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En la mira por Shinjimasu

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El día era soleado, lo que hacía que el hermoso color verde del bosque estuviera presente después de haberse oscurecido la noche anterior debido a una fuerte tormenta.

Sin embargo, mientras las demás criaturas despertaban del largo sueño que tuvieron, en medio de unos arbustos de moras podía percibirse un suave movimiento y una esponjada y pequeña cola moviéndose de un lugar a otro.

Se trataba de… una liebre.

Sus largas orejas sobresalían de las hojas y sus brillantes ojos verdes resplandecían aún más que el mismo bosque. Su cabello era de un castaño oscuro que contrastaba con su piel. Era delgado y de estatura media. Ágil y rápido como la mayoría de los de su especie, pero él no acostumbraba tener la misma precaución que sus compañeros, y tenía una fuerte influencia a curiosear por todas partes.

En más de una ocasión había terminado atorado en algún agujero o empapado tras haber caído al lago, pero no le importaba. Con tal de divertirse y tener buenas aventuras quedaba satisfecho.

Ese día había decidido despertarse antes que los demás y salir en busca de las moras más frescas que pudiera encontrar, y una vez satisfecho saldría en busca de cosas nuevas que lo dejaran maravillado para después regresar con su grupo. Las liebres no suelen reunirse, pero debido a la fuerte temporada de lluvias, varios de ellos habían optado por cuidarse unos a otros y permanecer unidos hasta que la temporada terminara.

Caminó por una vereda, por en medio de los árboles y sobre las rocas hasta que lo sorprendió el medio día. Fue entonces cuando se detuvo y prestó atención un momento.

Ya antes se había alejado lo suficiente, pero esta vez se excedió un poco. Decidió dar vuelta y regresar, pero al estar cargado de energía aún, comenzó a correr para llegar más rápido. Se sentía tan libre, tan fuerte, tan él mismo

Vio a lo lejos un tronco caído cubierto de musgo y un deseo incontrolable de subir y brincar en él se apodero de su joven cuerpo. No perdió tiempo y subió a él pero no contaba con que la humedad y la lluvia de la noche anterior habían ablandado la madera más de lo que pudiera creer, tanto, que incluso el peso de una liebre como él resultaba imposible de soportar. Escuchó un crujido y antes de que pudiera moverse, cayó.

Rodó en diagonal hacia adentro del tronco por algunos metros, siendo que resultara ser más profundo de lo que él pensaba. Parecía más bien lo único que cubría un pequeño precipicio.

Se detuvo hasta que chocó con lo que parecía ser una pequeña roca. Se enderezó y rio ante tan inesperada situación, pero para su mala suerte, el piso sobre el que aterrizó, menos sólido que la madera del tronco, colapsó ante su peso, haciéndolo caer dentro de lo que parecía ser una cueva.

Aquella caída lastimó ligeramente su brazo derecho.

Se enderezó sin perder su carácter positivo y esperó un poco a que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad del lugar. No espero mucho y una vez listo, de dio cuenta de que aquello era más bien algo parecido a un túnel. Su curiosidad y su necesidad de salir lo hicieron tomar un camino al azar.

Avanzó algunos metros. En verdad estaba maravillado con el lugar: la temperatura era buena, no hacía frío ni calor, pero una corriente de aire se hacía presente, ventilando el lugar. La tierra de las paredes se veía firme y un agradable aroma a humedad mantenía fresco el lugar, pero también había otros aromas: unos de hojas frescas, otros de frutas y unos más que no le resultaban muy peculiares pero que de alguna manera lo hacían sentirse extraño.

 Se mantuvo así hasta que tropezó con algo que lo hizo caer. Aquello resultó ser más largo de lo que pensó y terminó recostado sobre aquello que se interpuso en su camino. No le tomó más que un par de segundos para darse cuenta de que ese “algo” era más bien un “alguien”.

Se quitó de inmediato cuando sintió que el cuerpo que estaba bajo él comenzaba a moverse y no tuvo otra opción más que arrinconarse a la pared: sin darse cuenta llegó al tope del túnel.

Se había equivocado de rumbo y había terminado en el extremo opuesto del lugar, quedando atrapado con su nuevo compañero y, al parecer, dueño del túnel. Cuando éste se levantó, la liebre no podía creerlo: se trataba de un lobo. En lo primero que pensó fue en escapar, pero era imposible puesto que la única salida estaba justo donde se alzaba la amenazante figura.

El lobo se levantó con pesadez, dolido por el golpe. Estiró sus brazos y miró son seriedad a la asustada liebre.

Se levantó y lo miró -¿Cómo es que un animalillo como tú se atrevió a entrar aquí y a despertarme de esta manera tan poco agradable?-

-¡Lo siento!- exclamó asustado –¡Me iré de inmediato!-

-No, no lo harás- lo detuvo antes de que siquiera pudiera moverse, mostrando sus blancos y afilados colmillos.

