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「fortitude」 por inferioritycomplex

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Notas del fanfic:

No.6 y sus personajes pertenecen a Atsuko Asano. 

Notas del capitulo:

¡Hola! Este es el primer fanfic que publico...

 

Francamente, muero de vergüenza al hacer esto. Estoy muy nerviosa.

 

No. 6 es de esas historias perfectas pero con un final que, a la mayoría del fandom, nos dejó con un sabor agrio en la boca, ¿no? xDDD

 

Puede que parezca latoso leer tanto... ni yo me esperé escribir tanto. Pero debido a que, si bien el final de la novela no es malo, quedé un como inconforme porque PUTO NEZUMI(?) -lol- Es que el muy idiota se fue y dejó al pobre de Shion con todo el peso -__- Quedé inconforme con el final y se me antojó escribir algo así como una continuación para que mi alma por fin pueda descansar en paz -dramaqueenpls-

 

Asano-sensei, perdóname por lo que planeo hacer (???)

 

Por ello de lo latoso del capítulo. Quise mantener un poco la forma en la que las traducciones que leí estaban escritas. Con los pensamientos y narraciones de los personajes metidos entremedio (entiéndase, pasar del narrador omnisciente al protagonista sin algún aviso[?]). Quizás sea enredado, idk, pero me pareció entretenido.

 

 

 

Capítulo 1.

melancolía

 

 

 

Todo estaba listo para la celebración de mañana al medio día. Era la primera que se llevaba a cabo desde que los muros que recorrían los bordes de No. 6 cayeron. Mañana se festejaría la libertad de cada habitante, se rendiría homenaje a quienes murieron en el proceso y se recordaría el sendero que debían seguir para no recaer en lo mismo.

 

Elyurias no nos dará otra oportunidad si fallamos.

 

El peso de aquello residía sobre los hombros de Shion. Hasta se podía pensar que por esa carga apenas y había crecido poco más de tres centímetros en tres años y un poco más. Tres años y un poco más desde que el Correccional cayó. Tres años y un poco más desde que salió del infierno que fue obligado a vivir en su adolescencia. Tres años y un poco más desde que tuvo a Nezumi a su lado.

 

Nezumi... vuelve... lo prometiste.

 

Aún podía recordar el calor de su cuerpo bajo las sábanas, hombro con hombro en el destartalado pero cómodo colchón sobre esa cama chirriante del Bloque Oeste. Nunca en su vida hubo pasado mejores noches que aquellas. Incluso en invierno, la calidez estaba asegurada en la peligrosa y gélida noche cuando dormía en la cama de Nezumi.

 

Cada vez que cerraba los ojos, ese gris que se asemejaba al cielo justo antes del amanecer, aparecía vívido en su memoria. Su voz seguía intacta en sus memorias. Y esa promesa calentaba hasta hoy sus labios. La dulce y pura forma en que fue sellada no la podría olvidar jamás. Nezumi, para mí el mundo no significa nada sin ti. Nada. Shion seguía fiel a esas palabras que le dedicó en su despedida. Su mundo no significaba nada sin ese gris observándole, sin ese sarcasmo ácido que tanto le fastidiaba y sin las miles de sonrisas que Nezumi era capaz de gesticular.

 

¿Ese fue un beso de despedida? ¿Te atreviste a mentirme, Nezumi?

 

Esa mezcla de sensaciones seguían embriagándolo cada noche que intentaba dormir; el miedo de no verle nunca más; el cariño que se tenían; la tibieza de sus labios; la gentileza de su tacto; la... la pasión que evidenciaba en cada movimiento. No, jamás podría olvidar ese beso. Y aunque esa prostituta en el callejón en el Bloque Oeste lo hubiese besado a la fuerza y aunque él le hubiese dado un sutil beso de "Buenas noches" días antes de su invasión al Correccional, en su corazón sentía que esa fue la primera vez que besó a alguien. Sentimentalmente profundo e íntimo, aunque demasiado corto para su gusto. Efímero pero exquisito.

 

Nezumi, te reirías de mí si estuvieras aquí. Siempre has adivinado lo que pienso... y ahora sólo pienso en ti, en el último momento que estuvimos juntos. Por favor, vuelve. No me importa si te vuelves a burlar de mí, sólo... sólo vuelve.

 

¿Es que acaso puedes creer en su palabra? Sí. Pero, ¿cumplió la promesa que te hizo mientras te ahogabas en el dolor que te causaba la avispa? No, pero... ¿Pero? Nezumi no te dio su regalo por mejorar. Probablemente no cumpliría tampoco su promesa de volver.

 

No volverá...

 

El tiempo no siempre cura las heridas. Si dejas sin cuidado una herida es muy probable que esta se infecte y el dolor incremente. Punzará. Quemará. Arderá. Hasta se pudrirá si empeora. Y deberás amputar el tejido dañado antes de que contamine lo demás. Necesitarás un poco de desinfectante, aguja, hilo y gasa para que recién ahí empiece a sanar como es debido.

 

Shion necesitaba a Nezumi para sentir que estaba vivo. Nezumi lo traía de vuelta a la realidad con esos pozos grises que tenía en el rostro.

 

¿Volvería a oír su voz elevando su alma?

 

Esperaba que sí.

 

Le prometí a Nezumi que lo haría. Tengo que hacerme más fuerte para ser su igual. Para alcanzarlo.

 

Nezumi, cuando vuelvas verás el hombre en el que me he convertido y ya no podrás reírte de mí.

 

Día tras día se decía lo mismo cuando se desanimaba más del límite autoimpuesto. No podía permitirse ese estado anímico. No podía deprimirse porque eso significaba desperdiciar su vida. Tenía que vivir por todos aquellos que perdieron la vida frente a él, por los ciudadanos de dentro y fuera de los muros. Y por Nezumi, a fin de cuentas él le salvó el pellejo varias veces. Tenía que aprovechar su vida.

