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Esgrima y fútbol. por maryme

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Notas del fanfic:

Los personajes  no me pertenecen, son todos propiedad de DC. 

Escribí está historia inspirada en los  hermosos dibujos de http://haining-art.deviantart.com visiten su galería y denle amor. 

El enorme letrero publicitario  se alzaba sobre  el segundo piso de la vía rápida de Metrópolis, en el, un hombre apuesto de impresionantes ojos azules vestía el uniforme del equipo de futbol americano de la ciudad, sostenía un balón en sus manos  y posaba como si  estuviera lanzándolo. Debajo,  en letras  doradas y rojas se leía: Clark “el hombre de acero” Kent,  prefiere Kryptonite, la bebida de los campeones.

 

Bruce Wayne  sintió que el café que bebía se amargaba en su boca y emitió un sonido bajo de desagrado.  Su chofer manejaba de forma diligente, era un hombre silencioso, el auto tomó una curva pronunciada y los sacó de la vía rápida para llevarlos entre las calles. El maldito letrero estaba por todos lados. Los meteoros de Metrópolis habían ganado de nuevo el super bowl de aquel año guiados por  su imparable capitán y quarterback.

Todo el mundo que supiera algo de deportes, conocía la  historia detrás de la gloria que envolvía a aquel sujeto. Tom Brady  era el mejor jugador de la NFL hasta que el novato Clark Kent lo derrotó con una aplastante ventaja en  los playoffs, llevando al equipo de los meteoros por primera  vez en trece años de vuelta a la gran contienda, desde entonces Kent se había convertido en una maquina hacedora de triunfos y trofeos.

Estacionaron  frente a la puerta de un colegio privado, Bruce bajó del auto y subió los escalones de la entrada, una hermosa mujer rubia abrió la puerta  para él y lo dejó entrar  al vestíbulo. Solo tuvo que esperar un par de minutos antes de que  el sabor amargo de su boca desapareciera siendo reemplazado por una sensación dulce que se adueñó de él.

— ¡Papá!

 

Aquella palabra le provocó una sonrisa, se  agachó  poniendo una rodilla en el suelo y abrió los brazos contando los segundos que le tomaría a su pequeño lanzarse  contra él. Siete segundos exactos.

— ¡Papá, hola! Hola papá — El pequeño Richard Wayne frotó su mejilla amorosamente contra la de su padre. Ocultó el rostro en la curva  del cuello del adulto y aspiró su aroma de forma profunda— ¡Tuve un maravilloso día papá, me dieron galletas de chocolate, me quedé dormido en latín y luego salimos a jugar  y jugamos futbol  y  yo era el imparable Kent!

Bruce se rio, apartó a su pequeño y le despeinó el cabello amorosamente mientras se enderezaba y lo tomaba de la mano para dirigirse a la salida.

— Las clases de latín no son para tomar siestas, se supone que debes aprender algo de ellas— Lo reprendió sin poder sentirte enfadado aunque si frunció el ceño al repasar las últimas palabras de su hijo— Richard, el futbol es un deporte para barbaros.

— ¡Yo quiero ser un bárbaro!  ¿Me compras una Kryptonite? —Entornó hacia arriba sus ojos llenos de súplica infantil.

Bruce frunció el ceño— Por supuesto que no, esa es una bebida energética para adultos.

 

— ¡Pero papá, mi amigo Jason dice que su papá le compró una y le dio súper poderes!

 

— ¿Ah sí? Dile a tu amigo Jason que mentir no es un súper poder. No voy a comprarte una Kryptonite y no quiero que aceptes probarla si alguien la lleva a la escuela ¿comprendes?

— Si, papá — Dick suspiró, sabía cuándo había perdido una batalla. Desanimado, subió al auto.

 

El chofer   los puso en marcha de nuevo. Dick se colocó el cinturón de seguridad y después sacó   una libreta de su mochila.

