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Bendita Farsa por FictionLover

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Notas del fanfic:

Dragon Ball es propiedad de Akira Toriyama. Lo único mío aquí es la historia que leerán a continuación.

Notas del capitulo:

Saludos, saludos, saludos gentecita hermosa! ^^

Por Kami que nervios... es mi primera vez publicando un fanfic y el que sea en este fandom tan senshualón me emociona muchísimo *w*

Espero no aburrirlos y que disfruten de esta historia que me daba vueltas hace rato en la cabeza y que no pude contenerme a escribir ^^

Sé que el primer cap. puede que sea meeega latero, pero es necesario para ponerlos en contexto XD

Antes de leer...

* La canción que escucha Gokú-chan alias ukecito bunitu por donde se mire *baba* (sorry a las que piensen distinto, pero para mí esa es la realidad) es "Oh my Juliet" de L.M.C. - https://www.youtube.com/watch?v=MSPVYSHkRFA

* Broly acá tiene la apariencia Super Saiyajin. O sea rubio de ojos verdes *w*

Comencemos!

CAPÍTULO 1: EL NOVIO PERFECTO

Gokú’s POV:                                                     

Soy Goku Kakarotto Son, tengo diecisiete años y actualmente curso mi último año de escuela. Lidero el equipo de Basquetball, ya que soy bastante ágil y, modestia aparte, sin importar cuál sea el deporte que practique, soy excelente en todos. Mi cabello es negro y jodidamente rebelde, peinado por voluntad propia en picos sobre mi cabeza, con un par de mechones cayéndome en la frente. El color de mi piel es enfermizamente pálida, por lo que cuando me sonrojo es imposible disimularlo, haciéndome ver a ojos de cualquiera como alguien adorable por naturaleza. Lo que más me gusta de mí son mis ojos, porque a pesar de ser tan negros como el ónix más puro del mundo, poseen un brillo propio y particular que delata cada uno de mis sentimientos o emociones sólo con mirarme. Uno de mis hobbies favoritos es jugar videojuegos, ya sea en mi nintendo DS o en la play, además del dibujo que, otra vez modestia aparte, es otro de mis talentos. Suelo ganarme seguido regaños de mamá por desvelarme intentando pasar de nivel o diseñando alguna de mis muchas “obras de arte” en mi cuaderno, pero a la larga siempre termino callándola al sacar de las mejores calificaciones en la escuela. No soy un genio, pues por lo general me da demasiada pereza estudiar, sin embargo me las apaño bastante bien a la hora de rendir exámenes y eso se refleja claramente en mis notas al final de cada semestre.

Y ya que mencioné a mi madre, sacaré a relucir un punto que es el meoyo de todo aquí. Hace dos años les confesé a mis padres que soy homosexual, pues desde que tengo memoria no hubo un solo momento en mi vida en que me atrayeran las mujeres. Y luego del shock inicial, el cual le duró a papá varias semanas, pero que mamá asimiló casi al instante diciendo “Siempre lo supe, cariño”, terminaron por aceptarlo y apoyarme. Me sentí verdaderamente bien por ello, ya que cuando se los conté creí que reaccionarían de pésima manera. Ya saben… por todo eso de los estigmas sociales, la poca tolerancia hacia lo que es diferente y las típicas creencias conservadoras homofóbicas que tan implantadas están hoy en día en la mente de las personas. Sincerarme con ellos fue lo mejor que pude hacer, porque ya no tenía que fingir ser quien no era estando en su presencia. Y aunque mi padre tardó un poco en asumirlo, tiempo en el que me dirigía la palabra sólo lo necesario y se la pasaba algo ausente de casa, a la larga acabó por asimilar que así era yo y que si de verdad me amaba como solía decir, al menos debía tratar de entenderme. Recuerdo que un domingo entró a mi habitación, se sentó junto a mí en mi cama y me dijo “Lo único que quiero es que seas feliz, hijo”, tras lo cual me abrazó y ahí supe que todo entre nosotros estaría bien.

En la casa de en frente vive un matrimonio bastante conservador. Tomma, quien lleva la gerencia de un reconocido hotel de la ciudad y su esposa Fasha, quien ejerce como secretaria del gerente general en la adinerada empresa multinacional donde trabaja mi padre. Tienen un hijo de diecinueve años, a quien adoptaron cuando era apenas un bebé de meses. Se llama Broly, su postura frente a la vida es de completa rebeldía y es el dueño de los ojos verdes más fascinantes que he visto nunca. Él y yo somos como el negro y el blanco; un par de sujetos que, de tener entre sí más diferencias, serían habitantes de planetas distintos.

