Ya era de noche en Sevilla y tenían que llegar al "el laurel" en donde contaría sus hazañas al pecaminoso Tenorio, y todos los apostados que estarían presentes, claro, menos de una en donde ambos eran partícipes. ¿Se arrepentia? Si, ¿lo volvería a hacer? Si
No podrían culparlo, no pueden juzgarlo, las manos de Juan eran prodigiosas, de tacto duro y suave, su esculpido cuerpo que no había recorrido en un año, el recuerdo de su boca quemando su piel en las noches de lujuria. ¿ Eternos rivales? Otras de las tantas mentiras en la cual escondía su deseo pasional.
— Parece que os llevo ventaja– escucho la voz de Tenorio mientras se ponía la chaqueta.
— Sigasoñando, Don Juan– se puso su antifaz.
— Pero es la verdad – lo tomo por la barbilla y dio unbeso– nos vemos en el laurel.
Y se fue de la habitación dejando un suspiro liberador y a un Don Luis con ganas de más.
Se oyen dar las ocho en la taberna, muchas personas están presentes para este conteo de obras deshonestas, Don Juan con su antifaz llega a la mesa que ha preparado Buttarelli, un buen amigo, al final del lugar y se sienta en una de las dos sillas que allí están. Inmediatamente después de él entra Don Luis y se dirige a la otra silla mientras todos esperen a que hablen y gracias a los antifaces que llevan puestos la gente no ve esas miradas cómplices aun con el brillo del deseo. Era ora de empezar el show.
— Esa silla esta comprada, hidalgo– dijo Juan.
— Lo mismo digo hidalgo; para un amigo tengo yo esotra pagada— respondió con algo de gracia.
— Que ésta es mía harénotorio.
—Y yo también que ésta es mía.
— Luego sois don Luis Mejía– el nombrado solo pudo reír disimuladamente mientras que el otro le respondió con una sonrisa de medio lado.
—Seréis, pues, don Juan Tenorio – como le gustaba escuchar su nombre de eso labios, ni las romanas podían compararse.
— Puede ser.
— Vos lo decís.
— ¿No os fiáis?
— No.
— Yo tampoco.
— Pues no hagamos más el coco.
— Yo soy don Juan– se quito el antifaz.
— Yo don Luis– copiando la acción.
Tomaron un poco de licor para darle más suspenso a todo el asunto, a esto se le sumo que la gente de alrededor empezó con las apuestas hasta que finalmente Don Juan Tenorio contó sus vivencia en Italia en donde se topo con romanas caprichosas que cayeron en las garras del hombre, pero de ahí se fue rápidamente debido a que sus actos lo condenaron a la horca. Fue al ejército español en donde mujeres vendió, provocó a quien quizo y donde nadie se salvó de su amargo recuerdo. Era el turno de Luis. Fue ha Flandes en donde su riqueza perdió y por la avaricia de más a unos bandoleros se unió, lo calles fueron a una iglesia y saquearon cuanto pudieron; pasada una noche con el grupo Luis se escapó con parte del botín y se fue directo a Alemania donde lo delataron, pero con la pasta ganada fue liberado; llego a Francia en donde paso medio año metido en escándalos.
— La historia es tan semejante que está en fiel balanza; más vamos a lo importante, que es el guarismo a que alcanza el papel– saca el objeto del bolsillo al igual que Luis– en dos líneas separadas los muertos en desafío y las mujeres burladas.– sonrió picaramente – treinta y dos los muertos y sumó setenta dos conquistas.
— Me venseis, pero os falta en justicia, una novicia.
— Es que sencillamente ya no la necesito – apoyo sus codos en la mesa y posó su cabeza en la mano izquierda.
— ¿Porqué?.
— Debido a que hoy en la tarde probé algo mucho más delicioso y lujurioso.– se lamio los labios sabiendo que el contrario lo miraba atentamente.
— Pues yo no me quedo atrás – respondió con una voz ronca tratando de incitar al contrario.
Este era su juego y les encantaba.