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Letras Griegas por Natrium

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Notas del fanfic:

Esta es una historia que imaginé cuando era muy,muy chica. Comencé a escribirla y a dibujarla como hitorieta en mi diario personal, y bueno, la rescato ahora, intentando traducirla al castellano y actualizarla un poco jeje me hizo muy feliz añoa atrás , y espero que les guste aunque sea un poco.

XD

Que alegría volver! 

Hace MUCHO que no publicaba.

Intro

Periódico de la ciudad/policiales locales.

Casos que se repiten: chicos jóvenes, que desaparecen y encuentran la muerte.

Un nuevo caso estremece y hace recordar otros hechos, en los que chicos jóvenes quedan envueltos en muertes violentas. Las víctimas, con edades comprendidas entre los 16 y los 20 años, aparecieron fuertemente golpeadas y con mutilaciones en diversas locaciones de nuestra ciudad. La policía aseguró que sigue con la investigación para dar con él o los responsables de estos macabros hechos. Interrogado acerca de si podía tratarse de un asesino serial, el fiscal a cargo respondió que por el momento no se descarta ninguna hipótesis y que las investigaciones están siguiendo su curso.

1

“Experimentador  vs. Experimentado”

 

Sonó el timbre. Sergio caminó despacio hasta la puerta y la abrió. Afuera estaba un muchacho flacucho de pelo oscuro, vestía unos jeans gastados, como todos los de su generación. Era como esperaba, ni mejor ni peor. La verdad, no le pareció gran cosa en ese momento.

El chico alargó un brazo mostrándole un envoltorio de mediano tamaño.

—Hola…Soy Mariano —dijo con voz queda—. Me pidieron que entregue esto aquí…

—Lo sé. Pasa.

El muchacho abarcó toda la habitación con una mirada rápida, furtiva  antes de entrar.

Sergio se movió hasta quedar detrás de él y cerró la puerta. Le recorrió con la mirada la espalda  y el trasero. Ya  comenzaba a acelerársele el corazón.

El muchacho giró con una pregunta pintada en su rostro. Vio que Sergio ya estaba sobre él. Se asustó, aunque sólo un leve temblor en sus ojos delató que sentía miedo. Esa mínima chispa era lo único que Sergio necesitaba para encenderse. Le arrebató el paquete de las manos y lo arrojó a un lado —Gracias…—le dijo. Y los ojos verdes le relampaguearon amenazantes. Atrapó al chico entre sus brazos fuertes, lo empujó contra la pared y comenzó a besarlo. Él inició un pequeño movimiento  al comienzo, que denotaba sorpresa más que algún intento de resistencia.  Después se quedó quieto.

Sergio lo soltó y recién entonces lo miró detenidamente, el muchacho tenía una cara bonita  y los ojos grandes y oscuros; Estaba inmóvil, inerte. Reaccionó cuando Sergio le acarició el rostro con un dedo, preparándose para volver a besarlo.

El chico apartó la cara y dijo con suavidad y sin el menor asomo de temor:

—Ah… ¿Me enviaron para esto?

—Sí, claro. ¿Acaso no te lo dijeron?

—No. Pensé que de verdad venía a entregar un paquete.

—Qué desgraciados…—Sergio se sonrió. —Bueno. Ya lo sabes ¿Te quedas? —Preguntó.

El chico pareció evaluar la situación por unos segundos. La situación y a él.

—Sí —decidió —, pero nada de besos, ni golpes ni mordidas.

—Como quieras, príncipe. ¿Tomas algo?

—No.

—Deberías…

—No, graci…—Mariano no había terminado de responder y ya tenía al hombre encima de nuevo. Le besaba el cuello y los hombros mientras intentaba quitarle la ropa. Él lo ayudaba como podía, no quería que en el tironeo se la estropeara  o la rompiera. Una vez que quedó con el torso desnudo, el hombre se afirmó completamente contra él, moviendo su cadera contra la suya. Su entrepierna estaba completamente erecta, habría tomado algo para ayudarse, seguramente. Mejor, se dijo Mariano, así acababan rápido con eso.

