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Aoiya no Kami por Dark_Yuki_Chan

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Capítulo 2: El Restaurante de las Lágrimas

"17 de Septiembre de 1979. El camino entre Osaka y Kyoto no fue tan agotador como imaginé, y hubiese podido hasta ser agradable de no ser por el recuerdo… Pero bueno, ya he llegado a Kyoto, y es un bello lugar. Si tuviese que escoger una ciudad de Japón para pasar en ella el resto de mis días, ésta sería sin duda la de mi elección. Y si tuviera que escoger un sitio de Kyoto para vivir en él hasta el día de mi muerte, no lo pensaría dos veces antes de elegir el Aoiya…"
- Seiiki-kun, ayúdame con esto, por favor… -. Pidió Shiro casi sin aliento, bajo un descomunal montón de sacos de arroz. El chico dejó su diario abierto en el piso, hizo el pincel a un lado y corrió hacia el hombre que le llamaba. Cuando estuvo a su lado, éste le entregó dos sacos que casi lo hicieron caer por su peso. ¡Cómo podía Shiro-san cargar tantos! Lenta, muy lentamente, Yamashiro fue enderezándose, con un saco sobre la espalda y sosteniendo el otro con las manos. Shiro caminó con todo el resto de su cargamento hasta desaparecer dentro del Aoiya, dejando que Seiiki luchara contra el último par de sacos. ¡Vaya ayuda que estaba resultando! ¡No podía cargar siquiera dos míseros sacos de arroz, que patético! Bueno, tenía que poder… lentamente, un pie y luego el otro, y… ¡¡¡PAF!!!
- ¡Me rindo! -. Exclamó frustrado. Había tropezado con el saco que traía en las manos, pues en lugar de cargarlo lo arrastraba, y el otro se había abierto al caer, desparramando todo el contenido sobre su cabeza.
- Ven, Seiiki-kun. Te ayudaré -. Sonrió un ya desocupado Shiro, extendiendo una mano hacia el muchacho.
- Sumimasen, Shiro-san. Soy un torpe… -. Murmuró Seiiki incorporándose.
- Nada de eso, un accidente le sucede a cualquiera. - Dijo el Oniwabanshuu con una sonrisa. - Vamos, ayúdame.
- Hai -. Finalmente ambos jóvenes lograron rescatar la mayor parte del arroz y llevarlo hasta el restaurante sin nuevas dificultades. Yamashiro seguía lamentándose por su torpeza mientras lavaba el arroz (había insistido en hacerlo él), olvidando su diario por el momento. Luego de casi dos horas lavando los millones de granos, Seiiki abandonó por fin la cocina del Aoiya para proseguir con su relato. El pequeño libro continuaba abierto sobre el piso en la hoja en que lo había dejado, y la tinta en el pincel estaba ya seca. El chico lo cogió y humedeció nuevamente en tinta fresca, para luego continuar escribiendo:
"Es un restaurante muy agradable que está siempre repleto de clientes, por lo que gran parte del día se escapa como agua entre los dedos atendiendo las mesas, preparando alimentos o aseando el lugar. Estar aquí es como estar en medio de una familia grande y alegre. Okon-san, Omasu-san y Misao-san son como hermanas que siempre están trabajando y hablando entre ellas. Misao-san es la menor de todas, la más alegre y la que menos ayuda con los quehaceres del restaurante. Omasu-san es algo mayor que ella, muy bondadosa, se lleva bien con todos excepto con Okina-san, y se preocupa mucho de todos, especialmente de Misao-san, como toda una hermana mayor. Okon-san es la mayor de todas, la más seria y la que cocina más delicioso. No habla tanto como Misao-san u Omasu-san, pero se preocupa por los demás igual que ellas.