— En clase de arte, dibujé a mi persona favorita en todo el mundo —Las mejillas del pequeño se tiñeron de un suave sonrojo a causa de la emoción.

 

Bruce comenzó a sonreír  de manera anticipada intentando no mostrarse muy entusiasmado por ver el dibujo.  Pero cuando su hijo reveló su obra de arte, la sonrisa se le desvaneció  de inmediato.

 

— ¡Es  el hombre de acero! — De haber podido, el niño hubiera comenzado a saltar en el asiento, cada vez que hablaba de aquel futbolista  lo asaltaba una oleada de emoción— Y mira, este soy yo tomado de su mano y este de acá eres tú tomándonos una foto ¿ves?

Bruce entrecerró los ojos para poder distinguir una mancha marrón al fondo de la  hoja. Tuvo que reunir toda su voluntad para poder decir algo halagüeño de aquel dibujo.

 

—Es un dibujo excepcionalmente bueno  hijo, me gusta la perspectiva.

 

— ¿Y te gusta Clark?  Le saque punta a mi color azul para poder pintar bien sus ojos.

 

Bruce apretó los labios y forzó una sonrisa que más bien parecía un rictus muscular. 

 

—Me encanta Clark.

Aquello dejó complacido a  Dick de forma momentánea. Todo era demasiado intenso cuando se trataba del futbolista y su hijo. El pequeño era el más grande fanático  del capitán de los meteoros y no parecía ser algo pasajero. Aquello le estaba causando gastritis, no era que odiara el deporte, era que odiaba a Clark  Kent. Habían asistido juntos a la universidad, en aquella época dorada él formaba parte del equipo colegial de esgrima y claro, Kent era un granjero becado por el equipo de futbol. Su único mérito era lanzar un balón, gran cosa.

Nunca habían tenido una buena relación, especialmente porque Clark había rechazado a Bruce cuando este había encontrado la manera de confesarle que sentía una intensa atracción por él. Luego, el tiempo los había llevado por caminos separados, Bruce se había casado con una hermosa mujer rumana quien después de  dar a luz a un pequeño débil y enfermizo, le había pedido el divorcio dejando en claro que nunca había deseado ser madre y que el pequeño era  el peor error de su vida. Bruce no había dudado en firmar los papeles para la separación, ni siquiera le importó que ella se llevará parte de su fortuna, lo único que deseaba  era ponerla  fuera de la vida de su hijo, lo más pronto posible.

 

Por razones de negocios Bruce había  decidido mudarse de forma temporal a Metrópolis y se había quedado por Dick.  Al mudarse, la salud de Dick había mejorado notablemente, el clima, cálido y agradable  era un fertilizante perfecto para que su pequeño retoño creciera de manera fuerte y saludable. Así que Bruce no tardó en comprar un piso  lujoso y amplio cerca del gran parque central de la ciudad.

 

— Estamos en casa, Alfred.

 

—Bienvenido, amo Wayne.

 

El mayordomo lo recibió con dos aspirinas y un vaso con agua  mineral que tenía rodajas de limón  nadando entre las burbujas.  Bruce tomó las pastillas y se bebió el agua de forma necesitada y agradecida.

—Hola Alfie —  El saludo de Dick siempre consistía en un afectuoso abrazo que le arrancaba una sonrisa enorme al hombre que consideraba su abuelo. — Mira, hice un dibujo de mi persona favorita en todo el mundo.

 

Cuando Alfred miró el dibujo,  le lanzó una mirada a Bruce que simplemente  negó y se alejó, harto,  sin querer saber más de aquello.

 

— ¿Lo podemos poner en la puerta del refrigerador? — Dick corrió a la cocina, la puerta de la nevera estaba llena de otros dibujos— Podemos quitar este de papá.

 

— ¿Creo que ya hay suficientes dibujos del señor Kent  en este pobre refrigerador, que le parece si la próxima vez intenta dibujar algo diferente? — Alfred dejó que el niño hiciera su voluntad.

