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El bello y el bestia por MaggMagg

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Notas del fanfic:

Como siempre, ni los personajes de Beyblade ni el cuento aquí usado como inspiración son míos, los uso para fines recreativos no lucrativos.

Tenía un tiempo pensando en hacer este fic, ambientado como en La Bella y La Bestia. Me gustó bastante y se los comparto.

Si pueden dejar rr se los agradeceré y si no al menos disfrútenlo.

Dedicado a mi querida nee-san.

Notas del capitulo:

Lo escribí en una noche pero lo pensé por más de un mes, así que "puede ser que haya algo bueno allí".

 

A través del helado ventanal de la torre podía verlo partir, aún portando el traje dorado de gala, corriendo a toda velocidad.  

Era mejor así, era lo mejor. Ahora que Kai sabía que en su corazón sólo podía albergar amor hacia él, ya no podía retenerlo por la fuerza. Sin embargo, verlo atravesar los jardines nevados no podía herirle más. Al cruzar la verja, estaría totalmente fuera de su alcance para siempre y, aunque podía ordenar que cerrase la reja, no lo haría. Aquel edificio era su propia prisión, no la de Rei.  

No pudo evitar lanzar un grito de ira y dolor mientras su amado Rei atravesó el enorme portal metálico, que aislaba su propiedad del resto del mundo. Fue una especie de aullido que todos dentro de la mansión pudieron oír y lamentar.  

Ya no quedaba nada, ya podía abandonar la esperanza de romper la maldición. Al dejar ir a Rei, al liberarlo, no únicamente se condenaba a sí mismo. Todos los habitantes de aquel castillo terminarían cumpliendo la sentencia de la funesta maldición. Todos sus siervos caerían con él en el olvido, convirtiéndose en muebles y utensilios sin vida para permanecer, por toda la eternidad, en ese rincón del mundo que una vez había sido el más soberbio palacio que algún rey hubiera poseído o deseado. Todo se reduciría a ruinas y sería sepultado por el abandono, hasta el final de los tiempos. Quizá, mucho antes de eso, sería saqueado y vendido pieza a pieza, confundiendo a quienes alguna vez habían habitado y servido en el lugar con ordinarias piezas de porcelana, oro y joyas preciosas. ¿Y él? Él perdería la razón para volverse una bestia completa, un ser salvaje, animal, sin razón ni dominio. Con suerte le cazarían pronto, antes de comenzar a aterrorizar viajeros y poblados, siendo el trofeo de algún cazador con experiencia. Ése era el castigo que el brujo Voltair había destinado para él, el príncipe Hiwatari, y su corte, después de haber sido desairado y echado de la mansión sin compasión al mostrarse como un viejo mendigo, pidiendo asilo durante una de las tormentas más fieras que en la comarca se hubieran visto.  

—Hemos visto al joven Rei salir de palacio, su alteza. ¿Qué ha pasado? —inquirió su mayordomo, Max, el tarro de mostaza, con suma preocupación, asomándose y atreviéndose a pasar, seguido del otro fiel vasallo, un sillón.
—Lo dejé libre —respondió Kai, cabizbajo, lleno de una profunda tristeza y una gran culpa por la condena a la que sometía a todos.
—!Rayos, viejo! Es decir, alteza —exclamó Max.
—¡Cómo pudo hacer eso, su alteza! ¿Está loco? ¿Ahora quién romperá el hechizo? —el Conde Bryan Kuztenzov, un de sus fieles amigos que estaba en la fiesta aquel fatídico día de tormenta, quien se había tornado en una fina botella de vodka, había entrado en la habitación apenas haber oído su contestación.
—Ya no se romperá. Nos he condenado desde el inicio, jamás podría alguien amar a una bestia como yo —Kai aceptaba su culpa y pecado sin poner excusas. Transcurrieron muchos años sin un atisbo de esperanza y la inesperada aparición de Rei había cambiado todo, entibiando su corazón con el calor de la ilusión, pero se había desvanecido y era hora de aceptar la verdad.
—¿Pero qué diablos hizo, majestad? !Está usted demente¡ —su otro amigo, el Conde Yuriy Ivanov, ahora un sable con la empuñadura más fina jamás vista, le reclamaba mientras entraba al dormitorio.
—Porque lo amo. Y era necesario, su hermano Lee está herido, en las montañas. No podía obligarlo a quedarse —respondió el príncipe Kai, lleno de pena.
—Me hubieras llamado, idiót, y ya veríamos si escapaba el muy listo —Ivanov asomaba el filo de su hoja amenazante, mientras la empuñadura adornada con rubíes brillaba con furia.
—¡Conde Ivanov! —le reprendió el Conde Kuznetzov.
—Es decir, si me hubiera llamado, excelencia, yo lo hubiera detenido hasta que el estúpido ojidorado comenzara a amarlo , alteza. Para quitarnos esta maldición, alteza —arremetió nuevamente el sable Ivanov, tratando de rehacer su oración anterior atendiendo a las formalidades que sus títulos nobiliarios les exigían, pero perdiendo la calma.
—Pero viejo, es decir, alteza, usted ya ha sentido el amor, ¿no es verdad? El hechizo debe estar por romperse —su fiel amo de llaves, Tyson, el sillón de terciopelo que había entrado siguiendo a Max, aún se mostraba entusiasmado por la reciente confesión.
—No es suficiente, el joven Rei también debe amarlo —dijo Kuznetzov, tintineando tristemente.
—¡Por favor! Si le brillaban más esos ojos dorados cada vez que estaba tontenado con Hiwatari. Era obvio.
—¡Conde Ivanov! —volvió a reprenderle Kuznetzov. 

