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Amor-es por gns

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Amor-es

 

 

Cap. 1 Sombras

 

 

 

 

El sol comenzaba a menguar y aquello no puede presagiar nada bueno, los extraños ruidos comenzaban ya a jugarle malos momentos, los animalitos del bosque ya habían buscado su refugio, puesto que no hallaba ninguno solo a la vista y el silencio comenzaba a invadirlo, a excepción de ligeros y misteriosos ruidos que se colaban por las ramas o los alrededores; gruñidos o pisadas a lo lejos. Sus pies se arrastran con pesadez por las hojas secas, el bosque era grande y él un tonto por pensar en cruzarlo tan fácilmente pero no tuvo más opción, se entretuvo bastante  que cuando se dio cuenta era ya algo tarde. Sus orbes casi verdes con un toque azul miran en lo alto, observando como el sol comienza a ocultarse, el cielo se tiñe en tonos naranjas hasta llegar a un tono rojizo sublime y él apenas había recorrido la mitad del camino, mismo que tiene enfrente y este ha comenzado a oscurecerse. Traga saliva mientras aprieta su bolsa, una brisa fría se cuela, alzando su capa, el aleteo de un ave y su canto le dictan que ha comenzado la oscuridad.

Colocándose la capucha, dirige la mirada por todos los alrededores, debe buscar un refugio, una cueva o un tronco hueco, ya que tratar de cruzar el bosque en la noche era un suicidio y uno muy fatal. Los árboles lucen oscuros, las sombras casi nulas, la oscuridad de la noche era muy espesa y  no puede ver por dónde camina. Escucha unas pisadas o eso piensa, solo ha escuchado el crujir de las hojas pero el sonido es fuerte y cerca de él, su respiración se agita, no puede ver nada y le es preocupante.

De pronto un alarido, su piel se le enchina que su corazón da un salto en su pecho como si desease salir de su cuerpo.

 

-“Bestias… Come hombres” –piensa atemorizado

 

Siente como si su alrededor se moviera a su entorno, oscuridad, miedo, peligro, la presa. Su pecho sube y baja por su respiración, debe buscar un lugar seguro y rezar por que pueda ver un nuevo amanecer para salir corriendo de ese bosque siniestro. Unos gruñidos a lo lejos, al parecer una pelea y no desea saber que o quienes lo ocasionan, alejarse de ese punto parece una buena y sana idea a excepción que no sabe si se está alejando o acercándose más a su desgracia, ha perdido el camino, se ha perdido. Retrocediendo unos pasos siempre mirando por todos los rincones se topa con un frondoso árbol, los alaridos no cesan, el miedo lo invade que dándose media vuelta trepa lo más rápido posible a lo alto. Se aferra y cierra los ojos, dejando escapar unas lágrimas, extrañaría a su hermano y a sus padres.

El llanto apenas comenzaba a cesar, el ruido al parecer se tranquilizó, su rostro pegado a la corteza ya mostraba huellas rojizas en su blanca piel aunque por la oscuridad no se nota. La luna brilla a lo alto, pálida y elegante, una sacudida y sus uñas se clavan en la corteza, alguien golpeaba su torre de madera. El joven baja la mirada y solo nota unos puntos amarillos, eran un par de ojos siniestros que ya lo habían localizado, si aquello era peor dos lo eran aún más y sí se le sumado otro par.

 

-Que delicia –dice un voz grave

-Carne fresca… sangre tibia y dulce –dice otra

 

Un grito sale de la garganta del joven, cuando el árbol al cual se sujeta con fuerza comienza a ser embestido por la fuerza de los cuerpos de aquellas bestias hasta lograr mecerlo como una rama de rosal. El sonido de la corteza al romperse penetra los tímpanos de los presentes, sintiendo como sus cabellos se elevan por la fuerza, se suelta antes de tocar el suelo, correría sin dudas a pesar que su rostro humedecido y con las piernas temblantes, trataría de huir lo más lejos posible aunque desconociera el camino. Tampoco se serviría en bandeja de plata, aunque tuviera todas las de perder.

Raspándose la rodilla y la palma de la mano, corre a toda prisa, escuchando las fuertes pisadas a sus espaldas hasta sentir un fuerte peso encima, cayendo al suelo, golpeándose el mentón en el proceso.

 

-¿A dónde vas dulzura? Quédate a comer con nosotros –escucha una horrible voz cerca de su oreja y el aliento caliente le eriza todo el cuerpo

 

El peso de ambas patas le hace sentir que le rompen las costillas y la espalda misma, un quejido escapa de sus labios, sus dedos los hunde en la tierra que entierra las uñas hasta que siente de manera abrupta que su cuerpo vuelve a ser ligero, suelta un suspiro profundo solo para presenciar una riña entre esas bestias, dándose la vuelta aún se encuentra en el suelo, logra ver ligeras sombras, bramidos, alaridos y fuertes golpes de manotadas, a pesar del clima frío un sudor ha bañado su frente, hilos de cabellos y tierra bañan su cara. Su corazón aun agitado pero con la mente aun hilarante, se pone de pie con todas sus fuerzas para alejarse de allí, no es seguro y debe aprovechar cada instante mientras estén ocupados.

Sin embargo, uno de ellos ha logrado escurrirse de la pelea y va detrás de él,  cerrándole el camino, el joven cae sentado, cansado y sin aliento, solo viendo las fauces abiertas, colmillos filosos que logra iluminar la luna pálida ante sus ojos, nada mejor que la última imagen antes de su muerte desgarradora, no desea ver más de su suerte, cierra los ojos con fuerza mientras que sus pómulos son bañados por las salinas gotas de sus lagrimales. Siente el fuerte peso en su pecho, derribándolo, una punzada en la nuca, un manchón rojo en su mente, dolor y luego la nada del silencio.