 

Dick consideró la sugerencia un momento mientras usaba los imanes para acomodar su nueva obra de arte— Uhm, no— Sonrió contento con la gloriosa visión de su nevera y se marchó corriendo, haciendo una parada en la barra de la cocina para robar  un trozo de pan de canela.

 

Mientras escuchaba los pasos de su hijo corriendo en el pasillo, Bruce  aflojó el nudo de su corbata con los dedos y se la quitó, la arrojó  sobre la cama donde también estaba su saco. Se deshizo de sus zapatos italianos  y  luego, echo los brazos hacia atrás y arqueó la espalda para estirarse un poco y descansar los músculos.

 

Nunca apagaba su computadora portátil aunque a veces olvidaba dónde la había  dejado, por suerte, tenía a Alfred y  él siempre la  ponía de vuelta sobre el escritorio.

 

— ¡Dick, comienza con la tarea! —Le recordó  desde el interior de la recamará  y obtuvo como respuesta un sonido  que bien podía significar una afirmación o  cualquier otra cosa. Encendió la pantalla de la portátil y se sentó  en la silla  ejecutiva  de  piel que tenía un cómodo  respaldo. El logo de industrias Wayne era su fondo de pantalla  predeterminado, de inmediato saltaron un montón de notificaciones.

 

“Informe de rendimiento de…”

“Proyecciones del año fiscal…”

“Invitación al evento de caridad de…”

“Nuevo  Wayne Resort abre sus puertas el día…”

“Cita con Clark Kent para desayunar en…”

 

Sus cejas se fruncieron tanto que  casi se juntaron una con otra. Aquel último mensaje ni siquiera tenía sentido. Dio clic sobre él y  se desplegó  su reproductor de video.

 

“Hola Bruce”

Selina, su asistente personal,  lucía preciosa mientras sonreía para la cámara  de su teléfono.

“Traté de llamarte al móvil pero no respondiste, los accionistas eligieron  a Clark Kent como  el rostro de nuestra campaña publicitaria para la nueva línea de autos. Aparentemente el señor Kent tiene mucha influencia sobre el público masculino” Se rio y  sus chispeantes ojos oscuros  miraron con intensidad la cámara “Revisé tu agenda y tienes libre la mañana después de llevar a Dick al colegio, el agente de Kent  se encargará de que él esté ahí  de forma puntual. Revisa  tus notas, te envié la dirección de encuentro. Ciao cariño.”

 El video terminó y  el reproductor se cerró, pero Bruce seguía mirando la pantalla  sin parpadear como si se tratara de un portal a su pasado.

 

 

-:-

 

El  equipo de esgrima de la universidad de Metrópolis practicaba   dos horas cinco días a la semana,  aquella era la quinta vez que Bruce veía a  aquel jugador sentado en las gradas mirando la practica con profundo interés. Sabía quién era, no porque antes hubiera hablado con él, pero Clark Kent no era un chico que pudiera pasar desapercibido, mucho menos si iba vestido con todo el equipo del uniforme de futbol, incluso llevaba el casco en la mano como si hubiera abandonado su propia practica a la mitad para estar en el gimnasio de forma puntual.

 

— Lo estamos esperando señor Wayne — El instructor se metió en su campo de visión y le recordó que   estaba poniéndose el guante de la mano izquierda, al terminar de hacerlo tomó su careta y  la ajustó sobre su cabeza,  un compañero le alcanzó su florete y  comprobó su balance  moviéndolo un poco  mientras se ponía en la línea de inicio.

 

Cuando Bruce Wayne se colocaba en la línea para esgrimir, la gente  en el gimnasio guardaba silencio y se veían absortos por la elegante presencia de aquel tirador.  Su postura era perfecta,  su balance lucía tan natural que  lograba hacer sentir a las personas que aquel deporte era el más sencillo del mundo.

