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Severus, ¿tienes protección? por Alisevv

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Notas del capitulo:

Hola a todos

Un gran saludo. Soy nueva en el grupo y quisiera que conocieran mis historias, la mayoría Severus Snape/Harry Potter pues me encanta la pareja. Voy a empezar con una parodia que hice hace algún tiempo, espero les guste

Besitos

Título: Severus, ¿tienes protección?

Autora: Alisevv

Pareja: HP/SS

Disclaimer: ninguno de los personajes son míos, todos pertenecen a Rowling y compañía, aunque con gusto me quedaría con Sevie, pero ni modo. Esto lo hago por pura diversión y no gano nada con ello.

Clasificación: M

La parodia fue originalmente creada para un reto de la página de Lanthir, uno de cuyos requisitos era que fuera hecha a partir de una de sus historias. Está inspirada en el sexto capítulo de esa excelente historia: Un Verano Diferente, por eso empieza como lo hace. Los cuatro primeros párrafos, con el permiso de Lanthir, pertenecen a la historia original, y fueron utilizados para poder encuadrar mi relato en el tiempo.

La parodia está dividida en dos partes, la primera presentada desde el punto de vista de Harry, y la segunda, desde el punto de vista de Severus.
Los dejo con la historia.


Parte I
Severus, ¿tienes protección?



Severus pagó la cuenta y salimos del bar. Caminamos rápidamente y en silencio hacia las afueras del pueblo, donde habíamos dejado el carruaje; pero en cuanto nos encontramos en una calle no tan concurrida, me tomó de la mano y echamos a correr hasta que llegamos al aparcamiento. Entré apresuradamente a nuestro vehículo y lo ayudé a subir; apenas habíamos cerrado la puerta cuando me colgué de su cuello y nos enzarzamos en un profundo y apasionado beso que hizo que mi sangre hirviera al instante. Severus me estrechó contra él, arrancándome deliciosas sensaciones; dócilmente, dejé que me recostara en el asiento y se colocara sobre mí, mientras batallaba para quitarle su cazadora de piel. Por Merlín, nunca me había sentido tan excitado en toda mi vida, ni siquiera bajo los efectos de la poción de Viña y Cítrica.


La visión de Snape y esa perfecta expresión de deseo en sus ojos negros me causaba un placer indescriptible, y apenas fui conciente de que el carruaje se estaba moviendo a gran velocidad rumbo al castillo. Por fin pude sacarle la cazadora y metí mis manos bajo su camisa, acariciando su pálida piel; el gemido que escapó de sus finos labios fue música para mis oídos.

-No se que me has hecho, no lo se...- susurró mientras llenaba mi cuello de cálidos besos. Sentí que se sentaba a horcajadas sobre mis caderas y sus manos me abrían la túnica y la camisa, dejando mi pecho desnudo y a su merced.

-Yo tampoco lo comprendo...- le dije, acariciando sus muslos. Me di cuenta de que estaba tan excitado como yo y aventuré mi mano sobre su dureza. Severus cerró los ojos y se arqueó sensualmente ante mi toque; era la expresión misma del erotismo. Sentí que la cabeza me daba vueltas y me incorporé sobre mis codos para atrapar sus labios. Los besos y las caricias se estaban volviendo cada vez mas ardientes y la ropa desaparecía con rapidez

Seguimos nuestro intercambio de besos y caricias mientras el resto de nuestra ropa desaparecía. A través de la neblina del deseo, pude escuchar como Severus hurgaba a tientas en un bolsillo de su chaqueta y extraía un frasquito de lubricante. Mientras lo abría y comenzaba a prepararme amorosamente, distraídamente pensé que por lo visto Severus venía preparado para todo... Un momento, ¿para todo, todo?

Un inquietante pensamiento me asaltó de repente, ¿y si...? Sin poderlo evitar, comencé a retorcerme bajo el cálido cuerpo de Severus.

-Tranquilo, Harry- escuché que susurraba en mi oído, mientras se ubicaba entre mis piernas solicitando entrada-. No te va a doler.

-No, Sev, es que...- trataba de explicar mientras continuaba esquivándolo, pero él parecía no darse cuenta.

-Harry, tranquilízate. Mi puntería no es la misma que cuando tenía veinte años y si te sigues moviendo, no le voy a atinar- habló con un susurro ronco mientras besaba mi cuello y trataba de colocarse una vez más.