 

 

 

 

 

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Una figura se pasea de un lado a otro con gran preocupación, sus cabellos azules se mecen con ligereza, sus brazos cruzados caen cuando la puerta se abre, dejando paso a un hombre alto y fornido, de cabellos grises pálidos, Hasgard deja la linterna de mano encima de la mesita, su mirada se cruza con la de su esposo y esta no dice nada bueno, el peli azul cambia su expresión una de enojo a una de tristeza absoluta. Aspros se deja caer sentado en un sillón, oculta su rostro con ambas manos, llora en silencio su dolor. El hombre se acerca a pasos grandes para tocarle el hombro pero el peli azul le rehúye, de un manotazo se aparta del grande, su mirada azulada es de reproche, no hay palabras de por medio, el de menor estatura solo sube las escaleras a toda prisa para tirarse a su cama a llorar a solas.

 

Hasgard se tira en el sillón, donde momentos antes se encontraba su esposo, suelta un suspiro. Su matrimonio no era perfecto ni estable, tenían dos hijos, gemelos y esto por herencia de Aspros, a quien prácticamente la familia de Hasgard había comprado; a pesar que los Gemeau eran gente bien acomodada, nunca faltaba un derroche de algún integrante, dejando en banca rota al resto y el matrimonio entre Taurus y Gemeau fue un escalón para salvar el nombre de la familia. Todo había sido un matrimonio arreglado, la calidad del joven esposo se vio afectada en los lujos a lo que se encontraba acostumbrado pero el amor de sus únicos hijos lo valía y ahora esto, el mayor de sus gemelos, el más vulnerable y el que era educado para ser la ofrenda de la diosa, se encontraba desaparecido y posiblemente muerto; este pensamiento solo consigue romperle más el corazón  afligido del joven padre.

 

 

 

 

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Sus parpados comienzan a pestañear pesadamente, su vista es borrosa y un dolor punzante en la cabeza le hace reaccionar, trayendo imágenes de la noche en el bosque, abriendo de golpe sus orbes, se sienta mirando con atención y con rapidez su alrededor, una manta de piel de venado lo cubre, su vista inspecciona; paredes de piedra, antorchas en las mismas, entre cierra sus orbes para dirigir su mano hacia su nuca, le duele, un chichón es lo más seguro pero tenía una duda.

 

-¿Dónde estoy? –se pregunta

 

Saga apenas tenía los quince años cumplidos, la educación de su hermano y suya eran muy diferentes, Kanon era su hermano gemelo y menor pero a diferencia de Saga, el menor era educado como un guerrero. Saga al contrario iba y venía del templo de Athenea, su educación se basaba en el arte de las letras, y el amor a los dioses pero sobre todo a su diosa a la que serviría como uno de sus sacerdotes, por ello de su atuendo. Sus ropas eran blancas, que le cubrían de pies hasta el cuello, mangas largas y bordados dorados en las orillas y sus cabellos trenzados por una larga trenza que le llegaba a las caderas. El joven se pone de pie, descubriendo que no porta su capa que llevaba consigo ni sus sandalias, varias pieles tapizan una parte del suelo, todas de animales, por suerte no eran de humanos, algo bueno o malo, no sabría asegurarlo el joven.

 

Sus pies descalzos se deslizan por el suelo mientras que sus manos sienten las frías paredes, era una cueva con túneles solo alumbrada por las luces de las antorchas encendidas, todo en total silencio, solo por los suaves ecos de sus pisadas. De pronto una luz suave no muy lejos, era la luz cálida del sol, Saga apresura su paso sin ni siquiera pensarlos dos veces, el día había llegado por lo que podría buscar el camino y salir del bosque para regresar a su casa, una sonrisa ilumina su magullado rostro. Apunto y escasos pasos para poder ser libre cuando una fuerte mano lo detiene de su libertad, el peli azul se queda paralizado, la mano era fuerte que le apretaba con gran insistencia como deseando clavarse en su carne, como garras. Su mirada verdosa se alza directo hacia una figura oculta entre las sombras, Saga se queda mudo y sorprendido a la vez, la figura corresponde a la de un hombre y de quien no puede decir demasiado. Con lujo de violencia el joven es llevado a rastras hasta el mismo lugar de donde se levantó, tirado entre las pieles que momentos antes lo cobijaban.

 

-Vas vale que valgas la pena –escucha decir con desdén y es en ese momento que cruzan miradas-. Gracias a ti fuimos expulsados de la manada, -la voz del hombre era ronca y varonil, sus cabellos eran marrones y su mirada azulada, de cuerpo atlético y fuertes pectorales, que se notaban a simple vista ya que no portaba prenda en esa parte del cuerpo. El hombre golpea la pared, causando que el joven se acurruque hacia la pared- espero que se le pase o –mirando con odio al joven- que tú le sirvas para ello

 

A Saga no le causaron gracia esas últimas palabras sino un pánico, baja la mirada ocultando su rostro con sus rodillas, el hombre se retira, gruñendo maldiciones y golpeando las paredes. No entendía muy bien de hecho no comprende nada, el hombre salvaje había mencionado una manada y dijo “fuimos expulsados”, había más y para que serviría y por qué no lo había dejado salir; era un prisionero o la cena de ese día.