-Y-Yo solo iba de paso y caí por accidente ¡Lo juro!-

-Pues terminaste en el peor lugar de todos- dijo avanzando hacia él –Ahora tendrás que atenerte a las consecuencias-

-De-De verdad lo lamento- dijo la liebre bastante asustada –Nunca quise…-

-Pero lo hiciste- respondió amenazante –Y ahora, gracias a tu falta de cuidado, no tendré que salir a cazar-

-¡P-Por favor no me comas!- pidió temblando en el suelo aún –Soy muy pequeño ¡No valgo la pena!-

-Bueno, eso es cierto- respondió acorralándolo contra la pared –Eres pequeño, pero te ves suave y delicioso-

La liebre bajó sus orejas sin dejar de mirarlo -¡Claro que no! Mi carne es horrible, las liebres sabemos bastante mal-

-No lo creo, ya he comido liebre antes- contestó lamiendo su mejilla, haciendo que la liebre se estremeciera –Sí, como lo pensé: tierno y suave-

-N-No, por favor…-

-Estoy seguro que terminaré satisfecho-

-D-De verdad… ¡No sabía que estabas aquí! ¡Fue un accidente!-

El lobo lo miró serio un momento. Lo sujetó por su cintura y lo alzó con una increíble facilidad. Se hincó sobre su cama hecha de hojas, ramas y plumas y colocó a la liebre sobre sus muslos.

-¿Q-Qué?-

-Te estoy pesando- le dijo el lobo –En verdad eres liviano-

La liebre se encogió de hombros con sus orejas agachadas.

-Estás temblando- sonrió el lobo.

-Vas a comerme…- respondió en voz baja.

-No dolerá- contestó el lobo mientras comenzaba a lamer su cuello.

La liebre se estremeció mientras sentía cómo él comenzaba a levantar su playera hasta llegar a su pecho, permitiéndole al lobo lamer su piel subiendo poco a poco hasta sus pezones.

-Ah… ¿Q-Qué…?-

-Te estoy probando- respondió al momento de morder su tierno botón.

-¡Ah!- gimió mientras intentaba hacerse para atrás, avanzando apenas un poco y chocando su espalda contra la pared.

El lobo sonrió y se acercó de nuevo a él, acomodándolo en la misma posición que antes, pero apoyándose contra el muro –Qué resbaladizo eres- le dijo mientras regresaba a su pecho para lamer sus pezones ya erectos, escuchando los acelerados latidos de su corazón –No deberías intentar escapar de esa forma, burlándote de mí-

–¡Nunca me burlé!-

-Debes saber algo- respondió el lobo sin detenerse –Te estoy otorgando un trato especial: generalmente te habría destripado y devorado en cuanto caíste sobre mí, pero decidí contenerme y comerte lentamente para saborearte por completo-

-Tú… tú dijiste que no dolería-

El lobo rio en voz baja -¿Eso quiere decir que ya aceptaste que te comeré?-

-¡No! ¡No lo hagas!- pidió –Por favor. No quiero morir así…- sollozó.

-Eres muy lindo- le susurró en su oído, mordiendo su oreja suavemente –Y delicioso-

La liebre estaba bastante agitada para ese momento. Sentía como si su corazón fuera a salir de su pecho y solo lograba escuchar el sonido de la boca de su depredador lamiendo su cuello y la parte baja de su oreja.

-Te preguntaré algo- le dijo el lobo que insistía en mantener una conversación -¿Acaso ésta es esa temporada?-

La liebre no entendió –Ah… no sé… no sé a lo que…-

-Sí lo sabes- lo interrumpió mientras tocaba su miembro por encima de su pantalón.

-¡Ah!- gimió -¡No, no!-

-¿No qué?-

-¡No lo sé! Solo deja de hacer eso…-

-¿Cómo no vas a saberlo?- preguntó mientras comenzaba a introducir su mano en el pantalón de la asustada liebre.

-De verdad- respondió en un jadeo, comenzando a sentirse ligeramente extraño –Yo… no sé de lo que hablas… yo nunca lo he hecho-

-¿De verdad?- sonrió el lobo al sujetar su miembro que comenzaba a erectarse –Porque ya te estás poniendo duro aquí-

-Ah…mmh… de verdad- gimió.

-Qué pena- contestó al llevar su mano libre a la parte trasera de su cuerpo, apretando con cariño su pequeña cola –Muy suave-

-¡Ngh! Espera…- pidió –Yo en verdad no tengo buen sabor-

-Eso ya me lo dijiste, pero aun así ¿Cómo lo sabes?- preguntó en todo seductor, mirándolo de frente por un momento.

-No como bien… prácticamente todo lo que tenga un buen aspecto lo ingiero- dijo tembloroso –Podría estar muy enfermo-

El lobo lo miró unos segundos. Por un momento la liebre pensó que lo había logrado, pero desvaneció esos pensamientos cuando notó cómo el lobo acercaba su rostro a él y lamía sus labios.

No lograría engañarlo tan fácilmente.


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