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Inadmisible por Momoka Yuuki

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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen, son de Masashi Kishimoto.

 

Solo la historia es de mi autoría.

 

:)

Notas del capitulo:

¡Hola! °v°/

Nuevamente con una loca idea :D Espero que les guste.

Este pequeño one-shot, esta inspirado en un maravilloso fic de nombre Part of me es un Mina-Naru (incesto) y esta escrito por uno de mis autores favoritos Rose Mary 1733

Te lo dedico especialmente (en caso de que lo leas c:) y también a aquellas personitas, como yo, que buscan algo "diferente" =P y gustan de esta pareja.

Sin más que añadir, los dejo leer ^v°

Advertencias:

*Posibles faltas de ortografía y redacción.

*No lo considero shota, porque Naruto ya es mayor de edad.

**Lo edité para su mejor lectura, es uno de mis fic favoritos (el no.1) no presenta ningún otro cambio**

Inadmisible

A sus cuarenta y cuatro años de edad, Uchiha Fugaku no podía pedirle más a la vida. Era dueño de una pequeña cadena de hoteles repartidos en la parte norte del país, siendo una compañía que iba avanzando y creciendo paulatinamente con un gran futuro por delante. Tenía también una gran mansión a las orillas de la gran ciudad de Konoha, con toda una servidumbre a su servicio. Además de que ya contaba con una espléndida familia.

Los inicios de su matrimonio no fueron de los momentos más dulces y amenos, pero era algo de lo que no se quejaba y honestamente no le gustaba recordar. En la actualidad quería y respetaba a su esposa Uchiha Mikoto, una mujer de carácter dócil, dulce y muy tierna, mujer que le había dado a sus dos amados hijos. Uchiha Itachi un varón de actualmente veintitrés años y Uchiha Sasuke un varón de dieciocho años, ambos hombres serios y orgullosos, pero en demasía inteligentes y sobresalientes en cualquier actividad que se propusieran.

Sí, la vida no pudo haber sido más bondadosa con aquel hombre de porte seria y orgullosa. Tenía lo que todo hombre a esa edad quería y deseaba cumplir en el trascurso de su corta vida, unos hijos obedientes y fuera del mal camino y una esposa a la cual amar. Lastimosamente, Fugaku no amaba a su esposa y la mujer por más que tratara de ganarse algo más que solo simple aprecio y cariño por parte de aquel hombre, le es y será imposible.

Fugaku en aquel entonces contaba con quince años cuando sus padres le concretaron una cita con la que sería su futura esposa. él, como el hijo obediente que era acepto sin poner objeción alguna, su padre era estricto y el camino que había dibujado para cada uno de sus hijos era como debía ser seguido. No podía negar que la primera vez que la vio se le hizo una mujer demasiado linda; cabello negro con tintes azulados, recogido y sostenido sutilmente por una peineta con decorados de vistosas y coloridas flores, su piel blanca y suave a la vista, complexión delgada y proporcionalmente apuesta, misma que vestía un kimono de tonalidades oscuras y con el emblema de la familia bordado en la parte trasera del mismo. Cuando empezó a tratar con ella, era una chica educada, refinada y discreta, en resumen, una mujer perfecta.

Su madre hablaba maravillas de Mikoto, de la buena ama de casa que era y sería en el momento en el que ambos contrajeran matrimonio. Aquella palabra, matrimonio, nunca le fue de su agrado, pero no podía rebatir los ideales de su padre. Pasaron alrededor de dos años, manteniendo una relación de “noviazgo” con la fémina, aprovechando para conocerse más. Efectivamente, Mikoto era lo que todo hombre a punto de contraer nupcias podía desear. Pero él no.

Siempre viviendo bajo la sombra de su padre. Se casaron en cuanto el patriarca de los Uchiha dio la orden y el consentimiento, mandándolos a vivir juntos. Los primeros años fueron difíciles, por así decirlo. Ambos estudiantes, trataron de concluir sus carreras antes de pensar en tener hijos. Además de las constantes peleas por sus infidelidades, sí, porque Uchiha Fugaku no se sentía complementado por aquella que era su mujer, buscando en otros cuerpos lo que sentía que le hacía falta para sentirse pleno. Llegando a casa a altas horas de la noche, consolando a una dama que no tendría que estar sufriendo por sus desplantes y dándole un poco de lo que ella jamás podría obtener de él.

 

El sonido de las puertas del elevador abriéndose, lo sacaron de sus recuerdos. Ese día en particular se celebraba su aniversario de bodas, cumplirían veintisiete años de casados. Con un ligero asentimiento de cabeza y una corta despedida hacia su recepcionista abandono el edificio en el que actualmente laboraba. No tenía idea de que obsequio especial darle a su esposa, sabía que los lujos y los extravagantes regalos no iban con su personalidad, por lo que cada año le era una tarea difícil. Una parte de su subconsciente le repetía lo que alrededor de casi más de veinte años de haberla conocido le decía siempre en aquellas fechas: “dile que la amas, aunque sea mentira”

A pesar de que en el mundo laboral y de los negocios, era considerado como una persona fría y despiadada, no tenía el corazón para engañar vilmente a la persona que a pesar de todo le ha sido fiel en todo momento, además de tener el conocimiento de que solo aquellas dos simple palabras, es y serán lo que Uchiha Mikoto siempre ha anhelado.

Su rutina se había vuelto tan rutinaria, tan monótona que, sin ser realmente consciente de ello, ya había abordado su vehículo y había llegado a su residencia. Soltado un grande y pesado suspiro, bajo del auto para adentrase a su domicilio. Cada año le regalaba un ramo de rosas y unos chocolates que eran los preferidos de la mujer, ambos compartían una cena “romántica” que con notable esmero había preparado la fémina y después de unas copas de vino consumidas, ambos se entregaban a la pasión del sexo, sellando así su aniversario.

El reloj marcaba las dieciséis horas del día, Itachi debería estar todavía en la universidad o simplemente pasándola con sus amigos y Sasuke a pesar de también ser estudiante universitario, apenas había ingresado y debería estar en casa. Mikoto por otro lado, debería estar en casa preparando la cena o si no, como ya era costumbre, en casa de una de sus amigas.

Su saco al igual que su portafolio le fueron despojados en la entrada por un par de mucamas, mismas que le dedicaron una sonrisa y mirada sugerente, algo que por solo tratarse de aquel día ignoro, agradeciendo solamente con una leve inclinación de cabeza, dejando al par de jóvenes muchachas confundidas. Con calma se dirigió a su recamara, tomaría una refrescaste y larga ducha, para después esperar a su mujer y llevarla a un restaurant exclusivo.

El camino más corto para dirigirse hacia las recamaras de la planta alta y donde obviamente se encontraba la suya era tener que cruzar por el salón principal, pero por alguna extraña razón quiso tomar el camino más largo, que era pasando por el área del comedor y parte de la cocina, un camino más largo pero que era muy eficiente por las mañanas. Con parsimonia se encamino al comedor, oyendo un par de voces al estar ya casi entrando a la sección. Una voz la reconocía a la perfección, se trataba de su hijo menor que al parecer se encontraba acompañado de alguien.

Trató de recuperar su porte serio, y cualquier atisbo de cansancio y fastidio quedo oculta en una máscara de frialdad y seriedad. Con pasos elegantes y espalda erguida entro al comedor.

— Padre, bienvenido — saludó Sasuke, levantándose de su asiento y haciendo una ligera reverencia, Fugaku imitó el gesto. El joven pelinegro le hizo una seña a la persona que estaba acompañándolo para que se acercara a su padre — él es Naruto, Uzumaki Naruto y es mi amigo.

— Un un gusto, soy Naruto Uzumaki ‘ttebayo — se presentó el otro joven, mostrando una amplia sonrisa y estirando su mano para que el hombre mayor la tomará.

Toda persona que llevara tratando o se haya relacionado con la familia Uchiha en algún momento, te puede decir y asegurar que son unas personas demasiado inexpresivas, tanto así que es difícil saber qué es lo que están pensando o sintiendo en ese momento. Fugaku no podía estar más que agradecido por su genética y linaje en esos momentos, anteriormente se había reprendido mentalmente por no ser una persona que expresara más abiertamente sus emociones, ya que aquello le había y le trae problemas actualmente, no solo con su esposa si no que en la mayoría de las ocasiones con sus hijos.

Miró detenidamente al joven delante de él. Cabello rubio, ligeramente abundante y largo de enfrente, piel de un color bronceado suave, una sonrisa de blanca y radiante dentadura, estatura de aproximadamente un metro setenta y cinco centímetros, un aura que iluminaba aquella sección de la casa y aquellos ojos azules, aquel par de zafiros, tan pulcros, brillantes y calmos que le dejaron relativamente sin habla. Si no hubiera sido por el leve carraspeo de su hijo no hubiera reaccionado para corresponder el saludo del menor — Uchiha Fugaku, un gusto — apretó aquella mano, que era un poco más chica que la suya, quedando más que fascinado por el contacto, soltándola lentamente sin dejar de ver ese par de preciosos ojos azules.

De todas las personas que habían pasado por su cama, siendo siempre en su mayoría mujeres, jamás había sentido lo que con ese simple apretón de manos le había provocado. Un ligero estremecimiento y una agradable corriente eléctrica por todo su cuerpo, además de que contemplar, aunque haya sido por un pequeño lapso de tiempo, aquel par de zafiros le hizo sentir lo que siempre había buscado, una paz y satisfacción interior. Sintiendo y sabiendo que su instinto y su naturaleza de casanova estaba casi por salir a relucir, con una leve reverencia se despidió de aquel magnifico joven y de su hijo, yéndose casi a paso veloz a su habitación.