Allí paso no sabe cuántas horas, su estómago comenzaba a pedirle alimento pero no intentaría volver a salir, al menos no por ahora o hasta que supiera su destino de manera directa, se había quedado dormido cuando escucha unos gritos, luego silencio y pasos acercándose, se arrastra hasta topar con la pared con su espalda. La luz de las antorchas señala una enorme sombra que cruza la abertura del túnel hasta donde se encuentra él; la figura es parecida al primero, salvo el cabello más claro y los ojos en un tono verde, misma complexión y un rostro más amigable. Lo único que detestaba era la forma en que le miraba, lo recorría con la mirada y lo hace sentir aterrado.

 

-Al fin –dice el hombre con una sonrisa mientras retoma su andar más cerca del peli azul-, eres más hermoso de lo que pensaba o al menos desde la distancia de donde siempre te observaba –agrega inclinándose frente a Saga

 

Tales palabras solo aterran más al menor, había sido acechado quien sabe por cuantos días, meses o inclusive años. Y ahora se encontraba a merced del tal lunático u obsesivo. El hombre se rasca la nuca sin deshacer la sonrisa de su rostro, Saga mantiene la mirada algo baja, nota el borde de las uñas del castaño sucias, los pantaloncillos desgarrados y un olor que no sabe descifrar muy bien. Su cuerpo tiembla cuando la mano del mayor se apodera de su trenza, el hombre cierra los ojos mientras aspira el aroma de sus cabellos.

 

-Me llamo Aioria, mi hermano es Aioros, creo que ya lo conociste –menciona jugando con la punta del cabello del joven para luego restregándoselo en su rostro-, dijo que trataste de huir y eso fue muy malo de tu parte. No vuelvas a intentarlo –advierte cambiando un poco su tono y endureciendo levemente su rostro-, este es tu hogar y aquí iniciaré mi propia manada, con tu ayuda

 

Saga no pronuncia ni una sola palabra, solo escucha tratando de mantener la calma pero su respiración se va acelerando que no puede contener su propio temblor, siente como su corazón late a gran velocidad como tambores, que no duda que las paredes hagan eco de ello.

 

-¿C…como que… con mi ayuda? No entiendo- pronuncia al fin

 

Aioria amplía su sonrisa, suavizando su expresión, es tanta su alegría de poder escuchar tan de cerca esa voz y solo para él que sus oídos la guardan como el canto más hermoso de los pájaros al amanecer.

 

-Serás mi hembra –dice como lo más normal del mundo-, he esperado todo este tiempo y por varias primaveras –rascándose la mejilla algo avergonzado mientras inclina el rostro levemente-, para aparearme contigo, Saga ¿Cierto?

 

Aquello fue la gota de la paciencia y calma del peli azul, empujando al castaño con todas sus fuerzas que tiene en esos momentos, se pone de pie y sale corriendo por aquel túnel recién recorrido por la mañana, su rostro asustado no mira hacia atrás, solo quiere salir corriendo, escapar y no volver a poner un pie ni por error en ese bosque. Choca con las paredes por la nula experiencia en esa cueva pero no le importa, desea encontrar de nuevo esa luz sin ni quiera a ponerse pensar en la posible oscuridad. Escucha un grito a sus espaldas era un alarido, lo que le provoca más fuerza en sus piernas para seguir adelante, sin embargo al verse fuera solo siente la brisa fría de la altura.

Era una montaña y una muy alta, solo apenas un metro de espacio se hallaba de fuera de la cueva hasta caer al vacío y poco le falto para terminar frío. La vista era perfecta, desde la cima puede observar el bosque y después del bosque la aldea rodeada de aquel anillo de pequeños árboles. Sin mencionar que más atrás, el camino despejado que lleva al Santuario de Athenea, al cual su corazón ya comenzaba a dudar de volver a pisar.

 

A sus espaldas escucha unas fuertes pisadas, sabe de quién puede ser, lentamente voltea hacia esa dirección. Recibiendo una bofetada para dejarlo pegado a la pared, algo mareado levanta el rostro sacudido, el rostro amigable de Aioria luce serio, molesto con la mirada fruncida y los puños cerrados, oprimiéndolos con gran fuerza; es amenazante.

 

-Te advertí que no volvieras a intentar huir –dice entre dientes con un tono grave y ronco pero hinchando su pecho, el hombre trata de tranquilizarse-, Saga no vuelvas a desobedecer y acepta ser mi hembra… por las buenas o por las malas

 

El joven mareado no responde ni pronuncia quejido alguno, la poca paciencia del hombre se acaba, tomándolo del brazo lo carga como un saco por sobre el hombro. El peli azul comienza a patalear, golpea la fuerte espalda del castaño pero a este no le causa ningún daño, lo tiene fuertemente sujetado y no lo suelta hasta llegar a la alcoba, que era precisamente donde se encontraba el peli azul antes. Allí es depositado de la forma más gentil que puede el hombre, el peli azul se aparta inmediatamente del castaño quien lo sujeta del tobillo para arrastrarlo nuevamente a su cercanía, dejándolo debajo de su musculatura. El menor siente el peso sobre él, le es asfixiante tal aroma que aún no sabe distinguir como tal, sus fosas nasales se ven invadidas por tal aroma que se le estruja el estómago, desea poder arrojarlo lejos de él. La respiración del mayor invade su espacio personal, ambas miradas se cruzan pero la del menor se desvía hacia algún rincón, dejando despejado su blanca piel de su cuello.