 

Pero es tan difícil.

 

Claro, no siempre lo fue. De hecho, el primer año se le pasó volando. El trabajo en el Comité de Restauración estaba recién andando y debía organizar y delegar las funciones. Desde las sombras y muy sutilmente, Shion se encargaba de dirigir todo y a todos, al menos hasta que ya cada uno pudiese desempeñar bien su papel.

 

Cuando todo empezó a ir viento en popa, Shion fue consciente de su realidad. Su realidad en Lost Town, con Karan, su madre, atendiendo la panadería a diario; con Lili viniendo sin falta para llevar los panquecitos que tanto le gustaban; con Inukashi, visitándolos seguido con Shionn que cada día estaba más grande; con Rikiga cortejando a Karan sin perder la esperanza. Pero... era una realidad sin Nezumi.

 

En secreto añoraba ese lejano invierno en el Bloque Oeste. Crudo y suave. Feroz y amable. Frío y cálido. Intimidante y reconfortante.

 

Lo añoraba tanto por tener ese cable a tierra a su lado. No perdió la cordura por muy dura que fue la realidad frente a sus ojos. Y cuando la perdió, cuando estuvo al borde de acabar consigo mismo y con esa vida que no dejó escapar, él le trajo de vuelta. Le hincó las garras y dientes a la vida por él. Lo arrastró de vuelta a la vida. Destrozado, temeroso, lloroso. Ese era el Nezumi que lo golpeó y lloró sobre él. Ese frágil chiquillo que en su cumpleaños número doce apareció en su ventana, se reflejaba en sus ojos generalmente inexpresivos.

 

En ese momento fue cuando cayó en cuenta de que no era amistad, deseo o cualquier otra cosa similar lo que sentía por él. Las interminables lágrimas que surcaron el precioso rostro de Nezumi en ese momento le hicieron esclarecer sus sentimientos.

 

Amor.

 

Shion amaba a Nezumi.

 

Entre el terror y el aroma a muerte, sangre y sudor. En ese infierno en la Tierra, en el Armagedón de No. 6, Shion supo qué era el amor. El ambiente nunca fue el más propicio para generar esa clase de sentimientos, pero lo hizo. Nezumi lo enamoró con sus lágrimas.

 

Fue justo como el día del tifón. Tenía el deseo de protegerte con mi vida. Tan frágil...

 

Pero Nezumi no era frágil, Shion lo sabía de sobra. Lo vio, lo sintió y lo presenció muchas veces. Incluso, no era Nezumi el que necesitaba protección, era Shion el que siempre era salvado.

 

Me salvaste tanto que tu deuda la pagaste con intereses. No tienes razón para volver.

 

Sí. No tenía razón para volver, ¿cierto?

 

¿O la tenía?

 

Shion se recargó pesadamente en el respaldo de la mullida silla, con los ojos cerrados. Su cabeza empezaba a doler, como ya venía sucediéndole hace un tiempo. Con el índice y el pulgar de su mano derecha apretó el puente de su nariz a la vez que arrugaba el ceño. Aquello le brindaba una efímera sensación de descanso.

 

-Shion, ya es tarde. ¿No crees que ya es hora de que te vayas a casa? -Torey le dedicó una mirada de desaprobación, dejando una carpeta sobre el escritorio.

 

-Necesito terminar el proyecto antes de irme. Sólo me falta organizar el proceso para las elecciones de los representantes de cada sector de la ciudad en el Congreso. -Un cansado Shion enderezó su postura para forzar sus mejillas a sonreírle, como si dijera que estaba bien.

 

-¿Sólo eso? -La sorpresa se leyó claramente en los ojos abiertos de Torey- ¿Ya terminaste el proyecto del poder Ejecutivo y el Judicial? -Pese a que lo encontraba asombroso por su rapidez, intentó recuperarse para imponer su bienestar antes del trabajo- Shion, aún falta una semana para presentar los proyectos en la reunión. Debes descansar. Además, mañana tienes que dar el discurso, ¿recuerdas? Todos coincidimos en que tú debías hacerlo.

 

-Torey, el Comité debe disolverse en seis meses. No puedo darme el lujo de descansar cuando todavía debemos ajustar los últimos detalles para las Instituciones faltantes.

 

-Sí. Pero hoy esto no entra en discusión. Shion, ¿cuándo fue la última vez que llegaste a cenar con tu madre? Ve, regresa temprano. Acaba de anochecer, si te apuras, alcanzarás a comer con ella.

 

Torey tenía razón. No recordaba la última vez que disfrutó de una comida tranquilamente. También acertaba en que debía descansar, pero Shion no quería. Descansar implicaba tener la mente libre y despejada para perderse en divagaciones que le causarían dolor. Y eso lo detestaba. Pero estaba tan agotado tanto física como mentalmente que estaba seguro de que podría dormir hasta el próximo mes.

 

Shion se puso de pie con lentitud. Torey pensó que se debía al entumecimiento por pasar tanto tiempo en la misma posición por mucho tiempo, o algo de pereza por moverse, pero no. Shion estaba mareado.

 

Cuerpo entumecido, mareo, latidos irregulares, temblor suave... Se me bajó el azúcar. Huh, ¿cuándo fue la última vez que...?

 

El hilo de sus pensamientos estaba algo difuso. Con una mano se apoyaba en el escritorio y con la se sostenía la frente, debajo del flequillo. Shion sentía que si realizaba cualquier movimiento, quedaría estampado en el suelo.

 

Se sentía débil y el estómago le ardía, se encogía y calentaba. Eran los ácidos gástricos en exceso, deshaciéndose de la mucosa que revestía el interior del órgano que lo protegía de los mismos cuando aumentaban en concentración para digerir los alimentos que en este momento brillaban por su ausencia. Rogaba por algo de comida para destruir y consumir, nutrir el cuerpo y mantenerlo sano.