Ahora el hombre batallaba con el cierre de su pantalón, Mariano lo ayudó a desprenderlo y apoyarse nuevamente contra él. Calculó que el tipo era bastante mayor, estaría cerca de los 40, aunque tenía una cabellera abundante y castaña y un cuerpo muy bien torneado, y bronceado además. Se sujetó a él , más para no caerse al piso que porque quisiera tocarlo y pudo sentir una musculatura firme y bien desarrollada que se notaba incluso con la camisa de por medio.

Sergio estaba bastante apurado, el chico colaboró para que pudiera bajarle un poco el pantalón, una vez que consiguió desprenderlo.  Lo acarició entre las piernas, no era de los más dotados que había conocido, pero estaba bien.

Sergio lo acariciaba, también  y pareció satisfecho de que Mariano reaccionara, entonces  su mano se movió hacia atrás,  al trasero del chico, este se movió un poco ondulándose contra él.

—Eso no hace falta —susurró en el oído de Sergio —estoy acostumbrado, sólo hazlo —. No le gustaba sentir dedos ahí.

— ¿Estás seguro? ¿Ya lo has hecho antes con un hombre?

Mariano contuvo una risita. —Sí—, respondió.

Eso era lo mejor que a Sergio podían decirle. Lo penetró contra la pared sin más trámite. Era perfecto. Había pedido que le enviaran a alguien con experiencia porque no estaba con ánimo de perder tiempo, pero la carita inocente de…no recordaba el nombre, lo había desconcertado. Por eso, por las dudas, había preguntado.

Mariano se mordió los labios cuando lo sintió adentro. El tipo estaba realmente apurado. Igual, a estas alturas de su vida, podía manejar eso. Se relajó completamente y se fue de ahí. Pensó en que iría a comprarse ropa nueva, al día siguiente, una camiseta de buena marca…tal vez alguna original de la banda “Megadeth”. Luego repasó mentalmente todo aquel día desde la mañana. Se había despertado como a las nueve, la tarde la había pasado junto a sus amigos, sintió un poco de culpa porque les había prometido no volver a prostituirse…Bueno, pero esto había sido un engaño…Se suponía que solamente iba a entregar un paquete... Sintió que el hombre se movía por última vez y que se apartaba de él eufórico, satisfecho y mojado de sudor.

—¡Qué bien estuvo eso! —susurró. Tenía los ojos más verdes que Mariano hubiese visto nunca. Se quitó el condón y fue a tirarlo a un tachito en la habitación continua que al parecer era la cocina.

Sergio podía pensar con más claridad ahora que había echado un poco de leche afuera. Eran encantadores los ojazos negros del chico, se fijó. Y tenía un sabor tan dulce…Había dicho que no quería besos, no en la boca. De todas maneras Sergio volvió hasta donde él  estaba e intentó robarle uno.

—No—, dijo el muchacho con voz suave, esquivándolo. Sergio, obediente, dejó  un beso pequeño en su pelo, otro en su cuello y abrazándolo trazó una línea sinuosa con la punta de su nariz desde allí hasta su pecho. También olía bien el chico y no era ningún perfume, sólo el aroma de su piel. Sintió como su sangre enloquecía otra vez,  lo sujetó fuerte por la cintura, con un brazo, mientras con el otro le acariciaba el pelo y la nuca. El muchacho era una cosita blanda y tibia entre sus brazos y el contacto con su piel le resultaba enloquecedor…

Mariano no sabía qué hacer, el hombre estaba medio asfixiándolo con su firme abrazo, además, por lo que veía, iban a tener sexo otra vez…increíble tanta energía en alguien de su edad…pensó. Aunque tal vez no fuera tan viejo como parecía…Por lo menos tenía bastante cabello, lo llevaba largo, casi hasta los hombros, y atado en una cola. Tenía el estómago plano y los abdominales marcados de manera envidiable… Bueno…Tendría que abrirse de piernas otra vez. Ya sentía la erección del tipo contra sus muslos, mientras este seguía chupándole el cuello. No le gustaba la sensación, así que se distrajo observando el diseño bordado de unos almohadones que había por ahí, sobre los sillones, detrás de ellos.