Una vez dentro de la seguridad de las cuatro paredes que conformaban su habitación, se permitió reír de sí mismo, de su actitud de adolecente ¿enamorado? y del como aquel día que consideraba especial y casi sagrado, en el que por un momento se permitía serle fiel a su esposa en todo sentido, aparecía un chiquillo que despertaba toda clase de emociones y sentires.

<< Un chiquillo de la edad de mi hijo, es inmoral e incorrecto. Además, un viejo como yo, ¿qué le puede ofrecer? >> pensó Uchiha, tratando de matar toda esperanza o posibilidad de conquista para poner en practica con aquel joven << Es el amigo de mi hijo y no le puedo decepcionar de esta manera >> recapacito, sus hijos sabían de sus amoríos tanto con las mucamas y alguna de las mujeres que trabajaban con él en la oficina, no queriendo decepcionarlos más de lo que ya pensaba que de por sí ya estaban.

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Para su buena o mala suerte, no había vuelto a ver a aquel muchacho de hermosa mirada y cabellos del color del sol. De eso ya habían ocurrido al menos tres meses. Tenía el conocimiento de que Sasuke seguía frecuentándose con aquel chico, ya que al haber transcurrido dos semanas sin oír nada del joven, contrato un investigador privado para conocer cada detalle de su vida.

Uzumaki Naruto, un joven universitario de dieciocho años, compañero y amigo de clases de su hijo y de la mayoría de los del curso. Su familia era de clase media y trabajadora, vivía con ambos padres y además de que la abuela era la reconocida médica, Tsunade Senjû. También había investigado cada detalle respecto a la rutina y al círculo social que frecuentaba el rubio todos los días, así como el saber sobre el trabajo de medio tiempo que desempeñaba en un pequeño restaurant familiar, a que hora salía, la muchachita primogénita de los Hyûga con la que andaba manteniendo una relación de noviazgo y de cuáles eran sus actividades, golosinas y comidas favoritas.

Viéndolo desde el punto de vista ajeno, se podría llamar a aquello acoso, y era algo que no le importaba en lo absoluto. Era la primera vez que se sentía de aquel modo, en el que deseaba, añoraba y anhelaba conocer todo sobre la otra persona. ¿Era aquello a lo que se llamaba estar enamorado o atraído completamente por alguien? ¿O era simple obsesión? No lo sabía y quería averiguarlo.

Necesitaba un acercamiento casual con el joven Uzumaki, no podía llegar al colegio y abordarlo, o invitarlo a tomar una “sencilla” comida a un prestigioso restaurante. No, con aquello se delataría su actual estado de acosador y recientemente pervertido. Luego de tres tortuosos meses de no saber nada adicional a la información que le dio el detective privado, con la foto que tenía adjunta aquel reporte (misma que tiene guardada recelosamente en su billetera) había estado fantaseando con poseer a aquel chiquillo, hacerlo gemir su nombre, que pidiera y ansiara por más, por sus besos, caricias, por todo de él. Entregarse a la pasión y a la lujuria que solo aquel acto tan íntimo era capaz de provocar. Además de que solamente así, se daría cuenta de su verdadero sentir.

En un abrir y cerrar de ojos, otro mes ya había transcurrido. Todos en la mansión habían estado preguntándose que le ocurría al gran Fugaku Uchiha, ya que verlo llegar temprano a casa todos los días, dejando de lado los coqueteos y provocaciones de las empleadas del hogar, además de que pasaba encerrado la mayor parte del tiempo en su despacho él solo, era algo de extrañar.

Mikoto no podía estar más que feliz, el día de su aniversario lo único que hubiese deseado aquel día era que su esposo le dijera lo especial que era para él, ya no esperaba que le correspondiera el sentimiento de amor, pero que al menos por tratarse de aquel día le hubiera dicho una frase romántica. Aun así, verlo tan indiferente a las provocaciones de aquellas muchachitas insolentes le hacían recobrar las esperanzas de que luego de su magnífica noche de aniversario, su esposo empezara a sentir algo mucho más que simple cariño.

Lastimosamente las cosas no eran así.

Treinta días más y no había ideado algún eficiente plan. Todas las ideas que le surgían en la cabeza, tendían a considerar a un tercero para “ayudarlo” o simplemente a hacer un acercamiento directo. Lo último que quería era ahuyentarlo sin tan siquiera haberlo intentado. Miró su reloj, ya eran casi las veintidós horas, estirándose y abandonando su despacho se fue a dormir, ya mañana sería otro día.

Aquel día era sábado, por una u otra razón no se presentó a trabajar. Era de las pocas veces en las que se permitía estar en casa sin estar preocupado y al pendiente de nada. Su esposa por lo general todos los sábados iba de compras con sus amigas, para después irse a un curso de repostería, el mayor de sus hijos salía en compañía de sus amigos, pero como en esta ocasión decidió no ir a trabajar, lo mando a él en su lugar. Y con Sasuke todavía no sabía con exactitud su rutina, podía pasarla todo el día en casa o en la calle de igual manera.

Ya era casi medio día, se encontraba en la sala de entretenimiento viendo la televisión, el canal de deportes para ser más exactos. Era un hombre de negocios y ver la TV no estaba en su itinerario, pero al menos trataba de matar el tiempo y distraer su mente. La voz de alguno de los guardias que custodiaba la puerta de entrada, a través del intercomunicador le anunció la visita de un joven que venía buscando a Sasuke, aquello hizo que le prestara atención.

— ¿Dónde está Sasuke? — cuestionó, si tenía visita era de suponerse que iba a estar en casa.

— Salió señor, dijo que regresaba en aproximadamente treinta minutos y ya ha transcurrido una hora desde que partió — dijo el hombre de seguridad — pero según el joven que se encuentra aquí fuera dijo que viniera a buscarlo.

— Nombre del joven — ordenó, aquella visita estaba consumiendo su valioso tiempo de improductividad.

— Uzumaki Naruto — dijo como si nada el hombre del otro lado, Fugaku al escuchar quien era, inmediatamente le ordenó al guardia que lo dejara pasar y que lo acompañaran hasta el recibidor.

Apagando el televisor y dirigiéndose directamente hacia su habitación a cambiarse, no, más bien a ponerse ropas más decentes para recibir a su inesperada (y gloriosa visita), el gran Uchiha Fugaku no podía sentirse más que dichoso al volver a ver a aquel chiquillo que le había robado algo más que solo tiempo y suspiros. Cuando terminó de ponerse uno de sus más elegantes y pulcros trajes fue que bajo y se dirigió a la sala, lugar en donde le esperaba el dueño de aquellos ojos azules que le habían cautivado tanto.

Desde la planta alta, su actual posición, observaba con detenimiento y fascinación como el pequeño rubio miraba con infinita curiosidad cada rincón de la mansión, sin dejar su posición sobre el sofá. Con cautela y con suma elegancia fue descendiendo, sin dejar de mirar al curioso muchachito. Con un leve carraspeo hizo notar su presencia.

— ¡Buenas tardes! — de un brinco, Naruto abandonó su lugar, haciendo una reverencia al ver al dueño de aquella inmensa casona.

— Buenas tardes — regresó el saludo el mayor, mostrando ese característico tono seco y haciendo una ligera reverencia. Noto como el joven estaba ligeramente nervioso con su presencia, algo que relativamente le gusto, con un gesto invitó al rubio a que tomará asiento nuevamente.

Naruto tomó asiento inmediatamente, se sentía un tanto incomodo tener la penetrante mirada del padre de su amigo sobre su persona. Se arrepentía de haber ido de último minuto a la casa del moreno, no creía que el padre de este estuviera, no después de que su amigo le haya dicho que el mayor era un adicto al trabajo. Tuvo que haber esperado la respuesta de Sasuke antes de aventurarse a ir sin tan si quiera saber si sería recibido. En ningún momento había apartado la mirada del Uchiha mayor, había algo que le atraía y abrumaba al mismo tiempo.

— Yung dijo que venías a ver a Sasuke, ¿o me equivoco? — dijo Fugaku, aprovechando que pasaba una de las chicas del servicio y le ordenaba que atendiera debidamente a su invitado. Una ligera sonrisa formó sus labios al ver como el menor se ponía nervioso por la atención que le prestaba la chica, volviendo a retomar su seriedad cuando la jovencita abandonó la sección.

— S-sí, el teme, digo su hijo me pidió que viniera a buscarlo — se reprendió por titubear frente aquel hombre de porte seria y perfeccionista, esperaba que creyera su mentira y que Sasuke no tardará en llegar, o al menos le respondiera el mensaje que le había mandado antes de llegar a la residencia.

— Que raro, sí Sasuke esta fuera era mucho más fácil que te citara de donde quiera este ahora, a hacerte venir aquí — dijo el mayor, tomando asiento a un lado del rubio, sin dejar de mirarlo fijamente.

— Sí, ¿verdad? — sus mejillas se colorearon un poco, y se rasco la nuca para disipar un poco su vergüenza y ocultar su nerviosismo. De un rápido movimiento sacó su móvil, le había llegado un mensaje del moreno, avisándole que no le fuera a buscar porque tardaría en llegar a su casa. Un aura de depresión lo rodeo, guardando nuevamente su celular y mirando fijamente al mayor — le surgió un inconveniente, muchas gracias por recibirme señor Uchiha, pero creo que es mejor que me pase a retirar.