 

Aún así, era una sensación que le resultaba relativamentente placentera por los recuerdos que le traía.

 

El Bloque Oeste.

 

Allí el hambre era cosa de todos los días -aunque no tan extrema como la de Shion ahora-

 

Pero aquí y ahora, tanto en la nueva No. 6 como en los alrededores, el hambre ya no existía.

 

-Shion, estás pálido. ¿Te sien-?

 

Antes de que Torey acabase de hablar, Shion trastabilló hacia atrás y, a duras penas, cayó sentado en la silla que ocupaba. Torey, que hasta ese momento estaba a unos pasos del escritorio, se acercó a Shion para cerciorarse de su estado.

 

-Estás tan blanco como tu cabello... ¿Almorzaste? ¿O siquiera desayunaste? -Soltó un suspiro de resignación al intuir la respuesta. Era inútil preguntar. Shion guardó silencior- Te llevaré a casa, vamos.

 

Después de haber expulsado a Yoming del Comité por malversación de fondos, Torey fue acercándose a Shion y, a su vez, Shion a Torey. Ambos tenían similitudes que facilitaron una buena convivencia, en un principio. Con el pasar de los meses desarrollaron una amistad, la primera que hacía Shion luego de volver a Lost Town.

 

El corazón de Shion aún seguía herido por lo sucedido con Safu. No podía pasar el tiempo con otra persona sin recordarla. Extrañaba esos tecnicismos que solía emplear en una conversación trivial, su desplante franco y transparente, su forma directa de decir las cosas. Extrañaba reír con ella. Por ello le costaba mucho más que antes mantener una relación interpersonal. Aunque, para su suerte, negarse a salir y mantener a las demás personas lejos se le facilitaba por el trabajo extra que se echaba sobre los hombros.

 

Sin embargo, Torey había sido el único que le conocía más allá. Conocía parte de ese Shion que permanecía suprimido más del noventa por ciento del tiempo. Era una relación similar a la que tuvo con Yamase en su anterior trabajo, con la diferencia de que Torey había ido a cenar un par de veces a Lost Town. Aunque fue casualidad en un principio, ya que la panadería de Karan gozaba de cierta fama y esto causó la llegada de Torey a su hogar, con las semanas acudió invitado por Shion que era incitado por Karan. Cariño, hoy prepararé tarta de manzana para la cena. Deberías invitar a algún amigo a comer. Shion sabía que su madre lo hacía porque se encontraba preocupada por él, así que no podía negarse y le daba en el gusto. Quién habría pensado que ese joven que al principio le daba mala espina por su boca suelta, terminaría en la mesa de su casa comiendo los deliciosos panquecitos de Karan.

 

A fin de cuentas, aquello le facilitó un poco el trabajo en el Comité de Restructuración. Shion era el miembro más joven, por lo cual los comentarios tras él eran muchos. Y con los años fueron aumentando. Ingresó a los dieciséis y hoy, a sus veinte, se había ganado uno que otro rencor desde las sombras. Se atrevería a decir que de la misma índole que la de Yoming. Quizás aún tenga ojos dentro del Comité, había pensado más de una vez. No era tan descabellado pensarlo si enumeraba los "accidentes" que su trabajo, sus proyectos, sufrían de vez en cuando. Pero aquello no importaba demasiado, al menos no le quitaba el sueño a Shion. Había mucha gente que lo apoyaba, que tenía muchas esperanzas en él.

 

El elite que pasó desde lo más alto a lo más bajo en una noche.

 

El desconocido causante de la caída del Correccional.

 

La última esperanza de la ciudad para que no fuesen masacrados por ese insecto mágico que vieron la noche en que los muros cayeron.

 

Todos lo sabían. E incluso conscientes de ello, algunos buscaban dañarle. Qué extraño era el ser humano. Por avaricia, codicia o envidia los humanos eran capaces de olvidarse de su humanidad, de ensuciar su alma sin importarles el costo. Razonaban ilógicamente. Olvidaban los errores pasados y se tropezaban con la misma piedra una y otra vez. Los humanos poseían tanta inteligencia que se restaba por esa insana estupidez. Así, nunca podrían progresar.

 

Si todavía existían personas así, No. 6 no podría cambiar. Regresaría al mismo punto, convirtiéndose en esa Ciudad Parásita que tanto mal causó.

 

Por eso Shion no podía huir. Elyurias confió en él gracias a Nezumi. Y Nezumi le prohibió huir. Tenía que desempeñar ese rol que estaba destinado a desempeñar.

 

La ciudad aún estaba en pañales y Shion era el encargado de enseñarle a caminar.

 

Torey arrastró a Shion por los pasillos del edificio rumbo a la salida. Era como sostener un muñeco del tamaño de un niño; lacio, liviano y maleable. Shion estaba débil en ese momento y apenas podía arrastrar los pies por el suelo, arrimándose a los hombros del otro y siendo sostenido por el costado. Hasta hablar le pesaba, por lo que no pudo negarse.

 

Estaba siendo una carga. Débil.

 

Inevitablemente, aquello le trajo a la memoria la infinidad de veces en que fue salvado y ayudado por Nezumi.

 

Una baja de azúcar era peligrosa. Shion lo sabía. Estaba al borde de perder la consciencia y sus pensamientos eran difusos, apenas sentía el cuerpo y no tenía la suficiente fuerza como para mantenerse en pie sin tambalearse.

 

Poco a poco, su borrosa visión fue tornándose oscura, sumiéndolo en el mar de ensueño que su subconsciente le otorgase. Esta vez no lucharía contra sí mismo para mantenerse despierto, esta vez quería permitirse un vago descuido para huir de la realidad momentáneamente.

 

Miraba mis pies. Sentía los ojos ardientes, aguados. Era molesto porque difuminaba lo que tenía a la vista, aunque no fuese muy interesante ver mis zapatos sobre la tierra.