—Vamos al dormitorio —murmuró el hombre contra su cuello. —No quiero hacerlo de nuevo aquí contra la pared… ¿Tú sí?

Mariano no respondió, no quería hacerlo ni contra la pared ni en ninguna parte, pero se sonrió y se dejó guiar  a través de un pasillo y luego por una escalera.

El dormitorio estaba en el segundo piso y al igual que la sala, estaba decorado en varios tonos de azules y celestes.

Mariano fue hasta la cama y se sentó en el borde, callado. Sergio hizo lo mismo. Una lámpara tenue, cuya pantalla también era azul, era la única luz encendida.

—Eres lindo, —le dijo Sergio después de mirarlo de pies a cabeza y con detenimiento. Luego levantó un brazo y siguió con los dedos el mismo recorrido que  habían hecho primero sus ojos.

Mariano ya sabía que era lindo, siempre se lo decían. Se dejó acariciar sin mover ni un músculo.

—No te ofendas pero…no recuerdo tu nombre. —Susurró Sergio, y se aproximó más.

—Mariano.

—¿Cuántos años tienes?

—Diecisiete.

Se miraron en silencio un corto instante.

Entonces Sergio rodó encima de él y lo acostó. Estuvo a punto de besarlo en la boca pero Mariano giró el rostro hacia un lado, evitándolo y tuvo que conformarse con el cuello. No estaba tan apurado ahora, así que pudo explorar a gusto también el pecho, el estómago, el ombligo del muchacho, y seguir bajando lentamente. Le quitó los pantalones y besó y lamió entre las piernas, sintió que el muchacho se estremecía levemente,  aunque tal vez no de placer. Alzó la cabeza para verlo. El chico miraba el techo con expresión ausente, Sergio decidió cambiar de plan y lo hizo girarse boca abajo sujetándolo por las piernas. Mariano, tomado por sorpresa contuvo apenas un gemido y tuvo que ahogar otro cuando Sergio le enterró la cara en el trasero.

¿Es que iba a….? Sí…le metió la lengua ahí. Si le hubiera dado la oportunidad, Mariano no se lo hubiese permitido, pero ya estaba. Sergio lo mantenía contra su boca sujetándole con fuerza las piernas. Tenía una lengua larga y gruesa y le estaba haciendo sentir cosas de lo más extrañas, como si mil hormigas corrieran por su estómago en todas direcciones. Trató de decir “basta” pero sólo pudo gemir. Se sentía absolutamente mojado y no sabía si era la  saliva de Sergio o qué. La sensación en el estómago se hizo más intensa y la entrepierna comenzó a latirle con violencia. Nuevamente quiso hablar, no le gustaba sentir cosas en esa parte del cuerpo pero otra vez, un largo jadeo fue lo único que salió de su boca.

Fue conciente de que ahora  la verga gruesa de Sergio estaba ocupando de a poco el lugar en que antes estuviera su lengua. También notó que su propio cuerpo se arqueaba contra Sergio como si tuviera voluntad propia. Su pene estaba tan erecto que le dolía.

Sergio, encima de él, comenzó a moverse atrás y adelante, afuera y adentro. Lentamente al comienzo y luego más rápido. Intentó acariciar la entrepierna de Mariano pero él no lo dejó.

Se tocó él mismo y con un gran espasmo, acabó. Se cayó sin fuerzas, exhausto sobre la cama. Sergio lo sostuvo por la cintura, levantándole un poco la cadera y se movió dentro de él unas veces más antes de terminar también.