Fugaku supo inmediatamente que el menor le estaba mintiendo. El rubio había llegado de improvisto a visitar a su hijo, de eso estaba más que seguro, conocía tan bien al azabache, Sasuke era incapaz de dejar plantada a su visita. Otra cosa que también lo delataba era el alicaído perfil que mostraban aquellos zafiros, no veía aquel magnifico y hermoso brillo que tanto le cautiva, veía en ellos reflejados tristeza y desilusión, misma que trataba de ocultar con una grande sonrisa.

— Ya que has tomado la molestia de venir hasta acá, ¿Por qué no me acompañas a comer? — ofreció, no quería desperdiciar aquella magnifica y gloriosa oportunidad de convivir solamente con aquel bello jovencito, aprovechando la oportunidad para conocerlo más.

— Gracias por la invitación señor Uchiha, pero no quiero causar más molestias — trato de desechar la invitación que le ofrecía el mayor, levantándose del cómodo sofá y evitando hacer contacto visual con el pelinegro, le seguía incomodando la penetrante mirada que este le dirigía desde el mismo instante en que se presentó a la sala para recibirlo.

— Si fueras una molestia no te estaría invitando para que me acompañaras — esbozó una pequeña sonrisa, más al notar como el rubio se detenía y jugueteaba con sus manos, al parecer recapacitando lo recién dicho — ven, vamos.

Fugaku se levantó, dirigiéndose directamente al comedor. No se molestó en verificar si el menor le seguía, con solo escuchar sus suaves pasos a unos cuantos centímetros de distancia le dejo más que satisfecho.

Su rostro reflejaba satisfacción total, más al ver como el menor saboreaba y se deleitaba con cada uno de los alimentos que se encontraban servidos en la gran mesa. Sus modales no eran los adecuados, obviamente carecían de la etiqueta y elegancia que cada miembro de la familia Uchiha y cada uno de los socios con los que había tratado, poseía. Aun así, le hacía sentir especial que Naruto no se haya cohibido frente a él y que consumiera sus alimentos con tanto entusiasmo y como siempre ha acostumbrado.

— Todo estuvo delicioso, dattebayo — expreso feliz el rubio una vez que se sintió satisfecho, dejándose caer un poco sobre la silla y viendo con cierta gratitud al mayor — nunca había comido tanto y tan rico en toda mi vida.

— Me alegra que hayas disfrutado —con elegancia el mayor se limpio la boca con una blanca servilleta, notando como a Uzumaki se le empezaban a colorear las mejillas de carmín y sus bellas gemas azules tintineaban de vergüenza.

— Lo, lo siento dattebayo, realmente lo siento — su tono de voz se escuchaba entrecortado y avergonzado, Naruto había juntado ambas manos y había hecho una ligera reverencia mientras se disculpaba — lamento todo el desorden — miró los pocos platos amontonados que todavía se encontraban sobre la mesa.

Fugaku no dijo nada, intrigando aún más al menor. Naruto poco a poco empezaba a encogerse en su lugar, deseando que la tierra se lo tragara o que al menos borrara aquel bochornoso momento, hasta que escucho como un pequeño gruñido escapaba de la garganta del hombre que estaba sentado al otro extremo de la mesa, fue que volvió a prestar atención a su realidad.

¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez en que se había sentido de ese modo?, no lo recordaba, más bien ya hasta dudaba de que alguna vez se haya sentido de aquella manera. Lo que empezó como un intento de gruñido se convirtió en una grande y limpia carcajada, misma que se amplió al ver ahora la cara de sorpresa y estupefacción que dibujaba el menor. Pero lo más grato de aquel momento fue que Uzumaki lo acompañara en su descontrolada risa, burlándose de ambos y dejando a un lado la vergüenza inicial, disfrutando de ese momento juntos.

El primero de muchos.

Le sorprendió lo fácil que era hablar con el rubio Uzumaki, lo bien que se desenvolvía en cada uno de los pocos temas que llegaron a tocar y del como también le era sencillo ganarse la confianza y simpatía de la gente. Su tarde se fue rápido, cuando menos se dieron cuenta ya eran más de las veintiuna horas del día. Quiso, no más bien deseaba acompañar al menor hasta su casa, aunque obviamente Naruto se negó de muchas maneras posibles, aceptando solamente que uno de los choferes que tenían a su servicio fuera quien lo llevara.

A pesar de que ya era tarde, el menor de sus hijos apenas iba haciendo acto de presencia en la casa, notando como su ropa estaba ligeramente mal acomodada y el aroma dulzón de un perfume para dama se podía aspirar a cada paso que daba. Fugaku sabía y tenía el deber de llamarle la atención a su hijo por haber salido sin avisar e irse también a “revolcar” con cualquier chiquilla sin tan siquiera haberle avisado de su ausencia, pero por esa ocasión no lo hizo, aquel acto irresponsable de su hijo fue quien lo ayudo a tener un acercamiento con su rubia obsesión.

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Luego de aquella vez en su casa, no habían transcurrido ni siquiera quince días y nuevamente tenía el honor de tener de visita a Naruto por su residencia. Pensó erróneamente (y vaya que se alegraba el haberse equivocado) que el menor iba a ver al menor de sus hijos, pero grata fue su sorpresa de que este llegara preguntando por él. Aquella visita fue rápida, una en donde Naruto le agradecía de muchas maneras por su hospitalidad de aquel día, enterándose también el motivo real de su visita, quedando mucho más que satisfecho por lo que escuchó. Intercambiaron números telefónicos y direcciones de correo, y con una sonrisa sus encuentros empezaron a hacerse más frecuentes.

Todos en la mansión, incluyendo a Mikoto y la familia, se habían dado cuenta del buen humor que portaba el hombre. No es que les molestara el hecho de que Fugaku mostrara una pequeña sonrisa sin ser consiente, al contrario, les alegraba que el patriarca mostrara tal expresión. Más bien, se les hacía extraño que su ¿buena vibra? haya durado más de cuatro meses, además de que ya no habían visto o al menos escuchado algún rumor de que el Uchiha mayor haya tenido alguna aventura con las jovencitas del servicio o las mujeres de su empresa, haciendo más extraño el porqué de su actual estado de ánimo. De lo único que estaban seguros, en especial los herederos de la familia Uchiha, era de que Fugaku le seguía siendo infiel a su esposa.

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Estaban por entrar ya al quinto mes de haber interactuado por primera vez. Fugaku ya no podía aguantar el hecho de que el menor le viera como un ¿amigo? ¿padre? ¿compañero? O ¿conocido? El gran Fugaku Uchiha quería que la extraña relación que mantenía con Naruto Uzumaki avanzara a tal medida en que ya lo pudiera considerar y llamar su amante. Después de los primeros dos meses, se dio cuenta que lo que sentía hacia el rubio no era solamente un capricho o una insana obsesión que nació al haber visto algo diferente a lo que estaba acostumbrado. No, lo que sintió y siente hacia Naruto es un amor tan profundo, un amor que desea compartir por el resto de su vida, un amor que su esposa siempre añoro de su parte.

Desde un inicio trató de dar a entender lo que realmente estaba buscando con el muchacho, de manera sutil y apenas perceptible, pero todo era con la intención de que Naruto no viera en él una figura paterna (o más bien eso era lo que esperaba). En los últimos dos meses notó como Uzumaki empezaba a mostrarse más esquivo con él, tratando de mantener una distancia prudente en cada uno de sus “acercamientos” en lugares pequeños, además de que en ocasiones lo llegaba a ver nervioso con su presencia. Quería creer que había hecho algo malo en algún momento, por ello el menor ya se mostraba más retraído con él, haciendo memoria en cada espacio libre de trabajo en la oficina. Afortunadamente, ese mismo día tenía una cita con el muchacho que abarcaba cada uno de sus pensamientos, alegrándose que a pesar de aquella ligera cohibición que mostraba Naruto, no le haya rechazado.

Aquel día iba a llevar al menor a un autocine. Se le hacía de cierta manera algo contradictorio que el menor haya propuesto semejante “barbaridad”, tomando en cuenta la forma en que se ha estado comportando en aquellos últimos meses. Estar dentro de un auto significaba estar encerrado en un pequeño espacio cerrado, aislados de la compañía de cualquier gente, proporcionándoles cierta intimidad que, para él, Uchiha Fugaku representaba una oportunidad de oro para dar el siguiente paso.

Había quedado de pasar por él a las siete de la noche, en el parque central que quedaba cerca de la casa del blondo, lugar en donde muchos de sus encuentros se hacían presentes, al igual que muchas de sus despedidas en donde prometían verse muy pronto. Un gesto de satisfacción dejo entrever al imaginar la noche que pasaría con su rubia compañía, porque ya con su sola presencia se le hacía (por el momento) más que suficiente. Volvió a portar su serio semblante cuando escucho como la puerta de su oficina era abierta, su ceño se frunció al pensar en la incompetente secretaria, que dejaba pasar a cualquiera a su recinto de trabajo sin darle siquiera la notificación, aunque su expresión se suavizo al ver como su bella esposa cruzaba la puerta.

— Lamento interrumpirte en horas de trabajo, cariño — con su suave voz y con un deje de sumisión, Mikoto ingreso completamente a la oficina de su marido, cerrando la puerta tras de sí y tomando asiento delante del escritorio de aquel serio y guapo hombre — pero hace tiempo que quería hablar contigo — dijo quedito, pero con determinación, mirando fijamente al varón.

— Cualquier cosa que quieras hablar conmigo lo podemos hacer en casa, mujer — dijo serio, sin apartar su mirada de la fémina que estrujaba su falda entre sus manos — estoy trabajando.