El castaño frota su nariz en la blanca piel, aspirándola, grabando cada esencia de sus poros del peli azul mientras que sus manos comienzan a subir por encima de la tela de la ropa, deseando tocar la piel de todo el cuerpo de su pareja. Curvando sus finos labios en una mueca, el menor trata de calmarse pero le es imposible, las ásperas manos comienzan a recorrerlo, el peli azul grita de forma alarmante mientras trata de defender su dignidad, que en esos momentos es rota como la tela de su atuendo en manos del castaño, sus uñas se claman en la piel de los hombros pero no logran apaciguar la lujuria ni apartar los labios que devoran la piel de su cuello, lagrimas recorren su rostro mientras las suplicas salen de sus labios. Cerrando su puño, este se impacta con la mejilla del hombre, quien se detiene por unos instantes, su expresión es seria, siendo que le devuelve el golpe con más fuerza. El peli azul guarda silencio, su rostro ladeado y su mirada opaca mantienen sus labios callados mientras que un hilo de sangre corre por ellos. Escucha la tela ser rasgada nuevamente, como su piel es tocada sin recato, sus muslos separados mientras sus manos son apresadas por encima de su cabeza. Desea poder cerrar sus oídos para no escuchar los gemidos y palabras de aquel ser, oprime sus puños y orbes al sentir la invasión, soltando un sonoro grito seguido de otros como si lo estuvieran matando, porque lo estaban matando, su dignidad le era arrebatada y no pudo defenderla; la muerte era su única purificación de su cuerpo y su vergüenza.

 

 

 

 

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La fogata se encontraba lista, la carne era colgada al fuego para que se cociera, la presa había sido un conejo ya que por esos lugares era lo único que se podía cazar. Aioros no se encuentra muy contento con ello, siendo expulsados de la manada el territorio se restringía y ellos ahora tenían que hallar la forma de ganarse la vida, solo cazando lo que había en los alrededores. Al menos agua no les faltaría, tenían un buen lugar y peces, muchos peces que no le apetecían demasiado. Aioria llega hasta el lugar donde su hermano se encuentra, ambos no cruzan sus miradas, el menor de ellos sabe muy bien el disgusto del mayor pero agradecía el apoyo que le brindaba y el hecho que hubiera sacrificado su propio confort por él.

 

-Gracias –dice de nuevo sentándose en un tronco seco de gran tamaño

-Es un sacerdote –dice en tono serio sin mirarlo a ver-, sacerdote de Athena… diosa de la castidad...

-No es un sacerdote, aun no lo era –aclara Aioria sabiendo a donde iba la conversación-, es ahora mío, me dará hijos, una familia

-Sacerdote de Athena –repite el mayor clavando su mirada al menor-, sus… gemidos –agrega burlándose por el encuentro de su hermano- rompieron mis tímpanos y con suerte quizá no llegaron a la antigua manada

 

Aioria solo bufa con malestar, sabe bien que en parte su hermano tiene razón, por no decir que toda la razón. Aioros guarda silencio y vuelve su atención a la comida del día, dejando a su hermano solo con sus pensamientos. Aioria había tenido opciones de pareja, una en especial, una mujer de cabellos marones y hermosos ojos avellana, carácter fuerte y orgullosa; orgullo que él mismo había roto al rechazarla en más de una vez por tres primaveras seguidas. Y luego la manada liderada por Shura y su pareja, que lo presionaban por tomar pareja, ya que la cacería comenzaría y debían dejar hijos para prevalecer la maldición.  Pero Aioria ya había puesto sus ojos en un jovencito que vio por casualidad una mañana, sus cabellos azules se mecían con la brisa matutina, Saga aun no portaba en ese entonces los bordados ni la tela inmaculadamente blanca, todavía era un aprendiz y uno muy hermoso, joven y hermoso, que no se comparaba con la figura que lo acompañaba, su hermano gemelo. Desde ese entonces, el castaño procuraba encontrarse de pie temprano para verlo cruzar por el bosque o por la tarde hasta que con el paso de los meses lo vio con aquel atuendo. Sus ojos se prendieron de color rojizo, esa tela blanca con bordados de oro y plata eran la clara amenaza que lo apartarían de sus brazos, y no permitiría que la corona y el velo terminaran por alejarlo de él.

Intentaría algo arriesgado, secuestrarlo en plena luz del día cuando cruzara el bosque, la manada le importaba poco, solo lamentaría decepcionar a su hermano, esperando no ponerlo en riesgo, tomaría al joven para él y formar una familia. Sin embargo ese día espero hasta ya tarde, su corazón ardía de furia y dolor, debió actuar con anticipación y se lo recriminaba, una y otra vez hasta que sintió su aroma, sus pasos, una sonrisa ilumino su vida. El joven caminaba apresurado y hasta asustadizo cada vez que escuchaba el ruido de las hojas bajo sus pies, el motivo, la noche comenzaba a caer en el bosque y se encontraría a la merced del castaño. Esa misma noche una doncella sacerdotisa de Odin había sido sustraída de una caravana y no muy lejos de ellos se encontraba Saga, la joven era llevaba a la madriguera sin la participación del castaño, solo Aioros se encontraba, lo que desato la furia del alfa de la manada.

Aioria no permitirá que le tocaran un solo cabello a su hembra al cual celosamente ya había elegido, cuando el peli azul fue encontrado por Shura, la pelea comenzó siendo que Aioros intervino a favor de su hermano y ambos solo por consentimiento de la manada fueron expulsados sin resentimientos pero alejados del bosque, y aun con la maldición de los dioses.