 

— ¡En garde! — El instructor dio el primer aviso. Los tiradores  ocuparon su posición inicial, Bruce hizo un elegante rassemblemet para saludar a su oponente— ¡Pret! —Aquella segunda palabra  avisó a los contendientes que ocuparan su primera posición de combate pues el duelo estaba por comenzar. Bruce respiró profundo  y compuso su postura, la espalda recta y las piernas flexionadas  y separadas, la mano hacia el exterior y la punta de su espada más alta que la mano— ¡Allez!

Con  aquella orden,  el duelo dio inicio.  Bruce empezó con  una  marcha adelante y un attaque au fer[LZ1]  provocando constantes choques con  la espada de su oponente que   hizo un excelente trabajó en  batimiento tratando de no ceder  mucho terreno al despiadado Wayne. Los espectadores se olvidaron de respirar cuando Bruce realizó un  elegante changez-froisse[LZ2] , cambiando  el  enganche  de su arma  provocando  un frotamiento sobre la hoja del adversario desde la punta a la parte fuerte por una presión violenta, su adversario tuvo que dar un gran pasó hacía atrás, luego intentó empezar  el  contre-attaque  pero antes de que pudiera moverse, Bruce realizó una balestra, el movimiento favorito de los espectadores donde se realiza un salto  adelante con appel, seguido  de una estocada a fondo. El florete de Bruce se curvó cuando la punta dio la estocada sobre el corazón de su adversario  y la pequeña multitud que observaba ovacionó su triunfo.  A la voz de “arrêt” el  instructor  dio  por terminado el encuentro.

Nadie se acercó para felicitarlo,  ese tipo de cordialidades se habían terminado la primera semana cuando   el heredero Wayne se aseguró de esclarecer que no le gustaba el contacto físico ni las zalamerías. Ahora sus compañeros simplemente aplaudían sus  mejores movimientos y lo dejaban retraerse  y salir del centro de atención.

 

— Estuviste increíble.

 

La amable voz lo tomó por sorpresa, necesitó dar la vuelta para poder ver  a través de las rejillas de su casco  y su corazón  saltó al ver a Clark Kent frente a él, luciendo en la cara una sonrisa despampanante. No supo cómo reaccionar.

 

— Oh, disculpa, no me he presentado. Soy Clark Kent, estoy en el equipo de futbol americano, compartimos algunas clases los lunes y los miércoles.

 

Le  estaba ofreciendo la mano y él seguía sin poder superar el golpe visual de aquella sonrisa encandiladora. Se obligó  a responder el saludo,   aquel chico no era más que un compañero universitario, no había motivo para sentirse intimidado, estaba acostumbrado a estrechar la mano de  gente realmente importante, Clark Kent no era importante.

Al agarrar la mano que se le ofrecía, soltó su florete  que cayó al suelo, al darse cuenta se agachó  para levantarlo pero Clark hizo lo mismo y  sus cabezas chocaron.

 

— ¡Ouch! Que suerte que aún llevas el casco.

 

El sonido de la risa del jugador de futbol  lo sacudió  y lo contagió, sus manos seguían  innecesariamente juntas, el amigable estrechón se había convertido solo en una excusa para  mantener el  contacto. Pero Bruce no podía seguir  oculto en su careta, tuvo que soltarse de Clark para poder retirar la protección de su cabeza.  El cascó le dejó el cabello ligeramente desordenado, aceptó el florete  de las otras manos.

— Gracias — Aquella fue la primera palabra que le dirigió, una simple y educada muestra de gratitud y no podía creer que la sonrisa de aquel sujeto pudiera ser más encantadora. Pero vaya que podía.

— Oye, ¿te gustaría venir alguna vez a una de mis prácticas? —El chico de Kansas lanzó el ofrecimiento de forma casual, comenzó a dar golpecitos en su muslo con su casco  para disimular su nerviosismo.

— No me gusta el futbol.