 

El viento sopló, acariciando mis mejillas. Trajo el murmullo de un pensamiento, no, más bien palabras recién dichas.

 

-Nezumi, para mí el mundo no significa nada sin ti. Nada.

 

¿Eh?

 

Sentí unos dedos fríos levantarme la cabeza, pero me vi imposibilitado a levantar la mirada. Tan sólo seguí mirando hacia abajo.

 

Esos zapatos frente a los míos...

 

El gris iba a destruirme.

 

-¿No atenderás, mi niño obstinado? Actúa de acuerdo a tu edad.

 

Ah.

 

Ese timbre era inconfundible aunque lo camuflara perfectamente. Suave y femenino, pero seguía guardando una pizca de la esencia de su poseedor.

 

Podía deshacerme con sólo oírle.

 

No dije nada. No podía hablar. Tenía un nudo en la garganta porque sabía qué pasaba. Era tan doloroso, hasta me temblaba el labio. Podía sentir el surco cálido que brotaba desde mis ojos.

 

Sus labios rozaron los míos. En ese momento tuve un insano deseo por colgarme a su cuello y no dejarle ir, sin embargo, no podía mover mi cuerpo más allá de lo que él tocaba.

 

Le seguí. Tenía un sabor agridulce; por una parte me sentía feliz de su gentileza, su calor me reconfortaba como ninguna otra cosa ahora que me daba cuenta de que sentía amor por Nezumi. Y por otro lado quería echarme a llorar hasta secarme porque no soportaba la idea de no volver a verle. 

 

Me destrozaba. Nunca imaginé que un sentimiento así pudiese existir.

 

Eran abstractas las sensaciones físicas, porque el centro emocional se encuentra en el hipotálamo, en la parte interna del cerebro. Pero era increíble la manera en la que la fuerza dejaba mi cuerpo, en cómo mi estómago se encogía y la garganta se me cerraba al punto de dificultarme el paso de saliva. Las piernas me flaqueaban y los brazos agarrotados caían pesadamente a mis costados.

 

Tenía tanto miedo de perderle.

 

Una pizca de su saliva se coló dentro de mi boca. El beso fue un mar de contrastes; dulce y rudo; delicado y apasionado. Pero efímero. Fugaz. Al menos para mi gusto.

 

Quería más de Nezumi si esta era nuestra despedida. Pero no se lo podía decir.

 

- ¿Eso fue un... beso de despedida? -Me atreví a preguntar, temeroso de lo que diría.

 

- Una promesa. -No me sonrías así, Nezumi. Me duele- La reunión llegará, Shion.

 

La reunión llegará. ¿Puedo creer en eso, Nezumi? ¿No me mentirías, cierto?

 

Tu espalda, ancha y fuerte, fue lo último que vi. Hamlet y Cravat seguían chillando entre tus hombros, de lado a lado, y Tsukiyo en el mío también lo hacía. Parecía que se despedían, ¿te diste cuenta?

 

El viento cortó mi piel de nuevo y las nubes cubrieron el cielo; parece que lloverá.

 

Nezumi, ¿lo notas? No soy sólo yo quien siente tu partida.

 

-Ah.

 

Una fina capa de sudor cubría la frente de Shion. Su respiración era irregular, se encontraba agitado. Tenía la sensación de haber corrido por toda la ciudad sin descanso de lado a lado.

 

-Sigo soñando lo mismo aunque ha pasado un tiempo... -Shion murmuró, irguiéndose en la cama para sentarser- Lo recuerdo tan bien, cada detalle, cada palabra, cada acción. Nunca odié tanto mi memoria como ahora. -Los susurros eran perfectamente audibles para él, pero inaudibles para quien no se encontrase en su camar- Tsukiyo, ¿también le extrañas?

 

Chit-chip. Chit chit.

 

Tuskiyo, el ratón que se quedó al lado de Shion al separarse de su amo, reposaba a un lado de su almohada. Shion le vio nada más al despegar las pestañas, de hecho, le hablaba a él, su confidente y el único con el que podía contar en momentos así, en donde su contenedor llegaba a su límite y las emociones lo desbordaban.

 

Esas emociones que conoció al lado de Nezumi, emociones que él le enseñó.

 

De no ser por Nezumi, jamás habría conocido su humanidad, seguiría siendo ese chico autómata, alguien nacido para desarrollar un determinado papel en el período que estuviese vivo. Una máquina, sin sentimientos y programado para algo.

 

Estaba agradecido con Nezumi por ello. No se arrepentía de haber cambiado.

 

Pero algunas veces le odiaba; una pequeña, ínfima porción de su corazón le guardaba rencor. ¿Para qué me enseñaste todo eso si luego te ibas a ir?

 

A veces, sólo por una fracción de segundo, deseo volver a ser como era antes de conocerte. Vivir era mucho más fácil. No me ahogaba tanto como ahora. Podía hacer a un lado mis emociones, suprimirlas con la facilidad que sólo se puede tener cuando desconoces que posees ese inmenso mundo interior.

 

Luego me arrepiento, porque me enseñaste a amar. Creo que ese doble filo que supone sentir amor hacia ti me ayuda a seguir adelante.

 

¿Estarás orgulloso del hombre en el que me he convertido, Nezumi?

 

Estos días eran los que más odiaba del año. Mucho más que la semana de su cumpleaños, mucho más que la lluvia, el frío y el hambre. Todo eso le recordaba a Nezumi, pero esta semana, en la que se recordaba la liberación de No. 6, suponían un dolor mayor por ser los últimos que pasó con él.

 

Su cumpleaños le recordaba su primer encuentro.

 

La lluvia, el frío y el hambre, los desolados y confortables días en el Bloque Oeste.

 

El fin del invierno, su despedida, que causó una herida tal que hasta el día de hoy destilaba pus; estaba infectada. Y el antiséptico era difícil de encontrar. Por ello no lograba sanar y la cicatriz seguía sin aparecer.