— Es cierto — dijo con cierto pesar, bajando la mirada hacia su regazo y tragando un poco de saliva. Aspiró un poco de aire, dejándolo salir lentamente y volviendo a posar su mirada en la oscura de su marido — pero últimamente ya no pasas nada de tiempo conmigo — guardo silencio, viendo como su marido mostraba cierta alteración en su perfil — ya ni siquiera duermes conmigo en la misma habitación.

Los ojos de Fugaku se abrieron un tanto al escuchar lo dicho por su esposa. Era cierto, ya no pasaba tanto tiempo con ella, no le platicaba en pocas palabras como le había ido en la oficina, ni siquiera se presentaba a la hora de la cena, pasándose la mayor parte del tiempo encerrado en su despacho. Además de que en las noches ya no le apetecía dormir con ella, no después de descubrir que la persona con quien quería compartir su lecho era con Naruto. Eran pocas las veces en que se quedaba sin palabras con las cuales argumentar sin dar a conocer su situación actual y luego de pasar ya más de veinte años con la mujer que le miraba determinada y resignada frente a él, sabía que ella tenía el conocimiento de que lo había metido en un ligero apuro.

— Entiendo que lo nuestro haya comenzada como un compromiso sin amor — comenzó diciendo la mujer, al percatarse de que su todavía marido no podía hablar — cuando me dijeron que estaba comprometida, me opuse, no quería que me quitaran la oportunidad de buscar al amor de mi vida, de conocer el verdadero amor, todo aquello que nosotras de niñas añoramos para cuando seamos adultas — soltó una ligera risa cargada de nostalgia — hice rabieta y me opuse de muchas maneras, hasta me había autoimpuesto desilusionar a mi prometido el día de aquel encuentro — soltó un suspiro, mientras que el varón la escucha con suma atención, ya que era la primera vez que Mikoto le contaba aquella experiencia — pero en el mismo instante en que te vi cruzar la puerta de la estancia, quede completamente prendada a ti — su expresión se suavizo, hasta el grado de mostrar el mismo gesto que le mostro a Fugaku el día que se conocieron — dirás que sonara ridículo y a lo mejor en parte lo sea, pero estoy segura de que eso fue amor a primera vista.

Sí Mikoto hubiese dicho aquellas palabras antes de que hubiera conocido a Naruto, se las hubiera tomado como anteriormente su mujer se lo había dicho, como algo ridículo y carente de lógica. Pero en ese mismo instante era incapaz de contradecirla, no después de haber experimentado aquel mismo sentimiento el día en que conoció a Uzumaki Naruto.

— No es ridículo — dijo, mirando el alicaído perfil de su mujer — en lo absoluto — y le regalo una pequeña pero cálida sonrisa — entiendo perfectamente cómo te llegaste a sentir.

La sorpresa se asomó en el rostro de la dama Uchiha, haciendo que sus mejillas se sonrosaran y le dedicara ahora una mirada enamorada. Aunque ese gesto desapareció casi al instante, volviendo a portar aquel perfil sereno y serio que trataba de mantener desde que ingreso al edificio.

— Me alegra escuchar eso — dijo afable y con una pequeña sonrisa —al parecer ya encontraste a la persona indicada — Fugaku pudo percibir en la suave voz de su mujer un deje de tristeza, aunque también estaba sorprendido por la tranquilidad con la que su esposa se estaba tomando el asunto — espero y con ella hayas encontrado al fin lo que no pude darte.

En un rápido movimiento, Mikoto se puso de pie, abandonado la oficina de su marido. Le dolía no haber sido ella quien cautivara el corazón del hombre, más de veintisiete años a su lado y jamás logro su objetivo. Las lágrimas empezaron a deslizarse sobre sus mejillas, limpiándolas con el antebrazo mientras esperaba que el elevador llegara al primer piso. Era doloroso, pero lo era aún más agarrar el valor suficiente y pedirle el divorcio, no después de tantos años de convivencia y del infinito amor que todavía sentía por él. Los espejos que componían la estructura interna del elevador, le devolvieron su desdichado perfil lleno de tristeza, se contempló por unos minutos, grabando en su memoria su desdicha, tratando de formar una sonrisa que no llegaba a sus ojos. Iba a sonreír, porque tiempo atrás se había prometido que su felicidad iba a ser la felicidad de su marido, y si esa felicidad el hombre la encontraba con otra persona, ella iba a compartir su dicha. Sacando un pañuelo de su bolso, se limpió las lágrimas y su nariz, y con la cabeza en alto salió de aquel imponente edificio.

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Su tarde la había pasado de manera tranquila; sus padres se encontraban trabajando, era también su día de descanso en el restaurant y ya había terminado los deberes escolares al haberlos hecho de manera inmediata al llegar a casa. No podía dejar de mirar el reloj de la estancia, sintiendo que las manecillas se movían más lento de lo normal, admitiendo que se encontraba ansioso ante su encuentro y porque no decir emocionado. Nunca, ni en sus más locos sueños se había imaginado a sí mismo en una situación de aquel tipo, “enamorado del padre de mi mejor amigo”.

Naruto jamás, jamás le había pasado en la cabeza el enamorarse de un hombre. No es que estuviera en contra de las personas homosexuales, pero había sido criado por una familia tradicional, además de que había mantenido (al menos de su parte) una estrecha relación con la heredera y primogénita de los Hyûga, estando casi seguro de que todavía mantenía sentimientos por ella. Aunque ahora le surgía cierta incertidumbre ante aquel nuevo sentimiento, en parte y vaya que era la mayoría, no le afectaba el hecho de haberse fijado en una persona del mismo sexo, ya que la primera vez que había visto a Sasuke se le había hecho una persona demasiada apuesta, y fugazmente antes de volverse siquiera amigos, había pensado en la posibilidad de poder tener algo con él. Sentía que no hubiese tenido ningún problema si las cosas hubieran resultado de esa manera, el haberse enamorado de Sasuke y después mantener una relación con él, ya que sus amigos se burlarían en un comienzo de su orientación, pero conociéndolos de siempre era lo más seguro que lo apoyarían y además también tenía la certeza de que sus padres no se iban a infartar (a lo mejor si sorprender) con la noticia. Todo pintaba para ser perfecto, salvo por una cosa que marcaba la diferencia; no era con Sasuke con quien quería mantener una relación y tampoco era algún otro chico de su edad o al menos del campus, no, no era ninguna de las dos opciones anteriores, Naruto se encontraba deseando a un hombre mayor, uno que fácilmente era mayor a su propio progenitor y que también podía pasar por el mismo, además como ya se había mencionado anteriormente, era el padre de su mejor amigo. Un hombre que obviamente era casado y tenía una familia formada.

Dejó salir un largo suspiro, no es que no haya pensado en ello desde el mismo instante en que empezó a fijarse en el hombre, al contrario, siempre veía más los contras que los pros de lo que podía pasar en caso de que ambos decidieran mantener una relación.

— ¡Waa! — gritó, jalándose sus rubios cabellos y dejándose caer de espaldas sobre el colchón de su cama, sus pensamientos eran tan irracionales y fuera de lógica que le espantaban.

Ni siquiera sabía si el señor Fugaku sentía lo mismo que él en esos momentos. Quería creer que Uchiha sí sentía una atracción hacia su persona, por las veces (siempre) en que le dirige miradas penetrantes y analíticas, mismas que lo ponen nervioso, además de que aquellas sutiles sonrisas con un deje de coqueteo le eran más que suficientes para asegurar que al menos tenía una pequeña oportunidad. Por ello había planeado lo del autocine, ya que quería aprovechar esa oportunidad para empezar a seguirle el juego al mayor y probablemente empezar una nueva relación. Sus mejillas se colorearon furiosamente de rojo al imaginarse en tal situación. Levantándose de la cama e ir a prepararse para su “cita”.

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El silencio reinaba dentro del vehículo, ya habían llegado al dichoso autocine y Fugaku había estacionado el auto en una parte algo alejada del resto, dándoles algo de privacidad. Mientras los comerciales eran proyectados en la gran pantalla, Naruto no podía evitar sentir que el ambiente entre ambos estaba algo raro, no solo por su parte, ya que se había propuesto declarar sus sentimientos, solo que notaba al mayor algo ausente.

— ¿Sucede algo? — sorprendentemente fue el moreno quien le hizo la pregunta al menor, haciendo que este volteara y le mirara confundido.

— No realmente, dattebayo — sonrió nervioso — solo que hoy se ve raro.

Fugaku levantó una ceja sorprendido y su rostro mostró algo de asombro. Por un instante volvió a fijar su atención a la gran pantalla, en donde se empezaban a mostrar los inicios de la película. El rubio imito el gesto mientras soltaba un suspiro, jugueteando con sus manos y viendo de reojo al hombre que parecía concentrado en la pantalla, aunque de antemano sabía y era evidente que no lo estaba. No transcurrieron ni cinco minutos cuando la grave voz de Uchiha volvió a inundar el silencioso ambiente dentro del auto.

— No es nada grave, solo un pequeño problema — le sonrió, mientras sacaba de la bolsa el bote de palomitas de maíz y se las pasaba al menor — nada de lo cual preocuparse.

Naruto inflo sus mejillas al no estar del todo acuerdo con esa respuesta — si no fuera importante usted no tendría esta expresión, ttebayo.

Fugaku se sorprendió cuando el menor puso su dedo índice derecho entres sus cejas, señalando lo evidente del gesto que estaba formando. No pudo evitar soltar una tosca risa que impresiono al blondo, mismo que aparto su mano de inmediato.