La respuesta de Bruce enfrío el ambiente,  la luz escapó de los ojos de Clark y su sonrisa se volvió trémula.

— Ah… bueno— Se rascó la nuca sin saber que más decir.

Era el chico más alto que Bruce hubiera conocido, su constitución física era envidiable, se preguntó si sus hombros serían igual  de anchos  sin las hombreras de protección que usaba debajo de la ropa y aquel simple pensamiento lo llevó a imaginar más partes de aquel cuerpo sin ropa, seguramente tenía el abdomen increíblemente firme. Se aclaró la garganta y desvió la mirada.

— Tengo que regresar a mi entrenamiento— El futbolista  dio  una suave patada  a una basura imaginaria.

 

— De acuerdo —Bruce  volvió a mirarlo a la cara, parecía como si Clark fuera a decir algo más, pero al final solo levantó la mano en un gesto de despedida y se marchó.

 

 

Estaba seguro de que no volvería a verlo ahí, pero el  futbolista volvió a aparecer al día siguiente  y cada día después de aquel. A veces se acercaba  e intentaba construir una conversación a base de comentarios triviales sin buenos resultados, en otras ocasiones se limitaba a sonreírle y después se marchaba caminando hacia atrás sin dejar de mirarlo hasta que  chocaba contra algo o alguien y un día simplemente no apareció. Para Bruce fue imposible concentrarse en la práctica, falló en la mayoría de sus movimientos y por primera vez, perdió. Nunca se había sentido tan frustrado, no estaba acostumbrado a fracasar y mucho menos a fracasar en ámbitos que dominaba por completo, él practicaba esgrima desde que era un niño de seis años y en aquella ocasión había cometido una serie de fallas ridículas totalmente irracionales. Furioso se alejó de la zona de prácticas, escuchó que el instructor lo llamaba pero no le hizo caso,  se arrancó el casco de la cabeza y lo tiró a un lado sobre la duela. Sin detenerse y aun vestido con el uniforme blanco anduvo con pasos firmes y grandes todo el camino desde  el gimnasio hasta el campo de futbol.

El equipo se encontraba en entrenamiento, estaban a mitad de una jugada, sus ojos  ubicaron al número  doce, Clark Kent y de inmediato caminó hasta él.

— ¡¿Oye, qué crees que estás haciendo?! Sal del campo muchacho, te van a aplastar ¿No escuchas? ¡Sal del campo!

 

El asistente del entrenador  intentó detenerlo, pero Bruce  aceleró su marcha, los jugadores no se dieron cuenta de que alguien más entraba en el campo, la jugaba  siguió su curso, un sujeto llevaba el balón y corría a toda velocidad, otros intentaban detenerlo lanzándose sobre él pero el corredor era más hábil y se había librado de todos  hasta que de pronto Bruce apareció frente a él. El asistente del entrenador cerró los ojos para evitar ver como aquel muchacho  era embestido y lanzado al suelo, hubo una exclamación general, un “oh”  seguido de un “uh”  muy largo y en coro. Bruce  se había agachado y  al sentir al corredor  tratar de saltarlo, se había enderezado de forma rápida y fuerte para hacer que el jugador  girara en el aire y cayera de forma  contundente al suelo soltando el balón y acabando de forma violenta la jugada,  todos se habían quedado quietos mientras Bruce tomaba el balón, le abrieron pasó   sin dejar de mirarlo sorprendidos. Llegó hasta Clark y le  puso el balón en el pecho de forma ruda empujándolo.

 

— ¿Por qué no fuiste a la práctica? —Trató de ver los ojos azules a través de la mirilla del casco. Estaba muy molesto.

 

Kent necesitó un momento para asimilar lo que estaba pasando, parecía irreal que Bruce  Wayne estuviera ahí, vestido con su uniforme de esgrima, resaltaba como una rosa blanca, eso sí, una rosa blanca llena de espinas.