La primera vez que cruzamos palabras fue pasados varios meses después de confesarles mis preferencias sexuales a mis padres, más concretamente un día en que, con lo distraído que suelo ser, olvidé mis llaves y tuve que quedarme en la entrada de mi casa esperando a que llegaran. Él recién venía de la escuela, vistiendo el característico uniforme que usan los alumnos que estudian en establecimientos privados, pero luciendo jodidamente sexy aún a pesar de llevar puesto encima no más que un pantalón de vestir azul gris, la clásica camisa reglamentaria blanca desfajada con los tres primeros botones desabrochados y sin ni un mínimo rastro de corbata o bléiser sobre esta. Recuerdo a la perfección su sonrisa gatuna al verme sentado como idiota en la escalinata frente a mi puerta, junto a esa mirada de magnetizante fulgor esmeralda en que atrapó mis pupilas. Y cuando se me acercó con andar seguro y porte altivo, se sentó junto a mí sin vergüenza alguna y me saludó sin dejar de sonreír tan seductoramente, supe que una atracción más que evidente había nacido entre los dos.

Después de eso nos seguimos frecuentando, encontrándonos en la placita que está cerca de ahí o buscando cualquier excusa para volvernos a ver. Fue así que nos fuimos conociendo más y así, también, fue que comenzó nuestra historia. Porque sí, a pesar de ser las personas más dispares que puedan existir, llevamos poco más de seis meses siendo novios. Y todo podría acabar ahí, diciéndoles que somos una pareja normal, dentro de lo que cabe, viviendo al máximo nuestra relación y toda esa sarta de cursilerías propias entre dos seres que se quieren. Sin embargo, y para mi maldita desgracia, mis padres lo detestan.

- Puedo aceptar que seas gay, hijo. Pero jamás aceptaré que andes con ese chiquillo insolente que es una pésima influencia para ti.- Fueron las textuales palabras de papá.

- ¿Qué clase de gustos son esos, Kakarotto? ¡Yo no me esforcé tanto criándote e inculcándote valores para que te fijes en ese delincuente!- Se escandalizó mamá, casi echándose a llorar.

Y no importa cuántas veces trate de hablar de él con mis padres, Broly es un tema tabú en casa. Son incontables las ocasiones en que me prohíben salir, inventan excusas estúpidas para que regrese temprano o, simplemente, frustran cualquier cita que mi novio y yo programemos. Le han declarado la guerra a mi relación de todas las formas existentes, lo que terminará por matarme de estrés en cualquier momento. Las únicas veces en que puedo verlo es al finalizar las clases, cuando él sale temprano de la universidad y pasa por mí al instituto para invitarme a tomar algo a cualquier lugar donde no nos conozcan. Y es que ni siquiera a su casa podemos ir, porque mi padre habló con Tomma y Fasha y los puso al tanto de su desaprobación para con nuestro noviazgo, pidiéndole de favor a ésta última que no tolerase ningún tipo de encuentro entre los dos. Asunto que ella entendió demasiado bien y acató al pie de la letra, de seguro sólo para ganarse puntos extras con la mano derecha de su jefe.

Sé que es cuestión de tiempo para que Broly se aburra de tantos impedimentos estúpidos y termine dejándome por alguien con menos control parental, por mucho que lo niegue diciendo “Lo prohibido es excitante y hace que me encantes aún más, precioso”.

Me levanto pesadamente del alfombrado suelo de mi habitación, lugar donde me la pasé recostado boca abajo casi toda la tarde. Apago el televisor y la play, dejando el mando junto a la consola y soltando en un largo suspiro toda mi frustración. No tiene caso seguir jugando, pues mi mente está enfocada en algo mucho más difícil e importante que matar zombies en The Last of Us. Camino hacia mi ventana y aparto la cortina, dando un vistazo fugaz a la casa de mi novio; su cuarto y el mío se encuentran justo frente a frente, así que sólo es cuestión de mirar para saber si ha llegado o no a su casa. Veo la luz apagada, por lo que deduzco que todavía está en la universidad. Broly estudia Criminología Forense y hace un par de horas me mandó un mensaje de texto contándome que hoy es su día más pesado, ya que sus clases finalizan recién a las nueve de la noche y apenas son entradas las seis.

Suspiro hastiado, regresando la cortina a su lugar. Camino hasta mi cama, dejándome caer de espaldas sobre el mullido colchón y estirando mi brazo hasta tomar entre mis dedos el control táctil para encender la radio. Tengo tarea de matemáticas que hacer, pero la pereza es más grande que mi responsabilidad, haciéndome acomodarme en la almohada y cerrar los ojos, mientras resuenan entre las paredes de mi cuarto los primeros acordes de la que, según Broly, es nuestra canción. La melodía de romántica no tiene nada, pero debo admitir que la letra nos representa bastante.

Paso a paso, te conocí y bailamos olvidándonos del tiempo.

Sin saber nada sobre nuestro destino en las estrellas, no pude evitar* enamorarme.