Shiro-san y Kuro-san son un par de hermanos mayores que adoran comer los deliciosos platillos de Okon-san, por los que deben luchar entre ellos y contra Misao-san, y vanagloriarse de su fuerza, su inteligencia o cualquier otro atributo que se les vaya a la mente. Están siempre bastante ocupados con las labores que en el Aoiya surgen a montones, mas siempre tienen tiempo para bromear y levantar el ánimo de alguien con una sonrisa. Shiro-san es muy popular entre las jóvenes de las cercanías, lo que en ocasiones hace que los humos se le suban a la cabeza, pero la dueña de su corazón es una muchacha llamada Noriko que vive cerca del templo. De eso cualquiera puede darse cuenta, pues en ocasiones llama "Noriko-chan" a Misao-san, Omasu-san u Okon-san, y últimamente da unos larguísimos paseos cerca del templo, además de buscar cualquier excusa para ausentarse del Aoiya e ir a un sitio donde pueda encontrarla.
Okina-san es el abuelo de Misao-san y es, en cierto modo, abuelo de todos en el Aoiya, con excepción de Shinomori-sama, por supuesto. Está siempre pensando en encontrar alguna linda jovencita para cumplir sus sueños amorosos, pero, por supuesto, ninguna quiere hacerle caso. Constantemente está discutiendo con Omasu-san o con Misao-san, pero se ve que todos le quieren mucho. Es un hombre muy amable y gracioso, aunque lo he visto lanzando extrañas miradas a Shinomori-sama en algunas oportunidades, como si ambos estuviesen guardando algún secreto en común. Y Shinomori-sama… bueno, él es muy serio y silencioso, no habla con nadie más de lo estrictamente necesario, ni siquiera con Misao-san, quien se desvive en atenciones para con él. No parece preocuparse demasiado de cómo marchan las cosas en el restaurante, en realidad, está la mayor parte del tiempo meditando en el templo, según me ha dicho Misao-san, y casi no se preocupa de lo que sucede a su alrede…"
- Oe, ¿Qué es esto? -. Preguntó Shiro de pronto, arrebatándole a Seiiki el pequeño diario.
- ¡Nada!
- ¿Cómo que nada? Déjame ver… "Okina-san es el abuelo de Misao-san y es…"
- Por favor, Shiro-san, devuélvamelo -. Rogó el chico, alargando el brazo para cogerlo.
- Vamos, sólo voy a echarle una ojeadita.
- … -. Yamashiro saltaba, intentando alcanzar el cuaderno que el hombre agitaba sobre su cabeza. ¡Demonios, si fuera un poco más alto!
- ¿Por qué no me dejas verlo? ¿Acaso tienes ahí alguna carta de amor? -. Preguntó Shiro, riendo más cuando el chico se ruborizó ante la idea de recibir una carta romántica.
- ¡Claro que no!
- Oh, aquí dice el nombre de la chica que tiene loco a Seiiki-kun, ¿ne?
- ¡Ie! -. El muchacho saltaba una y otra vez, rozando casi las blancas páginas con la punta de sus dedos, cuando una voz femenina dijo al Oniwabanshuu:
- Shiro, ya vamos, o llegaremos tarde a casa de Noriko-chan.
- ¡¡HAI!! -. El joven soltó el diario y corrió a la puerta, donde Omasu le esperaba vestida con un lindo kimono del color de los pétalos de sakura. Ambos se marcharon rápidamente en dirección al templo, luego de despedirse de un jadeante Seiiki. Decidió que ya había escrito suficiente, y perdido a la vez demasiado tiempo. Cerró cuidadosamente el pequeño cuaderno y corrió hacia su alcoba con éste bajo el brazo. Una vez bien oculto el diario entre sus pocas ropas, el chico se marchó y fue a ver en que podía ayudar en aquel momento. El restaurante estaba repleto - Okon había inventado algunas recetas nuevas - por lo que Seiiki decidió comenzar prestando una mano ahí.

El chico raspada la escamosa piel del pescado con un gran cuchillo muy afilado. Las escamas se desprendían con facilidad, cayendo por montones a los lados del cuerpo. Lento pero seguro, una y otra vez frotaba el filo del cuchillo contra las escamas restantes. Arriba y abajo, una y dos y tres veces, hasta llegar a cien, una horrible monotonía que le daba tiempo para pensar. Tiempo para recordar… ¡Ie, no quería recordar! Ya no quería seguir recordando lo que le había hecho a Suzuki Takehito, el modo en que le había traicionado y olvidado sus enseñanzas, el modo en que le había… ¡No quería recordar más, ya no más!