-No, espera...- insistí, alejándome a duras penas-...espera un momento. Tengo que hacerte una pregunta.

-¿Una pregunta?- repitió él, jadeando y mirándome como si me hubieran salido un par de antenas y con los ojos nublados por el deseo-. Señor Potter, por si no se había dado cuenta estoy a punto de explotar. ¿Cuál puede ser esa pregunta tan importante como para hacer que me detenga en medio de... de... esto?- el hombre estaba definitivamente desconcertado.

-¿Tienes protección?- pregunté acariciándole la mejilla con el ánimo de apaciguarlo.

-¿Protección?- Severus frunció el ceño con muy, pero que muy mala cara-. ¿A qué demonios te refieres con ‘protección’?

-Pues eso- respondí yo casi tartamudeando-. Protección contra un posible embarazo.

Severus se quedó un momento aturdido, incapaz de decir algo, mientras su dureza seguía palpitando dolorosamente, reclamando atención inmediata.

-Señor Potter, le recuerdo que usted es hombre, y los hombres “NO QUEDAN EMBARAZADOS”.

-Eso no es cierto, Sev- argumenté-. Hermione me comentó que ha habido casos de embarazos masculinos entre los magos.

-Maldita sabelotodo metomentodo, si todavía estuviera en la escuela quitaría todos los puntos a su casa- masculló en voz baja, aunque lo alcancé a oír. Después agregó en un tono más alto-. La posibilidad de embarazo masculino en el mundo mágico es algo así como una en un millón- replicó serenamente, intentando convencerme-. De hecho, creo que sólo ha habido dos casos en toda la historia.

-Pues conociendo mi mala suerte- contesté sin dejarme convencer-, estoy seguro que yo sería el tercer caso.

-Podemos lanzar un hechizo contraceptivo y ya- sugirió Severus, feliz al haber recordado que existía tal cosa, pensando que ahora podríamos seguir con lo nuestro.

-Esos hechizos tienen un cinco por ciento de error.

-Pero un cinco por ciento de una en un millón debe dar algo así como... una oportunidad en un billón- sabía que ese no era el resultado, pero él no es matemático ¿cierto? Además, en ese momento creo que estaba pensando con la otra cabeza.

-No, Severus, no me convences. Tenemos que buscar protección.

-¿Y qué propones?- supongo que pensó que, o me hacía caso o esa iba a ser una noche muy dolorosa.

-Tenemos que ir a comprar un condón.

-¿Un condón?- repitió Severus, frunciendo el entrecejo. Gruñó audiblemente; era evidente que no quería hacerlo, pero se rindió y al fin preguntó-. ¿Qué demonios es un condón?

-Es algo que usan los muggles para evitar el embarazo- repliqué, rogando porque no me preguntara como se usaba, al menos no todavía. Necesitaba algo de tiempo para convencerlo.

-¿Y dónde podemos encontrar esa cosa muggle?

-En una farmacia muggle- contesté apurado y antes que Severus pudiera decir nada, agregué-. Los Threstal nos pueden llevar a alguna que esté de turno.

Estoy seguro que si Severus hubiera estado en sus cabales me hubiera lanzado una maldición y me hubiera dejado por la paz, pero ¿ya dije que en esos momentos estaba pensando con la otra cabeza? Así que, se rindió al fin.

-Está bien- gruñó con cara de muggle tomando purgante-. Vamos a buscar esa maldita farmacia o lo que sea- lanzó a los Threstal un fuerte silbido y los animales se detuvieron de inmediato-. Cambio de planes, chicos- esos bichos no podían entenderlo, ¿o si?-. Vamos a buscar una farmacia muggle.

Uno de los animales se volvió hacia nosotros y juro que en su rostro sin expresión apareció una mueca de disgusto. Luego se giró nuevamente y, bufando, ambos Threstal arrancaron a toda velocidad.

°°°°

Quince minutos y ciento cincuenta mil (juro que no exagero) gruñidos más tarde, nos detuvimos frente a una farmacia donde se podía leer el cartelito de “Turno”. Por suerte teníamos dinero muggle, porque si le hubiera dicho a Sev que teníamos que ir a cambiar dinero, seguro que yo ya estaría muerto.