Iluminado por la falsa luna inmoral, que apagó mi deseo

Abracé el destino y grité, "¿Dónde estás, Juliet?"

 

Pueden reír y decir que este amor es una estupidez.

Dejaré todo e iré a donde tu estás ahora mismo…

Oh, mi Juliet.

 

"Por favor, Dios, dime; ¿Qué debo hacer para que mis deseos se cumplan?

Ah… duele tanto que no puedo dormir… y es tu culpa.

Esta noche es tan larga que me está volviendo loco;

el próximo amanecer parece como a una generación de distancia.

Solo, tragado por la oscuridad, no puedo evitar la soledad…

Como un bizarro arrullo me voy dejando llevar por la fusión entre los instrumentos y la voz del cantante, adormeciéndome en cuestión de segundos. Mientras mi mente no deja de darle vueltas a mi actual situación sentimental y a que si no encuentro una solución rápida a todo el drama que la envuelve, colapsaré más temprano que tarde por culpa de tanto estrés.

* * *

Despierto con el ajetreo en el piso de abajo. Miro la hora y, oh sorpresa, dormí cuarenta y cinco minutos. El rico aroma de la pasta cocinándose se cuela por mi nariz, recordándome que no he comido nada desde que llegué. Mi estómago gruñe en protesta exigiéndome alimento, por lo que me desperezo y me levanto de mi cómoda posición en la cama, dejando el control táctil en el velador tras apagar la radio y encaminándome fuera de mi habitación, bajando las escaleras entre bostezos en dirección a la cocina.

Me encuentro a mamá en la entrada, quien lleva en una mano una jarra de jugo de naranja recién exprimido y en la otra una bandeja con tres platos y cubiertos.

- Ayúdame con esto, ¿sí, mi niño?- Me dice, entregándome las cosas y sonriéndome cálidamente.- Termina de poner la mesa y dile a tu padre que la cena estará servida en unos minutos.

- Claro.- Asiento, devolviéndole la sonrisa y llevando todo a la mesa del comedor, dejando cada plato y cubierto en su respectivo lugar y la jarra de jugo en el centro para regresar a la cocina por los vasos y cualquier otra cosa que quiera darme. 

Al terminar voy a la sala y me encuentro a mi padre viendo en la televisión un documental acerca de la era jurásica, literalmente despatarrado sobre el sofá. Él y yo somos como dos gotas de agua físicamente hablando, pero todos concuerdan en que heredé los ojos y el carácter dulce, alegre e ingenuo de mi madre.

- Papá, mamá dice que pronto estará lista la cena.- Le aviso.

- Ya era hora… ¡muero de hambre!- Exclama, haciendo un moín igual que un niño, enderezándose en su lugar como un resorte y dirigiendo sus pasos hacia el comedor.- ¡Gine, cariño, por favor no te olvides de preparar mis panqueques con manjar, mi omelet de queso y mi pan francés!

- No me olvido, querido.- Expresa mamá desde la cocina, de seguro suspirando resignada.

Todos los hombres de esta casa, o sea papá, mi hermano Raditz y yo, tenemos el mismo complejo de saco sin fondo. Es decir, podemos engullir raciones colosales de comida y nunca es suficiente para nosotros.

Oh, y por cierto… olvidé mencionar la existencia de Raditz, lo siento. Va a la misma universidad de Broly, estudia Fotografía y es el típico chico popular, adicto al sexo y mujeriego por naturaleza al que todas las chicas aman y detestan a la vez. Y, para serles sincero, siempre he pensado que hay un lado de su personalidad que nos oculta, aunque exactamente no sé por qué. Me hago más o menos una idea, pero ya encontraré el momento para hablarles más a fondo sobre mis suposiciones.

Pronto tengo frente a mí un humeante y exquisito plato de pasta con salsa Alfredo, el cual no dudo en empezar a devorar rápidamente. Por su parte papá se debate entre el omelet y el pan francés, decidiendo al final por comer de ambos al mismo tiempo, mientras mamá termina de preparar sus panqueques y me trae una segunda ración de pasta, pues demoré menos que otras veces en terminar. Me sirvo un vaso de jugo y apenas le doy un sorbo, la puerta de entrada a la casa se abre y la alegre e inconfundible voz de mi hermano resuena entre risas anunciando su llegada.

- ¿No tenías clases hasta tarde hoy, cariño?- Le pregunta mamá con su característica calidez maternal, acercándose a él nada más verlo en el umbral de la puerta y frunciendo el entrecejo al reparar en su largo cabello inusualmente desordenado.

- Salí temprano, el profesor suspendió la cátedra a última hora.- Le contesta él, dándole un beso en la mejilla y regalándole la más convincente de sus sonrisas encantadoras.

- Bueno.- Mamá parece conforme con la respuesta, suavizando su ceño.- ¿Tienes hambre?

