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El hombre del piano por Yami no Deshite

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EL Hombre del Piano

Yami no Deshite

 

Capítulo 1, Un Encuentro

Advertencia: Los personajes no son míos por desgracia.

 

 

En el bar Zanc, un pianista de ojos cobalto y cabello chocolate tocaba el piano. Su tez morena denotaba tristeza. Era observado por la hermana del dueño del lugar Relena. Quien lo había contratado por ser un intérprete famoso caído en desgracia. No contaba nada de su vida y siempre estaba sumido en sus pensamientos. A cierta hora de la madrugada comenzaba a beber  Vodka. Y terminaba su interpretación con un blues Still Got The Blues. Con su voz profunda transmitía mucha tristeza y desolación. Cuando cantaba acompañado por el piano era el único momento en el que se escuchaba su voz...

-Hola Heero...- Relena como todos los sábados saludando a un triste Hombre de ojos cobalto.

-Hn..- ¿Por qué habré tomado este empleo?, tal vez... quien sabe en este lugar lo encuentre alguna vez.- pensó Heero con su tristeza habitual.

-Otro sábado en el que nos deleitarás con tus interpretaciones maestro Heero Yuy.- Dorothy Catalonia, una rubia de ojos color celestes y extrañas cejas, chelista de la Orquesta Nacional.. Una habitué del lugar a quien le encantan las interpretaciones y voz de Heero. Muy enamorada de Hilde su pareja.

-Déjalo tranquilo, Dorothy.- Le dijo Hilde una muchacha de ojos celestes y cabello negro.

-Pero Hil, no sé que hace en este antro. Viene a esconderse no a tocar el piano y cantar.- Le replicó su compañera intrigada.

-Dices eso porque Relena no quiso salir contigo. Es uno de los mejores bares de la ciudad. No te olvides que el dueño es Milliardo Peacegraft el Director de la Orquesta Nacional o sea nuestra orquesta.- Hilde rebatiendo sus palabras.

-Está bien tienes razón estoy un poco resentida con ella.- Dijo Dorothy dándole la razón a la morocha.

Quatre, un hombre de unos 22 años rubio y de ojos celestes casi transparentes, estacionó su Porche en el estacionamiento contiguo al bar. Caminó hacia la entrada del mismo y se llevó el tiquet. Siguió hacia la entrada del local, al entrar buscó a sus amigas que lo habían invitado a escuchar a al pianista y cantante.

-Heero, ¿qué hace aquí?- El rubio totalmente sorprendido, hacía años que le perdió el rastro desde que salieron del conservatorio. Estudiaron juntos en uno de los mejores conservatorios de Europa. Y ahora lo encontraba allí, en ese bar exclusivo. Caminó a donde estaba el pianista y vió a sus amigas.- Cuando Duo se entere no lo va a poder creer.- Se dijo para sí.

-Quatre.- Lo llamó la rubia de cejas raras. Al llegar a ella el rubio con una sonrisa de aquellas que sólo el era capaz de dar, la abrazó y luego le dio un beso a Hilde.- Te tenía una sorpresa y ahí está.- Le dijo muy contenta, adoraba a su amigo.

-Sabés hace cuanto tiempo que lo busco, no te das una idea.- Le contó el rubio adorable a las chicas.

-Heero interpretaba en ese momento La Sonata al Claro de Luna de Bethoven. Y mientras tocaba recordaba a su amor. Su alma triste se hundía más con cada nota que le sacaba al piano de esa melodía, iba hasta el fondo mismo de la tristeza para luego mantenerse en ese sentimiento y terminar remontando la cuesta hasta salir de allí, genio de los genios no sé como lo lograste músico loco y casi sordo para poder componer está obra magnífica...

---------------------------------------------Recuerdo---------------------------------------------

Una hermosa tarde de primavera paseaba por el parque cercano a su departamento. Allí lo ví por primera vez, sentado bajo una lluvia de sakura, sus destellos amatista me hechizaron mientras sobre él caían los pétalos rosados y desde ese día no pude olvidarlo...

----------------------------------------Fin de recuerdo-------------------------------------------

Terminó de interpretar la Sonata y se pidió el primer vodka de la noche.