 

Shion se desplomó de nuevo sobre la cama, ondeando sus cabellos blancos en el acto. No tenía fuerzas extras como para moverse. Y el levantarse como lo hizo trajo consigo un desagradable mareo.

 

Esperen, ¿en qué momento llegó a su dormitorio?

 

Estaba en el Comité y... luego... yo... Ah, sí. Torey. Me trajo a casa. Luego le pediré disculpas por lo sucedido.

 

Pensó Shion, fijando la vista en un inexistente punto en el pulcro techo.

 

Su cuerpo se sentía frío bajo las sábanas e incluso estando en una habitación amueblada y construida como se debía, aislada completamente del frío "a la antigua" dado que no empleaba ningún sistema tan sofisticado como cuando vivía en Chronos. Cuando regresó a Lost Town Karan le insistió a Shion que ampliase la casa. Claro, si es que dos dormitorios podían calificarse como "ampliación".

 

Su salud nunca volvió a ser la misma que tenía antes de huir de No. 6 al Bloque Oeste. Es más, ni siquiera cuando vivió con Nezumi tuvo la debilidad que ahora tenía.

 

Producto del estrés que le causaba su cargo en el Comité de Restauración, su constante ida y vuelta a ese pasado que añoraba por estar con Nezumi y el descuido de su alimentación por falta de tiempo, distracción, olvido o simplemente porque el ardor del hambre le recordaba a Nezumi, sus defensas bajaron al grado de que al primer invierno que vivió en Lost Town luego de su regreso se lo pasase engripado y con una fiebre que no lo soltó en días.

 

Debido a eso Karan insistió en una remodelación para que Shion cambiase su húmeda estancia junto a los sacos de harina en la bodega. Así fue como nació un modesto segundo piso en el que se construyeron dos habitaciones. Una para Karan y la otra para Shion. Así ninguno tuvo que volver a dormir ni en el sofá de la sala ni entre la polvorienta harina en la fría bodega.

 

Shion miró por la ventana; aún estaba oscuro. Estiró el brazo para dar con el reloj despertador en el velador junto a la cama para comprobar que estaba programado y sólo entonces volvió a dormirse.

 

-Hace tres años la Ciudad Sagrada ardió en llamas. Todos tenemos ese día tatuado en lo más profundo de nuestra memoria. A algunos les causó dolor, otros sintieron miedo, alegría e incluso algunos se regocijaron de placer, satisfechos por ver a la ciudad caer. No. 6 le causó mucho dolor tanto a sus propios ciudadanos como a los que vivieron en los alrededores; se aprovechó del débil para hacer más fuerte al fuerte. Pese a ello, hoy en día podemos disfrutar de algunas cosas que nos ha dejado, tanto en la medicina como en la tecnología que hoy está al alcance de todo aquél que lo requiera y no sólo de los que tenían mejor posición social. -Shion hizo una pausa para observar a la infinidad de ciudadanos que se encontraban allí. Por la ausencia de muros ahora el flujo de personas era incluso mayor que antes. Hasta podía divisar rostros familiares del Bloque Oeste- Estoy seguro que la gran mayoría quiere celebrar hoy, festejar por la caída de No. 6, por la libertad que todos anhelábamos en silencio. Pero más que celebrar, debemos recordar y aprender de los errores que se cometieron en el pasado para no recaer en lo mismo. Muchas vidas se perdieron en esa oscura noche. Y muchísimas más mientras la ciudad prosperaba. Debemos honrarles, llevarlos siempre en nuestra memoria para que sus vidas no hayan sido en vano. Todos los que estuvimos aquí esa noche sabemos que esta es nuestra última oportunidad. No se nos permitirá fracasar otra vez. -Los murmullos se hicieron más audibles. Shion era capaz de oírles desde su posición en el parque, un tanto elevada para que pudiesen verle. Tras él, los principales miembros del Comité estaban sentados en sus respectivas sillas. Se animó a continuar- Los fundadores de No. 6 la llamaban "Elyurias", y para la gente que antes habitó aquí la llamaba "El dios del bosque". Ustedes le oyeron y recuerdan sus palabras. No tenemos otra oportunidad. Tenemos que ser fieles a nuestra humanidad y no dejarnos corromper por la avaricia. Por favor, tomemos este día como un recordatorio de lo que somos y debemos seguir siendo; seres humanos. -La gente le miraba conmocionada por sus palabras. Muchos de los allí presentes estuvieron cuando Elyurias apareció tras haber seguido el llamado a la revolución hecho por Yoming- Gracias por su atención. -Inclinó un poco su cabeza para despedirse y enseguida un estruendo rompió la quietud. Los aplausos no se hicieron esperar.

 

Todos estaban conmocionados por el discurso de Shion. Era tan distinto a los que estaban acostumbrados. Los discursos que el alcalde daba en la celebración de la Ciudad Sagrada eran una incitación al disfrute, al exceso y al gozo individual de todos. Eran obligados a celebrar. Festejaban sin razón porque así se les ordenaba. En cambio Shion les hizo recordar el punto de inicio. Remeció los corazones de cada uno con su sinceridad, serenidad y humanidad. Causó que sus ganas de festejar su libertad se redujesen a un deseo de mantener inquebrantable aquella libertad, de mantener esa paz que ahora tenían.

 

En ese tiempo muchas cosas cambiaron. Fueron capaces de pensar por sí mismos, decidir por sí mismos. Tuvieron hambre de conocimientos. Saber qué pasaba en su entorno, qué pasó antes. Conocieron a Mozart, a Picasso, a Chaplin. Se admiraron con el poder de Carlo Magno, de Napoleón, de Hitler y entendieron que la dominación sobre otros siempre terminaba en tragedia. Aprendieron que hace mucho tiempo el mundo estaba plagado de países que albergaban guerrillas constantes entre ellos por poder, por tierras o por la mera satisfacción de ser el más fuerte. Se sorprendieron la primera vez que vieron a un payaso, a un mimo y a malabaristas. Conocieron la música, los instrumentos y los cantos. Lloraron con las tragedias de Shakespeare, se maravillaron con los versos tristes de Neruda y bajaron al infierno de Dante.