Mi hermano niega con la cabeza, llendo hacia la mesa y sirviéndose un vaso de jugo.

- No, comimos algo en la cafetería.

- ¿Comieron?- Lo interroga papá, partiendo un panqueque y mirando por encima del hombro de Raditz. Automáticamente su expresión cambia, dibujándosele en el rostro una sonrisa bastante cordial.- Que gusto verte de nuevo, muchacho.

Por inercia miro yo también, encontrándome en la entrada al comedor a un chico de cuerpo delgado, aunque muy bien trabajado, de cabello negro peinado en punta como flamas de fuego, ojos del mismo color de mirada profunda y penetrante, piel ligeramente más bronceada que la mía y semblante serio. Viste camisa manga larga azul rey, jeans negros bastante ajustados y zapatillas del mismo color. Su nombre es Vegeta Saiyan, ES UN AÑO MAYOR QUE YO, estudia Fotografía al igual que Raditz, es su mejor amigo desde hace varios años y, más importante aún, es el hijo mayor del jefe de mi padre.

- Buenas noches, señor Son.- Lo saluda con suma educación, dedicándole una leve reverencia y sonriendo con igual cordialidad, aunque con cierta prudencia.

- ¿Cómo estás, querido?- Mi madre enseguida se dirige a él, estrechándolo en un maternal abrazo, una tradicional muestra de afecto que le toca recibir de su parte siempre que viene a la casa.

- Muy bien, señora Son.- Le responde, viéndose evidentemente incómodo ante el abrazo, pero siendo lo suficientemente cortés y respetuoso como para no rechazar el contacto.

- Tenemos una exposición que planear.- Nos comenta Raditz algo hastiado, robándome un poco de comida del plato, a lo que yo reacciono fulminándolo con la mirada, y sirviendo otro vaso de jugo para dárselo a Vegeta apenas se hubo liberado del abrazo.-

- ¿Algún tema en particular?- Pregunta mamá, sentándose al fin a la mesa y haciéndole un gesto al amigo de mi hermano para que ocupe el lugar que queda libre, a lo que él reacciona viéndose aún más incómodo, pero sin más opción que aceptar.

- Tema libre.- Responde Raditz, sacándole esta vez a papá un panqueque del plato, untándolo de manjar y ganándose de su parte un coscorrón por pillo..- ¡Ouch!

- No te metas con mi comida.- Lo regaña y no estoy seguro, pero puedo jurar que le mostró los dientes en actitud amenazante.

Al final mamá termina sirviéndole una ración de pasta a Raditz y le prepara a Vegeta unas tostadas con mantequilla, por más que éste intentó persuadirla varias veces de que no era necesario. Es impresionante el cariño que mis padres le tienen, más allá del hecho de ser hijo del jefe de papá o mejor amigo de mi hermano. Vegeta cumple con creces, y al pie de la letra, cada uno de los requisitos tácitos impuestos por ellos para considerar a un chico como idóneo, lo que lo hace ser a sus ojos alguien casi perfecto.

Es ahí cuando algo hace click en mi cabeza, mientras una frase de mamá dicha hace algunas semanas resuena como un eco entre mis recuerdos.

“Si Vegeta fuera tu novio, Bardock y yo seríamos los primeros en aprobarlo.”

¡Eso es! ¡La ansiada solución a mi drama amoroso! ¿Cómo no lo vi antes? ¡Es perfecto!

 Sólo tengo que encontrar la manera de convencer a Vegeta para que se haga pasar por mi novio y así despistaré a mis padres. Estarán tan encantados con la noticia de que salgo con él, que podré estar con Broly sin prohibición alguna. ¡Voila! Según yo, un plan a prueba de fallas.

Sin querer mi mirada se cruza con la suya y sus ojos negros, penetrantes y profundos, parecen adivinar cada uno de mis pensamientos. La sangre sube en seguida a mis mejillas, acalorándolas y tiñéndolas de rubor. Me sonríe de medio lado y mierda, los latidos de mi corazón se disparan como por influjo magnético. No, no; debo sellarme a esos sentimientos, como llevo haciendo desde que lo conocí.

Y no sé qué haré, ni cómo. Pero juro que hallaré una manera de convencerlo…

Notas finales:

*hiperventilando de los nervios*

Espero que les halla gustado uwu

Si no pueden decírmelo con toda confianza, pero por favor con respeto que soy sensible *snif* u.u

La cajita de comentarios está abierta para todo tipo de opinión, sujerencia, crítica, etc... ^^ el botoncito no muerde así que por favor déjenme un review contándome qué piensan del cap. qué les gustó o no les gustó y si el fic tiene futuro o no D:

Si no me lanzo al mar y olvido mi faceta de seudo ficker XDDD

 
Muchas gracias por leer gentecita hermosa ^^


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