-Traeme uno.- Le pedí al mozo un hombre de cabello castaño y hermosos ojos verdes. Me miró fijamente siempre lo hacía, había algo en su mirada pero nunca quise saber que, asintió con la cabeza.- Gracias, Trowa.

-Voy a saludar Heero.- El rubio de adorable sonrisa se levantó y dirigiose al piano.

Lo miré venir hacia mi, cuanto tiempo pasó de la última vez que estuvimos juntos ya no recuerdo. - Quatre.- Me temblaban las manos, se acercó más y me abrazó.

-Heero, ¿Qué alegría volver a verte? Aunque hubiera preferido encontrarte en otro lugar.- Dijo el ángel rubio. Sintiendo mucha tristeza y depresión en aquel amigo tan íntimo que estaba en ese momento en sus brazos.- Me permitís.- Se sentó, tocamos como lo solíamos hacer.

Sonreí desde hacía mucho tiempo que no me sentía bien, siempre Quatre lograba ese efecto en mí. Era gratificante tenerlo cerca. Mi solaz, mi paz. Ese oasis en el desierto de tu vida que lo encuentras una sola vez y vuelves a el cada vez que tu corazón falla.- Hola.

Recuerdos, recuerdos mi mente divaga entre ellos pero desvío mi centro y él, ese ser castaño de ojos extrañamente violetas vuelve a martirizar mi alma. Lo sueño hace años, lo veo y los pétalos de sakura en el parque cayendo sobre él...

-Querido amigo, probamos con Chopin.- Quatre con esa hermosa sonrisa que me cura el alma, tocamos a cuatro manos.  Impromptu, que linda obra.

Al terminar de acariciar las teclas con sus manos blancas y pequeñas y yo con mis manos morenas y fuertes, ¿qué contraste entre las teclas? La delicadeza y la fuerza.

Lo miré a sus ojos agua y él se hundió en mi abismo lúgubre y particular, ese que me hostiga hace tiempo. El mismo donde habita él, con sus ojos amatista y ese destello hechizante, creo que el vodka me está haciendo efecto. Los labios de mi amigo me atraen son poderosos y tan tentadores... voy hacia ellos sin quitarle mis ojos de encima...

-Obsequio de la casa.- El mozo de ojos verdes pone entre medio de Quatre y Heero un trago sobre el piano y luego otro, logrando una ruptura, un beso fallido. El pianista toma de un trago su bebida queriendo apagar con ese elixir fatal toda la pena que vuelve a embargarlo... y la oscuridad lo lleva a ese mundo del que no puede escapar...

-Heero.- Cayó en brazos de del rubio totalmente inconsciente.

-Lo siento.- Dijo el mozo de ojos verdes absorto mirándolo a Heero doliéndole el corazón por ese hombre al que cada sábado veía caminando hacia su propia destrucción. Sostenido en los brazos de ese ángel rubio, el pianista alcohólico y vencido por un amor que nunca se concretó...

-¿Cómo te llamas?- Preguntó Quatre.

-Trowa Barton.- Contestó el mozo de cabello castaño y ojos verde esmeralda, quien era la flauta traversa de la Orquesta Nacional. Agregó -Me ayudas a llevarlo a mi auto.- Le dijo con tristeza.

-Sí, ¿sabés donde vive?- Preguntó intrigado Quatre.

-Sí, pero lo llevaré a mi casa necesita que lo cuiden está muy mal.- respondió el de ojos verdes, no quería dejarlo solo porque así estaba muy solo el maestro Heero Yuy, abandonado a su suerte. Y preso por un vicio que lo destruía. No soportaba verlo así y hoy tal vez quien supiera ese rumbo cambiaría.

-¿Quieres que te acompañe?- Preguntó El ángel rubio preocupado y muy dolido por el estado en que se encontraba su amigo entrañable.

-Sí, no puedo manejar y cuidarlo.- Pensó Trowa mirando a Heero. -Espera que voy a hablar con Relena para poder irme.- Trowa mirando hacia la barra. Se dirigió hacia ella.- Relena, voy a llevar a Heero.- El mozo se fue a cambiar de ropa.