 

 

 

 

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La expresión de Saga era seria, llena de indiferencia y con restos de lágrimas secas por su piel, sangre en la comisura de sus labios mientras tiene cubierto su cuerpo con el resto de sus vestiduras rotas como él. Sentado con la espalda recargada en la pared, el jovencito no se mueve, le duele la cadera y el orgullo, años siendo educado para amar a los dioses y servir a Athena, y ahora no era nada, solo el juguete de esa bestia que se decía ser hombre.

Su figura lastimosa no se comparaba con su interior, vacío y hasta demente, porque la locura comenzaba de cierta manera a cubrirlo, muerte era la danza de ideas que ahora bailaban por su cabeza.

Eran similares las voces, una voz dentro de su cabeza de largos cabellos azulados, ahora sueltos por toda su espalda. Por momentos esta voz era como de reproche pero en ocasiones de aliento como si fueran dos que se estuvieran peleando en su interior, era agotador para el joven, en especial por todo lo sucedido, llevaba alrededor de dos días, de los cuales solo había probado agua, que amablemente ese hombre le había dejado en algo parecido a un cuenco de madera, que ahora se encuentra vacío como su estómago.

Deseaba llorar pero luego de horas de su sufrimiento las lágrimas al parecer se le habían terminado, sus lagrimales le ardían como su labio inferior le dolía, los golpes de la noche de su rapto le comenzaban a causar molestias. Los moretones en su rostro eran más evidentes, la piel blanca en tonos rojizos y morados que pintaban en un azul oscuro, su muñeca y mano le dolían al moverlas, los raspones habían secado de su rodilla pero el dolor del golpe se resistía a dejarlo. Moverse no era una opción a menos que deseara declarar la guerra a todo su magullado cuerpo, sin mencionar el dolor punzante de su cadera, lo que le recordaba de su desafortunada desgracia y volvía de nueva cuenta al ciclo de las voces y de su dolor.

 

Sin nada más que hacer en su cautiverio, sus parpados comienzan a ceder, su cuerpo lentamente lo acomoda, se encoge de manera fetal hasta quedarse dormido.

 

 

En un solo parpadeo, su vista se fija en la figura del hombre que yace sentado no muy lejos de él. Sobresaltado se sienta de golpe olvidando su dolor físico, dejando escapar un quejido de dolor en su labio partido, por instinto se cubre con las prendas rotas, cubriendo hasta la punta de su pies mientras mantiene la cabeza baja.

 

-Te traje algo de comida –dice el castaño con voz apacible- ¿Debes de tener hambre? –Dejando cerca de los pies del joven una hoja con un trozo de carne cocida- es conejo, pruébalo… -pero no obtiene respuesta del joven, Aioria no era paciente, era orgulloso e impulsivo-. Como te explique ayer, serás mi hembra por las buenas o por las malas y tú elegiste por las malas pero aún puedes cambiar de opinión –advierte el castaño en tono serio y seco-, obedece y te irá bien, dame hijos…

-Hablas como si tuviera otra opción –menciona Saga con voz pastosa y lastimosa pero firme, con los dientes apretados por el dolor en su mandíbula-, son tus reglas o tus reglas. Tu raza debería tener sus reglas que vayan en contra de raptar a los que no pertenecen a su especie, bestias como ustedes deben estar con los suyos pero tú quieres condenarme a esta vida. –Dice levantando su mirada- Yo tengo familia y quiero regresar con ellos, déjame libre… no te guardaré ningún rencor por lo que me has hecho

-Familia que pensabas dejar al unirte al templo –brama el hombre poniéndose de pie de golpe para tomar agua que había traído consigo, esto como modo de serenidad-, así que no hables de amor a tu familia

-Esa era mi decisión –responde el joven- servir a los dioses

-Dioses –grita el castaño aventando el recipiente con agua contra la pared-, los dioses no aman, sí lo hicieran no pedirían sacrificios

-Que puede saber… alguien como usted… una vil bestia sin escrúpulos

 

La mano fuerte de Aioria atrapa el cuello delgado del peli azul, quien comienza a respirar pesadamente, siendo acorralado contra la pared y el hombre, el castaño siente la calidez de la piel, sus orbes examinan las claras huellas del golpe dado con anterioridad, huellas de la noche anterior, sangre seca y ese aroma que había dejado su encuentro no consensual.

 

-Qué esperas ¡Mátame! –

 

La voz de Saga era decidida, sincera, llena de dolor como de sufrimiento que guardaba en su mirada, sus orbes comenzaban a traicionarle, puesto que el líquido salino le nublaba sus orbes. Un golpe fuerte retumba sus oídos del peli azul, quien cierra sus ojos dejando derramar sus lágrimas, el sacudón es fuerte que de su puño comienza a emanar sangre, Aioria había golpeado la pared directamente una vez que soltó a Saga.

 

-Escucha esto –dice con más cansada pero autoritaria-, mi nombre es Aioria y soy tu alfa de ahora en adelante, pórtate bien y obedéceme, dame hijos…, sé fiel y es todo lo que te pido

 

Saga mira con detenimiento el puño aún impactado en la pared, sus orbes azules se mantienen bien abiertos mientras traga saliva, su corazón se ha acelerado. Como era posible que su vida terminará de tal forma, nunca se planteó una familia más que la de sus hermanos al servicio de los dioses, la relación íntima era algo impropio que le enseñaron a no hablar de ello. Sin embargo ahora su cuerpo ya había sido víctima de esos bajos instintos, acto que con probabilidad se repitiera aún en contra de sus deseos y lo peor con consecuencias; un hijo, por ejemplo.