- Seiiki-kun, tu dedo.
- ¿Nani? (¿qué?)
- Ten cuidado -. Indicó Okon, arrebatándole con suavidad el cuchillo de la mano derecha. El chico movió los ojos sobre su mano y halló el motivo de la preocupación de Okon. Un largo corte surcaba su dedo índice, cubriendo de sangre a este y al pescado a medio limpiar. ¡¡Sangre!! Sangre roja y brillante, con aquel conocido olor dulzón característico de ella… ¡Oh, todo estaba confabulado para que ese día no pudiera olvidar su horrible crimen!


Seiiki frotaba el piso con un paño gris de suciedad. Estaba en un cuarto amplio, a algunos metros de dos hombres que no hablaban. El más joven estaba preparando un aromático té verde, mientras el anciano esperaba. Y Yamashiro, limpia y limpia, deseando encontrarse en cualquier otro sitio, pues estaba seguro que en ninguno la atmósfera sería tan tensa. ¿Qué era lo que estaba sucediendo allí? ¿Qué importantísimo tema irían a debatir Okina-san y Shinomori-sama en aquel momento? ¿Por qué no le habían ordenado abandonar el cuarto? No sólo eso, sino que hasta le habían dicho que se quedara. Se sentía muy nervioso, ¿Acaso ellos no se daban cuenta? Sólo quería irse, dejar que los mayores resolvieran sus diferencias lejos de sus ojos…
- Seiiki-kun.
- ¿Hai?
- Deja de limpiar un momento. - Seiiki obedeció al instante - Y ven acá, por favor.
- Hai -. Demonios, ¿Qué querría Okina-san con él? No creía haber hecho nada malo, había sido lo más cortés, obediente y útil posible, ¿En qué podía haber fallado? Y además, ¿Por qué tenían que regañarle frente a Shinomori-sama? ¿No era bastante tormento la incertidumbre, como para que encima el dios del Aoiya tuviera que estar observándolo con aquellos fríos ojos esmeralda?
- Seiiki-kun, quiero que me digas - Comenzó Okina - quienes son tus padres, cuál es el lugar de tu nacimiento, que me hables un poco de tu pasado, sólo algunos detalles, ¿Bien?
- Hai.
- Bueno, dime, ¿Dónde naciste?
- En Osaka. Mi padre era un comerciante de sake, pero murió hace nueve años asesinado por unos bandidos. Al morir él, mi madre regresó conmigo y con mi hermana mayor a casa de sus padres, donde conocí a un hombre que era amigo de su infancia. …l vivía en las afueras de Osaka, pero siempre nos visitaba y luego, cuando yo cumplí los ocho años, pidió autorización a mi madre para llevarme a vivir con él y enseñarme todo lo que, como hombre, necesitaría saber. Me enseñó muchas, muchas cosas, pero hace poco él…
- ¿…l?
- … murió…
- Sou ka -. Respondió el anciano suavemente. Luego agradeció al chico por su tiempo y le indicó que se marchara, cosa que éste obedeció gustosamente. Una vez que el muchacho estuvo lo bastante lejos de la habitación como para no oír nada, el hombre volvió a hablar:
- ¿Crees que él está diciendo la verdad?
- Hai.
- ¿Por qué?
- No parece estar mintiendo -. Respondió simplemente Aoshi. Y en realidad, el chico parecía estar hablando con honestidad.
- Pero me parece muy extraño que haya venido huyendo, sólo, desde Osaka hasta Kyoto, y además, no nos dijo por qué dejó su ciudad natal.