Mariano cerró los ojos un momento. No se durmió, jamás dormía en la cama de un desconocido, pero estaba agotado… abrió los ojos, Sergio estaba tendido a su lado totalmente desnudo aun, contemplándolo embelesado con sus ojos verdes de gato, que parecían incluso brillar en la penumbra de la habitación. Sonrió y Mariano se enderezó sobresaltado.

— ¡Tengo que irme! —dijo.

— ¿Qué? ¿Por qué no esperas a que amanezca? Es peligroso andar por ahí en la oscuridad. Y ya no falta nada para que salga el sol.

— ¿Cómo? ¿Qué hora es?

—Las seis —, respondió Sergio quedamente.

— ¡No puede ser! ¡Ya tendría que haber vuelto! —Mariano estaba muy agitado. Comenzó a mirar hacia todos lados, — ¿Y mi ropa? —preguntó.

—No sé, por ahí… —Sergio abarcó con un gesto toda la habitación. Mariano intentó levantarse de la cama pero Sergio lo atrapó tomándolo por un brazo y lo atrajo hacia si. El estómago del chico gruñó ruidosamente y Mariano sintió mucha vergüenza. Se mordió apenas el labio inferior y miró al colchón.

Sergio rio, no pudo evitarlo. —Busca algo para comer allá abajo —, indicó con una mano —, en la cocina—. Hace un buen rato que tu estómago suena.

Mariano se sintió aún más avergonzado. No se movió.

Sergio se levantó de un salto y se vistió rápido, con una camiseta blanca que le quedaba justa al cuerpo y unos jeans celestes. Se ató el pelo, levantó del suelo el pantalón de Mariano y se lo alcanzó. Salió del cuarto y volvió unos minutos después con las demás ropas del chico, que había recuperado en la sala.

Unos pálidos rayos de sol comenzaban a  filtrarse por la ventana. Ya había amanecido.

—Ven a comer algo,—invitó Sergio desde la puerta.

Sí… Por qué no, pensó Mariano. La verdad, se moría de hambre. Terminó de colocarse el pantalón y fue con él.

Sergio procedió a sacar todo tipo de cosas deliciosas de la heladera y a ponerlas sobre una mesita redonda cubierta con un inmaculado mantel a cuadros amarillos. —Sírvete lo que quieras, — dijo. Él Mordisqueó una porción de pizza, fría y luego comenzó a prepararse un sándwich enorme. Mariano lo imitó. Partió en dos una pieza completa de  pan y la rellenó con queso, huevo, varios tipos de fiambre y un poco de manteca. Ya no sentía ninguna vergüenza, solamente hambre, así que no se privó de nada.

Sergio lo observaba en silencio. Satisfecho con cada movimiento que lo veía hacer. Tenía modales. Era elegante incluso devorando de esa manera. Sus ojos se encontraron luego de que Mariano diera la segunda mordida a su portentoso desayuno. Sonrió masticando con la boca bien cerrada y Sergio le devolvió la mirada amistosa.

—Y… ¿A qué te dedicas? —Le preguntó Mariano dos bocados más tarde.

—Soy profesor de historia. —Respondió Sergio.

— ¿De secundaria?

—Sí  ¿Terminaste la escuela? —preguntó a su vez clavando en Mariano  sus verdes ojos.

— Solamente la primaria. Secundaria… comencé el primer año…pero la dejé.

—Mmmh…

— ¿Qué?

—Nada. Termina de comer y vístete, así vamos a dar una vuelta. ¿Qué te parece?

—No. No puedo Tengo que volver.

—Ah… ¿Te espera alguien?

Mariano torció un poco la boca fastidiado. —No, no es eso pero…

—Entonces ven conmigo. Vamos a ese restaurante bonito que está en el mirador aquí cerca, y desayunas otra vez. Después yo arreglo las cosas con “el Rata”…

Mariano estudió un momento al hombre que tenía enfrente y evaluó la situación. “El Rata” era el sujeto que le arreglaba las citas, el que lo había enviado a hacer este “trabajo” sin avisarle…Ni siquiera sabía cuánto dinero ganaba a costa de él…después le tiraba una miseria, le daba de comer basura y lo mantenía atado a él con promesas que había que ver si algún día cumplía… ¡Que se jodiera! Sergio parecía un buen tipo. Aceptó la invitación a desayunar por segunda vez.