Severus se bajó apresuradamente arrastrándome tras él y entramos en un local muy limpio y brillantemente iluminado, donde en inmensos armarios se podían observar innumerables recipientes de diversos tamaños y formas. En el mostrador, un hombre maduro de pelo entrecano atendía a una anciana que parecía estar algo sorda, por lo que estaba repitiéndole en voz alta y pausada las indicaciones para tomar la medicina que le estaba vendiendo.

Cuando nos acercamos, una linda joven de unos veinte años se acercó mirándonos un tanto extrañada. Imagino que le sorprendía ver entrar a las dos de la mañana a dos hombres guapos (que somos guapos es innegable, ¿a que sí?) uno sonriente pero vestido con una túnica, indumentaria un tanto estrafalaria para el mundo muggle, y el otro bien vestido, pero con una cara de cabreo monumental.

-Buenas noches, señores- nos preguntó cortésmente-. ¿En qué los puedo ayudar?

Ante la pregunta, debo reconocer que tanto Severus como yo quedamos un poco cortados. Yo jamás había entrado a comprar un condón a una farmacia y Severus ni siquiera sabía qué era eso. Temiendo lo que pudiera decir mi pareja, me adelanté a contestar, algo titubeante.

-Verá señorita... nosotros queríamos- a ese punto debía estar rojo grana, pero no lo podía evitar-. Vera... queríamos comprar...

-Esos malditos aparatejos muggle- soltó Severus de sopetón, claramente impaciente-. ¿Cómo los llamaste?- dijo, mirándome por un momento, antes de volver la vista hacia la joven-. Ah, sí, condones.

Ante esta petición hecha con un tono fuerte y casi desesperado, todas las personas presentes en el lugar fijaron la vista en nosotros.

-Ya veo- respondió la dependienta con tono profesional-. ¿De que marca?

-¿Marca?- preguntó Severus, confundido-. ¿Hay varias marcas?

-Tenemos en existencia ocho marcas diferentes, pero existen muchas más- explicó la muchacha.

-Pues no sé de marcas- Severus se movía de un lado a otro. Parecía que estaba a punto de sacar su varita y lanzarle una maldición-. Dénos cualquiera...

-Dénos la mejor- intervine yo, colocando una mano sobre el brazo de mi hombre para tranquilizarlo.

La joven me miró sonriente y sacó una caja dorada.

-Esta es la mejor marca- nos informó-. Completamente garantizados. ¿De que tamaño los quiere?

Me gire hacia Severus preguntándole con los ojos, pero al ver su cara de desconcierto me di cuenta que no tenía idea de qué se trataba.

-Sev- murmuré en voz baja-. Necesita saber el tamaño.

-¿El tamaño de qué?

-Bueno... tú sabes- ahora si que yo estaba rojo carmesí-. Tú tamaño.

La chica, viendo mi predicamento, sacó varias muestras de condones.

-Estos son todos los tamaños disponibles- indicó, mirando a Severus, pero sin agregar nada más.

Él enrojeció hasta la raíz del cabello, mirándome con furia por haberlo puesto en tal situación. Luego detalló las diferentes muestras y, sin atreverse a mirar a los ojos de la dependienta, señaló la muestra más grande, cuyo tamaño hubiera podido servir como paracaídas a la tía Marge inflada.

Su gesto originó diversas reacciones en las personas presentes. Yo lancé un “¡Oh, por Merlín!” mientras inconscientemente llevaba una mano a mi trasero en gesto protector. La dependienta amplió su sonrisa con un brillo inusual en sus ojos; el dependiente rió entre dientes, y hasta la viejita sorda, que por lo demás veía ‘muy bien’, esbozó una pícara sonrisa desdentada.

Severus no sabía donde meterse y escuché cuando juraba por lo bajo que me cobraría la humillación, y con intereses.

-Muy bien- la joven que nos atendía regresó a su tono profesional-. Con extra lubricación ¿no?- preguntó con toda intención.

-¡Definitivamente!- acepté, lanzando inquietas miradas a la dichosa muestra de condón.

-¿Algún sabor en particular?

Ahora no sólo Severus, sino también yo, miramos a la chica aturdidos ¿De qué demonios hablaba aquella mujer?

-Supongo que sin sabor- dijo ella, conteniendo la risa a duras penas-. ¿Cuántos van a llevar?

-¿Cuántos llevamos?- susurró Severus para que sólo yo fuera capaz de oírlo.