- No se lo preguntaste -. Dijo el Okashira, y Okina sabía que tenía razón. Posiblemente el muchacho simplemente había huido de su hogar en busca de aventuras, como tantos chicos lo hacían, y al encontrarse en el Aoiya había decidido que estaría bien allí por un tiempo. Hai, no tenía por qué preocuparse. El anciano se levantó y abandonó el cuarto con pasos lentos, mientras Aoshi bebía silenciosamente su té. El Okashira permaneció en la habitación varios minutos con el silencio como única compañía… El chico estaba ocultando algo, de eso estaba seguro, pero era verdad todo lo que había dicho. …l podía asegurar cuando una persona estaba mintiendo con sólo ver en sus ojos, y los ojos de aquel joven eran puros y honestos, sin rastros de vileza alguna… le recordaban tanto a los ojos de la pequeña que había cuidado con ayuda de los Oniwabanshuu. La pequeña, ágil e inteligente Misao, ¡Cuánto había crecido, ahora que lo pensaba mejor! La primera vez en que la vio era sólo una niña, una joven criatura incapaz de odiar o amar. Y ahora era cuestión de verla, tan crecida y cambiada, igualmente alegre y curiosa, pero ya más madura y responsable de sus actos. Nunca había pensado que llegaría el día en que vería a Misao enamorada… Y de él mismo, por añadidura. Aunque no lo demostrara, él sentía un enorme cariño por la jovencita. Le había visto crecer, jugar, le veía luchar a diario por volverse una digna compañera para él, ¿Cómo su corazón no iba a ceder?… Y sin embargo, ese sentimiento paternal que le profesaba no era lo que ella estaba buscando. Ella quería más, ella luchaba por más… y él jamás podría cumplir sus expectativas. ¿Cómo hacerla entender? …l, que le había enseñado, le había guiado, le había cuidado cuando estuvo enferma, le había levantado tras sus caídas, era imposible que le tuviese un amor distinto al que sentiría por una hija o una hermana menor. ¿Por qué la pequeña Misao no lo comprendía? …l no podía hacer nada para modificar sus sentimientos, sólo esperar… esperar que a Misao se le acabara el enamoramiento, esperar a que algún verdadero amor iluminara algún día su corazón y también el de él, para entonces reír juntos del tiempo que les parecería lejano en que la chica lloraba y penaba por él. Hai, estaba seguro, algún día ambos hallarían a aquella persona que se adueñaría de sus corazones, y podrían, por fin, tener la felicidad tanto tiempo añorada. Sin embargo, sospechaba que su propia felicidad tardaría más en llegar que la de la chica.

"…Pero hace poco él…"
"¿…l?"
"… murió…" Murió. Murió. Murió. La palabra resonaba dentro del cerebro de Yamashiro Seiiki a un volumen cada vez mayor. Murió. Murió. Ya basta, Seiiki no necesitaba que su propia estúpida voz se lo estuviese recordando, lo tenía presente con su ayuda o sin ella. Murió. ¡Maldición, ya lo sabía! ¡Ya sabía que Suzuki había muerto, no había necesidad de continuar recordándolo!
*¡Kuso! (¡mierda!) ¿Por qué no puedo olvidarlo? ¿Ni siquiera estando aquí podré librarme de ese recuerdo? ¡¿Acaso nunca voy a poder pensar en otra cosa!?* Al parecer, estaba destinado a cargar con aquel tormento de por vida. Seiiki estaba comenzando a sentirse verdaderamente desesperado, unos inmensos deseos de echarse a llorar estaban apoderándose de él. Se sentía tan sólo. Se preguntaba una y otra vez por qué tenía que sucederle todo aquello precisamente a él, por qué había sucedido todo aquello ese día, en las afueras de Osaka, por qué esa mujer tenía que aparecer en aquel momento y no un segundo luego… se preguntaba por qué mierda estaba tan sólo.