De sus labios y de un susurro se escapa un “No” mientras cubre su cabeza, dejando derramar un par de lágrimas más, todo esto ante la mirada del castaño, quien guarda silencio. Él mismo sabe que no es fácil, no lo fue para él pero se adaptó lo más que pudo, aprendió ser fuerte, ser duro y hasta cruel porque la vida lo fue con él y él sería de la misma forma que la vida lo trato. Todo por los dioses y el amor que el hombre le llega a profesar.

 

 

 

 

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Su mirada penetrante se mantiene centrada en su plato de su desayuno, Hasgard no puede dejar de sentirse sorprendido y a la vez alegre, dos emociones no muy diferentes pero de solo recordar quien le provoca aquello era algo muy difícil de olvidar, por decirlo que era algo cotidiano en su vida. Aspros se había levantado temprano y como si nada, con buen humor le había preparado un buen desayuno a su esposo, quien aún no probaba bocado sino solo mantiene clavada su mirada en su comida. En los primeros meses de matrimonio, el mayor llego a pensar que era un gesto de cariño pero con el tiempo dedujo que solo era la manera atenta de pedir disculpas del peli azul.

Un segundo plato es depositado en la mesa, el asiento se corre provocando un sonido por el piso, el menor toma su lugar, sorbe del jugo de su vaso y toma el cubierto, la panceta tibia es triturada con elegancia en aquella blanca dentadura, silencio. Sus miradas se cruzan por un segundo, la curvatura de los finos labios del menor le sonríen para centrarse en su desayuno de nuevo. El mayor suelta un respiro muy fuerte que hace de manera accidental, provocando una seria mueca en el rostro pálido de su esposo, segundos de tensión y culpa invaden al peli azul; un pellizco en su pierna por debajo de la mesa es su reprimenda del menor a sí mismo.

El resto de la merienda es tranquila y todo en silencio como si fuera ensayado y lo era. El mayor se despide para ir a las tierras a trabajar, depositando un beso en la coronilla a su esposo, no en los labios, lo que era propio de la pareja. El peli azul se queda de pie en la puerta, observando como la alta figura de su esposo desaparece de su vista, la mirada azulada del menor cambia de manera drástica, en el desayuno era alegre para volverse de tristeza y pasar al coraje; de un fuerte golpe cierra la puerta, el retrato de su enlace matrimonial se tambalea de la pared.

Sus pasos son pesados y lentos, su cuerpo cae al sillón y allí se queda en silencio, una lágrima cae por su mejilla para ser seguida por otra. Su llanto se hace profundo en aquel silencio de la casa vacía hasta volver a quedarse dormido.

 

 

Aspros no había tenido opción, su familia o lo que le quedaba de ella, le impusieron tal enlace. El peli azul tuvo que renunciar a su vocación mientras que su hermano recibía los honores de guerrero, él recibía la bendición de su matrimonio. Con diez y seis años, ya era un joven esposo, inexperto en el arte del amor, inepto en la vida de pareja y sin conocimiento de lo que era la vida de casado, temeroso lo que debería pasar en su primera noche. Hasgard fue paciente, era un hombre alto y corpulento, más mayor que el peli azul pero amable y gentil; trataba que sus caricias no fueran indecorosas al menor, a las cuales este le rehuía con terror. El peli azul solo cerro sus orbes para no presenciar más que lo que le dictaba su cuerpo, cumpliendo con su deber y comprobando su pureza ante su esposo, el cual no dudaba de ello y aunque lo hiciera, no le reclamaría; Hasgard lo amaba desde el primer momento que lo conoció, a pesar de esas túnicas inmaculadas que le cubrían antes de reclamar y proponerle matrimonio. Siendo que el menor fue expulsado del templo y siendo preparado a lo social de su nueva vida.

No volvieron a sostener relaciones después, el mayor no deseaba martirizarlo o forzarlo a darle hijos, Aspros era muy joven e inexperto todavía, apenas y podía con las tareas del hogar, el menor se hundía en desesperación y llanto por ni siquiera saber preparar un simple arroz. Un año después, y por iniciativa del menor, nacen sus únicos hijos, unos hermosos gemelos de cabellos azules; el mayor no se encontraba muy contento por ello pero tampoco iba a rechazar a sus primogénitos, el peli azul solo había aceptado intimar con su esposo por cumplir con la tarea de procrear; todo deber de los que poseían su don. Después de ello, Aspros cambio drásticamente, toda su atención la entrego a sus retoños, cuidándolos, mimándolos y aprendiendo más de las tareas del hogar, descuidando a su esposo. Ligeras peleas comenzaron, discusiones en voz baja y siempre fuera de la presencia de sus hijos, Aspros no dejaba que su esposo le tocara más. Saga fue el mayor de los gemelos y su naturaleza fue igual que la de Aspros, por lo que fue instruido en el arte de la adoración de Athenea, esto en contra de Hasgard, Kanon en cambio fue el menor pero más impulsivo por lo que fue entrenado para ser un guerrero de la justicia; lo cual fue el mismo caso con Deuteros.

La vida de esta pareja solo se resumió en sus hijos, unidos nada más por ellos, y los gemelos amaban a sus padres; puesto que Aspros a pesar de no sentir quizá amor hacia su esposo, les enseño a respetar y no contradecir la autoridad de su padre, aunque este hiciera por decirlo todo lo contrario. Cuando Kanon ya fue nombrado guerrero, tuvo que abandonar el hogar, quedando solo Saga que se ausentaba casi todo el día, dejando a sus padres con su fría indiferencia. Allí fue cuando Aspros se comienza a reprochar el abandono de su parte hacia su pareja, cediendo a ciertos acercamientos a su esposo hasta volver a intimidad pero solo por cuestiones de aniversario.