-No sé- contesté dudando-. Tiene que ser uno por cada vez- expliqué, también cuchicheando.

Severus levantó la cabeza y sonrió como no lo había hecho en la última hora, parecía el gato que se acababa de comer al canario. Luego de mirarme de una forma que me asustó, se giró hacia la dependienta y pidió:

-Déme ocho docenas.

Ahora si que estaba aterrado y comencé a sudar frío mientras mi huequito se estremecía. ¿Acaso ese hombre pensaba matarme?

Luego de pagar y tomar su pedido, Severus giró en redondo con toda la dignidad que le quedaba y sonrió ampliamente viendo el paquete en sus manos. Al verlo, no pude hacer otra cosa que rezar. Mejor me iba preparando. La hora de la venganza había llegado.


Parte II
Harry, ¿qué demonios es un condón?

Pagué la cuenta y salimos del bar. Caminamos rápidamente y en silencio hacia las afueras del pueblo, donde habíamos dejado el carruaje; pero en cuanto nos encontramos en una calle no tan concurrida, lo tomé de la mano y echamos a correr hasta que llegamos al aparcamiento. Entró apresuradamente a nuestro vehículo y me ayudó a subir; apenas habíamos cerrado la puerta cuando se colgó de mi cuello y nos enzarzamos en un profundo y apasionado beso que hizo que mi sangre hirviera al instante. Lo estreché contra mí, arrancándome deliciosas sensaciones; dócilmente, dejó que lo recostara en el asiento y me colocara sobre él, mientras batallaba para quitarme la cazadora de piel. Por Merlín, parecía que nunca se había sentido tan excitado en toda su vida, ni siquiera bajo los efectos de la poción de Viña y Cítrica.


La visión de Harry y esa perfecta expresión de deseo en sus ojos verdes me causaba un placer indescriptible, y apenas fui consciente de que el carruaje se estaba moviendo a gran velocidad rumbo al castillo. Por fin pudo sacarme la cazadora y metió sus manos bajo mi camisa, acariciando mi pálida piel; de mis labios escapó un gemido incontenible.

-No sé qué me has hecho, no lo sé...- susurré mientras llenaba su cuello de cálidos besos. Me senté a horcajadas sobre sus caderas y mis manos le abrieron la camisa, dejando su pecho desnudo y a mi merced.

-Yo tampoco lo comprendo...- me dijo, acariciando mis muslos. Me di cuenta de que estaba tan excitado como yo y cuando aventuró su mano sobre mi dureza, cerré los ojos y me arqueé sensualmente ante su toque; era la expresión misma del erotismo. Sentí que la cabeza me daba vueltas y vi que se incorporaba sobre sus codos para atrapar mis labios. Los besos y las caricias se estaban volviendo cada vez más ardientes y la ropa desaparecía con rapidez.

Yo acariciaba con deseo su delicada y ardiente piel, mientras dejaba húmedos y amorosos besos a lo largo de su mandíbula. Él pellizcaba mis pezones con una mano, mientras la otra subía y bajaba a lo largo de mi espalda. No sin dificultad, terminamos de deshacernos de la poca ropa que nos quedaba, y empezamos a frotar nuestros deseosos cuerpos, mientras nuestras durezas, firmemente erguidas, se acariciaban una y otra vez.

Mientras la boca de Harry bajaba por mi cuello, dejando una estela de fuego, y llegando a recalar sobre mi endurecido pezón, yo alargué la mano, y a tientas alcancé mi chaqueta y registré en el bolsillo, hasta sacar un pequeño frasco de lubricante. ¿Qué pasa? Soy un hombre previsivo y siempre voy preparado para todo.

Deslice una mano con suavidad hasta sus hermosos glúteos y los acaricié a placer. Mientras seguíamos intercambiando besos, caricias y gemidos, embadurné un dedo con el lubricante y empecé a preparar a Harry con muchísimo cuidado, como si fuera a romperse en cualquier momento. Dos, tres dedos y los jadeos de mi amado me indicaron que ya estaba listo y di gracias a Merlín por ello, yo estaba a punto de estallar.

Abrí con cuidado sus cálidos muslos y coloqué mi deseosa dureza entre ellos, definitivamente lista para el combate. Cuando estaba a punto de entrar, un brusco movimiento de Harry me desestabilizó.

-Tranquilo, Harry- le susurré al oído, imaginando que al ser nuestra primera vez tendría algo de aprehensión-. No te va a doler.