Había dejado de intentar detener las lágrimas, que ahora corrían libremente bañando su rostro. Se encontraba arrodillado sobre el tatami de su habitación, las manos apoyadas en el piso y la cabeza caída entre los brazos. De pronto pudo… ¿Oír? No, más bien sentir unos pasos en las cercanías. Tenía los ojos cerrados a causa de las lágrimas, por lo que le pareció inútil voltear la cabeza para intentar averiguar quién se acercaba. De cualquier manera, ¿Qué importaba? Nadie podría comprenderlo ni ayudarlo, ellos no entenderían… Pero sentía una necesidad tan grande de ser consolado. Tan enorme era su vacío interior, su desolación, que ya ni siquiera pedía que alguien comprendiera su dolor. Ie, simplemente deseaba unos brazos que le rodearan con su abrazo protector, un hombro en el cual llorar, una voz suave susurrándole palabras de consuelo… y nada. Nada de eso se hacía realidad. El chico continuaba en medio de su mar de lágrimas, sollozando con fuerza, sintiéndose abandonado por todos en medo de aquel mundo enemigo, cuando sintió como un par de ojos comenzaron a atravesarle la espalda. Vencido por la curiosidad, Seiiki giró su cabeza hacia el recién llegado… ¡Oh, no! ¡Shinomori-sama! ¿Qué hacer? Su dolor se veía multiplicado ahora que estaba siendo contemplado por aquel dios. ¡Kami-sama (Dios), su situación era tan inmensamente patética que no merecía siquiera la compasión de Shinomori-sama! Ie, la compasión de una persona como él sería un premio demasiado enorme, jamás otorgado a un pobre diablo como él. Debía contentarse con la presencia de aquel ser perfecto junto a sí, aquél era el consuelo que el cielo enviaba para sus penas. Pero él deseaba más… Si solo… si tan solo alguien pudiese abrazarlo y susurrarle "todo estará bien", se sentiría tanto más reconfortado. Entonces…
… ¡Oh, Kami-sama! ¿Qué estaba sucediendo? ¿Qué era aquella calidez, aquel bienestar que estaba envolviéndolo? Esos brazos que le anidaban como a un cachorro se sentían tan bien… ¿E… eran los brazos de Shinomori-sama? ¿Era aquel ser incapaz de sentir, aquel bloque de hielo con forma humana quien le reconfortaba? ¿Quién iba a imaginar que el dios del Silencio podía ser tan cálido?
Seiiki se dejó abrazar, derramó sus saladas lágrimas sobre ese hombro tan fuerte que le era ofrecido, lloró como un niño en brazos de Aoshi. …ste sólo sostenía al chico contra sí mismo, sin acariciarlo, aunque sabía que eso le hubiera ayudado mucho. Pero él no podía hacerlo. Ya llegar a rodear el frágil cuerpo con sus brazos le había costado, prestar su amplio pecho para secar las lágrimas le había resultado difícil. ¿Qué más se le podía pedir? Usualmente sólo hubiese pasado de largo al oír los sollozos, pero esta vez se había detenido. Lo común hubiese sido, entonces, quedarse en la puerta contemplando al muchacho un rato y luego marcharse, mas él se había acercado. ¿Por qué? Ni siquiera él mismo estaba muy seguro de la respuesta. ¿Por qué? ¿Qué le había llevado hacia ese despojo humano? ¿Qué fuerza había movido su mano para recoger los pedazos de aquel chico destrozado? No tenía ni la más mínima idea. ¿Sería acaso porque él sabía que el llanto del joven era causado por un motivo serio? ¿Porque sus ojos le recordaban a los de un cachorro perdido, porque su actitud sumisa denotaba un doloroso pasado? Ie, esas no podían ser razones suficientes para hacerle reaccionar así, de aquel modo en que nunca antes lo había hecho… ¿Por qué, entonces? ¿Por qué el dolor del chico le lastimaba tanto? ¿Por qué su corazón se sentía más herido con cada lágrima derramada por el muchacho? ¿Por qué? No lo sabía, no podía comprenderlo. Sólo entendía que el joven se encontraba en el más absoluto abandono, y que él debía reconfortarlo… aunque no comprendía muy bien la razón.

CONTINUARÁ...

By: Dark Yuki-Chan

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