 

 

El sol ya comenzaba a ocultarse y el peli azul con pereza reacciona, removiéndose en su incómoda posición, había dormido un buen tiempo y justo el tiempo necesario para revitalizar sus fuerzas tanto físicas como emocionales. La realidad era cruel, sus hijos ya no se encontraban más a su lado, Kanon lejos con su deber de guerrero y Saga… había perecido en ese bosque hechizado, siempre supo que no los tendría para siempre a su lado pero era demasiado doloroso no solo imaginarlo o pensarlo; era el típico dolor de un padre.

 

-Hasgard… -susurra sus labios volteando ver hacia la ventana

 

El cielo ya comenzaba a oscurecerse y pronto su esposo llegaría, no tenía preparado nada más que lo mismo del desayuno. No era un desastre de persona pero si se culpaba de todo lo que ocurría a su alrededor, la ruina de su familia, su matrimonio forzado y fallido, la muerte de su hermano, la separación de la familia de su esposo y el destino de su primogénito. Su mirada se clava en ese viejo tapete, escuchando el silencio de su hogar hasta atrapar los latidos de su corazón. La puerta se abre con un sonido fuerte ante el silencio, Hasgard ha llegado y nota sentado a su esposo, con la mirada inclinada, demasiado pensativo para su gusto; de una rápida examinación, nota los platos sucios del desayuno aún en la mesa.

 

-Los vecinos planean una expedición en el bosque –dice yendo a la pequeña cocina para dejar unas cuantas cosas que trajo consigo- dicen que en la noche hubo gran alboroto por esos rumbos, vieron humo y hasta aullidos como de lobo –Aspros le dirige la mirada poco interesada mientras se pone de pie-. Mañana partirán Manigoldo,  Dohko y yo…

-¿Tú? –pregunta en voz alta el peli azul cruzándose de brazos

-Si… mi hijo pereció en esos territorios al menos deseo poder encontrar su cuerpo… para darle una digna sepultura –dice con voz segura

 

Aspros guarda silencio, sabe que no debe contradecirlo, calla y traga sus palabras. Odiaba el lugar y su naturaleza, por ello había decidido convertirse en sacerdote y refundirse en un templo hasta morirse, más termino doblegándose al destino que siempre trato de huir. Con una suave mirada, le da la razón a su esposo, para dedicar su tiempo a prepararle un baño, el mayor solo se le queda viendo; en algunas ocasiones Hasgard temía de Aspros, su esposo era hermoso pero su mirada era fría. Mientras que el agua del baño se calienta, el peli azul le sirve la cena, comida recalentada del desayuno, el mayor no reclama y solo come, ante la mirada de su esposo que sabe muy bien ese error, mismo que tendría que recompensar de una u otra forma.

 

 

 

El agua caliente servida en la tina es del agrado del mayor, quien con una sonrisa se sumerge para disfrutarlo con calma mientras que su esposo prepara sus cosas personales, Aspros con calma y serenidad arregla las ropas de su esposo, dobla algunas prendas que llevaría el hombre a su expedición, ya tenía casi todo a excepción de los alimentos pero aquello se encargaría en la mañana siguiente, nada mejor que alimentos frescos para un buen viaje. Centrado en sus tareas, se sorprende al ser rodeado por los fuertes brazos de su esposo, gesto que no le era molestoso pero si demasiado cercano, en especial cuando siente el aliento caliente sobre su cuello, Hasgard se encuentra demasiado cariñoso por su decir que reclamando atención de su parte; algo normal cuando tu esposo se encuentra a punto de partir de un viaje peligroso. Soltando un lento suspiro para no delatarse lo suficiente, el peli azul se da media vuelta para encararlo, sus delgados dedos trazan la orilla de la bata de baño del mayor para bajar hasta el nudo de la cintura y deshacerlo mientras que el mayor acaricia la cintura del menor, cubierto por la bata de dormir.

El mayor respira con lentitud el aroma de los cabellos del peli azul, mientras que roza la blanca piel con la punta de la nariz, dejando llevar por las manos inexpertas del peli azul, quien acaricia sus fuertes pectorales mientras que con un fuerte agarre de su cintura el mayor recuesta al menor en la cama, quedando encima de este. Atrapando la boca de su esposo en un beso profundo, el cual el menor se encarga de romper al sentirse sin aire, siendo que su largo y esbelto cuello es ahora el atractivo del otro mientras que las manos comienzan a subir por la tela de sus muslos, despejando el camino obvio del objetivo.

 

-Regresarás a salvo –pronuncia Aspros con un nudo en la garganta-… con Saga

 

Hasrgad no esperaba tales palabras pero era típico del peli azul siempre salir con alguna frase de ánimos en el momento no tan oportuno al que se encontraban, simplemente no era la cuestión. Rodando su pesado cuerpo, se aleja de su esposo con un impulso de resignación, el peli azul guarda silencio hasta que el mayor solamente se levanta de la cama para colocarse su ropa de dormir de manera tosca y rápida, el peli azul se sienta con lentitud observando a su esposo, sus orbes azules no comprenden. Un beso en su frente y un “buenas noches” le dictan que había arruinado la velada intima obligatoria.