Volví a colocar mi ardiente punta en posición pero Harry se movía de tal modo que así no iba a poder acertarle en toda la noche. Allá a lo lejos escuché una tenue voz “no Sev, es que...” pero no le presté atención y seguí en lo mío. Un par de intentos más y nada, si Harry seguía moviéndose así iba a tener que hacer cosas que no había intentado en veinte años. No, definitivamente no, ya estaba demasiado viejo para esas posiciones.

-Harry, tranquilízate. Mi puntería no es la misma que cuando tenía veinte años y si te sigues moviendo, no le voy a atinar- susurré, rogando porque el condenado mocoso se quedara quieto de una buena vez.

-No, espera- insistió, alejándose. ¡¡¡Alejándose!!!-. Espera un momento. Tengo que hacerte una pregunta.

¿Una pregunta? ¿Una pregunta? ¿No me hizo ni una sola y miserable pregunta en los siete años durante los que le di pociones y justo elige este... angustioso momento para hacerme una pregunta?

-¿Una pregunta?- repetí, mirándolo como si estuviera loco. Y debía estarlo para decirme algo así cuando yo estaba más duro que una vara-. Señor Potter, por si no se había dado cuenta estoy a punto de explotar. ¿Cuál puede ser esa pregunta tan importante como para hacer que me detenga en medio de... de... esto?

¿Ya dije que estaba definitivamente empalmado?

-¿Tienes protección?- preguntó, acariciándome la mejilla. Juro que estuve a punto de sacarle todos los dedos de un mordisco, pero me controlé a tiempo.

-¿Protección?- repetí, definitivamente cabreado y sin saber de qué iba todo eso-. ¿A qué demonios te refieres con protección?

-Pues eso- respondió, casi tartamudeaba como con miedo, ¡y por Merlín que tenía razón para temer!-. Protección contra un posible embarazo.

Ahí si que me quede a cuadros. ¿Embarazo? No me preocupaba de esa dichosa palabra desde que era adolescente y aún salía con chicas, una de las ventajas de ser gay... o al menos eso creía yo. ¿Embarazo? ¿Yo estaba tan duro que dolía y Harry me hablaba de embarazo?

-Señor Potter, le recuerdo que usted es hombre, y los hombres “NO QUEDAN EMBARAZADOS”.

-Eso no es cierto, Sev- replicó-. Hermione me comentó que ha habido casos de embarazos masculinos entre los magos.

Es que yo siempre dije que me tenía que haber desecho de esa niña desde primer año, un buen veneno de esos que no dejan rastros y ya.

-Maldita sabelotodo metomentodo, si todavía estuviera en la escuela quitaría todos los puntos a su casa- gruñí en voz baja, pero creo que me oyó. No me importaba, si cuando la viera la iba a maldecir hasta el fin de la eternidad-. La posibilidad de embarazo masculino en el mundo mágico es algo así como una en un millón- repliqué, tratando de mantenerme sereno, intentando convencerlo-. De hecho, creo que sólo ha habido dos casos en toda la historia.

-Pues conociendo mi mala suerte- contestó sin dejarse convencer-, estoy seguro que yo sería el tercer caso.

Pues en eso tenía que darle la razón, el pobre tiene una mala suerte terrible. Aunque si anda por la vida haciendo preguntas estúpidas en momentos inoportunos no puede irle bien, ¿cierto? Y yo seguía empalmado. Severus, tranquilízate y piensa, si no ésta va a ser una noche muy triste. Y como confirmando mi idea, mi pobre pene palpitó en agonía. ¿Y cómo era posible que después de todo esto aún siguiera así? Vaya resistencia que tengo.

Espera, ya lo tengo.

-Podemos lanzar un hechizo anticonceptivo y ya- sugerí feliz al haber recordado que existía tal cosa. Paciencia amiguito, miré mi ingle como dándole apoyo, enseguida vamos a continuar.

-Esos hechizos tienen un cinco por ciento de error.

¡Pero que insistencia la del jodido!

-Pero un cinco por ciento de una en un millón debe dar algo así como... una oportunidad en un billón- no sé de dónde saqué esa cifra, pero nunca fui bueno en matemáticas. Además, ¿quien se preocupaba por números con semejante dolor? Auch.

-No, Severus, no me convences. Tenemos que buscar protección.