 

— ¿Bruce qué… qué haces aquí? Creí que no te gustaba el futbol— Tomó el balón que seguía siendo empujado contra su pecho.

 

— No vine a ver tu juego de barbaros, vine a que me  expliques por qué no fuiste al gimnasio. Es absolutamente descortés faltar a una cita sin avisar —El millonario se cruzó de brazos y lo acusó con la mirada.

 

Clark no supo qué responder, pero sus compañeros de equipo  fueron bastante elocuentes con sus exclamaciones  de burla y doble sentido.

 

— ¡Kent, saca a tu novio del campo o voy a suspenderte para el siguiente partido! —El asistente del entrenador hizo sonar  su silbato  con fuerza para tratar de restaurar el orden.

 

— ¡Lo lamento entrenador!— Clark se quitó el casco y se apresuró a sacar a Bruce del campo  antes de que las cosas empeoraran.

 
Un par de minutos después estaban debajo de las gradas del campo lejos de las miradas curiosas y a la sombra de la construcción de madera y metal.  Bruce seguía de mal humor, tenía una expresión exigente  y Clark aún estaba tratando de poner en orden sus pensamientos.

 

— Este es el peor lugar para hablar Clark Kent, sé que careces de cualquier habilidad  diplomática  pero  este sitio es horrible.  Ahora dime ¿Por qué no fuiste al gimnasio?

 

El chico de Kansas no pudo evitar reírse. Pero Bruce entrecerró los ojos con advertencia.

 

— No encuentro la gracia Kent, perdí mi encuentro por tu culpa. No puedes habituarme a tu presencia y luego simplemente faltar y  alterar el orden de las cosas. Se suponía que debías estar  ahí como todos los días.

 

— ¿Por qué? —Su pregunta logró desconcertar  al príncipe de Gótica y  no dudo en aprovechar esa pequeña ventaja— ¿Por qué Bruce, por qué se supone que debo ir todos los días? —  Deshizo la distancia que había entre ambos acercándose hasta que Bruce tuvo que retroceder  y su espalda chocó contra una   gruesa viga de metal, de inmediato  apoyó las manos una a cada lado de la cabeza del esgrimista  y  redujo su espació   inclinándose sobre él imponiendo su dominio corporal— He  estado ahí cada día y nunca pareció importarte a veces ni siquiera me mirabas.

 

—Oh no seas absurdo Kent, te miraba  cada día, no es mi culpa que tu no  tengas ningún tema de conversación  que no involucre el clima. “Hoy es un lindo día ¿no?”  “Dijeron que hoy lloverá”  “Que caluroso está hoy” —Imitó  sus intentos de acercamiento y sonrió satisfecho cuando adivinó un rubor suave en  las mejillas del futbolista— Como sea, te quiero ahí maña…

 

La boca de Clark lo silenció con un beso y el mundo dio vueltas tan rápido  que tuvo que cerrar los ojos y aferrarse al número doce en el pecho del futbolista. Aquellos labios estaban calientes, su demanda era gentil pero firme,  entre abrió la boca de forma obediente y le fallaron las rodillas cuando la lengua de Clark Kent se abrió paso hasta la suya. La sensación suave y húmeda era deliciosa, su corazón latía tan fuerte que  le causó sordera. Aquello no era un beso eran   cientos de fuegos artificiales  estallando en cada una de sus terminales nerviosas.

 

No hubo forma abrupta de terminar aquel beso, tuvieron que apagarlo poco a poco con besos cortos  convirtiendo sus roces en estrellas fugaces  cada vez más distantes.

 

Clark se apartó, dio un paso atrás, y se peinó el cabello con los dedos en un gesto nervioso, lo miraba  de forma extraña. Bruce no sabía leer aquella mirada— Vamos a jugar un campeonato, necesito dedicarle más tiempo a mi entrenamiento, nunca hubiera faltado sino se tratara de algo realmente importante— Levantó una mano con la intensión de tocarlo pero el gesto murió antes de consumarse— Puedo seguir en la universidad porque juego bien al futbol, no tengo otra manera para graduarme así que debo enfocarme.