—Tontenado con su altezísima, Hiwatari, quise decir. Hasta cantamos esa ridícula canción de "Pueder ser que haya algo más allí".
—Lo que dice Yura es cierto. Todos los vimos juguetear en la nieve, leerse mutuamente muy juntitos frente a la chimenea, bailar en el salón hace un rato... —añadió Kuznetzov.
—¿Ahora soy sólo Yura? ¿Qué pasó con mi título? —reclamó Ivanov a su pareja.
—Quizá haya cláusulas ocultas en el hechizo. Después de todo, ese brujo Voltair es un retorcido, viejo —dijo Tyson, aportando algo útil a la plática.
—Tal vez debían besarse. ¿Usted qué cree, príncipe Kai? —curioseó Max.
—¿Besarlo? Pero... apenas estaba dejando de temerme —se defendía Kai, evidentemente sonrojado, al pensar en estar tan cerca de Rei.
—Miren, es Maraya que se coló en la mochila de Rei. Al menos ya llegó con Lee a las montañas a salvarlo —dijo Tyson mostrándole a todos el espejo mágico.  

En el espejo se veía a Rei, al lado de Lee, quien recién había despertado en la cama de un hospital, y al tazón de arroz rosa que había salido del interior de la mochila de acampar de Rei y quien, frente a los sorprendidos hermanos, le reclamaba al de ojos dorados, diciéndole "¿Por qué te fuiste, Rei? ¿Ya no nos quieres o qué?". 

—Tal vez ella lo haga entrar en razón — sugirió Max.
—Espera un momento, bestia peluda, su alteza serenísima. ¿No se supone que debías darle el espejo a él? —acusó el sable Ivanov a Kai.
—¿El espejo? No me lo pidió —respondió confuso el ruso de pelaje azul. 
—¿Cómo supones que esto avance, Kai, es decir, príncipe Kai? Si él no tiene el espejo no puede enseñárselo a los aldeanos para que vengan al castillo a intentar matarte mientras estás deprimido y nosotros hacemos milagros para emboscarlos y salvar nuestro embrujado hogar. ¿Ahora cómo va a continuar la historia?
—¡Ah, no! Nadie va venir a invadir mi propiedad y mucho menos a intentar matarme. Que se atrevan a retar a Kai Hiwatari —dijo Kai levantándose del alfeizar del ventanal, done había estado hasta el momento.
—¡Así es, nadie podrá con nosotros! ¡Vamos, Dragoon! —Gritó Tyson sacando su beyblade.
—Me parece que la historia se nos está yendo de las manos, chicos —tímidamente Max trataba de redirigir la atención a la trama inicial. 
—Es cierto, sin la invasión al edificio nos ahorramos la mitad del tiempo —Yuriy también presionaba al príncipe para terminar con el cuento de una vez.
—El Conde tiene razón. Ahora sólo tienes que ir por Rei, decirle que lo amas y besarlo para  que de una vez por todas podamos ser nosotros mismos. Aunque claro que voy a extrañar el vodka —dijo Bryan con un guiño.
—Ellos tienen razón, viejo, es decir, alteza. Sólo tiene que decírselo —Max animaba a Kai para que se decidiera.
—Pero date prisa, Kai, o el último pétalo de la rosa mágica caerá y nos quedaremos por siempre de esta forma, atados a este castillo, juntos por siempre, viejo —increpó Tyson, cada vez más impaciente. 

"¿Para siempre?", pensó Kai. No, no podría soportar toda una eternidad con esa bola de incompetentes. Debía hacerlo, debía decírselo a Rei, una vez al menos. 

Kai salió corriendo de la habitación y comenzó a bajar a toda velocidad los escalones de la torre. Más valía darse prisa. Estiró una mano para tomar la de Rei, que ya no debía estar lejos y gritó: 

—¡Rei, te amo!