Si será puñetero.

-¿Y qué propones?

Espero que lo que sea, sea rápido. Ya no aguanto.

-Tenemos que ir a comprar un condón.

Okey, recapitulemos. ¿Un condón? Por Merlín, ¿qué demonios es un condón? No quería demostrar ante Harry que no lo sabía, mi orgullo se resentía; además, seguro que me lo iba a recordar hasta Navidad. NO voy a preguntar. Pero entonces mi amiguito allá abajo me recordó que había cosas más prioritarias que el orgullo, al menos de momento.

-¿Un condón?- no pude evitar gruñir. Dios, si lo que quería era aullar-. ¿Qué demonios es un condón?

-Es algo que usan los muggles para evitar el embarazo- explicó.

¿Algo que usan los muggles? puajjj. En fin, si no había más remedio... Estuve a punto de preguntarle qué era y cómo se usaba pero al diablo. ¡AHORA LO QUE QUERÍA ERA CONSEGUIR UNO PERO YA!!!

-¿Y dónde podemos encontrar esa cosa muggle?

-En una farmacia muggle- contestó apurado y apresuradamente agregó-. Los Threstal nos pueden llevar a alguna que esté de turno.

Si, claro, con lo que me costó convencer a esos bichos que nos trasportaran esta noche

Si hubiera podido pensar fríamente lo hubiera mandado al diablo y le hubiera lanzado una maldición para que no se pudiera sentar al menos en una semana. Pero la presión en mi hemisferio inferior me recordó que yo necesitaba su hermosa retaguardia. Conclusión, no le podía patear el culo.

-Está bien- gruñí-. Vamos a buscar esa maldita farmacia o lo que sea- lancé a los Threstal un fuerte silbido y los animales se detuvieron de inmediato-. Cambio de planes, chicos- estos bichos me van a matar, seguro-. Vamos a buscar una farmacia muggle.

Uno de los animales se volvió hacia nosotros con cara de muy pocos amigos. ¡Si ya lo sabía yo, no me van a volver a ayudar en su vida! Luego se giró nuevamente y, bufando, ambos Threstal arrancaron a toda velocidad.

°°°°°

Sí, lo sé, me pasé gruñendo e imprecando todo el camino, pero ¿imaginan el dolor que significó vestirme? ¿Y es que aquello no iba a bajar nunca? Necesitaba una ducha. Y para colmo no vestía túnica, sino unos condenados pantalones que apretaban por todos lados.

Al fin llegamos a un local iluminado donde en un cartel con letras rojas se leía TURNO. ¡Al fin mi angustia iba a terminar! Acomodé como pude mi excitación, que gracias a Merlín se había rendido al fin y comenzaba a bajar un poquito, y salí casi corriendo, llevando a rastras a Harry. Entramos al lugar más horriblemente aséptico que vi en mi vida. ¿Quién les dijo a estos que las pociones se almacenaban así? Afortunadamente sólo había tres personas en el local: una señora que al parecer era sorda como una tapia, un dependiente cincuentón que parecía a punto de caerle a golpes a la vieja, y una chica que se acercó a atendernos, mirándonos como si fuéramos marcianos y acabáramos de bajar de un platillo. Si será gilipollas.

-Buenas noches, señores- nos saludó cortésmente-. ¿En qué los puedo ayudar?

Vamos, Harry, respóndele ya y salgamos de esto. ¿Por qué no lo pide? Al fin y al cabo todo este embrollo es su culpa ¿no? Es que yo a partir de este momento odio la palabra embarazo. ¡Qué cruz!

-Verá señorita... nosotros queríamos- Harry estaba más rojo que los colores de su casa-. Vera... queríamos comprar...

-Esos malditos aparatejos muggle- pedí impaciente, si esto seguía así nunca iba a poder...-. ¿Cómo los llamaste?- pregunté mirando brevemente a Harry. De repente me acordé y miré nuevamente a la chica-. Ah, sí, condones- casi grité, realmente angustiado. ¿Cómo era posible que no se terminara de bajar?

De repente, sentí que todo el mundo me miraba.

-Ya veo- respondió la dependienta con tono profesional-. ¿De qué marca?

-¿Marca?- pregunté confundido-. ¿Hay varias marcas?

-Tenemos en existencia ocho marcas diferentes, pero existen muchas más- explicó la muchacha.