— Tienes razón — sonrió, una pequeña, cálida y sincera sonrisa, cargada de muchos sentimientos. Naruto no pudo evitar sonrojarse un tanto, siendo notorio el color carmín en sus mejillas, agachando la cabeza para ocultar su gesto — es por eso que me gustas tanto.

Naruto a pesar de tener la mirada gacha y los cachetes rojos de la vergüenza, no pudo evitar que estos se pintaran aún más, sintiendo el calor subir por todo su rostro, además que la voz con que el mayor había soltado aquella confesión se le hizo tan erótica y sensual que sin desearlo se sintió levemente excitado.

— Eres tan hermoso y no solo físicamente — continuo Uchiha, mirando fijamente cada expresión del menor, deseando grabarse cada gesto a detalle, levanto su rostro con delicadeza, tomándolo del mentón y obligando a que le mirara directamente a los ojos — tienes un gran corazón, tan puro y gentil que en ocasiones te envidio — su mirada se suavizo, transmitiendo en ella el amor que poco a poco fue acumulando hacia Uzumaki — pero lo que más me cautivo son tus ojos, esos hermosos, brillantes y limpios zafiros, son tan bellos — susurró, acercando su rostro cada vez al del menor — es la primera en todos estos años que me siento de esta manera — sus labios estaban cada vez más cerca, rozándose con el tibio aliento que desprendían cada uno, Naruto no pudo reprimir un pequeño suspiro — tanto que es la primera vez que no sé cómo actuar al respecto.

Terminando de decir aquello, acorto la casi nula distancia que había entre ambos, juntando de una manera suave y dulce sus labios con los del joven rubio. Con movimientos suaves empezó a acariciar los belfos contrarios, sintiéndose dichoso al por fin probar aquel dulce sabor y aún más del como el menor empezaba a imitar sus movimientos. Sin desear profundizar el contacto se separó de manera lenta del menor, notando como las mejillas de este estaban tiernamente sonrosadas y sus ojos estaban poco a poco abriéndose, notando un hermoso brillo asomándose por los mismos.

— Te amo — dijo sin ni siquiera haberlo pensado o meditado, aquel par de palabras salieron por si solas, sorprendiendo en demasía al menor que solo atino a abrir los ojos de la impresión y llevarse ambas manos a las mejillas ocultando su rubor. A Fugaku aquel gesto se le hizo más que dulce, tomando ambas manos del contario, alejándolas de su rostro y volviendo a capturar aquellos suaves y dulces labios.

Aquella noche de películas, se volvió en una intensa y amorosa sesión de besos. Una noche en donde ambos a través de aquel simple acto se dieron la oportunidad de transmitir aquellos nuevos sentimientos que poco a poquito los iba envolviendo. Con una que otra caricia furtiva ese fue el inicio de su relación.

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— Mamá se ve tan infeliz — soltó Itachi al aire en una ocasión mientras jugaba ajedrez en la biblioteca de la casa con su hermano menor.

— Es cierto, pero papá se ve más que feliz — dijo Sasuke mientras movía una de las piezas del tablero — lo más seguro una nueva conquista — se levantó de hombros, esperando que el mayor hiciera el siguiente movimiento.

— Puede ser, aunque no creo que solo sea “cualquier conquista” — sonrió el mayor, mientras tumbaba la torre del contrario, escuchando un chasquido.

— ¿Qué quieres decir? — el menor dejo de prestar atención al tablero para posar su bruna mirada en su hermano.

— Es simple hermanito — obvio Itachi — papá desde hace un tiempo dejo de coquetear y acostarse con las mucamas y las mujeres de la empresa, además de que mamá siempre era indiferente cada vez que se enteraba de cada una de aquellas aventuras. Además de que esa calidez en su mirada jamás la había visto.

Itachi guardo silencio al apenas percatarse de eso, el menor le miraba en silencio, dándole la razón de cierta manera. Sorprendiéndose al reparar en la situación en cómo se encontraban las cosas en el momento, no pudiendo creer la resolución del asunto.

— ¡Padre está enamorado! — el asombro era más que evidente en su voz e Itachi no podía estar más de acuerdo — y mamá ya era consciente de eso desde un inicio.

El primogénito de los Uchiha solo le quedaba asentir a lo que decía su hermano, ya que ellos, aunque quisieran no podían hacer nada solo apoyar a su dulce y amada progenitora. Aunque la empatía y el cariño que le tenía a su madre le hacía sentir imponente, ya que verla tan miserable emocionalmente y por ya casi un año completo le daban ganas de ir a buscar a la actual amante de su padre y dejarle las cosas bien claras, a sabiendas que ahora el que sufriría sería el mayor.

Soltó un largo y cansado suspiro, notando como su hermano también se había sumergido en sus propios pensamientos. Desafortunadamente, y ambos lo sabían, la única que podía ponerle fin a su dolor era su propia madre.

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— ¿Cómo vas con tu nueva conquista, teme? — cuestiono Naruto, mientras los dos se encontraban en una de las mesas del comedor degustando de sus alimentos.

— Lo de siempre — se limitó a responder, picando con el tenedor sus rodajas de tomate — ¿por qué el interés? — levantó una ceja suspicaz, por lo que tenía conocimiento su rubio amigo nunca se había interesado por ello.

— Por nada, realmente — se levantó de hombros, aunque había adquirido una expresión pensativa. Sasuke espero pacientemente, conocía tan bien al rubio que en cualquier momento le iba expresar su actual duda o preocupación.

— A-hum — dudaba, Naruto dudaba en hacerle esa pregunta a su azabache amigo, pero sentía que no había otra persona a quien consultarle su duda — no sé si tú sabrías, verás, ¿qué le puedo regalar a mi pareja luego de estar juntos por casi un año? — la cuestión la hizo tan rápida que Uchiha apenas si logró entenderla, sobándose el puente de la nariz.

— Para empezar, ¿estás saliendo con alguien? — pregunto un tanto indignado, más al no enterarse de la actual situación del blondo, lo veía feliz, pero Uzumaki siempre había sido así.

— Je, je, algo así, ttebayo — rio nervioso, rascándose la nuca — ya casi cumplimos un año y no sé qué podría darle, no a una persona que lo tiene prácticamente casi todo.

— ¿La conozco? — Sasuke le miró inquisitivo, notando como su amigo se ponía más nervioso.

— No, si, no, claro que no teme, no asiste a la misma universidad — el nerviosismo era más que evidente, ya se estaba arrepintiendo de haber ido a consultarlo con él, hubiera preferido ir con Kiba, aunque todavía tuvieran algunos roces por haberle “quitado” a su ex.

— Sabes que no soy el indicado para darte aquellos consejos — soltó un corto suspiro — con esfuerzo mis relaciones y duran un mes — sonrió, ya que solamente le gustaba divertirse un rato con cada una de las chicas que le proclamaban su “amor” sin tan siquiera conocerlo — pero siento que no es algo por lo que debas estarte preocupando dobe, dale algunos dulces, un perfume, flores, no sé, algo de acuerdo a su personalidad.

El rubio poso su mano derecha debajo de su barbilla, pensando en lo poco que le había dicho el azabache. Viéndolo de reojo y esbozando una sonrisa al caer en cuenta en algo.

— Sasuke, ¿qué te gustaría que te regalaran en tu primer aniversario de novios? — Naruto no podía sentirse más orgulloso de sí mismo, al haber caído en cuenta que tanto su huraño amigo y su novio (padre de su amigo) compartían casi la misma personalidad.

— ¿Qué tengo que ver en tus disparates usuratonkachi? — alegó el moreno, un poco confundido y molesto de que lo inculcara en sus problemas amorosos, además << que le pasa a este dobe, ¿acaso me ve como a una chica para preguntarme? >> una venita saltó en su frente cuando se hizo aquel cuestionamiento.

— Nada, nada — movió ambos brazos por todos lados, siendo presa del pánico — lo que pasa es tú y él se parecen un poco… — calló cuando vio que la furia de Uchiha pasaba a ser un asombro puro — no, verás, este…

— Ya cállate, dobe, que mi paciencia es limitada — deslizo su mano derecha a través de sus cabellos, tomando un poco de aire para parecer neutral — entonces llevas manteniendo una relación con un ¿chico?

Naruto asintió, ya no tenía por qué andar negando nada. A grandes rasgos le contó cómo había conocido a su novio, omitiendo obviamente de que se trataba de su padre y que era indudablemente mayor. También le platicó del cómo iba evolucionando su relación hasta ese momento. Sasuke escuchó atentamente, aunque en parte se estaba hastiando de tanta chulería.

— Si dices que nos “parecemos” — rodo los ojos al decir aquello — yo te pediría una candente noche de sexo como regalo — recargo ambos hombros sobre sus piernas, colocando su barbilla sobre sus manos — ¿o acaso ya te acostaste con él?

El rostro del rubio adquirió mil tonalidades, negando frenéticamente con la cabeza. Sasuke rio suavemente, poniéndose de pie para ir a la siguiente clase — eso sería si fuera yo — aclaró — pero solo tú tienes la última palabra.

Naruto se quedó ahí sentado, pensando seriamente en lo que le había dicho el azabache. El mayor había sido muy considerado con él en todos los sentidos, tratando de complacerlo en cualquier capricho que se le ocurriese, sin escatimar en cualquier tipo de gasto que le pudiera generar. Además de que también cuando estaban en un íntimo momento no habían pasado más allá que solo candente besos y caricias subidas de tono, deteniéndose siempre por la inseguridad que le surgía en último momento.