-¿Quién me ayudará y quién tocará hoy?- Dijo la rubia de ojos celestes, muy molesta.

Dorothy que no había perdido ningún detalle se acercó a la barra acompañada de su pareja. -¿Quieres que te ayude a servir? Será divertido ya lo verás.

-Te animás a hacerlo sería de gran ayuda.- Relena suspiró, mirando al mismo tiempo a esos dos hombres abrazados, sentados en el banco del piano.

Hilde le acercó sus labios al oído de su compañera y le dijo.- Ojo con lo que hacés, tramposa.- Y sonrió agregando.-- Yo también te ayudo, Relena.

-Gracias chicas. Espero que mi hermano venga pronto, él y Traize siempre llegan temprano.

Trowa cambiado se acercó a ellos. Lo levantaron entre los dos y se lo llevaron afuera del bar. Mientras Trowa sostenía a Heero, Quatre fue a buscar su auto. Al llegar abrió la puerta del mismo, el castaño acomodó en el asiento de atrás al de ojos cobalto y se sentó a su lado sosteniendo en esos brazos fuertes a aquel que no sabía desde cuando lo alteraba y quitaba el sueño.

-¿Adónde vamos?- Preguntó el conductor rubio quien con una leve sonrisa veía como aquel hombre de ojos verdes abrazaba tan cálidamente a Heero.

Trowa le dio la dirección de su casa, quedaba cerca de allí. Al llegar, el rubio estacionó en la acera de un hermoso edificio moderno y estéticamente perfecto con Arcadas altas y balcones llenos de plantas. Era un vergel ese lugar. Sintió una sensación de bienestar en ese sitio, se notaba que allí vivía una persona de buen gusto.

Ayudó a bajar a Heero. Quatre cerró las puertas del auto y tomando al de ojos cobalto de un brazo el cual apoyó sobre su hombro, se dirigieron al interior del edificio acompañando a Trowa. Subieron por uno de los ascensores. Sin decir una palabra pero el ambiente era distendido. Quatre apoyó amorosamente su mejilla en el cabello de Heero cerrando sus ojos, Trowa lo miró serio pero no dijo nada.

El ascensor se detuvo en el Pent-house. Bajaron, abrió la puerta del departamento muy bien amueblado y decorado con muy buen gusto. Entraron a un dormitorio que tenía a su vez  vestidor,

Lo llevaron y recostaron sobre la cama del castaño.- Gracias, Quatre.- Dijo el de ojos verdes mirándolo con una sonrisa, le caía muy bien el rubio.

-Me voy de vuelta al bar con las chicas. ¿Me das tu número de teléfono?- Le pidió el rubiecito lindo al pelicastaño.

-Por supuesto.- Anotándole el número en el papel de un anotador que tenía sobre la cómoda al lado del teléfono, al terminar se lo tendió y al tomarlo sus miradas se cruzaron.- Llama cuando quieras.-  Trowa sonrió pero en el fondo se notaba su tristeza por lo de Heero.

-Te duele verlo así, ¿No?- Preguntó por fin Quatre.

-Sí, es muy triste no sólo el echo de que haya caído tan bajo sino que nadie se haya preocupado por él.- Trowa con dolor.

-Te llamo más tarde para ver como se encuentra.- Dijo Quatre quien con el número en la mano decidió irse.

-Te acompaño a la puerta, podrás salir sin problemas.- Comenzando a caminar hacia la salida del departamento seguido del violinista.

-Hasta pronto, te llamo y cuida a Heero no se lo ve muy bien.- El violinista preocupado pero en realidad estaba intrigado por la relación extraña entre el rubio bonito y el pianista alcohólico no tan anónimo.