-Pues no sé de marcas- estaba a punto de sacar la varita y lanzarle una maldición ¿Si le lanzaba un Imperius me traería los dichosos condones? -. Dénos cualquiera...

-Dénos la mejor- pidió Harry, colocando una mano sobre mi brazo para tranquilizarme. ¿Tranquilizarme? Eso me excitó aún más.

La joven lo miró sonriente y sacó una caja dorada.

-Ésta es la mejor marca- nos informó-. Completamente garantizados. ¿De qué tamaño los quiere?

¿Tamaño? ¿Cómo que tamaño?

Harry se giró hacia mí mirándome fijamente, parecía que me preguntaba algo con los ojos pero yo no entendía el qué.

-Sev- murmuró en voz baja-. Necesita saber el tamaño.

-¿El tamaño de qué?- que insistencia con el dichoso tamaño.

-Bueno... tú sabes- Harry estaba anormalmente rojo. ¿Le estaría dando un ataque? Pues bien, que se jodiera. Pero... no, ahora no. Tal vez mañana-. Tu tamaño.

La chica, viendo que yo seguía sin entender, sacó varias muestras de condones.

-Estos son todos los tamaños disponibles- indicó, mirándome y sin decir nada más.

¡Oh, por Merlín! Se refería a... MI TAMAÑO. ¿Y pretendían que yo lo dijera frente a todos? ¡Oh, por Merlín!

Miré a Harry, furioso, ¿cómo me había metido en eso a mí, un profesor respetable y casi cuarentón? Pero yo era un Slytherin, y no iba a acojonarme por eso, no señor. Ya me la pagaría mi condenado Gryffindor.

Volteé nuevamente hacia la joven y miré de reojo los distintos tamaños. Pues por lo que veía ahí, tendría que llevarme el que decía XXXL. Tal vez me quedara un poco apretado, pero no había más grande.

Estaba tan abochornado que fui incapaz de mirar a la dependienta mientras señalaba el tamaño más grande. Cuando esto acabara mataría a Harry. O mejor dicho, cuando yo acabara, porque antes ni loco.

De repente sentí algo extraño a mí alrededor y levanté la vista. Escuché que Harry exclamaba ¡Oh, por Merlín! Y se llevaba una mano a su trasero algo asustado. Muy interesante, tal vez mi venganza llegara antes de lo que pensaba. La chica me miraba con ojos brillantes, lo siento chica, eres linda pero no juego con tu equipo. El dependiente rió entre dientes ¿se está burlando o qué? Y la viejita... ¡Por Merlín! La viejita me sonreía con... ¿lujuria? Y encima estaba desdentada, ¡qué susto!

Yo seguía visiblemente avergonzado y jurando por lo bajo que me vengaría, pero al menos había logrado algo positivo: mi amiguito al fin se había bajado ¡Qué alivio!

-Muy bien- la joven que nos atendía regresó a su tono profesional-. Con extra lubricación ¿no?- preguntó con toda intención.

-¡Definitivamente!- aceptó Harry, lanzando inquietas miradas a la dichosa muestra de condón. Sí, mi venganza estaba en marcha, ya sabría ese mocoso lo que era meterse con Severus Snape.

-¿Algún sabor en particular?

En serio, prefiero no averiguar de qué está hablando esa loca.

-Supongo que sin sabor- dijo ella, conteniendo la risa a duras penas-. ¿Cuántos van a llevar?

-¿Cuántos llevamos?- susurré para que sólo fuera Harry capaz de oírlo. Yo no tenía ni idea.

-No sé- contestó dudando-. Tiene que ser uno por cada vez- me explicó, también cuchicheando.

Uno por cada vez. Perfecto, mi venganza estaba pactada

Levanté la cabeza y sonreí como no lo había hecho desde que había empezado toda aquella tontería. Por el rabillo del ojo había visto que cada cajita de aquellas contenía 3 condones, así que después de mirar a Harry fijamente hasta que observé que se estremecía de temor, giré hacia la dependienta y pedí:

-Déme ocho docenas.

Un nuevo vistazo a Harry me demostró que estaba definitivamente aterrado y sudaba copiosamente, jadeando. Luego de pagar y tomar el paquete, giré en redondo con dignidad y sonriendo de oreja a oreja. Mi venganza estaba a punto de comenzar, y era algo que realmente iba a disfrutar. Muajajajjja.

FIN

 


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