—Sí, mi señorita.— dijo una sirviente de cabellos grises anotando lo que su ama había dicho momentos antes.
—También quiero un nuevo jarrón para mi habitación.— ordenó la vampiro sin dejar de ver los movimientos de su ama de llaves con suma atención.
—Sí, mi señorita.
—Y trae un ramo de rosas para ponerlas.— desde hacía rato había dejado de pedir cosas que realmente necesitaba o quería, sólo pedía cosas aleatorias para retener a Sakuya.
—Sí, mi señorita.— todo lo que la dueña de la mansión Scarlet Devil pedía era cuidadosamente anotado por la mucama, no podía faltar nada que su ama haya requerido.
—Pero las rosas tienen que ser negras.— la de ojos rojos decía cada orden con un espacio entre ellos, pues además de que así retenía más a la Izayoi, adoraba como está respondía:
—Sí, mi señorita.— sonaba tan perfecto con la voz tranquila de la sirviente, y aquellos labios que se movían para articular las palabras también lo eran, tanto así que Remilia...
—Dame un beso.— habló sin pensar, estaba aún en las nubes.
—Sí, mi señori...¿disculpe?— paró de anotar para ver a la Scarlet mayor con una mezcla de confusión y de asombro en sus ojos, pues seguía con su serio rostro. La vampiro al darse cuenta de lo que había dicho regresó al mundo real de manera abrupta. Miró al lado contrario para poder pensar de manera rápida.
—¡Qué me des un queso! ¿Qué no oyes?— terminó diciendo mientras intentaba con todas sus fuerzas en parecer natural, esperando que aquel cambio de palabra no se notara. Intentaba sonreír un poco de manera altanera, aunque sabía que sus mejillas ardiendo no ayudarían en su actuación por lo que miró hacia el otro lado.
—Ama— aquel llamado se escuchó tan cerca de ella que inevitablemente sintió un escalofrío. Miró a su mucama cuyo rostro estaba a centímetros del suyo, lamentablemente al estar sentada no podía moverse hacia atrás —, tenga confianza, pídame lo que quiera y con gusto se lo concederé.— ¿Por que te dedicarle aquella hermosa sonrisa? Más importante aún, ¿por que sentía los nervios a flor de piel por ello?
—Dame un beso— pidió dejándose llevar por el momento. Sakuya levantó un poco el rostro para depositarle un beso a Remilia en la frente, pero antes de que lo hiciera está la agarró de los hombros para impedirlo —. En los labios— exigió con las mejillas sonrojadas y desviando un poco la mirada. La de cabello grisáceo simplemente sonrió acercando sus labios a los de su ama.
—Sí, mi señorita.— murmuró antes de desaparecer toda distancia. Remilia sintió algo cálido en su pecho, una sensación muy agradable y poco a poco fue cerrando sus ojos para disfrutar de aquel pequeño ósculo.
Después de cuántos unos segundos la Izayoi se separó un poco y miró a su ama quién le dirigió la mirada de vuelta, con un leve todo rosa en las mejillas.
—¿Sigue queriendo el queso, mi señorita?— preguntó con una leve sonrisa. La cabeza de la mansión se volteó hacia la mesa.
—Y-ya no es necesario, y ya te puedes retirar.— respondió tomando su taza de té para darle un sorbo, ya estaba algo frío pero no importaba, necesitaba actuar con la mayor naturalidad posible. Sakuya rió para sus adentros por la reacción.
—Con su permiso, señorita Remilia.— dijo antes de hacer una pequeña reverencia y salir de la habitación. La Scarlet mayor poco a poco dejó escapar aquella emoción que sintió.
—No puedo creerlo, ¿qué está pasando?— no sabía bien lo que sentía, pues le emocionaba el pensar en el beso de hace unos momentos, y sin duda alguna quería volver hacerlo. Sonrió por aquella idea hasta que fue interrumpida de manera tosca por una Sakuya apareciendo de repente.
—Disculpe, olvidé esto.— dijo su ama de llaves tomando sus notas y dando una leve risa, volviendo a desaparecer poco después. Remilia sólo atinó a sonrojarse de nueva cuenta.
Sakuya la había visto con aquella sonrisa tonta en la cara.