 

— Comprendo. Suerte en el campeonato Kent.

 

Cuando Bruce se dio la vuelta  de forma simple y desinteresada, Clark sintió como si alguien acabara de arrojarle un cubo de agua helada. ¿Qué acaso no acababa de corresponder a su beso?

 

— ¡Oye, espera! —Le cerró el paso— ¿Eso es todo, no vas a decirme nada más?

 

El rostro del esgrimista era una máscara  de total auto control y aquello era desesperante.

 

— Me gustaría que vinieras al gimnasio de nuevo cuando te sea posible. No me gusta perder.

 

Clark  negó incrédulo pero terminó su gesto con una sonrisa resignada. Estar enamorado de un  sujeto sin empatía  y con posible síndrome de asperger no era nada  sencillo.

 

— Quizá no pueda ir por un tiempo.

 

—Entonces yo vendré a verte a ti.

 

— Creí que no te gustaba el futbol.

 

—No me gusta.

 

No supo si fue su imaginación o si Bruce había sonreído antes de marcharse y de que alguien fuera a buscarlo a él para que regresará al entrenamiento.

 

-:-

 

La noche había caído sobre Metrópolis, el empresario se dio cuenta de que llevaba un par de horas mirando  la pantalla inactiva de su computadora portátil. No podía dejar de pensar en aquel recuerdo y en el hecho de que las cosas tendrían que haber acabado  justo en ese lugar bajo las gradas, quizá de esa forma no hubiera sido tan doloroso, quizá de esa manera no hubiera  cultivado un odio tan profundo por  Clark Kent. ¿Para qué lo había besado si después iba a rechazarlo?

 

Cerró los ojos y se  frotó los parpados con frustración, ¿Cómo diablos iba a negociar con el sujeto que le había rotó el corazón en la universidad?

 

— ¿Papá?

 

La voz de Dick tuvo el efecto mágico de barrer las sombras que se cernían en su mente.

 

El niño estaba de pie en la puerta de la habitación y al asegurarse que su padre no estaba  ocupado, entró  cargado de confianza y de sonrisas.

 

— Papá, Alfie dice que la cena ya está lista.

 

Bruce hizo girar su silla ejecutiva para quedar de frente a su pequeño, abrió los brazos y lo recibió en sus piernas. El peso ligero de aquel pajarito le confortó el corazón, Richard  era su motivo para despertar cada día, era la luz  que  le impedía perderse  en su propia oscuridad. Necesitado, lo abrazó y  metió la nariz entre sus fragantes cabellos de aroma  dulce e infantil.

 

El pequeño se rio por el gesto pero su naturaleza era intuitiva y noble y no dudó en decir lo que el adulto necesitaba escuchar.

 

— Te amo papá.

Bruce le respondió con un beso cariñoso, era duro aceptar que durante mucho tiempo solo había deseado escuchar aquellas mismas  palabras de alguien más. Pero ahora  ya no lo necesitaba, ahora había una persona  más importante en su vida, alguien por quien valía la pena luchar. Así que iría a ese absurdo desayuno, vería a Clark Kent a la cara  sin sentir nada e incluso conseguiría un autógrafo para Dick.

 

— Vamos  Richard, es hora de cenar.

 

— ¿Y puedo tener una Kryptonite?

 

Bruce rodó los ojos.

 

—Por supuesto que no.

 
Notas finales:

Muchas gracias por leer una más de mis historias. 

La enfermedad del  lector fantasma es altamente contagiosa, sus sintomas más severos se manifiestan al terminar de leer algo y no pasar a dejar su review. Mantenganse a salvo y escribanme un bonito comentario con sus opiniones :)

 

¡Hasta pronto!


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