En algún lugar de la mente alcoholizada de un concertista depresivo y dormido por su vicio. Había un parque donde un joven de cabellos largos trenzado y ojos amatista lo miraba mientras una lluvia de pétalos de sakura caía sobre su cuerpo. Ese recuerdo que con el tiempo se transformó en obsesión perdió la mente de Yuy. Y escuchaba los acordes de la Sonata al Claro de Luna hundiéndolo aún más en la depresión y soñaba con esos ojos amatista que alguna vez fueron lo miraron...- Te amo no me dejes... esa voz lo martirizaba, más de una vez se había despertado de sus sueños con una resaca infernal prometiéndose no volver a tomar pero la noche, los recuerdos y el pesar de su ausencia siempre pudieron más.

-Heero.- La voz de Trowa lo despertó.

-Trowa... ¿dónde estoy?.- Le dije con mucho dolor de cabeza.

-En mi casa Heero.- Le contestó con tranquilidad.

-Es que...- No pude seguir y las lágrimas brotaron cayendo sin parar por mis mejillas.

Trowa al verlo así, lo abrazó. Era la primera vez que lo hacía estando Heero despierto y este al sentir sus brazos se derrumbó aún más. Hacía mucho que nadie se preocupaba por su vida miserable y sintió contención en esos brazos fuertes y seguros.

Y escuchaba la Sonata al Claro de Luna en su mente confundida entre el alcohol que surcaba sus venas y esos recuerdos que lo enloquecían y lo llevaron al estado de destrucción que se encontraba. No sabía si podría salir, si quería, tal vez ya no quería vivir... pero esos brazos calmaban sus ansías y lo sostenían trayéndolo a la conciencia. Un poco de paz a esa angustia aberrante que le partía el pecho con la taquicardia que sentía en ese momento.

...Y le susurré con tranquilidad...- Todo está bien, estoy aquí contigo y no pienso dejarte solo Heero. Puedes contar conmigo...

Al escuchar sus palabras sentí que mi corazón se calmaba, mis músculos se distendían y me dormí en esos brazos que me contenían con su calor...

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Quatre llegó al bar Zanc, no se sentía mal al haber dejado a su amigo en manos de aquel hombre al que más tarde llamaría para ver como se encontraba. Entró nuevamente en el estacionamiento, dejando a su auto allí. Caminó hacia la puerta y escuchó que tocaban el piano. -¿Quién tocará?- Se preguntó entrando. En el piano se encontraba sentado e interpretando Para Elisa, el maestro Traize Crushrenada. Milliardo desde la barra no le sacaba sus ojos celestes de encima y mientras el maestro Traize tocaba, sus ojos celestes no perdían detalle del lugar donde se encontraba el rubio.

Dorothy y Hilde sirviendo mesas. El rubio se acercó a sus amigas que se hallaban AYUDANDO A RELENA.

Dorothy apenas lo vió se acercó. -¿A dónde lo llevaron?

-Al departamento de Trowa, él se quedará cuidándolo hasta que despierte.- luego lo llamo.

-Viste Relena, Heero esta noche estará en buenas manos.- Con sisaña la rubia de cejas raras.

-¿Qué confianza se ha tomado ese?- Con bronca.

-Al menos tiene alguien a quien le importa lo que le pase Relena.- Le contestó la rubia con una enorme sonrisa.

Hilde se acercó y le dijo al oído a su amada víbora -No seas tan mala.

Relena estaba furiosa y encima de todo no podía echar a ese par de arpías que además de ayudarla la desquiciaban, su hermano la mataría.

Sonó el celular y Quatre atendió.- Hola.

-¿Dónde estás?- La otra voz en el teléfono.

-En el Bar Zanc.- Contestó, su corazón se aceleró al hacerlo.

-¿Me das la dirección?, tengo ganas de verte...- La otra voz casi suplicante.

-Por supuesto...- Quatre sonrosándose y con una hermosa sonrisa.- Anotá, Boulevard Blue y calle Enrique V.

-Voy para allá...- La voz en el teléfono.

No tardó en llegar esa persona con quien Quatre había cortado hacía unos minutos. Un hombre de cabello castaño trenzado y ojos color violeta, vestido con un traje negro y una camisa de seda lila, entraba por la puerta del local. El rubio al ver esa aparición quedó atónito y sonrió feliz...

Continuara...

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Notas finales:

Dedicatoria a mi amada amiga Luna Shinigami y a Neu-chan un oasis en este desierto virtual.


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