Si lo pensaba con mayor profundidad, era más que lógico que Fugaku buscaba que su relación se formalizara una vez dado el último paso. Recordando como siempre el mayor tenía que ir a darse duchas de agua helada para bajar la temperatura de su cuerpo o como también en algunas ocasiones tuvieron solucionar aquel “problemita” manualmente.

Ya estaba más que decidido, tomaría el consejo que le dio el teme de su amigo. Con entusiasmo se levantó de donde se encontraba sentado, notando que ya se encontraba solo en el comedor. Con sumo pánico, tomó sus pocas pertenencias y a toda velocidad se dirigió a su aula de clase.

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¿Por qué cuando suponía iba a ser el mejor día de su vida, su esposa tenía que ponerlo en una difícil situación? No creía que Mikoto lo hiciera intencionalmente y mucho menos que supusiera que siempre era mejor soltar la bomba a sus problemas matrimoniales cuando él planeaba pasar un inolvidable aniversario de noviazgo con su rubio amor.

Aunque, más que problemas, era más bien el fin de sus problemas maritales. Ese mismo día no le había apetecido ir a la oficina, quería organizar una hermosa y digna velada, aunque sabía que el menor se iba a cohibir por tan elegante lugar que había escogido para pasar aquel maravilloso momento. Por ello la mayor parte del día se la había pasado encerrado en su despacho imaginando mil y un posibilidades, cuando entro su aún esposa a darle su definitiva decisión, — Fugaku, quiero el divorcio.

Esa oración más que alegrarle le había dejado perturbado. Algo muy, pero muy dentro de él le aterraba aquella resolución. No amaba a Mikoto, lo sabía y no era necesario que se lo hicieran saber, pero si le tenía un gran cariño, la quería y respetaba como la mujer que había pasado ya casi tres décadas a su lado y como la madre de sus hijos. Siempre había pensado que su mujer se iba a mantener sumisa e indiferente a cada uno de los amoríos que desde siempre tuvo. Si nunca le hablo de aquel tema en sus inicios de relación ¿por qué ahora?

Simple, ambos ya eran adultos y podían tomar y depender de sus propias decisiones. Aquellos planes y pensamientos que tenía antes de conocer a Naruto regresaron a su mente y un aura de nostalgia empezó a rodearlo. Recordó aquella ocasión (hace aproximadamente dos años atrás), ese día había terminado uno de sus tantos amoríos, llegando a altas horas de la noche e ingresando a su habitación. Su mujer ya se encontraba dormida, hecha un pequeño ovillo en uno de los extremos de la cama, acercándose de manera silenciosa y cautelosa para no despertarla y retirando de su rostro aquellas hebras negras. Su corazón se estremeció un poco al ver el rastro de lágrimas sobre las sonrosadas mejillas, sintiéndose culpable del dolor que causa en su esposa. Se sentó en la orilla de la cama, a un lado de su mujer, acariciándole suavemente la cabeza y jugueteando con los suaves cabellos, agachándose y dándole un beso en la frente. Se le quedó viendo, imaginado un futuro a su lado hasta el final de sus días, ambos ya ancianitos, con los cabellos blancos y probamente él estuviera algo calvo, viendo como los hijos de sus hijos iban a visitarlos y pasaban momentos en familia, ambos sonriendo y perdonándose por todos los errores de su juventud. No le iba a prometer amor, porque ni él estaba seguro si aquel sentimiento podía nacer pasando aún más tiempo, pero si apoyo incondicional.

El flujo de sus pensamientos se vio interrumpido cuando tocaron de nueva cuenta la puerta de su despacho y pedían permiso para entrar. Con un adelante vio como sus hijos entraban y ambos tomaban asiento frente a su escritorio, notando en sus serios perfiles que ya estaban al tanto de la situación.

— ¿Qué sientes por mamá? — fue la pregunta que soltó Sasuke pasados al menos diez minutos en el que los tres se habían quedado en silencio, mirándose fijamente. Aquel cuestionamiento tomo por sorpresa al mayor.

— No es necesario que nos contestes — Itachi levanto la palma de su mano derecha para impedir que su progenitor contestara aquella pregunta — solo veníamos a decirte lo mismo que le dijimos a mamá cuando nos planteó su última decisión. Piénsalo bien antes de tomar una decisión de la cual puedas arrepentirte después, no se preocupen por nosotros, lo entendemos, es momento de que vean por ustedes. Solo ten en cuanta algo padre, ¿qué le puedes ofrecer a tu amante una vez tomada esta última decisión?

— Y no hablamos materialmente, padre — completó Sasuke, mirando fijamente al mayor — no sabemos si es joven, de tu edad o mayor, solo queremos que tú y mamá sean felices.

Dicho esto, ambos hermanos se retiraron del despacho, dejando a un pensativo Fugaku que por primera vez en mucho tiempo no tenía cabeza para encontrar una solución. << Una vida sin Mikoto >> soltó un largo y pesado suspiro, en parte se le hacía imposible pensar de esa manera, estaba tan acostumbrado a la presencia de la dama. << ¿Qué le puedo ofrecer a Naruto? >>

Dejo caer su cabeza sobre el respaldo de su silla. No le estaba agradando como estaban resultando las cosas y mucho menos el sentimiento de pérdida dentro de su pecho. Con solo mover los ojos vio la hora, notando que faltaban menos de dos horas para el encuentro con el menor. Su corazón latía desbocado en tan solo imaginar que pasaría una espléndida noche a lado de Uzumaki, aunque aquella extraña sensación y la última cuestión que se formuló le abrumaban.

Mikoto le había dado una semana para leer cada uno de los términos que había impuesto una vez que se separaran, dándole la oportunidad de negociarlos en caso de que no esté de acuerdo en algunas partes. Esperaba encontrar en aquella noche la respuesta que le daría fin a cada uno de sus preocupaciones.

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— ¡Es un lugar hermoso, dattebayo! — sus ojos azules brillaban y tintineaban de la emoción. El lugar en donde le había llevado Fugaku era uno de los hoteles más exclusivos de la ciudad, algo demasiado elegante para su gusto, aunque la vista de aquella terraza, lugar en donde iban a degustar sus alimentos y sección privada, era de lo más maravillosa, algo que en sus casi veinte años no había contemplado jamás — ¡Fantástico!

Ahora Naruto comprendía porque Uchiha le había pedido que se vistiera de traje, estrenando uno de los tantos que le había obsequiado el día de su cumpleaños. Desafortunadamente, aquel día sus padres estaban en casa, cuestionándolo acerca de la vestimenta y aquellas horas de salir, en especial su progenitora, que no dejaba de bombardearlo con preguntas (en su mayoría incomodas) acerca de una posible relación. Pero agradecía enormemente a su padre que saliera a su salvación, susurrándole quien sabe que cosas al oído de la pelirroja, misma que sonrió con picardía y casi corrió al menor a patadas. Rio al imaginar lo que posiblemente sus padres estuvieran haciendo en ese momento de soledad.

La cena transcurrió en silencio, ambos solo hablaban lo necesario, que era única y especialmente para pedir sus órdenes. El rubio miraba extrañado al mayor, estaba más serio y silencioso de lo usual, además de que no despegaba su bruna mirada de su persona, sintiéndose un poco incómodo. La comida estaba deliciosa, tratando de concentrarse en degustar cada platillo que le era entregado en la mesa, siendo él quien consumiera la mayor parte de los alimentos, ya que Fugaku solo había picado uno que otro platillo y había estado consumiendo en mayor parte la botella de vino tinto.

Terminando la cena y esperando a que Naruto concluyera con los últimos resquicios de su postre, Fugaku se puso de pie, dando una leve reverencia al mesero que estuvo atendiéndolos hasta el final, se acercó al blondo, ofreciéndole su brazo para que lo tomara de la misma manera, acción que acató Uzumaki enseguida, saliendo ambos de aquella terraza con increíble vista a la ciudad.

Subieron al elevador, ambos aun sumergidos en ese largo silencio que poco a poco se estaba tornando incómodo. Naruto ya no aguantaba las ganas de preguntar que sucedía, pero cuando estuvo a punto de preguntar la razón de aquel extraño comportamiento, la puerta del elevador fue abierta y fue “arrastrado” por un largo pasillo hasta que los dos cruzaron la aparentemente única puerta de aquel piso.

El joven no pudo ni siquiera formular palabra alguna, ya que en cuanto los dos cruzaron la puerta, Uchiha lo arrincono sobre la primera pared, tomando sus labios en un demandante y fogoso beso que lo dejo sin aliento en tan poco segundos.

Fugaku se encontraba ansioso, nervioso y confundido. Era de las pocas veces en su vida que se había sentido de aquel modo y no sabía cómo proceder. En cuanto recogió a Uzumaki en su punto de encuentro de siempre, no pudo evitar quedar doblemente fascinado con la imagen que sus ojos le regalaban. Aquel traje color gris claro que había mandado a confeccionar exclusivamente para su pareja le quedaba a la perfección, aunque nuevamente aquel cuestionamiento hecho por sus hijos esa misma tarde volvió a hacerse presente en su mente. << ¿Qué puedo ofrecerle a Naruto? >>

No era ingenuo, ni tampoco despistado. Podía notar como el ambiente entre ambos se estaba volviendo incómodo, todo por el silencio en el que él mismo se había sumergido, tratando de ordenar sus ideas. En la cena, no podía apartar la mirada del cuerpo de su amante, de aquel joven con el que quedaba maravillado y fascinado cada vez más, mientras más tiempo pasaba a su lado, más caía a sus pies. Aunque la imagen de Mikoto, una bella mujer de expresión triste y anhelante de cariño aparecía cada instante en su cabeza.