—Si quieres avisarle a alguien que vas a llegar más tarde, usa el teléfono. —propuso Sergio.

Mariano se encogió de hombros , divertido.  —No es problema de nadie lo que hago o no hago —, respondió —¿Ya pagaste no? Por lo de anoche…digo.

—Sí.

El muchacho hizo un gesto con la mano, mandando al mundo al diablo y siguió comiendo.

Claro, el Rata siempre cobraba el trabajo de sus chicos por adelantado.

 

— ¿Entonces vives solo, en esa pocilga que administra el Rata? —Preguntó Sergio mientras recorrían el camino de cornisa que ascendía zigzagueante, curva y contra curva, hasta el mirador. Tenía un buen auto, nada ostentoso pero un buen auto, observó Mariano.

— ¡Ah! Mucha gente vive en ese lugar, —respondió. —Quiero irme de ahí lo antes posible, no es un buen sitio, lo sé, me lo han dicho un montón de veces. ¡Bah! Como si hiciera falta , uno se da cuenta enseguida, y eso que he vivido en malos lugares... Pero prometieron hacerme unos papeles, porque no tengo documentos ¿sabes? y el Rata conoce a alguien que trabaja en la policía o que tiene no sé qué puesto en el gobierno, o no sé dónde, que me los puede hacer…falsos, claro…pero…

— ¿Por qué no tienes documentos?

—Porque…No tengo. —Mariano se encogió de hombros y sonrió. —Se habrán quedado en el hogar donde me crie…No sé…Me crie con las monjas ¿Sabes? Estuve ahí hasta los diez años, más o menos, iba a la escuela y todo…pero después me fui de ahí, me escapé, digamos, así que todas mis cosas, papeles y esas cosas, no las tengo.

— ¿Por qué te escapaste?

—Ah…Es una larga historia, es lo que hacían todos, en realidad, casi todos los chicos que vivían en el hogar. Así que también llegó el día en que ya no quise vivir más ahí y …Me fui …Después conocí a un chico que conocía al Rata , y me dijo que él le había conseguido documentos y así fue que terminé ahí….Hace ya un año casi…

— ¿Sí? ¿Y antes en dónde estabas?

Mariano miró a Sergio unos segundos, tal vez evaluando qué podía contarle y qué no. Él iba concentrado en  el camino.  —Viví en muchos lugares, estuve en Villa las Chapitas un buen tiempo, después viví con algunos amigos, en pensiones, y así…

 Sergio asintió con un movimiento de cabeza. Ese chico era realmente perfecto, se dijo. Una víctima perfecta.

—Escucha —le dijo,—te voy a decir una cosa—y lo miró fríamente antes de tomar la última curva del camino. — No vuelvas a hacer nunca eso que hiciste. Es peligroso.

— ¿Qué cosa? Qué hic…

—Me has dicho,  —lo interrumpió Sergio —, y en menos de media hora, —le sonrió—que no tienes familia,  ni nadie que espere tu regreso, además de revelarme que no tienes ninguna identificación…Para no hablar de que estás aquí conmigo en medio de esta ruta solitaria y estoy seguro de que nadie lo sabe. Eres el tipo de muchacho al que puede pasarle algo muy feo…Podrías desaparecer y nadie lo notaría.

— ¡Bah! —Mariano le sonrió también, y se reclinó cómodamente en el asiento. — ¿Quién querría hacerme algo?

Sergio levantó una ceja y movió la cabeza negativamente y con gesto de preocupación.

— ¿Estamos yendo al hotel que está allá arriba? —Preguntó a continuación Mariano, mirando entusiasmado el precipicio que bordeaba el camino.

—Sí.

— ¡Qué bien! Nunca he estado ahí, debe ser un lindo lugar ¿No?