 

-Hasgard… -pronuncia el peli azul

-No voy a obligarte Aspros… -menciona el mayor ya apagando las velas y acostándose de su lado de la cama- he sido paciente pero ya me estoy cansado…

 

Un silencio cae entre ellos, como cuando llega el manto de la tarde al recibir la noche así de impredecible, solo el rechinido de la cama al levantarse el peli azul, quien corre fuera de la habitación, el mayor suelta una fuerte bocanada de aire, otro rechinido cuando este se siente en la orilla del lecho. No debió pronunciar aquellas palabras, aunque las pensará un sinfín de veces pero solo hasta ese día salieron de su boca, sin planearlo ni proponérselo. Pero eran ciertas, ya se encontraba cansado de suplicar, de esperar a que el peli azul le correspondiera y no solo cediera por suma obligación. Se queda pensando no sabe por cuánto tiempo, su esposo no regresa, todo silencio hasta que le comienza una rara preocupación a invadirle.

 

Poniéndose de pie y a pesar de la oscuridad de la casa, el mayor baja las escaleras encontrando la sala vacía, pronuncia su nombre, primero en voz baja luego con un fuerte grito y sin respuestas, un miedo le invade. Buscando una vela para luego prender las lámparas, descubre que el peli azul no se encuentra en  casa. Apresurándose y con ropa de dormir sale fuera de su hogar, solo ve oscuridad y algunas estrellas en el cielo, el canto de los grillos y luego más silencio. Su pecho comienza a agitarse, Aspros no suele salir a esas horas, no le agradaba la oscuridad, de pronto ve una luces de antorchas, estas van acercándose a su territorio,  las siluetas van tomando forma, traga saliva.

 

-Hasgard ¿Todo bien? –Pregunta Manigoldo con su típica sonrisa

 

La mirada de Degel que cruza con Kardia le indica malas noticias, el segundo lleva un arma consigo y Manigoldo, lleva la suya en la espalda. Unos pasos llaman la atención de los cuatro, era Dohko que se había quedado atrás, inspeccionando pero lo que alerta más al más alto de ellos era el listón blanco que el chino lleva en la mano; era de Aspros, ese cinta con la que sujetaba la trenza de su cabello.

 

 

 

 

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El atardecer caía inevitablemente en el bosque, el techo con estrellas comenzaba a expandirse, el canto de los grillos era la melodía de la noche. Saga se encontraba sentado frente a la fogata, cubierto por su capa, a su lado se encontraba Aioria y frente a ellos su hermano, con su misma expresión seria y dura de siempre. El jovencito apenas había probado bocado, se rehusaba a hacerlo, solo aceptaba el agua y fruta, las pocas fresas silvestres que se podía encontrar en esos lugares. De pronto el aullido resuena por los alrededores, Aioria aprieta el cuerpo de su pareja hacia él, observando como su hermano se ha puesto de pie de manera simultánea. Saga tiembla, ese aullido había sido desgarrador y al parecer no era nada bueno por la expresión de los hermanos, solo unos momentos después el joven se encontraba siendo arrastrado con toda prisa hacia la montaña, en contra de su voluntad, siendo llevado a la fuerza con amenazas e insultos mientras que el castaño mayor apaga la fogata para ocultar algún rasgo de ellos.

La cueva había sido sellada por una roca, las pocas antorchas yacen apagadas a excepción de la que se encontraba en el rincón de su “alcoba”, todo era oscuridad en los túneles y silencio. Deseo preguntar pero el mayor lo calla, apretándolo hacia su cuerpo a lo que el menor lo rechaza, Saga no desea tenerlo cerca por lo que se cubre con las pieles hasta quedarse dormido, sumido en un sueño muy profundo.

 

 

Cuando abre los ojos, no sabe decir si ya es un nuevo día, en la cueva siempre era de noche, la antorcha alumbra muy leve y se encuentra solo, lo que en parte agradece. Por instinto recorre la cueva hasta llegar a unos túneles más alumbrados y con un aire más limpio, que lo conducen a las voces de los hermanos. Un alarido de dolor le hace detenerse, al parecer hubo una pelea pero no en contra de la otra manada, había alguien más en el bosque.

 

-Esta vez atacaron demasiado pronto –dice Aioros –aarrrggg con cuidado

-¿Qué buscaban? –Pregunta el menor

-No lo sé pero no creo que les importe si lo tenemos o no, sabes lo que buscan, la cacería podría adelantarse –explica el mayor- Shura perdió a Cassios, llegaron a las futuras crías y saben con exactitud cuántas camadas deben de eliminar

-Ni que fueran demasiadas –menciona el menor de ellos-, nunca se logran…  y tú sabes porque…

 

De pronto Aioros lo calla, dirige su penetrante y fría mirada hacia el rincón, Aioria lo sigue, la silueta de Saga es revelada por la sombra de la luz del fuego, el menor no tiene más remedio que terminar por delatarse a voluntad propia. Tiene dudas y grandes curiosidades pero no sabe cómo preguntar por ellas. El peli azul nota que el mayor de los hermanos tiene un vendaje hecho por tiras de tela en el dorso,  Aioria se da cuenta de ello pero no dice nada al respeto.

Aioros solo mantiene su mirada clavada en el menor, Saga baja la mirada y se mantiene recargado en el rincón de la cueva, tratando de memorizar un poco el lugar. Nota que algo se susurran los hermanos, trata de aparentar no prestarles atención pero a pesar de ello, no logra escuchar nada de su conversación, solo nota que el menor de ellos se queda callado por unos minutos, sonríe forzosamente y le da una palmada al hombro del mayor.

 

 

 

 

 

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Continuará...

 

 

 

Notas finales:

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