdo el día en que construyeron la casita del árbol. Los albañiles corpulentos que lo habían construido habían hecho vigas de amarre en el piso para que no dependiera todo del árbol y la madera es de roble, para que dure muchísimo tiempo.

Tuve que esperar tres días para poder usarla y tres días son una eternidad para un niño de diez años, se supone que en algún momento de mi vida debía compartirla con quien sería mi hermanito menor pero eso no sucedió nunca.

 

Rápidamente lavo el plato, el lavavajillas dejo de funcionar hace años y el pensamiento de llamar a un técnico para que lo arregle, es tan extraña como un viaje a parís.

 

Con sigilo me deslizo por la puerta trasera.

Es ridículo que tu única vía de escape sea un objeto inanimado una casa del árbol por así decirlo, pero es lo único que me queda de mis tiempos felices y por eso hago tanto empeño en cuidarla y mantenerla en pie.

 

Con cuidado trepo por las escaleras de madera y llego al interior, allí me espera el lio de mantas y cojines que he robado de casa y me acomodo entre ellos como un pequeño nido hay una tormenta iniciándose afuera y cierro la compuerta de la casita del árbol junto con la cortina de la ventana. Las luces de mi casa están apagadas y mi padre no se preocupa por saber dónde estoy.

Su falta de atención dejo de ser dolorosa hace tiempo y es mejor, si eso me hace invisible a él y su violencia.

 

Pienso en el día de mañana, es mi último año de preparatoria y debería por lo menos comprarme algo nuevo que no me quede terriblemente ajustado. Rio con cinismo, y me permito sentir lastima de mi por uno o dos minutos.

 

Luego me duermo.

Ultimo año.

Ugh.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

 

Odio el primer día de escuela.

En realidad odio todos los días de escuela, pero este en especial es el más insoportable.

Se siente en el aire el optimismo de los demás por ser el último año y luego podrán cada uno enfrentar su vida real.

Yo no tengo vida real así que este año es más temible que todos los demás.

 

- cuidado fenómeno-

 

Uno de los de primer año me empuja mientras pasa por el pasillo. Los de segundo años los miran con interés, solo el tiempo decidirá si los novatos se unen al juego, o si tendrán lastima de mí y me dejaran en paz.

 

Me aparto y veo a Marshall Teach y su sequito de seguidores, él es una buena razón para tomar la ruta contraria aunque tenga que darme más prisa por llegar al salón.

Él es el jefe de mis torturadores.

 

Fue en el verano de antes de la escuela secundaria que de repente empecé a “florecer” me hice más alto, empecé a marcar músculos, mi voz se hizo gruesa y de repente todo me quedaba corto y apretado, para ese entonces mi padre ya estaba en su mundo loco, y no le preocupaba un hijo en crecimiento así que me convertí en un ladrón.

 

De noche cuando mi padre estaba lo suficientemente  dormido o ebrio sacaba uno o dos dólares de su cartera para ir a la tienda de ahorro y en más de una ocasión vergonzosa, fui a barrios lejanos y robe ropa en los tendederos, nunca deje de sentir culpa por eso.

 

Aunque la ropa me quedaba mejor que cualquier opción que tenía seguían marcándome. En la escuela fui capaz de convertirme en observador, siendo dejado solo e ignorado, en la escuela secundaria finalmente termine por convertirme en objetivo.

 

Fue Teach quien comenzó con el bulling. Había empezado a desagradarle por alguna razón desconocida y el también creció en esos años, se puso muy musculoso y le empezó a crecer la barba ganando admiradoras y la cúspide fue cuando fue seleccionado para el equipo de futbol de la escuela y con ello vino su racha de crueldad. Conmigo para afinar sus habilidades.

 

La primera vez que lo oí hablar de mí estaba con su grupito de amigos y yo pasaba por su lado.

 

- no perteneces aquí- pronuncio con su peculiar risa que sonaba como un “zehahahaha” – sería mejor que no hubieras nacido-

 

Me di la vuela humillado y corrí  lejos de él.

 

Luego fue imposible defenderme. Al parecer el había escuchado a sus padres hablar de mi familia, de mi madre muerta y de mi padre drogadicto y solo yo sabía que tan ciertos eran esos rumores.

Sin embargo el no sabía la historia completa y yo no iba a acercarme, informarlo y darle más mecha.

Con mi ropa de segunda mano era más que suficiente.

 

Con su abuso, cualquier tipo de autoestima que tuviera se desvaneció y no luche por recuperarlo cuando me insultaba, me golpeaba o golpeaba mi bandeja de comida de la cafetería tirándome los alimentos encima.

 

Fue sorprendente el ritmo con el que los demás estudiantes se unieron, los que no, me evitaban como si fuera la peste para no recibir ninguna de las balas dirigidas a mí.

 

Desde entonces había sido un juego de supervivencia, mientras me apresuraba para salir de su camino.

 

Mi cabello negro ha crecido con los años y con los escasos cortes que puedo costearme he aprendido a utilizarlo como un bonito velo para ocultar mi rostro, me llega a los hombros pero no me hacer ver menos hombre.

¿La desventaja? Que resulta muy fácil que alguien hale de él.

 

Voy dirigiéndome a la segunda clase del día con la cabeza gacha, cuando lo veo.

 

Marco Phoenix.

 

Siento que me chocan por la espalda pero no me empujan.

 

- lo siento- oigo que susurra, probablemente no sabe a quién golpeo.

 

Lo miro con la boca abierta mientras se aleja.

Me trae a la mente un montón de recuerdos que creía olvidados.

 

El había ido a mi escuela primaria y nos habíamos conocido prácticamente desde el jardín de infantes. Me había gustado de manera infantil e inocente porque nunca era malo con nadie.

Era popular sin querer serlo o sin importarle si lo era.

El había estado conmigo en esos primeros años donde mi vida había empezado a oscurecerse.

 

Llega a mí el recuerdo de ese beso, ese primer y único beso en el armario de los abrigos. Por supuesto en ese entonces lo había hecho inocentemente y sin segundas intenciones pero ahora que era un adolescente hecho y derecho significaba mucho más para mí de lo que probablemente significo para él.

 

Ellos se mudaron ese mismo verano y yo no me di cuenta hasta que el nuevo año escolar había empezado, y sin embargo ahí estaba de nuevo.

 

Había crecido, había cambiado, pero era él. Era alto, mucho más que yo aunque recuerdo que éramos de la misma estatura cuando se fue, tal vez metro ochenta, su cabello rubio claro estaba rapado en los lados de su cabeza y abundante arriba, y le quedaba supremamente bien. Su mandíbula es fuerte, cuadrada, masculina. Se ha convertido en un hombre atractivo… a diferencia de mí.

Con lo hipnotizado que estoy, no estoy cuidando como siempre de los codos y pies dirigidos a mí, así que cuando viene, no estoy preparado, mis libros caen a mis pies causando alboroto y el me mira.

La humillación se multiplica por mil cuando en sus ojos azules brilla un destello de reconocimiento y una sonrisa perpleja se forma en sus labios.

Humillado me apresuro a recoger mis libros y huir por las escaleras, atormentado por el hecho  de que tal vez me sorprendió mirándolo, y de que vio el tipo de deporte en el que me convertí.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

 

¿Qué les pareció? Bueno, malo ¿pésimo? ¿Merece continuación?

Espero sus opiniones.

Notas finales:

¿QUE LES PARECIO? espero que les guste de verdad, en cuanto a mi otro fic, estare actualizando pronto.


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