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Al despertar por Elbaf

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Notas del fanfic:

Aquí os dejo un pequeño one-shot que se me ocurrió a raíz de un dou que me mostró la genial Malew, en el foro de RP de Kuroko no Basket. Se me ocurrió algo así en cuanto lo leí y espero que os guste. Nos leemos!!

Disclaimer: los personajes de KnB no me pertenecen. Y, si lo hicieran, no se me ocurriría hacerles sufrir así.

Su pecho llevaba varios días doliéndole de forma constante. Punzante. Agobiante. En algún punto de su mente, él sabía por qué, pero en este momento, no era realmente consciente de ello. No sabía por qué le dolía, sólo sabía que le dolía mucho y que ese dolor no desaparecería JAMÁS. Ni aunque viviese cientos de años. El dolor, le acompañaría cada día, hora, minuto y segundo de su vida. 

Estaba con sus compañeros en el vestuario y se cambiaba con lentitud. Hyuuga ni siquiera le increpó por ello, sólo recibió una mano en su hombro que parecía que le daba fuerzas para continuar. El silencio en el vestuario era palpable, pero no era incómodo. Así era como tenía que ser. Arrastrando los pies, salieron todos sus compañeros a la cancha, él se demoró un par de minutos más, mirando al casillero contiguo al suyo. Estaba cerrado. 

Vamos, Kagami-kun... si no vas pronto, la entrenadora se enfadará contigo.


- Voy, Kuroko, ya voy... - casi sonriendo, se levantó y se dirigió a la entrada, donde le tenía que estar esperando su sombra. Pero, cuando miró, no había nadie. 

Suspiró y el dolor en su pecho se incrementó levemente. Se tragó esa desagradable sensación y salió hacia la cancha. Todos le miraron con tristeza. Intentó darles una sonrisa pero no le salió muy bien. Kiyoshi le revolvió el pelo pero no le dijo nada. Comenzaron a entrenar. 

Aida Riko le miraba pensativa, como si tratase de solucionar el problema que veía que tenía su jugador estrella pero, evidentemente sin hallar una solución posible. No existían las soluciones para ese tipo de problemas. Sólo el tiempo y, en ocasiones, ni eso. Pero tenía esperanza. Muy poca, pero la tenía.

El entrenamiento fue un desastre. El balón se le caía de las manos, jugaba mucho más lento que de costumbre y sus reflejos se habían tomado unas vacaciones. Si seguía así, tendría que dejar el baloncesto, lo único que, en ese momento, le estaba dando sentido a su vida.

¡Ánimo, Kagami-kun! ¡Esfuérzate, yo creo en ti!


Sonriendo, se giró hacia la banca.

- ¡Gracias, Kuroko! - pero, de nuevo, no había nadie sentado a excepción de la entrenadora, que le miró con los ojos vidriosos. 

El curso del entrenamiento cambió y Kagami estaba un poco mejor. Pero sólo un poco. Aida Riko decidió que ya iba siendo suficiente por un día, a pesar de que no habían estado más de treinta minutos entrenando y dio el encuentro por finalizado. Volvió a las duchas y siguió la misma rutina que antes de entrar. El silencio reinaba en el vestuario, los pocos comentarios que hacían los compañeros eran suaves murmullos y siempre frases cortas y concisas. Salió de las duchas y, con la vista en el suelo se dirigió a vestirse. La mayoría de sus compañeros ya habían terminado y abandonaban el lugar. Kagami volvió a quedarse absorto mirando el casillero junto al suyo. Seguía cerrado. Y así iba a continuar siendo para siempre.

- Kagami, nos vamos a casa de Hyuuga a ver una película, ¿vienes? - preguntó de forma suave Kiyoshi.

- No, gracias, senpai... Hoy voy a ir a ver a Kuroko.

- Oh... - murmuró sorprendido, pero trató de recomponerse rápido - Dile que le echamos de menos.

- Lo haré.

Y la puerta del vestuario se cerró dejando a Kagami solo. Terminó de vestirse en silencio, cogió sus cosas y salió del instituto, camino al Majiburguer. Cuando llegó, miró entre las mesas pero, como era obvio no pudo ver a Kuroko. Esperó que fuera su turno para pedir y no tardó en llegarle.

- 15 hamburguesas con queso y dos malteadas de vainilla para llevar, por favor. - dijo con voz monótona. En cuanto se lo sirvieron, cogió la bolsa y salió de allí. Tomó un par de líneas de metro y se bajó casi a las afueras de la ciudad.

En cuanto entró fue directo hacia donde estaba él. No había necesidad de buscarle. Por primera vez, sabía exactamente dónde se encontraba Kuroko aunque fuera incapaz de verle. En las últimas semanas, había hecho ese recorrido tantas veces que ya lo podía hacer hasta con los ojos cerrados. Pocos minutos después, lo vio. Inconscientemente aceleró el paso hasta que llegó frente a él y se sentó en el suelo. Sacó la malteada que había comprado para él y la puso frente a su epitafio. Sacó la otra y le dio un sorbo.

- He terminado por aficionarme a ellas por tu culpa... - dijo con una sonrisa triste - Sé que es una tontería, pero me hacen sentir que aún estás aquí. Aunque me temo que en lo de las hamburguesas no he cambiado... Me sigo comiendo 15 de una sentada - abrió la primera y le dio un mordisco - Kiyoshi senpai me ha pedido que te diga que te echan de menos. Pero eres malditamente listo y seguro que eso ya lo sabes.

La hamburguesa cayó de sus manos y, por fin, comenzó a llorar.

- ¿Por qué, eh? ¿Quién te crees que eres para abandonarme así? ¿Y ahora qué se supone que he de hacer yo? No te haces a la idea de lo duro que es vivir sin ti... ¡Para todos! Joder... aún te escucho en los entrenamientos... No te haces a la idea de lo muchísimo que te echo de menos. Me reconforta pensar que no soy capaz de verte porque estás usando tu maldita poca presencia. A veces hablo contigo... como si siguieras aquí. Y siento que aún soy capaz de continuar. Pero yo sé que tarde o temprano me rendiré. - Se limpió la nariz y las lágrimas con la manga de la camisa - Todos dicen que debería dejar de venir a verte, que es la única forma de superarlo. ¡No entienden que si hago eso será admitir que te he perdido!

Yo siempre estaré contigo, Kagami-kun... Las sombras nunca abandonan a sus luces.


Un escalofrío agradable le recorrió el cuerpo. El aire golpeó la malteada que había sobre la tumba de Kuroko. Pero, cuando Kagami la fue a recoger, estaba vacía.

Siguen siendo mis favoritas, Kagami-kun.





Despertó totalmente bañado en sudor y con el corazón en un puño. Respiraba de forma agitada... no, jadeaba de forma desmesurada. Se giró, buscándole entre las sábanas hasta que le encontró, con los ojos empezando a abrirse. Estuvo a punto de llorar de alivio. Se lanzó a abrazarle y no pudo evitar apretar demasiado fuerte.

- No se te ocurra abandonarme nunca, Kuroko, ¿me oyes? ¡Nunca! - repetía una y otra vez a un Kuroko que se acababa de despertar por los quejidos y movimientos de su compañero y no tenía ni idea de qué estaba pasando.

Kagami nunca se alegró tanto de despertarse.

Notas finales:

Espero que el final os haya quitado el mal sabor de boca de la historia. No me gustan las tragedias pero creo que ésto es algo que debía escribir. Espero haber logrado tocaros un poquito los sentimientos.

 

Nos leemos en los comentarios, un saludo!! ^^


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