 

Todo ello fue gracias a los museos y escuelas especiales que el Comité de Restauración creó en estos tres años. Para guardar las apariencias, claro, porque todos (o la gran mayoría) sabía que todo se debía a Shion. Era un secreto a voces.

 

Shion proponía esos proyectos puesto que a nadie más se le cruzaba por la mente. No podía culparlos, aún estaban dormidos, perdidos en ese letargo en el que No. 6 les obligó a estar. No todos poseían la misma fuerza para abrir los ojos y enfrentar la realidad como era. Por eso Shion era el primero en arreglar esos proyectos.

 

Pero la voz corría rápido. El boca en boca no era algo posible de controlar. Por ello todos le guardaban cariño a Shion. Algunas veces incluso recibía regalos pequeños pero con un sentimiento profundamente marcado. Hasta la panadería ahora recibía más visitas que antes.

 

Esos detalles hacían sonreír sinceramente a Shion. E igualmente lo dejaban un poco incómodo. Nunca quiso hacer su trabajo para conseguir algo a cambio.

 

Pero venga, las personas podían ser tanto despiadadas como gentiles.

 

Y en este momento, los habitantes de la nueva No. 6 eran gentiles y estaban tan agradecidos con ese chiquillo.

 

-Lo hiciste bien.

 

-¡Sí! Hasta yo me conmoví.

 

-Quien diría que un chiquillo tan joven sería capaz de dar un discurso como ese.

 

Tras volver a su asiento, Shion recibió un par de cumplidos de algunos miembros que no esperó. Si bien logró ganarse la aprobación de gran parte del Comité, aún restaba uno que otro individuo que no podía pasar por alto su corta edad. ¡Ni siquiera tenía la mayoría de edad cuando entró! Eso sacaba de quicio a algunos. Pero ya no tanto como antes. Al menos ya no tenía tantos problemas como antes.

 

Más tarde, cuando la ceremonia acabó, Shion se apresuró a volver a su hogar. Se sentía mareado. No tanto como anoche, pero sí lo suficiente como para que se le dificultase caminar. Sus labios estaban resecos y su lengua pesada. La garganta le ardía y los músculos los tenía agarrotados. Y el deseo de echarse en su cama, olvidarse del trabajo y dormir se le hacía cada vez más atractivo.

 

-Estoy en casa.

 

Alzó suavemente la voz, apenas entrando recién a la panadería. Divisó dos figuras familiares allí, una que se apresuró a abrazarle en cuanto le vio. Lili, aunque ya había crecido y, por ende, perdió cierta ingenuidad innata, seguía guardando un profundo cariño por Shion.

 

-¡Bienvenido! -Lili rodeó con fuerza los costados de Shion, quien por la fuerza se tambaleó un paso hacia atrás.

 

Lili mantenía su puesto de ayudante en la panadería. Claro que luego de hacer sus deberes de la escuela; en estos días la enseñanza se había hecho obligatoria para todos, nadie debía quedar exento de una formación básica. La ciudad prosperaba bien como para impedir que los menores tuviesen que trabajar como lo hizo Shion cuando llegaron a Lost Town. Así que Lili iba a la panadería en sus días libres porque realmente le gustaba la idea de atender una.

 

-Lili, deja respirar al pobre Shion, lo estás asfixiando.

 

Renka, la madre de Lili, reía suavemente a un lado de Karan. Al parecer había venido a por un poco de pan recién horneado.

 

Lili soltó lentamente a Shion, con las mejillas ligeramente infladas y los labios fruncidos por verse obligada a soltarle pese a que no quería. Qué adorable, pensó Shion cuando la vio, encontrándose a sí mismo sonriendo sin darse cuenta.

 

Su estómago rugió con fuerza, causando en todos una fuerte risotada, menos en el dueño de aquél feroz ruido. Shion estaba avergonzado, evitando por un instante la mirada de las mujeres.

 

Y antes de que pudiese decir o hacer algo, Lili tiró de su mano, apuntando hacia una silla con la otra mano para indicarle que se sentara. Shion no se negó a ello, de hecho, sentía que si se quedaba otro segundo más de pie sufriría una caída demasiado dolorosa.

 

Estaba usando las energías de reserva que tenía.

 

A su cuerpo le faltaba combustible para funcionar. Pero era un tanto difícil. Por ejemplo, hoy en la mañana desayunó los deliciosos panquecitos que su madre le preparó junto a una taza de café con leche, pero el alimento no duró mucho en su interior. Cuando estaba a punto de salir de casa rumbo al parque, tuvo que correr al baño para devolver el estómago. De pronto unas náuseas inundaron su estómago, su garganta quemó y el ácido se derramó por su boca. El fétido aroma a leche cortada picó su nariz y causó que el vómito fuese tal que vació por completo sus entrañas.

 

Su cuerpo estaba tan cansado que hasta rechazaba el alimento. No podía digerirlo, no tenía cómo.

 

Si bien Shion era bastante desordenado y no mantenía una dieta balanceada, las últimas dos semanas aquello empeoró y vivió a base de café, té y una que otra galleta que alcanzase a comprar mientras trabajaba. Estaba tan empeñado en realizar un buen trabajo que se descuidó por completo.

 

Realmente soy un cabeza hueca, Nezumi.

 

Shion sonrió por darle la razón ahora, años después y demasiado lejos.