Su propia voz lo despertó sobresaltado. Kai se sintió desubicado por unos segundos, sin poder ver en medio de la densa oscuridad, pero notó que se había aferrado a algo. Entre sus manos pudo sentir otra muy familiar. Su ritmo cardiaco comenzó a normalizarse, sus ojos a acostumbrarse a la falta de luz y pudo distinguir una sombra frente a él, que ahora, sabía, estaba sentado sobre el sofá de la sala de televisión. 

—¿Cómo dices? —la voz suave de Rei soltó la pregunta con un claro tono de sorpresa. Era él quien estaba dándole la espalda, seguramente porque iba de salida, y era su mano la que había aprisionado sorpresivamente en sueños.
—Te —las palabras se congelaron en su garganta a pesar de que hacía algunos momentos hubieran salido con tal apremio— te amo. 

Otro silencio pesado e incómodo.  

Ahora todo empezaba a embonar y a tener sentido, bueno, casi todo. Por la tarde, Rei había recibido la llamada de Maraya, informándole que Lee había sido internado por una peritonitis y que le iban a extraer el apéndice. Como era de esperar, Rei dijo que iría a verlo en seguida y colgó. Kai, que había llegado justo en ese momento había iniciado una discusión argumentando que no le había consultado nada sobre ese viaje. Las últimas semanas habían sido pesadas para el ruso y por fin, los siguientes dos días, estaría parcialmente libre, aunque no podría alejarse de su casa en caso de que le necesitaran en el trabajo. Su abuelo, que seguía siendo el jefe en cuestiones de contratos internacionales, podía ser tan tirano como había sido antes en la Abadía. 

Al final, lo único que había resultado era que ambos dejaran de hablarse hasta que el otro se disculpara. Rei se había ido a su estudio a buscar boletos de avión y a hacer su maleta para pasar una semana en China, y Kai se había ido enfurruñado a ver la televisión, intentando relajarse y quedándose dormido con el aparato encendido mientras se trasmitía La Bella y La Bestia. 

—Kai... —dijo Rei, evidentemente sorprendido sin poder elaborar una frase que pudiera expresar sus emociones.
—Lo... lo siento. No quiero que te vayas así —dijo el ruso, algo titubeante, en la misma posición, intentando reaccionar rápido—, no quería discutir —fue lo más que logró decir a pesar de estar pensando en miles de cosas. 

Rei se giró lentamente y se acercó al sillón, aún con su mano entre las del ruso. Con su mano libre le acarició un mechón de cabello dulcemente.  

Se sentía tonto, siempre se sentía así cuando se trataba de Kai. Ese ruso tenía un carácter terrible, pero cuando hablaba sinceramente le paralizaba y lo dejaba sin habla, como ahora. Lo de la tarde había sido una estupidez, pero no siempre podía mantener la calma, nadie en el mundo podía ser siempre ecuánime, y le había tocado reventar. Escuchar que su prácticamente hermano estaba enfermo lo había alterado y Kai había llegado a terminar con sus nervios.  

Respiró profundo, el chino se sintió totalmente cautivado por ese hombre de voz grave y mal carácter, culpable y también feliz. 

—Kai, casi nunca me dices eso. No me molesta, pero vas a tener que decirlo de nuevo más seguido sin que haya una pelea de por medio. 

Con más nitidez,  Kai pudo ver que en el rostro de su koi había una sonrisa sincera y casi podía jurar que también estaba sonrojado. Se sintió un verdadero idiota por todo el lío que había hecho en la tarde. Ahora se daba cuenta de que seguramente Rei había ido hasta allí a apagar la luz y a cubrirlo con la manta que estaba en su propio regazo. Rei era así, a pesar de los malos ratos siempre estaba pendiente de él. 

Sin más palabras, como es su estilo, el ruso atrajo hacia sí a Rei, hasta tener su rostro a la altura para besarlo, luego lo envolvió en un abrazo para hacerlo caer sobre él mismo.  

—¿Kai? — volvió a preguntar sorprendido el chino.
—¿Tu vuelo sale pronto? — quiso saber Kai, con una voz más calmada.
—Sale mañana, a las diez —contestó el ojidorado ya sobre su amante.
—Entonces no hay mucho tiempo —concluyó el ruso, dando con eso fin a la discusión y completando su disculpa, comenzando a besarlo nuevamente de forma más pasional. 

Después de eso, Rei se iría, como había prometido y Kai esperaría su regreso. A veces no se podía acomodar la vida a los horarios y necesidades de otros, pero había algo más importante que eso, y se lo había dicho el ruso. Ahora debía concentrarse en dejarle un buen recuerdo a Rei para que se llevara consigo y al mismo tiempo le diera motivos para volver. 

 

Notas finales:

¿Les gustó? A mí sí, aunque ya son las 2 am y podría decir que mi juicio es dudoso en este momento. 

Igual adoré mi versión de Kai-Bestia y todos sus acompañantes.

Saludos para las fans de esta pareja, estaría genial me dejaran rr.

¡Nos vemos! :D


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