—Es lindo.

—Y… ¿No importa que me vean contigo?

— No ¿Quién va a saber qué relación tenemos?

 

El restaurante del hotel contaba con una terraza magnífica. Ocuparon una mesita junto a la barandilla. Desde ahí podía verse toda la ciudad, los edificios del centro brillaban al sol de la mañana. No había muchas  personas más, un par de familias que parecían turistas, dos hombres solos y ellos. El lugar, además de ser caro estaba bastante apartado de la zona urbana.

Sergio había pedido un café, se lo había tomado en silencio y ahora estaba leyendo el periódico. Mariano hablaba sin parar: del paisaje, de la gente, del enorme helado que estaba terminando de comerse (¡helado a las nueve de la mañana!) y vaya a saber de qué más…Sergio asentía de tanto en tanto. Terminó de leer las noticias internacionales y lo cortó en medio de una frase:

— ¿Por qué un chico lindo como tú está viviendo en lo del Rata? —Mariano lo miró en silencio. —Podrías estar en un lugar mejor… ¿No te lo han propuesto?  —agregó. Mariano suspiró y miró para otro lado, comió un poco más de halado y respondió:

—Ya te expliqué lo de mis papeles…Por eso estoy ahí. Es solamente hasta que tenga mis documentos en orden.

—Vamos… ¿solamente por eso? Se puede conseguir documentos de muchas maneras…

Mariano lo miró un momento sin decir nada y luego giró el rostro hacia el paisaje que se extendía más allá de la terraza del hotel.

— Ok, tú conocerás tus razones… ¿Pero no te han propuesto ir a otro lado? Quiero decir…

El chico volvió a mirarlo, con el semblante bastante serio. — No sé de qué me estás hablando,—dijo. Se metió a la boca una cucharada enorme de helado y volvió a sonreír.

—No me vas a decir que ningún hombre te ha propuesto que te vayas a vivir con él…O que no te propusieron mudarte a una…casa de citas de más nivel…

Mariano lo miró indignado, como si le hubiera dicho la peor de las groserías. —¿Por qué se te ocurre que aceptaría alguna de esas propuestas? —respondió ofendido. —Esto…Lo que hago es temporal…No me interesa estar con ningún hombre ni llevar esta vida durante mucho tiempo más…

—Está bien…No te enfades…—respondió Sergio, algo divertido por la actitud del chico. —No era mi intención opinar sobre tu vida o prejuzgarte…A lo que quería llegar es a que yo también puedo ayudarte con lo de tus papeles, puedo conseguirte los auténticos, si quieres.

Mariano lo miró con desconfianza— ¿A cambio de qué…? —preguntó.

—De que te quedes a vivir conmigo.

— ¿Mmmh? No…No podría.

— ¿Por qué no?

—Por lo que te acabo de explicar — lamió la última pizca de helado que quedaba en la cucharilla—, para mi esto que hago, es temporal. No me gustan los hombres,¿ sabes? Es solamente dinero fácil…Pero no podría —negó con la cabeza—, de ninguna manera podría vivir con un tipo…—Mariano se encogió de hombros, y se puso de pie.  —Y mejor ya me voy,—decidió. Estaba un poco nervioso. No le gustaban ese tipo de propuestas raras.

—Te llevo.

—No, no. Me voy solo.

Sergio lo observaba inexpresivo.

—Gracias por la comida y…por todo —, dijo el chico y se dirigió a la salida caminando rápido.

Sergio no perdió detalle de su espalda juvenil y su traserito perfecto mientras se alejaba. Si pensaba volver caminando al centro de la ciudad, el chico tendría que atravesar un buen tramo de ruta despoblada, pensó. Podría alcanzarlo con el auto y…No. No era eso lo que quería. Este niño no se lo merecía.