 

Lili sirvió en un plato un par de panquecitos del día junto a unas galletas y se las llevó a Shion para que comiese mientras el chocolate caliente estaba listo. Shion trató de comer con cuidado para que el suceso de la mañana no se repitiese, por lo que cada bocado que daba lo masticaba hasta moler el más ínfimo trozo. El chocolate endulzó su reseca garganta y calentó con cariño sus entrañas.

 

Renka junto a su hija menor dejaron la tienda luego de un rato, pues ya sería hora de que los clientes invadieran la tienda, no quería interferir en el trabajo de Karan. Shion se despidió de la más pequeña -pronto cumpliría tres años-, quien le entregó una lacia flor que guardó con recelo hasta ese momento.

 

-La cortó de camino y quiso dártela.-Renka sostenía la pequeña mano, sonriendo.

 

-Gracias Hikari, es muy linda. -Shion revolvió el fino cabello de la niña. Alzando luego la mirada hacia Renka para devolver por igual la amable sonrisa que le dedicaba.

 

Cuando la mujer salió, Shion se puso de pie dispuesto a subir a su habitación. En la parte posterior de la casa, a un lado de la puerta que comunicaba con la sala, se hallaba la escalera que en un par de peldaños rechinaba.

 

Le dio las gracias a Lili por darle los panquecitos y el chocolate y subió sin más a su habitación.

 

Dejó caer pesadamente su cuerpo sobre el colchón, boca abajo. Su mirada, posada en la única ventana de la habitación, poco a poco fue cerrándose. Y antes de caer profundamente dormido, podía jurar haber visto un pájaro negro repiqueteando en el cristal.

 

                                                                    ***

 

La fría brisa golpeó su rostro, causándole una exquisita sensación al haber salido de un lugar tan sofocante que no le dejó respirar con tranquilidad. Pese al clima crudo que había por la avanzada noche, el frío poco y nada penetraba en su cuerpo. La corta, pero no menos abrigadora chaqueta le cubría hasta la cadera, era un poco holgada y dado su tamaño, de vez en vez podía verse lo que llevaba debajo o, sencillamente, su abdomen ligeramente trabajado. El pantalón oscuro, al igual que la prenda superior, yacía metido en la parte inferior dentro de sus botines, dándole un aire desordenado pero a la vez atractivo.

 

Avanzó con paso seguro por las calles desiertas, iluminadas por la luz artificial que opacaba el brillo natural de las estrellas y la dichosa Luna, que si bien no brillaba con luz propia, era igualmente hermosa.

 

En muchos aspectos, esa esfera blanca y brillante en el cielo le recordaba a sí mismo.

 

Mostraba siempre sólo un lado de él mientras el otro yacía oculto, inalcanzable.

 

Cambiaba su personalidad cuando le convenía, así como la Luna cambiaba su apariencia durante el mes.

 

Brillaban con luz ajena, al igual que la Luna. Su sol estaba demasiado lejos e incluso así le hacía brillar sutilmente. Aquél que logró ver, sin darse cuenta, las sombras de su corazón, esa parte de sí que ocultaba al resto.

 

¿Cómo era posible que incluso luego de cuatro años siguiese teniéndole tan presente?

 

Ocho años atrás se hizo la misma pregunta. Y un par de días después se vio en la obligación de salvarle de esa ciudad que tanto deseaba destruir.

 

¿Obligación?

 

No.

 

Ni siquiera podía excusarse en que se debía a la gran deuda que tenía con él. No esa de curarle la herida de bala, darle de comer y prestarle su cama y ropa. No, ninguna de esas. La deuda que tenía con él era esa en la que le devolvía las ganas de vivir, la esperanza de ver un mañana.

 

De ser capaz de crecer y, quien sabe, envejecer sin mayores problemas luego de llevar la vida que quisiera.

 

Esa deuda, creyó, fue lo que lo impulsó a salvarle innumerables veces.

 

Pero no.

 

Era un deseo que estaba más allá de su comprensión. Ahora lo sabía. Era un impulso guiado por algo similar a sus instintos, algo que lo atraía a ese chico que sólo sabía darle problemas: Shion.

 

Shion.

 

¿Puedes ver el cielo?

 

Estamos bajo las mismas estrellas.

 

Eso me reconforta.

 

Significa que no estoy lejos de ti.

 

Sin darse cuenta, se sorprendía a sí mismo hablándole a Shion. No en voz alta, lo que lo hacía, tal vez, aún peor.

 

Y sin darse cuenta, de nuevo, se sorprendió a si mismo suspirando.

 

¿Suspirando?

 

Sus cejas se fruncieron como si quisieran eliminar esa escasa separación entre ellas. Su mano derecha subió hasta su cabeza para sacudir ese lacio cabello que caía con gracia, volviendo sus pasos un poco más toscos por la molestia que sintió.

 

¿Había dejado que se le filtrara el aire entre los labios? Maldito Shion.

 

-Nunca suspires en serio, nunca llores. Los demonios tomarán ventaja de ti. Suspirar crea una abertura, una vulnerabilidad. Si quieres seguir vivo, mantén cerrada la boca. Nunca permitas que alguien vea tu punto débil. No dejes que tu corazón se ablande ante nadie. Nunca confíes en nadie excepto en ti mismo.

 

Nezumi recordó las palabras que le dijo la anciana antes de morir y un extraño sentimiento se apoderó de él. Se mordió el labio con frustración.

 

Lo siento abuela. Ablandé mi corazón por alguien.

 

¿Está mal que le haya confiado mi vida a Shion? Por culpa de ese cabeza hueca he suspirado desde que lo llevé al Bloque Oeste. Lloré más de una vez, sin darme cuenta, por él. Shion abrió un hueco a través de mí y vio mis debilidades.

 

Dejé que lo hiciera.

 

Dejar que un idiota como Shion mantuviese su vida patas arriba aún en la actualidad no era nada más que su culpa. Nezumi lo sabía, pero ya no había marcha atrás. No podía deshacer el desastre que era desde que le salvó hace cuatro años.