Notó como con aquel beso había dejado rápidamente sin aire al menor, separándose apenas un poco, pegando su frente con la del rubio y mirando aquellos bellos zafiros, que estaban adquiriendo un pequeño brillo de deseo, para su sorpresa ahora fue Naruto quien acorto la distancia y le beso demandantemente. Tomando posesivamente su cintura y la cabeza, el mayor guio al rubio hasta la cama, dejándose caer ambos sobre la misma sin deshacer el contacto sobre sus bocas.

— Te amo, Naruto — dijo en cuanto el beso se dio por terminado, abrazando al nombrado posesivamente y dando pequeños besos sobre el cuello del menor. Naruto solo atino a sonrojarse y cerrar los ojos sin saber bien como proceder — eres lo más hermoso que me ha pasado en mi larga vida — poco a poco empezó a desprender de las prendas superiores al chico — te deseo como nunca más he deseado a alguien — su voz sonaba ronca y excitada — aunque sé que es incorrecto.

Naruto soltaba suspiros entrecortados, notando cada vez más extraña la actitud del mayor a con él. Le trataba con una infinita dulzura que jamás creyó ver en él, ya que en sus encuentros anteriores Uchiha se había mostrado más apasionado, pero ahora besaba con infinito amor cada parte de su cuerpo, le acariciaba con suavidad, al parecer tratando de transmitirle a través de aquellos gestos todo lo que le venía atormentando. Con la misma calma y algo de vergüenza, imitó los gestos del mayor, quitando el costoso saco, la pulcra camisa blanca y deshaciendo completamente la corbata, se permitió tocar con lentitud el torso de la persona que estaba empezando a amar.

El resto de las prendas empezó a desaparecer de sus cuerpos, los dos se dedicaban a explorar sin prisa alguna el cuerpo ajeno, repartiéndose besos y caricias, permitiéndose conocer a través de ese intimo contacto. El mayor recostó al menor nuevamente sobre la cama, besando toda su cara, bajando por el cuello, para después pasar su abdomen y por último besar su pubis antes de engullir el erecto miembro de Uzumaki en su boca.

Fugaku disfrutaba succionando y deslizando su lengua sobre la longitud del menor, extasiándose de los gemidos y las suaves contracciones que generaba en su rubia adoración. Buscaba darle un placer inolvidable, hacerle recordar su tacto aun después de aquella noche que apenas estaba empezando, quería que lo recordara no solo como el hombre que le empezó a conquistar con palabras galantes y con extravagantes regalos, no, quería que lo recordara como el hombre que lo amo sin condición alguna y que vio primero por él, que por sí mismo. Sin dejar su labor sobre el deseoso miembro del contario, el moreno estiro su mano, ingresando un par de dedos en la boca semi-abierta del rubio, que este al sentir como el azabache los metía y sacaba de su boca lentamente, empezó a succionarlos y chuparlos. Una vez que Fugaku sintió que sus dedos estaban lo suficientemente ensalivados lo retiro de la boca del menor, deslizándolos por todo su cuerpo hasta que llego a la virgen entrada.

Con un lengüetazo y un beso negro, el azabache se incorporó, besando de manera salvaje al menor mientras con sumo cuidado ingresaba el dedo corazón en la suave entrada, sintiendo como el rubio se estremecía y se removía un poco incómodo. Con su mano libre, pellizco uno de los erectos pezones, jalándolos suavemente para después deslizarla hacia el erecto miembro y masturbarlo, volvía a descender con un sendero de besos, deteniéndose en aquel botoncito y comenzaba a chuparlo, escuchando los gemidos de placer que soltaba su amado, aprovechando para adentrar un segundo dedo.

Naruto se sentía desfallecer, era la primera vez que sentía tanto placer, además de que era también su primera vez manteniendo relaciones sexuales, independientemente fuera hombre o mujer. En cada una de las caricias que le regalaba el mayor, podía sentir el amor y la delicadeza que tenía en el acto, así como también podía percibir como el azabache se estaba conteniendo para no dejarse llevar por el placer. Una parte de él deseaba aquello, si así, con ese actuar delicado y suave que le estaba dando, se estaba sintiendo bien, no quería imaginar cómo se sentía si el mayor se dejaba llevar completamente por su instinto. Un agudo y sonoro gemido escapo de sus labios, sin oportunidad de contenerlo cuando sintió como Fugaku había rozado un punto con sus dedos que le hizo ver estrellas por un instante. Aquellos vergonzosos sonidos le fueron imposibles acallar cuando el mayor siguió insistiendo en aquel punto e ingresaba un tercer dedo en su ano, causándole un ligero dolor que se mezcló con el placer que sentía al rozar constantemente aquel punto. Sintiendo que estaba nada de correrse, el mayor cesó con todo movimiento, sacando los dedos de su interior, sintiéndose de repente vacío e insatisfecho, mirándolo reprobatoriamente.

Fugaku sonrió tiernamente al reparar en la inconformidad de su pareja. Separando más las bronceadas piernas y besando fugazmente el interior de estas las coloco sobre sus hombros, viendo claramente como el menor lo miraba con cierta intriga y temor lo que estaba a punto de suceder. Estirándose un poco, abrió el cajón del buró, encontrando en este justamente lo que necesitaba, lubricante. Colocando una generosa cantidad sobre sus palmas, unto la sustancia sobre su erecto y deseoso miembro, acomodándose mejor entre el menor para ingresar poco a poco.

Las sábanas bajo sus manos se arrugaron, su espalda se arqueo un poco al sentir como el duro miembro ingresaba poco a poco. Naruto cerró sus ojos y apretó fuertemente los labios, tratando de reprimir un gritillo de dolor y una que otra lágrima escapara de sus ojos. Sabía que iba a ser doloroso, había buscado y leído varios artículos en internet desde ya hace bastante tiempo, era por ello que no había tenido algún avance con su novio, por miedo de aquel lacerante dolor que estaba sintiendo. Su respiración se había vuelto pesada y estaba a nada de decirle al moreno que parara, que le estaba doliendo demasiado, pero desecho esa idea de su mente, y más al sentir como el mayor lo empezaba a llenar de besos alrededor de su cuello, su mano empezaba a masajear su pene y le susurraba suavemente que se relajara, logrando disipar de poco a poquito aquella incomodidad. Un gran y prolongado suspiro escapo de sus labios cuando sintió que Uchiha estaba completamente dentro.

Fugaku había notado cada mueca de dolor e incomodidad que había tenido su rubio, tratando de llenarlo de caricias y besos para que se relajara y no sufriera tanto, lo último que quería hacer era hacerle daño. Cuando estuvo completamente en el interior del menor, espero paciente a que Uzumaki se acostumbrará a él, sin dejar su labor de apapachar cada parte de aquel bronceado, joven y bello cuerpo que se encontraba tendido sobre la cama y bajo a él. Sonrió cuando escucho unos leves gemidos y suspiros del contario, inclinándose un poco y devorar esa adictiva boca que emitía aquellos dulces sonidos. Su paciencia se estaba terminando, quería y ansiaba embestir al menor, follarlo hasta que le pidiera por más y llenar aquella habitación de sus candentes y dulces gemidos. Y como si Naruto hubiera leído sus indecorosos pensamientos, movió levemente las caderas, dándole permiso para empezar a moverse.

Aquellos mimos que recibía por parte del mayor, aquellas palabras dulces que de vez en cuando le susurraba al oído y la mirada preocupada y ansiosa que le dedicaba Fugaku, empezó a derretir cada parte de su corazón. Se sentía tan amado y querido, correspondiendo aquel candente beso que le dio el mayor una vez que sus labios apenas hicieron un ligero contacto. El dolor ya era casi nulo, se sentía algo incómodo, una sensación parecida a cuando lo estaba estimulando con los dedos, recordando poco después lo bien que se había sentido. Movió sus caderas suavemente, dándole a entender al azabache que podía empezar con el vaivén, era mejor hacer eso a decírselo con palabras, todavía conservaba algo de pudor.

El azabache apenas salió un poco, ingresando nuevamente en él. Sabía y era obvio que era su primera vez con un hombre, tenía que ser paciente y esperar a que el menor se acostumbrara. Escuchaba leves quejidos con suspiro entrecortados, repitiendo aquella acción continuamente hasta que aquellos quejidos de dolor empezaban a convertirse en leves sonidos de placer. Empezó a aumentar la velocidad poco a poco, sacando ahora todo su miembro e introduciéndose de tanto en tanto en el ano del más chico. En una de sus tantas estocadas dio en un punto en el que su amado soltó un alto alarido de placer y arqueaba la espalda, mientras sentía también como su miembro era estrujado entre aquellos anillos de carne. Aquel sonido y la sensación sobre su miembro le obligaron a apuntar directamente a aquel punto que llevaba al éxtasis al rubio Uzumaki.

Sus ojos los mantenía entrecerrados, sus manos estaban a su costado apretando las blancas sábanas, tratando de canalizar todo el placer que estaba sintiendo en ese momento. Por su boca escurría un hilillo de saliva, misma que emitía aquellos vergonzosos sonidos que en un principio trato de acallar, siéndole imposible cuando el azabache había apuntado directamente hacia su próstata. Se sentía tan bien, que todo miedo, dolor o duda que hubiese tenido se había esfumado (en su momento) por completo. Estaba a nada de llegar, lo sentía, aquellas caricias sobre su piel y aquellos besos y mordisqueos sobre sus pezones y cuello estaban a punto de cobrar factura. Escuchaba como Fugaku emitía suaves gruñidos cargados de lujuria, posicionándose casi encima de él y aumentando la velocidad de las estocadas, sintió también como aquella grande y varonil mano volvía a tomar su miembro y lo masturbaba al ritmo de las penetraciones.