Mariano comenzó a descender la lomada que llevaba desde el hotel, al centro de la ciudad. No había senda peatonal, pero se podía ir bordeando la ruta, por la banquina que estaba en buenas condiciones. Sin embargo no había dado ni veinte pasos, y ya estaba arrepentido de no haber aceptado que Sergio lo trajera de vuelta. No es que no le gustara caminar pero…Oyó que venía un auto y se hizo a un lado. El vehículo frenó cerca de él. Era Sergio.

—Vamos —le dijo, y le abrió la puerta. Mariano se rio y se subió enseguida. Habló durante todo el trayecto sin parar. Del tiempo, de lo que veía por la ventanilla, de cualquier cosa. A él no le costaba encontrar temas de conversación y poco le importaba si lo escuchaban a medias, la idea era no darle espacio a Sergio para insistir en su propuesta. Ya sabía como eran los viejos, no era la primera vez que le pasaba esto.  Sergio condujo hasta la zona en la que vivía, una villa miserable. Detuvo el auto en una callejuela.

—Escucha, —le dijo a Mariano que por fin se había callado, —cuando te propuse que te quedes a vivir conmigo, no te estaba pidiendo que fueras mi amante…aunque bueno, si quieres… —Sonrió  —hablando en serio, yo vivo solo y estoy un poco cansado de eso. Tú tampoco tienes a nadie.

—Pero…

—Puedo conseguirte documentos auténticos, o falsos. Lo que quieras.

— ¿Sí? ¿Cómo?

—Conozco gente…además ¿Sabes? Viajo mucho. No estaría mal que alguien cuide mi casa cuando no estoy.

—Pero es que…

—Piénsalo. De verdad no voy a pedirte nada a cambio.

Era muy tentador…Y demasiado bueno para ser verdad. Mariano se mordió levemente el labio inferior, pensativo. Después miró a los ojos intensos de Sergio y sintió cosquillas en el estómago. Abrió la puerta del auto y se bajó rápido y un poco molesto. No le gustaba sentir cosas en el cuerpo.

— ¡Ah! ¡Toma! —Sergio le entregó un billete. —Para que comas bien, —dijo divertido. A Mariano no le hizo gracia pero igual lo tomó y se lo guardó en un bolsillo.

 —Vuelvo a buscarte en un par de días, —propuso Sergio —y me dices qué has decidido… ¿Te parece bien?

—Mmmmh…No. Yo en realidad ya he decidido que no porque…

Sergio suspiró y lo interrumpió con un gesto de la mano. —No, no quiero que me contestes ahora…No sé cual será la primera impresión que te causé, pero, te aseguro que si quieres que hagamos de cuenta que jamás pasó nada entre nosotros, y que no vuelva a tocarte nunca, puedo hacerlo…

—No…Lo que pasa es que…

—Lo único que me interesa es tu seguridad—Sergio abarcó con una mirada la pobreza que los rodeaba—, creo que mereces algo mejor que esto…en serio. Quiero que lo pienses.

 Mariano se quedó mirando sus ojos verdes, luego miró a lo lejos, a las precarias construcciones de bloque y piso de tierra a su alrededor y otra vez a Sergio. —Está bien, lo voy a pensar. Pero no vengas a buscarme, yo voy por tu casa ¿Sí? —Pidió.

Sergio asintió. Él le regaló una hermosa sonrisa como despedida, y desapareció tras una vieja puerta de madera.

Notas finales:

Hace milenios, cuando comencé a imaginar esta historia, "Mariano" se llamaba "Mario",  decidí cambiarlo porque ahora leo "Mario" y me imagino a Mario Bros XDDD así que si por ahí se me escapó el nombre y dice mario en vez de Mariano, me avisan.

 

Sobre el título del capítulo, una vez conversé con un viejo que, entre todas las pavadas que hablaba,  haciéndose el idolo, dijo algo que me gustó:

Que no era lo mismo ser un experimentador, que era una persona que había vivido muchas cosas por ahí sin entenderlas demasiado bien,que ser un experimentado, que es la persona que ha vivido muchas cosas pero además tiene el conocimiento teórico para comprenderlas.


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