 

¿Se arrepentía de haberle salvado?

 

Sí.

 

No.

 

Quién sabe. Ni el mismo Nezumi estaba seguro de lo que sentía. Aún tras cuatro años no lograba entender todo lo relacionado con Shion. Incluso, estando a miles de kilómetros de distancia, temía a ese monstruo que no podía predecir ni manipular.

 

Maldición. Me asquea lo melancólico que me pongo siempre en esta fecha. En dos semanas será su cumpleaños...

 

Sus errantes pasos lo llevaron hasta un bar que solía frecuentar los últimos meses desde que llegó a esa ciudad. Un barrio oscuro; hogar de las transacciones más bajas; donde nacía el contrabandeo de todo tipo de sustancias.

 

Era un lugar bastante peligroso para el resto de los ciudadanos, pero para Nezumi todo ese ambiente se le asemejaba a una guardería infantil. Por favor, esta "depravación" no le llegaba ni a los talones al Bloque Oeste.

 

Están jugando a los gánsteres. Nunca deja de sorprenderme lo ambicioso que son los humanos. Siempre quieren más. Más dinero. Más poder. Más placer.

 

Más. Más. Más.

 

Me irritan más que Shion. Ni se imaginan lo que es el peligro real. Tiran por la borda sus vidas, fáciles de llevar, sin siquiera pestañear cuando otros desearían estar en su situación. Tienen camas calientes a las cuales volver por la noche, un plato de comida para cuando les ataque el hambre y un hogar en el que el frío y el agua no penetran. Aun así gustan de divertirse a costa de la vida de terceros.

 

No tienen la necesidad de aferrarse a la vida, de hincarle los dientes para que no las abandone ni los deje morir con dolor. Cuando tienen el mañana asegurado se vuelven tan estúpidos. Me asquean.

 

Nezumi odiaba a cada ser humano de ese lugar. Era un sentimiento similar a ese molesto rencor oscuro que sentía hacia No. 6. Tenían en común el infectar todo lo que tocaban, causando dolor para divertirse. Pero debía hacer a un lado todo eso para conseguir lo que necesitaba: Información.

 

A falta de Inukashi, tenía al barman de aquél lugar que le suplía; un hombre robusto, con pómulos fuertes y mandíbula cuadrada que lo proveía de los datos necesarios para mantenerse al tanto de ese lugar que dejó atrás hace unos años.

 

Si pasó cuatro años vigilando a Shion, atrapado dentro de los impenetrables muros de No. 6, desde el Bloque Oeste, era muchísimo más sencillo vigilarlo aun estando a una distancia enorme. Ya no estaba dentro de una burbuja impenetrable, ahora la ciudad que una vez fue la utópica No. 6 era accesible para cualquiera.

 

¡Si hasta el periodismo logró ingresar! Desde que se asentó en esta ciudad, No. 4, hace unos meses, tuvo la oportunidad de ver ese lugar. Pensó que estaría tan devastado como lo dejó, o, por lo menos, que la reconstrucción iría más lenta. Pero no. La primera vez que la vio en un reportaje en la televisión se sorprendió de verla como nueva. Daba la impresión de que nada hubiese pasado.

 

No quedaba rastros del daño producto de la caída de los muros, del incendio del Correccional ni la desesperación que vivieron todos en ese momento.

 

Era una nueva ciudad. Una ciudad real.

 

Nezumi se adentró entre el gentío, delincuentes en su mayoría, para encaminarse hasta la barra que se encontraba en medio del local. Su nariz captó un aroma a alcohol fuerte mezclado con el humo procedente de cigarrillos con tabaco normal y otros que seguramente no eran legales y, por ende, muy difíciles de conseguir por su rareza. Para Nezumi ese era un ambiente refinado.

 

Tomó asiento en una de las tantas sillas sin respaldo y descansó los brazos sobre la superficie, inclinándose unos cuantos grados hacia adelante. Medianamente echado en la barra, observó al tosco hombre del otro lado que, por darle la espalda en busca de la botella que necesitaba, no le había visto. Preparó sin prisa el trago pedido por un hombre a tres asientos hacia la derecha de Nezumi y recién ahí notó la presencia del recién llegado.

 

Nezumi se enderezó, trazando en sus labios esa extraña sonrisa que daba confianza y, a la vez, intimidaba por el contraste con su mirada fría e imponente.

 

- ¿Qué tienes para mí?

 

- Tú lo sabías, ¿cierto?

 

El destello en sus ojos emanaba cierta excitación que a Nezumi le causó un escalofrío. Tenía un mal presentimiento.

 

Endureciendo su mirada, Nezumi fulminó al hombre tras la barra. Él ya conocía esa mirada al igual como conocía la impaciencia del joven; estaba consciente de que irritarle era peligroso e incluso podía costarle un porcentaje de la paga, pero no lo podía evitar.

 

-Sólo que no estabas seguro de cuando, debe ser eso, ¿no? -Murmuraba bajo y rápido, atropellando las palabras- Pero no entiendo por qué querrías involucrarte en algo tan peligroso...

 

Nezumi chasqueó la lengua y masculló una advertencia. Su mal carácter no había cambiado en los últimos años.

 

- Esa cuidad que recién se recupera va a caer de nuevo. Y el chiquillo de pelo blanco que la lidera caerá junto con ella.

Notas finales:

¿Les podría pedir un review para saber su opinión? Realmente me serviría. Quiero saber si será del agrado de alguien esto, si la trama será entretenida o lo contrario, si la redacción/narración/ortografía está bien, si me quieren tirar tomates para la ensalada, etc. (?)

 

¡Que tengan un lindo día/tarde/noche/madrugada!

 

 PD: ¿Alguien sabe cómo hacer el puto guión largo sin que aparezca el "r13"? El capítulo está tan largo que demoraré siglos en editarlo...

 

 


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