Volvieron a unir sus labios, entrelazando sus lenguas y dejando que ambas jugaran por un rato. La mente de ambos se puso en blanco al haber alcanzado el mayor de los clímax, llegando al orgasmo juntos, Naruto salpicando su esencia entre sus cuerpos y Fugaku llenado el interior del menor. Se miraron directamente a los ojos, perdiéndose en la mirada del contrario y uniendo nuevamente sus labios en un casto y corto beso que expresaba todos aquellos sentimientos que tenían guardados.

Saliendo del menor, Fugaku se recostó a su lado, rodeándolo con sus brazos y que este se acomodara sobre su pecho. Lleno de besos aquella rubia cabellera, aspirando aquella dulce fragancia a cítricos. No paso mucho tiempo para sentir como la respiración del menor se volvía lenta y acompasada, cayendo en cuenta que había caíd rendido. El menor también se acurruco entre sus brazos, entrelazando sus piernas con las suyas y tratándolo de envolver en un abrazo. Aquel gesto se le hizo adorable al mayor, sonriendo y apretujándolo más contra su cuerpo, cubriéndolos a ambos con las sábanas.

No podía dejar de contemplar a Naruto, era la criatura más hermosa que había tenido la fortuna de conocer y amar. Su corazón se contrajo y unas cuantas lágrimas se deslizaron sobre sus mejillas. Eran pocas las veces en que había derramado lágrimas, pero sentía que en esta ocasión era necesario, dejando a un lado su “inquebrantable” orgullo y las duras enseñanzas que le dio su padre. Abrazo lo más que le fue permitido el cuerpo del menor, hundiendo su nariz en la rebelde cabellera. Nunca pensó o siquiera imagino que el haber encontrado a su persona especial le causaría tanto dolor, al igual que una inmensa felicidad y la sensación de sentirse por fin completo. << ¿Qué le puedes ofrecer a tu amante? >> aquella pregunta volviá a resonar en su cabeza << ¿Qué sientes por mamá? >> aquel último cuestionamiento por parte de sus hijos era el que más le costaba responder << no piensen en nosotros, piensen ahora en ustedes >>

Dejo que otro par de lágrimas abandonaran sus ojos, se acurruco a un lado del menor. Una triste sonrisa formó sus labios al contemplarlo nuevamente, besando su frente al instante. Le dolía bastante, pero ya había tomado una decisión.

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— Te amo — aquel par de palabras habían vuelto a ser pronunciadas de sus labios — siempre te he amado —sus orbes negros se llenaron de lágrimas — pero…

— ¡Shh! — la silenció Fugaku, colocando su dedo índice sobre sus labios, regalándole una pequeña sonrisa — te quiero Mikoto, en serio que te quiero demasiado Mikoto — en un rápido movimiento la jalo de un brazo y la envolvió entre sus brazos — ¿me podrías enseñar a amarte? — susurró, recargando la barbilla sobre la cabeza de su mujer.

El bolígrafo que la dama sostenía entre sus manos cayó sin ningún reparó al suelo, abriendo desmesuradamente sus ojos al escuchar a su todavía esposo preguntar aquello, aunque también le tomó por sorpresa saber que le quería demasiado, lo sabía, pero no estaba de más confirmarlo. Con brazos tímidos correspondió el gesto, aferrándose con fuerza a al varón y acurrucándose en su pecho.

La fémina quería consolarlo, llenarlo de cariño y amor, podía verlo en su mirada, veía la intimidante y siempre segura expresión de su marido angustiada y resignada. No solo era aquello, habían transcurrido quince días, exactamente dos semanas después de aquel día en que le pidió divorcio. Luego de haber salido y desaparecido toda la noche, lo vio llegar en la mañana con una expresión devastadora, sus ojos estaban rojos e hinchados y emitía un aura de infinita tristeza. Ella quedó intrigada, pero sabía que no era el momento para ir a preguntar y tampoco para sacar conclusiones precipitadas. Algo que también le extraño y sorprendió de la misma manera fue que el azabache faltara por una semana completa a la oficina, encerrándose en su despacho y no dejando pasar a nadie. Su curiosidad femenina, además del amor y la preocupación que le tenía, le obligaron a ir a consolarlo, quedando a nada de abrir la puerta cuando escucho los sollozos y lamentos que lanzaba al aire su marido. Su corazón se contrajo, nunca, en todo el tiempo que llevaban de conocerse y estar juntos lo había visto o escuchado llorar. No pudo reprimir su propio llanto, seguía sin saber que ocurría con Fugaku, pero al menos tendría su respuesta cuando se reunieran para firmar aquel papel que le pondría fin a su matrimonio.

Ahora justamente, en aquel conocido despacho, Mikoto se daba cuenta que Fugaku la había escogido por encima de su amante, sacrificando su felicidad para otorgársela a ella. Aquello lleno de dicha y calidez su corazón, pero no podía evitarse preguntar con qué razón lo había hecho.

— ¿Por qué? — cuestionó, obligando así a romper el contacto que había entre ambos — ¿por qué me escogiste por encima de tu amante? — le miró directamente a los ojos, notando como la mirada del contrario se ensombrecía un poco.

— Quiero que seas feliz — sonrió sinceramente, acariciando la pálida mejilla con sus nudillos, la mujer de un manotazo impidió más contacto, negando con la cabeza.

— Yo iba a ser feliz con toda aquella fortuna que estaba a punto de quitarte — dijo seria, sin apartar la mirada — y más aun sabiendo que no estabas reprochando nada. Iba a tener una vida como reina, ¿qué más necesitaba para ser feliz?

— Eso no es verdad Mikoto — dijo suave — tú no eres materialista en lo absoluto, eso no iba a hacerte feliz para nada. Lo único que sé y siempre has anhelado es que yo sea completamente tuyo y que te amé como tú siempre lo has hecho por mí.

— ¿Y ella? — en su voz se podía notar cierto temor, deseando y a la vez no conocer la respuesta de ello. El varón sonrió internamente al escuchar que su mujer se refería a Naruto como “ella”.

— Le amo — la dama por un efímero segundo vio un ligero brillo en las obsidianas de su esposo — pero no soy capaz de ofrecerle nada — guardo silencio un instante — además no podía sacar de mi mente tu expresión devastada, quiero por primera vez en casi tres décadas de casados, hacerte inmensamente feliz y no volver a ver triste por mis desplantes.

Mikoto sonrió enternecida y se abalanzo a los brazos de su esposo. No era tonta para saber que su marido sufría, pero por primera vez quería ser egoísta y disfrutar de lo que tantos años le fue privado, el cariño y amor del hombre que amaba. Con un corto beso, empezaron una nueva etapa en sus vidas.

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Sasuke tenía entre sus brazos a Naruto, que no paraba de derramar lágrimas cada vez que ambos se encerraban en la habitación del segundo. Llevaba ya casi dos semanas siguiendo aquella rutina, ambos saliendo de la universidad para dirigirse a la casa Uzumaki y dejar que el rubio desahogara y tratara de curar su destrozado corazón con su compañía.

No podía evitar sentir furia, rabia y unas inmensas ganas de golpear a aquel bastardo que ilusiono y enamoro a su amigo para después abandonarlo. Según lo dicho por el blondo, él mayor (o sea, su ex pareja) no tenía la culpa, solo que las cosas no habían salido como les hubiese gustado. Sasuke ya no veía aquella hermosa ni resplandeciente sonrisa, ni aquel bello brillo en sus hermosos zafiros y tampoco lo escuchaba decir cada barbaridad que lograba sacarle una sonrisa a cualquiera. Apretujando el cuerpo del otro, Sasuke se prometió y puso como meta volver hacer sonreír y brillar a su mejor amigo, así fuera lo último que tuviera que hacer.

“— podría ser tu amante, no me importaría ser el segundo — con lágrimas en los ojos había expresado Uzumaki su última petición, entendía la posición de Fugaku, pero no quería que se fuera de su lado.

— No Naru, tu no mereces ser la segunda opción de nadie — el mayor lo volvió a envolver entre sus brazos — eres único y valioso, debes encontrar a alguien que pueda darte lo que yo no puedo, te amo y lo último que deseo es que seas feliz con alguien quien realmente te merezca.”

Aquellas palabras Naruto siempre las conservaría. Sabía y sintió que el amor que le proclamaba Fugaku era sincero, pero, aunque sabía y había sopesado aquella posibilidad de una corta relación no lo hacía menos doloroso. Lo que pensó que jamás iba ocurrir le había pasado, había amado al padre de su mejor amigo. Acurrucándose más en el pecho del azabache dejo que las últimas lágrimas se deslizaran. No iba a dejar de amarlo y solo esperaba que el tiempo curara su destrozado corazón, ya que ambos al momento de comenzar su relación sabían que estaba cometiendo algo inadmisible.

 

Notas finales:

¡Muchas gracias por haber llegado hasta aquí!

¿Les gustó? espero que sí :3

Que triste, al final no pudieron quedar juntos, pero hay que ponernos en el lugar de Fugaku, él solo quiere lo mejor para la persona que ama y sabe que no son riquezas y lujos lo que necesita :'(

Sí me inspiro, posiblemente haga una continuación SasuNaruSasu (que es lo más probable) :p

Nuevamente gracias y nos vemos en otra de mis locas historias.

Besos!


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